sábado, 5 de octubre de 2013


DOMINGO, día 6 de Octubre   


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4

“… ¿Hasta cuando clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te gritaré violencia, sin que me salves? ¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes?... El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- «¿Hasta cuándo, Señor?», «¿por qué...?» (l, 2ss). Estas preguntas, que atormentan desde siempre el corazón del hombre, resuenan fuertes y claras en labios de un profeta que vivió, probablemente, hacia finales del siglo VII a. de C. ¿Por qué el desencadenamiento del mal en el mundo, por qué la violencia? ¿Por qué nuestra oración parece caer en un vacío temeroso sin que vuelva ningún eco como respuesta?

 - La palabra del profeta se dirige segura al Dios «de los ojos tan puros» (1, 13), a «su» Dios, a «su» Santo (1, 12), gritándole el escándalo de esa paradójica indiferencia. Más he aquí que el Señor sale de su silencio e invita al profeta a escribir la visión que le ofrece, a grabar claramente la respuesta en tablillas para que todos puedan conocerla. Es preciso esperar a que la Palabra de Dios (la visión), aquí personificada, se cumpla. Se cumplirá, ciertamente. Si se hace esperar, es preciso seguir aguardando, porque, a buen seguro, se cumplirá.

 - «El malvado sucumbirá» (2, 4a). Ese malvado es el que, aun aceptando las prescripciones divinas, no las pone en práctica, y está abocado a la ruina; en cambio, «el justo vivirá por su fidelidad» (2, 4a). Esta sentencia divina, clara, lapidaria, eficacísima, resume la teología de la alianza. En concreto, significa que los impíos opresores caldeos perecerán, como también los judíos inicuos, mientras que los judíos fieles sobrevivirán. Sin embargo, el significado de la afirmación va mucho más allá del momento histórico que la hizo surgir. No por nada ha pasado esta frase a Heb 10, 36. 39 y a san Pablo (Rom 1, 17 y Gal 3, 11), quien le confiere un sentido no ya sólo comunitario -es decir, referido a todo el pueblo-, sino que la aplica a la fe/fidelidad en Cristo Jesús, muerto y resucitado para dar plenitud de vida a todos los hombres que creen en él como salvador del mundo.

 
CLAVES para la VIDA

 
- En el caminar histórico, el profeta recoge los interrogantes que surgen en el corazón de todo creyente que quiere seguir los caminos del Señor, de ese Señor que, en momentos determinados, parece que se ausenta y guarda silencio. Pero sólo es en apariencia, porque Dios permanece atento a las súplicas de sus fieles. De ahí que en el fondo del mensaje del profeta Habacuc, y a pesar de los cansancios, permanece esa palabra de fidelidad por parte de Dios; Él cumplirá sus promesas.

 - Desde ahí, esa invitación clara a la fidelidad como el camino a seguir: “El justo vivirá por su fe” (v. 4): he aquí la propuesta y la síntesis. A pesar del ambiente hostil; a pesar de los silencios de Dios… siempre habrá un resto que se mantiene en fidelidad al compromiso de la Alianza con el Dios de la vida. De ahí que el profeta transmite esa buena noticia de parte de Dios mismo. Al contrario, los enemigos opresores terminarán mal.

 - Ese sentimiento, que anida en el corazón del profeta y de su pueblo, sigue vigente también en el corazón del creyente de hoy en día. Esos “silencios” de Dios siguen interrogando a los hombres y las mujeres de todos los tiempos. También a nosotros. De ahí que las propuestas del profeta siguen teniendo pleno vigor para hoy y para nosotros. Esa llamada a la FIDELIDAD es tan necesaria como urgente, hoy y aquí. Si los tiempos del profeta no eran fáciles, tampoco lo son los de hoy en día. Hermano/a, he aquí la invitación a seguir esperando en las promesas de Dios, que se cumplirán y realizarán. ¡Buen ánimo!

 
2 Timoteo 1, 6-8. 13-14
 

“… No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor y por mí, su prisionero… Ten delante la visión que yo te di con mis palabras sensatas, y vive con fe y amor cristiano. Guarda este tesoro con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- Pablo, «apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios», prisionero en Roma, dirige a su «amado hijo Timoteo» una segunda carta en la que le anima y exhorta a luchar con valor por el Evangelio. Quiere que también él sea capaz de sufrir como el apóstol en el ejercicio del ministerio al que ha sido llamado por gracia, a fin de custodiar y transmitir con fidelidad las enseñanzas recibidas -«esa hermosa tradición» (v. 14)- mediante la ayuda del Espíritu Santo, sin avergonzarse de las cadenas con que está atado Pablo.

 - Eso podrá suceder si Timoteo «reaviva» (esto es, hace activo y eficaz) el don que le fue conferido mediante la imposición de las manos de Pablo, gesto con el que el apóstol le hizo -en el Espíritu- idóneo para continuar su misión de anunciar a todos la salvación obrada en Cristo Jesús.

 - Esto sólo tendrá lugar pagando el precio del sufrimiento, porque no es posible vivir auténticamente y transmitir la fe en Cristo Jesús, muerto y resucitado, si no se está dispuesto a morir como él, a sufrir por él, a dar testimonio de él hasta la sangre. Como también hoy se nos recuerda con mucha frecuencia, no hay mayor vida de fe digna de crédito que la que está dispuesta a pagar incluso con la entrega total de sí mismo, porque el justo, si vive de la fe, también debe ser capaz de morir por esta fe.

 
CLAVES para la VIDA

 
- El apóstol, que ha entregado todo por la causa del Evangelio y de su Señor, ahora, desde su condición de prisionero por fidelidad a esa causa, se siente con la fuerza moral para pedirle a su discípulo Timoteo esa misma fidelidad a Cristo. Y es que el discípulo ha experimentado en sí mismo la fuerza del Espíritu, y ése es un “espíritu de energía, amor y buen juicio”. Por eso, se siente impulsado a vivir como ha vivido su gran maestro, que ha sido Pablo. De ahí la invitación del apóstol: “No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor…” (v. 8).

 - Por eso… “toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios” (v. 12): la tarea no es nada fácil, pero es la fuerza del mensaje la que impulsa a la tarea: “guarda este precioso depósito…”. Así lo siente el apóstol: ese Evangelio y ese Señor ha transformado su vida por la fuerza que lleva dentro y ahora le toca al discípulo seguir en la brecha. También aquí la fidelidad es una propuesta de vida, es una exigencia. Eso sí, seguro de la ayuda del Espíritu que ha recibido Timoteo, el discípulo.

 - Como tantas veces, el apóstol Pablo resulta sugerente, tanto por su vida y el testimonio que ofrece, como por su mensaje al discípulo, aquel que ha compartido con él mismo la tarea de la evangelización y que ahora anima a una comunidad cristiana. Esa invitación a “no avergonzarse de dar testimonio…”, es de una actualidad singular, hoy y aquí, para todos nosotros. Los momentos no son nada fáciles; pasar desapercibido o “esconderse” es una posibilidad en nuestras vidas. Ahí resuena la propuesta del apóstol. Hermano/a, no podemos quedar paralizados o con los brazos cruzados. La causa sigue en pie.

 
Evangelio: Lucas 17, 5-10

 
“… Los apóstoles le pidieron al Señor: Auméntanos la fe. El Señor contestó: Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: Arráncate de raíz y plántate en el mar, y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor, cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: En seguida, ven y ponte a la mesa?... ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer…”

 

CLAVES para la LECTURA

 
- Lucas recoge en el capítulo 17, del que forma parte el fragmento que nos propone hoy la liturgia, una serie de dichos de Jesús. El primero tiene que ver con la fe. Los discípulos, a lo largo de su vida con Jesús, habían oído muchas veces al Maestro exaltar la fe de los que le pedían curaciones (por ejemplo, Lc 7, 9; Mt 15, 22). Ahora que ellos han recibido la tarea de ir a anunciar el Evangelio, caen en la cuenta de la dolorosa desproporción que existe entre la misión recibida y la pequeñez de su fe. En consecuencia, les brota del corazón esta invocación: «Auméntanos la fe» (v. 6).

 - La respuesta de Jesús produce desconcierto. No es una respuesta ajustada o consoladora, y hasta usa una hipérbole que parece cavar un nuevo y más profundo abismo ante los discípulos. Bastaría con un granito de fe, minúsculo como una semilla casi invisible, para hacer posible una acción dificilísima como la de arrancar -con una sola palabra- una morera, cuyas raíces, profundamente ramificadas, la arraigan firmemente al terreno.

 - El segundo fragmento propuesto proyecta luz sobre esto, aunque a una primera lectura resulta igualmente desconcertante. El dueño no tiene obligaciones con el siervo que ha ejecutado sus órdenes con fidelidad. En este momento, efectivamente, Jesús no está haciendo un discurso de tipo social sobre la dialéctica amo-esclavo; se limita simplemente a usar una imagen tomada de la vida diaria. Lo que Jesús pide es precisamente una actitud de profunda humildad, de desprendimiento de uno mismo, de no tener pretensiones; sólo así podrá hacer espacio el discípulo a la omnipotencia del Señor. Es preciso que el discípulo se acepte como pequeño, pobre, siempre insuficiente ante la gran tarea que Dios le confía. El Señor Jesús quiere que no nos creamos importantes o indispensables en el Reino. No cuentan las obras que nosotros podamos hacer, que acaban por volvernos, poco o mucho, orgullosos. No es ésta la lógica para la que el Señor nos quiere educar. Sólo él es, y nada le es imposible (Lc 1, 37). Cuando hayamos hecho todo lo que estaba en nuestro poder, será una gracia que crezca en nosotros la conciencia de que «si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles» (Sal 126, 1), y seremos bienaventurados porque confiaremos en el Señor.

 

CLAVES para la VIDA

 
- La enseñanza del Maestro continúa, y hoy se nos presenta otro aspecto que es interesente tener en cuenta: la conciencia de la propia inutilidad. Ésta es la actitud del discípulo ante Dios: no tiene que ser como la de los fariseos, que parecen exigir el premio, sino la humildad de los que, después de haber trabajado, no se dan importancia: “somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer” (v. 10b). ¡He aquí el estilo más propio y adecuado!

 - Y aquí se encuentra la gran clave evangélica: la GRATUIDAD, como estilo de vida, como respuesta amorosa al plan de vida de Dios. Ésta requiere un tipo de relación filial y confiada. Lo que prevalece no es el mérito, sino la respuesta gratuita y amorosa al mismo amor de Dios. Podemos amar porque hemos sido amados por Él y, por eso, nos sentimos por completo en sus manos. Desde esta actitud, tiene una enorme fuerza el “auméntanos la fe” con la que se abría el texto evangélico. Hay mucho que caminar en ese proceso de la gratuidad.

 - ¡Cuántas enseñanzas podemos sacar de la propuesta del Maestro Jesús! Invitación perenne: a beber en la fuente del amor de Dios; a experimentar el gozo y la seguridad de estar en sus manos; a estrechar, cada día, una relación más íntima y filial; a compartir con otros hermanos/as el sentido de familia y la fuerza de la unión y de la fraternidad... ¡Aquí estamos! ¡Siéntelo! ¡Disfrútalo! ¡Compártelo...!

No hay comentarios:

Publicar un comentario