CUARESMA - Semana 4ª
18-24 de Marzo de 2012
IV DOMINGO, día 18
2
Crónicas 36, 14-16. 19-23
“… El Señor,
el Dios de los Cielos me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado
que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros
pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!...”
CLAVES
para la LECTURA
- Esta
primera lectura de hoy está tomada del Segundo libro de las Crónicas, cuyo
último capítulo narra el trágico final del reino de Judá. Según este libro, la conducta del
rey Sedecías (vv. 11-13, que no leemos hoy) de las autoridades y del pueblo
(vv. 14-16) no pudo ser peor; en el texto vemos al pueblo acusado de haber
despreciado a los profetas que Dios le enviaba para avisarle del mal camino que
llevaba.
- Este fragmento,
pues, es una lectura sintética en clave teológica de la historia del Reino de
Judá: se desatiende la alianza con Dios, domina el influjo de los cultos
idolátricos, el templo de Dios está contaminado. A la infidelidad creciente del
pueblo, Dios opone la delicadeza de un amor fiel. Envía profetas para llamar al
camino de la verdad, pero en vano. Para conducir al pueblo a la salvación
deberá entonces hacer que pase por el crisol del sufrimiento: la devastación
del templo y la ciudad, la amargura de un largo destierro, devolviendo a la
tierra de Judá el reposo sabático del que se había visto privada.
- Los
versículos conclusivos (22s), que aparecen literalmente en Esdras 1, 1-3b,
contienen el edicto de Ciro y ponen una nota de optimismo y esperanza. Yahvé, Señor de la historia,
confía a un rey extranjero la tarea de reconstrucción del templo de Jerusalén.
No se trata sólo de una obra material, pues está unida a la restauración moral
y espiritual. La referencia continua a la palabra de los profetas (vv. 15. 21s)
subraya la fidelidad-verdad de Dios: él actúa siempre según un designio de
salvación, pero exige al hombre la acogida dócil y la colaboración activa.
CLAVES para la VIDA
- Una vez
más, se destaca la actitud del pueblo escogido que, a pesar de todas las
predilecciones de Dios, no ha sabido corresponder ni mucho menos al Pacto
asumido por ambas partes. De ahí que Dios se siente libre de sus compromisos y abandona al pueblo
a su suerte, y con un objetivo claro: que Israel tome conciencia de su conducta
y se decida a volver a la relación amistosa con el Dios que le cuida y salva,
como en tantas ocasiones ha hecho y ahora desea hacerlo de nuevo.
- Y es que
los deseos de Dios no son el castigo ni la venganza para con el pueblo. Al contrario, su proyecto es de
vida para con este pueblo al que ama con ternura entrañable, e incluso se
servirá de un rey “pagano” (no perteneciente al pueblo de la elección) para
llevar adelante sus planes de vida y de reconstrucción. Israel, pues, debe
escuchar a los enviados por este Dios, a sus profetas, y así asumir su propia
situación de infidelidad y de pecado, y renovar -desde dentro- los compromisos
de la Alianza ,
haciendo realidad lo sellado con este Dios de la vida. Así nacerá la auténtica
comunidad, el verdadero pueblo, fiel a Yahvé. Algo nuevo está surgiendo.
- Siempre la
historia del pueblo de Israel es un espejo donde mirarse para descubrir la
propia historia personal, porque ella es como una parábola para nosotros. Cambiarán las idolatrías, se
sucederán las situaciones más diversas, pero… en el fondo, es la infidelidad al
Dios de la Alianza
lo que emerge, también en nuestra vida. De ahí que seguir escuchando sus
invitaciones, a través de las diversas mediaciones… ¡sigue siendo una tarea
para nosotros, hoy y aquí! Pero incluso algo más: ser esa voz profética que
denuncia las infidelidades, y esa palabra que anuncia los deseos de vida por
parte de Dios… ¡también sigue siendo un quehacer para nosotros! ¿Estaremos
dispuestos/as, hermano/a?
Efesios
2, 4-10
“… Dios, rico en misericordia,
por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos
ha hecho vivir con Cristo… Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo
Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para que
las practicásemos…”
CLAVES para la
LECTURA
- Creando un
fuerte contraste con los versículos precedentes -donde se pinta un cuadro de
muerte y de pecado-, Pablo describe el designio de salvación del Señor. Amor y vida son los dos términos
esenciales. La redención revela que Dios es amor y gracia a rebosar. El mediador
de la salvación es Jesucristo: asumiendo un cuerpo semejante al nuestro, con su
muerte vence nuestra muerte, con su resurrección nos abre el camino.
- Como don
gratuito, la humanidad ha sido asociada a la glorificación de Cristo. Como ya aparecía en la Carta a
los Romanos, el apóstol utiliza un léxico sumamente significativo para poner de
relieve la participación en la suerte de Cristo: con-vivificados,
con-resucitados, sentados con él en los cielos (vv. 5s).
- En virtud
de esta unión con él, la naturaleza y la historia del mundo resultan, a los
ojos del Padre, unitarias y sencillas: son la misma historia de Jesús. Volviendo con la afirmación del
v. 5, Pablo desarrolla el tema de la gracia. La omnipotencia de Dios se
manifiesta en su amor. Frente a esta gratuidad, desaparece toda obra humana o,
mejor, el mismo hombre se convierte en nueva criatura y sus obras no son sino
el desbordar de la gracia divina en él. Desaparece cualquier asomo de vanagloria:
sólo hay lugar para la gratuidad, la Eucaristía.
CLAVES para la VIDA
- El apóstol
Pablo lo tiene claro: la iniciativa es totalmente de Dios, es gratuita, no
merecida, no conseguida, ni siquiera mediante la súplica. La única razón verdadera de la
salvación es el puro amor y la misericordia de Dios. No se debe ni depende de
las buenas obras ni ninguna otra actividad humana. Es un puro don. Lo único que
podemos hacer es ACEPTARLO, y el medio para aceptarlo es la fe: abrirse a
Cristo, fiarse totalmente de Él. No hay, pues, posibilidad de presentar factura
alguna ante Dios, ni méritos ni derechos adquiridos (“gloriarse”, en terminología
paulina). Cualquier acción humana es inútil para merecer ser hijos de Dios.
- Que no nos
salvemos por nuestras obras, no significa que Dios no quiera que obremos bien;
pero por otros motivos: no para salvarnos, ni para hacer méritos, ni para nada
parecido; sino porque, una vez unidos a Dios, no podemos vivir de otro modo
sino cumpliendo su voluntad. Y este cambio en la persona es semejante a un paso de la muerte a la
vida; así de profundo. Es una creación, dirá Pablo en el v. 10. Y ese cambio en
las personas se produce por la comunión con el Señor: “con-vivificar” (v. 5), “con-resucitar”
y “con-sentar”
(v. 6), esto es, el creyente corre la misma suerte de Cristo Jesús.
- Está
claro: la salvación no es sólo perdón de los pecados, sino PARTICIPACIÓN en el
modo de vida del Hijo, en su condición de Resucitado y este cambio ya se ha
producido y no es preciso esperar su comienzo en el mundo futuro. ¡Inmensa propuesta y, además,
gratuita! Aquí nos encontramos nosotros, inmersos en esta novedad y en la
suerte de haberlo conocido, gustado y experimentado en nuestro propio caminar
creyente. ¡Ahí es nada…! Hermano/a, no nos basta con “saberlo”; es necesario
vivirlo y anunciarlo para que otros/as lo conozcan, lo vivan y lo experimenten.
Volvamos a recordárnoslo: ¡Nos queda tarea!
Evangelio:
Juan 3, 14-21
“… Lo mismo que
Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del
Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al
mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que
creen en él, sino que tengan vida eterna…”
CLAVES
para la LECTURA
- En la
presente lectura, que continúa la respuesta a Nicodemo, Jesús revela su propia
identidad y la suerte que le espera, la misión recibida del Padre y su
desenlace entre los hombres. Después de haberse identificado con la figura gloriosa del Hijo del
hombre bajado del cielo (v. 13), Jesús se parangona con la serpiente de bronce
que Moisés había alzado en el desierto para librar de la muerte segura al
pueblo pecador (Nm 21, 8s).
- Para
comprender el pasaje, es preciso adentrarse en el mundo de los símbolos, tan
característico del cuarto evangelio. La serpiente recuerda la muerte, pero también su
antídoto. De hecho, en la civilización en contacto con Israel, la serpiente era
figura de la fecundidad. La elevación de Jesús en la cruz como maldito, aunque
represente el culmen de la ignominia, constituye también el máximo de su
gloria. Encontramos aquí la primera expresión de la teología joanea que hace
coincidir la elevación en la cruz con la glorificación de Cristo, porque
precisamente en la cruz se manifiesta en todo su esplendor el amor salvífíco de
Dios.
- Todo esto
lo desarrolla en los versículos sucesivos: es el amor el que mueve al Padre a
entregar al Unigénito para que el hombre pase del pecado a la vida eterna (v.
16). Pero
este don exige la acogida de la fe: en el desierto había que mirar a la
serpiente de bronce, ahora se debe creer en Jesús. El envío del Hijo es para
una misión de salvación (v. 17), y cada uno, con su adhesión o su rechazo, hace
una opción que implica un juicio.
- Al final
de esta revelación, a la que Jesús ha llevado a Nicodemo -y, con él, a todos
los hombres-, al discípulo no le queda otra cosa que hacer suya la invitación a
la conversión y al cambio radical de vida. La luz de Jesús es tan penetrante
que derriba toda seguridad humana y todo orgullo, hasta el más escondido. Quien
acepta a la persona de Jesús y deja sitio a un amor que lo trasciende,
encuentra lo que nadie puede conseguir por sí mismo: poseer la verdadera vida.
CLAVES para la VIDA
- Con esta
reflexión del evangelista, llegamos al núcleo de la fe cristiana y de la
revelación: la iniciativa es de Dios mismo y es una acción de salvación. Dios, pues, según el “discípulo
amado” siempre actúa para bien, y nunca para condenar. Y, de hecho, la gran
novedad de Jesús es ésta: realizar las obras que son portadoras de vida para
así llevar a cabo el proyecto de Dios: Jesús cuando acoge, perdona, busca...
Dios mismo está actuando en Él. ¡Hermoso, muy hermoso el mensaje que se nos
ofrece!
- Pero este
proyecto de Dios, puede ser aceptado o puede ser rechazado: he aquí el dilema
donde se encuentra todo ser humano. Según el evangelista, aceptarlo es aceptar la
persona de Jesús; esto es, dejarse iluminar por su luz, y esto tiene
consecuencias muy claras en la vida, porque ése que acoge la luz, obrará según
Jesús. El que la rechaza, opta por la oscuridad; su vida será un camino en las
tinieblas.
- De nuevo,
es necesario recordarnos que todo esto no es cuestión de ideas o principios,
sino algo mucho más vital: soy yo el que ha sido y sigue siendo amado por Dios;
soy yo al que se me ofrecen los frutos de la entrega y de la resurrección de
Jesús, el Señor. Personalizar
mi fe, hacerla más vital, algo que afecta directamente a mi caminar de cada
día, es el objetivo último de este tiempo cuaresmal. ¿De acuerdo, hermano/a?
LUNES, día 19: San
José, esposo de la Virgen
2 Samuel 7, 4-5a. 12-14a. 16
“... Pues bien, di esto a mi siervo David:
Así dice el Señor de los Ejércitos: Yo te saqué de los apriscos, de andar tras
las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel... Tu casa y tu reino
durarán por siempre en mi presencia y tu trono durará por siempre. Natán
comunicó a David toda la visión y todas estas palabras...”
CLAVES
para la LECTURA
- La profecía de Natán, uno de los textos fundamentales del mesianismo
real, derriba por completo el proyecto de David. Pretendía éste construir un
templo que fuera digno del arca de Dios en la ciudad santa (2 Sm 7, 1-3). El
oráculo se abre con una pregunta retórica, «¿Eres tú quien me va a construir una casa para que viva en
ella?» (v. 5), está en relación con la afirmación antitética del v.
11: «Además, el
Señor te anuncia que te dará una casa». Viene, a continuación, la
referencia al éxodo, como ocurre cada vez que se hace mención de la alianza,
insistiendo en la tienda y en las peregrinaciones del desierto: la presencia
del Señor no puede quedar aprisionada en un lugar y en un edificio.
- A la mención del éxodo va unido el recuerdo de las acciones en favor
del rey. El poder de David depende únicamente de la intervención de Dios: él lo
tomó de los pastos, le dio la victoria (la «paz con todos tus enemigos», se repite en esta
perícopa tres veces), dará estabilidad al pueblo en la tierra y engrandecerá el
nombre del rey. No será David quien construya el templo, sino, al contrario, es
el Señor quien le dará una casa: la contraposición queda subrayada con la
repetición del mismo vocablo, «casa», para designar tanto al templo como a la
dinastía davídica.
- Sólo después de la muerte de David, suscitará el Señor su linaje (v.
12). Como sucede a menudo en los oráculos proféticos, hay dos posibles niveles
de lectura: la referencia inmediata iría dirigida a Salomón, que será quien
construya el templo; en segunda instancia, la profecía se refiere al Mesías
futuro. El Mesías construirá «una casa» al Nombre de Dios, su reino durará para
siempre, y es a él a quien se aplica la fórmula de adopción: «Seré para él un
padre y él será para mí un hijo» (v. 14).
CLAVES
para la VIDA
-
Este texto y profecía se convierte en un canto magnífico sobre cuáles son los
planes de Dios para con David y sobre el futuro del pueblo de Israel. Es un
canto en el que se valora, no lo que David ha hecho para Dios, sino lo que Dios
ha hecho para David. La “casa-edificio” que el rey quería levantar es
sustituida por la “casa-dinastía” que Dios tiene programada, la “casa de
David”.
- De
nuevo, se recuerda que la
INICIATIVA es del mismo Dios, como ha ocurrido y ocurrirá
tantas veces. Mucho más, a la hora de hacer realidad “una casa” definitiva en
el Mesías Salvador, como siempre se ha leído e interpretado esta profecía.
Dios, pues, sirviéndose de mediaciones humanas, sigue llevando adelante sus
planes de salvación y de vida: “Tu casa y tu reino subsistirán para siempre ante mí...”
(v. 16)
- Como siempre, es sugerente volver a
escuchar estos anuncios y profecías, que nosotros podemos “contemplar” ya
realizados. Dios es fiel a sus promesas y no nos abandona a nuestra suerte: es
el gran mensaje que se nos recuerda de forma ininterrumpida. Aquí participamos
de este don y regalo del mismo Dios. Acogerlo con sencillez y humildad;
disfrutarlo y ofrecerlo a los demás, hecho vivencia gozosa... ¡es la gran MISIÓN !
Romanos 4, 13. 16-18. 22
“... Todo depende de la fe, todo es
gracia... Al encontrarse con el Dios que llama a la existencia lo que no
existe, Abrahán creyó. Apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza...”
CLAVES
para la LECTURA
- Pablo desarrolla la lección que se desprende de la vida de Abrahán,
estableciendo un fuerte contraste entre la ley y la justicia que procede de la fe. En primer lugar, el
apóstol pone bien de manifiesto que la promesa de Dios a Abrahán no depende de
la ley (v. 13); de este modo, se establece de una manera inequívoca que la
promesa de Dios es absoluta, previa e incondicionada. No hay ley, ni siquiera la
mosaica, que pueda condicionar la promesa de Dios. Es cierto que, al prometer,
Dios se compromete con nosotros en el amor y en la fidelidad, pero lo hace
siempre en medio de su más absoluta libertad.
- Por otro lado, Pablo afirma que la fe es la única vía que conduce a
la justicia, esto es, a la acogida del don de la salvación. De ahí
que los verdaderos descendientes de Abrahán no sean los que viven según las
exigencias y las pretensiones de la ley, sino los que acogen el don de la fe y
lo viven con ánimo agradecido y conmovido. Desde este punto de vista, Pablo
define como «herederos» de Abrahán a los que han aprendido de él la lección de
la fe, y no sólo la obediencia a la
ley. Se trata de una herencia extremadamente preciosa y
delicada, porque solicita y unifica diferentes actitudes de vida, todas ellas
reducibles a la escucha de Dios, que habla y manda, que invita y promete.
- La fe de Abrahán, precisamente por estar íntimamente ligada a la
promesa divina, también puede ser llamada «esperanza»: «Contra toda esperanza creyó Abrahán»
(v. 18). De este modo, entra Abrahán completamente en la perspectiva de Dios,
esto es, de aquel «que da vida a los muertos y llama a la existencia a las
cosas que no existen» (v. 17b). Y así, mediante la fe, todo creyente
puede llegar a ser destinatario, y no sólo espectador, de acontecimientos tan
extraordinarios que únicamente pueden ser atribuidos a Dios.
CLAVES
para la VIDA
- El
apóstol Pablo, convertido de sus convicciones farisaicas desde el encuentro de
Damasco, con enorme fuerza y convicción, presenta las nuevas claves de su vida:
es la FE , y no el
cumplimiento de la ley, lo que lleva a la salvación. Y es que
la promesa de Dios, la de la
PLENITUD , no está condicionada por la respuesta del hombre.
Antes bien, es previa y gratuita: éste es el modo de proceder de Dios y así lo
seguirá siendo, como se encargará el mismo Jesús de ponérnoslo en claro y
definitivamente. El amor incondicional de Dios es anterior a todo el resto.
-
Acoger el don de la salvación: ésa es la respuesta del hombre que se expresa en
la FE , como lo
vivió Abrahán: “contra
toda esperanza creyó” (v. 18). Vivir con gozo y agradecimiento es la
actitud más sana y correcta, la mejor respuesta al inmenso don, a la herencia
prometida y hecha realidad para cuantos, como el viejo patriarca, se fían de
Dios y se ponen a su disposición. ¡Tarea constante y para toda la vida!
-
Una vez más, este gran testigo, que es Pablo, sigue insistiendo y ofreciéndonos
el tesoro que él ha descubierto en el encuentro con el Señor Jesús: Dios ha
hecho realidad sus promesas y es necesario abrirse a Él y acoger con gozo
inmenso el don por excelencia. Es también, hoy, la invitación que me hace. Por
cierto, como lo vivió también el bueno de José, a quien festejamos, abriéndose
a los planes de salvación de Dios y poniéndose a su disposición, de forma plena
y total. ¿Cuál es la CLAVE
que prevalece en ti, hermano/a: las “obras” o el “don de la fe”? ¿Qué es lo que
“mueve” nuestra vida? ¡Ánimo!
Evangelio: Lucas 2, 41-52
“... Cuando Jesús cumplió doce años,
subieron a la fiesta según la costumbre, y cuando terminó, se volvieron; pero
el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres… Le dijo su
madre: Hijo ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos
angustiados. Él les contestó: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía
estar en la casa de mi Padre?...”
CLAVES
para la LECTURA
- El relato de la pérdida y
hallazgo de Jesús en el templo es una escena de vida familiar. El contexto está
representado por dos breves descripciones de la vida de Nazaret: el viaje anual
a Jerusalén para la Pascua
(Dt 16, 16) y el retorno a casa de la familia de Jesús, donde él permanece
sumiso a sus padres como un hijo cualquiera.
- El significado teológico del
episodio, sin embargo, es mesiánico y el gesto de Jesús es profético. Jesús
afirma conocer bien su misión y anuncia la separación futura de sus padres.
Cuando la madre lo encuentra en el templo lo interpela: «Tu padre y yo te buscábamos angustiados»
(v. 48); y Jesús responde con convicción: «¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo ocuparme de las
cosas de mi Padre?» (v. 49). Al decir «tu padre», María entendía
referirse a José; pero cuando Jesús dice «mi Padre» está refiriéndose a Dios.
- Hay un contraste neto y significativo
en esto, porque Jesús trasciende a sus padres. Jesús reivindica el primado de
la pertenencia al Señor y la prioridad de la propia vocación. Sin embargo,
inmediatamente después. Jesús regresa a Nazaret y permanece sumiso y obediente
a los suyos.
CLAVES
para la VIDA
- Lo
que nos presenta esta escena constituye una especie de parábola que representa
el contenido de toda la existencia de Jesús. Y para mostrar mejor los
contrastes, se le presenta como un niño, pero en realidad se alude aquí a su vida
entera: naciendo y viviendo en una familia concreta, Jesús la trasciende para
mostrarnos el misterio de Dios mismo; de ahí que Él debe ocuparse de las cosas
de su Padre. Por eso, María y José quedan a la expectativa; mientras que Jesús
va creciendo en esa intimidad singular con el Padre, que le marcará para
siempre.
-
Esto nos indica que también Jesús ha ido creciendo, descubriendo y
profundizando “las cosas de su Padre”, como el camino que marcará toda su
existencia y al que se dedicará con todo su ser y sus fuerzas: es el REINO de
DIOS, que Dios ha decidido inaugurar de forma definitiva en la historia humana
para transformarla desde las mismas raíces y de acuerdo con su proyecto de
vida. He aquí la clave que el evangelista nos adelanta ya y que describe toda
la vida de Jesús; paso a paso nos va ir presentando a este “Niño”.
-
Sin duda alguna, este relato del evangelio nos está “hablando” de algo que está
“más allá”, más allá de una mirada superficial, incluso, “piadosa”. Desde ya,
se me pide una fe en ese “niño”, que es como todos los niños: dependiendo de
sus padres, creciendo y aprendiendo a abrirse a los proyectos de Dios. Son
muchos años de silencio por un lado, y de profunda intimidad con “su Padre” por
otro. Así se me ofrece este Jesús. Y ahí están también esos personajes
singulares, María y José, que se ven forzados a recorrer ese camino de búsqueda
y de apertura a Dios, para ir “comprendiendo” a ese hijo que vive con ellos.
¿Cómo le sientes tú, hermano/a, a este Niño que vive en esta familia de Nazaret?
MARTES, día 20
Ezequiel
47, 1-9. 12
“... En aquellos días
el ángel me hizo volver a la entrada del templo; del zaguán del templo manaba
agua hacia Levante... Me dijo entonces: ¿Has visto, hijo de Adán? Me condujo a
la vuelta por la orilla del torrente. Al regresar vi a la vera del río una gran
arboleda en sus dos márgenes...”
CLAVES
para la LECTURA
- Debido al
clima árido de Palestina, las fuentes se consideran con frecuencia símbolos del
poder vivificador de Dios. Por eso, a veces, en las inmediaciones de una fuente se erigía un
santuario. En la visión de Ezequiel, este poder de vida nueva mana del zaguán
del mismo templo y fluye hacia oriente, por donde regresó la Gloria del Señor a morar en
medio del pueblo vuelto del destierro. Al principio, es un pequeño arroyo de
agua insignificante, comparado con los grandes ríos mesopotámicos, pero va
creciendo cada vez más y más hasta convertirse en un río navegable.
- Es
sugestivo el contraste entre la medida exacta y calculada siempre igual por el
ángel y el crecer sin medida del agua, cuyo poder debe experimentar el profeta
en su cuerpo (vv. 3b. 4b). A él se le revela la extraordinaria fecundidad y eficacia de la
fuente: llena de vegetación el territorio, sana el mar Muerto, hace que abunden
los peces y que prosperen las gentes (vv. 7-10); los árboles frutales dan
cosechas extraordinarias: el agua que viene de Dios sana y fecunda la tierra
que recorre.
- El Nuevo
Testamento recogerá y llevará a plenitud la simbología: Jesús es el verdadero
templo del que brota el agua viva del Espíritu (Jn 7, 38; 19, 34) por medio de
la regeneración con esta agua vivificante y medicinal (Jn 3, 5).
CLAVES para la VIDA
- Toda una
parábola la que nos ofrece la visión de Ezequiel y que nos vuelve a invitar a
mirar hacia la Pascua ,
con toda la fuerza que conlleva. Las aguas brotan del Templo, esto es, del mismo “corazón” de la fe de
Israel, del mismo Dios, y esas aguas purifican y curan todo a su paso, hacen
que los campos produzcan frutos y que el mar Muerto se llene de vida. Está
apuntándonos al paraíso inicial de la humanidad, al proyecto original, al
“sueño” de Dios.
- Esta agua
nos pone delante nuestro Bautismo y, también, la Noche de Pascua: de Cristo
Resucitado brota el agua que apaga nuestra sed y fertiliza nuestros campos. Su Pascua, pues, es fuente de
vida, la acequia de Dios que riega y alegra nuestra ciudad, nuestra realidad
personal.
- Se nos
sigue apuntando hacia delante, hacia la gran fiesta de la Pascua , donde todo se hace
nuevo, si le dejamos actuar en nuestra vida. También yo voy caminando hacia
ese encuentro definitivo porque es transformador. ¿Cómo me voy sintiendo ante
su proximidad? ¿Lo deseo? ¿Lo deseo ardientemente, aunque me pueda “quemar”? Es
una nueva oportunidad para mí. ¡También para ti, hermano/a!
Evangelio:
Juan 5, 1-3. 5-16
“... ¿Quieres quedar
sano? El enfermo le contestó: Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina
cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado...
Mira, has quedado sano, no peques más no sea que te ocurra algo peor...”
CLAVES
para la LECTURA
- Jesús,
salvación de Dios, decide atravesar los soportales de miserias humanas que se
reúnen junto a la piscina de Betesda, en Jerusalén. Allí se encuentra con una en
particular. Su palabra se dirige a ese pobre paralítico que lleva enfermo
treinta y ocho años, casi toda su existencia. Después de tan larga espera, ¿qué
puede pedir de bueno a la vida?
- La
pregunta aparentemente obvia de Jesús (v. 6) despierta la voluntad de este
hombre y, por un simple mandato (v. 8), recobra la fuerza: carga con su
camilla, compañera de tantos años de enfermedad, y camina llevándola consigo
como testimonio de su curación. Jesús renueva la vida, cosa que no podrían hacer los ritos
supersticiosos, ni siquiera la Ley :
quien se queda bloqueado en su interpretación literal, en la rigurosa
observancia del sábado, es un paralítico de espíritu, un ciego de corazón. A
diferencia de aquel enfermo, no quiere curarse y su rigidez se convierte en
hostilidad.
- En el
templo, Jesús se encuentra con el hombre curado y le dirige la palabra clara y
exigente (v. 14), de la que se desprende que hay algo peor que 38 años de
parálisis: el pecado, con sus consecuencias. Jesús no quiere renovar la vida a
medias: si no se nos libera de las ataduras del pecado, de nada nos sirve que
se nos desentumezcan los miembros. Es una libertad por la que debemos optar
cada día: “¿Quieres
quedar sano?... No peques más”.
CLAVES
para la VIDA
- Está
claro: ni la Ley ,
ni los ritos supersticiosos, ni el mismo templo consiguen curar a aquel enfermo
paralítico, ni siquiera en “38 años”, esto es, toda una vida. Aquí es donde se hace presente el
“agua de Jesús” y éste sí que es capaz de curar. Su palabra es más fuerte que
todos los bloqueos, cura y hace revivir desde dentro, incluso perdonando los
pecados. Desde la nueva situación, desde la curación, aquel hombre es invitado
a vivir de otra manera: “No peques más”.
- Jesús,
pues, no sólo cura unos miembros atrofiados, sino que además libera a aquel
enfermo de las mismas raíces, que provienen del pecado. Sin duda alguna, este enfermo
está simbolizando al pueblo de Israel, en su larga peregrinación por el
desierto, que encuentra en Jesús a su salvador y que le introduce en la tierra
de la promesa. Si bien, no es Israel el que llega a la fe, sino el mismo Jesús
quien toma la iniciativa de curar al enfermo, de darle la vida, a la que es
llamado.
- Hermosa la
propuesta que se me sigue haciendo: poderme encontrar con aquel que puede
liberarme desde la raíz, desde lo más profundo, que no sólo cura mis males
externos, sino del mismo pecado, raíz de todos los males. Ésta es la oferta que Dios me
hace en Jesús. ¿Me decidiré por fin...?
MIÉRCOLES, día 21
Isaías 49,
8-15
“... Exulta, cielo; alégrate, tierra;
romped a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo, se compadece
de los desamparados... ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no
conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te
olvidaré...”
CLAVES
para la LECTURA
- El Siervo de Yahvé experimenta el
desaliento y el fracaso, pero Dios le infunde nuevos ánimos y dilata hasta el
extremo de la tierra los confines de su misión salvífica (vv. 5-7). Implica, en
primer lugar, la liberación de los israelitas del destierro, porque ha llegado
el tiempo de la misericordia, el día de la salvación (v. 8). Dios tiene sus
tiempos y sus días, en los que ofrece su gracia y realiza su promesa. Penetra
en el curso de la historia humana para transformarla. En el designio de Dios,
el Siervo es como Moisés: mediador de la alianza. Como Josué, restaurará y
repartirá la tierra. Será el heraldo del nuevo éxodo que el Señor mismo, “el
Compasivo”, guiará como buen pastor y facilitará superando todo lo esperado
(vv. 10s). Es un mensaje de vida dirigido a los desterrados descorazonados.
- El profeta a continuación contempla desde
Jerusalén (v. 12) la entrada en la patria del pueblo, que confluye en la ciudad
santa no sólo desde Babilonia, sino desde todos los puntos donde habían sido
dispersados. El cosmos entero canta, exultando por la misericordia que el Señor
ha tenido con su pueblo (v. 13).
- Su amor es una ternura honda, visceral. Le
caracterizan su entrega y fidelidad perennes. Es su icono el amor de una madre
por sus hijos (vv. 14s). Son imágenes tomadas del lenguaje humano para indicar
lo unido que está Dios con sus criaturas; no es un Dios lejano ni impasible, ni
un Dios juez implacable, sino un Dios cercano y solícito con la suerte de todos
sus hijos.
CLAVES
para la VIDA
- ¡Hermosa y sugerente la reflexión del
profeta para todo aquel que quiere aceptar este regalo de Dios! Porque, una vez
más, se nos recuerda y se nos insiste: la fidelidad de Dios y su bondad y
misericordia están más allá de todo límite humano. Las promesas se hacen
realidad y es que Dios penetra en la historia humana para transformarla. Éste
es su proyecto y lo va a llevar a cabo. Con imágenes vivas, el profeta nos lo
anuncia en nombre de Dios mismo, quien es pastor y agricultor, médico y,
también, madre.
- Todo esto nos va proponiendo, de forma
progresiva, la Palabra de Dios: es como recordarnos constantemente las raíces
de nuestra fe: “acaso olvida una mujer a su hijo...” (v. 15), es mucho afirmar.
Dios no nos puede olvidar. Todavía no nos había hablado Jesús, quien nos
revelará la plenitud de todo este misterio, de este regalo.
- Aquí puede surgir una nueva oportunidad
para mí. Siento que éste es el objetivo-propuesta que se nos va haciendo. Dios
me llama a esta relación vital, llena de ternura, visceral, filial. Y si la
madre no puede olvidar a su hijo, tampoco Él puede olvidarme, ni abandonarme.
Ésta es la propuesta definitiva. ¿Seré capaz de asumirlo y aceptarlo desde el
corazón?
Evangelio: Juan
5, 17-30
“... Dijo
Jesús a los judíos: Mi padre sigue actuando y yo también actúo. Por eso los
judíos tenían más ganas de matarlo: porque no sólo violaba el sábado, sino
también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios...”
CLAVES
para la LECTURA
- Jesús es perseguido por los judíos a causa
de las curaciones que realiza en sábado. Para fundamentar sus obras, Jesús
revela su propia identidad de Hijo de Dios, poniéndose así por encima de la
Ley. El v. 17 alude a especulaciones judías: el descanso sabático de Dios se
refiere a su obra creadora, no a la continua actividad de Dios, que incesantemente
da la vida y juzga (el Eterno nunca puede interrumpir estas dos actividades,
porque pertenecen a su propia naturaleza).
- En los versículos 19-30, Jesús muestra que
se atiene en todo a la actividad de Dios como hijo que aprende en la escuela de
su padre. “El hijo no puede hacer nada por su cuenta”: esta afirmación,
reiterada en el v. 30, incluye la perícopa e indica su sentido. La total unidad
entre la acción del Padre y del Hijo es fruto de la completa obediencia del
Hijo, que ama el querer del Padre y comparte su amor desmesurado por los
pecadores. Por eso el Padre da al Hijo lo que a él sólo pertenece: el poder
sobre la vida y la autoridad del juicio (vv. 25s).
- Esta
íntima relación entre Padre e Hijo puede extenderse también a los hombres por
medio de la escucha obediente de la Palabra de Jesús, que hace entrar en el
dinamismo de la vida eterna superando la condición existencial de muerte que
caracteriza la vida presente.
CLAVES
para la VIDA
- ¡Cuántas “confesiones” nos ofrece este
pasaje del evangelio del discípulo amado! Jesús actúa en nombre del Padre, y
actúa dando vida, que es lo que Dios hace. Ésta es la actividad de Dios, dar
VIDA. En esa relación íntima, profunda y vital, está fundamentada toda la
actividad de Jesús, quien es obediente a los deseos y a los proyectos del
Padre.
-
¡Qué posibilidad la nuestra: poder participar en esa ESCUELA donde el mismo
Jesús aprende del Padre! Aquí nos emplaza el discípulo amado, porque él mismo
ha descubierto y experimentado, en toda su hondura y profundidad, la maravilla
de esa relación (de ahí que nos pueda ofrecer las impresionantes síntesis que
nos deja en su Evangelio). Jesús aprende; el discípulo aprende y ejerce esa
misma actividad que Jesús. Es su escuela.
- Aquí me encuentro (nos encontramos).
También soy invitado a participar y a aprender. En este tiempo cuaresmal, se me
invita a profundizar en lo mejor, en lo más auténtico y sentir toda la fuerza
que esa relación Padre-Hijo conlleva, y así participar en su misma obra de
salvación. Así es este nuestro Dios: empeñado en ofrecer la vida y vida en
plenitud. ¿Te
interesa, hermano/a? ¡Buen ánimo y... acéptalo!
JUEVES, día 22
Éxodo
32, 7-14
“... Veo que este
pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender
contra ellos hasta consumirlos... ¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira
contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto con gran poder y mano robusta?... Y
el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo...”
CLAVES
para la LECTURA
- Dios acaba
de establecer su alianza con Israel, confirmándola con una solemne promesa (Ex
24, 3). Moisés
todavía está en el monte Sinaí en presencia del Señor, donde recibe las tablas
de la Ley ,
documento base de la alianza. Pero el pueblo ya ha cedido a la tentación de la
idolatría: se construye un becerro de oro, obra de manos humanas, y se atreve a
adorarlo como al Dios que le ha librado de la esclavitud de Egipto (v. 8).
- Dios montó
en cólera (las características antropomórficas con las que se describe a Dios
en este episodio atestiguan la antigüedad del fragmento). Sin duda, informó a Moisés de lo
acaecido (v. 7): se ha roto la alianza. Es un momento trágico: Dios está a
punto de repudiar a Israel, sorprendido en flagrante adulterio.
- Aunque
Moisés, jefe del pueblo, permaneció fiel ¿le rechazará también el Señor? No, pero se pondrá a prueba su
fidelidad. ¿Cómo? Mientras el Señor amenaza con destruir al pueblo, propone a
Moisés comenzar con él una nueva historia y le promete un futuro rico de
esperanza (v. 10). Moisés no cede a la “tentación”. Ha recibido la misión de
guiar a Israel hacia la tierra prometida y no abandona al pueblo. Como en otro
tiempo Abrahán (Gn 18), intercede poniéndose como un escudo entre Dios y el
pueblo pecador. Con su súplica, trata de “dulcificar el rostro del Señor” (v. 11). Su
angustiosa oración, en la que recuerda al Señor las promesas hechas a los
patriarcas, es tan ardiente que llega al corazón de Dios.
CLAVES para la VIDA
- Esa
historia del pueblo elegido, sin duda alguna, está cargada de momentos negros,
de deserción, de abandono, de... pecado. Pero también hay páginas
INMENSAS, cargadas de una belleza y bondad insuperables. Esta página del Éxodo
y la plegaria de Moisés es impresionante: ya sea por su calidad humana como por
su mensaje y contenido. Moisés se pone de “escudo humano” entre un Dios
profundamente enojado y un pueblo “veleta”, que lo mismo es signo de lo mejor
como de lo más vulgar. Ahí está el “gran” Moisés.
- Ese
diálogo es entrañable (que sale de las “entrañas”) y capaz de conseguir de Dios
un cambio de actitud y de decisión. Ni siquiera acepta el “soborno” de hacer de él, de
Moisés, un nuevo pueblo. Él va a defender a su pueblo, hasta el punto de
pedirle a Dios que si no es así que le “borre del libro de la vida”. ¡Hasta dónde llega
su capacidad de intercesión...!
- La figura
de Moisés nos ayuda a entender la
MEDIACIÓN de Jesús y su papel entre Dios y su pueblo. Y es que Él, que ha aprendido del
Padre, lo llevará hasta las últimas consecuencias, sin reservarse nada, sino
entregándolo todo. Porque Él hace lo que le agrada al Padre. Se me ofrece,
pues, como el NUEVO Moisés y por medio de Él puedo adquirir la plenitud de los
dones de Dios. Aquí me encuentro. ¿Qué tal, hermano/a?
Evangelio:
Juan 5, 31-47
“... Pero el
testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha
concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me
ha enviado... “
CLAVES
para la LECTURA
- Continúa
el discurso apologético de Jesús como réplica a las acusaciones de los judíos. A medida que avanza el discurso,
se va enconando más y más. Cada vez aparece más clara la distinción entre el “yo” de
Jesús y el “vosotros”
de los oyentes hostiles. La perícopa llega al punto culminante del proceso del
Señor Dios contra su pueblo amado con predilección, pero obstinadamente
rebelde, ciego y sordo.
- Cuatro son los testimonios
aducidos por Jesús que deberían llevar a los oyentes a reconocerlo como Mesías,
el enviado del Padre, el Hijo de Dios: las palabras de Juan Bautista, hombre
enviado por Dios; las obras de vida que él mismo ha realizado por mandato de
Dios; la voz del Padre; y, finalmente, las Escrituras. Estos testimonios, tan
diversos, tienen dos características comunes: por una parte, como respuesta a la
acusación de blasfemia por los judíos contra Jesús, remiten al actuar salvífico
de Dios Padre; por otra, no dicen nada verdaderamente nuevo.
- Los judíos se encuentran así
sometidos a un proceso. Su ceguera procede de una desviación radical, interior:
los acusadores no buscan la “gloria que procede sólo de Dios”, revela el
riesgo y les pone en guardia: creen obtener vida eterna escudriñando los
escritos de Moisés, pero estos escritos son los que les acusan. ¿El intercesor
por excelencia tendrá que convertirse en su acusador? El fragmento concluye con
una pregunta que pide a cada uno examinar la autenticidad y sinceridad de la
propia fe.
CLAVES para la VIDA
- Todo este
texto evangélico está en conexión con el signo de la curación del paralítico de
la piscina, que Jesús ha realizado “en nombre de Dios” y como signo de vida. Pero sus enemigos le acusan de
blasfemia, por considerarse como “hijo” de Dios y de actuar en su nombre. Y es
que ese pueblo (sus dirigentes) está tan ciego y sordo que ni ve ni acepta ningún
testimonio que le pueda ayudar a reconocer en Jesús esa presencia nueva y
definitiva de Dios. ¡Terrible drama!, sin duda.
- “ACEPTAR A
JESÚS”: ahí está la cuestión que el discípulo amado plantea a lo largo y ancho
de su evangelio. Pero
no es algo teórico, sino muy vital y experiencial; esto es, participar de su
vida, de su luz, la que él aporta y ofrece a cada uno de los que se encuentran
con él. El “¿dónde
moras?” y el “venid y lo veréis” es una constante en la
propuesta de Jesús y que el evangelista nos plantea.
- Y aquí nos
encontramos, hoy, sus seguidores: tú, yo, nosotros. Es la invitación al seguimiento,
imitándole en su entrega total a favor del pueblo, de sus hermanos, cual NUEVOS
Moisés, ejerciendo de intercesores a todos los niveles. ¿Te animarás en esta
Cuaresma? ¡La conversión puede ir por ahí...!
VIERNES, día 23
Sabiduría
2, 1a. 12-22
“... Acechemos al
justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara
nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; declara que conoce a
Dios y se da el nombre de Hijo del Señor...”
CLAVES
para la LECTURA
- Después de
una exhortación para vivir de acuerdo con la justicia (Sab 1, 1-15), el
hagiógrafo deja la palabra a los “impíos”. Éstos, en un discurso articulado,
exponen su “filosofía”: viven la vida como búsqueda desenfrenada del placer,
eliminando -incluso con violencia- cualquier obstáculo que se les ponga por
delante. Los dos versículos que enmarcan la exposición manifiestan un claro
juicio condenatorio: razonan equivocadamente (v. 1), se engañan (v. 21).
- Los “impíos”,
de los que se habla, son probablemente los hebreos apóstatas de la comunidad de
Jerusalén, que, aliados con los paganos, persiguen a sus hermanos fieles al
Dios de la alianza. Con
su conducta estos “justos” constituyen una presencia insoportable.
Cuatro imperativos muestran un creciente rencor oculto que se convierte en odio
abierto: del tender acechanzas se pasa al insulto, para llegar finalmente al
proyecto de condena a muerte, en un desafío blasfemo contra Dios (v. 18; v.
20).
- El “resto”
de Israel vive su pasión profetizando la del Mesías. Jesús es el único verdadero, el
Hijo amado, el humilde puesto a prueba, escarnecido (v. 19) y condenado a una
muerte infame (v. 20). Pero, sobre todo, es él quien, habiendo puesto toda su
confianza en el Padre, surge del abismo en la luz de pascua como primogénito de
los muertos. La esperanza del Antiguo Testamento adquiere una dimensión
inesperada, que supera cualquier “profecía” posible: por los méritos de uno
solo, todos son constituidos “justos”, si se abre el corazón para acoger el don
de su gracia.
CLAVES para la VIDA
- Nos
hallamos en el último libro del Antiguo Testamento y también aquí aparece una
dinámica que luego vemos cumplirse a lo largo de los siglos y también ahora:
los justos resultan incómodos en medio de una sociedad no creyente y, por lo
tanto, hay que eliminarlos: “nos echa en cara... es un reproche a nuestras ideas... lo
condenaremos a muerte ignominiosa...”. Posiblemente, hoy en día, la forma
de “eliminarlos” será con otros medios, pero tan crueles como antes:
desacreditarlos, ridiculizarlos o, simplemente, ignorarlos. La historia se
vuelve a repetir. El sabio nos lo recuerda.
- Que esto
ocurrió de forma dramática con Jesús, no tenemos ninguna duda. Los evangelios son un testimonio
claro y contundente de esta tensión vivida, hasta que consiguen condenarlo y
ejecutarlo. El anuncio y la descripción del Sabio del Antiguo Testamento
adquieren unas notas dramáticas y especiales en la persona de Jesús de Nazaret.
- También
nosotros, hoy y aquí, estamos insertos en una realidad y cultura no
precisamente favorable a la fidelidad y el testimonio de vida concorde con el
proyecto de Dios y del Evangelio. Ser luz y sal, ofrecer la Buena Nueva del Reino y
vivirla... es hoy la llamada que se nos pide a los seguidores de Jesús. Muy
posiblemente nos ocurrirá como al “resto” de Israel, o como le ocurrió al Señor
Jesús. ¡Es todo un dilema!
Evangelio:
Juan 7, 1-2. 10. 25-30
“... Entonces Jesús,
mientras enseñaba en el templo, gritó: A mí me conocéis y conocéis de dónde
vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es
veraz: a ése vosotros no le conocéis, yo le conozco porque procedo de él y él
me ha enviado. Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano,
porque todavía no había llegado su hora...”
CLAVES
para la LECTURA
- La persona
de Jesús suscitó preguntas e inquietudes entre sus contemporáneos, mientras la
aversión de los jefes judíos llega al paroxismo (v. 1b). Jesús no es un provocador ni un
cobarde: espera la hora del Padre sin huir ni adelantar los acontecimientos.
Por eso evita la Judea
hostil y cuando, por fin, sube a Jerusalén a la fiesta más popular, la de las
Tiendas, lo hace “de incógnito”, contrariamente al deseo de sus
parientes, pero deseosos de disfrutar de su fama (vv. 3-5). En la ciudad santa,
sin embargo, es reconocido en seguida. Y como siempre se dividen los ánimos:
ahora se trata de su mesianismo.
- Los
círculos apocalípticos de la época sostenían el origen misterioso del Mesías: y
si Jesús proviene de Nazaret, es sólo un impostor (vv. 26s). Jesús no ignora las voces que se
van difundiendo, y sobre ellas se eleva su propia voz, fuerte y clara, en el
templo (v. 28: literalmente “gritó”; se trata de una proclamación solemne y
con autoridad). Con sutil ironía, se muestra que su origen es efectivamente
desconocido a los que piensan saber muchas cosas de él: de hecho, no quieren
reconocerlo como el enviado de Dios y por eso no conocen al Dios veraz y fiel que
cumple en él sus promesas.
- Las
palabras de Jesús suenan a los oídos de sus adversarios como una ironía, un
insulto y una blasfemia. Tratan de echarle mano, pero en vano: él es el Señor del tiempo y las
circunstancias, porque se ha sometido totalmente al designio del Padre, y
todavía no ha llegado su “hora” (v. 30).
CLAVES para la VIDA
- En este
pasaje descubrimos cómo Jesús se vuelve incómodo e inaguantable para los jefes
de su pueblo que quieren hacer silenciar su voz y, con ella, sus denuncias,
porque resulta que los que “creen saber mucho de él” (de donde procedía, etc.),
no aciertan a descubrir en Él al Enviado del Padre, actuando en su nombre y
anunciando la Buena Nueva
de parte de Dios. “Saben”,
pero “no aciertan” en su apreciación. Fue el drama de los dirigentes del pueblo
de Israel y se cerrarán en esa situación; se bloquean en su cerrazón y no
encuentran salida alguna.
- Pero Jesús
tiene una conciencia clara de su misión: viene “enviado por aquel que es veraz”, y
desde ahí pierde el miedo a sus enemigos, aunque pretendan matarle y así callar
su voz. Está
abierto plenamente al proyecto del Padre y acepta la “hora”, esto es, sus
designios. Cuando llegue, no dudará en dar testimonio vivo y directo de lo que
el Padre le ha mostrado y para lo que le ha enviado.
-
Impresiona, sin duda, la claridad que en este momento ofrece el discípulo amado
de la conciencia de misión que Jesús presenta: no hay nada que le detenga ni le
frene. A esa Escuela somos invitados, también nosotros, estos días anteriores
-pero ya próximos- a la
Semana Santa. ¡Buen ánimo!
SÁBADO, día 24
Jeremías
11, 18-20
“... Talemos el árbol
en su lozanía, arranquémosle de la tierra vital, que su nombre no se pronuncie
más. Pero tú, Señor de los ejércitos, juzgas rectamente...”
CLAVES
para la LECTURA
- El
presente texto constituye la primera de las llamadas “confesiones de Jeremías”.
Son ráfagas de luz que
nos permiten adentrarnos en el mundo interior del profeta a través de las
repercusiones personales de su misión: son un testimonio precioso, único en la Biblia. Por voluntad
del Señor, Jeremías descubre la conjura que sus paisanos de Anatot han urdido
contra él para quitarle de en medio (v. 19). Es difícil precisar las causas
históricas, pero esto no impide captar el mensaje fundamental. En la historia
de la salvación, las vicisitudes de la vida del profeta son de capital
importancia, por el modo con que tuvo que vivirlas.
- Jeremías,
víctima inocente, pensando en el peligro que acaba de pasar, se compara con un
cordero manso llevado al matadero. Esta imagen, presente también en el cuarto canto
del Siervo sufriente de Yahvé (Is 53, 7), se utilizará ampliamente para
describir al Mesías Sufriente que expía en silencio el pecado del mundo (Jn 1,
29; 1 Pe 1, 19; Ap 5, 6ss). Atormentado en el corazón y la mente, el profeta
sufre, y se atreve -él, tan humilde- a elevar una oración de venganza; es la
ley del talión.
- Jeremías
vive su pasión como hombre del Antiguo Testamento; será Jesús, realidad de lo
que el profeta figuraba, quien morirá inocente, poniéndose en las manos del
Padre él mismo y poniendo también a sus adversarios, que le crucificaron, para
que les perdone.
CLAVES para la VIDA
- A
Jeremías, llamado por Dios para ser su profeta, le toca vivir momentos muy
difíciles, y los vive con enorme intensidad; su drama, sin duda alguna, es
estremecedor. Han
tramado su muerte y él acude a Dios, con confianza, pero, al mismo tiempo,
pidiendo venganza contra sus enemigos. Es todo un símbolo de un justo
perseguido por su condición de profeta, que de parte de Dios anuncia y denuncia
a un pueblo que no quiere escuchar sus palabras.
- La figura
del profeta Jeremías es anuncio, sin duda alguna, de Jesús de Nazaret, quien
además de confiar en el Padre, poniéndose plenamente en sus manos, entregará su
vida, incluso perdonando a sus enemigos. Así, en la historia de la
salvación, se ha ido preparando a la presencia definitiva y salvadora de Dios.
- Aquí nos
encontramos nosotros, recorriendo esos caminos, por los que Dios nos ha ido
comunicando sus planes de salvación y de vida. El profeta Jeremías, con sus
“confesiones”, nos muestra una etapa de ese camino; pero, para nosotros, el
culmen de ese camino lo encontramos en Jesús de Nazaret. A vivir junto a Él,
todo su drama y entrega, nos va llevando la liturgia. ¡Ánimo, hermano/a!
Evangelio:
Juan 7, 40- 53
“... De la gente que
había oído estos discursos de Jesús, unos decían: Éste es de verdad el profeta.
Otros decían: Éste es el Mesías. Pero otros decían: ¿Es que de Galilea va a
venir el Mesías? ¿No dice la
Escritura que vendrá del linaje de David, y de Belén, el
pueblo de David?... Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano
encima...”
CLAVES
para la LECTURA
- “Y surgió entre la
gente una discordia por su causa” (v. 43); escena tomada al vivo. El evangelista nos muestra cómo
la gente discute sobre un hombre del que todos hablan, preguntándose si no será
el Mesías. Su palabra de autoridad, que fascina incluso a los guardias enviados
para arrestarlo (v. 46), no podría dejar lugar a dudas.
- Pero, sin
embargo, se esgrimían dos fuertes argumentos en contra. En primer lugar, Jesús viene de
Galilea, y la Escritura
dice que nacería en Belén. Pero, sobre todo, el hecho de que los jefes del
pueblo y los fariseos no han creído en él: ¿puede quizás la gente ordinaria
tener otro parecer respecto a este hombre con pretensiones inauditas? Frente a
la agitación general, los que ejercen el poder y la ciencia responden con
sarcasmo y desprecio, síntomas inequívocos de una reacción desmesurada dictada
por el miedo a perder prestigio.
- Sólo se
distingue la valiente voz de Nicodemo -el que vino a ver a Jesús de noche (Jn
3, 1)-, que indica que la misma Ley no juzga a nadie antes de haberle
escuchado. También
se le tacha de ignorancia. Y bruscamente concluye Juan: “Cada uno se marchó a su casa” (v.
53), algunos llevando en el corazón el deseo de conocer más a Jesús ; otros,
con un rechazo más enconado. Pero la
Palabra no calla; todavía no había llegado su hora.
CLAVES
para la VIDA
- Como le
sucedía al profeta Jeremías (primera lectura), también Jesús se encuentra con
una situación complicada y enconada en torno a su persona. Pero está claro: Él camina con
decisión a realizar los proyectos del Padre. Es, pues, el nuevo Jeremías,
perseguido y condenado, al menos por los dirigentes de su pueblo, pero capaz de
entregarse hasta el fin, si bien en este caso perdonando a sus verdugos. Hasta
ahí ha llegado. Es, pues, la nueva figura a la que se nos invita a mirar y
contemplar.
- La
liturgia nos invita a mirar (en positivo) a esta nueva figura: si nos
impresionan las “confesiones” de Jeremías, por su crudeza y dramatismo, este
texto evangélico nos ofrece un cuadro complicado en torno a la persona de
Jesús, de reacciones contrarias porque su mensaje, su historia y su persona no
“encajan” con lo que “sabían” y esperaban desde siempre.
- Ésta es la
actitud que se nos propone también a nosotros: dejarnos “SORPRENDER” por este
Jesús, y no encasquillarnos debido a nuestras ideas, prejuicios o actitudes
anquilosadas (como les ocurría a sus paisanos y, especialmente, a sus
dirigentes). También
en esta ocasión, HOY, poderle contemplar, para descubrir toda la frescura de su
estilo y de su entrega, de sus actitudes vitales, de su disponibilidad al Padre
y a su proyecto en favor de sus hermanos. ¡Ahí es nada!
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