sábado, 17 de noviembre de 2012


DOMINGO, día 18

 

Daniel 12, 1-3


“… Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: Serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora… Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida perpetua, otros para ignominia perpetua…”


CLAVES para la LECTURA


- «En aquel tiempo...»: El tiempo al que alude el profeta es un tiempo en el que la impiedad ha llegado a su cima: en el capítulo 11, en efecto, se revelan los acontecimientos históricos que habían concluido con la muerte de Antíoco Epífanes, figura del enemigo de Dios; sin embargo, cuando el mal que se propaga parezca triunfar, la historia desembocará en el acontecimiento escatológico: éste es precisamente el mensaje de esperanza ofrecido por este fragmento donde se describe el tiempo final. En él ya no serán posibles ni la ambigüedad ni las componendas: todas las cosas aparecerán en su auténtica realidad.

- El conflicto contra las fuerzas del mal se convertirá en lucha abierta, y el pueblo de Dios experimentará la protección extraordinaria del arcángel Miguel. Será, por tanto, un tiempo de extrema angustia y, a la vez, de salvación para quienes hayan sido fieles. El Señor conoce a los suyos uno a uno, sus nombres están escritos en su libro: no podrá olvidarlos (v. 1). Tendrá lugar, por consiguiente, el traslado del tiempo a la eternidad; se profetiza aquí la resurrección universal («muchos» es un semitismo que significa «todos»), en la que cada uno recibirá su destino eterno de vida o de infamia, según su propia conducta. Los sabios, los justos, o sea, los que hayan recorrido el camino de la santidad y ayudado a otros a recorrerlo, resplandecerán con una gloria perenne.

- La fe en la resurrección, en el juicio y en la vida eterna se va delimitando ya cada vez con mayor claridad ahora que estamos en los umbrales del Nuevo Testamento. Con la resurrección de Cristo comenzará el tiempo del fin, y tendrá su consumación en la parusía.


CLAVES para la VIDA


- Las promesas de Dios se va abriendo paso, tanto en la comprensión como en la vivencia de fe de Israel. Y es que Dios es un Dios de vida y ofrece vida a la humanidad. El autor de libro de Daniel es una muestra clara de ese progreso de la revelación y que en la espiritualidad de Israel poco a poco va calando, si bien será necesaria la presencia viva de Jesús de Nazaret para alcanzar esa comprensión plena. Sólo desde la resurrección de Jesús se iluminará definitivamente el camino de la vida.

- “Entonces se salvará tu pueblo…” (v. 1c): porque ésta es la convicción que está en el sustrato de la vida y de la historia de Israel, recorriendo entre los entresijos de su caminar. Que eso se exprese en un lenguaje apocalíptico, o como anuncio gozoso del profeta… poco importa. Toda la historia y el caminar de Israel está sembrado de esa convicción y es que Dios ha dado su palabra y la va a cumplir, a pesar de los pesares. Eso sí: la forma de realizar ese plan diferirá muy mucho de aquello que Israel esperaba, hasta el punto de no reconocer esa presencia definitiva de Dios en Jesús de Nazaret.

- Terminando el Año Litúrgico, es bueno que se me/nos vuelva a recordar que el final no es algo dramático y que produce miedo, si al menos se ha intentado vivir en fidelidad. Las promesas de Dios siguen en pie y no fallan. Y después de recordarnos esto, se nos invita a poner la mirada en lo que es definitivo, que es Jesús de Nazaret; ahí se ilumina plenamente nuestro caminar. Las fuerzas del mal, al final, se verán superadas y vencidas. Y con todo… Él espera de nosotros una ayuda “necesaria” para llevar a cabo esa lucha contra las fuerzas del mal y que tantas expresiones asume a lo largo y ancho de la historia de la humanidad.


Hebreos 10, 11-14. 18


“... Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio: está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies...”


CLAVES para la LECTURA


- El tema central del pasaje es el sacerdocio de Cristo, considerado bajo el aspecto de su eficacia salvífica. También desde este punto de vista el sacrificio realizado por Él es, con mucho, superior a los sacrificios de la antigua alianza. El autor de la carta se dirige a una comunidad judeocristiana. Ésta -como se ve e otros capítulos de la carta- pasa por un momento de crisis y siente nostalgia por el culto antiguo.

- El autor establece una comparación directa entre los sacerdotes del templo y el mismo Cristo. Los primeros aparecen sometidos a una continua y vana repetición de ritos que no llegan nunca a purificar las conciencias ni a liberarlas del pecado: son, efectivamente, sacrificios externos, sólo figura del verdadero sacrificio. Frente a ellos se yergue la figura majestuosa de Cristo: éste, tras ofrecer “una sola vez” su propia vida en obediencia al Padre, “está” ahora en su presencia y “está sentado” a su derecha, esperando que lleguen a su madurez todos los frutos de la obra de salvación que ya ha realizado.

- El camino de acceso al cielo -el verdadero “Santo de los santos”- está ahora abierto, y así queda para siempre. Este carácter definitivo es considerado por el autor como la realización de la profecía de Jeremías (31, 33ss) referente a la “nueva alianza”: Dios ha escrito su ley en el corazón del hombre y ha perdonado todos sus pecados. En el Hijo amado, cada hombre es ahora, potencialmente, hijo de Dios.


CLAVES para la VIDA


- Se nos sigue ofreciendo el mensaje central de esta carta a los Hebreos: Cristo es el CENTRO de la nueva realidad y en Él todo adquiere una nueva dimensión y una eficacia de salvación insospechada para la humanidad. De ahí que nuestra actitud debe ser de una acogida en plenitud a lo que en Él se nos ofrece. He aquí la gran TAREA del creyente.

- Y es que en Cristo, Dios se compromete con nosotros con una NUEVA ALIANZA, pero muy distinta a la antigua. Y si es verdad que los profetas lo habían anunciado (así, Jeremías), ahora se da en plenitud: nace desde el CORAZÓN, en el interior de la persona, donde se anida el Espíritu del mismo Dios, y cambia la situación en su totalidad. Todo ha sido posible por la entrega y ofrenda de Jesús, que ahora está en la tarea de intercesión en favor nuestro.

- Vivir esta NUEVA SITUACIÓN es la tarea que se nos propone, hoy, a los creyentes. Ya el pecado no es lo que domina sobre nosotros (según la carta) sino la vida nueva y la liberación que se nos da en Cristo. Vivir, pues, esta situación como DON, como inmenso regalo, produce una espiritualidad y un estilo determinados. ¿Lo estaré viviendo? ¿lo estaré disfrutando? ¡Necesito analizar mi vida!


Evangelio: Marcos 13, 24-32


“… En aquellos días, después de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán. Entonces verán venir al Hijo del Hombre sobre las nubes con gran poder y majestad… Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán. El día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre…”


CLAVES para la LECTURA


- Con este fragmento culmina el discurso escatológico de Jesús, que, en el evangelio de Marcos, tiene una extensión sorprendente (capítulo 13). Los «últimos tiempos» están descritos a partir de la predicción de acontecimientos históricos que, efectivamente, podrán constatar los discípulos, puesto que tuvieron lugar en el tiempo de aquella generación (v. 30).

- Con todo, el horizonte es más amplio: la intensificación de guerras y cataclismos no es más que «el comienzo de los dolores» (así el v. 7 al pie de la letra). Será el signo de que tanto para la historia como para la creación empieza un grandioso trabajo de parto, un trabajo que llevará consigo un sufrimiento inaudito (vv. 19-20. 24a), pero concluirá con la venida gloriosa del Hijo del hombre profetizado por Daniel, un personaje apocalíptico con el que Jesús se identifica. Como juez de la historia y vencedor de las fuerzas del mal, inaugurará definitivamente el Reino de Dios para todos sus «elegidos», esto es, para los que se hayan mantenido fieles en la persecución (vv. 9-13) y hayan resistido a las seductoras perspectivas ofrecidas por los falsos cristos, que aparecerán numerosos en los últimos tiempos (vv. 21-23).

- En este discurso se entrelazan, pues, acontecimientos históricos y elementos apocalípticos, expresados con imágenes tomadas de los profetas: Jesús quiere hacer comprender que el misterio pascual ahora presente -su «hora» en el lenguaje joáneo- será el comienzo de la fase final de los tiempos. De ahí que invite a los discípulos, ya desde ahora, a la vigilancia, a escrutar los acontecimientos sabiendo captar en ellos la proximidad del Hijo del hombre, es decir, de su retorno glorioso (vv. 28ss) y a adherirse plenamente a su Palabra, más estable que los cielos y la tierra, que también «pasarán»; sin embargo, la pregunta concreta de algunos discípulos: «¿Cuándo...?» (v. 4), queda sin respuesta. Jesús, mientras se revela como el Hijo, muestra que no puede disponer ni del día ni la hora del fin. Por eso, en cuanto Hijo y hombre, se confía él mismo por completo al designio de amor y salvación del Padre (v. 32).


CLAVES para la VIDA


- Una vez más, hechos históricos y reflexiones del evangelista se entremezclan en un mismo texto, como ocurre en este relato evangélico. La comunidad cristiana, que está viviendo una situación concreta y determinada de persecución, donde las fuerzas del mal parecen imponerse inexorablemente, ahora recuerda las palabras del maestro y hace suyas las propuestas allí recogidas y expuestas. Y permanece la convicción: el Hijo del Hombre llevará a plenitud esa historia de la salvación, a pesar de las apariencias de fragilidad que parecen mostrarse en estos momentos.

- De ahí que se exprese de manera clara y rotunda: “El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán” (v. 31), y eso a pesar de desconocer el “cuándo” de esa manifestación plena y definitiva. El, Jesús, es lo definitivo y por eso mismo llevará a plenitud todas y cada una de las promesas donde Dios ha empeñado su palabra y que a través de los tiempos ha mantenido viva la fe y la esperanza de Israel.

- Confiar plenamente en el designio de amor y de salvación del Padre (como el mismo Jesús); fiarme de que sus palabras alcanzarán su plenitud, a pesar de las apariencias de fragilidad; vivir, pues, en la profunda convicción de que todo alcanza su máxima plenitud, aunque el poder del mal aparente ser más fuerte que todo el resto… ¡he ahí la conclusión que se me exige y se me pide! No es, pues, cuestión de pasar miedo ni pánico ante lo que se avecina, sino vivir preparados ante la NOVEDAD que se aproxima. ¿Cómo lo vives tú, hermano/a?

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