CUARESMA - Semana 5ª
25 - 1 de Marzo de 2012
V DOMINGO,
día 25
Jeremías 31, 31-34
“... Mirad que llegan días -oráculo del
Señor- en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva...
Así será la alianza que haré con ellos, después de aquellos días -oráculo del
Señor-: Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su
Dios y ellos serán mi pueblo...”
CLAVES para la LECTURA
- El retorno de todo Israel a su territorio y el restablecimiento de
una vida libre y armoniosa alcanza su cima en la estipulación de la «alianza nueva»
(v. 31). Este anuncio, punto culminante de la profecía de
Jeremías y, tal vez, de toda la literatura profética, declara que la
intervención de Yahvé marca un cambio en el curso de la historia. Él es el
Señor, que, inclinándose sobre Israel, lo ha llevado sobre sus alas (Dt 32, 11;
Os 11, 4) y, con la alianza del Sinaí, lo ha constituido en propiedad suya (Dt
32, 9). Sin embargo, la infidelidad ha sido constante a lo largo de la vida del
pueblo (v. 32): Israel se ha mostrado incapaz de observar los mandamientos
-leyes de vida-, faltando al compromiso asumido (Ex 24, 3; Jos 24, 24).
- He aquí, pues, la novedad de la intervención de Yahvé: la Ley no volverá a ser exterior
al hombre, no volverá a estar escrita en tablas de piedra, sino que será
interior, estará escrita «en su corazón» (v. 33). La
fidelidad a esa Ley se lleva a cabo no tanto a través de observancias rituales
formales como a través de la interiorización de valores, como la obediencia y
el amor, y su actuación.
- Eso es algo que será posible para todo el mundo, sin distinción:
Yahvé crea las condiciones necesaria para ello perdonando el pecado. Se trata de
una renovación radical de la persona, de suerte que cada uno se encuentre en
condiciones de conocer la voluntad de Dios impresa en lo más íntimo de sí mismo
y de ponerla en práctica (v. 34a): de este modo, se lleva a cabo la recíproca
pertenencia entre Dios y el hombre (v. 33c), don de la infinita misericordia
divina.
CLAVES para la VIDA
- El mensaje del profeta es plenamente
optimista: se anuncia una Nueva Alianza. Y aunque en el Antiguo Testamento
nunca se había dicho que fuera a haber otra Alianza distinta a la del Sinaí,
-tantas veces rota por el pueblo, pero mantenida siempre en pie por la
fidelidad de Dios-, ahora, como fruto de una maduración espiritual de su fe, el
profeta anuncia, de parte de Dios, que a esa primera Alianza le va a seguir
otra, definitiva, mucho más profunda y personal: “meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus
corazones...” (v. 33).
- Y es que... “yo seré su Dios y
ellos serán mi pueblo” (v. 33): aquí está la clave. Si la primera
Alianza se podía decir que había constituido un fracaso por parte del pueblo,
Dios no ceja en su empeño y anuncia otra mejor, una Alianza de fe, de
conocimiento de Dios, de perdón, y reconciliación. Se trata de una
interiorización de la
Alianza. ¡Todo se hace NUEVO!
- Se me (nos) recuerda cómo es el proceder
de Dios; se me invita a participar plenamente de esta novedad de Dios; se me propone
disfrutar de una relación y comunión estrecha con este Dios, que sólo tiene un
proyecto de vida y de salvación... ¡Ahí está, para mí, el camino! ¡Buen ánimo y
esperanza, hermano/a!
Hebreos 5, 7-9
“... Él, a pesar de
ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha
convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna...”
CLAVES para la LECTURA
- El pasaje cuya lectura se nos propone hoy
está construido con un gran esmero. En primer lugar, señala las características del
sumo sacerdote del Antiguo Testamento. De él sabemos que estaba llamado a
intervenir en favor de los hombres en sus relaciones con Dios (v. 1); los
comprende profundamente porque es uno de ellos (v. 2); debe recibir este
encargo de parte de Dios.
- A continuación, empezando por la última y
ascendiendo hasta la primera, aplica el autor estas características a Jesús,
mostrando que Él es verdaderamente el único y sumo sacerdote. En cuanto elegido por Dios, es
también el Hijo, depositario de un sacerdocio que dura para siempre; es
misericordioso con los hombres hasta el punto de ofrecer, -aunque no tenía
pecado-, no sacrificios externos, sino a sí mismo, abriendo así el camino a
todos los hombres a la salvación eterna.
- Nos encontramos en el punto central de la
carta a los Hebreos, que nos muestra a Cristo en el momento en que ofrece al
Padre su voluntad de compartir el sufrimiento humano hasta la muerte en la
cruz. Cristo,
con “oraciones
y súplicas, con grandes gritos y lágrimas” (v. 7a), presentó su
ofrenda y agradó al Padre por su respetuosa sumisión a su divina voluntad. Así
alcanzó “la
perfección” (v. 9) y pudo obtener la salvación para todos los que
acogen su Palabra.
CLAVES para la VIDA
- De nuevo, el autor de la carta a los
Hebreos nos invita a fijar nuestra mirada y corazón en Jesús: Él es el sumo
Sacerdote que, verdaderamente, puede sentir justa compasión por nosotros, dado
que pagó “con
grandes gritos y lágrimas” su solidaridad con nosotros y “aprendió a
obedecer a través del sufrimiento”. Ahora permanece en presencia del
Padre como memorial santo y agradable. Así, se nos ha abierto, por fin, el
camino para acceder al corazón del Padre, con la certeza de que seremos
escuchados más allá de nuestro deseo.
- Pero no sólo eso: además de representarnos
ante Dios, es también presencia viva de Dios en medio de los hombres, es el
Esposo que nos hace sentar a cada uno de nosotros en el banquete de alegría y
de fiesta, donde no está permitido ayunar, porque ahora está con nosotros para
siempre, hasta el final de los días.
- Estamos, por tanto, ante una palabra que
nos afecta profundamente y constituye un verdadero “evangelio”, la Buena Noticia que
esperábamos. Nuestra
ignorancia y nuestro error -nuestro extravío- han encontrado al final a alguien
que está en condiciones de darle un nombre y cambiarlos, con la certeza de que
nada de cuanto es nuestro carece de valor. Dios nos ama, Dios me ama: ésta es
la gran revelación de Jesús; sus palabras y sus acciones, su forma de estar y
mirar, su... ¡todo habla de esta nueva realidad! Es el SACERDOTE a favor de sus
hermanos. ¡Casi nada!
Evangelio: Juan 12, 20-33
“… Ha llegado la
hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre. Os aseguro, que si el
grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da
mucho fruto… Ahora mi alma está agitada y, ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta
hora. Entonces vino una voz del cielo: ‘Lo he glorificado y volveré a
glorificarlo’…”
CLAVES para la LECTURA
- Los dos polos de esta perícopa
son la subida a Jerusalén de algunos griegos, que desean ver a Jesús (vv. 20s;
v. 19b) y su exaltación en la cruz (vv. 32s). Dos ascensiones: la primera,
motivada por el atractivo humano de la pascua hebrea y por la persona de Jesús;
la segunda es la expresión de la voluntad salvífica del Padre, quien no duda en
entregar a la muerte al Hijo unigénito, verdadero cordero pascual.
- Entre ambos polos, permitiendo
el paso del plano de la crónica al de la escatología -entre el tiempo y el
final de los tiempos-, está la “hora” de Jesús. Ya ha llegado, como indica la
pregunta de los griegos, y por eso no reciben respuesta directa (v. 23): el
Padre mismo responderá muy pronto de modo muy elocuente.
- Como en los sinópticos, se
predice lo inaudito: la pasión del Hijo del hombre. La pasión en Juan no será seguida
por la gloria; más bien, coincidirá con ella. “Glorificación” y “exaltación” se
refieren contemporáneamente a la cruz y a la resurrección, que son dos aspectos
de la hora de Jesús. Quien quiera servirle se compromete en un mismo destino de
muerte y de gloria (vv. 24-26). No se trata de consideraciones abstractas:
Jesús se siente profundamente conmovido con la perspectiva de lo que le espera
(los vv. 26s constituyen el Getsemaní joaneo), pero el centro de su ser se
mantiene estable en su adhesión incondicional a la voluntad del Padre, que él
vino a cumplir (v. 27b): esta obediencia filial glorifica el nombre del Padre,
puesto que manifiesta el amor trinitario y realiza la salvación del mundo (v.
28). En esta entrega total de sí mismo, Jesús se revela como verdadero Hijo del
hombre, enviado a juzgar al mundo y a expulsar a su príncipe para inaugurar el
Reino de Dios (v. 31). La hora decisiva de la historia es su muerte de cruz.
CLAVES para la VIDA
- El camino de Jesús está ya
llegando a la cumbre; es su “Hora”, la de la verdad y la de la entrega hasta
el final, como el “grano de trigo que cae en tierra” para generar
nueva vida y para todos. Éste es el resumen del “discípulo amado” y su visión y experiencia de
Jesús. Según Juan, Jesús es plenamente consciente y afronta la realidad con
inmensa dosis de generosidad.
- Y es que Él, Jesús, no pretende
otra cosa que cumplir la voluntad del Padre, asumiendo su proyecto de vida, esa
vida que se gesta en la entrega. Ahora, es el momento decisivo de mostrarse en esa actitud filial y de
adhesión incondicional ante el deseo del Padre de salvar a la humanidad, aunque
ello suponga experimentar el dolor, el sufrimiento y el abandono hasta el
extremo. De ahí que en esa Cruz estén ya presentes los resplandores de la
gloria, de la vida definitiva.
- Este relato evangélico, y
cuanto nos dice, nos deja ya a las puertas de los grandes acontecimientos, de
la “Hora”
decisiva: Jesús se dispone a dejar la gran lección a todos sus seguidores; Él
está a disposición de su Padre y de su proyecto y nada le detiene en ese
momento. Y
así se me ofrece, también a mí, hoy y aquí. “Entrar” con Él en la vivencia de
cuanto está llegando; acompañarle, paso a paso, en esa recta final, aunque ello
suponga caer en la tierra, pudrirse, para germinar nuevamente y dar vida… es la INVITACIÓN en la
conclusión de la Cuaresma
y para el comienzo de la Semana Santa.
¡Buen ánimo, hermano/a!
LUNES,
día 26: La Anunciación del Señor
Isaías 7,
10-14; 8, 10
“... Entonces dijo Dios:
Escucha, casa de David: ¿no os basta cansar a los hombres, sino que cansáis
incluso a Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la
Virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre
Dios-con-nosotros...”
CLAVES para
la LECTURA
- Estamos hacia el año 735
antes de Cristo, cuando Acaz, joven rey de Jerusalén, débil, mundano y sin
hijos, ve peligrar su trono ante la presencia de los ejércitos enemigos que
oprimen los confines del reino de Judá. ¿Qué hacer? El rey pretende resolver el
angustioso problema pactando alianzas humanas.
- Isaías, el profeta, por el
contrario, propone fiarse plenamente de Dios. Y ante la negativa, por parte del
rey, de pedir un “signo” porque “no quiero tentar a Dios” (v. 12), Isaías
desenmascara la hipocresía del rey y añade que, a pesar del rechazo, Dios mismo
dará un signo: “La
virgen está encinta y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel: Dios-
con- nosotros” (v. 14).
- Las palabras del profeta se
refieren a Ezequías, el hijo de Acaz, al que la reina madre está a punto de dar
a luz y cuyo nacimiento, en aquel momento histórico singular, se verá como
presencia de Dios a favor del pueblo en apuros. Pero, en realidad, las palabras
que Isaías dirige a Acaz son profecía de un rey salvador. Así lo ha visto toda
la tradición como un anuncio profético del nacimiento virginal de Jesús.
CLAVES para
la VIDA
- De nuevo se nos muestra cómo
la historia profana es historia de la salvación; esto es, que el ser humano
está llamado a vivir en comunión con Dios, y Dios mismo llevará adelante este
proyecto de vida. Y aunque sea siempre respetando la libertad humana, se empeña
en su plan y lo lleva a cabo.
- A pesar de la hipótesis y
explicaciones más diversas sobre esta profecía y su cumplimiento histórico,
para nosotros, este anuncio del profeta va más allá de la realidad histórica
concreta y del momento. Esto nos muestra que el proyecto de Dios hunde sus
raíces en el tiempo y en la fe del pueblo de Israel. No es pura casualidad,
sino que Dios mismo anima y empuja esa historia de vida.
- “Dios-con-nosotros” es la gran
revelación en ese camino. Dios se revela y se manifiesta no tanto en la
contemplación de la creación, ni en la investigación filosófica, sino que se
hace presente en Jesús, el hijo de María, en aquel hombre que se proclamó
“Hijo”, enviado por el Padre y en total dependencia amorosa de él, y que la
Virgen Madre ha acogido y dado al mundo. Y nosotros hemos tenido la suerte de
saberlo, gustarlo y vivir desde la luz de este acontecimiento. ¿De acuerdo,
hermano/a?
Hebreos 10,
4-10
“... Por eso, cuando
Cristo entró en el mundo, dijo: Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me
has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias.
Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: Aquí estoy, ¡oh Dios!, para
hacer tu voluntad...”
CLAVES para
la LECTURA
- Como consecuencia de la
caída original, la naturaleza del hombre está inclinada al mal y, de hecho, la
inclinación se convierte en pecado realizado, que, a su vez, hace todavía más
fácil el hundimiento. De ahí deriva un estado de esclavitud permanente. Por
eso, la ley antigua prescribía complicados ritos de purificación, exigía la
ofrenda repetida de víctimas sacrificiales: sangre de toros y de machos
cabríos. Éstos conseguían mantener viva la conciencia del pecado, pero eran
absolutamente insuficientes para extirparlo de raíz y devolver la auténtica
libertad.
- Un rito exterior no puede
poner remedio de manera automática a una herida interior que tiene su origen en
un acto de desobediencia a Dios, en una soberbia rebelión contra su voluntad.
El verdadero antídoto está, pues, en la humilde obediencia al designio divino
de salvación. Jesús vino al mundo a construir, por vez primera, este camino de
retorno, abriendo así a los hombres la única vía que puede conducir a la salvación. Aunque
era Hijo de Dios, se rebajó a la condición humana y se hizo obediente hasta
morir en la cruz.
- Toda su vida terrena
encuentra una síntesis perfecta en esta afirmación: “Mi alimento es hacer la voluntad de aquel que
me ha enviado” (Jn 4, 34). En esta obediencia consiste el culto
perfecto en espíritu y en verdad, el que no se agota en prácticas exteriores,
sino que se convierte en comunión con Dios y en salvación para todos.
CLAVES para
la VIDA
- Somos muy conscientes, y las
ciencias humanas nos lo recuerdan, de que las “heridas” de nuestro ser más
profundo son muy complicadas de curar, porque la “raíz” permanece intacta. Esto
mismo nos viene a recordar el autor de la carta a los Hebreos, y todos los
sacrificios y ritos de purificación no hacen más que mantener viva la
conciencia de herida, de pecado, que anida en nosotros. Nada de todo eso puede
devolvernos la auténtica libertad, la que deseamos y anhelamos.
- Hoy se nos vuelve a recordar
que el verdadero antídoto está en la humilde obediencia de Jesús al designio
salvador de Dios. Así, Él reconstruye nuestra naturaleza herida y nos libera de
las diversas esclavitudes que anidan en nuestro ser. Pero, además, posibilita
el camino de retorno al Padre, restableciendo la comunicación que aporta vida
en plenitud.
- He aquí la mediación que
ejerce Jesús, la que se nos invita a compartir a nosotros, sus seguidores.
Siendo conscientes de que el culto en espíritu y verdad es aquel que no se
agota en lo externo, aunque sea solemne y hermoso, sino el que realiza la
comunión con Dios en favor de los hermanos, como Jesús. ¡Aquí me encuentro!
¡Ojala!
Evangelio:
Lucas 1, 26-38
“... El ángel Gabriel fue
enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una Virgen desposada
con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la Virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor
está contigo; bendita tú entre las mujeres... El ángel le dijo: No temas,
María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás
a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús... El Espíritu Santo vendrá sobre
ti, y la fuerza del altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va
a nacer se llamará Hijo de Dios... María contestó: Aquí está la esclava del
Señor, hágase en mí según tu palabra...”
CLAVES para
la LECTURA
- El texto bíblico es rico en
reminiscencias veterotestamentarias y de gran valor doctrinal: se trata nada
menos que del cumplimiento de las promesas, hechas por Dios a los patriarcas y
renovadas a David (2 Sm. 7, 14-16; Is 7, 10-14), y contiene toda una profunda
teología del misterio de Cristo: “le dará el trono de David su padre”, “se llamará Hijo
del Altísimo” (v. 32).
- Las palabras del ángel a
María, además de ser un anuncio del gozo por la venida del Mesías a la tierra,
constituyen el testimonio de la amorosa predilección de Dios por la humilde
joven de Nazaret que, como esclava del Señor, ha merecido ser Madre de Dios por
su fe incondicional.
- La confirmación de la
intervención celeste, por obra del Espíritu Santo, en su concepción virginal,
abre el corazón de María a la voluntad de Dios y a adherirse plenamente al
proyecto universal de salvación con las sencillas palabras que han cambiado la
historia humana: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu
palabra” (v. 38). El sí de María franquea el camino de nuestra
salvación y es una invitación a leer en los acontecimientos de nuestra vida la
presencia del que es nuestro Salvador.
CLAVES para
la VIDA
- En esta escena descubrimos,
en toda su fuerza, por un lado, el “sí” salvador de Dios y, por otro, la
humanidad, representada por María, que responde con su “sí” de acogida: “hágase en mí
según tu palabra”. Del encuentro de estos dos síes, brota, por obra
del Espíritu, el Salvador Jesús, el verdadero Dios-con-nosotros. Entra en
escena el nuevo Adán, cabeza de esa nueva humanidad. Y a su lado aparece, con
un “sí” en los labios, en contraste con la primera, la nueva Eva. Así lo
ha leído y vivido la tradición cristiana.
- María una humilde muchacha
de Nazaret, es la elegida por Dios para ser la madre del Esperado. Ella es la “llena de gracia”,
“la bendita
entre las mujeres”; y empieza a dibujarse así, en las páginas del
evangelio, el mejor retrato de esta mujer, cuya actitud de disponibilidad para
con Dios, “hágase
en mí”, no será sólo de este momento, sino de toda la vida, incluida
su presencia dramática al pie de la Cruz.
- María aparece ya desde ahora
como la mejor muestra de vida cristiana. El más acabado modelo de todos lo que
a lo largo de los siglos habían dicho “sí” a Dios ya en el A.T. y, sobre todo,
de los que han creído en Cristo Jesús y le han seguido. Contemplarla y seguir
su estilo y actitudes es la invitación que recibimos constantemente los
seguidores de Jesús, aquí y en tantos lugares.
MARTES,
día 27
Números 21, 4-9
“... ¿Por qué nos has
sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos pan ni agua y nos da
náuseas ese pan sin cuerpo. El Señor envió contra el pueblo serpientes
venenosas que los mordían, y murieron muchos israelitas... Haz una serpiente y
colócala en un estandarte: los mordidos de serpiente quedarán sanos al
mirarla...”
CLAVES para la LECTURA
- El fragmento presenta otro episodio de
protesta del pueblo durante el Éxodo. Los israelitas, agotados por el viaje, nunca
satisfechos con los signos de poder y providencia que el Señor les manifiesta,
murmuran contra Dios y contra su mediador, Moisés. Viene el castigo -las
picaduras de serpientes venenosas (“ardientes”)-, pero pronto se transforma en
misericordia. El recurso es la serpiente de bronce alzada en un estandarte, a
la que miraban con fe, para curarse de las mordeduras letales.
- Si no estuviese en el contexto de este
episodio, sería ciertamente un gesto idolátrico. La tradición yahvista vincula
este objeto de culto, que luego destruirá el rey Ezequías (2 Re 18, 4), a la
sabia pedagogía de Yahvé. Por la mediación de Moisés, ofreció a su pueblo la
posibilidad de evitar ceder a los cultos de las naciones paganas vecinas, que
veneraban de un modo particular a las serpientes.
- Gracias a tal legitimación, la serpiente
elevada en el estandarte se convierte en un signo que se prolonga y cumple en
el Evangelio (Jn 3, 14). Si para el pueblo en el desierto es el sino que expresa la misericordia
de Dios poniendo remedio al castigo, en el Evangelio, Cristo, exaltado en la
cruz, muestra a la vez el castigo y la misericordia. Jesús, el cordero inmolado
en la cruz, es el “castigo” de Dios por nuestro pecado y, a la vez, la mayor
manifestación del poder divino que sana del pecado.
CLAVES para la VIDA
- Una vez más, la historia de Israel es como
un “libro abierto” para nosotros, para nuestro caminar como creyentes. Un Israel cansado, que se rebela
contra Dios y su acción misericordiosa y protectora; también contra Moisés, a
quien -el día pasado- le veíamos intercediendo vivamente a favor de este
pueblo. Es una historia de rebeldía y pecado: todo un símbolo de nuestra propia
historia.
- Y, de nuevo, descubrimos y meditamos cómo
es el CORAZÓN de Dios, lo que lleva en sus entrañas. Dios que corrige y “castiga”,
pero, sobre todo, un Dios que ama la vida, la busca, la hace posible para su
pueblo. Ese pueblo que fácilmente se desvía (expresiones idolátricas, como
puede ser este relato), pero a quien Dios no le deja de su mano, de su
protección amorosa.
- Este relato y estas páginas nos van
preparando a vivir toda la hondura y toda la fuerza del mensaje de Jesús y de
su acción salvadora, que los próximos días vamos a celebrar: “cuando sea levantado
de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32). Jesús es el “punto de mira” donde
se hace realidad la salvación de Dios; en Él, todo es posible para nosotros que
elevamos los ojos “hacia lo alto”. Estamos ya muy cerca de los grandes acontecimientos.
Evangelio: Juan 8, 21-30
“... Y entonces dijo
Jesús: Cuando levantéis al Hijo del Hombre sabréis que yo soy, y que no hago
nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me
envió está conmigo, no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le
agrada. Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él...”
CLAVES para la LECTURA
- El nuevo conflicto con los jefes de los
judíos se sitúa en el área del templo y está escalonado por la revelación de la
divinidad de Jesús (“Yo soy”), repetida en los vv. 24. 28. De nuevo se brinda a los
judíos la posibilidad de aclarar el misterio del Hijo del hombre (Dn 7, 13).
Pero ellos lo rechazan obstinadamente entendiendo mal las afirmaciones sobre su
inminente partida (vv. 21-24) y las afirmaciones sobre su identidad (vv. 25-29)
como enviado de Dios y su revelador definitivo (Jn 5, 30; 6, 38).
- ¿Cómo es posible una incomprensión tan
grande? Porque
ellos son “de aquí abajo”, “de este mundo”
(v. 23), mientras que él es “de allá
arriba”: un abismo media entre ellos. Sólo la fe lo puede llenar, porque
hace que elevemos las miras. Y Jesús nos invita precisamente a eso. A pesar de
todo, continuaron los malentendidos: “ellos no comprendieron”.
- Jesús es signo de contradicción, y lo será
sobre todo cuando sea elevado en la cruz, donde, dando cumplimiento al designio
de salvación, revelará los pensamientos secretos del corazón y manifestará
plenamente su identidad de Hijo que dice y hace siempre lo que agrada al Padre.
Y mientras se
va profundizando el distanciamiento con los adversarios, la perícopa evangélica
concluye con una inesperada nota de esperanza: “Cuando les exponía esto, muchos creyeron en
él” (v. 30).
CLAVES para la VIDA
- Jesús sigue en un conflicto abierto,
especialmente, con los dirigentes de su pueblo. ¿El motivo? En este capítulo
octavo de Juan, la pregunta clave que se nos ofrece es “¿Quién es Jesús?”.
Quienes descubran en Él al enviado de Dios y le sigan, tendrán vida en
plenitud; esto es, se salvarán. Quienes se obstinan y le rechazan, no le
entienden y, por eso, no aceptan el don de la vida. Es trágico, pero ésta es la
realidad cruda y dura que se nos ofrece.
- Y, al mismo tiempo, se nos plantea que
cuando sea elevado en la cruz, es cuando mejor podemos descubrir todo el
“misterio” del corazón de Dios, todo su designio. Y es que es ahí (según el
“discípulo amado”) donde mejor podemos captar toda la fuerza y toda la
capacidad del amor y de la solidaridad de Dios. Por eso, la Cruz de ser “maldita”, se
convertirá en signo de bendición y de vida. ¡Aquí nos encontramos!
- Todas las referencias que se nos van
haciendo nos conducen a la
CONTEMPLACIÓN de un inmenso regalo, el “misterio” de la
entrega total de Jesús, y ello para manifestarnos plenamente el proyecto de
vida de Dios. Si
no fuera así, sería una locura sin límites y un sinsentido absurdo,
esquizofrénico. Pero no: algo grande e insuperable se nos ofrece... ¿Lo
contemplaré? ¿Lo contemplarás, hermano/a?
MIÉRCOLES,
día 28
Daniel 3, 14-20. 91-92. 95
“... Nabucodonosor
entonces dijo: Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago... que,
confiando en él, desobedecieron el decreto real y prefirieron arrostrar el
fuego antes que venerar y adorar otros dioses que el suyo...”
CLAVES para la LECTURA
- El conocido episodio de los tres jóvenes
hebreos, ilesos en el horno ardiente, contrapone la fe en el único Dios, Yahvé,
a los ídolos del politeísmo, ya sea el babilonio del tiempo del rey
Nabucodonosor o el judaico a lo largo de la persecución de Antíoco IV Epífanes,
que había erigido una estatua a Zeus Olimpo, precisamente en el altar del
templo de Jerusalén.
- Los vv. 17s constituyen el punto
culminante de la narración; escrito para edificar y consolar a los perseguidos
por el nombre de Dios, es válido para todas las épocas. Yahvé es el Dios de la vida y
servirle es optar por la verdadera vida aun cuando ello conlleve sufrimiento o
incluso el martirio. Este testimonio hace perfectamente válida la fe de los que
ponen toda su confianza en Dios y es el mejor modo de hacerlo conocer y reconocer
por los mismos perseguidores (v. 95).
- La narración discurre con profusión de
detalles pintorescos a pesar de ser trágica: confiere solemnidad al relato,
exaltando la superioridad de Yahvé. Aun cuando falte totalmente el culto, Yahvé es y
será indiscutiblemente el único Dios (v. 96), ante el cual es vanidad aún la
más grandiosa pompa de los cultos idolátricos.
CLAVES para la VIDA
- Otra hermosa página donde se nos muestra
la fortaleza de estos jóvenes mártires de Babilonia y que, a pesar de estar en
un ambiente hostil, a pesar de las órdenes y amenazas, saben mantener su
identidad de creyentes en el Dios de Israel. En medio del martirio y de la
tortura, son un ejemplo viviente de libertad, mucho más libres que el rey que
ha firmado la condena. Escrito, sin duda alguna, para animar y fortalecer a los
perseguidos a causa de su fe, también hoy sigue teniendo validez su mensaje y
su testimonio de vida y de fidelidad.
- Es claro que esa libertad, que muestran
los jóvenes, adquirirá su expresión más plena en la persona de Jesús, como nos
mostrará el texto evangélico y en tantos otros pasajes de los evangelios. Y es que aunque parezca una
paradoja, en la actitud de Jesús ante el Padre y sus designios, que incluyen
entrega total y servicio a favor de los hermanos, es donde Jesús nos muestra su
máxima libertad y capacidad de decisión.
- A “gustar” de esta ESCUELA de libertad y
de disponibilidad somos invitados sus seguidores, hoy y aquí, especialmente en
estos DÍAS SANTOS. Experimentar
en el acompañamiento cercano y fiel, casi en el contacto físico, toda la fuerza
que Él vive y así hacerlo nuestro; sentir que Dios no falla (aunque las
apariencias digan otra cosa), que la confianza en Él merece la pena, es la gran
lección que el Maestro, Jesús, nos quiere enseñar estos días.
Evangelio: Juan 8, 31-42
“... Si os mantenéis
en mi palabra seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad y la
verdad os hará libres... Os aseguro que quien comete pecado es esclavo... Si
Dios fuera vuestro padre me amaríais, porque yo salí de Dios y aquí estoy. Pues
no he venido por mi cuenta, sino que él me envió...”
CLAVES para la LECTURA
- Hablando a los judíos que se vanagloriaban
de ser descendencia de Abrahán (v. 33) y por consiguiente libres, Jesús hace
una serie de puntualizaciones sobre el tema de la fe y el discipulado (v. 31),
de la libertad y el gozo de la intimidad familiar (vv. 32-36), de la filiación
y la paternidad (vv. 37-42).
- En un crescendo altamente dramático, la
revelación de Jesús culmina proclamando su divinidad (v. 58: “Yo soy”),
mientras la terquedad de sus adversarios desemboca en una tentativa de
lapidarle (v. 59), evidente confirmación de su esclavitud al pecado (v. 34),
porque son hijos “del que era homicida desde el principio” (v. 44).
- La fe llevó a Abrahán a fiarse de la Palabra que libera de la
esclavitud del pecado (v. 32). La fe en el Hijo debe llevar a los discípulos a permanecer en él (v.
31), Palabra de Padre, como hijos libres que permanecen siempre en la casa
paterna (v. 35). Quien obra de otro modo manifiesta inequívocamente tener otro
origen (v. 41), intenciones perversas (v. 37) y esclavitud (v. 34), aunque lo
ignore o no quiera admitirlo.
CLAVES para la VIDA
- Sugerente reflexión la que nos ofrece la
página evangélica y nos muestra dónde está la libertad, la más profunda, la que
da sentido. Los
judíos creen ser libres nuevamente por ser herederos de Abrahán; otros, por
desear la independencia de Roma. Aquí se ofrece la reflexión del nuevo Maestro:
si no se liberan de lo que les esclaviza dentro, seguirán en la oscuridad y en
la esclavitud. Al contrario, su propuesta es: “si os mantenéis en mi palabra, conoceréis la
verdad y la verdad os hará libres” (v. 31). Jesús, Él mismo, se
presenta como la fuente de la verdad y de la libertad. ¡Casi nada...!
- Es la verdad el camino que lleva a
plenitud la libertad. Y ser libres significa ser hijos (no esclavos), participar
conscientemente en la familia de Dios. Como el mismo Jesús participa: ahí lo ha
aprendido y por eso puede enseñar a sus discípulos a vivir esa realidad. Es su
oferta, abierta y compartida.
- Ésta es la invitación que también hoy se
nos ofrece a nosotros, sus seguidores. En medio de tanta confusión, de
tanto “seudo” y de tanta “imitación”, Él nos propone entrar en su ESCUELA y
aprender de forma viva y directa, sin dejarnos engañar creyendo que “somos herederos
de Abrahán”. Ésa es la reflexión que nos dirige: “estoy aquí
enviado por él (el Padre)”. ¿Por qué no acoger su propuesta? ¿Por
qué no aceptarlo con gozo, como aquel que ha descubierto el “tesoro escondido”,
por el que merece la pena vender todo? ¡Estamos a tiempo!
JUEVES,
día 29
Génesis 17, 3-9
“... Mira, éste es mi
pacto contigo: serás padre de muchedumbre de pueblos. Ya no te llamarás Abrán,
sino Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre. Te haré crecer sin medida,
sacando pueblos de ti, y reyes nacerán de ti... Dios añadió a Abrahán: Guardad
mi alianza, tú y tus descendientes, por siempre...”
CLAVES para la LECTURA
- La tradición sacerdotal postexílica nos
presenta en este puñado de versículos la vocación de Abrahán, para que el
pueblo vuelva a esperar en la certeza de la alianza (berîth) con Dios (vv. 2. 7; Dt 5, 5-7). De hecho, Israel ha quedado reducido
a un pequeño “resto”, privado de los dones prometidos a Abrahán (v. 8), el
mismo Abrahán al que Dios llamó “padre de una muchedumbre” (v. 5; Gn 12, 2).
- Dios no puede renegar de la alianza,
porque no puede renegar de sí mismo: ése es el fundamento seguro que debe
mantener la esperanza del pueblo, la misma que permitió a Abrahán esperar
contra toda esperanza. Dios es quien ha tomado la iniciativa (17, 1s), se ha revelado (v. 1) y
ha manifestado a Abrahán su nuevo nombre -“padre de una muchedumbre” (v. 5)- que le
convierte en protagonista de un designio divino de salvación (v. 6).
- De ahí le viene a Abrahán la exigencia de
corresponder a aquella llamada, que se traduce en el imperativo: “Camina en mi
presencia y sé integro” (v. 1; Dt 5, 7), es decir: “Sé mío -dice el
Señor- porque soy tu Dios” (v. 7). La respuesta de Abrahán es la
postración: “Cayó
rostro en tierra” (v. 3), en actitud de adoración, esto es, de
gratitud que se convierte en escucha. Le permite a Dios que le hable (v. 3).
CLAVES para la VIDA
- La liturgia de ayer nos ofrecía la
convicción de los judíos de ser “herederos de Abrahán” y ahí se encontraba su
seguridad. Hoy,
este relato nos describe cuál es el origen de esa grandeza de Abrahán: es la
relación y la alianza sellada por el mismo Dios con este padre del pueblo
judío. De nuevo, se nos muestra que la iniciativa es del mismo Dios porque su
proyecto es ése y no puede obrar de otra manera y es que Dios no puede renegar
de sí mismo y lo “suyo” es la vida, vida compartida, desde los orígenes a pesar
de la infidelidad del pueblo.
- Abrahán será fiel a esa alianza con Dios,
y eso a pesar de las dificultades en que se vio envuelto, especialmente cuando
Dios le pide al hijo de la promesa. Por eso, porque “creyó” se convierte en “padre de una
muchedumbre”. Pero el caminar de ese pueblo es “otra historia” y así
lo descubrimos en tantos momentos y así nos lo presenta la Palabra de Dios, en las
ocasiones más variadas.
- La actitud de adoración de Abrahán, “cayó rostro en
tierra” (v. 3), supone acogida y escucha, y así será su caminar. He aquí el secreto de su fe y por
qué se nos ofrece como modelo de creyente, también hoy y para nosotros.
“Escuchar a Dios” en nuestra vida, a él que nos habla de tantas formas y en
tantas ocasiones, es todo un objetivo para el creyente. La historia, la vida y
sus acontecimientos, la naturaleza y las personas, su palabra y los
sacramentos... son fuentes de su palabra. Escucharle como Abrahán, acoger
plenamente su oferta... ¡he ahí el dilema de esta Cuaresma y Pascua!
¿Terminaremos animándonos, hermano/a?
Evangelio: Juan 8, 51-59
“... Os aseguro: quien
guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre... Jesús les dijo: Os
aseguro que antes que naciera Abrahán existo yo. Entonces cogieron piedras para
tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo...”
CLAVES para la LECTURA
- El pasaje se abre con la solemne
repetición, por parte de Jesús, del “amén” (v. 51: “En verdad, en verdad...”),
siguiendo la afirmación de que su Palabra es vida y da vida a quien la acoge y
la guarda. El
fuerte contraste con el versículo conclusivo -“tomaron piedras para tirárselas”-
es un signo inequívoco de que la
Palabra ha sido rechazada.
- Entre el primero y el último versículo
tiene lugar el diálogo-encuentro, cuyo último horizonte es la gran antítesis
vida-muerte y, como punto de referencia, la figura de Abrahán, del que los
judíos se consideran descendientes: él es su padre. Al acoso provocador de preguntas,
Jesús sólo responde indirectamente, pero de sus palabras emerge la verdad
fundamental: él se declara Hijo del único Padre verdadero, buscando su gloria.
El Padre es el que le hace hablar y actuar. Por esta razón, sin blasfemar ni
mentir, puede afirmar: “Antes que Abrahán naciera, yo soy”. No hay vida
en el hombre, sino en el reconocimiento de este Dios que se manifiesta en el
Hijo.
- Entre Padre e Hijo se da una comunión
plena. Hacia
esta comunión tiende la historia de salvación de la que Abrahán recibió la
promesa y en la fe entrevió su cumplimiento. Para los judíos, descendientes de
Abrahán según la carne, dicha afirmación es escandalosa. Sus palabras
manifiestan burla y desprecio. El evangelista, con su fina ironía, muestra cómo
precisamente los adversarios de Jesús proclaman, sin darse cuenta, la verdad
sobre él en el mismo momento en que pensaban denigrarlo como pobre loco: “¿Eres tú más
importante que nuestro padre Abrahán?”. La pregunta es retórica,
pero no en el sentido que pretenden los judíos, sino precisamente en el
contrario. ¡Jesús “es” (v. 58) antes y por siempre, es decir, es
Dios! (Jn 1, 1).
CLAVES para la VIDA
- Aquellos que se vanaglorian de ser
descendientes de Abrahán, no quieren reconocer a Jesús como el enviado de Dios.
No aceptan que
en Jesús quiera sellar Dios una Nueva Alianza con la humanidad y empezar una
Nueva Historia, aquella que precisamente a Abrahán se le había prometido. He
aquí la contradicción en la que incurren los “judíos”, según el evangelista.
- La raíz de la nueva situación, con su
nueva oferta, es la profunda comunión, plena y total, entre el Padre y el Hijo
y ésa es la meta a la que se dirige toda la historia de la salvación. Jesús es el portador de esa Buena
Nueva: sus palabras y sus acciones ofrecen a raudales, a cuantos le aceptan y
creen en Él, ese don definitivo de Dios. Desde esa experiencia arranca la nueva
realidad.
- De nuevo, somos invitados a abrirnos a
esta oferta, gratuita y llena de amor, que Dios nos ofrece en Jesús. Precisamente, toda la preparación
de la Cuaresma ,
es un caminar para acoger plenamente ese don. De hecho, estamos terminando este
camino. ¿Cómo me siento? ¿He hecho “camino” en esa aceptación del don de Dios?
O... ¿acaso estoy estancado, como paralizado y... sin remedio? Él me espera y
me ofrece una nueva oportunidad.
VIERNES,
día 30
Jeremías 20, 10-13
“... Mis amigos
acechaban mi traspiés: A ver si se deja seducir y lo violaremos, lo cogeremos y
nos vengaremos de él. Pero el Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis
enemigos tropezarán y no podrán conmigo... Cantad al Señor, alabad al Señor,
que libró la vida del pobre de manos de los impíos...”
CLAVES para la LECTURA
- La acción profética de Jeremías ya no
puede consistir en llamar al pueblo a la conversión. A lo largo de muchos años no se
ha escuchado su voz. Ahora, por mandato de Dios, debe anunciar que el juicio
divino es irrevocable. El castigo está a punto de caer sobre Israel: Jerusalén
será entregada en manos del rey de Babilonia.
- En esta circunstancia, la más penosa de su
dolorosa experiencia de profeta, derrama su última “confesión” (vv. 7-18),
fragmento sumamente autobiográfico, aunque paradigmático del destino de todo
verdadero creyente. En
unos pocos y conmovedores versículos, se evoca el momento de la vocación (vv.
7-9). No se omiten los momentos desoladores y de rebelión: persecuciones,
calumnias, traiciones, constituyen el tejido de su vida (v. 10). Pero, como Job,
también Jeremías sale victorioso de la prueba: tras el desahogo, brota un acto
puro de fe en Dios (vv. 11-13). Es significativa la solemne declaración
inicial: “El
Señor está conmigo como un héroe poderoso”. Nos remite directamente
a las palabras que Dios mismo dirigió al profeta en el momento de su vocación: “Yo estoy contigo
para salvarte” (Jr 1, 19).
- A lo largo de su arduo camino, aquellas
palabras fueron lámpara para sus pasos. En adelante el profeta no
experimentará más resistencias ni rebeliones. Su vida estará erizada de
dificultades, pero se entrega totalmente al Señor, con la seguridad de que es
él quien salva al pobre perseguido.
CLAVES para la VIDA
- Ayer era Abrahán. Hoy, es Jeremías quien, de nuevo,
nos ofrece la liturgia, como una estampa en la que poder mirarse y descubrir en
él un anuncio y figura de Cristo Jesús en su camino de la Cruz. A Jeremías le tocó
anunciar desgracias y catástrofes a su pueblo si no se convertían de corazón a
su Dios; no fue bien recibido su mensaje e, incluso, tramaron su muerte; y él
era consciente de ello. En la página de hoy, a pesar del drama personal que
vive (y que en otras páginas adquiere tintes de rebelión contra Dios), triunfa
en él la oración confiada en Dios y así sigue adelante en su camino.
- A una semana del Viernes Santo, se nos
vuelve a invitar a mirar, a través de la figura del profeta, a Jesús que vive y
nos propone confiar plenamente en el Dios que no falla. Jesús (como también Jeremías)
experimenta el “Yo
estoy contigo”: he ahí el secreto de toda esa vida, de ese caminar.
Experimentado ese momento, todo adquiere una nueva luz, tanto en Jesús como en
el profeta. ¡Sugerente invitación!
- Y ahí nos encontramos: sólo vale la EXPERIENCIA , hecha
vida y constantemente renovada. Y ese camino vamos recorriendo a través de las diversas etapas
cuaresmales. ¿Qué tal nos vamos sintiendo? ¿Vamos caminando? La verdad es que
ya no nos queda mucho que se diga y... ¡sería una pena que no aprovechemos esta
oportunidad que gratuitamente se nos ha ofrecido! ¡Ánimo!
Evangelio: Juan 10, 31-42
“... Os he hecho ver
muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?
Los judíos le contestaron: no te apedreamos por una obra buena, sino por una
blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios...”
CLAVES para la LECTURA
- Estamos en el contexto de la fiesta de la Dedicación , en la que
se celebra la santidad del templo, es decir, la vuelta al edificio sacro de la
gloria de Dios, alejada por la profanación. Jesús “se pasea” libremente por
el templo bajo el pórtico de Salomón, cuando es rodeado por los judíos: el
choque se hace cada vez más tenso, hasta el punto de que éstos intentaban
lapidarle. Muchas veces, en el pasado, los judíos habían tratado de arrestarle
por las “obras” que hacía (curaciones en sábado...), pero ahora aparece un
único motivo de condena: la blasfemia, al hacerse él, que es un hombre, igual a
Dios (v. 33). Ésta será la acusación alegada ante Pilato.
- Jesús responde puntualmente, en primer
lugar poniéndose en un terreno común con sus acusadores (la Palabra de Dios que no
puede ser desmentida), luego apelando a su misma experiencia (las obras que ha
llevado a cabo). Es
la última tentativa de despertar sus corazones a la fe. Y por eso resulta tan
significativa la urgente insistencia de observar las obras que son “palabras”.
- Si por ninguna de las obras es Jesús digno
de condena, ¿por qué no creer en la verdad de cuanto dice? Pero también esta dolorida y
vehemente llamada es desatendida. Se da una incomunicación total. Jesús se va
“de nuevo” al otro lado del Jordán, fuera de la ciudad santa, donde Juan había
dado testimonio de la verdad, y aquí, donde también surgieron los primeros
discípulos, muchos comenzaron a creer. En la experiencia del mayor rechazo, un
germen de fe anticipa la gracia del acontecimiento pascual.
CLAVES para la VIDA
- En el texto evangélico, seguimos en ese
choque constante de Jesús con las autoridades judías. Nos encontramos, pues, en un
contexto de confrontación, en el que Jesús es acusado de blasfemo; por lo
tanto, algo grave en aquella realidad social y religiosa. De ahí que quieran
apedrearle; la ceguera y la obstinación es la nota de los adversarios.
Mientras, Jesús presenta el aval del Padre porque realiza sus obras, pero no es
aceptado.
- Una vez más, la reflexión que sugiere este
relato es que cuando no se quiere ver... ¡es terrible! La idea religiosa,
sus “principios de siempre”, pueden más en sus vidas que lo que ahora mismo
pueden ver y descubrir. De ahí que Jesús es rechazado por aquellos que debieron
aceptarlo más fácilmente porque conocen las Escrituras y lo que anunciaban del
Mesías. Ahora que lo tienen delante, están ciegos. No pueden verle. ¡Qué
paradoja!
- Ante los acontecimientos que vamos a
celebrar en la Semana
Santa , podría ocurrirme algo parecido: “siempre lo mismo; lo hemos celebrado tantas veces...”, que me haya
vuelto impermeable. Sería
terrible, pero pudiera ocurrir... ¡por desgracia! Abrirme a la novedad,
preparar el corazón a contemplar y experimentar... ¡ES NECESARIO!
SÁBADO,
día 31
Ezequiel 37, 21-28
“... Ellos serán mi
pueblo y yo seré su Dios... y mi siervo David será su príncipe para siempre...
Y sabrán las naciones que yo soy el Señor, el que consagra a Israel, cuando
esté entre ellos mi santuario para siempre...”
CLAVES para la LECTURA
- En la segunda fase de su ministerio
profético, después de haber predicado el castigo, Ezequiel anuncia
simbólicamente (vv. 16s) la vuelta de Israel del destierro (v. 21) y la
reunificación en un solo pueblo en los montes de Israel (v. 22), bajo la guía
de un único rey-pastor (vv. 22. 24). El castigo anunciado ya ha tenido lugar (la deportación del año 586 a . C.): pero tiene un
carácter terapéutico y es temporal, con vistas a purificar la idolatría (v. 23)
y curar las desobediencias (v. 24).
- La promesa de Dios, por el contrario, es
una alianza de paz eterna (v. 26): el Espíritu del Señor reposa en su pueblo
(v. 14) y el pueblo está llamado a reposar en la tierra de su Dios (vv. 25s),
en paz y prosperidad (vv. 26-28). Dios morará en medio de su pueblo para siempre (vv.
27s).
- Esta realidad revelará a todos quién es
Yahvé: “El
Señor que consagra a Israel” (v. 28), y quién es Israel: el pueblo
consagrado por la presencia de su Dios. En términos más familiares, como
dice Dios por boca del profeta: “Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (v. 27),
con toda la carga afectiva manifestada en estos posesivos.
CLAVES para la VIDA
- A las puertas de la GRAN SEMANA es hermoso
escuchar y meditar este anuncio del profeta de parte de Dios. Ha terminado el tiempo de la
prueba y Dios va a actuar, y es que sigue en pie su proyecto originario, el que
sigue marcando la pauta de toda la historia. Por eso Dios se adelanta de nuevo
a manifestar públicamente su firme compromiso de sellar una NUEVA Alianza de paz
con este pueblo, a quien ama profundamente, y por eso perdona sus pecados, le
enviará un pastor único que le conduzca por caminos adecuados, y le hará vivir
en la tierra prometida. ¿Cabe un proyecto mejor?
- Y es que este Dios y este pueblo está
unidos para siempre, se necesitan mutuamente: Dios no puede negarse a sí mismo
porque su amor no lo permite; y este pueblo necesita de Dios porque en él está
la plenitud y la salvación. En el “Yo
seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (v. 27) hay una enorme carga
afectiva y de compromiso, con peso singular, y que marca profundamente esa
relación.
- Así nos prepara la liturgia a este momento
culmen, en el que Dios va a sellar la “alianza definitiva” (mucho más allá de
lo que el profeta anunciaba) en Cristo Jesús. La Semana Santa (a sus puertas nos encontramos)
nos ofrece el gustar, profundizar, remover y experimentar todo ello. Dios no se
arrepiente de su proyecto. Y... ¿tú?
Evangelio: Juan 11, 45-57
“... ¿Qué estamos
haciendo? Este hombre hace muchos milagros. Si lo dejamos seguir, todos creerán
en él... Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo:
Vosotros no entendéis ni palabra: no comprendéis que os conviene que uno muera
por el pueblo, y que no perezca la nación entera...”
CLAVES para la LECTURA
- Después del “signo” de la resurrección de Lázaro, las autoridades judías están
ya decididas a matar a Jesús, considerado un hombre peligroso. Si continúa haciendo milagros,
ciertamente la muchedumbre, que ya había querido proclamarlo rey, lo declarará
libertador de la nación, suscitando el furor de los romanos. Consiguientemente
el templo podría ser destruido. Hay que evitar de cualquier modo este peligro.
- La decisión muestra la ceguera total de
los jefes respecto a Jesús. Desde la primera Pascua Jesús había anunciado ser el nuevo templo,
punto de convergencia de Israel y de toda la humanidad, pero no comprendieron
sus palabras. Entonces intervino Caifás con su propia autoridad. Ya no le acusa
de blasfemia, ni la ilegalidad de los actos de Jesús constituye el tema de su
discurso; de su boca salen palabras dichas por “razón de Estado”, dictadas por
interés político. El individuo debe ser sacrificado “por” el bien común. Y con estas palabras, sin querer, se convierte
en profeta.
- Ciertamente, la misión de Jesús consiste
en reunir a los hijos dispersos y formar con todos un único pueblo nuevo, en la
unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y esto acontece porque él da la
vida “por” los hombres. De este
modo, en el plano histórico el sanedrín decide la muerte de Jesús, pero en
realidad -y Juan se desplaza al plano teológico- el Padre está llevando a cabo
su designio de salvación gracias a la adhesión filial de Cristo a su obra.
CLAVES para la VIDA
- El desenlace del drama ya está cercano: se
ha reunido el Sanedrín; asustados por el eco que la resurrección de Lázaro ha
tenido en el entorno, deciden deshacerse de Jesús, porque es considerado un
hombre peligroso a todos los niveles. Es verdad que el evangelista, con cierta ironía,
comenta que hasta sus propios enemigos “profetizan” acerca de Jesús y de la
eficacia de su muerte. Por supuesto, el evangelista proclama su propia fe y la
fuerza de esa muerte.
- Y es que, una vez más, Dios se sirve hasta
del mal para llevar a cabo su plan de salvación: la decisión del Sanedrín, es
leída por el evangelista de esta manera. Dios sigue adelante en ese su
proceso de vida, y aunque tenga que asumir la muerte de Jesús para realizar en
plenitud ese proyecto, lo acepta y lo sostendrá en esos momentos tan impresionantes.
Hasta aquí nos ha traído la liturgia y nos “deja” a las puertas de los
acontecimientos.
- Hemos llegado al final de este camino
Cuaresmal; ahora podemos “mirar hacia otro lado”, o entrar y participar en todo
cuanto se va a vivir y celebrar estos días. Acompañar y estar cerca;
contemplar y empatizar con el Jesús sufriente, valiente y generoso hasta la
entrega; y terminar triunfando con él en la Pascua... éste es el
plan para estos días. ¡Buen ánimo!
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