sábado, 10 de mayo de 2014


DOMINGO, día 11 de Mayo: 4º Domingo de Pascua






















Hechos de los Apóstoles 2, 14a. 36-41

           

“... El día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos: Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías... ¿Qué tenemos que hacer, hermanos? Pedro les contestó: Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis al Espíritu Santo...”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- Pedro concluye su discurso con cierto énfasis: todos los israelitas deben tener la certeza de que Jesús es Señor y Mesías. La fe cristiana se fundamenta en el testimonio apostólico sobre la resurrección, que eleva a Jesús a la condición gloriosa de Señor y Mesías. Lucas usa aquí precisamente los dos títulos del anuncio de la buena noticia que llevaron los ángeles a los pastores (Lc 2, 11), títulos plenamente realizados ahora.

 - El testimonio de Pedro toca los corazones y se inicia la larga cadena de las conversiones. El apóstol pide el cambio de mentalidad y de comportamiento (ése es el sentido de metánoia), y el bautismo “en el nombre de Jesús”, llamado simplemente “Cristo” (sin artículo): ahora ya es él el Enviado, el Mesías, el Salvador. El bautismo es signo de la conversión y apertura a la nueva vida, hecha de la destrucción del pasado de muerte y de la plenitud de vida que procede del Espíritu Santo. De este modo se cumplen las promesas tanto para los que están presentes como para los “de lejos”, es decir, para los que están fuera del judaísmo.

 - Aparece, por último, la invitación a ponerse “a salvo de esta generación perversa”, esto es, de aquellos que con su religiosidad legalista no han sido capaces de acoger la novedad revolucionaria del mensaje y de la realidad de Jesús, y lo hicieron condenar recurriendo a la mentira. La primera pesca del “pescador de hombres” fue verdaderamente milagrosa: tres mil personas recibieron sus palabras y entraron en sus redes, unas redes que llevan a las aguas de la salvación.

 
CLAVES para la VIDA

 
- No sé si acertaremos a “saber” lo que ocurrió en el acontecimiento de la Resurrección de Jesús, pero lo que sí descubrimos es que Pedro, torpe y lento para entender el proyecto de Jesús antes de la Pascua, ahora está lúcido y ha madurado en la fe, animado y conducido por el Espíritu. Ahora resulta que este Jesús (según Pedro) es aquel a quien sus enemigos han llevado a la muerte, pero que Dios, al resucitarle, le ha constituido Señor y Mesías; esto es, le ha “autentificado” ante todos. Éste es el programa del anuncio, del “kerigma” de la primera comunidad y lo sigue siendo hoy.

 - ¿A qué lleva este anuncio? Al cambio de vida, a abandonar el camino anterior y, ahora, a aceptar a Jesús, a creer en Él como Señor que ilumina la vida. El bautismo es la expresión externa de ese cambio. Éste es el fruto de la resurrección de Jesús: la vida cambia, pues, de perspectiva; el amor y la entrega tienen sentido; el grano de trigo que muere, producirá frutos abundantes y nuevos.

 - La propuesta de la Pascua para mí, para nosotros, es ENCONTRARNOS con el Señor Resucitado, ACOGER como bueno lo que Él mismo ha vivido; comunicarlo, sin miedo ni complejos, a todos lo que están abiertos a esta buena noticia, porque esa LUZ pascual puede iluminar toda nuestra vida y en todas sus dimensiones. ¡Ánimo, pues! Ésta es la inmensa invitación que se nos hace, hermano/a.



1 Pedro 2, 20b-25



“... Si obrando el bien soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios, pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas... Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia...”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- El bautismo, al quitar el pecado original, da al que lo recibe la nueva identidad de hijos de Dios. Para caracterizar mejor esa transformación, emplea Pedro unos términos muy preci-sos: los bautizados en la Iglesia son piedras vivas, linaje escogido, sacerdocio regio y nación santa (2, 1-10). Ese «privilegio» exige, no obstante, la adquisición de una nueva mentalidad y de una conducta de vida conformes a las de Cristo. Las diferencias de condición social o cultural pierden consistencia, porque todos los discípulos encuentran su unidad en Cristo y todos son igualmente «peregrinos lejos aún de su hogar» (2, 11) en este mundo, y todos son asimismo siervos de Dios.

 - Por eso, Pedro, dirigiéndose a gente que desarrollaba tareas humildes en la sociedad de entonces, les ofrece como modelo precisamente a Jesús, el verdadero Siervo de Yahvé, que, con paciencia y mansedumbre, cargó sobre sí mismo el pecado, que él no había cometido para destruirlo en su propia humanidad.

 - Así gracias a su ofrecimiento, la humanidad quedó liberada de la única esclavitud, la del pecado y puede vivir «por la justicia», que es amor y misericordia El cristiano se convierte por el bautismo en miembro de Cristo, y por eso mismo está llamado a compartir su pasión, a fin de participar también en su gloria en el cielo junto a todos los hermanos a los que habrá cooperado a salvar con su vida. El grupo de los discípulos -y por consiguiente, toda la Iglesia-, de rebaño disperso y desbandado a causa del escándalo del sufrimiento (Mc 14, 27s), vuelve a ser, en Jesús resucitado, un rebaño compacto que camina siguiendo sus huellas (v. 25).



CLAVES para la VIDA

 - La verdad es que el núcleo del mensaje es similar en los diversos testigos y anunciadores que nos ofrecen los distintos textos litúrgicos. En esta condición de “peregrinos”, es en Cristo Jesús donde encontramos el motivo fundamental de unidad y de vida. Así como Él asumió nuestra condición pobre y limitada, así, ahora, somos invitados a seguir su ejemplo, porque -desde el bautismo- somos miembros vivos y participamos de su propia vida.

 - “Dejándonos un ejemplo para que sigáis su huellas” (v. 21) ... “pero ahora habéis vuelto al que es vuestro pastor y guía” (v. 25): así el apóstol nos encamina para entender y asumir lo que el evangelio de este domingo nos ofrece: Jesús es al única y válida alternativa de vida. Caminar como creyente no será más que “seguir sus huellas”; caminar como creyente no significará más que dejarse guiar y cuidar por el Pastor que ha sido capaz de “dar la vida por sus ovejas”, llevándolas así a la plenitud que tanto anhelan y buscan.

 - ¡Resulta realmente sugerente la oferta que se nos dirige por medio del apóstol! Participar plenamente de la nueva condición, y todo ello vivido en una profunda comunión con el “pastor y guía”, es toda una propuesta para la vida. Desde la vivencia personal, ofrecerlo a los hermanos para que puedan participar también de ese inmenso don y regalo... ¡es toda una TAREA y MISIÓN! Y aquí nos encontramos nosotros que, de nuevo, en este tiempo Pascual, somos invitados a lo mejor: a gustar y disfrutar de la plenitud. ¡Recuérdalo, por favor, hermano/a!

 
Evangelio: Juan 10, 1-10

 
“... El buen Pastor da la vida por las ovejas... Yo soy el buen Pastor que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, otras ovejas que no son de este redil: también a ésas las tengo que traer; y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo Pastor...”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- El capítulo 10 del evangelio de Juan, un capítulo dominado por la figura del buen pastor, debe ser leído en el contexto que le corresponde para comprenderlo más a fondo. En efecto, en el capítulo 9, se había revelado Jesús como “luz del mundo” a través de la curación del ciego de nacimiento, y, al realizar ese milagro, puso asimismo de relieve la ceguera espiritual de los jefes de los judíos (9, 40s). Ahora bien, el Henoc etíope -un texto apócrifo contemporáneo- describe toda la historia de Israel hasta la venida del Mesías como una alternación de momentos de ceguera y de posesión de la vista por parte de las ovejas, en virtud de los sucesivos representantes de Dios, los pastores de su pueblo. Eso significa que Jesús, después de haber mostrado que tiene el poder de devolver la vista, puede afirmar que es el único pastor que lleva las ovejas a la salvación, el Mesías esperado.

 - Todo el pasaje está compuesto con materiales tradicionales y heterogéneos. En su origen debieron figurar fragmentos inconexos y unidos sólo con sistemas mnemónicos: eso explica la fluidez de las imágenes y la dificultad para coordinar los discursos en una secuencia lógica. En esta primera perícopa se identifica Jesús, de manera implícita, con el pastor de las ovejas que entra en el recinto (en griego, aulé) pasando por la puerta. Dado que el término aulé significa también el patio del templo donde se reúne el pueblo de Dios, Jesús asume legítimamente la guía del mismo con una autoridad que le viene de Dios, a diferencia de los “ladrones y salteadores”. Como los pastores de Palestina, que lanzaban una llamada característica para hacerse reconocer por su propio rebaño, también Jesús conoce a sus ovejas, y éstas reconocen su voz. El buen pastor las saca fuera -el Mesías guía al pueblo en un éxodo salvífico- “y las ovejas le siguen” con una intuición segura (vv. 4s).

 - Dado que los oyentes no le comprenden, recurre Jesús a una nueva imagen (vv. 6-10): él es “la puerta de las ovejas”, del mismo modo que es el camino, esto es, “el único mediador entre Dios y los hombres” (1 Tim 2, 5). Quien pasa a través de su mediación encontrará la salvación, la seguridad y el “sustento”, o sea, la plenitud de la vida. La misión del pastor es precisamente ponerse al servicio de las ovejas, en contraposición a cuantos se arrogan una autoridad sobre el pueblo que Dios no les ha conferido (vv. 9s) y, por eso, se convierten en una explotación egoísta, en atropello, en violencia.


CLAVES para la VIDA

 - El “discípulo amado” nos ofrece otra reflexión sosegada con vistas a seguir profundizando el misterio de la persona de Jesús y lo hace con múltiples comparaciones tomadas de la vida: es el agua, el pan, el camino, la luz, el pastor... Aquí nos propone que es la PUERTA, y a través de él “entramos y salimos”, al menos de forma legítima, como los buenos pastores; al contrario, los ladrones y salteadores utilizan otros medios, no la “puerta”.

 - El contexto de esta enseñanza-catequesis es de tipo conflictivo. Jesús se dirige a los fariseos, acusándoles claramente de no haber entrado por la puerta, de no ser pastores verdaderos, como ya les había criticado el profeta Ezequiel (Ez 34). Aquí se ofrecen las “notas” y cualidades que definen al pastor bueno: entra por la puerta, conoce a sus ovejas, va delante de ellas... Todo un cuadro que define al Buen Pastor. Y Jesús se proclama él mismo como este Buen Pastor.

 - Todo un dilema el que nos presenta esta reflexión evangélica: aceptar o no a Cristo Jesús como el Camino y el único Mediador que da sentido a nuestra vida. Porque no podemos olvidar que Él es la Puerta que conduce a la vida; Él es la plenitud que deseamos y anhelamos y, por eso mismo, Él es quien nos lleva a pastos abundantes. ¿Dónde me “alimento”? ¿Puedo asegurar que Él sigue siendo la “PUERTA” por la que entro con vistas a encontrar lo que ilumina, da plenitud a mi vida de creyente y seguidor de su proyecto? Me invita a acudir a Él para alcanzar ese bienestar que anhelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario