lunes, 24 de diciembre de 2012


MARTES, día 25: LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

 

Isaías 52, 7-10

“… ¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: Tu Dios es Rey!...”


CLAVES para la LECTURA

- El profeta Isaías expone el contenido salvífico del mensaje comenzando con la presentación de los centinelas de la ciudad santa, que divisan a Dios volviendo a Jerusalén para salvarla. Estos centinelas anuncian «alegres noticias» de paz y salvación al pueblo, diciendo que el Señor ha vuelto y ha retomado su puesto sobre la colina de Sión, estableciendo su morada definitiva entre los suyos (vv. 7-8; Rom 10, 15; Ez 43, 1-5).

- Pero el Señor no sólo vive con el pueblo; también, como un esposo atento y solícito obra y actúa por su esposa. De hecho, Isaías expone la actividad salvífica de Dios utilizando tres verbos significativos: «Consuela, rescata, manifiesta su poder» (vv. 9-10). Estos tres verbos iluminan la acción amorosa, providente y vigilante en defensa del pueblo, especialmente contra los enemigos que lo hostigan.

- El anuncio profético concluye con la constatación de que todos los pueblos de la tierra han podido ver que el Señor no abandona a su pueblo, sino que está siempre dispuesto para salvarlo (v. 10; Mt 28, 28). La Iglesia, utilizando este texto estalla de alegría porque ve que el Señor ha cumplido la espera del nacimiento del Mesías, anunciada en los siglos precedentes.


CLAVES para la VIDA

- Es necesario no olvidar que este anuncio del profeta se realiza cuando el pueblo de Israel se encuentra en el destierro, por lo que está lamentando su suerte. Y a la petición angustiosa del pueblo, responde el Señor por boca del profeta, anunciando al pueblo la buena noticia de la liberación. Y así es visto, en un precioso “sueño” poético: las caravanas de los desterrados se acercan a Jerusalén y los vigías lo anuncian a gritos. Es como un segundo Éxodo y es motivo de fiesta, de celebración y de alabanza. Nadie debe quedar indiferente ante este inmenso acontecimiento; y es que la proeza alcanza hasta los confines de la tierra.

- Dios se vuelve a mostrar con las notas más especiales y cualificadas: “consuela”, “rescata” y así cumple todas las promesas. No sólo no abandona a este pueblo, al que ama de forma entrañable, sino que va a realizar maravillas en su favor, de modo que todos los pueblos lo contemplen y alaben a este Dios liberador y salvador. Su fidelidad (la de Dios) está asegurada y va a llevar a cabo cuanto el corazón creyente ha soñado a través de los tiempos y en circunstancias tan complicadas. Así es Dios.

- ¡Cuántas veces podemos vivir una experiencia similar a la del pueblo de Israel…! Podemos sentirnos, también, como abandonados de Dios, dejados de su mano y no entendiendo su silencio ante tanto sufrimiento como hay en el mundo. Pero entrando hasta dentro, a menudo, descubrimos que no es Dios quien queda indiferente ante el dolor y el sufrimiento de los hombres, sino que somos nosotros mismos quienes quedamos indiferentes, para así no implicarnos en el tema. ¿Qué mensaje proclamamos en su nombre? Hoy celebramos al que se hace UNO DE NOSOTROS, que comparte nuestra historia y nuestro caminar… ¿cómo podemos pensar o decir que nos ha abandonado, que no nos hace caso? ¿Qué más podemos pedirle…? Hermano/a, Dios está CON NOSOTROS. No lo olvidemos, por favor.


Hebreos 1, 1-6

“... En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los Profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo... Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado...?”


CLAVES para la LECTURA

- Esta carta a los Hebreos, de autor desconocido, pero, sin duda, inspirada en la doctrina de San Pablo, escrita hacia el año 67 después de Cristo, está dirigida a los cristianos que provienen del judaísmo, -por eso lo de “hebreos”-, y que aparecen cansados o afectados de una cierta añoranza por lo que han dejado: el templo, el sacerdocio, los sacrificios, el culto, la ley de Moisés. Su fe se ve que es débil y superficial, y “sueñan” con un pasado, sin duda más glorioso, según ellos.

- De ahí que este pasaje de hoy nos introduce directamente, sin demasiados preámbulos, al misterio más profundo de Cristo, el Señor glorificado: “el Hijo”, “heredero de todo”, el que nos revela quién es Dios (“reflejo de la gloria del Padre”), el que “sostiene el universo con su palabra poderosa”, “supera a los ángeles”, el que “habiendo realizado la purificación de los pecados” con su muerte y resurrección, está ahora “sentado a la derecha de Dios”.

- En estos versículos iniciales, encontramos todo un resumen de la carta. En esta primera página se compara a Jesús con los profetas del Antiguo Testamento, para decirnos que si Dios nos había hablado entonces por medio de esas personas, ahora, en la plenitud del tiempo, nos ha hablado enviándonos a su propio hijo, Cristo, el Maestro, el Profeta.


CLAVES para la VIDA

- Estamos en la “plenitud de los tiempos”, en la Navidad, y en la liturgia de hoy se nos vuelve a insistir en el mismo mensaje: Dios nos ha dirigido su Palabra definitiva. No es un Dios mudo. Es cercano. Sale de sí y nos habla. Antes lo hacía por medio de los profetas; ahora, en Cristo Jesús, ha pronunciado su Palabra final. Éste es el dato. Es la Buena Noticia.

- Nosotros conocemos a Cristo: hemos tenido esta gran suerte. La Carta a los Hebreos nos ayuda a profundizar en ese misterio grande y hermoso de la obra magnífica de Cristo, la Palabra definitiva de Dios para nuestra humanidad, para nosotros. Y es que es el “Hijo amado”, el que viene a presentarnos el proyecto de Dios-Padre. ¡Nada menos!

- ¿Qué respuesta estamos dispuestos a dar a este don que es Cristo, el Señor? ¿Asumo su presencia como Palabra definitiva? ¿Seguimos cada día aprendiendo de su estilo, de su mentalidad? ¿Hago mía su escala de valores? O... ¿me dejo guiar por otros “maestrillos”? ¡Cuántas preguntas (y más) en este marco inmenso de la Navidad. ¡Menos mal que tenemos unos cuantos días para gustar y profundizar en todo esto que se nos anuncia!


Evangelio: Juan 1, 1-18

“... En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho y por él todos vinieran a la fe... La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios... Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad...”


CLAVES para la LECTURA

- El prólogo de Juan es una síntesis meditativa de todo el misterio de Navidad, porque el Niño de Belén es la revelación de Dios, la verdad de Dios y del hombre, y reflexionando sobre este evento nos ponemos en tesitura de comprender quién es el que ha nacido y quiénes somos nosotros.

- El núcleo del prólogo está en el v. 14: «Y la Palabra se hizo carne», que contiene el hecho de la encarnación y, por tanto, de Navidad: el Hijo de Dios se ha hecho hombre con la fragilidad e impotencia de toda criatura. Para comprenderlo Juan se remonta al misterio trinitario y luego vuelve a descender hasta el hombre.

- El inicio, pues, es la afirmación que nos sitúa fuera del tiempo en el misterio de Dios: «En el principio era la Palabra» (v. 1a) y nos habla de una existencia sin comienzo ni devenir. Después en la frase: «La Palabra estaba junto al Padre» (v. 1b), el evangelista precisa la situación del Logos (= la Palabra), que existe desde siempre, en parangón con Dios: el Verbo, en su ser más profundo, está en actitud de escucha y obediencia, completamente vuelto hacia el Padre.

- Jesús, la Palabra encarnada, hace a Dios visible y cercano al hombre, siendo su reflejo. Así pues, toda la historia y la realidad humana tienen vida por la Palabra: «En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres» (v. 4), porque en Jesús todo encuentra consistencia, significado, fin y especialmente la salvación de todo hombre. Todas estas afirmaciones de Juan son importantes para comprender el papel de Jesús como revelador y testigo veraz de Dios. Por esto «de su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia» (v. 16), es decir, de su vida filial todos podemos recibir abundantemente.


CLAVES para la VIDA

- Es realmente interesante iniciar este tiempo navideño con esta profunda reflexión y confesión de nuestra fe, porque este texto evangélico lo es en forma hermosa y poética. Y es que la Navidad es luz y gracia para quienes como don, puro don, hemos aceptado y acogido este inmenso regalo de Dios, que es su Hijo encarnado, hecho cercano y caminando en mi propia historia.

- La gran oferta que siento y descubro en el “discípulo amado” y en esta profesión de cuanto él mismo ha descubierto y experimentado, es que toda la historia y el camino entero queda iluminado por la luz de la PALABRA, del Verbo del Padre. Y que cuantos le acogen están llamados a vivir y participar de la luz de Dios, y jamás estarán dominados por la oscuridad.

- Una oportunidad especial para pararme y contemplar su “tienda” plantada junto a la mía; y Él, con un interés especial, por cuanto me afecta y me “puede”; Él que me ofrece su gloria y la posibilidad de compartir la condición de ser de la familia misma de Dios. ¡Todo es nuevo! ¡Todo es ADMIRABLE! Así lo siente el “discípulo amado”; así me lo ofrece, para que también yo lo pueda seguir ofreciendo. ¡Feliz caminar, hermano/a!

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