DOMINGO, día 11 de Mayo: 4º Domingo de Pascua
Hechos de los
Apóstoles 2, 14a. 36-41
“... El día de Pentecostés,
decía Pedro a los judíos: Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a
quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías... ¿Qué
tenemos que hacer, hermanos? Pedro les contestó: Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y
recibiréis al Espíritu Santo...”
CLAVES para la
LECTURA
- Pedro concluye su discurso con cierto énfasis:
todos los israelitas deben tener la certeza de que Jesús es Señor y Mesías. La
fe cristiana se fundamenta en el testimonio apostólico sobre la resurrección,
que eleva a Jesús a la condición gloriosa de Señor y Mesías. Lucas usa aquí
precisamente los dos títulos del anuncio de la buena noticia que llevaron los
ángeles a los pastores (Lc 2, 11), títulos plenamente realizados ahora.
- El testimonio de Pedro toca los corazones y se
inicia la larga cadena de las conversiones. El apóstol pide el cambio de mentalidad
y de comportamiento (ése es el sentido de metánoia),
y el bautismo “en el nombre de Jesús”,
llamado simplemente “Cristo” (sin
artículo): ahora ya es él el Enviado, el Mesías, el Salvador. El bautismo es
signo de la conversión y apertura a la nueva vida, hecha de la destrucción del
pasado de muerte y de la plenitud de vida que procede del Espíritu Santo. De
este modo se cumplen las promesas tanto para los que están presentes como para
los “de lejos”, es decir, para los
que están fuera del judaísmo.
- Aparece, por último, la invitación a ponerse “a salvo de esta generación perversa”,
esto es, de aquellos que con su religiosidad legalista no han sido capaces de
acoger la novedad revolucionaria del mensaje y de la realidad de Jesús, y lo
hicieron condenar recurriendo a la mentira. La primera pesca del “pescador de hombres” fue verdaderamente
milagrosa: tres mil personas recibieron sus palabras y entraron en sus redes,
unas redes que llevan a las aguas de la salvación.
CLAVES para la
VIDA
- No sé si acertaremos a “saber” lo que ocurrió en
el acontecimiento de la Resurrección de Jesús, pero lo que sí descubrimos es
que Pedro, torpe y lento para entender el proyecto de Jesús antes de la Pascua,
ahora está lúcido y ha madurado en la fe, animado y conducido por el Espíritu.
Ahora resulta que este Jesús (según Pedro) es aquel a quien sus enemigos han
llevado a la muerte, pero que Dios, al resucitarle, le ha constituido Señor y
Mesías; esto es, le ha “autentificado” ante todos. Éste es el programa del
anuncio, del “kerigma” de la primera
comunidad y lo sigue siendo hoy.
- ¿A qué lleva este anuncio? Al cambio de vida, a
abandonar el camino anterior y, ahora, a aceptar a Jesús, a creer en Él como
Señor que ilumina la vida. El bautismo es la expresión externa de ese cambio.
Éste es el fruto de la resurrección de Jesús: la vida cambia, pues, de
perspectiva; el amor y la entrega tienen sentido; el grano de trigo que muere,
producirá frutos abundantes y nuevos.
- La propuesta de la Pascua para mí, para nosotros,
es ENCONTRARNOS con el Señor Resucitado, ACOGER como bueno lo que Él mismo ha
vivido; comunicarlo, sin miedo ni complejos, a todos lo que están abiertos a
esta buena noticia, porque esa LUZ pascual puede iluminar toda nuestra vida y
en todas sus dimensiones. ¡Ánimo, pues! Ésta es la inmensa invitación que se
nos hace, hermano/a.
1 Pedro 2, 20b-25
“... Si obrando el bien soportáis el sufrimiento,
hacéis una cosa hermosa ante Dios, pues para esto habéis sido llamados, ya que
también Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que
sigáis sus huellas... Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que,
muertos al pecado, vivamos para la justicia...”
CLAVES para la LECTURA
- El
bautismo, al quitar el pecado original, da al que lo recibe la nueva identidad
de hijos de Dios. Para caracterizar mejor esa transformación, emplea Pedro unos
términos muy preci-sos: los bautizados en la Iglesia son piedras vivas, linaje
escogido, sacerdocio regio y nación santa (2, 1-10). Ese «privilegio» exige, no
obstante, la adquisición de una nueva mentalidad y de una conducta de vida
conformes a las de Cristo. Las diferencias de condición social o cultural
pierden consistencia, porque todos los discípulos encuentran su unidad en
Cristo y todos son igualmente «peregrinos
lejos aún de su hogar» (2, 11) en este mundo, y todos son asimismo siervos
de Dios.
- Por
eso, Pedro, dirigiéndose a gente que desarrollaba tareas humildes en la
sociedad de entonces, les ofrece como modelo precisamente a Jesús, el verdadero
Siervo de Yahvé, que, con paciencia y mansedumbre, cargó sobre sí mismo el
pecado, que él no había cometido para destruirlo en su propia humanidad.
- Así
gracias a su ofrecimiento, la humanidad quedó liberada de la única esclavitud,
la del pecado y puede vivir «por la
justicia», que es amor y misericordia El cristiano se convierte por el
bautismo en miembro de Cristo, y por eso mismo está llamado a compartir su
pasión, a fin de participar también en su gloria en el cielo junto a todos los
hermanos a los que habrá cooperado a salvar con su vida. El grupo de los
discípulos -y por consiguiente, toda la Iglesia-, de rebaño disperso y
desbandado a causa del escándalo del sufrimiento (Mc 14, 27s), vuelve a ser, en
Jesús resucitado, un rebaño compacto que camina siguiendo sus huellas (v. 25).
CLAVES para la VIDA
- La verdad es que el núcleo
del mensaje es similar en los diversos testigos y anunciadores que nos ofrecen
los distintos textos litúrgicos. En esta condición de “peregrinos”, es en
Cristo Jesús donde encontramos el motivo fundamental de unidad y de vida. Así
como Él asumió nuestra condición pobre y limitada, así, ahora, somos invitados
a seguir su ejemplo, porque -desde el bautismo- somos miembros vivos y
participamos de su propia vida.
- “Dejándonos un ejemplo para que sigáis su huellas” (v. 21) ... “pero ahora habéis vuelto al que es vuestro
pastor y guía” (v. 25): así el apóstol nos encamina para entender y asumir
lo que el evangelio de este domingo nos ofrece: Jesús es al única y válida
alternativa de vida. Caminar como creyente no será más que “seguir sus
huellas”; caminar como creyente no significará más que dejarse guiar y cuidar
por el Pastor que ha sido capaz de “dar
la vida por sus ovejas”, llevándolas así a la plenitud que tanto anhelan y
buscan.
- ¡Resulta realmente
sugerente la oferta que se nos dirige por medio del apóstol! Participar
plenamente de la nueva condición, y todo ello vivido en una profunda comunión
con el “pastor y guía”, es toda una
propuesta para la vida. Desde la vivencia personal, ofrecerlo a los hermanos
para que puedan participar también de ese inmenso don y regalo... ¡es toda una
TAREA y MISIÓN! Y aquí nos encontramos nosotros que, de nuevo, en este tiempo
Pascual, somos invitados a lo mejor: a gustar y disfrutar de la plenitud.
¡Recuérdalo, por favor, hermano/a!
Evangelio: Juan 10, 1-10
“... El buen Pastor da la vida por las ovejas... Yo soy el buen Pastor
que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo
conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, otras ovejas que no son
de este redil: también a ésas las tengo que traer; y escucharán mi voz y habrá
un solo rebaño y un solo Pastor...”
CLAVES para la LECTURA
- El capítulo 10 del
evangelio de Juan, un capítulo dominado por la figura del buen pastor, debe ser
leído en el contexto que le corresponde para comprenderlo más a fondo. En
efecto, en el capítulo 9, se había revelado Jesús como “luz del mundo” a través de la curación del ciego de nacimiento, y,
al realizar ese milagro, puso asimismo de relieve la ceguera espiritual de los
jefes de los judíos (9, 40s). Ahora bien, el Henoc etíope -un texto apócrifo contemporáneo- describe toda la
historia de Israel hasta la venida del Mesías como una alternación de momentos
de ceguera y de posesión de la vista por parte de las ovejas, en virtud de los
sucesivos representantes de Dios, los pastores de su pueblo. Eso significa que
Jesús, después de haber mostrado que tiene el poder de devolver la vista, puede
afirmar que es el único pastor que lleva las ovejas a la salvación, el Mesías
esperado.
- Todo el pasaje está
compuesto con materiales tradicionales y heterogéneos. En su origen debieron
figurar fragmentos inconexos y unidos sólo con sistemas mnemónicos: eso explica
la fluidez de las imágenes y la dificultad para coordinar los discursos en una
secuencia lógica. En esta primera perícopa se identifica Jesús, de manera
implícita, con el pastor de las ovejas que entra en el recinto (en griego, aulé) pasando por la puerta. Dado que el
término aulé significa también el
patio del templo donde se reúne el pueblo de Dios, Jesús asume legítimamente la
guía del mismo con una autoridad que le viene de Dios, a diferencia de los “ladrones y salteadores”. Como los
pastores de Palestina, que lanzaban una llamada característica para hacerse
reconocer por su propio rebaño, también Jesús conoce a sus ovejas, y éstas
reconocen su voz. El buen pastor las saca fuera -el Mesías guía al pueblo en un
éxodo salvífico- “y las ovejas le siguen”
con una intuición segura (vv. 4s).
- Dado que los oyentes no le
comprenden, recurre Jesús a una nueva imagen (vv. 6-10): él es “la puerta de las ovejas”, del mismo modo
que es el camino, esto es, “el único mediador entre Dios y los hombres” (1
Tim 2, 5). Quien pasa a través de su mediación encontrará la salvación, la
seguridad y el “sustento”, o sea, la
plenitud de la vida. La misión del pastor es precisamente ponerse al servicio
de las ovejas, en contraposición a cuantos se arrogan una autoridad sobre el
pueblo que Dios no les ha conferido (vv. 9s) y, por eso, se convierten en una
explotación egoísta, en atropello, en violencia.
CLAVES para la VIDA
- El “discípulo amado” nos
ofrece otra reflexión sosegada con vistas a seguir profundizando el misterio de
la persona de Jesús y lo hace con múltiples comparaciones tomadas de la vida:
es el agua, el pan, el camino, la luz, el pastor... Aquí nos propone que es la
PUERTA, y a través de él “entramos y
salimos”, al menos de forma legítima, como los buenos pastores; al
contrario, los ladrones y salteadores utilizan otros medios, no la “puerta”.
- El contexto de esta
enseñanza-catequesis es de tipo conflictivo. Jesús se dirige a los fariseos,
acusándoles claramente de no haber entrado por la puerta, de no ser pastores
verdaderos, como ya les había criticado el profeta Ezequiel (Ez 34). Aquí se
ofrecen las “notas” y cualidades que definen al pastor bueno: entra por la
puerta, conoce a sus ovejas, va delante de ellas... Todo un cuadro que define
al Buen Pastor. Y Jesús se proclama él mismo como este Buen Pastor.
- Todo un dilema el que nos
presenta esta reflexión evangélica: aceptar o no a Cristo Jesús como el Camino
y el único Mediador que da sentido a nuestra vida. Porque no podemos olvidar
que Él es la Puerta que conduce a la vida; Él es la plenitud que deseamos y
anhelamos y, por eso mismo, Él es quien nos lleva a pastos abundantes. ¿Dónde
me “alimento”? ¿Puedo asegurar que Él sigue siendo la “PUERTA” por la que entro
con vistas a encontrar lo que ilumina, da plenitud a mi vida de creyente y seguidor
de su proyecto? Me invita a acudir a Él para alcanzar ese bienestar que anhelo.
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