DOMINGO, día 23
Miqueas
5, 1-4a
“...
Así dice el Señor: Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá,
de ti saldrá el jefe de Israel...”
CLAVES
para la LECTURA
-
Miqueas, contemporáneo de Isaías, vive en un período dramático para el reino de
Judá, amenazado por el poder asirio y gobernado por descendientes de David,
dedicados más a sus propios intereses que a los de sus súbditos. En este
contexto aparece el presente oráculo de renacimiento. Para el profeta hay que
volver a comenzar desde el principio. Dios hará renacer a su pueblo por medio
de un rey justo, pero provendrá no de Jerusalén, sino del pequeño Belén (v. 1),
patria chica de David. Es necesario recuperar la humildad de los orígenes, de «los días remotos», cuando David fue elegido
el último, después de pasar sus siete hermanos, que -a los ojos de los hombres-
parecían más adecuados que él; no habrá nuevo nacimiento si no se comienza
desde abajo, desde los últimos.
- De
momento es necesario un tiempo de purificación (v. 2), un tiempo en el que
Israel será sometido a otras potencias y terminará con el nacimiento del nuevo
rey. El profeta no da el nombre pero enumera las características esenciales (v.
3): gobernará con firmeza y a la vez con el cariño con que un pastor sigue a su
propio rebaño; sobre todo actuará en nombre del «Señor,
su Dios». El “nombre”
(Yahvé) nos recuerda el relato de la revelación en el Sinaí a Moisés; así pues,
el rey actuará con el espíritu de la alianza de Dios con su pueblo; de este
modo el pueblo recobrará la paz (v. 4).
- Esta
profecía se ha conservado en Israel pero nunca se ha realizado en ninguno de
los reyes que se sucedieron en el trono de Jerusalén. En el Nuevo Testamento,
Mateo la ve realizada en Jesús, nacido en Belén (Mt 2, 6), verdadero pastor que
se preocupa por su rebaño disperso y agotado.
CLAVES
para la VIDA
- En la
historia de Israel, como pueblo, hay momentos duros y dramáticos. Pero algo
está muy claro: la humillación no es definitiva; Dios hará renacer a este
pueblo y le dará un rey justo. Éste es el contexto que nos presenta el pasaje
profético de hoy. Y Dios hará realidad esta promesa de salvación, porque Israel
es el pueblo escogido y amado por este Dios, desde los orígenes. Siempre el
mensaje central se hace presente y renueva la esperanza de este pueblo.
- Eso
sí: la lógica de Dios será diferente de los cálculos humanos. Por eso, lo
humilde y lo que no cuenta será el punto de partida de esta nueva realidad.
“Belén” es una insignificancia en esa historia, pero de ahí “arranca” -según el
profeta- la nueva situación de la presencia salvadora de Dios. Así en el Nuevo
Testamento, el evangelista Mateo lo leerá desde esta óptica y ese “rey justo” y
su profecía la ve realizada en Jesús.
-
Contemplar esa historia, descubrir sus entrañas es una tarea constante en mi
caminar de creyente, hoy y aquí. Y gustar de esa “lógica” de Dios y disfrutar
de ella, es una necesidad vital. También yo (nosotros) necesitamos renovar
constantemente lo esencial de las raíces de nuestra fe, fe que se hace historia
y vida en Israel y que, hoy, se realiza en nosotros. ¡Profundízala, gústala,
vívela...!
Hebreos
10, 5-10
“... Por eso, cuando Cristo entró en el mundo, dijo: Tú no quieres
sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas
holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el
libro: Aquí estoy, ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad...”
CLAVES
para la LECTURA
-
Como consecuencia de la caída original, la naturaleza del hombre está inclinada
al mal y, de hecho, la inclinación se convierte en pecado realizado, que, a su
vez, hace todavía más fácil el hundimiento. De ahí deriva un estado de
esclavitud permanente. Por eso, la ley antigua prescribía complicados ritos de
purificación, exigía la ofrenda repetida de víctimas sacrificiales: sangre de
toros y de machos cabríos. Éstos conseguían mantener viva la conciencia del
pecado, pero eran absolutamente insuficientes para extirparlo de raíz y
devolver la auténtica libertad.
-
Un rito exterior no puede poner remedio de manera automática a una herida
interior que tiene su origen en un acto de desobediencia a Dios, en una
soberbia rebelión contra su voluntad. El verdadero antídoto está, pues, en la
humilde obediencia al designio divino de salvación. Jesús vino al mundo a
construir, por vez primera, este camino de retorno, abriendo así a los hombres
la única vía que puede conducir a la salvación. Aunque era Hijo de Dios, se
rebajó a la condición humana y se hizo obediente hasta morir en la cruz.
-
Toda su vida terrena encuentra una síntesis perfecta en esta afirmación: “Mi alimento es hacer la voluntad de aquel que me ha
enviado” (Jn 4, 34). En esta obediencia consiste el culto
perfecto en espíritu y en verdad, el que no se agota en prácticas exteriores,
sino que se convierte en comunión con Dios y en salvación para todos.
CLAVES
para la VIDA
-
Somos muy conscientes, y las ciencias humanas nos lo recuerdan, de que las
“heridas” de nuestro ser más profundo son muy complicadas de curar, porque la
“raíz” permanece intacta. Esto mismo nos viene a recordar el autor de la carta
a los Hebreos, y todos los sacrificios y ritos de purificación no hacen más que
mantener viva la conciencia de herida, de pecado, que anida en nosotros. Nada
de todo eso puede devolvernos la auténtica libertad, la que deseamos y
anhelamos.
-
Hoy se nos vuelve a recordar que el verdadero antídoto está en la humilde
obediencia de Jesús al designio salvador de Dios. Así, Él reconstruye nuestra
naturaleza herida y nos libera de las diversas esclavitudes que anidan en
nuestro ser. Pero, además, posibilita el camino de retorno al Padre,
restableciendo la comunicación que aporta vida en plenitud.
-
He aquí la mediación que ejerce Jesús, la que se nos invita a compartir a nosotros,
sus seguidores. Siendo conscientes de que el culto en espíritu y verdad es
aquel que no se agota en lo externo, aunque sea solemne y hermoso, sino el que
realiza la comunión con Dios en favor de los hermanos, como Jesús. ¡Aquí me
encuentro! ¡Ojalá!
Evangelio:
Lucas 1, 39-45
“Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la
montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En
cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó
Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: ¡Bendita tú entre las mujeres
y bendito el fruto de tu vientre!... ¡Dichosa tú, que has creído!, porque lo
que te ha dicho el Señor se cumplirá...”
CLAVES
para la LECTURA
- Uno de los temas principales de la página de Lucas
sobre la visitación es la alegría del encuentro entre las dos madres y la del
Bautista al oír la voz de la «madre del Señor»
que lleva en su seno al Hijo. En la alegría del Bautista se percibe una alusión
a la alegría de David bailando por la llegada del arca de la alianza, signo de
la presencia de Dios (2 Sm 6). El Bautista goza -incluso «da
saltos» (v. 41)- porque María, como arca santa, lleva en su seno
al Señor.
- En el Bautista, que goza por la presencia de María y
Jesús, está representado el Antiguo Testamento que espera y acoge la
manifestación del Nuevo. Isabel, por su parte, es la mujer anciana y estéril
que ve las maravillas de Dios, el cual acoge los sufrimientos y deseos de la
humanidad. En esta escena está retratada la humanidad entera que espera a
Cristo y saluda su llegada porque, encontrándolo, comprende que era él al que
esperaba sin saberlo. El Hijo de Dios que se hace carne es la fuente de la
alegría porque dice la verdad a la que todo humano está llamado: ser hijo como
él.
- En cuanto a María, ella recibe el saludo de Isabel
que la proclama «bendita» (v. 42) y el elogio
que la declara «dichosa» (v. 45) por haber
creído en la promesa de Dios. Mientras da a la humanidad al Hijo de Dios, María
nos enseña también a responder con fe a la oferta divina. Fe y humildad: «Ha mirado la humillación de su esclava» (v.
48). En María se ejecuta el programa de Dios (anunciado por Miqueas) que
comienza por los últimos.
CLAVES
para la VIDA
-
El encuentro de estas dos madres y del Mesías con su Precursor constituyen la
expresión de un único cántico de alabanza y acción de gracias a Dios por su
presencia salvadora en medio de los hombres. Ahora nos toca a nosotros,
siguiendo el ejemplo de María y de Isabel, abrirnos a la acción gozosa y fecunda
del Espíritu y responder al don de Dios. La Navidad es tiempo de gozo porque
Dios se hace uno de nosotros, dándonos a su Hijo y porque nos hemos convertido
todos en hermanos e hijos del mismo Padre. ¡Hermoso misterio capaz de llenar el
corazón humano!
-
María es el modelo de apertura de corazón a la acción del Espíritu. Ella con el
don de la maternidad no se aisló en una autocomplacencia, sino que, cual
verdadera “arca de la alianza”, que encierra en sí la fuente de la vida, se
pone en marcha para servir a los demás en una caridad traducida en humilde
servicio. ¡Inmensa lección para los creyentes de hoy, para nosotros!
- Y
éste es el pórtico de la
Navidad a la que la liturgia nos ha conducido una vez más, y
es que Dios se “disfraza” en gestos de amor hacia los hermanos, especialmente
en aquellos que carecen de motivos para el gozo y la alegría. Y aquí nos
encontramos nosotros dispuestos a festejar y celebrar al Dios-con-nosotros.
¿Sabremos descubrirle? ¡Ojalá!
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