sábado, 10 de marzo de 2012


CUARESMA- Semana 3ª

11 – 17 de Marzo DE 2012

III DOMINGO, día 11


Éxodo 20, 1-17
“… Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí… No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso… Honra a tu padre y a tu madre… No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás testimonio falso contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo…”

CLAVES para la LECTURA
- Promulgado como núcleo de la alianza con su pueblo, el Decálogo es el acontecimiento extraordinario de un Dios que se revela. En estas “diez palabras” -como lo llama el texto hebreo- hay que buscar los rasgos del rostro de Dios que se une a Israel, al que se manifiesta como su Dios (v. 2), un Dios celoso (v. 5), un fuego devorador (34, 14; Sal 78, 58), porque su amor es el de un esposo fiel.
- La comunión con él, libremente ratificada, conlleva fuertes exigencias: en primer lugar en sentido vertical -abolir los ídolos, no pronunciar en falso el nombre de Dios, santificar el sábado-, pero también en sentido horizontal en las relaciones con los demás (vv. 12-17).
- La aceptación o rechazo de estas “palabras” equivale a la fidelidad o el adulterio en las relaciones con Dios. Bendiciones o maldiciones (vv. 5b-6), es decir, vida o muerte, se siguen inevitablemente. En el Sinaí, como respuesta de amor al amor de Dios, Israel dio su adhesión de fe a este código de alianza. Allí el pueblo no podía todavía conocer lo que significaría en el futuro; todo se revelaría progresivamente a lo largo de muchos siglos, y llegaría a su plenitud en Jesucristo, cuando todas las leyes se resumirían en el único mandamiento del amor.

CLAVES para la VIDA
- Nos encontramos en un momento significativo de la historia de la salvación: el Dios amoroso, que sale al encuentro de su pueblo, establece una alianza con él. Por lo tanto, el “marco” no es tanto jurídico sino de RELACIÓN: la Alianza es un DON divino porque el Señor irrumpe en la historia del pueblo y lo hace como salvador. Este don precede a toda exigencia humana: Dios ama primero al ser humano y éste no tiene que hacer cosas para ganarse su amor (aspecto éste tantas veces olvidado en nuestras catequesis, formación y vivencia).
- Y este Dios que sale al encuentro del pueblo le interpela para que responda: son las exigencias de la Alianza y que pueden reducirse, en palabras de Jesús, a dos: amor a Dios y al prójimo. La permanente tentación del pueblo judío es reducir la inmensa Ley a mero cumplimiento externo, a una especie de acumulación de obras, olvidando que la alianza, en realidad, es don y respuesta de amor. Aquí se fundamenta este pacto entre Dios y su pueblo: Dios implicado en la historia de la humanidad y ésta que tantas veces olvida y abandona a este Dios.
- Y aquí, dentro de esta historia, nos encontramos nosotros, tantas veces “tentados”, también, de reducir la Alianza a esa serie de “actos externos”, como forma de “ganar” o de hacer méritos de cara a… Pero la invitación y la propuesta es mucho más grande y abierta que todo eso. Está bien que en este camino cuaresmal se nos vuelva a presentar lo esencial de nuestra fe cristiana. ¡Todo será necesario…! ¿Cómo te encuentras tú, hermano/a? ¿Qué tipo de “Alianza” vives y cultivas tú, en el día a día, en tu caminar creyente?

1 Corintios 1, 22-25
“… Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría. Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los griegos; pero para los llamados a Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios…”


CLAVES para la LECTURA
- La comunidad de Corinto está dividida en diversos grupos según sea el discípulo de Cristo que les predicó el Evangelio o les administró el bautismo (1 Cor l, 11s). Informado de la situación, Pablo interviene con ardor recordando a los corintios el núcleo central de la predicación apostólica, donde aparece el absurdo de cualquier división: Cristo crucificado. Todos están dispuestos a creer en un Dios grande, al que los judíos adoran en su poder libertador, y por eso buscan signos, mientras los griegos admiran su sabiduría.
- Ahora bien ¿cómo predicar a Jesús? Pablo no lo hace con discursos de elocuente y penetrante sabiduría. Es posible que Pablo escriba aquí bajo la impresión del reciente “fracaso” de su predicación en el areópago de Atenas. La experiencia ha reforzado su convicción: predicar significa anunciar a Cristo crucificado, el único que nos da la salvación. La Palabra de Dios, sobre todo, la Palabra de la Cruz, es en sí misma viva y eficaz (Heb 4, 12), no tiene necesidad de apoyo humano; es más, la sabiduría humana corre el riesgo de oscurecerla, de amortiguar su fuerza cortante.
- Pablo, citando el Antiguo Testamento y usando su arte retórica, insiste en lo que para él tiene una importancia decisiva. Cristo crucificado es escándalo para los judíos, por el hecho de que, por haber sido colgado del madero, era alguien sobre el que recaía la maldición de la Ley (Dt 21, 23), y locura para los paganos, en cuanto que a éstos les repugnaba una divinidad que se hubiera dejado crucificar. Ahora bien, precisamente a través de la cruz es como Dios manifiesta su poder. Los cristianos, procedentes tanto del judaísmo como del paganismo, en cuanto llamados por Dios a la fe, deben sintonizar con la lógica divina y vivir según la sabiduría de la cruz, más que según la humana.
- Cristo crucificado es la sorprendente respuesta de Dios a las expectativas de la humanidad: el verdadero signo es su cruz, que libera a la humanidad de la esclavitud del mal; la mayor sabiduría es su muerte, que asume y expía la necedad de nuestro pecado para abrir a todos un destino glorioso. Pero para entenderlo hay que abandonar la lógica de este mundo, que piensa en la cruz como locura e impotencia, y adorar los designios de Dios, tan distintos de los nuestros (Is 55, 8). Entonces podremos intuir el inefable amor de Dios por nosotros, manifestado en la pascua de Cristo.


CLAVES para la VIDA
- El testimonio del apóstol nos pone en camino para entender cuanto se nos propone. El apóstol, para quien -en el judaísmo- la justificación y la salvación se daban en el cumplimiento de la Ley, ahora descubre otra realidad, de ahí que nos ofrece su visión: todo adquiere una nueva dimensión desde la “sabiduría de la Cruz”, desde la locura de la entrega. Y éste es el proceder de Dios que él anuncia.
- Anunciar esta experiencia es el objetivo del gran apóstol, porque con ello ayudará a descubrir todo el misterio del amor de Dios que, a través de los tiempos, se ha ido realizando, pero que ha llegado a la plenitud total en la entrega hasta la muerte de Cristo, el Señor. Aquí es donde se nos da a raudales el don de la salvación. Acogerlo y aceptarlo, como don gratuito, es todo un estilo de ser creyente.
- Para nosotros, seguidores de Jesús, este acontecimiento se convierte en el centro y motor de toda nuestra vida. Celebrarlo y convertirnos así en testigos y cooperadores en favor de los hombres, nuestros hermanos, es vivir en fidelidad el don recibido. ¡Nos queda tarea!

Evangelio: Juan 2, 13-25
“… Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre… Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Los judíos replicaron: Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días? Pero él hablaba del templo de su cuerpo…”

CLAVES para la LECTURA
- El episodio de la purificación del templo reviste una importancia singular en el evangelio de Juan: abre la predicación de Jesús; acontece al acercarse la fiesta grande; toda la vida de Jesús está jalonada por el calendario de fiestas antiguas, y él las llenará de un cumplimiento pleno y definitivo al revelarse como nuestra pascua (1 Cor 5, 7). La pascua de los judíos debía celebrarse en el templo, con el sacrificio de víctimas, para conmemorar las obras maravillosas de Dios en la liberación del pueblo de la esclavitud de Egipto.
- En el relato joaneo, Jesús, entrando en el templo, expulsa no sólo a los vendedores -como narran los sinópticos-, sino también a corderos y bueyes, declarando así ser él la verdadera víctima. Con su gesto cumple la profecía de Zacarías: En aquel día [el día de la revelación definitiva] no habrá ya traficantes en el templo del Señor de los ejércitos (14, 21). Jesús da cumplimiento a las Escrituras (v. 17) y proclama a la vez su divinidad, con poder de resucitar: Destruid este templo y, en tres días, lo levantaré (v. 19).
- La narración llega aquí a su culmen: en contraposición con el templo antiguo y el antiguo culto abandonados por Dios a causa de la infidelidad y las profanaciones (Ez 10, 18ss), el cuerpo de Cristo resucitado se convertirá en el nuevo templo (vv. 1-21) para un nuevo culto en espíritu y en verdad (4, 23).


CLAVES para la VIDA
- El “discípulo amado” nos propone niveles diferentes de lectura de este suceso. El primero (y coincidiendo con los Sinópticos) es que Jesús monta en cólera por la profanación del Templo, que se ha convertido en un negocio. Por lo tanto, la primera lectura es sencilla: el celo de tu Casa me devora (Salmo 69), y ante aquella situación, Jesús reacciona porque no soporta que el Templo se haya convertido en negocio y en baza política. (Si esta imagen no concuerda con nuestra visión de Jesús, será necesario cambiarla, porque el hecho está ahí).
- Con todo, el discípulo amado nos quiere llevar a una lectura más profunda: el Templo está acabado; aun cuando “funcione” bien, dignamente según la Ley, de hecho está superado. Porque el Templo es Jesús; el templo es el hombre. Lo que había sido el lugar de residencia de Dios, el lugar de encuentro, la fuente de favores divinos… ya ha pasado. Ahora mismo, la única mediación para llegar a Dios es Jesús mismo, y su imagen viva y real: el rostro del hermano. Aquí es donde pretende que se introduzca el lector de su evangelio. Si no se llega aquí… se está en la misma situación que los judíos, que siguen pidiendo una justificación de su actuación, pero no “pasan” más al fondo.
- ¡Muy sugerente la visión que nos ofrece el discípulo amado! Y es que él ha llegado al “corazón” mismo de Jesús y de su Buena Nueva y ahí descubre toda la NOVEDAD que aporta. Por eso aceptarle a Él, significa superar todas las propuestas anteriores, y es que lo que nos propone es el camino asumido y deseado por Dios. ¡Es todo un cambiazo y… necesario! Experimentar, pues, a Jesús como LO NUEVO, el camino de acceso a Dios… es algo vital e imprescindible. ¡Buen ánimo, hermano/a!


LUNES, día 12


2 Reyes 5, 1-15a
“... Ojalá mi señor fuera a ver al profeta de Samaría: él lo librará de la lepra... Pero sus siervos lo abordaron diciendo: Señor, si el profeta te hubiera prescrito algo difícil, ¿no lo habrías hecho?... Entonces Naamán bajó y se bañó siete veces en el Jordán, según la palabra del hombre de Dios, y su carne quedó limpia como la de un niño... Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra más que el de Israel...”

CLAVES para la LECTURA
- Con palabras bien medidas, con unas pinceladas bien marcadas, se presenta al sirio Naamán -nombre cuya raíz hebrea (n’m) expresa belleza- como un personaje excepcional con unas cualidades envidiables que contrastan de repente con el abismo de soledad y maldición: “Este hombre, que era poderoso, tenía lepra” (v. 1). La lepra: enfermedad que significa separación, impureza, castigo divino; situación humanamente sin salida, sin esperanza.
- A pesar de todo esto, el general del ejército de Siria acoge la proposición de una muchacha israelita cautiva en una correría: debería dirigirse al profeta de Samaría. Hasta el mismo rey de Siria, benévolamente, apoya la sugerencia, aunque al rey de Israel le parece una provocación. La creciente tensión entre ambos países hostiles se mitiga por la intervención de Eliseo, profeta. Sólo siguiendo sus indicaciones, tan sencillas que parecen banales, se efectuará el milagro de la curación de Naamán, como primer paso para llegar a la profesión de fe en el Dios de Israel. Junto a los personajes que aparecen en primer plano (Naamán, Eliseo y los dos soberanos), aparecen también, como mediadores indispensables de los que se sirve el Señor para orientar el curso de los acontecimientos: la joven cautiva, el mensajero y los siervos.
- El pasaje contiene claras referencias al simbolismo bautismal: inmersión en las aguas, la eficacia de la Palabra de Dios de Israel, el carácter universal de la salvación concedida en virtud de la obediencia.

CLAVES para la VIDA
- De nuevo, de un pasaje de la historia, incluso ajena a la historia del pueblo elegido y poseedor de los dones de Dios, llega el regalo de Dios a alguien perteneciente a otra cultura, a otra religión; incluso, como país, enemigo de Israel. Y es que, por más que prevalece la preferencia de Dios por su pueblo, el don de la salvación y de la vida es algo universal, que no tiene fronteras. Y en esa acción salvífica, Dios se sirve de mediaciones pobres, pero que tienen una importancia significativa: la joven cautiva, el profeta Eliseo, los siervos...
- La enfermedad de la lepra es considerada una maldición, ya que a pesar del poder y capacidades de Naamán, significa separación y marginación, impureza y castigo divino; esto es, una situación sin salida alguna y sin esperanza. Es aquí, en la situación límite de la vida, en la marginación, donde Dios se hace presente por medio de su profeta. ¡Está claro que para el proyecto salvador de Dios no hay barreras, ni de religión, ni sociales, ni culturales!
- Esa salvación se desarrollará en plenitud en la presencia liberadora de Jesús de Nazaret, quien quebrará, de manera manifiesta y sorprendente, tantas barreras que imposibilitaban que el don de Dios abarcara a tantas personas, socialmente marginadas (por motivos diversos). Es cuestión de ACOGERLE como el don supremo de Dios y... ¡así alcanzar la plenitud en Él!

Evangelio: Lucas 4, 24-30
“... Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra... Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos, y levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba...”

CLAVES para la LECTURA
- El hecho que se narra lo ubica Lucas dentro de la fase inaugural de la misión de Jesús. Estamos en la sinagoga de Nazaret. Jesús, entre los suyos, lee un pasaje del rollo de Isaías anunciando el cumplimiento en su misma persona.
- “Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron”: la frase de Juan (1, 11), que resume el destino histórico de Jesús, es el mejor comentario al rechazo manifestado por los paisanos de Nazaret, interpretado por Lucas como prefiguración de todo el misterio pascual. La desconcertante revelación del “Verbo hecho carne” -el hijo de José- va pasando desde la admiración a la incredulidad hostil, incluso al odio homicida.
- ¿Puede haber un destino distinto para un profeta? Las palabras de Jesús lo excluyen: el testimonio de Elías y Eliseo lo confirma. Cualquier prejuicio -ya sea religioso, cultural, nacionalista...- es un obstáculo para acoger la humilde revelación de Dios. La viuda de Sarepta en Sidón, Naamán el Sirio, extranjeros, acogen la salvación, ofrecida a todos, pero rechazada precisamente por sus primeros destinatarios.

CLAVES para la VIDA
- De nuevo se nos ofrece el drama vivido por personas cercanas al mismo Jesús de Nazaret: le conocían “de siempre” y conocían su familia; era todo “tan normal”. Pero, además, estaban sus ideas religiosas y políticas en torno al Mesías que esperaban. Todo esto mezclado hace imposible reconocerle como “el Esperado” por tanto tiempo. E, incluso, les lleva a rechazarlo de plano, creando un conflicto serio con Jesús, hasta el punto de “le echaron fuera de la ciudad... con ánimo de despeñarlo” (v. 29). Hasta ahí les llevaron “sus” ideas.
- Éste fue también uno de los dramas que vivió el mismo Jesús y que el evangelista Juan, “el discípulo amado” (aquel sabe “tanto” de estas cosas), nos lo describe con tanta claridad: “Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron” (Jn 1, 11). Jesús mismo no llegaba a entender el por qué de algunas reacciones y la resistencia que mostraban a su mensaje y a sus actuaciones. Los evangelios nos dan muestras claras de este aspecto.
- Aquí nos surgen preguntas serias y con mordiente a todos nosotros, seguidores de Jesús: ¿Cómo es mi aceptación de la persona, mensaje y proyecto de Jesús? ¿Lo hago “a mi manera”? (Esto les ocurrió a sus paisanos). ¿Lo contrasto con otros creyentes y seguidores de Jesús? O... ¿adapto lo que “me parece bien” con lo que yo mismo vivo y quiero vivir? ¿Cuál es mi postura? ¡Buen ánimo, hermano/a!



MARTES, día 13


Daniel 3, 25. 34-43
“... En aquellos días, Azarías oró al Señor diciendo: por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia... No nos defraudes, Señor; trátanos según tu clemencia, y tu abundante misericordia; líbranos con tu poder maravilloso y da gloria a tu nombre, Señor...”

CLAVES para la LECTURA
- La clave de lectura de la oración de Azarías está en la frase: Muestra la gloria de tu nombre (v. 43; la primera petición del Padre nuestro en Mt 6, 9). Azarías, en la prueba de la persecución, sólo teme una cosa: que el nombre de Dios pierda su gloria, es decir, su “peso”, su poder. Nada le infunde más miedo: ni el ser reducidos a un “resto”, ni la humillación (v. 37); ni siquiera la profanación del templo y la helenización, con la consiguiente destitución de los jefes religiosos y la abolición del culto oficial (v. 38; 2 Mac 6, 2).
- Estos acontecimientos, aunque dolorosos, no perjudican a Israel. El profeta los lee como una purificación providencial: en la prueba, el pueblo manifiesta un corazón contrito y un espíritu humilde agradables al Señor como verdadero sacrificio (vv. 40s) que vuelve dar gloria a su nombre.
- Entonces renace la esperanza (v. 42). La fidelidad de Dios a las promesas hechas a los patriarcas sigue firme (vv. 35s); la grandeza de su misericordia todavía puede derramar la benevolencia y la bendición sobre el pueblo de la alianza (v. 42). Por ello, la súplica de Azarías se transforma en salmo penitencial (vv. 26-45), en himno de alabanza cantado al unísono por los tres jóvenes en el horno (vv. 52-90).

CLAVES para la VIDA
- Hoy se nos brinda esta hermosa oración penitencial que el autor sagrado pone en labios de uno de los jóvenes mártires, condenados en Babilonia por no adorar a los falsos ídolos y permanecer fieles a su fe. Además de reconocer el pecado y la infidelidad de su pueblo, especialmente, destaca su confianza en la bondad de Dios: No nos desampares, no rompas tu alianza... no retires tu amor...” (v. 34). ¡Hermosa y sugerente confesión de fe de este joven perseguido, pero enamorado de su Dios!
- De nuevo, se ofrece una de las CLAVES de toda la historia de la salvación y que recorre toda la espiritualidad de Israel. No es la fidelidad ni los sacrificios expiatorios del pueblo los que “producen” la respuesta positiva por parte de Dios, sino que es el ser mismo de Dios, expresado en su eterna bondad y en su ilimitada capacidad de perdón. Así es Dios; no hay más que aceptarlo y reconocerlo.
- En el camino cuaresmal, nos viene bien que se nos vuelva a recordar esta verdad fundamental y “fundante” de un estilo de ser y de vivir. El evangelio de hoy mismo lo llevará hasta el límite: setenta veces siete, esto es, SIEMPRE. No puede haber dudas al respecto; es demasiado tajante para ponerlo en tela de juicio. Acercarme, pues, con confianza a este Dios, aprender de Él y ser signo claro de su PERDÓN... toda una TAREA, un desafío para mí, que he tenido la enorme suerte de poderlo experimentar y gustar en mi propia carne. ¿Seré, Dios mío, testigo claro y nítido de tu perdón, de tu estilo, de tu ser...?.

Mateo 18, 21-35
“... Acercándose Pedro a Jesús le preguntó: Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le contesta: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete... Lo mi­mo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano...”

CLAVES para la LECTURA
- Estamos en la segunda parte del discurso eclesial (Mt 18), dedicado especialmente al perdón de la ofensa personal. Pedro es el interlocutor de Jesús (v. 21), que piensa distanciarse del sombrío horizonte de la venganza a ultranza y sin límites (venganza de Lamec en Gn 4, 23s), manifestando estar dispuesto a perdonar hasta siete veces, número muy significativo de su disponibilidad total al perdón (v. 21). En la respuesta de Jesús, se dilatan hasta el infinito los límites del perdón (v. 22). Es la nueva mentalidad a la que está llamado el cristiano.
- Por ser paradójico, Jesús lo va a ilustrar con una parábola (vv. 23-34) estructurada en tres escenas contrapuestas y complementarias: encuentro del siervo deudor con su señor, encuentro del siervo perdonado de la deuda con otro siervo deudor a su vez del primero, nuevo encuentro entre el siervo y el señor.
- Los discípulos deberán aprender a imitar al Padre celestial (v. 35). La deuda del siervo es enorme, las cifras son a todas luces hiperbólicas, pero el señor tiene lástima (v. 27: se utiliza el mismo verbo para describir los sentimientos de Jesús en la muerte del amigo Lázaro): manifestando su gran magnanimidad con un perdón gratuito. Pero este siervo se encuentra con un colega que le debe una cifra irrisoria (vv. 28-30). Esperaríamos que inmediatamente le perdonase la pequeña deuda, pero no sucede así y su reacción es despiadada. La gracia recibida no transformó su corazón. Por eso, -y pasamos a la última escena-, es digno de juicio y del castigo divino. La conclusión es clara: el perdón del hombre a su hermano condiciona el perdón del Padre.

CLAVES para la VIDA
- Los diversos elementos de la parábola son, simplemente, exagerados, de modo que así se pueda captar en toda su hondura el mensaje que ofrece. Sin duda alguna, nos hallamos ante una enseñanza esencial del Maestro de Nazaret, y que no posibilita ninguna “interpretación” sesgada o intencionada que pudiera minimizar el objetivo final. El siempre se convierte en el criterio; no hay estadios intermedios, según Jesús.
- Y toda esta propuesta y exigencia tiene un origen fundante, de la que recibe toda su fuerza e intensidad: es la forma misma de actuar de Dios, siempre de forma absolutamente misericordiosa; no sabe vivirlo de otra forma, es la afirmación de Jesús. De ahí que proponga ése como criterio de actuación para sus seguidores, llegando si es necesario hasta el ridículo (el setenta veces siete es una especie de absurdo y no tiene ninguna lógica, ni nada que se le parezca).
- ¡Vaya... dónde nos ha puesto el listón! Y no hay nada que hacer. Algo “suena” a amenaza: lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial si no os perdonáis de corazón unos a otros (v. 35). “De corazón” es el estilo para caminar; todo lo demás no pasa de ser un simple ensayo (en el mejor de los casos). ¿Cuál es mi actitud ante el perdón? ¿fácil? ¿difícil? ¿de corazón o... condicionado? Y... ¿el de Dios?


MIÉRCOLES, día 14


Deuteronomio 4, 1. 5-9
“... ¿Hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está el Señor Dios de nosotros, siempre que lo invocamos?... Pero, cuidado, guárdate muy bien de olvidar los sucesos que vieron tus ojos, que no se aparten de tu memoria mientras vivas; cuéntaselos a tus hijos y nietos...”

CLAVES para la LECTURA
- En los tres primeros capítulos del Deutoronomio, Moisés habla a Israel recordándole la historia para subrayar la fidelidad de Dios con su pueblo. En el c. 4 se sacan las consecuencias: se pide al pueblo una respuesta que manifieste absoluta fidelidad a Dios, que se traduzca en la práctica de las leyes y normas que, por orden del Señor, enseñó Moisés de acuerdo con lo que él mismo aprendió.
- Éstas no constituyen sólo una condición para entrar en posesión de la tierra (v. 1), sino también y sobre todo una tarea concreta a cumplir, una vocación (v. 56): pues, de hecho, un estilo de vida inspirado en dichas ordenanzas hará a Israel objeto de estima y admiración de otros pueblos, que apreciarán la sabiduría superior y podrán reconocer la proximidad extraordinaria de su Dios. Israel se convertirá así, en medio de las naciones, en testimonio del Dios vivo y verdadero, que ama al hombre y se hace presente cuando se invoca su nombre, el nombre revelado a Moisés (v. 7).
- Por consiguiente, la lealtad a Dios se manifiesta en una serie de acciones expresadas en los mandamientos. No hay que entender los mandamientos como simples prohibiciones, sino como respuesta de amor. Y como se basan en anteriores beneficios de Dios, para poder practicarlos libremente es indispensable recordar la historia de salvación: traer a la memoria las obras del Señor ayuda al pueblo a crecer en gratitud a Dios y en la observancia de sus leyes, de generación en generación (v. 3).

CLAVES para la VIDA
- Para motivar la respuesta en fidelidad, el viejo Moisés invita a su pueblo a contemplar y meditar la historia de salvación que han “visto” y experimentado. Ésa es la mejor fuente para vivir una relación de amistad con ese Dios cercano y que, especialmente, se caracteriza por una fidelidad sin límites. Ahora, pues, se trata de responder a todas esas iniciativas que, además, han sido en pura gratuidad por parte de Dios.
- ¡Afortunado este pueblo que tiene un Dios así, cercano, que le dirige su palabra, que le orienta y que le enseña la sabiduría! Eso no lo tiene ningún pueblo. Siguiendo esos caminos, llegarán a la felicidad y a la vida. Éste es el mensaje, en tono positivo y constructivo: una enorme intuición (de la buena) que se irá desarrollando poco a poco, alcanzando su esplendor y plenitud en Jesús: Dios merece ser amado porque ANTES nos ha amado sin condiciones.
- Hermosa perspectiva la que nos ofrece y a la que nos invita esta página del viejo libro: y es que Dios no nos quiere esclavos, sino hijos, en libertad y en amor. Vivir esta “espiritualidad” (ésta sí que es una espiritualidad sana y positiva), este estilo, es la gran propuesta que se nos hace. Entonces la “ley” es otra cosa, porque todo parte y arranca desde la experiencia del “ser amado”. ¿Lo es, hermano/a, en tu vida, en la de cada día...?

Evangelio: Mateo 5, 17-19
“... Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los cielos...”

CLAVES para la LECTURA
- La persona y las enseñanzas de Jesús desconciertan a sus contemporáneos: de hecho, constituyen una novedad radical. La perícopa de hoy nos deja entrever el interrogante que suscitaban y, a la vez, refleja la delicada situación de las primeras generaciones cristianas en sus relaciones con el judaísmo.
- El evangelio según Mateo, destinado en primer lugar a una comunidad judeocristiana, presenta a Jesús como el nuevo Moisés que promulga en el monte la nueva Ley: las Bienaventuranzas. Pero no por ello quedan abolidas la Ley y los profetas; más bien, llegan a su plenitud en Cristo.
- El mismo Jesús manifiesta un gran aprecio de la Torah, que a lo largo de los siglos prepara a Israel para una vida de comunión con Dios. Esta comunión se nos concede ahora, por gracia, en plenitud: en Jesús, Dios se hace Emmanuel, Dios-con-nosotros. Los antiguos preceptos en su plenitud, en Cristo, permanecerán como norma perenne. Jesús lo afirma con suma autoridad, como evidencia el texto griego donde aparece la palabra original: Amén (v. 18), frecuente en boca de Jesús y después en el resto del Nuevo Testamento y de la Iglesia primitiva. Ni siquiera los minúsculos signos de la Ley -esto es, los preceptos secundarios- serán anulados, y de su observancia o inobservancia dependerá la suerte definitiva de cada uno. De hecho, por lógica, y de acuerdo con el estilo oriental, ser considerado mínimo en el Reino de los Cielos significa ser excluido, como parece en el v. 20.

CLAVES para la VIDA
- Nos encontramos ante las enseñanzas del NUEVO Moisés, el Maestro de Nazaret. Y de hecho el evangelista Mateo nos lo presenta así, como Maestro, en un tema difícil y complicado, por cuanto suponía en la mentalidad y religiosidad de Israel y, luego, supuso en las primeras comunidades cristianas. Porque si era verdad que la Ley regulaba y establecía una relación Dios-pueblo, también es verdad que la casuística extrema de los maestros (letrados) y los piadosos (fariseos) habían conducido el tema -y, en el fondo, la vida-, a un callejón sin salida. Aquí se encuentra Jesús, el nuevo Moisés y Maestro.
- De ahí que Él, Jesús, es la “plenitud de esa Torah”; esto es, en Él se recrea la relación de Dios con su pueblo, aquella relación buscada y querida por Dios a través de los tiempos y que “ahora” la realiza en plenitud. Por lo tanto, cualquier norma que ayude a restablecer y vivir una relación nueva y renovada es buena y encuentra en Él y en su comportamiento todo un aval.
- Ser grande en el reino de los cielos supone una acogida plena de la persona y del proyecto de Jesús, de su estilo y de su comportamiento. Y esto sí que es desafío, hoy, para mí y para nosotros. Y es una TAREA PERMANENTE donde las haya. Y ésta es la propuesta que el Nuevo Maestro nos realiza. Ahí alcanzaremos la plenitud, acogiéndole a Él y siguiéndole. ¿Te animas, hermano/a?


JUEVES, DÍA 15


Jeremías 7, 23-28
“... Así dice el Señor: Ésta fue la orden que di a mi pueblo: Escuchad mi voz. Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo: caminad por el camino que os mando, para que os vaya bien...”

CLAVES para la LECTURA
- Dentro de la dura condena del culto convertido en formulismo vacío (Jr 7, 1 – 8, 3), el profeta denuncia sobre todo la sordera de Israel a la voz de Dios (v. 23), escuchada de modo extraordinario en el Sinaí, en el momento de la alianza (Ex 20, 1-21). Solamente en la escucha obediente -de hecho, el primer mandamiento comienza con “Escucha, Israel”- el pueblo elegido podrá conocer a su Dios, diferente de otra divinidad o ídolo.
- Los verdaderos profetas no cesan de exhortar, pero junto a su predicación está la más fácil y cómoda de los falsos profetas. La elección es radical: se juega uno la vida o la muerte. El fragmento está dividido en tres partes; las dos primeras presentan una idéntica estructura: al mandamiento de Dios (“Escuchad”: v. 23) y su urgente solicitud (“Envié” v. 25) corres-ponden los claros rechazos: “Pero no escucharon” (vv. 24. 26). No aparece ni sombra de arrepentimiento, ningún deseo de conversión.
- Sólo queda una conclusión -tercera parte-: mientras el pueblo vuelve a caer obstinadamente en la idolatría y espiritualmente vuelve a ser esclavo de Egipto, lejos de Dios (vv. 24-27; Nm 11, 4-6), el profeta no deja de ser fiel a su vocación: enviado a desenmascarar esta situación enojosa (v. 27), comparte con Dios el sufrimiento de ser rechazado, incluso de ser tachado de impostor por los que prefieren la mentira a la verdad.

CLAVES para la VIDA
- Una página dramática la que describe el profeta y un resumen de la historia del pueblo elegido, de Israel, que tantas y tantas veces ha sentido y experimentado la ternura y el amor de Dios, pero también se ha presentado con profunda “sordera” ante las propuestas de ese Dios. El profeta es enviado a desenmascarar esa situación de vida, pero sus palabras son fuente de sufrimiento y de rechazo por parte de los que prefieren vivir en la mentira, en la idolatría; esto es, de espaldas al Dios que les ama.
- Impresionante tanto la actitud de Dios, siempre en clima de acogida y dispuesto a aceptar cualquier síntoma de vuelta y de conversión, como la actitud del profeta, que a pesar de ser rechazado en su mensaje y con él también su persona, siguen proponiendo y ofreciendo un proyecto de vida a ese pueblo que aman. Estimula la fidelidad de Dios; es sugerente la actitud del profeta.
- Y, hoy, para nosotros, ésta misma es la propuesta, y en esta Cuaresma se renueva con nueva fuerza. Ese deseo de que superemos nuestras “sorderas” para que podamos acoger con gozo su mensaje, que es de vida. Esa invitación a hacer de Jesús de Nazaret el único camino, el que conduce a la plenitud. Aunque nos resulte reiterativo, ésa es la oferta que se nos sigue ofreciendo de formas muy diferentes ¿Tendré valor para aceptarla? Y... ¿tú?

Evangelio: Lucas 11, 14-23
“... Vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú, y vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan?... Pero si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros... El que no está conmigo, está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama...”

CLAVES para la LECTURA
- Jesús acaba de enseñar a los suyos el Padre nuestro (11, 2-4); les ha regalado la oración por excelencia, que abre el corazón a la venida del Espíritu Santo (v. 13). El Reino de los Cielos ya está en la tierra. Tiene lugar una curación. El pueblo sencillo se admira: intuye que algo extraordinario está pasando y se dispone a acoger la salvación. Pero no todos piensan lo mismo (vv. 14s).
- Como en la primera lectura, se da una oposición entre dos actitudes irreconciliables. Surge un duro contraste (vv. 14-15) entre los fariseos y Jesús, a quien se le acusa de blasfemia y de aliarse con Satanás. Es el destino de todo profeta. Jesús responde con un discurso apologético. La imagen fuerte de la catástrofe (v. 17) lleva al oyente a excluir que Satanás pueda luchar contra sí mismo.
- La conclusión se impone: está actuando “el poder de Dios”, expresión que recuerda los prodigios ejecutados por medio de Moisés en el tiempo del Éxodo. Lo mismo que después de la enseñanza sobre la oración, aparece la afirmación esencial: “El Reino de Dios ha llegado a vosotros”, Jesús, expulsando a los demonios, abre una nueva época, época de libertad de la esclavitud, a condición de acoger libremente la Buena Noticia que anuncia (v. 23).

CLAVES para la VIDA
- No sólo en los tiempos antiguos se da un rechazo de los planes de Dios y de su presencia y proyectos (recordad la primera lectura del profeta Jeremías). También Jesús se encuentra con una oposición fuerte y un rechazo de plano de los dirigentes religioso-políticos de su pueblo. El texto evangélico de hoy es una muestra clara de ese enfrentamiento agrio y duro entre dos actitudes irreconciliables.
- Y es que, una vez más, las ideas preconcebidas (a las que no se quiere renunciar), o el miedo a perder el poder establecido, impiden que se acepte que “el Reino de Dios ha llegado a vosotros” (v. 20). Con todo lo que ello significa: resulta que lo esperado durante tanto tiempo, ahora no se acepta; lo soñado y suplicado intensamente, ahora se rechaza.
- Inmensa paradoja con visos de volver a repetirse también en nuestras vidas, hoy y aquí. Nuestra racionalización de todo y sobre todo, puede ser un impedimento para aceptar con gozo sereno y profundo la novedad y la inmensidad de lo que se nos da en Jesús, de forma totalmente gratuita. Nuestra espiritualidad, -con “notas” muy claras de tinte farisaico-, en más de una ocasión, posiblemente, nos impida disfrutar del gozo de Jesús. O... ¿no, hermano/a? ¡Quién sabe...!


VIERNES, día 16


Oseas 14, 2-10
“... Así dice el Señor Dios: Israel, conviértete al Señor Dios tuyo, porque tropezaste por tu pecado... ¿Quién será el sabio que lo comprenda, el prudente que lo entienda? Rectos son los caminos del Señor, los justos andan por ellos, los pecadores tropiezan en ellos...”

CLAVES para la LECTURA
- En este fragmento, estructurado como una liturgia penitencial, Oseas invita al pueblo a “volver” -es decir, a convertirse- al Señor reconociendo el propio pecado como causa de las desgracias actuales. Es necesaria una confesión lúcida y sincera de la culpa; el mismo profeta sugiere palabras para expresarla y el modo de presentarla, acompañada no con víctimas de sacrificio, sino con una vida purificada y la ofrenda de alabanza (v. 3). Además, es necesaria una decidida renuncia al mal, a ciertos compromisos y diversas opciones idolátricas. Libre de todo apoyo humano, el pueblo se encontrará aparentemente pobre, pero será entonces cuando Dios en persona cuidará de él.
- A la conversión del pueblo, corresponde la “conversión” de Dios: depondrá su ira y con la fuerza de su amor sanará el mal de Israel, perdonará su infidelidad. Los efectos benéficos de este amor se evocan con imágenes magníficas que recuerdan al Cantar de los Cantares, en una refrescante descripción de vida nueva (la imagen de Dios como rocío). Estas promesas llegan al culmen en el v. 9: Dios será para el pueblo liberado de los ídolos ciprés frondoso.
- El epílogo del redactor, de corte sapiencial, indica que es necesario el discernimiento para comprender el texto de Oseas, porque en él se manifiestan los caminos de Dios, y sólo podrá caminar por ellos quien proceda con rectitud.

CLAVES para la VIDA
- En el caminar del pueblo de Israel, surgen voces e invitaciones con fuerza y energía singulares. El texto de Oseas es una buena muestra de ello. Y es que Israel, dado fácilmente a aventuras al margen de Dios, con el peligro real de la idolatría en sus variadas formas, es invitado a reconocer su culpa, con sinceridad y sin miedo, porque Dios mismo es el que puede curar esas heridas, consecuencia de sus desvaríos.
- Hermosa y sugerente la oferta de Dios los amaré gratuitamente (v. 5): así es Dios; por eso es Dios, capaz de olvidar las infidelidades de su pueblo, al que ama profundamente. Este mensaje, que se irá abriendo paso, poco a poco, a través de las vicisitudes de Israel, será el gran mensaje que nos ofrecerá Jesús de manera plena y sin condiciones. Es la gran NOVE-DAD y aportación del Reino.
- Volver a escuchar y meditar en todas estas aportaciones que la Palabra de Dios nos sigue ofreciendo, es un medio excelente para “volver”, para enderezar nuestra vida desde la óptica que Él mismo nos propone. Hasta el punto de hacer de nuestra vida un ciprés frondoso, lleno de vida. Pero Él mismo es el que hace posible ese cambio: desearlo, volver a Él, dejarme curar de mis infidelidades... ¡todo un quehacer en mi camino cuaresmal!

Evangelio: Marcos 12, 28b-34
“... ¿Qué mandamiento es el primero de todos? Respondió Jesús: El primero es: Escucha, Israel el Señor nuestro Dios es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. El segundo es éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo... Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: no estás lejos del Reino de los cielos...”

CLAVES para la LECTURA
- La pregunta del escriba nos conduce a una discusión de actualidad en las escuelas rabínicas de aquel tiempo. En la Ley se enumeran 248 mandatos y 365 prohibiciones, agrupados en diversas categorías. La cuestión que le plantean a Jesús hace que Antiguo y Nuevo Testamento se encuentren frente a frente. Quizás aparezca el intento de tender una trampa al joven rabbí. Él solventa la dificultad yendo directamente a lo esencial. De hecho, la respuesta de Jesús no es desconocida: cita el Shema Yisra’el (Escucha, Israel) de Dt 6, 4s, que todo israelita repetía en la oración tres veces al día.
- A este primer mandamiento, Jesús asocia -el verbo griego indica una relación de fuerte y recíproca interdependencia- un segundo, sacado también de la Sagrada Escritura (Lv 19, 18). En esta unión está la originalidad de la respuesta de Jesús al escriba, que reconoce la verdadera síntesis de la Ley y del culto; más aún: el amor vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
- Jesús elogia al escriba, y en su respuesta aparece explícito otro elemento novedoso: la cercanía/presencia del Reino de Dios, cuya ley es el amor y, por consiguiente, la libertad.

CLAVES para la VIDA
- Es interesante cuando a Jesús le quieren “poner a prueba”, porque entonces sus respuestas son grandes lecciones para nosotros. Era un “tema de fondo”; una discusión de calado: entre tanta ley y normativa, que para la mayoría era prácticamente imposible incluso el conocerlas, Jesús hace una síntesis magistral, poniendo las cosas en su sitio: el AMOR es lo que da unidad a todo ese entramado. Y a toda la vida. No sé si hubiéramos preferido otra respuesta (“tales” oraciones, “tales” sacrificios...), pero Él no se deja engañar, si bien es posible que nosotros sigamos “engañándonos”.
- La propuesta de Jesús, la que nos ofrece, es una especie de moneda con las dos caras, inseparables la una de la otra, y entre las dos completan el conjunto de la moneda. He ahí el secreto: Dios y el prójimo quedan unidos, como partes de un todo inseparable; ahí se curte nuestra espiritualidad, nuestro estilo.
- ¡Cuántas veces hemos “separado” estos dos elementos, dando “preferencia” a uno y, acaso, olvidando o descuidando el otro...! Y esto no es algo accidental, según Jesús, sino esencial a nuestro ser. Recuperar una SANA espiritualidad, dándole unidad a nuestra vida, a nuestro ser y vivir, es la invitación cuaresmal a la CONVERSIÓN. ¿Seguiremos empeñándonos en engañarnos, apañando los planteamientos según nos convenga?


SÁBADO, día 17


Oseas 6, 1b-6
“... Esforcémonos por conocer al Señor: su amanecer es como la aurora, y su sentencia surge como la luz... Quiero misericordia, y no sacrificios; conocimiento de Dios, más que holocaustos...”

CLAVES para la LECTURA
- El pasaje constituye un acto litúrgico penitencial (vv. 1-3) en el que participa todo el pueblo. El horizonte más lejano que mueve a la conversión es el temor del día del castigo mesiánico anunciado varias veces (5, 9); el contexto próximo es, sin embargo, el actual estado de guerra entre Israel y Judá. El buscar ayuda en el enemigo mortal, Asiria, ha extirpado las regiones septentrionales del reino Norte (732 a. C.), con los inevitables horrores de la ocupación, la destrucción y la deportación (2 Re 15, 29; 17, 55). El profeta exhorta y amonesta: tantas desgracias han ocurrido porque el corazón estaba lejos del Señor, acallado con sacrificios vacíos, pobre de amor.
- Con una imagen frecuente en la Sagrada Escritura (Ex 15, 26; Dt 32, 29; Is 30, 26; Ez 34, 16), el pueblo reconoce ser un enfermo (Os 5, 13) que recurre a Dios como a su médico: él mismo ha producido la herida con vistas a la enmienda, y sólo él puede curarla (v. 1).
- Yahvé es el Señor de la historia. Pero el arrepentimiento del pueblo no es sólo interesado (v. 3), sino también efímero (v. 4). Dios lo sabe bien. Y, sin embargo, no se cansa de invitar a la conversión: su palabra es una espada que inexorablemente hiere para curar (Is 49, 2; Heb 4, 12): pide amor, no holocaustos (v. 6); confianza, no una simple observancia de prácticas cultuales, desgraciadamente hipócritas.

CLAVES para la VIDA
- La experiencia personal del profeta Oseas, a quien su mujer le fue infiel, le sirve para describir la infidelidad del pueblo de Israel para con Dios, el esposo siempre fiel. Imagen viva, donde las haya, para escenificar ante todos, cómo es el comportamiento y la actitud del pueblo amado para con aquel que le ama y le protege. De ahí la confesión, con palabras realmente hermosas “ea, volvamos al Señor, él nos curará, él nos resucitará...” (v. 1).
- Pero el engaño está acechando el corazón del pueblo, ya que con unos sacrificios y cultos piensa que todo está arreglado. Dios y el profeta le acusan a este pueblo de su falsedad. Lo que Dios desea es un conocimiento más profundo de Él y la práctica de la misericordia, como estilo de actuar y de vivir.
- La llamada cuaresmal para mí, para nosotros, sigue en pie. Y es una llamada al INTE-RIOR de nosotros, al corazón. Porque el peligro del autoengaño también lo llevamos nosotros: conformarnos con algún “retoque” externo y superficial... cuando Él desea una VUELTA a Él, un conocimiento más profundo de Él, hecho experiencia; una práctica de la misericordia con los demás... ¡Ahí estamos! ¿Aceptaremos su invitación, hermano/a?

Evangelio: Lucas 18, 9-14
“... Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás... El publicano, en cambio, sólo se golpeaba el pecho diciendo: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido...”

CLAVES para la LECTURA
- Estamos en el contexto de la subida de Jesús a Jerusalén, y la atención se dirige a las condiciones necesarias para entrar en el Reino (Lc 18, 9 – 19, 28). Aparecen dos personajes contrapuestos, y ambos oran: en su modo de orar se revela su modo de vivir y sus relaciones con Dios y los demás. Ambos, en la oración, dicen la verdad de su existencia.
- El fariseo saca a colación sus méritos: se tiene por acreedor de Dios. En el fondo, no necesita de Dios, aunque le dé gracias, al menos formalmente, porque le ha concedido ser tan perfecto. Pero hay más. Su justicia le hace juez, y juez despiadado: tan ciega es la estima que encuentra en sí mismo que cuando mira a los demás sólo es para despreciarlos (v. 11).
- El publicano, por el contrario, consciente de sus pecados -que le hacen tener la cabeza inclinada-, en realidad está abierto al cielo y espera de Dios todo: golpeándose el pecho, llama a la puerta del Reino, y se le abre.

CLAVES para la VIDA
- Con qué claridad nos presenta esta parábola los dos estilos de plantearse todo: la vida, la relación con Dios, la salvación, la relación con los demás... Dos estilos muy diversos y que conllevan dos planteamientos completamente diferentes: cumplidor intachable el uno, que además se erige en juez implacable de los demás; pecador y pobre el otro, que lo que hace es llamar a la puerta del Reino golpeándose humildemente el pecho. Y curiosamente se le abre la puerta. ¡Vamos...!
- La gran diferencia está en que el primero, aunque cumple, no ama, está lleno de su propia bondad; no necesita de nada ni de nadie: tampoco de Dios. El otro, el pecador, se abre al perdón y a la salvación que le viene de fuera, de lo alto, del mismo Dios; se humilla, pero con confianza, sabe que lo mejor está por acontecer en su vida, y que “eso mejor” viene de Dios.
- ¡Qué gran lección para hoy, para mí, para nosotros, para siempre! Dos formas de plantear la vida y cuanto en ella se nos ofrece: o dejarle actuar a Dios, para que la redima y la salve desde la raíz; o arrinconarle como “trasto inservible”, porque me basto a mí mismo. Y aunque suena fuerte, ese actuar no está tan ausente de nuestras vidas. ¿Seré capaz de examinar a fondo mi vida y dejar que Él cure mis males? ¡Buen ánimo, hermano/a!

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