DOMINGO, día 6 de Octubre
“… ¿Hasta cuando clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te gritaré violencia, sin que me salves? ¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes?... El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe…”
- La palabra del profeta se dirige segura al
Dios «de los
ojos tan puros» (1, 13), a «su» Dios, a «su» Santo (1, 12),
gritándole el escándalo de esa paradójica indiferencia. Más he aquí que el
Señor sale de su silencio e invita al profeta a escribir la visión que le
ofrece, a grabar claramente la respuesta en tablillas para que todos puedan
conocerla. Es preciso esperar a que la Palabra de Dios (la visión), aquí personificada,
se cumpla. Se cumplirá, ciertamente. Si se hace esperar, es preciso seguir
aguardando, porque, a buen seguro, se cumplirá.
- «El malvado sucumbirá» (2, 4a). Ese malvado
es el que, aun aceptando las prescripciones divinas, no las pone en práctica, y
está abocado a la ruina; en cambio, «el justo vivirá por su fidelidad» (2, 4a). Esta
sentencia divina, clara, lapidaria, eficacísima, resume la teología de la
alianza. En concreto, significa que los impíos opresores caldeos perecerán,
como también los judíos inicuos, mientras que los judíos fieles sobrevivirán.
Sin embargo, el significado de la afirmación va mucho más allá del momento
histórico que la hizo surgir. No por nada ha pasado esta frase a Heb 10, 36. 39
y a san Pablo (Rom 1, 17 y Gal 3, 11), quien le confiere un sentido no ya sólo
comunitario -es decir, referido a todo el pueblo-, sino que la aplica a la
fe/fidelidad en Cristo Jesús, muerto y resucitado para dar plenitud de vida a
todos los hombres que creen en él como salvador del mundo.
- Desde ahí, esa invitación clara a la fidelidad
como el camino a seguir: “El justo vivirá por su fe” (v. 4): he aquí
la propuesta y la síntesis. A pesar del ambiente hostil; a pesar de los
silencios de Dios… siempre habrá un resto que se mantiene en fidelidad al
compromiso de la Alianza
con el Dios de la vida. De ahí que el profeta transmite esa buena noticia de
parte de Dios mismo. Al contrario, los enemigos opresores terminarán mal.
- Ese sentimiento, que anida en el corazón del
profeta y de su pueblo, sigue vigente también en el corazón del creyente de hoy
en día. Esos “silencios” de Dios siguen interrogando a los hombres y las
mujeres de todos los tiempos. También a nosotros. De ahí que las propuestas del
profeta siguen teniendo pleno vigor para hoy y para nosotros. Esa llamada a la FIDELIDAD es tan
necesaria como urgente, hoy y aquí. Si los tiempos del profeta no eran fáciles,
tampoco lo son los de hoy en día. Hermano/a, he aquí la invitación a seguir
esperando en las promesas de Dios, que se cumplirán y realizarán. ¡Buen ánimo!
- Eso podrá suceder si Timoteo «reaviva»
(esto es, hace activo y eficaz) el don que le fue conferido mediante la
imposición de las manos de Pablo, gesto con el que el apóstol le hizo -en el
Espíritu- idóneo para continuar su misión de anunciar a todos la salvación
obrada en Cristo Jesús.
- Esto sólo tendrá lugar pagando el precio
del sufrimiento, porque no es posible vivir auténticamente y transmitir la fe
en Cristo Jesús, muerto y resucitado, si no se está dispuesto a morir como él,
a sufrir por él, a dar testimonio de él hasta la sangre. Como también hoy se
nos recuerda con mucha frecuencia, no hay mayor vida de fe digna de crédito que
la que está dispuesta a pagar incluso con la entrega total de sí mismo, porque
el justo, si vive de la fe, también debe ser capaz de morir por esta fe.
- Por eso… “toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la
fuerza de Dios” (v. 12): la tarea no es nada fácil, pero es la
fuerza del mensaje la que impulsa a la tarea: “guarda este precioso depósito…”.
Así lo siente el apóstol: ese Evangelio y ese Señor ha transformado su vida por
la fuerza que lleva dentro y ahora le toca al discípulo seguir en la brecha.
También aquí la fidelidad es una propuesta de vida, es una exigencia. Eso sí,
seguro de la ayuda del Espíritu que ha recibido Timoteo, el discípulo.
- Como tantas veces, el apóstol Pablo resulta sugerente, tanto por su
vida y el testimonio que ofrece, como por su mensaje al discípulo, aquel que ha
compartido con él mismo la tarea de la evangelización y que ahora anima a una
comunidad cristiana. Esa invitación a “no avergonzarse de dar testimonio…”, es de
una actualidad singular, hoy y aquí, para todos nosotros. Los momentos no son
nada fáciles; pasar desapercibido o “esconderse” es una posibilidad en nuestras
vidas. Ahí resuena la propuesta del apóstol. Hermano/a, no podemos quedar
paralizados o con los brazos cruzados. La causa sigue en pie.
- La respuesta de Jesús produce desconcierto.
No es una respuesta ajustada o consoladora, y hasta usa una hipérbole que
parece cavar un nuevo y más profundo abismo ante los discípulos. Bastaría con
un granito de fe, minúsculo como una semilla casi invisible, para hacer posible
una acción dificilísima como la de arrancar -con una sola palabra- una morera,
cuyas raíces, profundamente ramificadas, la arraigan firmemente al terreno.
- El segundo fragmento propuesto proyecta luz
sobre esto, aunque a una primera lectura resulta igualmente desconcertante. El
dueño no tiene obligaciones con el siervo que ha ejecutado sus órdenes con
fidelidad. En este momento, efectivamente, Jesús no está haciendo un discurso
de tipo social sobre la dialéctica amo-esclavo; se limita simplemente a usar
una imagen tomada de la vida diaria. Lo que Jesús pide es precisamente una
actitud de profunda humildad, de desprendimiento de uno mismo, de no tener
pretensiones; sólo así podrá hacer espacio el discípulo a la omnipotencia del
Señor. Es preciso que el discípulo se acepte como pequeño, pobre, siempre
insuficiente ante la gran tarea que Dios le confía. El Señor Jesús quiere que
no nos creamos importantes o indispensables en el Reino. No cuentan las obras
que nosotros podamos hacer, que acaban por volvernos, poco o mucho, orgullosos.
No es ésta la lógica para la que el Señor nos quiere educar. Sólo él es, y nada
le es imposible (Lc 1, 37). Cuando hayamos hecho todo lo que estaba en nuestro
poder, será una gracia que crezca en nosotros la conciencia de que «si el Señor no
construye la casa, en vano se cansan los albañiles» (Sal 126,
1), y seremos bienaventurados porque confiaremos en el Señor.
- Y aquí se encuentra la gran clave evangélica: la GRATUIDAD , como estilo
de vida, como respuesta amorosa al plan de vida de Dios. Ésta requiere un tipo
de relación filial y confiada. Lo que prevalece no es el mérito, sino la
respuesta gratuita y amorosa al mismo amor de Dios. Podemos amar porque hemos
sido amados por Él y, por eso, nos sentimos por completo en sus manos. Desde
esta actitud, tiene una enorme fuerza el “auméntanos la fe”
con la que se abría el texto evangélico. Hay mucho que caminar en ese proceso
de la gratuidad.
- ¡Cuántas enseñanzas podemos sacar de la propuesta
del Maestro Jesús! Invitación perenne: a beber en la fuente del amor de Dios; a
experimentar el gozo y la seguridad de estar en sus manos; a estrechar, cada
día, una relación más íntima y filial; a compartir con otros hermanos/as el
sentido de familia y la fuerza de la unión y de la fraternidad... ¡Aquí
estamos! ¡Siéntelo! ¡Disfrútalo! ¡Compártelo...!
Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4
“… ¿Hasta cuando clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te gritaré violencia, sin que me salves? ¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes?... El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe…”
CLAVES para la LECTURA
- «¿Hasta cuándo, Señor?», «¿por qué...?» (l,
2ss). Estas preguntas, que atormentan desde siempre el corazón del hombre,
resuenan fuertes y claras en labios de un profeta que vivió, probablemente,
hacia finales del siglo VII a. de C. ¿Por qué el desencadenamiento del mal en
el mundo, por qué la violencia? ¿Por qué nuestra oración parece caer en un
vacío temeroso sin que vuelva ningún eco como respuesta?
CLAVES para la VIDA
- En el caminar histórico, el profeta recoge los
interrogantes que surgen en el corazón de todo creyente que quiere seguir los
caminos del Señor, de ese Señor que, en momentos determinados, parece que se
ausenta y guarda silencio. Pero sólo es en apariencia, porque Dios permanece
atento a las súplicas de sus fieles. De ahí que en el fondo del mensaje del
profeta Habacuc, y a pesar de los cansancios, permanece esa palabra de
fidelidad por parte de Dios; Él cumplirá sus promesas.
2 Timoteo 1, 6-8. 13-14
“… No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor y por mí, su
prisionero… Ten delante la visión que yo te di con mis palabras sensatas, y
vive con fe y amor cristiano. Guarda este tesoro con la ayuda del Espíritu
Santo que habita en nosotros…”
CLAVES para la LECTURA
- Pablo, «apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios», prisionero en Roma, dirige a su «amado hijo
Timoteo» una segunda carta en la que le anima y exhorta a luchar
con valor por el Evangelio. Quiere que también él sea capaz de sufrir como el
apóstol en el ejercicio del ministerio al que ha sido llamado por gracia, a fin
de custodiar y transmitir con fidelidad las enseñanzas recibidas -«esa hermosa
tradición» (v. 14)- mediante la ayuda del Espíritu Santo, sin
avergonzarse de las cadenas con que está atado Pablo.
CLAVES para la VIDA
- El apóstol, que ha entregado todo por la causa del Evangelio y de su
Señor, ahora, desde su condición de prisionero por fidelidad a esa causa, se
siente con la fuerza moral para pedirle a su discípulo Timoteo esa misma
fidelidad a Cristo. Y es que el discípulo ha experimentado en sí mismo la
fuerza del Espíritu, y ése es un “espíritu de energía, amor y buen juicio”.
Por eso, se siente impulsado a vivir como ha vivido su gran maestro, que ha
sido Pablo. De ahí la invitación del apóstol: “No te avergüences de dar testimonio de
nuestro Señor…” (v. 8).
Evangelio: Lucas 17,
5-10
“… Los apóstoles le pidieron al Señor: Auméntanos la fe. El Señor
contestó: Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera:
Arráncate de raíz y plántate en el mar, y os obedecería. Suponed que un criado
vuestro trabaja como labrador o como pastor, cuando vuelve del campo, ¿quién de
vosotros le dice: En seguida, ven y ponte a la mesa?... ¿Tenéis que estar
agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando
hayáis hecho todo lo mandado, decid: Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo
que teníamos que hacer…”
CLAVES para la LECTURA
- Lucas recoge en el capítulo 17, del que
forma parte el fragmento que nos propone hoy la liturgia, una serie de dichos
de Jesús. El primero tiene que ver con la fe. Los discípulos, a lo largo de su
vida con Jesús, habían oído muchas veces al Maestro exaltar la fe de los que le
pedían curaciones (por ejemplo, Lc 7, 9; Mt 15, 22). Ahora que ellos han
recibido la tarea de ir a anunciar el Evangelio, caen en la cuenta de la
dolorosa desproporción que existe entre la misión recibida y la pequeñez de su
fe. En consecuencia, les brota del corazón esta invocación: «Auméntanos la fe»
(v. 6).
CLAVES para la VIDA
- La enseñanza del Maestro continúa, y hoy se nos
presenta otro aspecto que es interesente tener en cuenta: la conciencia de la
propia inutilidad. Ésta es la actitud del discípulo ante Dios: no tiene que ser
como la de los fariseos, que parecen exigir el premio, sino la humildad de los
que, después de haber trabajado, no se dan importancia: “somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que
hacer” (v. 10b). ¡He aquí el estilo más propio y adecuado!
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