CUARESMA- Semana 3ª
11 – 17 de Marzo DE
2012
III DOMINGO,
día 11
Éxodo 20, 1-17
“… Yo soy el Señor, tu Dios, que te
saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí… No pronunciarás el
nombre del Señor, tu Dios, en falso… Honra a tu padre y a tu madre… No matarás.
No cometerás adulterio. No robarás. No darás testimonio falso contra tu
prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu
prójimo…”
CLAVES
para la LECTURA
- Promulgado como núcleo de la
alianza con su pueblo, el Decálogo es el acontecimiento extraordinario de un
Dios que se revela. En
estas “diez palabras” -como lo llama el texto hebreo- hay que buscar los
rasgos del rostro de Dios que se une a Israel, al que se manifiesta como “su” Dios (v. 2), un Dios celoso (v. 5), un fuego devorador (34, 14; Sal
78, 58), porque su amor es el de un esposo fiel.
- La comunión con él, libremente
ratificada, conlleva fuertes exigencias: en primer lugar en sentido vertical
-abolir los ídolos, no pronunciar en falso el nombre de Dios, santificar el
sábado-, pero también en sentido horizontal en las relaciones con los demás
(vv. 12-17).
- La aceptación o rechazo de
estas “palabras” equivale a la fidelidad o el adulterio en
las relaciones con Dios. Bendiciones o maldiciones (vv. 5b-6), es decir, vida o muerte, se
siguen inevitablemente. En el Sinaí, como respuesta de amor al amor de Dios,
Israel dio su adhesión de fe a este código de alianza. Allí el pueblo no podía
todavía conocer lo que significaría en el futuro; todo se revelaría
progresivamente a lo largo de muchos siglos, y llegaría a su plenitud en
Jesucristo, cuando todas las leyes se resumirían en el único mandamiento del
amor.
CLAVES
para la VIDA
- Nos encontramos en un momento
significativo de la historia de la salvación: el Dios amoroso, que sale al
encuentro de su pueblo, establece una alianza con él. Por lo tanto, el “marco” no es
tanto jurídico sino de RELACIÓN: la Alianza es un DON divino porque el Señor
irrumpe en la historia del pueblo y lo hace como salvador. Este don precede a
toda exigencia humana: Dios ama primero al ser humano y éste no tiene que hacer
cosas para ganarse su amor (aspecto éste tantas veces olvidado en nuestras
catequesis, formación y vivencia).
- Y este Dios que sale al
encuentro del pueblo le interpela para que responda: son las exigencias de la
Alianza y que pueden reducirse, en palabras de Jesús, a dos: amor a Dios y al
prójimo. La
permanente tentación del pueblo judío es reducir la inmensa Ley a mero
cumplimiento externo, a una especie de acumulación de obras, olvidando que la
alianza, en realidad, es don y respuesta de amor. Aquí se fundamenta este pacto
entre Dios y su pueblo: Dios implicado en la historia de la humanidad y ésta
que tantas veces olvida y abandona a este Dios.
- Y aquí, dentro de esta
historia, nos encontramos nosotros, tantas veces “tentados”, también, de
reducir la Alianza a esa serie de “actos externos”, como forma de “ganar” o de
hacer méritos de cara a… Pero la invitación y la propuesta es mucho más grande y
abierta que todo eso. Está bien que en este camino cuaresmal se nos vuelva a presentar lo
esencial de nuestra fe cristiana. ¡Todo será necesario…! ¿Cómo te encuentras
tú, hermano/a? ¿Qué tipo de “Alianza” vives y cultivas tú, en el día a día, en
tu caminar creyente?
1 Corintios 1, 22-25
“… Los judíos exigen signos, los
griegos buscan sabiduría. Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los
judíos, necedad para los griegos; pero para los llamados a Cristo, fuerza de
Dios y sabiduría de Dios…”
CLAVES para la
LECTURA
- La comunidad de Corinto está
dividida en diversos grupos según sea el discípulo de Cristo que les predicó el
Evangelio o les administró el bautismo (1 Cor l, 11s). Informado de la situación, Pablo
interviene con ardor recordando a los corintios el núcleo central de la
predicación apostólica, donde aparece el absurdo de cualquier división: Cristo
crucificado. Todos están dispuestos a creer en un Dios grande, al que los
judíos adoran en su poder libertador, y por eso buscan signos, mientras los
griegos admiran su sabiduría.
- Ahora bien ¿cómo predicar a Jesús? Pablo no lo
hace con discursos de elocuente y penetrante sabiduría. Es posible que Pablo
escriba aquí bajo la impresión del reciente “fracaso” de su predicación en el
areópago de Atenas. La experiencia ha reforzado su convicción: predicar
significa anunciar a Cristo crucificado, el único que nos da la salvación. La
Palabra de Dios, sobre todo, “la Palabra de la Cruz”, es en sí misma viva y
eficaz (Heb 4, 12), no tiene necesidad de apoyo humano; es más, la sabiduría
humana corre el riesgo de oscurecerla, de amortiguar su fuerza cortante.
- Pablo, citando el Antiguo Testamento y usando su arte retórica,
insiste en lo que para él tiene una importancia decisiva. Cristo
crucificado es “escándalo”
para los judíos, por el hecho de que, por haber sido colgado del madero, era
alguien sobre el que recaía la maldición de la Ley (Dt 21, 23), y “locura”
para los paganos, en cuanto que a éstos les repugnaba una divinidad que se
hubiera dejado crucificar. Ahora bien, precisamente a través de la cruz es como
Dios manifiesta su poder. Los cristianos, procedentes tanto del judaísmo como
del paganismo, en cuanto “llamados” por Dios a la fe, deben sintonizar con
la lógica divina y vivir según la sabiduría de la cruz, más que según la
humana.
- Cristo crucificado es la
sorprendente respuesta de Dios a las expectativas de la humanidad: el verdadero
signo es su cruz, que libera a la humanidad de la esclavitud del mal; la mayor
sabiduría es su muerte, que asume y expía la necedad de nuestro pecado para
abrir a todos un destino glorioso. Pero para entenderlo hay que abandonar la lógica de
este mundo, que piensa en la cruz como locura e impotencia, y adorar los
designios de Dios, tan distintos de los nuestros (Is 55, 8). Entonces podremos
intuir el inefable amor de Dios por nosotros, manifestado en la pascua de
Cristo.
CLAVES para la VIDA
- El testimonio del
apóstol nos pone en camino para entender cuanto se nos propone. El
apóstol, para quien -en el judaísmo- la justificación y la salvación se daban
en el cumplimiento de la Ley, ahora descubre otra realidad, de ahí que nos
ofrece su visión: todo adquiere una nueva dimensión desde la “sabiduría de la
Cruz”, desde la locura de la entrega. Y éste es el proceder de Dios que él
anuncia.
- Anunciar esta experiencia es el objetivo del gran apóstol, porque con
ello ayudará a descubrir todo el misterio del amor de Dios que, a través de los
tiempos, se ha ido realizando, pero que ha llegado a la plenitud total en la
entrega hasta la muerte de Cristo, el Señor. Aquí es
donde se nos da a raudales el don de la salvación. Acogerlo y aceptarlo, como
don gratuito, es todo un estilo de ser creyente.
- Para nosotros, seguidores de Jesús, este acontecimiento se convierte
en el centro y motor de toda nuestra vida. Celebrarlo
y convertirnos así en testigos y cooperadores en favor de los hombres, nuestros
hermanos, es vivir en fidelidad el don recibido. ¡Nos queda tarea!
Evangelio: Juan 2, 13-25
“… Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa
de mi Padre… Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Los judíos
replicaron: Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas
a levantar en tres días? Pero él hablaba del templo de su cuerpo…”
CLAVES
para la LECTURA
- El episodio de la purificación
del templo reviste una importancia singular en el evangelio de Juan: abre la
predicación de Jesús; acontece al acercarse la fiesta “grande”; toda la vida de Jesús está jalonada por el
calendario de fiestas antiguas, y él las llenará de un cumplimiento pleno y
definitivo al revelarse como “nuestra pascua” (1 Cor 5, 7). La pascua de los judíos debía
celebrarse en el templo, con el sacrificio de víctimas, para conmemorar las
obras maravillosas de Dios en la liberación del pueblo de la esclavitud de
Egipto.
- En el relato joaneo, Jesús,
entrando en el templo, expulsa no sólo a los vendedores -como narran los
sinópticos-, sino también a corderos y bueyes, declarando así ser él la
verdadera víctima. Con
su gesto cumple la profecía de Zacarías: “En aquel día [el día de la revelación definitiva]
no habrá ya traficantes en el templo del Señor de
los ejércitos” (14, 21). Jesús da cumplimiento a las Escrituras (v. 17) y proclama a
la vez su divinidad, con poder de resucitar: “Destruid este templo y, en
tres días, lo levantaré” (v. 19).
- La narración llega aquí a su
culmen: en contraposición con el templo antiguo y el antiguo culto abandonados
por Dios a causa de la infidelidad y las profanaciones (Ez 10, 18ss), el cuerpo
de Cristo resucitado se convertirá en el nuevo templo (vv. 1-21) para un nuevo
culto “en espíritu y en verdad” (4, 23).
CLAVES
para la VIDA
- El “discípulo amado” nos propone niveles diferentes de lectura de
este suceso. El primero (y coincidiendo con los Sinópticos) es
que Jesús monta en cólera por la profanación del Templo, que se ha convertido
en un negocio. Por lo tanto, la primera lectura es sencilla: “el celo de tu
Casa me devora” (Salmo 69), y ante aquella situación, Jesús
reacciona porque no soporta que el Templo se haya convertido en negocio y en
baza política. (Si esta imagen no concuerda con nuestra visión de Jesús, será
necesario cambiarla, porque el hecho está ahí).
- Con todo, el discípulo amado nos quiere llevar a una lectura más
profunda: el Templo está acabado; aun cuando “funcione” bien, dignamente según
la Ley, de hecho está superado. Porque el Templo es Jesús; el templo es el
hombre. Lo que había sido el lugar de residencia de Dios, el lugar de
encuentro, la fuente de favores divinos… ya ha pasado. Ahora mismo, la única
mediación para llegar a Dios es Jesús mismo, y su imagen viva y real: el rostro
del hermano. Aquí es donde pretende que se introduzca el lector de su
evangelio. Si no se llega aquí… se está en la misma situación que los judíos,
que siguen pidiendo una justificación de su actuación, pero no “pasan” más al
fondo.
- ¡Muy sugerente la visión que nos ofrece el discípulo amado! Y es que él
ha llegado al “corazón” mismo de Jesús y de su Buena Nueva y ahí descubre toda
la NOVEDAD que aporta. Por eso aceptarle a Él, significa superar todas las
propuestas anteriores, y es que lo que nos propone es el camino asumido y
deseado por Dios. ¡Es todo un cambiazo y… necesario! Experimentar, pues, a
Jesús como LO NUEVO, el camino de acceso a Dios… es algo vital e
imprescindible. ¡Buen ánimo, hermano/a!
LUNES, día 12
2 Reyes 5,
1-15a
“... Ojalá mi señor fuera a ver al profeta de Samaría: él
lo librará de la lepra... Pero sus siervos lo abordaron diciendo: Señor, si el
profeta te hubiera prescrito algo difícil, ¿no lo habrías hecho?... Entonces
Naamán bajó y se bañó siete veces en el Jordán, según la palabra del hombre de
Dios, y su carne quedó limpia como la de un niño... Ahora reconozco que no hay
Dios en toda la tierra más que el de Israel...”
CLAVES para la LECTURA
- Con palabras bien medidas, con unas
pinceladas bien marcadas, se presenta al sirio Naamán -nombre cuya raíz hebrea (n’m) expresa belleza- como un
personaje excepcional con unas cualidades envidiables que contrastan de repente
con el abismo de soledad y maldición: “Este hombre, que era poderoso, tenía lepra” (v.
1). La
lepra: enfermedad que significa separación, impureza, castigo divino; situación
humanamente sin salida, sin esperanza.
- A pesar de todo esto, el general del ejército
de Siria acoge la proposición de una muchacha israelita cautiva en una
correría: debería dirigirse al profeta de Samaría. Hasta el mismo rey de Siria,
benévolamente, apoya la sugerencia, aunque al rey de Israel le parece una
provocación. La creciente tensión entre ambos países hostiles se mitiga por la
intervención de Eliseo, profeta. Sólo siguiendo sus indicaciones, tan sencillas
que parecen banales, se efectuará el milagro de la curación de Naamán, como
primer paso para llegar a la profesión de fe en el Dios de Israel. Junto a los
personajes que aparecen en primer plano (Naamán, Eliseo y los dos soberanos),
aparecen también, como mediadores indispensables de los que se sirve el Señor
para orientar el curso de los acontecimientos: la joven cautiva, el mensajero y
los siervos.
- El pasaje contiene claras referencias al
simbolismo bautismal: inmersión en las aguas, la eficacia de la Palabra de Dios
de Israel, el carácter universal de la salvación concedida en virtud de la
obediencia.
CLAVES para la VIDA
- De nuevo, de un pasaje de la historia,
incluso ajena a la historia del pueblo elegido y poseedor de los dones de Dios,
llega el regalo de Dios a alguien perteneciente a otra cultura, a otra
religión; incluso, como país, enemigo de Israel. Y es que, por más que prevalece
la preferencia de Dios por su pueblo, el don de la salvación y de la vida es
algo universal, que no tiene fronteras. Y en esa acción salvífica, Dios se
sirve de mediaciones pobres, pero que tienen una importancia significativa: la
joven cautiva, el profeta Eliseo, los siervos...
- La enfermedad de la lepra es considerada
una maldición, ya que a pesar del poder y capacidades de Naamán, significa
separación y marginación, impureza y castigo divino; esto es, una situación sin
salida alguna y sin esperanza. Es aquí, en la situación límite de la vida, en la marginación, donde
Dios se hace presente por medio de su profeta. ¡Está claro que para el proyecto
salvador de Dios no hay barreras, ni de religión, ni sociales, ni culturales!
- Esa salvación se desarrollará en plenitud
en la presencia liberadora de Jesús de Nazaret, quien quebrará, de manera
manifiesta y sorprendente, tantas barreras que imposibilitaban que el don de
Dios abarcara a tantas personas, socialmente marginadas (por motivos diversos).
Es cuestión de ACOGERLE
como el don supremo de Dios y... ¡así alcanzar la plenitud en Él!
Evangelio:
Lucas 4, 24-30
“... Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su
tierra... Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos, y levantándose,
lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su
pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se
alejaba...”
CLAVES para la LECTURA
- El hecho que se narra lo ubica Lucas
dentro de la fase inaugural de la misión de Jesús. Estamos en la sinagoga de
Nazaret. Jesús, entre los suyos, lee un pasaje del rollo de Isaías anunciando
el cumplimiento en su misma persona.
- “Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron”:
la frase de Juan (1, 11), que resume el destino histórico de Jesús, es el mejor
comentario al rechazo manifestado por los paisanos de Nazaret, interpretado por
Lucas como prefiguración de todo el misterio pascual. La desconcertante revelación del “Verbo hecho carne” -el hijo de José-
va pasando desde la admiración a la incredulidad hostil, incluso al odio
homicida.
- ¿Puede haber un destino distinto para un
profeta? Las
palabras de Jesús lo excluyen: el testimonio de Elías y Eliseo lo confirma.
Cualquier prejuicio -ya sea religioso, cultural, nacionalista...- es un
obstáculo para acoger la humilde revelación de Dios. La viuda de Sarepta en
Sidón, Naamán el Sirio, extranjeros, acogen la salvación, ofrecida a todos,
pero rechazada precisamente por sus primeros destinatarios.
CLAVES para la VIDA
- De nuevo se nos ofrece el drama vivido por
personas cercanas al mismo Jesús de Nazaret: le conocían “de siempre” y
conocían su familia; era todo “tan normal”. Pero, además, estaban sus ideas
religiosas y políticas en torno al Mesías que esperaban. Todo esto mezclado
hace imposible reconocerle como “el Esperado” por tanto tiempo. E, incluso, les
lleva a rechazarlo de plano, creando un conflicto serio con Jesús, hasta el
punto de “le
echaron fuera de la ciudad... con ánimo de despeñarlo” (v. 29). Hasta
ahí les llevaron “sus” ideas.
- Éste fue también uno de los dramas que
vivió el mismo Jesús y que el evangelista Juan, “el discípulo amado” (aquel
sabe “tanto” de estas cosas), nos lo describe con tanta claridad: “Vino a los suyos,
y los suyos no le recibieron” (Jn 1, 11). Jesús mismo no llegaba a entender
el por qué de algunas reacciones y la resistencia que mostraban a su mensaje y
a sus actuaciones. Los evangelios nos dan muestras claras de este aspecto.
- Aquí nos surgen preguntas serias y con
mordiente a todos nosotros, seguidores de Jesús: ¿Cómo es mi aceptación de la
persona, mensaje y proyecto de Jesús? ¿Lo hago “a mi manera”? (Esto les ocurrió a sus
paisanos). ¿Lo contrasto con otros creyentes y seguidores de Jesús? O...
¿adapto lo que “me parece bien” con lo que yo mismo vivo y quiero vivir? ¿Cuál
es mi postura? ¡Buen ánimo, hermano/a!
MARTES, día 13
Daniel 3, 25. 34-43
“... En aquellos días, Azarías oró al Señor diciendo: por
el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no
apartes de nosotros tu misericordia... No nos defraudes, Señor; trátanos según
tu clemencia, y tu abundante misericordia; líbranos con tu poder maravilloso y
da gloria a tu nombre, Señor...”
CLAVES
para la LECTURA
- La clave de lectura de la oración de
Azarías está en la frase: “Muestra la gloria de tu nombre” (v. 43; la
primera petición del Padre nuestro en Mt 6, 9). Azarías, en la prueba de la
persecución, sólo teme una cosa: que el nombre de Dios pierda su gloria, es
decir, su “peso”, su poder. Nada le infunde más miedo: ni el ser reducidos a un
“resto”, ni la humillación (v. 37); ni siquiera la profanación del templo y la
helenización, con la consiguiente destitución de los jefes religiosos y la
abolición del culto oficial (v. 38; 2 Mac 6, 2).
- Estos acontecimientos, aunque dolorosos,
no perjudican a Israel. El profeta los lee como una purificación providencial: en la prueba, el
pueblo manifiesta un corazón contrito y un espíritu humilde agradables al Señor
como verdadero sacrificio (vv. 40s) que vuelve dar gloria a su nombre.
- Entonces renace la esperanza (v. 42). La
fidelidad de Dios a las promesas hechas a los patriarcas sigue firme (vv. 35s);
la grandeza de su misericordia todavía puede derramar la benevolencia y la
bendición sobre el pueblo de la alianza (v. 42). Por ello, la súplica de
Azarías se transforma en salmo penitencial (vv. 26-45), en himno de alabanza
cantado al unísono por los tres jóvenes en el horno (vv. 52-90).
CLAVES
para la VIDA
- Hoy se nos brinda esta hermosa oración
penitencial que el autor sagrado pone en labios de uno de los jóvenes mártires,
condenados en Babilonia por no adorar a los falsos ídolos y permanecer fieles a
su fe. Además
de reconocer el pecado y la infidelidad de su pueblo, especialmente, destaca su
confianza en la bondad de Dios: “No nos desampares, no rompas tu alianza... no retires tu
amor...” (v. 34). ¡Hermosa y sugerente confesión de fe de este joven
perseguido, pero enamorado de su Dios!
- De nuevo, se ofrece una de las CLAVES de
toda la historia de la salvación y que recorre toda la espiritualidad de
Israel. No
es la fidelidad ni los sacrificios expiatorios del pueblo los que “producen” la
respuesta positiva por parte de Dios, sino que es el ser mismo de Dios,
expresado en su eterna bondad y en su ilimitada capacidad de perdón. Así es
Dios; no hay más que aceptarlo y reconocerlo.
- En el camino cuaresmal, nos viene bien que
se nos vuelva a recordar esta verdad fundamental y “fundante” de un estilo de
ser y de vivir. El
evangelio de hoy mismo lo llevará hasta el límite: “setenta veces siete”, esto es, SIEMPRE. No puede haber dudas al
respecto; es demasiado tajante para ponerlo en tela de juicio. Acercarme, pues,
con confianza a este Dios, aprender de Él y ser signo claro de su PERDÓN...
toda una TAREA, un desafío para mí, que he tenido la enorme suerte de poderlo
experimentar y gustar en mi propia carne. “¿Seré, Dios mío, testigo claro y nítido de tu perdón, de tu
estilo, de tu ser...?”.
Mateo 18, 21-35
“... Acercándose Pedro a Jesús le preguntó: Señor, si mi hermano me
ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le
contesta: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete... Lo mimo
hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su
hermano...”
CLAVES
para la LECTURA
- Estamos en la segunda parte del discurso eclesial (Mt 18), dedicado
especialmente al perdón de la ofensa personal. Pedro es el
interlocutor de Jesús (v. 21), que piensa distanciarse del sombrío horizonte de
la venganza a ultranza y sin límites (venganza de Lamec en Gn 4, 23s),
manifestando estar dispuesto a perdonar “hasta siete veces”, número muy significativo de
su disponibilidad total al perdón (v. 21). En la respuesta de Jesús, se dilatan
hasta el infinito los límites del perdón (v. 22). Es la nueva mentalidad a la
que está llamado el cristiano.
- Por ser paradójico, Jesús lo va a ilustrar con una parábola (vv.
23-34) estructurada en tres escenas contrapuestas y complementarias: encuentro
del siervo deudor con su señor, encuentro del siervo perdonado de la deuda con
otro siervo deudor a su vez del primero, nuevo encuentro entre el siervo y el
señor.
- Los discípulos deberán aprender a imitar
al Padre celestial (v. 35). La deuda del siervo es enorme, las cifras son a todas luces
hiperbólicas, pero el señor tiene lástima (v. 27: se utiliza el mismo verbo
para describir los sentimientos de Jesús en la muerte del amigo Lázaro):
manifestando su gran magnanimidad con un perdón gratuito. Pero este siervo se
encuentra con un colega que le debe una cifra irrisoria (vv. 28-30).
Esperaríamos que inmediatamente le perdonase la pequeña deuda, pero no sucede
así y su reacción es despiadada. La gracia recibida no transformó su corazón.
Por eso, -y pasamos a la última escena-, es digno de juicio y del castigo
divino. La conclusión es clara: el perdón del hombre a su hermano condiciona el
perdón del Padre.
CLAVES
para la VIDA
- Los diversos elementos de la parábola son, simplemente, exagerados,
de modo que así se pueda captar en toda su hondura el mensaje que ofrece. Sin duda
alguna, nos hallamos ante una enseñanza esencial del Maestro de Nazaret, y que
no posibilita ninguna “interpretación” sesgada o intencionada que pudiera
minimizar el objetivo final. El “siempre” se convierte en el criterio; no hay
estadios intermedios, según Jesús.
- Y toda esta propuesta y exigencia tiene un
origen fundante, de la que recibe toda su fuerza e intensidad: es la forma
misma de actuar de Dios, siempre de forma absolutamente misericordiosa; no sabe
vivirlo de otra forma, es la afirmación de Jesús. De ahí que proponga ése como
criterio de actuación para sus seguidores, llegando si es necesario hasta el
ridículo (el “setenta
veces siete” es una especie de absurdo y no tiene ninguna lógica, ni
nada que se le parezca).
- ¡Vaya... dónde nos ha puesto el listón! Y no hay
nada que hacer. Algo “suena” a amenaza: “lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial si no os
perdonáis de corazón unos a otros” (v. 35). “De corazón” es el
estilo para caminar; todo lo demás no pasa de ser un simple ensayo (en el mejor
de los casos). ¿Cuál es mi actitud ante el perdón? ¿fácil? ¿difícil? ¿de
corazón o... condicionado? Y... ¿el de Dios?
MIÉRCOLES, día 14
Deuteronomio 4, 1. 5-9
“... ¿Hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan
cerca como lo está el Señor Dios de nosotros, siempre que lo invocamos?...
Pero, cuidado, guárdate muy bien de olvidar los sucesos que vieron tus ojos,
que no se aparten de tu memoria mientras vivas; cuéntaselos a tus hijos y
nietos...”
CLAVES
para la LECTURA
- En los tres primeros capítulos del
Deutoronomio, Moisés habla a Israel recordándole la historia para subrayar la
fidelidad de Dios con su pueblo. En el c. 4 se sacan las consecuencias: se pide al pueblo una respuesta
que manifieste absoluta fidelidad a Dios, que se traduzca en la práctica de las
leyes y normas que, por orden del Señor, enseñó Moisés de acuerdo con lo que él
mismo aprendió.
- Éstas no constituyen sólo una condición
para entrar en posesión de la tierra (v. 1), sino también y sobre todo una
tarea concreta a cumplir, una “vocación” (v. 56): pues, de hecho, un estilo de
vida inspirado en dichas ordenanzas hará a Israel objeto de estima y admiración
de otros pueblos, que apreciarán la sabiduría superior y podrán reconocer la
proximidad extraordinaria de su Dios. Israel se convertirá así, en medio de las naciones,
en testimonio del Dios vivo y verdadero, que ama al hombre y se hace presente
cuando se invoca su nombre, el nombre revelado a Moisés (v. 7).
- Por consiguiente, la lealtad a Dios se
manifiesta en una serie de acciones expresadas en los mandamientos. No hay que entender los
mandamientos como simples prohibiciones, sino como respuesta de amor. Y como se
basan en anteriores beneficios de Dios, para poder practicarlos libremente es
indispensable recordar la historia de salvación: traer a la memoria las obras
del Señor ayuda al pueblo a crecer en gratitud a Dios y en la observancia de
sus leyes, de generación en generación (v. 3).
CLAVES
para la VIDA
- Para motivar la respuesta en fidelidad, el
viejo Moisés invita a su pueblo a contemplar y meditar la historia de salvación
que han “visto” y experimentado. Ésa es la mejor fuente para vivir una relación de amistad con ese Dios
cercano y que, especialmente, se caracteriza por una fidelidad sin límites.
Ahora, pues, se trata de responder a todas esas iniciativas que, además, han
sido en pura gratuidad por parte de Dios.
- ¡Afortunado este pueblo que tiene un Dios
así, cercano, que le dirige su palabra, que le orienta y que le enseña la
sabiduría! Eso
no lo tiene ningún pueblo. Siguiendo esos caminos, llegarán a la felicidad y a
la vida. Éste es el mensaje, en tono positivo y constructivo: una enorme
intuición (de la buena) que se irá desarrollando poco a poco, alcanzando su
esplendor y plenitud en Jesús: Dios merece ser amado porque ANTES nos ha amado
sin condiciones.
- Hermosa perspectiva la que nos ofrece y a
la que nos invita esta página del viejo libro: y es que Dios no nos quiere
esclavos, sino hijos, en libertad y en amor. Vivir esta “espiritualidad” (ésta
sí que es una espiritualidad sana y positiva), este estilo, es la gran
propuesta que se nos hace. Entonces la “ley” es otra cosa, porque todo parte y
arranca desde la experiencia del “ser amado”. ¿Lo es, hermano/a, en tu vida, en
la de cada día...?
Evangelio: Mateo 5, 17-19
“... Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que
deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno
solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será
el menos importante en el Reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe
será grande en el Reino de los cielos...”
CLAVES
para la LECTURA
- La persona y las enseñanzas de Jesús
desconciertan a sus contemporáneos: de hecho, constituyen una novedad radical. La perícopa de hoy nos deja
entrever el interrogante que suscitaban y, a la vez, refleja la delicada
situación de las primeras generaciones cristianas en sus relaciones con el
judaísmo.
- El evangelio según Mateo, destinado en
primer lugar a una comunidad judeocristiana, presenta a Jesús como el nuevo
Moisés que promulga en el monte la nueva Ley: las Bienaventuranzas. Pero no por ello quedan abolidas
la Ley y los profetas; más bien, llegan a su plenitud en Cristo.
- El mismo Jesús manifiesta un gran aprecio
de la Torah, que a lo largo de los siglos prepara a Israel para una vida de
comunión con Dios. Esta
comunión se nos concede ahora, por gracia, en plenitud: en Jesús, Dios se hace
Emmanuel, Dios-con-nosotros. Los antiguos preceptos en su plenitud, en Cristo,
permanecerán como norma perenne. Jesús lo afirma con suma autoridad, como
evidencia el texto griego donde aparece la palabra original: “Amén”
(v. 18), frecuente en boca de Jesús y después en el resto del Nuevo Testamento
y de la Iglesia primitiva. Ni siquiera los minúsculos signos de la Ley -esto
es, los preceptos secundarios- serán anulados, y de su observancia o
inobservancia dependerá la suerte definitiva de cada uno. De hecho, por lógica,
y de acuerdo con el estilo oriental, ser considerado mínimo en el Reino de los
Cielos significa ser excluido, como parece en el v. 20.
CLAVES
para la VIDA
- Nos encontramos ante las enseñanzas del
NUEVO Moisés, el Maestro de Nazaret. Y de hecho el evangelista Mateo nos lo presenta
así, como Maestro, en un tema difícil y complicado, por cuanto suponía en la
mentalidad y religiosidad de Israel y, luego, supuso en las primeras
comunidades cristianas. Porque si era verdad que la Ley regulaba y establecía
una relación Dios-pueblo, también es verdad que la casuística extrema de los
maestros (letrados) y los piadosos (fariseos) habían conducido el tema -y, en
el fondo, la vida-, a un callejón sin salida. Aquí se encuentra Jesús, el nuevo
Moisés y Maestro.
- De ahí que Él, Jesús, es la “plenitud de
esa Torah”; esto es, en Él se recrea la relación de Dios con su pueblo, aquella
relación buscada y querida por Dios a través de los tiempos y que “ahora” la
realiza en plenitud. Por lo tanto, cualquier norma que ayude a restablecer y vivir una
relación nueva y renovada es buena y encuentra en Él y en su comportamiento
todo un aval.
- “Ser grande en el reino de los cielos” supone una
acogida plena de la persona y del proyecto de Jesús, de su estilo y de su
comportamiento. Y
esto sí que es desafío, hoy, para mí y para nosotros. Y es una TAREA PERMANENTE
donde las haya. Y ésta es la propuesta que el Nuevo Maestro nos realiza. Ahí
alcanzaremos la plenitud, acogiéndole a Él y siguiéndole. ¿Te animas,
hermano/a?
JUEVES, DÍA
15
Jeremías 7, 23-28
“... Así dice el Señor: Ésta fue la
orden que di a mi pueblo: Escuchad mi voz. Yo seré vuestro Dios y vosotros
seréis mi pueblo: caminad por el camino que os mando, para que os vaya bien...”
CLAVES
para la LECTURA
- Dentro de la dura condena del culto
convertido en formulismo vacío (Jr 7, 1 – 8, 3), el profeta denuncia sobre todo
la sordera de Israel a la voz de Dios (v. 23), escuchada de modo extraordinario
en el Sinaí, en el momento de la alianza (Ex 20, 1-21). Solamente en la escucha
obediente -de hecho, el primer mandamiento comienza con “Escucha, Israel”- el
pueblo elegido podrá conocer a su Dios, diferente de otra divinidad o ídolo.
- Los verdaderos profetas no cesan de
exhortar, pero junto a su predicación está la más fácil y cómoda de los falsos
profetas. La elección es radical: se juega uno la vida o la muerte. El
fragmento está dividido en tres partes; las dos primeras presentan una idéntica
estructura: al mandamiento de Dios (“Escuchad”: v. 23) y su urgente solicitud
(“Envié” v. 25) corres-ponden los claros rechazos: “Pero no escucharon” (vv.
24. 26). No aparece ni sombra de arrepentimiento, ningún deseo de conversión.
- Sólo queda una conclusión -tercera parte-:
mientras el pueblo vuelve a caer obstinadamente en la idolatría y
espiritualmente vuelve a ser esclavo de Egipto, lejos de Dios (vv. 24-27; Nm
11, 4-6), el profeta no deja de ser fiel a su vocación: enviado a desenmascarar
esta situación enojosa (v. 27), comparte con Dios el sufrimiento de ser
rechazado, incluso de ser tachado de impostor por los que prefieren la mentira
a la verdad.
CLAVES
para la VIDA
- Una página dramática la que describe el
profeta y un resumen de la historia del pueblo elegido, de Israel, que tantas y
tantas veces ha sentido y experimentado la ternura y el amor de Dios, pero
también se ha presentado con profunda “sordera” ante las propuestas de ese
Dios. El profeta es enviado a desenmascarar esa situación de vida, pero sus
palabras son fuente de sufrimiento y de rechazo por parte de los que prefieren
vivir en la mentira, en la idolatría; esto es, de espaldas al Dios que les ama.
- Impresionante tanto la actitud de Dios,
siempre en clima de acogida y dispuesto a aceptar cualquier síntoma de vuelta y
de conversión, como la actitud del profeta, que a pesar de ser rechazado en su
mensaje y con él también su persona, siguen proponiendo y ofreciendo un
proyecto de vida a ese pueblo que aman. Estimula la fidelidad de Dios; es
sugerente la actitud del profeta.
- Y, hoy, para nosotros, ésta misma es la
propuesta, y en esta Cuaresma se renueva con nueva fuerza. Ese deseo de que
superemos nuestras “sorderas” para que podamos acoger con gozo su mensaje, que
es de vida. Esa invitación a hacer de Jesús de Nazaret el único camino, el que
conduce a la plenitud. Aunque nos resulte reiterativo, ésa es la oferta que se
nos sigue ofreciendo de formas muy diferentes ¿Tendré valor para aceptarla?
Y... ¿tú?
Evangelio: Lucas 11, 14-23
“... Vosotros decís que yo echo los
demonios con el poder de Belzebú, y vuestros hijos, ¿por arte de quién los
echan?... Pero si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el
Reino de Dios ha llegado a vosotros... El que no está conmigo, está contra mí;
el que no recoge conmigo, desparrama...”
CLAVES
para la LECTURA
- Jesús acaba de enseñar a los suyos el
Padre nuestro (11, 2-4); les ha regalado la oración por excelencia, que abre el
corazón a la venida del Espíritu Santo (v. 13). El Reino de los Cielos ya está
en la tierra. Tiene lugar una curación. El pueblo sencillo se admira: intuye
que algo extraordinario está pasando y se dispone a acoger la salvación. Pero
no todos piensan lo mismo (vv. 14s).
- Como en la primera lectura, se da una
oposición entre dos actitudes irreconciliables. Surge un duro contraste (vv.
14-15) entre los fariseos y Jesús, a quien se le acusa de blasfemia y de
aliarse con Satanás. Es el destino de todo profeta. Jesús responde con un
discurso apologético. La imagen fuerte de la catástrofe (v. 17) lleva al oyente
a excluir que Satanás pueda luchar contra sí mismo.
- La conclusión se impone: está actuando “el
poder de Dios”, expresión que recuerda los prodigios ejecutados por medio de
Moisés en el tiempo del Éxodo. Lo mismo que después de la enseñanza sobre la
oración, aparece la afirmación esencial: “El Reino de Dios ha llegado a
vosotros”, Jesús, expulsando a los demonios, abre una nueva época, época de
libertad de la esclavitud, a condición de acoger libremente la Buena Noticia
que anuncia (v. 23).
CLAVES para la VIDA
- No sólo en los tiempos antiguos se da un
rechazo de los planes de Dios y de su presencia y proyectos (recordad la
primera lectura del profeta Jeremías). También Jesús se encuentra con una
oposición fuerte y un rechazo de plano de los dirigentes religioso-políticos de
su pueblo. El texto evangélico de hoy es una muestra clara de ese enfrentamiento
agrio y duro entre dos actitudes irreconciliables.
- Y es que, una vez más, las ideas
preconcebidas (a las que no se quiere renunciar), o el miedo a perder el poder
establecido, impiden que se acepte que “el Reino de Dios ha llegado a vosotros”
(v. 20). Con todo lo que ello significa: resulta que lo esperado durante tanto
tiempo, ahora no se acepta; lo soñado y suplicado intensamente, ahora se
rechaza.
- Inmensa paradoja con visos de volver a
repetirse también en nuestras vidas, hoy y aquí. Nuestra racionalización de
todo y sobre todo, puede ser un impedimento para aceptar con gozo sereno y
profundo la novedad y la inmensidad de lo que se nos da en Jesús, de forma
totalmente gratuita. Nuestra espiritualidad, -con “notas” muy claras de tinte farisaico-,
en más de una ocasión, posiblemente, nos impida disfrutar del gozo de Jesús. O... ¿no, hermano/a? ¡Quién
sabe...!
VIERNES, día 16
Oseas 14, 2-10
“... Así dice el Señor Dios: Israel, conviértete al Señor
Dios tuyo, porque tropezaste por tu pecado... ¿Quién será el sabio que lo
comprenda, el prudente que lo entienda? Rectos son los caminos del Señor, los
justos andan por ellos, los pecadores tropiezan en ellos...”
CLAVES
para la LECTURA
- En este fragmento, estructurado como una
liturgia penitencial, Oseas invita al pueblo a “volver” -es decir, a
convertirse- al Señor reconociendo el propio pecado como causa de las
desgracias actuales. Es necesaria una confesión lúcida y sincera de la culpa; el mismo
profeta sugiere palabras para expresarla y el modo de presentarla, acompañada
no con víctimas de sacrificio, sino con una vida purificada y la ofrenda de
alabanza (v. 3). Además, es necesaria una decidida renuncia al mal, a ciertos
compromisos y diversas opciones idolátricas. Libre de todo apoyo humano, el
pueblo se encontrará aparentemente pobre, pero será entonces cuando Dios en
persona cuidará de él.
- A la conversión del pueblo, corresponde la
“conversión” de Dios: depondrá su ira y con la fuerza de su amor sanará el mal
de Israel, perdonará su infidelidad. Los efectos benéficos de este amor se evocan con
imágenes magníficas que recuerdan al Cantar de los Cantares, en una refrescante
descripción de vida nueva (la imagen de Dios como rocío). Estas promesas llegan
al culmen en el v. 9: Dios será para el pueblo liberado de los ídolos “ciprés frondoso”.
- El epílogo del redactor, de corte
sapiencial, indica que es necesario el discernimiento para comprender el texto
de Oseas, porque en él se manifiestan los caminos de Dios, y sólo podrá caminar
por ellos quien proceda con rectitud.
CLAVES
para la VIDA
- En el caminar del pueblo de Israel, surgen
voces e invitaciones con fuerza y energía singulares. El texto de Oseas es una buena
muestra de ello. Y es que Israel, dado fácilmente a aventuras al margen de Dios,
con el peligro real de la idolatría en sus variadas formas, es invitado a
reconocer su culpa, con sinceridad y sin miedo, porque Dios mismo es el que
puede curar esas heridas, consecuencia de sus desvaríos.
- Hermosa y sugerente la oferta de Dios “los amaré
gratuitamente” (v. 5): así es Dios; por eso es Dios, capaz de
olvidar las infidelidades de su pueblo, al que ama profundamente. Este mensaje, que se irá abriendo
paso, poco a poco, a través de las vicisitudes de Israel, será el gran mensaje
que nos ofrecerá Jesús de manera plena y sin condiciones. Es la gran NOVE-DAD y
aportación del Reino.
- Volver a escuchar y meditar en todas estas
aportaciones que la Palabra de Dios nos sigue ofreciendo, es un medio excelente
para “volver”, para enderezar nuestra vida desde la óptica que Él mismo nos
propone. Hasta
el punto de hacer de nuestra vida un “ciprés frondoso”, lleno de vida. Pero Él mismo es
el que hace posible ese cambio: desearlo, volver a Él, dejarme curar de mis
infidelidades... ¡todo un quehacer en mi camino cuaresmal!
Evangelio: Marcos 12, 28b-34
“... ¿Qué mandamiento es el primero de todos? Respondió
Jesús: El primero es: Escucha, Israel el Señor nuestro Dios es el único Señor,
y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu
mente, con todo tu ser. El segundo es éste: amarás a tu prójimo como a ti
mismo... Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: no estás
lejos del Reino de los cielos...”
CLAVES
para la LECTURA
- La pregunta del escriba nos conduce a una
discusión de actualidad en las escuelas rabínicas de aquel tiempo. En la Ley se enumeran 248
mandatos y 365 prohibiciones, agrupados en diversas categorías. La cuestión que
le plantean a Jesús hace que Antiguo y Nuevo Testamento se encuentren frente a frente.
Quizás aparezca el intento de tender una trampa al joven rabbí. Él solventa la
dificultad yendo directamente a lo esencial. De hecho, la respuesta de Jesús no
es desconocida: cita el Shema Yisra’el
(“Escucha,
Israel”) de Dt 6, 4s, que todo israelita repetía en la oración tres
veces al día.
- A este primer mandamiento, Jesús asocia
-el verbo griego indica una relación de fuerte y recíproca interdependencia- un
segundo, sacado también de la Sagrada Escritura (Lv 19, 18). En esta unión está la originalidad
de la respuesta de Jesús al escriba, que reconoce la verdadera síntesis de la
Ley y del culto; más aún: el amor vale más que todos los holocaustos y
sacrificios.
- Jesús elogia al escriba, y en su respuesta
aparece explícito otro elemento novedoso: la cercanía/presencia del Reino de
Dios, cuya ley es el amor y, por consiguiente, la libertad.
CLAVES
para la VIDA
- Es interesante cuando a Jesús le quieren
“poner a prueba”, porque entonces sus respuestas son grandes lecciones para
nosotros. Era
un “tema de fondo”; una discusión de calado: entre tanta ley y normativa, que
para la mayoría era prácticamente imposible incluso el conocerlas, Jesús hace
una síntesis magistral, poniendo las cosas en su sitio: el AMOR es lo que da
unidad a todo ese entramado. Y a toda la vida. No sé si hubiéramos preferido
otra respuesta (“tales” oraciones, “tales” sacrificios...), pero Él no se deja
engañar, si bien es posible que nosotros sigamos “engañándonos”.
- La propuesta de Jesús, la que nos ofrece,
es una especie de moneda con las dos caras, inseparables la una de la otra, y
entre las dos completan el conjunto de la moneda. He ahí el secreto: Dios y el
prójimo quedan unidos, como partes de un todo inseparable; ahí se curte nuestra
espiritualidad, nuestro estilo.
- ¡Cuántas veces hemos “separado” estos dos
elementos, dando “preferencia” a uno y, acaso, olvidando o descuidando el
otro...! Y
esto no es algo accidental, según Jesús, sino esencial a nuestro ser. Recuperar
una SANA espiritualidad, dándole unidad a nuestra vida, a nuestro ser y vivir,
es la invitación cuaresmal a la CONVERSIÓN. ¿Seguiremos empeñándonos en
engañarnos, apañando los planteamientos según nos convenga?
SÁBADO, día 17
Oseas 6,
1b-6
“... Esforcémonos por conocer al Señor: su amanecer es como
la aurora, y su sentencia surge como la luz... Quiero misericordia, y no
sacrificios; conocimiento de Dios, más que holocaustos...”
CLAVES para la LECTURA
- El pasaje constituye un acto litúrgico
penitencial (vv. 1-3) en el que participa todo el pueblo. El horizonte más lejano que mueve
a la conversión es el temor del día del castigo mesiánico anunciado varias
veces (5, 9); el contexto próximo es, sin embargo, el actual estado de guerra
entre Israel y Judá. El buscar ayuda en el enemigo mortal, Asiria, ha extirpado
las regiones septentrionales del reino Norte (732 a . C.), con los
inevitables horrores de la ocupación, la destrucción y la deportación (2 Re 15,
29; 17, 55). El profeta exhorta y amonesta: tantas desgracias han ocurrido
porque el corazón estaba lejos del Señor, acallado con sacrificios vacíos,
pobre de amor.
- Con una imagen frecuente en la Sagrada
Escritura (Ex 15, 26; Dt 32, 29; Is 30, 26; Ez 34, 16), el pueblo reconoce ser
un enfermo (Os 5, 13) que recurre a Dios como a su médico: él mismo ha
producido la herida con vistas a la enmienda, y sólo él puede curarla (v. 1).
- Yahvé es el Señor de la historia. Pero el arrepentimiento del
pueblo no es sólo interesado (v. 3), sino también efímero (v. 4). Dios lo sabe
bien. Y, sin embargo, no se cansa de invitar a la conversión: su palabra es una
espada que inexorablemente hiere para curar (Is 49, 2; Heb 4, 12): pide amor,
no holocaustos (v. 6); confianza, no una simple observancia de prácticas
cultuales, desgraciadamente hipócritas.
CLAVES para la VIDA
- La experiencia personal del profeta Oseas,
a quien su mujer le fue infiel, le sirve para describir la infidelidad del
pueblo de Israel para con Dios, el esposo siempre fiel. Imagen viva, donde las haya, para
escenificar ante todos, cómo es el comportamiento y la actitud del pueblo amado
para con aquel que le ama y le protege. De ahí la confesión, con palabras
realmente hermosas “ea, volvamos al Señor, él nos curará, él nos resucitará...”
(v. 1).
- Pero el engaño está acechando el corazón
del pueblo, ya que con unos sacrificios y cultos piensa que todo está
arreglado. Dios
y el profeta le acusan a este pueblo de su falsedad. Lo que Dios desea es un
conocimiento más profundo de Él y la práctica de la misericordia, como estilo
de actuar y de vivir.
- La llamada cuaresmal para mí, para
nosotros, sigue en pie. Y es una llamada al INTE-RIOR de nosotros, al corazón. Porque el
peligro del autoengaño también lo llevamos nosotros: conformarnos con algún
“retoque” externo y superficial... cuando Él desea una VUELTA a Él, un conocimiento
más profundo de Él, hecho experiencia; una práctica de la misericordia con los
demás... ¡Ahí estamos! ¿Aceptaremos su invitación, hermano/a?
Evangelio:
Lucas 18, 9-14
“... Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era
fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás... El publicano, en
cambio, sólo se golpeaba el pecho diciendo: ¡Oh Dios!, ten compasión de este
pecador. Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo
el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido...”
CLAVES
para la LECTURA
- Estamos en el contexto de la subida de
Jesús a Jerusalén, y la atención se dirige a las condiciones necesarias para
entrar en el Reino (Lc 18, 9 – 19, 28). Aparecen dos personajes
contrapuestos, y ambos oran: en su modo de orar se revela su modo de vivir y
sus relaciones con Dios y los demás. Ambos, en la oración, dicen la verdad de
su existencia.
- El fariseo saca a colación sus méritos: se
tiene por acreedor de Dios. En el fondo, no necesita de Dios, aunque le dé gracias, al menos
formalmente, porque le ha concedido ser tan perfecto. Pero hay más. Su justicia
le hace juez, y juez despiadado: tan ciega es la estima que encuentra en sí
mismo que cuando mira a los demás sólo es para despreciarlos (v. 11).
- El publicano, por el contrario, consciente
de sus pecados -que le hacen tener la cabeza inclinada-, en realidad está
abierto al cielo y espera de Dios todo: golpeándose el pecho, llama a la puerta
del Reino, y se le abre.
CLAVES
para la VIDA
- Con qué claridad nos presenta esta
parábola los dos estilos de plantearse todo: la vida, la relación con Dios, la
salvación, la relación con los demás... Dos estilos muy diversos y que
conllevan dos planteamientos completamente diferentes: cumplidor intachable el
uno, que además se erige en juez implacable de los demás; pecador y pobre el
otro, que lo que hace es llamar a la puerta del Reino golpeándose humildemente
el pecho. Y
curiosamente se le abre la puerta. ¡Vamos...!
- La gran diferencia está en que el primero,
aunque cumple, no ama, está lleno de su propia bondad; no necesita de nada ni
de nadie: tampoco de Dios. El otro, el pecador, se abre al perdón y a la salvación que le viene de
fuera, de lo alto, del mismo Dios; se humilla, pero con confianza, sabe que lo
mejor está por acontecer en su vida, y que “eso mejor” viene de Dios.
- ¡Qué gran lección para hoy, para mí, para
nosotros, para siempre! Dos formas de plantear la vida y cuanto en ella se nos ofrece: o
dejarle actuar a Dios, para que la redima y la salve desde la raíz; o
arrinconarle como “trasto inservible”, porque me basto a mí mismo. Y aunque
suena fuerte, ese actuar no está tan ausente de nuestras vidas. ¿Seré capaz de
examinar a fondo mi vida y dejar que Él cure mis males? ¡Buen ánimo, hermano/a!
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