sábado, 17 de marzo de 2012


CUARESMA - Semana 4ª



18-24 de Marzo de 2012



IV DOMINGO, día 18




2 Crónicas 36, 14-16. 19-23

“… El Señor, el Dios de los Cielos me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!...”



CLAVES para la LECTURA

- Esta primera lectura de hoy está tomada del Segundo libro de las Crónicas, cuyo último capítulo narra el trágico final del reino de Judá. Según este libro, la conducta del rey Sedecías (vv. 11-13, que no leemos hoy) de las autoridades y del pueblo (vv. 14-16) no pudo ser peor; en el texto vemos al pueblo acusado de haber despreciado a los profetas que Dios le enviaba para avisarle del mal camino que llevaba.

- Este fragmento, pues, es una lectura sintética en clave teológica de la historia del Reino de Judá: se desatiende la alianza con Dios, domina el influjo de los cultos idolátricos, el templo de Dios está contaminado. A la infidelidad creciente del pueblo, Dios opone la delicadeza de un amor fiel. Envía profetas para llamar al camino de la verdad, pero en vano. Para conducir al pueblo a la salvación deberá entonces hacer que pase por el crisol del sufrimiento: la devastación del templo y la ciudad, la amargura de un largo destierro, devolviendo a la tierra de Judá el reposo sabático del que se había visto privada.

- Los versículos conclusivos (22s), que aparecen literalmente en Esdras 1, 1-3b, contienen el edicto de Ciro y ponen una nota de optimismo y esperanza. Yahvé, Señor de la historia, confía a un rey extranjero la tarea de reconstrucción del templo de Jerusalén. No se trata sólo de una obra material, pues está unida a la restauración moral y espiritual. La referencia continua a la palabra de los profetas (vv. 15. 21s) subraya la fidelidad-verdad de Dios: él actúa siempre según un designio de salvación, pero exige al hombre la acogida dócil y la colaboración activa.



CLAVES para la VIDA

- Una vez más, se destaca la actitud del pueblo escogido que, a pesar de todas las predilecciones de Dios, no ha sabido corresponder ni mucho menos al Pacto asumido por ambas partes. De ahí que Dios se siente libre de sus compromisos y abandona al pueblo a su suerte, y con un objetivo claro: que Israel tome conciencia de su conducta y se decida a volver a la relación amistosa con el Dios que le cuida y salva, como en tantas ocasiones ha hecho y ahora desea hacerlo de nuevo.

- Y es que los deseos de Dios no son el castigo ni la venganza para con el pueblo. Al contrario, su proyecto es de vida para con este pueblo al que ama con ternura entrañable, e incluso se servirá de un rey “pagano” (no perteneciente al pueblo de la elección) para llevar adelante sus planes de vida y de reconstrucción. Israel, pues, debe escuchar a los enviados por este Dios, a sus profetas, y así asumir su propia situación de infidelidad y de pecado, y renovar -desde dentro- los compromisos de la Alianza, haciendo realidad lo sellado con este Dios de la vida. Así nacerá la auténtica comunidad, el verdadero pueblo, fiel a Yahvé. Algo nuevo está surgiendo.

- Siempre la historia del pueblo de Israel es un espejo donde mirarse para descubrir la propia historia personal, porque ella es como una parábola para nosotros. Cambiarán las idolatrías, se sucederán las situaciones más diversas, pero… en el fondo, es la infidelidad al Dios de la Alianza lo que emerge, también en nuestra vida. De ahí que seguir escuchando sus invitaciones, a través de las diversas mediaciones… ¡sigue siendo una tarea para nosotros, hoy y aquí! Pero incluso algo más: ser esa voz profética que denuncia las infidelidades, y esa palabra que anuncia los deseos de vida por parte de Dios… ¡también sigue siendo un quehacer para nosotros! ¿Estaremos dispuestos/as, hermano/a?



Efesios 2, 4-10

“… Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo… Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para que las practicásemos…”







CLAVES para la LECTURA

- Creando un fuerte contraste con los versículos precedentes -donde se pinta un cuadro de muerte y de pecado-, Pablo describe el designio de salvación del Señor. Amor y vida son los dos términos esenciales. La redención revela que Dios es amor y gracia a rebosar. El mediador de la salvación es Jesucristo: asumiendo un cuerpo semejante al nuestro, con su muerte vence nuestra muerte, con su resurrección nos abre el camino.

- Como don gratuito, la humanidad ha sido asociada a la glorificación de Cristo. Como ya aparecía en la Carta a los Romanos, el apóstol utiliza un léxico sumamente significativo para poner de relieve la participación en la suerte de Cristo: con-vivificados, con-resucitados, sentados con él en los cielos (vv. 5s).

- En virtud de esta unión con él, la naturaleza y la historia del mundo resultan, a los ojos del Padre, unitarias y sencillas: son la misma historia de Jesús. Volviendo con la afirmación del v. 5, Pablo desarrolla el tema de la gracia. La omnipotencia de Dios se manifiesta en su amor. Frente a esta gratuidad, desaparece toda obra humana o, mejor, el mismo hombre se convierte en nueva criatura y sus obras no son sino el desbordar de la gracia divina en él. Desaparece cualquier asomo de vanagloria: sólo hay lugar para la gratuidad, la Eucaristía.



CLAVES para la VIDA

- El apóstol Pablo lo tiene claro: la iniciativa es totalmente de Dios, es gratuita, no merecida, no conseguida, ni siquiera mediante la súplica. La única razón verdadera de la salvación es el puro amor y la misericordia de Dios. No se debe ni depende de las buenas obras ni ninguna otra actividad humana. Es un puro don. Lo único que podemos hacer es ACEPTARLO, y el medio para aceptarlo es la fe: abrirse a Cristo, fiarse totalmente de Él. No hay, pues, posibilidad de presentar factura alguna ante Dios, ni méritos ni derechos adquiridos (gloriarse, en terminología paulina). Cualquier acción humana es inútil para merecer ser hijos de Dios.

- Que no nos salvemos por nuestras obras, no significa que Dios no quiera que obremos bien; pero por otros motivos: no para salvarnos, ni para hacer méritos, ni para nada parecido; sino porque, una vez unidos a Dios, no podemos vivir de otro modo sino cumpliendo su voluntad. Y este cambio en la persona es semejante a un paso de la muerte a la vida; así de profundo. Es una creación, dirá Pablo en el v. 10. Y ese cambio en las personas se produce por la comunión con el Señor: con-vivificar (v. 5), con-resucitar y con-sentar (v. 6), esto es, el creyente corre la misma suerte de Cristo Jesús.

- Está claro: la salvación no es sólo perdón de los pecados, sino PARTICIPACIÓN en el modo de vida del Hijo, en su condición de Resucitado y este cambio ya se ha producido y no es preciso esperar su comienzo en el mundo futuro. ¡Inmensa propuesta y, además, gratuita! Aquí nos encontramos nosotros, inmersos en esta novedad y en la suerte de haberlo conocido, gustado y experimentado en nuestro propio caminar creyente. ¡Ahí es nada…! Hermano/a, no nos basta con “saberlo”; es necesario vivirlo y anunciarlo para que otros/as lo conozcan, lo vivan y lo experimenten. Volvamos a recordárnoslo: ¡Nos queda tarea!



Evangelio: Juan 3, 14-21

“… Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna…”



CLAVES para la LECTURA

- En la presente lectura, que continúa la respuesta a Nicodemo, Jesús revela su propia identidad y la suerte que le espera, la misión recibida del Padre y su desenlace entre los hombres. Después de haberse identificado con la figura gloriosa del Hijo del hombre bajado del cielo (v. 13), Jesús se parangona con la serpiente de bronce que Moisés había alzado en el desierto para librar de la muerte segura al pueblo pecador (Nm 21, 8s).

- Para comprender el pasaje, es preciso adentrarse en el mundo de los símbolos, tan característico del cuarto evangelio. La serpiente recuerda la muerte, pero también su antídoto. De hecho, en la civilización en contacto con Israel, la serpiente era figura de la fecundidad. La elevación de Jesús en la cruz como maldito, aunque represente el culmen de la ignominia, constituye también el máximo de su gloria. Encontramos aquí la primera expresión de la teología joanea que hace coincidir la elevación en la cruz con la glorificación de Cristo, porque precisamente en la cruz se manifiesta en todo su esplendor el amor salvífíco de Dios.

- Todo esto lo desarrolla en los versículos sucesivos: es el amor el que mueve al Padre a entregar al Unigénito para que el hombre pase del pecado a la vida eterna (v. 16). Pero este don exige la acogida de la fe: en el desierto había que mirar a la serpiente de bronce, ahora se debe creer en Jesús. El envío del Hijo es para una misión de salvación (v. 17), y cada uno, con su adhesión o su rechazo, hace una opción que implica un juicio.

- Al final de esta revelación, a la que Jesús ha llevado a Nicodemo -y, con él, a todos los hombres-, al discípulo no le queda otra cosa que hacer suya la invitación a la conversión y al cambio radical de vida. La luz de Jesús es tan penetrante que derriba toda seguridad humana y todo orgullo, hasta el más escondido. Quien acepta a la persona de Jesús y deja sitio a un amor que lo trasciende, encuentra lo que nadie puede conseguir por sí mismo: poseer la verdadera vida.



CLAVES para la VIDA

- Con esta reflexión del evangelista, llegamos al núcleo de la fe cristiana y de la revelación: la iniciativa es de Dios mismo y es una acción de salvación. Dios, pues, según el “discípulo amado” siempre actúa para bien, y nunca para condenar. Y, de hecho, la gran novedad de Jesús es ésta: realizar las obras que son portadoras de vida para así llevar a cabo el proyecto de Dios: Jesús cuando acoge, perdona, busca... Dios mismo está actuando en Él. ¡Hermoso, muy hermoso el mensaje que se nos ofrece!

- Pero este proyecto de Dios, puede ser aceptado o puede ser rechazado: he aquí el dilema donde se encuentra todo ser humano. Según el evangelista, aceptarlo es aceptar la persona de Jesús; esto es, dejarse iluminar por su luz, y esto tiene consecuencias muy claras en la vida, porque ése que acoge la luz, obrará según Jesús. El que la rechaza, opta por la oscuridad; su vida será un camino en las tinieblas.

- De nuevo, es necesario recordarnos que todo esto no es cuestión de ideas o principios, sino algo mucho más vital: soy yo el que ha sido y sigue siendo amado por Dios; soy yo al que se me ofrecen los frutos de la entrega y de la resurrección de Jesús, el Señor. Personalizar mi fe, hacerla más vital, algo que afecta directamente a mi caminar de cada día, es el objetivo último de este tiempo cuaresmal. ¿De acuerdo, hermano/a?







LUNES, día 19:  San José, esposo de la Virgen




2 Samuel 7, 4-5a. 12-14a. 16

“... Pues bien, di esto a mi siervo David: Así dice el Señor de los Ejércitos: Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel... Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia y tu trono durará por siempre. Natán comunicó a David toda la visión y todas estas palabras...”





CLAVES para la LECTURA

- La profecía de Natán, uno de los textos fundamentales del mesianismo real, derriba por completo el proyecto de David. Pretendía éste construir un templo que fuera digno del arca de Dios en la ciudad santa (2 Sm 7, 1-3). El oráculo se abre con una pregunta retórica, «¿Eres tú quien me va a construir una casa para que viva en ella?» (v. 5), está en relación con la afirmación antitética del v. 11: «Además, el Señor te anuncia que te dará una casa». Viene, a continuación, la referencia al éxodo, como ocurre cada vez que se hace mención de la alianza, insistiendo en la tienda y en las peregrinaciones del desierto: la presencia del Señor no puede quedar aprisionada en un lugar y en un edificio.

- A la mención del éxodo va unido el recuerdo de las acciones en favor del rey. El poder de David depende únicamente de la intervención de Dios: él lo tomó de los pastos, le dio la victoria (la «paz con todos tus enemigos», se repite en esta perícopa tres veces), dará estabilidad al pueblo en la tierra y engrandecerá el nombre del rey. No será David quien construya el templo, sino, al contrario, es el Señor quien le dará una casa: la contraposición queda subrayada con la repetición del mismo vocablo, «casa», para designar tanto al templo como a la dinastía davídica.

- Sólo después de la muerte de David, suscitará el Señor su linaje (v. 12). Como sucede a menudo en los oráculos proféticos, hay dos posibles niveles de lectura: la referencia inmediata iría dirigida a Salomón, que será quien construya el templo; en segunda instancia, la profecía se refiere al Mesías futuro. El Mesías construirá «una casa» al Nombre de Dios, su reino durará para siempre, y es a él a quien se aplica la fórmula de adopción: «Seré para él un padre y él será para mí un hijo» (v. 14).





CLAVES para la VIDA

- Este texto y profecía se convierte en un canto magnífico sobre cuáles son los planes de Dios para con David y sobre el futuro del pueblo de Israel. Es un canto en el que se valora, no lo que David ha hecho para Dios, sino lo que Dios ha hecho para David. La “casa-edificio” que el rey quería levantar es sustituida por la “casa-dinastía” que Dios tiene programada, la “casa de David”.

- De nuevo, se recuerda que la INICIATIVA es del mismo Dios, como ha ocurrido y ocurrirá tantas veces. Mucho más, a la hora de hacer realidad “una casa” definitiva en el Mesías Salvador, como siempre se ha leído e interpretado esta profecía. Dios, pues, sirviéndose de mediaciones humanas, sigue llevando adelante sus planes de salvación y de vida: Tu casa y tu reino subsistirán para siempre ante mí...” (v. 16)

- Como siempre, es sugerente volver a escuchar estos anuncios y profecías, que nosotros podemos “contemplar” ya realizados. Dios es fiel a sus promesas y no nos abandona a nuestra suerte: es el gran mensaje que se nos recuerda de forma ininterrumpida. Aquí participamos de este don y regalo del mismo Dios. Acogerlo con sencillez y humildad; disfrutarlo y ofrecerlo a los demás, hecho vivencia gozosa... ¡es la gran MISIÓN!





Romanos 4, 13. 16-18. 22

“... Todo depende de la fe, todo es gracia... Al encontrarse con el Dios que llama a la existencia lo que no existe, Abrahán creyó. Apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza...”





CLAVES para la LECTURA

- Pablo desarrolla la lección que se desprende de la vida de Abrahán, estableciendo un fuerte contraste entre la ley y la justicia que procede de la fe. En primer lugar, el apóstol pone bien de manifiesto que la promesa de Dios a Abrahán no depende de la ley (v. 13); de este modo, se establece de una manera inequívoca que la promesa de Dios es absoluta, previa e incondicionada. No hay ley, ni siquiera la mosaica, que pueda condicionar la promesa de Dios. Es cierto que, al prometer, Dios se compromete con nosotros en el amor y en la fidelidad, pero lo hace siempre en medio de su más absoluta libertad.

- Por otro lado, Pablo afirma que la fe es la única vía que conduce a la justicia, esto es, a la acogida del don de la salvación. De ahí que los verdaderos descendientes de Abrahán no sean los que viven según las exigencias y las pretensiones de la ley, sino los que acogen el don de la fe y lo viven con ánimo agradecido y conmovido. Desde este punto de vista, Pablo define como «herederos» de Abrahán a los que han aprendido de él la lección de la fe, y no sólo la obediencia a la ley. Se trata de una herencia extremadamente preciosa y delicada, porque solicita y unifica diferentes actitudes de vida, todas ellas reducibles a la escucha de Dios, que habla y manda, que invita y promete.

- La fe de Abrahán, precisamente por estar íntimamente ligada a la promesa divina, también puede ser llamada «esperanza»: «Contra toda esperanza creyó Abrahán» (v. 18). De este modo, entra Abrahán completamente en la perspectiva de Dios, esto es, de aquel «que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen» (v. 17b). Y así, mediante la fe, todo creyente puede llegar a ser destinatario, y no sólo espectador, de acontecimientos tan extraordinarios que únicamente pueden ser atribuidos a Dios.



CLAVES para la VIDA

- El apóstol Pablo, convertido de sus convicciones farisaicas desde el encuentro de Damasco, con enorme fuerza y convicción, presenta las nuevas claves de su vida: es la FE, y no el cumplimiento de la ley, lo que lleva a la salvación. Y es que la promesa de Dios, la de la PLENITUD, no está condicionada por la respuesta del hombre. Antes bien, es previa y gratuita: éste es el modo de proceder de Dios y así lo seguirá siendo, como se encargará el mismo Jesús de ponérnoslo en claro y definitivamente. El amor incondicional de Dios es anterior a todo el resto.

- Acoger el don de la salvación: ésa es la respuesta del hombre que se expresa en la FE, como lo vivió Abrahán: contra toda esperanza creyó (v. 18). Vivir con gozo y agradecimiento es la actitud más sana y correcta, la mejor respuesta al inmenso don, a la herencia prometida y hecha realidad para cuantos, como el viejo patriarca, se fían de Dios y se ponen a su disposición. ¡Tarea constante y para toda la vida!

- Una vez más, este gran testigo, que es Pablo, sigue insistiendo y ofreciéndonos el tesoro que él ha descubierto en el encuentro con el Señor Jesús: Dios ha hecho realidad sus promesas y es necesario abrirse a Él y acoger con gozo inmenso el don por excelencia. Es también, hoy, la invitación que me hace. Por cierto, como lo vivió también el bueno de José, a quien festejamos, abriéndose a los planes de salvación de Dios y poniéndose a su disposición, de forma plena y total. ¿Cuál es la CLAVE que prevalece en ti, hermano/a: las “obras” o el “don de la fe”? ¿Qué es lo que “mueve” nuestra vida? ¡Ánimo!





Evangelio: Lucas 2, 41-52

“... Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre, y cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres… Le dijo su madre: Hijo ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados. Él les contestó: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?...”





CLAVES para la LECTURA

- El relato de la pérdida y hallazgo de Jesús en el templo es una escena de vida familiar. El contexto está representado por dos breves descripciones de la vida de Nazaret: el viaje anual a Jerusalén para la Pascua (Dt 16, 16) y el retorno a casa de la familia de Jesús, donde él permanece sumiso a sus padres como un hijo cualquiera.

- El significado teológico del episodio, sin embargo, es mesiánico y el gesto de Jesús es profético. Jesús afirma conocer bien su misión y anuncia la separación futura de sus padres. Cuando la madre lo encuentra en el templo lo interpela: «Tu padre y yo te buscábamos angustiados» (v. 48); y Jesús responde con convicción: «¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?» (v. 49). Al decir «tu padre», María entendía referirse a José; pero cuando Jesús dice «mi Padre» está refiriéndose a Dios.

- Hay un contraste neto y significativo en esto, porque Jesús trasciende a sus padres. Jesús reivindica el primado de la pertenencia al Señor y la prioridad de la propia vocación. Sin embargo, inmediatamente después. Jesús regresa a Nazaret y permanece sumiso y obediente a los suyos.





CLAVES para la VIDA

- Lo que nos presenta esta escena constituye una especie de parábola que representa el contenido de toda la existencia de Jesús. Y para mostrar mejor los contrastes, se le presenta como un niño, pero en realidad se alude aquí a su vida entera: naciendo y viviendo en una familia concreta, Jesús la trasciende para mostrarnos el misterio de Dios mismo; de ahí que Él debe ocuparse de las cosas de su Padre. Por eso, María y José quedan a la expectativa; mientras que Jesús va creciendo en esa intimidad singular con el Padre, que le marcará para siempre.

- Esto nos indica que también Jesús ha ido creciendo, descubriendo y profundizando “las cosas de su Padre”, como el camino que marcará toda su existencia y al que se dedicará con todo su ser y sus fuerzas: es el REINO de DIOS, que Dios ha decidido inaugurar de forma definitiva en la historia humana para transformarla desde las mismas raíces y de acuerdo con su proyecto de vida. He aquí la clave que el evangelista nos adelanta ya y que describe toda la vida de Jesús; paso a paso nos va ir presentando a este “Niño”.

- Sin duda alguna, este relato del evangelio nos está “hablando” de algo que está “más allá”, más allá de una mirada superficial, incluso, “piadosa”. Desde ya, se me pide una fe en ese “niño”, que es como todos los niños: dependiendo de sus padres, creciendo y aprendiendo a abrirse a los proyectos de Dios. Son muchos años de silencio por un lado, y de profunda intimidad con “su Padre” por otro. Así se me ofrece este Jesús. Y ahí están también esos personajes singulares, María y José, que se ven forzados a recorrer ese camino de búsqueda y de apertura a Dios, para ir “comprendiendo” a ese hijo que vive con ellos. ¿Cómo le sientes tú, hermano/a, a este Niño que vive en esta familia de Nazaret?





MARTES, día 20




Ezequiel 47, 1-9. 12

“... En aquellos días el ángel me hizo volver a la entrada del templo; del zaguán del templo manaba agua hacia Levante... Me dijo entonces: ¿Has visto, hijo de Adán? Me condujo a la vuelta por la orilla del torrente. Al regresar vi a la vera del río una gran arboleda en sus dos márgenes...”



CLAVES para la LECTURA

- Debido al clima árido de Palestina, las fuentes se consideran con frecuencia símbolos del poder vivificador de Dios. Por eso, a veces, en las inmediaciones de una fuente se erigía un santuario. En la visión de Ezequiel, este poder de vida nueva mana del zaguán del mismo templo y fluye hacia oriente, por donde regresó la Gloria del Señor a morar en medio del pueblo vuelto del destierro. Al principio, es un pequeño arroyo de agua insignificante, comparado con los grandes ríos mesopotámicos, pero va creciendo cada vez más y más hasta convertirse en un río navegable.

- Es sugestivo el contraste entre la medida exacta y calculada siempre igual por el ángel y el crecer sin medida del agua, cuyo poder debe experimentar el profeta en su cuerpo (vv. 3b. 4b). A él se le revela la extraordinaria fecundidad y eficacia de la fuente: llena de vegetación el territorio, sana el mar Muerto, hace que abunden los peces y que prosperen las gentes (vv. 7-10); los árboles frutales dan cosechas extraordinarias: el agua que viene de Dios sana y fecunda la tierra que recorre.

- El Nuevo Testamento recogerá y llevará a plenitud la simbología: Jesús es el verdadero templo del que brota el agua viva del Espíritu (Jn 7, 38; 19, 34) por medio de la regeneración con esta agua vivificante y medicinal (Jn 3, 5).



CLAVES para la VIDA

- Toda una parábola la que nos ofrece la visión de Ezequiel y que nos vuelve a invitar a mirar hacia la Pascua, con toda la fuerza que conlleva. Las aguas brotan del Templo, esto es, del mismo “corazón” de la fe de Israel, del mismo Dios, y esas aguas purifican y curan todo a su paso, hacen que los campos produzcan frutos y que el mar Muerto se llene de vida. Está apuntándonos al paraíso inicial de la humanidad, al proyecto original, al “sueño” de Dios.

- Esta agua nos pone delante nuestro Bautismo y, también, la Noche de Pascua: de Cristo Resucitado brota el agua que apaga nuestra sed y fertiliza nuestros campos. Su Pascua, pues, es fuente de vida, la acequia de Dios que riega y alegra nuestra ciudad, nuestra realidad personal.

- Se nos sigue apuntando hacia delante, hacia la gran fiesta de la Pascua, donde todo se hace nuevo, si le dejamos actuar en nuestra vida. También yo voy caminando hacia ese encuentro definitivo porque es transformador. ¿Cómo me voy sintiendo ante su proximidad? ¿Lo deseo? ¿Lo deseo ardientemente, aunque me pueda “quemar”? Es una nueva oportunidad para mí. ¡También para ti, hermano/a!



Evangelio: Juan 5, 1-3. 5-16

“... ¿Quieres quedar sano? El enfermo le contestó: Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado... Mira, has quedado sano, no peques más no sea que te ocurra algo peor...”



CLAVES para la LECTURA

- Jesús, salvación de Dios, decide atravesar los soportales de miserias humanas que se reúnen junto a la piscina de Betesda, en Jerusalén. Allí se encuentra con una en particular. Su palabra se dirige a ese pobre paralítico que lleva enfermo treinta y ocho años, casi toda su existencia. Después de tan larga espera, ¿qué puede pedir de bueno a la vida?

- La pregunta aparentemente obvia de Jesús (v. 6) despierta la voluntad de este hombre y, por un simple mandato (v. 8), recobra la fuerza: carga con su camilla, compañera de tantos años de enfermedad, y camina llevándola consigo como testimonio de su curación. Jesús renueva la vida, cosa que no podrían hacer los ritos supersticiosos, ni siquiera la Ley: quien se queda bloqueado en su interpretación literal, en la rigurosa observancia del sábado, es un paralítico de espíritu, un ciego de corazón. A diferencia de aquel enfermo, no quiere curarse y su rigidez se convierte en hostilidad.

- En el templo, Jesús se encuentra con el hombre curado y le dirige la palabra clara y exigente (v. 14), de la que se desprende que hay algo peor que 38 años de parálisis: el pecado, con sus consecuencias. Jesús no quiere renovar la vida a medias: si no se nos libera de las ataduras del pecado, de nada nos sirve que se nos desentumezcan los miembros. Es una libertad por la que debemos optar cada día: ¿Quieres quedar sano?... No peques más.



CLAVES para la VIDA

- Está claro: ni la Ley, ni los ritos supersticiosos, ni el mismo templo consiguen curar a aquel enfermo paralítico, ni siquiera en “38 años”, esto es, toda una vida. Aquí es donde se hace presente el “agua de Jesús” y éste sí que es capaz de curar. Su palabra es más fuerte que todos los bloqueos, cura y hace revivir desde dentro, incluso perdonando los pecados. Desde la nueva situación, desde la curación, aquel hombre es invitado a vivir de otra manera: No peques más.

- Jesús, pues, no sólo cura unos miembros atrofiados, sino que además libera a aquel enfermo de las mismas raíces, que provienen del pecado. Sin duda alguna, este enfermo está simbolizando al pueblo de Israel, en su larga peregrinación por el desierto, que encuentra en Jesús a su salvador y que le introduce en la tierra de la promesa. Si bien, no es Israel el que llega a la fe, sino el mismo Jesús quien toma la iniciativa de curar al enfermo, de darle la vida, a la que es llamado.

- Hermosa la propuesta que se me sigue haciendo: poderme encontrar con aquel que puede liberarme desde la raíz, desde lo más profundo, que no sólo cura mis males externos, sino del mismo pecado, raíz de todos los males. Ésta es la oferta que Dios me hace en Jesús. ¿Me decidiré por fin...?







MIÉRCOLES, día 21




Isaías  49, 8-15     

“... Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo, se compadece de los desamparados... ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré...”



CLAVES para la LECTURA

- El Siervo de Yahvé experimenta el desaliento y el fracaso, pero Dios le infunde nuevos ánimos y dilata hasta el extremo de la tierra los confines de su misión salvífica (vv. 5-7). Implica, en primer lugar, la liberación de los israelitas del destierro, porque ha llegado el tiempo de la misericordia, el día de la salvación (v. 8). Dios tiene sus tiempos y sus días, en los que ofrece su gracia y realiza su promesa. Penetra en el curso de la historia humana para transformarla. En el designio de Dios, el Siervo es como Moisés: mediador de la alianza. Como Josué, restaurará y repartirá la tierra. Será el heraldo del nuevo éxodo que el Señor mismo, “el Compasivo”, guiará como buen pastor y facilitará superando todo lo esperado (vv. 10s). Es un mensaje de vida dirigido a los desterrados descorazonados.

- El profeta a continuación contempla desde Jerusalén (v. 12) la entrada en la patria del pueblo, que confluye en la ciudad santa no sólo desde Babilonia, sino desde todos los puntos donde habían sido dispersados. El cosmos entero canta, exultando por la misericordia que el Señor ha tenido con su pueblo (v. 13).

- Su amor es una ternura honda, visceral. Le caracterizan su entrega y fidelidad perennes. Es su icono el amor de una madre por sus hijos (vv. 14s). Son imágenes tomadas del lenguaje humano para indicar lo unido que está Dios con sus criaturas; no es un Dios lejano ni impasible, ni un Dios juez implacable, sino un Dios cercano y solícito con la suerte de todos sus hijos.



CLAVES para la VIDA

- ¡Hermosa y sugerente la reflexión del profeta para todo aquel que quiere aceptar este regalo de Dios! Porque, una vez más, se nos recuerda y se nos insiste: la fidelidad de Dios y su bondad y misericordia están más allá de todo límite humano. Las promesas se hacen realidad y es que Dios penetra en la historia humana para transformarla. Éste es su proyecto y lo va a llevar a cabo. Con imágenes vivas, el profeta nos lo anuncia en nombre de Dios mismo, quien es pastor y agricultor, médico y, también, madre.

- Todo esto nos va proponiendo, de forma progresiva, la Palabra de Dios: es como recordarnos constantemente las raíces de nuestra fe: “acaso olvida una mujer a su hijo...” (v. 15), es mucho afirmar. Dios no nos puede olvidar. Todavía no nos había hablado Jesús, quien nos revelará la plenitud de todo este misterio, de este regalo.

- Aquí puede surgir una nueva oportunidad para mí. Siento que éste es el objetivo-propuesta que se nos va haciendo. Dios me llama a esta relación vital, llena de ternura, visceral, filial. Y si la madre no puede olvidar a su hijo, tampoco Él puede olvidarme, ni abandonarme. Ésta es la propuesta definitiva. ¿Seré capaz de asumirlo y aceptarlo desde el corazón?



Evangelio: Juan  5, 17-30

“... Dijo Jesús a los judíos: Mi padre sigue actuando y yo también actúo. Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no sólo violaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios...”



CLAVES para la LECTURA

- Jesús es perseguido por los judíos a causa de las curaciones que realiza en sábado. Para fundamentar sus obras, Jesús revela su propia identidad de Hijo de Dios, poniéndose así por encima de la Ley. El v. 17 alude a especulaciones judías: el descanso sabático de Dios se refiere a su obra creadora, no a la continua actividad de Dios, que incesantemente da la vida y juzga (el Eterno nunca puede interrumpir estas dos actividades, porque pertenecen a su propia naturaleza).

- En los versículos 19-30, Jesús muestra que se atiene en todo a la actividad de Dios como hijo que aprende en la escuela de su padre. “El hijo no puede hacer nada por su cuenta”: esta afirmación, reiterada en el v. 30, incluye la perícopa e indica su sentido. La total unidad entre la acción del Padre y del Hijo es fruto de la completa obediencia del Hijo, que ama el querer del Padre y comparte su amor desmesurado por los pecadores. Por eso el Padre da al Hijo lo que a él sólo pertenece: el poder sobre la vida y la autoridad del juicio (vv. 25s).

 -  Esta íntima relación entre Padre e Hijo puede extenderse también a los hombres por medio de la escucha obediente de la Palabra de Jesús, que hace entrar en el dinamismo de la vida eterna superando la condición existencial de muerte que caracteriza la vida presente.



CLAVES para la VIDA

- ¡Cuántas “confesiones” nos ofrece este pasaje del evangelio del discípulo amado! Jesús actúa en nombre del Padre, y actúa dando vida, que es lo que Dios hace. Ésta es la actividad de Dios, dar VIDA. En esa relación íntima, profunda y vital, está fundamentada toda la actividad de Jesús, quien es obediente a los deseos y a los proyectos del Padre.

 - ¡Qué posibilidad la nuestra: poder participar en esa ESCUELA donde el mismo Jesús aprende del Padre! Aquí nos emplaza el discípulo amado, porque él mismo ha descubierto y experimentado, en toda su hondura y profundidad, la maravilla de esa relación (de ahí que nos pueda ofrecer las impresionantes síntesis que nos deja en su Evangelio). Jesús aprende; el discípulo aprende y ejerce esa misma actividad que Jesús. Es su escuela.

- Aquí me encuentro (nos encontramos). También soy invitado a participar y a aprender. En este tiempo cuaresmal, se me invita a profundizar en lo mejor, en lo más auténtico y sentir toda la fuerza que esa relación Padre-Hijo conlleva, y así participar en su misma obra de salvación. Así es este nuestro Dios: empeñado en ofrecer la vida y vida en plenitud. ¿Te interesa, hermano/a? ¡Buen ánimo y... acéptalo!





JUEVES, día 22




Éxodo 32, 7-14

“... Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos... ¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto con gran poder y mano robusta?... Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo...”



CLAVES para la LECTURA

- Dios acaba de establecer su alianza con Israel, confirmándola con una solemne promesa (Ex 24, 3). Moisés todavía está en el monte Sinaí en presencia del Señor, donde recibe las tablas de la Ley, documento base de la alianza. Pero el pueblo ya ha cedido a la tentación de la idolatría: se construye un becerro de oro, obra de manos humanas, y se atreve a adorarlo como al Dios que le ha librado de la esclavitud de Egipto (v. 8).

- Dios montó en cólera (las características antropomórficas con las que se describe a Dios en este episodio atestiguan la antigüedad del fragmento). Sin duda, informó a Moisés de lo acaecido (v. 7): se ha roto la alianza. Es un momento trágico: Dios está a punto de repudiar a Israel, sorprendido en flagrante adulterio.

- Aunque Moisés, jefe del pueblo, permaneció fiel ¿le rechazará también el Señor? No, pero se pondrá a prueba su fidelidad. ¿Cómo? Mientras el Señor amenaza con destruir al pueblo, propone a Moisés comenzar con él una nueva historia y le promete un futuro rico de esperanza (v. 10). Moisés no cede a la “tentación”. Ha recibido la misión de guiar a Israel hacia la tierra prometida y no abandona al pueblo. Como en otro tiempo Abrahán (Gn 18), intercede poniéndose como un escudo entre Dios y el pueblo pecador. Con su súplica, trata de dulcificar el rostro del Señor (v. 11). Su angustiosa oración, en la que recuerda al Señor las promesas hechas a los patriarcas, es tan ardiente que llega al corazón de Dios.



CLAVES para la VIDA

- Esa historia del pueblo elegido, sin duda alguna, está cargada de momentos negros, de deserción, de abandono, de... pecado. Pero también hay páginas INMENSAS, cargadas de una belleza y bondad insuperables. Esta página del Éxodo y la plegaria de Moisés es impresionante: ya sea por su calidad humana como por su mensaje y contenido. Moisés se pone de “escudo humano” entre un Dios profundamente enojado y un pueblo “veleta”, que lo mismo es signo de lo mejor como de lo más vulgar. Ahí está el “gran” Moisés.

- Ese diálogo es entrañable (que sale de las “entrañas”) y capaz de conseguir de Dios un cambio de actitud y de decisión. Ni siquiera acepta el “soborno” de hacer de él, de Moisés, un nuevo pueblo. Él va a defender a su pueblo, hasta el punto de pedirle a Dios que si no es así que le borre del libro de la vida. ¡Hasta dónde llega su capacidad de intercesión...!

- La figura de Moisés nos ayuda a entender la MEDIACIÓN de Jesús y su papel entre Dios y su pueblo. Y es que Él, que ha aprendido del Padre, lo llevará hasta las últimas consecuencias, sin reservarse nada, sino entregándolo todo. Porque Él hace lo que le agrada al Padre. Se me ofrece, pues, como el NUEVO Moisés y por medio de Él puedo adquirir la plenitud de los dones de Dios. Aquí me encuentro. ¿Qué tal, hermano/a?





Evangelio: Juan 5, 31-47

“... Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado... “



CLAVES para la LECTURA

- Continúa el discurso apologético de Jesús como réplica a las acusaciones de los judíos. A medida que avanza el discurso, se va enconando más y más. Cada vez aparece más clara la distinción entre el yo de Jesús y el vosotros de los oyentes hostiles. La perícopa llega al punto culminante del proceso del Señor Dios contra su pueblo amado con predilección, pero obstinadamente rebelde, ciego y sordo.



- Cuatro son los testimonios aducidos por Jesús que deberían llevar a los oyentes a reconocerlo como Mesías, el enviado del Padre, el Hijo de Dios: las palabras de Juan Bautista, hombre enviado por Dios; las obras de vida que él mismo ha realizado por mandato de Dios; la voz del Padre; y, finalmente, las Escrituras. Estos testimonios, tan diversos, tienen dos características comunes: por una parte, como respuesta a la acusación de blasfemia por los judíos contra Jesús, remiten al actuar salvífico de Dios Padre; por otra, no dicen nada verdaderamente nuevo.



- Los judíos se encuentran así sometidos a un proceso. Su ceguera procede de una desviación radical, interior: los acusadores no buscan la gloria que procede sólo de Dios, revela el riesgo y les pone en guardia: creen obtener vida eterna escudriñando los escritos de Moisés, pero estos escritos son los que les acusan. ¿El intercesor por excelencia tendrá que convertirse en su acusador? El fragmento concluye con una pregunta que pide a cada uno examinar la autenticidad y sinceridad de la propia fe.



CLAVES para la VIDA

- Todo este texto evangélico está en conexión con el signo de la curación del paralítico de la piscina, que Jesús ha realizado en nombre de Dios y como signo de vida. Pero sus enemigos le acusan de blasfemia, por considerarse como “hijo” de Dios y de actuar en su nombre. Y es que ese pueblo (sus dirigentes) está tan ciego y sordo que ni ve ni acepta ningún testimonio que le pueda ayudar a reconocer en Jesús esa presencia nueva y definitiva de Dios. ¡Terrible drama!, sin duda.

- “ACEPTAR A JESÚS”: ahí está la cuestión que el discípulo amado plantea a lo largo y ancho de su evangelio. Pero no es algo teórico, sino muy vital y experiencial; esto es, participar de su vida, de su luz, la que él aporta y ofrece a cada uno de los que se encuentran con él. El ¿dónde moras? y el venid y lo veréis es una constante en la propuesta de Jesús y que el evangelista nos plantea.

- Y aquí nos encontramos, hoy, sus seguidores: tú, yo, nosotros. Es la invitación al seguimiento, imitándole en su entrega total a favor del pueblo, de sus hermanos, cual NUEVOS Moisés, ejerciendo de intercesores a todos los niveles. ¿Te animarás en esta Cuaresma? ¡La conversión puede ir por ahí...!







VIERNES, día 23




Sabiduría 2, 1a. 12-22

“... Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; declara que conoce a Dios y se da el nombre de Hijo del Señor...”



CLAVES para la LECTURA

- Después de una exhortación para vivir de acuerdo con la justicia (Sab 1, 1-15), el hagiógrafo deja la palabra a los impíos. Éstos, en un discurso articulado, exponen su “filosofía”: viven la vida como búsqueda desenfrenada del placer, eliminando -incluso con violencia- cualquier obstáculo que se les ponga por delante. Los dos versículos que enmarcan la exposición manifiestan un claro juicio condenatorio: razonan equivocadamente (v. 1), se engañan (v. 21).

- Los impíos, de los que se habla, son probablemente los hebreos apóstatas de la comunidad de Jerusalén, que, aliados con los paganos, persiguen a sus hermanos fieles al Dios de la alianza. Con su conducta estos justos constituyen una presencia insoportable. Cuatro imperativos muestran un creciente rencor oculto que se convierte en odio abierto: del tender acechanzas se pasa al insulto, para llegar finalmente al proyecto de condena a muerte, en un desafío blasfemo contra Dios (v. 18; v. 20).

- El “resto” de Israel vive su pasión profetizando la del Mesías. Jesús es el único verdadero, el Hijo amado, el humilde puesto a prueba, escarnecido (v. 19) y condenado a una muerte infame (v. 20). Pero, sobre todo, es él quien, habiendo puesto toda su confianza en el Padre, surge del abismo en la luz de pascua como primogénito de los muertos. La esperanza del Antiguo Testamento adquiere una dimensión inesperada, que supera cualquier “profecía” posible: por los méritos de uno solo, todos son constituidos justos, si se abre el corazón para acoger el don de su gracia.



CLAVES para la VIDA

- Nos hallamos en el último libro del Antiguo Testamento y también aquí aparece una dinámica que luego vemos cumplirse a lo largo de los siglos y también ahora: los justos resultan incómodos en medio de una sociedad no creyente y, por lo tanto, hay que eliminarlos: nos echa en cara... es un reproche a nuestras ideas... lo condenaremos a muerte ignominiosa...”. Posiblemente, hoy en día, la forma de “eliminarlos” será con otros medios, pero tan crueles como antes: desacreditarlos, ridiculizarlos o, simplemente, ignorarlos. La historia se vuelve a repetir. El sabio nos lo recuerda.

- Que esto ocurrió de forma dramática con Jesús, no tenemos ninguna duda. Los evangelios son un testimonio claro y contundente de esta tensión vivida, hasta que consiguen condenarlo y ejecutarlo. El anuncio y la descripción del Sabio del Antiguo Testamento adquieren unas notas dramáticas y especiales en la persona de Jesús de Nazaret.

- También nosotros, hoy y aquí, estamos insertos en una realidad y cultura no precisamente favorable a la fidelidad y el testimonio de vida concorde con el proyecto de Dios y del Evangelio. Ser luz y sal, ofrecer la Buena Nueva del Reino y vivirla... es hoy la llamada que se nos pide a los seguidores de Jesús. Muy posiblemente nos ocurrirá como al “resto” de Israel, o como le ocurrió al Señor Jesús. ¡Es todo un dilema!



Evangelio: Juan 7, 1-2. 10. 25-30

“... Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: A mí me conocéis y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz: a ése vosotros no le conocéis, yo le conozco porque procedo de él y él me ha enviado. Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora...”



CLAVES para la LECTURA

- La persona de Jesús suscitó preguntas e inquietudes entre sus contemporáneos, mientras la aversión de los jefes judíos llega al paroxismo (v. 1b). Jesús no es un provocador ni un cobarde: espera la hora del Padre sin huir ni adelantar los acontecimientos. Por eso evita la Judea hostil y cuando, por fin, sube a Jerusalén a la fiesta más popular, la de las Tiendas, lo hace de incógnito, contrariamente al deseo de sus parientes, pero deseosos de disfrutar de su fama (vv. 3-5). En la ciudad santa, sin embargo, es reconocido en seguida. Y como siempre se dividen los ánimos: ahora se trata de su mesianismo.

- Los círculos apocalípticos de la época sostenían el origen misterioso del Mesías: y si Jesús proviene de Nazaret, es sólo un impostor (vv. 26s). Jesús no ignora las voces que se van difundiendo, y sobre ellas se eleva su propia voz, fuerte y clara, en el templo (v. 28: literalmente gritó; se trata de una proclamación solemne y con autoridad). Con sutil ironía, se muestra que su origen es efectivamente desconocido a los que piensan saber muchas cosas de él: de hecho, no quieren reconocerlo como el enviado de Dios y por eso no conocen al Dios veraz y fiel que cumple en él sus promesas.

- Las palabras de Jesús suenan a los oídos de sus adversarios como una ironía, un insulto y una blasfemia. Tratan de echarle mano, pero en vano: él es el Señor del tiempo y las circunstancias, porque se ha sometido totalmente al designio del Padre, y todavía no ha llegado su hora (v. 30).



CLAVES para la VIDA

- En este pasaje descubrimos cómo Jesús se vuelve incómodo e inaguantable para los jefes de su pueblo que quieren hacer silenciar su voz y, con ella, sus denuncias, porque resulta que los que “creen saber mucho de él” (de donde procedía, etc.), no aciertan a descubrir en Él al Enviado del Padre, actuando en su nombre y anunciando la Buena Nueva de parte de Dios. “Saben”, pero “no aciertan” en su apreciación. Fue el drama de los dirigentes del pueblo de Israel y se cerrarán en esa situación; se bloquean en su cerrazón y no encuentran salida alguna.

- Pero Jesús tiene una conciencia clara de su misión: viene enviado por aquel que es veraz, y desde ahí pierde el miedo a sus enemigos, aunque pretendan matarle y así callar su voz. Está abierto plenamente al proyecto del Padre y acepta la “hora”, esto es, sus designios. Cuando llegue, no dudará en dar testimonio vivo y directo de lo que el Padre le ha mostrado y para lo que le ha enviado.



- Impresiona, sin duda, la claridad que en este momento ofrece el discípulo amado de la conciencia de misión que Jesús presenta: no hay nada que le detenga ni le frene. A esa Escuela somos invitados, también nosotros, estos días anteriores -pero ya próximos- a la Semana Santa. ¡Buen ánimo!





SÁBADO, día 24




Jeremías 11, 18-20

“... Talemos el árbol en su lozanía, arranquémosle de la tierra vital, que su nombre no se pronuncie más. Pero tú, Señor de los ejércitos, juzgas rectamente...”



CLAVES para la LECTURA

- El presente texto constituye la primera de las llamadas “confesiones de Jeremías”. Son ráfagas de luz que nos permiten adentrarnos en el mundo interior del profeta a través de las repercusiones personales de su misión: son un testimonio precioso, único en la Biblia. Por voluntad del Señor, Jeremías descubre la conjura que sus paisanos de Anatot han urdido contra él para quitarle de en medio (v. 19). Es difícil precisar las causas históricas, pero esto no impide captar el mensaje fundamental. En la historia de la salvación, las vicisitudes de la vida del profeta son de capital importancia, por el modo con que tuvo que vivirlas.

- Jeremías, víctima inocente, pensando en el peligro que acaba de pasar, se compara con un cordero manso llevado al matadero. Esta imagen, presente también en el cuarto canto del Siervo sufriente de Yahvé (Is 53, 7), se utilizará ampliamente para describir al Mesías Sufriente que expía en silencio el pecado del mundo (Jn 1, 29; 1 Pe 1, 19; Ap 5, 6ss). Atormentado en el corazón y la mente, el profeta sufre, y se atreve -él, tan humilde- a elevar una oración de venganza; es la ley del talión.

- Jeremías vive su pasión como hombre del Antiguo Testamento; será Jesús, realidad de lo que el profeta figuraba, quien morirá inocente, poniéndose en las manos del Padre él mismo y poniendo también a sus adversarios, que le crucificaron, para que les perdone.



CLAVES para la VIDA

- A Jeremías, llamado por Dios para ser su profeta, le toca vivir momentos muy difíciles, y los vive con enorme intensidad; su drama, sin duda alguna, es estremecedor. Han tramado su muerte y él acude a Dios, con confianza, pero, al mismo tiempo, pidiendo venganza contra sus enemigos. Es todo un símbolo de un justo perseguido por su condición de profeta, que de parte de Dios anuncia y denuncia a un pueblo que no quiere escuchar sus palabras.

- La figura del profeta Jeremías es anuncio, sin duda alguna, de Jesús de Nazaret, quien además de confiar en el Padre, poniéndose plenamente en sus manos, entregará su vida, incluso perdonando a sus enemigos. Así, en la historia de la salvación, se ha ido preparando a la presencia definitiva y salvadora de Dios.

- Aquí nos encontramos nosotros, recorriendo esos caminos, por los que Dios nos ha ido comunicando sus planes de salvación y de vida. El profeta Jeremías, con sus “confesiones”, nos muestra una etapa de ese camino; pero, para nosotros, el culmen de ese camino lo encontramos en Jesús de Nazaret. A vivir junto a Él, todo su drama y entrega, nos va llevando la liturgia. ¡Ánimo, hermano/a!



Evangelio: Juan 7, 40- 53

“... De la gente que había oído estos discursos de Jesús, unos decían: Éste es de verdad el profeta. Otros decían: Éste es el Mesías. Pero otros decían: ¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?... Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima...”



CLAVES para la LECTURA

- Y surgió entre la gente una discordia por su causa (v. 43); escena tomada al vivo. El evangelista nos muestra cómo la gente discute sobre un hombre del que todos hablan, preguntándose si no será el Mesías. Su palabra de autoridad, que fascina incluso a los guardias enviados para arrestarlo (v. 46), no podría dejar lugar a dudas.

- Pero, sin embargo, se esgrimían dos fuertes argumentos en contra. En primer lugar, Jesús viene de Galilea, y la Escritura dice que nacería en Belén. Pero, sobre todo, el hecho de que los jefes del pueblo y los fariseos no han creído en él: ¿puede quizás la gente ordinaria tener otro parecer respecto a este hombre con pretensiones inauditas? Frente a la agitación general, los que ejercen el poder y la ciencia responden con sarcasmo y desprecio, síntomas inequívocos de una reacción desmesurada dictada por el miedo a perder prestigio.

- Sólo se distingue la valiente voz de Nicodemo -el que vino a ver a Jesús de noche (Jn 3, 1)-, que indica que la misma Ley no juzga a nadie antes de haberle escuchado. También se le tacha de ignorancia. Y bruscamente concluye Juan: Cada uno se marchó a su casa (v. 53), algunos llevando en el corazón el deseo de conocer más a Jesús ; otros, con un rechazo más enconado. Pero la Palabra no calla; todavía no había llegado su hora.



CLAVES para la VIDA

- Como le sucedía al profeta Jeremías (primera lectura), también Jesús se encuentra con una situación complicada y enconada en torno a su persona. Pero está claro: Él camina con decisión a realizar los proyectos del Padre. Es, pues, el nuevo Jeremías, perseguido y condenado, al menos por los dirigentes de su pueblo, pero capaz de entregarse hasta el fin, si bien en este caso perdonando a sus verdugos. Hasta ahí ha llegado. Es, pues, la nueva figura a la que se nos invita a mirar y contemplar.

- La liturgia nos invita a mirar (en positivo) a esta nueva figura: si nos impresionan las “confesiones” de Jeremías, por su crudeza y dramatismo, este texto evangélico nos ofrece un cuadro complicado en torno a la persona de Jesús, de reacciones contrarias porque su mensaje, su historia y su persona no “encajan” con lo que “sabían” y esperaban desde siempre.

- Ésta es la actitud que se nos propone también a nosotros: dejarnos “SORPRENDER” por este Jesús, y no encasquillarnos debido a nuestras ideas, prejuicios o actitudes anquilosadas (como les ocurría a sus paisanos y, especialmente, a sus dirigentes). También en esta ocasión, HOY, poderle contemplar, para descubrir toda la frescura de su estilo y de su entrega, de sus actitudes vitales, de su disponibilidad al Padre y a su proyecto en favor de sus hermanos. ¡Ahí es nada!




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