DOMINGO, día 9
Baruc
5, 1-9
“… Dios ha
mandado abajarse a todos los montes elevados, a todas las colinas encumbradas,
ha mandado que se llenen los barrancos hasta allanar el suelo, para que Israel
camine con seguridad, guiado por la gloria de Dios…”
CLAVES
para la LECTURA
- El canto de Baruc forma parte de un poema más amplio
y tiene como tema el fin del destierro y la reconstrucción de la capital,
Jerusalén. Probablemente se trata de una composición posterior, en la que la
situación de la ciudad se convierte en paradigma, en ejemplo aplicable a
diversas situaciones. El fragmento se subdivide en dos momentos, marcados por
los imperativos.
- «Jerusalén, despójate de tu vestido de luto, y vístete de
gala» (vv. 1-4): se dará un cambio radical en la ciudad pasando
del luto al gozo, y asumirá nombres nuevos, signo de su nueva situación («paz en la
justicia, gloria en la piedad»). Para Baruc la promesa divina
conlleva una vida de justicia; ésta traerá la paz y la piedad, es decir, el
respeto a Dios, y será motivo de gloria para la ciudad (v. 4). «Levántate,
Jerusalén, y mira hacia oriente» (vv. 5-9): el renacer de la
ciudad consiste en concreto en la vuelta de sus hijos, bajo la guía de Dios que
los conduce.
- En el v. 2 notamos en particular que a Dios se le
llama «El
Eterno». Se trata de un apelativo importante porque invita a los
oyentes a tener una perspectiva amplia de las circunstancias históricas; el
triunfo del mal es pasajero, aunque a veces cause trastornos al hombre. El
autor inspirado enseña que Dios es Señor de la historia y puede resolver a
favor del hombre los tiempos de prueba. Es él quien allana el camino de
regreso: «Porque
Dios ha mandado que todo monte elevado y toda colina secular se abajen; que los
valles se rellenen» (v. 7). Para ello somete, a favor de su
pueblo, los elementos de la naturaleza (v. 8).
- En la página profética aparecen con insistencia
algunos términos -como gozo, gloria, justicia- para significar que el encuentro
con Dios que viene es gloria para los suyos, para el atribulado que confía en
él.
CLAVES
para la VIDA
- Éste
es el mensaje reiterado de los profetas: Dios vuelve a salvar a su pueblo.
En este caso, con la vuelta del destierro y la reconstrucción de Jerusalén,
donde -de nuevo- el pueblo vivirá días de gloria y de fidelidad, porque
renovará su alianza con el Dios que salva. Por eso, el luto y el llanto dejarán
paso a la justicia y a la paz. Así ve el corazón del profeta el proyecto de
Dios, que está a punto de llevarse a cabo.
- “Porque Dios guiará a Israel con alegría a la luz de su
gloria, con su justicia y su misericordia” (v. 19): éste es el
motivo fundamental y la razón de ser de todo el caminar de Israel. Su Dios es
alguien que ama la justicia y Dios es misericordioso. A partir de ahí es
posible seguir creyendo y esperando en este Dios, e Israel lo ha experimentado
con creces, tanto en el gran acontecimiento de la liberación de Egipto, como
luego a través de la historia. Y si en algún momento Dios ha permitido que el pueblo
de Israel sufriera alguna desgracia, siempre ha sido con el fin de que tomara
conciencia de su infidelidad a la alianza, la que les une a ambos.
- El
mensaje profético llega también a nuestra vida como Buena Noticia,
especialmente desde que Jesús de Nazaret lo ha acreditado con su enseñanza y
con los signos obrados. Dios siempre es más grande que nuestras visiones y
comprensiones acerca de Él. Ésta es la clave de la lectura. De ahí que hacer
que resuene en mí ese mensaje; asumirlo como clave en mi vida y caminar
creyente… es absolutamente necesario. Este texto profético me ayuda a aceptar y
acoger al Dios-Padre, Abbá, que nos propone Jesús. ¿Cuál es tu visión de Dios,
hermano/a? ¿Cuáles son sus “notas” peculiares? Tema para un buen examen de
conciencia.
Filipenses
1, 4-6. 8-11
“... Testigo me es Dios de lo entrañablemente
que os quiero, en Cristo Jesús. Y ésta es mi oración: que vuestra comunidad de
amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar
los valores. Así llegaréis al día de Cristo limpios e irreprochables, cargados
de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, a gloria y alabanza de
Dios...”
CLAVES
para la LECTURA
- La
carta que Pablo escribe a los filipenses -durante uno de los períodos que pasó
en la cárcel (v. 7c; v. 14a), pero cuya datación es insegura- figura entre las
más afectuosas del epistolario paulino, según el testimonio de sus óptimas
relaciones con la primera comunidad cristiana de Europa.
- Aquí se trata de la página de apertura de la carta a
los Filipenses. Nos choca el tono afectivo de Pablo, manifestación de su
solicitud pastoral. El tema dominante es el del progreso de los cristianos de
Filipos. Dos veces menciona el «día de Cristo Jesús» (vv. 6 y 10), prueba
clara de que esta espera era muy viva en las primeras comunidades. Esta espera
es un estímulo al compromiso, porque el tiempo presente es el tiempo en el que
el cristiano puede «crecer», esperando el encuentro definitivo con el Señor.
- En cuanto al crecimiento, Pablo recuerda ante todo
que Dios mismo lo posibilitará y lo llevará a buen término (v. 6). Se trata
sobre todo de un crecimiento en el «amor»,
que a su vez nos hace profundizar en el «conocimiento», mayor agudeza en el discernimiento,
la tensión constante hacia lo mejor, la transparencia e integridad de
costumbres: «ruego
que vuestro amor siga creciendo más y más en conocimiento y en sensibilidad»
(v. 9).
- El fin último de toda esta gran tensión espiritual
del cristiano es para Pablo «la gloria y alabanza de Dios» (v. 11).
CLAVES
para la VIDA
-
El apóstol conservaba un recuerdo muy cariñoso de aquella comunidad que él
mismo había fundado y que tanto colaboró y ayudó a Pablo en todo momento. Un
Pablo que se considera a sí mismo “servidor de Cristo
Jesús” (v. 1) porque él así siente su vida entera, dedicada a la
causa del Reino, como su Maestro. Por eso, “os llevo dentro”, como corresponde al padre y pastor de
aquella comunidad; la vinculación del apóstol con su comunidad es estrecha y se
siente comprometido con su causa.
- Por
eso está convencido “que el que ha inaugurado entre vosotros una
empresa buena la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús”
(v. 6). El secreto está en que aquella comunidad siga creciendo más y más en el
amor, como corresponde a los seguidores de Jesús, asumiendo y viviendo los
valores de Reino que marcan su vida. Y esto sí que es motivo de alegría y de
alabanza para el apóstol, a pesar de encontrarse detenido.
-
Sigue siendo un ejemplo a imitar la actitud y la vida de este apóstol Pablo,
capaz de valorar a su comunidad y de reconocerlo públicamente, pero también de
pedirle y exigirle que no se estanque, sino que siga creciendo en profundidad y
en calidad en el seguimiento al proyecto de Jesús. Una propuesta, hoy, válida
para mí (para nosotros), y también la muestra de una actitud valiente de pastor
la que ofrece Pablo, para cuantos desean ser comunidad viva de Jesús, invitada
a crecer en calidad de vida. ¡Toda una invitación para nuestras comunidades,
hoy y aquí!
Lucas
3, 1-6
“… Vino la Palabra de Dios sobre
Juan, hijo de Zacarías, en el desierto… Y recorrió toda la comarca del Jordán…
Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus
senderos…Y todos verán la salvación de Dios…”
CLAVES
apara la LECTURA
- Lucas tiene algunos aspectos originales al presentar
la predicación del Bautista que permiten captar mejor su mensaje. Pone de
manifiesto en primer lugar el acontecimiento de gracia de la «palabra» que viene a él: «vino la Palabra de Dios sobre Juan en el desierto».
El desierto de Marcos aparece aquí como el lugar donde la Palabra divina llega
al hombre convirtiéndolo en profeta (la expresión es similar a la de Jer 1, 4).
- Al “acontecimiento” de la Palabra Lucas antepone un
cuadro histórico con tono muy solemne: «El año quince del
emperador Tiberio César...» (vv. 1-2). Esta página no sólo es
importante por sí misma, sino también porque enmarca la efusión de la Palabra
sobre el Bautista, y cuando sobreviene la Palabra de Dios, la historia humana
se convierte en historia de salvación.
- Lucas distingue a continuación los dos lugares en
los que actúa el Bautista: el «desierto»
y el «Jordán». El desierto es el lugar donde
“recibe” la Palabra; el Jordán es el lugar donde proclama esta Palabra a los
demás invitándolos a la conversión. Habiendo escuchado la Palabra de Dios en el
desierto, Juan puede hacer resonar su invitación como oferta de salvación a
todos.
- La palabra del Bautista se inspira en la magnífica
predicación de Isaías (40, 3ss): «En el desierto
preparad el camino al Señor», pero a Lucas le gusta proseguir
con la cita de Isaías hasta el texto en que proclama: «todos
verán la salvación de Dios» (Lc 3, 6) porque Dios desea
verdaderamente llegar a todos.
CLAVES
para la VIDA
- Juan
el Bautista será el “señalador” que nos presenta la liturgia en este domingo y
el siguiente, ofreciéndonos una imagen clara y definida de este profeta que nos
ABRE a la Buena Nueva
de Jesús. Puede ayudarnos, pues, a vivir este momento tan significativo como un
acontecimiento real y vivo y que hoy quiere repetirse para nosotros. El
Bautista, un hombre que no pertenece a ninguna jerarquía, y que no posee poder,
ni dinero, ni autoridad alguna, es aquél sobre el que “vino la Palabra de Dios”
(v. 2), palabra que debía oír todo el pueblo.
- El “lugar”
donde escucha esa Palabra es el “desierto”, indicándonos, una vez más, que el
desierto es el lugar del silencio, de la escucha, del encuentro con el Dios de
la Alianza (como aparece tantas veces en el Antiguo Testamento). La escucha de
la Palabra le lleva a la MISIÓN, a vivir su propio camino con la “fuerza” que
le caracteriza a este gran profeta. Su Misión es ANUNCIAR, gritar que es
necesario preparar el CAMINO al Señor que llega.
- No está nada mal que, en este segundo
domingo del Adviento, resuene esta voz ruda y fuerte del profeta Juan. Él es el
“intuitivo”, como el que “olfatea” la presencia nueva y definitiva del
Salvador. De ahí que se pueda aprender mucho de él. “Busca” con ahínco y luego
“señala” a aquel que durante tanto tiempo ha sido el esperado. Interesante, muy
sugerente este personaje del Bautista; será necesario estar junto a él (así nos
lo ofrece la liturgia) y aprender a estar atento a percibir el “paso” del
Esperado. ¿Cómo le sientes tú, hermano/a? ¿No te parece sugerente la persona de
Juan, el Bautista?
No hay comentarios:
Publicar un comentario