DOMINGO, día 20 de Octubre
Éxodo 17, 8-13
“… Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras
la tenía bajada, vencía Amalec… Aarón y Jur le sostenían los brazos uno a cada
lado. Así sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a
Amalec y a su tropa, a filo de espada…”
CLAVES para la LECTURA
- Lances de guerra son también tema típico de
la etapa de Israel por el desierto. Son una nota más de la dureza de ese
camino, carente de todo bien natural, lleno de necesidades y peligros. Es el
lugar de la prueba de Israel y también de la prueba de Dios. El encuentro con
enemigos da lugar, en este contexto, a la proclamación de la guerra santa. En
ella aparece Dios como guerrero que lucha por su pueblo. Los episodios bélicos
en esta etapa de la historia se orientan ya hacia la siguiente, la etapa de la
conquista. Según la versión que leemos, los amalecitas toman la iniciativa de
atacar; Moisés ordena a Josué una acción de represalia, con un puñado de
hombres de guerra, mientras él suplica desde lo alto de una colina, con el
bastón taumatúrgico en la mano; la suerte de la batalla se ve depender de su
gesto; mientras Aarón y Jur mantienen en alto el brazo de Moisés, Josué remata
la victoria.
- Josué es introducido por vez primera aquí,
en su faceta de hombre valiente y guerrero. Se le verá aparecer de nuevo en
otros episodios relacionados con intentos de entrada en la tierra, como la
hazaña de los exploradores (Núm 13s). Son rasgos que anuncian al que ha de ser
la gran figura de la conquista según el libro de su nombre. El que será sucesor
de Moisés para la obra de la conquista aparece aquí como su servidor en
acciones que preludian la conquista.
- Moisés no es pintado con rasgos de
guerrero, ni siquiera en estos episodios bélicos en que él está presente. No es
un caudillo militar, sino un intercesor y un taumaturgo. Lleva en la mano el
bastón de los prodigios, que tantas veces da la impresión de ser una vara
mágica. Los historiadores no cayeron en la cuenta de que podrían ser
malentendidos, al acudir a ese recurso para hablar de la acción salvadora de
Dios. Pero una lectura mágica del gesto está fuera de lugar. La victoria no se
atribuye ni a la vara, ni al gesto, ni siquiera al Moisés orante, sino a Dios,
de cuya obra sólo se puede hablar por esos signos u otros semejantes. La
actitud de Moisés orante no es la del mago que controla el poder divino, sino
la del que súplica al Dios indisponible, que responde libremente a la súplica.
Por la relación que se atribuye a la victoria con el gesto suplicante, la
contienda tiene carácter de guerra santa.
- El artífice de una victoria es, en el plano
histórico, un caudillo militar. Aquí no se dice que sea Josué el autor de la
victoria, aunque sea él quien empuña la espada. El resultado no es visto
exactamente como una victoria militar, sino como un acontecimiento de
salvación, pues es Dios quien da la victoria. Tiene más parte en ella el Moisés
suplicante que el Josué guerrero. En el relato se lee una intención deliberada
de afirmar la obra salvadora del éxodo; pone a Dios en el primer plano sin
rodeos. Es un testimonio de la fe de Israel sobre Dios y sobre su
autocompresión como pueblo de Dios.
CLAVES para la VIDA
- El autor sagrado sigue mostrándonos el caminar de
Israel, con momentos de dificultad, pero, al mismo tiempo, sintiendo la
presencia salvadora de Dios en los acontecimientos de la vida. Y destaca, de
manera singular, el papel de intercesión de su gran animador que es Moisés,
implicado hasta el fondo con la causa de Dios y con la causa de este pueblo. De
ahí su inmenso papel de intercesor y de mediador en beneficio de dicha causa.
- En este caminar de Israel, con todo, el gran
artífice es Dios, aquel que ha escogido a este pueblo como su preferido, que le
ha liberado de la esclavitud de Egipto y que ahora le acompaña en su marcha
hasta la instalación en la tierra prometida. Por lo tanto, las victorias que se
dan en ese caminar son obra de la voluntad salvífica de Dios. El mismo relato
de hoy no es más que el testimonio de la fe de Israel acerca de Dios, que
sirviéndose de las mediaciones humanas, le ayuda en esa misión, lenta y
difícil, de la posesión y de la instalación en la tierra prometida.
- Estos relatos nos recuerdan el caminar del pueblo
de Israel y la percepción de esa historia como historia salvífica. Y esto nos
viene bien a todos nosotros, que tenemos las raíces de nuestra fe en esa
historia concreta. Descubrir ahí, una vez más, el proyecto salvador de Dios
para con la humanidad y para con nosotros; gustar de la fuerza y del valor de
la intercesión de Moisés y descubrir su significación también para nuestra
vida… son las grandes “lecciones” que se nos sugieren y proponen en este día.
Hermano/a, no podemos dejar de lado estas enseñanzas; son vitales para
nosotros.
2 Timoteo 3, 14 – 4, 2
“… Toda Escritura inspirada por Dios es también útil para enseñar,
para reprender para corregir, para educar en la virtud: así el hombre de Dios
estará perfectamente equipado para toda obra buena. Ante Dios y ante Cristo
Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en
majestad: proclama la Palabra,
insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda
comprensión y pedagogía…”
CLAVES para la LECTURA
- En las cartas dirigidas a Timoteo, la
custodia y la transmisión del depósito de la fe -es decir, de la tradición
recibida de los apóstoles- es una especie de contraseña. Ese testimonio de fe
debe ser mantenido intacto para ser restituido y transmitido después a través
de la predicación y la vida de la
Iglesia.
- El fundamento de esta tradición lo
proporcionan las Sagradas Escrituras, de cuyo papel salvífíco y eficaz se habla
en los vv. 14-16: afirmación fundamental, junto con 2 Pe 1, 19-21, sobre el
carácter inspirado de la
Escritura. «Toda Escritura, por el hecho de haber sido inspirada por
Dios...», otra posible traducción del v. 16a, es sumamente útil
para la vida del creyente, mientras que las charlatanerías de los «falsos doctores»
son inútiles (Tit 3, 9); más aún, perjudiciales.
- El capítulo 4 se abre con una exhortación
acongojada e intensa («Ante Dios y ante
Jesucristo, que manifestándose como rey ha de venir a juzgar a vivos y muertos,
te ruego encarecidamente»)
que llega a convertirse en un auténtico testamento espiritual en los vv. 6-8,
en los que Pablo se siente cercano al martirio. El apóstol invita a su amado
Timoteo a anunciar la Palabra
de manera incansable (la fórmula usada tiene sabor proverbial y equivale a
«siempre»). De su escucha y de su obediencia, en efecto, procede la salvación
(Rom 10, 17).
CLAVES para la VIDA
- El infatigable apóstol, a pesar de su situación límite de cautiverio y
de prisión, con todo lo que ello supone, sigue animando a su fiel discípulo a
mantener el “depósito
de la fe” que ha recibido. Y es que las dificultades se van a
presentar y los enemigos están al acecho. De ahí la necesidad de un empeño
especial en estos momentos de dificultad. El testimonio recibido de los
apóstoles es elemento esencial de esa transmisión de la fe.
- “Proclama
la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, exhorta…” (4, 2): éste es el programa de vida
que le presenta a Timoteo. Empeñándose en esa tarea, será fiel a la misión que
ha recibido. Y la misión requiere esfuerzo y constancia. La Escritura será la base
de ese trabajo, porque ahí se encuentra el núcleo del mensaje ofrecido por Dios
mismo a través de los tiempos y que es necesario conocerlo. Y esto, en todo
momento, “a
tiempo y destiempo”.
- El cansado apóstol no desiste en su quehacer de animación y es que la
tarea sigue siendo necesaria. Y en este su “testamento espiritual”, nos deja
las claves para la instrucción a realizar. Proclamar la Palabra de manera
incansable, “a
tiempo y a destiempo”... forma parte de esa misión. Por lo tanto,
el “deseo de instruir” es un elemento de la tarea recibida. Hermano/a, también
para nosotros están dichas estas palabras; también nosotros somos animados a
ser instruidos y a instruir, a tiempo y a destiempo; no es posible desistir en
el empeño. ¿De acuerdo?
Evangelio: Lucas 18,
1-8
“… En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: Hazme
justicia frente a mi adversario; por algún tiempo se negó, pero después se
dijo: Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está
fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara. Y el
Señor respondió… Pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día
y noche?, ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero
cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?…”
CLAVES para la LECTURA
- El evangelista Lucas se muestra muy atento
a subrayar en su evangelio los aspectos referentes a la oración, sus
modalidades, sus características. Y lo hace mostrando antes que nada a Jesús
como el gran orante, pero revelándonos también a aquel a quien se dirige la
oración de Cristo. La parábola que nos propone revela, en efecto, las
disposiciones del corazón de Dios hacia «sus elegidos, que claman a él día y noche».
La enseñanza de Jesús -expresada por medio de una parábola- es una invitación a
perseverar en la oración sin detenerse, advertencia recogida también por Pablo
y propuesta por él repetidamente (Rom 12, 12; 2 Tes 1, 11; Col 1, 3).
- Dos son los personajes del relato. Un juez que
no respeta a nadie y una viuda pobre e indefensa, figura típica de los
marginados e indigentes en el mundo bíblico. El que debería administrar
justicia es un ser inicuo, y es posible que espere obtener, demorando el
asunto, algún regalo de la mujer. Si al final cede es sólo para alejar a una
importuna que se le vuelve insoportable. Paradójica enseñanza de Jesús: él,
como los rabinos de su tiempo, usa adrede argumentos capaces de llamar la
atención de sus oyentes. Esta vez se trata de un razonamiento a fortiori. Si
este juez inicuo atiende la causa de la viuda, mucho más escuchará Dios las
oraciones de los fieles que se encuentran en necesidad. ¿Acaso no dice de él la Escritura que «las lágrimas de la
viuda caen por sus mejillas»? ¿No dice también que el Altísimo dará «satisfacción a los justos»
restableciendo la equidad? (Eclo 35, 15. 8).
- A diferencia del juez, que demora los
asuntos, Dios interviene a buen seguro y de inmediato respecto a los que claman
a él día y noche. Lo importante es que cada creyente esté preparado: nadie debe
ser encontrado sin esa fe obstinada, que se convierte en oración e invocación
incesante, cuando vuelva el Hijo del hombre.
CLAVES para la VIDA
- En ese “caminar hacia Jerusalén”, el evangelista vuelve a insistirnos
en otra de las grandes enseñanzas de Jesús, tanto con su vida como con su
palabra: la necesidad de “orar siempre”
(v. 1). Y lo ilustra con una parábola gráfica y de la vida: la viuda (alguien
que no cuenta en aquella sociedad y cultura) con su insistencia y perseverancia
es capaz de lograr que se le escuche y se le haga justicia. Jesús la propone
como modelo de oración: “para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre
sin desanimarse” (v. 1).
- La convicción que el evangelista nos presenta es que, según Jesús, Dios
siempre escucha nuestra oración. Él quiere nuestro bien y nuestra salvación más
que nosotros mismos. De ahí que nuestra oración es una respuesta, no es la
primera palabra; nuestra oración se encuentra con la voluntad de Dios, que
deseaba lo mejor para nosotros. Desde esta convicción, tiene sentido el “orar siempre” para encontrarse con ese
querer de Dios que quiere nuestro bien, y así vivir la comunión plena.
- Hasta aquí nos ha traído la
Palabra de Dios: ORAR incesantemente para encontrarme con su
voluntad salvífica, que es firme y sin condiciones. Adecuar mi vida, dejarme
iluminar, experimentar su fuerza en mí y en mi caminar, compartirla con otros
hermanos/as, y… desde ahí, ser TESTIGOS de ese proyecto de vida y salvación en
medio de nuestra humanidad es la
MISIÓN, la
TAREA que se me plantea. ¿Nos animaremos, hermano/a?
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