sábado, 25 de enero de 2014


DOMINGO, día 26 de Enero















Isaías 8, 23b – 9, 3



“... El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo...”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- El presente anuncio de liberación se lee en el contexto histórico de la victoriosa campaña militar de Teglatfalasar, rey asirio. El texto proyecta una luz esperanzadora. Se abre con un llamativo contraste entre un pasado humillante y un futuro glorioso. «Zabulón y Neftalí» (8, 23) son dos tribus del norte con una frontera común, el monte Tabor. Su territorio fue conquistado por Teglatfalasar en el año 732. Y su élite, deportada, «humillada» (Sal 136, 23, donde «humillación» se corresponde con «exilio»), ahora es rescatada mediante un anuncio triunfal. La gloria viene representada con dos imágenes: la luz que ilumina el camino del pueblo en marcha y el gozo que se experimenta, como durante la siega o al repartirse un botín (9, 2).

 - Al final se da el verdadero motivo de la gloria futura: una experiencia liberadora, la raíz concreta de dicha alegría. Se alude a la liberación del pesado yugo de los asirios, aún más insoportable debido a una actitud persecutoria («el bastón opresor», 9, 3). La victoria se remonta directamente a Dios («tú has roto»), que ha intervenido de modo inesperado y espléndido, igual que en otras ocasiones; como en el caso de Gedeón, que con la ayuda de Dios venció a los Madianitas (Jue 7, 15-25). Un acontecimiento que hizo historia (Sal 83, 10; Is 10, 26) y simboliza los prodigios realizados por Dios en favor de su pueblo. La gloria de Dios se revela, convirtiéndose en gloria para su pueblo. El profeta es el gozoso heraldo de una primavera de vida que tiene su origen en Dios.

 - El texto prepara la comprensión del Evangelio, donde Jesús anuncia la irrupción de la soberanía de Dios (su Reino) en la historia de los hombres.

 

CLAVES para la VIDA

 
- Como en distintas ocasiones, el profeta levanta su voz para convertirse en el heraldo de una nueva primavera de vida para su pueblo, que también ahora se encuentra en una situación complicada y de dominación, bajo el yugo opresor. Pero es aquí, en esta situación, donde se hace presente la fuerza liberadora de Dios, como ya se ha repetido en la historia de Israel, del pueblo elegido. Aquí es donde resuena el grito del profeta: “el pueblo que caminaba en las tinieblas vio una luz grande” (9, 1); todo vuelve a ser distinto.

 - Con todo, el “origen” de esta nueva primavera de vida está en Dios mismo: éste es el anuncio del profeta. Como “confesión de fe” se repite una vez más: Dios tiene la iniciativa, y no precisamente por los méritos de su pueblo, sino por el amor eterno con el que ha jurado su fidelidad en favor de su elegido. Él, Dios, es el que rompe “el yugo que pesaba sobre ellos” (9, 3) para volver a comprometerse a favor de la humanidad. Ahí es donde Israel puede experimentar el gozo de la salvación.

 - Se me (nos) vuelve a recordar este filón de la historia y de la espiritualidad del Antiguo Testamento y que tiene plena validez en mi caminar peregrino. Descubrir en cada situación de mi vida (por complicada que sea) que Dios tiene un proyecto de vida; que la iniciativa siempre está en Él; que se ha juramentado con ese amor eterno y fiel... ¡ahí está el secreto de mi vida! Olvidarlo significará el “adorar otros dioses”, dejando de lado algo nuclear e imperecedero. ¿Lo vas a olvidar, hermano/a? ¡No vayamos a descuidarnos...!

 

1 Corintios 1, 10-13. 17

 
“... Os ruego en nombre de nuestro Señor Jesucristo: poneos de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir... ¿Está dividido Cristo? ¿Ha muerto Pablo en la cruz por vosotros? ¿Habéis sido bautizados en nombre de Pablo? No me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo...”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- Pablo exhorta a la unidad porque la ve amenazada (v. 10). Después pasa a exponer la situación, tal como la conoce por algunos empleados de la familia de Cloe: en la comunidad han surgido varios grupos religiosos que están minando la comunión (vv. 11ss). Y a continuación expone el pensamiento teológico dominante: Cristo es el único que congrega, en cuanto que sólo él ha dado la vida por los hombres (v. 13). El discurso se enlaza con el v. 17, donde Pablo refiere que su ministerio es principalmente el de la Palabra, y no un anuncio cualquiera, sino esencial: presentar a Cristo crucificado.

 - El tono de Pablo es pesaroso («os ruego»: v. 10) porque la comunión está seriamente amenazada por una comunidad pendenciera, lacerada por cuatro grupos: el de Pablo, el de Apolo, el de Pedro y el de Cristo (v. 12). No es que estas personas hayan creado la división; se trata de la utilización instrumental de su nombre por parte de algunos cristianos de Corinto. La intervención del apóstol es seria, sin llegar a ser áspera. Se dirige a los «hermanos» y los exhorta «en el nombre de nuestro Señor Jesucristo» (v. 10).

 - Pablo reivindica su misión de apóstol del Evangelio. Lo dice con fuerza, refiriéndose al mismo Cristo: «Cristo no me ha enviado a bautizar, sino a evangelizar [= anunciar el Evangelio]». Pablo apunta directamente a Cristo: de él procede totalmente la nueva realidad. En él convergen todos los hombres, porque con su muerte ha reunido a quienes estaban dispersos. Embrollos seudoteológicos y reclamos de pertenencia que dañan la unidad son un atentado contra Cristo, antes que contra la concordia de la comunidad.

 
CLAVES para la VIDA

 
- Está claro que la comunidad de Corinto (y toda comunidad cristiana) está en un proceso de acogida y de crecimiento, donde se presentan los personalismos y las luchas internas. Aquí es donde el apóstol levanta su voz para poner las cosas en su sitio: y es que sólo Cristo, su persona y su mensaje, puede ser el centro y el signo de unidad por excelencia, y la comunión sólo es posible desde este punto de partida. De ahí la llamada a este encuentro en Cristo que congrega.

 - Él, Pablo, se siente enviado a ser anuncio, precisamente del hecho central de Cristo, en toda esta nueva realidad: desde la entrega total, Cristo reúne a todos cuantos acogen el don de Dios que se nos da en su persona. Sólo desde ahí podrá ser posible la comunión a la que están llamados todos sus seguidores. Por lo tanto, todas las “otras lecturas” son exageradas o falsas. Y esto, -repetirá el apóstol-, para que “conservéis la armonía en el pensar y en el sentir” (v. 10).

 - ¡Qué claridad posee el apóstol Pablo a la hora de entender su misión y su vocación de servicio a la causa de Jesús! Él se siente el “heraldo” que anuncia a Cristo y... ¡de qué manera! Por eso, me resulta siempre sugerente su persona y sus mensajes de vida, válidos también para mi vida de creyente y seguidor de este Jesús. Él no se deja arrastrar por “palabras elocuentes”, sino que su testimonio es “limpio”, sin adherencias que distraigan. Por lo tanto, hacer que mi (nuestra) vida sea un testimonio claro de Cristo y, éste, entregado hasta el extremo, es el mensaje a anunciar. ¡Ahí es nada! Y esto, en este cultura nuestra, tiene “tela”... ¿no te parece, hermano/a?

 

Mateo 4, 12-23

 
“... Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí... El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló. Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos...”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- El texto litúrgico está tejido con cuatro unidades pequeñas: el sentido teológico del regreso de Jesús a Galilea (vv. 12-16); el comienzo y el contenido esencial de su predicación (v. 17); la llamada de los primeros cuatro discípulos (vv. 18-22); y el resumen de la predicación, que está acompañado de signos prodigiosos (v. 23).

 - Texto común con Marcos y Lucas, la indicación geográfica -estamos en Galilea (v. 12)- encuentra amplia resonancia en Mateo: la asocia con una preciosa cita y le otorga una orientación particular (vv. 15ss). Con la cita de Isaías, algo adaptada (primera lectura), el evangelista apunta que Jesús fija su residencia en Cafarnaún. La luz brilla en «Galilea de los paganos» (v. 15), es decir, entre los gentiles, superando un mezquino nacionalismo que pretendía confinar los beneficios de Dios a los estrechos límites de Israel.

 - El primer anuncio de Jesús es parco, pero esencial: «Arrepentíos, porque está llegando el Reino de los Cielos» (v. 17). La conversión, entendida como una adaptación continua a la voluntad de Dios, es condición y requisito para divisar el Reino de los Cielos. Antes de enunciar el programa detallado de la predicación (5, lss) y antes de hacer milagros, Jesús elige a algunas personas para que lo sigan. La prioridad de tal acción se comprende: es necesaria la presencia de testigos que experimenten cuanto Jesús ha dicho y ha hecho, para que un día puedan comunicárselo a otros y entren ellos también en comunión con Jesús. Galilea, territorio de paganos, es terreno fértil de vocaciones.

 - El v. 23 cierra el presente texto litúrgico y recoge de modo sintético la actividad de Jesús: las palabras y hechos milagrosos. Palabras y hechos portentosos, en efecto, son el armazón del evangelio. La predicación se desarrolla en las sinagogas. Está dirigida a los judíos, quienes necesitan ayuda para comprender la situación de absoluta novedad que están viviendo: Jesús se presenta no sólo como el enviado de Dios anunciado por los profetas, sino aún más: como el propio Dios. Todo el evangelio se volcará en desvelar la identidad de Jesús.


CLAVES para la VIDA


- Comienza la actividad directa de Jesús, que según el evangelista fija su residencia “en Cafarnaún”. Esto es, abandona ya su silencio de Nazaret y fija su estancia “en la periferia”, en Cafarnaún, y no precisamente en el centro, en Jerusalén, donde parecía lógico que fuera. Y a esta nueva etapa, le empuja un hecho concreto: “al oír que Juan había sido encarcela-do...” (v. 12): aquel testigo y precursor, con su voz y su mensaje, le ayuda a Jesús a entender que “ha llegado su hora”. De modo que pasa a la acción.

 - El mensaje que asume y anuncia es claro y nítido: “Convertíos porque está cerca...” (v. 17). Es necesario crear una nueva actitud de acogida ante la novedad que se presenta. En el fondo, es abrirse y adaptar la vida a la voluntad de Dios, como el mismo Jesús lo ha realizado en su propio caminar. Y, por eso mismo, quiere y busca a otros que quieran vivir esa misma experiencia en sus vidas, de manera que se conviertan en testigos del anuncio liberador del que es portador el mismo Jesús: “Venid y seguidme y os haré...” (v.19). ¡Ya está en marcha la NUEVA realidad!

 - Vamos descubriendo el modo de proceder de Dios, en Jesús, en esta nueva situación: partiendo siempre desde la periferia (Nazaret, Cafarnaún...), ofrece el don de la Buena Nueva a cuantos se abren a su don. Ahora no hay tiempo que perder... ¡ha llegado la hora del anuncio! Es el mensaje de Jesús y para esta tarea llama a otros; también, hoy, a nosotros, nos sigue llamando: “os haré pescadores de hombres...” y es que queda mucha labor por realizar. Aquí nos encontramos. Por lo tanto, seguir sus huellas es volver a escuchar la lla-mada y asumir su invitación. ¿Cómo te encuentras, hermano/a?

sábado, 18 de enero de 2014



DOMINGO, día 19 de Enero                                    Jornada Mundial  de las Migraciones
 
                                   
 
 
 

 
 
 

Isaías 49, 3. 5-6


“... Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra...”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- La primera lectura recoge parte del segundo cántico del «Siervo de Yahvé». En total, cuatro composiciones poéticas referidas a un personaje llamado «Siervo del Señor» (Is 42, 1-9; 49, 1-7; 50, 4-11; 52, 13 – 53, 12). La identificación del siervo resulta, al menos, misteriosa. Reiterados intentos han querido fijar un nombre y un rostro para este personaje. Entre otros, han sugerido que se trata del pueblo de Israel, del mismo profeta, de Ciro, en cuanto libertador de los judíos desterrados en Babilonia. Sin embargo, ninguno de los «candidatos» se corresponde plenamente con los requisitos necesarios para ser identificado como «Siervo de Yahvé», hombre elegido por Dios, íntegro en su fe, al que se le ha confiado una misión universal. Es necesario esperar a Jesucristo para encontrar la respuesta satisfactoria y definitiva.

 - El texto actual, en efecto, ha sido elegido para crear una conexión entre el «Siervo de Yahvé» y el «Cordero de Dios» (del evangelio). Las dos expresiones denotan en el lenguaje y la teología de Juan el Bautista la misma realidad. La lectura litúrgica selecciona algunas frases del segundo canto del siervo para subrayar su misión universal. La frase central, puesta en los labios de Dios, suena así: «Te convierto en luz de las naciones para que mi salvación llegue hasta los confines de la tierra» (v. 6). El peso teológico descansa en la idea de salvación que llega desde Dios a los hombres por la mediación del siervo; además, tal salvación alcanza a todos.

 
- La figura del siervo encuentra pleno cumplimiento en Jesús, la luz venida al mundo para alumbrar a todos los hombres, el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. La humanidad no tiene que seguir esperando; por fin, la esperanza se llena con un contenido preciso.

 
CLAVES para la VIDA

 
- El proyecto salvador de Dios ha alcanzado su madurez y el mismo Dios -a través del Siervo-, lo va a llevar a cabo. Y, una vez más, se recuerda que no es exclusivo de unos pocos, sino que está abierto a todos los hombres. Así ha avanzado y caminado la historia de la salvación y, ahora, el Siervo se convertirá en “luz de las naciones” para cuantos se abren al don, en plenitud, de Dios. Así, pues, Dios cumple y realiza sus promesas de vida, ofrecidas a los antiguos, a los “padres” de Israel.

 - “Tú eres mi siervo, Israel, y estoy orgulloso de ti” (v. 3): y es que el mismo espíritu de Dios es quien anima e impulsa al Siervo. Elegido por el mismo Dios; siervo con fe profunda en Dios, de quien se ha fiado plenamente; con una misión, encomendada de forma singular por el mismo Dios. Esto es, el Siervo es alguien disponible para lo que establezca su Señor, llegando hasta las últimas consecuencias. Por eso, Dios está “orgulloso” de él. ¡Hermoso cuadro descriptivo y que, para nosotros, se hará realidad en Jesús de Nazaret y en su vida plenamente al servicio de la Buena Noticia de Dios y del Reino!

 - ¡Realmente sugerente este “Siervo” que se nos ofrece en la reflexión del profeta! Con conciencia clara de haber sido elegido por Dios mismo; confiado hasta el tope de ese Dios y de su fidelidad; con una misión asumida y que es poner en marcha el proyecto salvador de Dios... Sugerente el hecho de descubrir que, ese Siervo “en plenitud”, ha sido Jesús; pero, también, el asumir que de esa MISIÓN participo, como estrecho colaborador, con otros hermanos y hermanas; y que todavía queda tarea en esa lucha por “quitar el pecado del mundo” (Evangelio de hoy). Hermano/a, tenemos labor por realizar. ¡Ánimo!

 

1 Corintios 1, 1-3

 
“... Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo, por voluntad de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados por Jesucristo, al pueblo santo que él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo Señor nuestro y de ellos. La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros...”

 

CLAVES para la LECTURA

 
- Es el comienzo de la carta de Pablo a la comunidad de Corinto, y encontramos, como de costumbre, el saludo y sus elementos tradicionales: el remitente, el destinatario y el anuncio inicial. En seguida aparece una profusión de títulos y concreciones que acompañan tanto al remitente como a los destinatarios.

 - El nombre de Pablo, engrandecido con el título de «apóstol», certifica el origen de su misión. Y si no fuese suficiente, el doble añadido -apóstol «de Cristo Jesús» y «por voluntad de Dios» (y. 1)- insiste en la sacralidad y oficialidad de su cometido. Lejos de ser un título vanidoso, la conciencia apostólica de Pablo sirve para revalorizar su modo de hablar y actuar. Pablo no actúa en nombre propio, ni decide según criterios puramente humanos. Él es fundamentalmente un «llamado» que responde a la solicitud divina. Pablo asocia consigo a Sóstenes, designándolo «hermano»; existe una delicada voluntad de asociarlo como colaborador al trabajo apostólico; el apóstol nunca actúa como un marinero solitario; su vocación divina lo pone en comunión con todos aquellos que Dios llama a su servicio.

 - Los destinatarios de la carta son todos los creyentes, «la Iglesia de Dios», expresión preferida de Pablo. El término ekklesía indica la asamblea litúrgica convocada por Dios para ser su pueblo santo mediante una vocación especial. Esta nueva comunidad, con respecto de Israel, está marcada con el sello pascual y tiene en Jesús al verdadero cordero inmolado. Se encuentra mencionada en referencia a una ciudad: «en Corinto», y la especificación consiste en indicar una iglesia local. La iglesia, sin embargo, es la realidad nacida de la confluencia entre el amor trinitario y la aceptación del hombre.

 - El anuncio inicial está compuesto por un binomio que permanecerá invariable en todas las cartas: «gracia y paz», dones que tienen en el Padre y en Cristo su manantial; expresan la comunión con Dios, en cuanto don gratuito, que viene de lo alto («gracia») y perdura, gracias a la colaboración humana («paz»). El inicio de la carta ofrece una entonación teológica que presagia la sinfonía que se desarrollará a continuación.

 
CLAVES para la VIDA

 
- Como el “Siervo” de la primera lectura, aquí Pablo se siente “apóstol”, también escogido por designio de Dios y para llevar a cabo la misión de reunir en torno a Jesucristo a la nueva comunidad, en este caso de Corinto, pero abierto a tantas y tantas realidades y comunidades, a través de los tiempos y de los lugares. También aquí se manifiesta una conciencia clara de VOCACIÓN, de llamada del mismo Dios. He aquí la “clave” desde la que vive y se presen-ta el apóstol.

 - Y es que los miembros de la nueva comunidad han sido, también, “consagrados por Jesucristo”. Si en el texto del Siervo se anunciaba su misión como “ser luz de las nacio-nes”, aquí ya está presente ése que lleva a cabo dicha misión: es Jesucristo quien realiza el plan de Dios, “consagrando” al pueblo y haciéndolo “santo”. Es la nueva realidad, eso sí, abierta a todos, de manera que Pablo se siente “apóstol de los gentiles”, de partida, excluidos del don salvífico, al no pertenecer al pueblo elegido.

 - No se puede negar la fuerza que produce el tener una conciencia clara de la vocación, de la llamada. En este caso, en el apóstol Pablo: él se siente apóstol “por voluntad de Dios” en esa tarea que le ha sido encomendada, y a la que asocia a otros “hermanos” para el trabajo de la evangelización. Siempre resulta sugerente este Pablo, también hoy, para mí, para nosotros, que seguimos compartiendo la Misión de Jesús. Recuperar y cuidar esa conciencia “vocacional”; sentir que la fuerza está en Él, en el que nos ha animado a compartir la misión... ¡he ahí el secreto! Necesario ser consciente, muy consciente de ello, hermano/a! ¡Sólo así será posible...!

  

Evangelio: Juan 1, 29-34

 
“... Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que viene hacia él, exclama: Éste es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo...”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- La solemne apertura del evangelio había presentado a la Palabra eterna del Padre entrando en la historia de los hombres y convirtiéndose en Jesús de Nazaret. Era necesario encontrar un nexo para que Jesús pudiera vincularse concretamente en la historia. Todos los profetas habían hablado de él. El último, dotado de un carisma particular, el «precursor», se llama Juan: el portavoz del actual texto evangélico.

 - En un estupendo primer plano, el Bautista es presentado como el testigo leal. Ése que empeña todo su ser en hablar de Jesús, reconociéndolo como el Mesías y proporcionando las credenciales fundamentales. Su testimonio se expresa con tres frases de recia teología: Jesús es «el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (v. 29); el Espíritu se ha posado sobre él y permanece de forma estable (v. 32); Jesús es el elegido de Dios, es decir, el «Hijo de Dios» (v. 34). Son tres afirmaciones, ligadas entre sí, que desvelan la idea que tiene Juan sobre el Mesías. Las tres imágenes encuentran correspondencia parcial en los cantos del «Siervo de Yahvé» y el porqué de su elección como primera lectura.

 - La obra principal de Jesús consiste en «quitar el pecado del mundo». Para Juan, el evangelista, existe un único pecado: rechazar la Luz que ha venido al mundo para iluminar a todos los hombres (Jn 1, 9). Rechazar a Cristo es el mayor y único pecado; las demás transgresiones (pecados) son manifestaciones incompletas. Jesús cumplirá esta colosal obra de reconciliación entre Dios y el hombre porque él mismo es Dios. El texto lo dice claramente. La escena del bautismo sirve para mostrar la presencia del Espíritu, que desciende sobre Jesús y permanece sobre él.

 
CLAVES para la VIDA

 
- Está claro que el testimonio de Juan tiene como finalidad suscitar la fe del discípulo en la persona de Jesús. El Bautista ha visto al Espíritu “permanecer” sobre Jesús. Esto provoca el anuncio de que Jesús es verdaderamente el Mesías, el Elegido de Dios. Ahí  resuenan las palabras “mágicas” escuchadas en el Bautismo: “Éste es mi Hijo amado”.

 - Con esto estamos ya al inicio de los tiempos nuevos: ha comenzado ya para la humanidad el camino de retorno al Padre, se ha puesto en marcha la creación del nuevo Israel. Hasta el Jordán, el Espíritu moraba en Jesús, pero como escondido y en silencio; sólo ahora el Padre lo consagra en su misión profética y mesiánica.

 - Y ahora es sobre cada creyente sobre el que se posa el Espíritu del Señor y está llamado a dar testimonio de que el único camino de salvación para el hombre es el recorrido por Cristo, y no las fáciles ilusiones prometidas por otros libertadores de pacotilla. Aquí nos encontramos nosotros, los creyentes y seguidores de Jesús, hoy, llamados a acoger ese don de Jesús y enviados para darlo a conocer a los que todavía no han tenido la suerte de encontrarse con Él. ¡Es nuestra misión, hermano/a!

sábado, 11 de enero de 2014


DOMINGO, día 12 de Enero:  EL BAUTISMO DE JESÚS

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


 
Isaías 42, 1-4. 6-7

“... Así dice el Señor: Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones... Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he tomado de la mano, te he formado y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas...”

 

CLAVES para la LECTURA

- El primero de los cuatro cánticos del “Siervo doliente” (Is 42, 1-7; 49, 1-6; 50, 4-9a; 52, 13 – 53, 12) es obra de un discípulo del Segundo Isaías, cuya descripción nos reporta a los tiempos del exilio o inmediatamente después. Se nos presenta, en efecto, un personaje misterioso, el Ungido del Señor, que por sus rasgos encarna al pueblo elegido, o bien a algunos personajes históricos de Israel. El Nuevo Testamento verá en las características de este personaje la historia y los acontecimientos trágicos de Jesús de Nazaret.

- Aquí el Siervo es presentado en el acto de cumplir su misión, esto es, de restaurar la alianza con Dios y de reportar al pueblo del exilio a su patria. Por esto tal personaje ha sido formado desde el vientre materno, elegido por Dios y lleno del Espíritu, para llevar a todas las gentes la Palabra y la novedad de Dios (v. 1). Se presentará con una actitud llena de humildad y de benevolencia sin apagar ninguna tentativa de bien; tendrá coraje en las pruebas y en los sufrimientos que no le faltarán, y sus armas serán las de la paz (vv. 2-4). Sus prerrogativas son las de rey, sacerdote y profeta. Como rey está llamado a proclamar «el derecho con firmeza» y a establecer la «justicia», es decir, a realizar la salvación que viene de Dios (v. 6a). Como sacerdote cumplirá su misión haciéndose «alianza del pueblo», y como profeta comunicará la voluntad de Dios y será «luz de las naciones» (v. 6b; Lc 1, 79; 2, 29-32; Jn 8, 12).

- Su misión, animada por el Espíritu, tendrá ante todo el objetivo de librar de todo mal al hombre en su ser más íntimo. Los ciegos que viven en las tinieblas, entonces, recuperarán la vista para reemprender el justo camino hacia la verdadera vida. Los prisioneros recobrarán su libertad, la de hijos de Dios redimidos y amados (v. 7).
 
CLAVES para la VIDA

- Una vez más, en los anuncios proféticos, se nos ofrece la figura del Siervo, con un objetivo claro: renovar la Alianza hecha con Israel. Y es que el pueblo ha abandonado tantas veces a su Dios... Pero Dios se mantiene fiel e, incluso, quiere renovarla desde la raíz misma. Por eso, la repatriación de los desterrados será un signo claro de esta voluntad salvífica de Dios, y el restablecimiento de una religión verdadera será la consecuencia de esta nueva situación.

- “Yo te he formado... te he tomado de la mano...”, y es que Dios es quien establece la Misión del Siervo; Dios mismo será quien sostenga con su misma fuerza y espíritu a éste, su elegido. Porque el objetivo es realizar en plenitud un proyecto de vida: ofrecer la luz a los que caminan en las tinieblas; la libertad a los que se encuentran esclavizados por tantas realidades. Esto es, liberar al hombre desde su misma raíz y hacer nueva la estrecha amistad entre Dios y la humanidad.

- Realmente sugerente la visión del profeta con vistas a realizar el plan salvífico de Dios a favor nuestro, de todos los hombres. Yo (nosotros) participo plenamente de esta nueva realidad, que alcanza su culmen y plenitud en Jesús de Nazaret. Soy (somos) invitado(s) a vivir una alianza estrecha con el Dios de la vida; se me ofrece la luz que ilumina mis ojos “ciegos” en tantos momentos; se me brinda la inmensa posibilidad de participar de la condición de los “hijos”, libre de las ataduras y esclavitudes... Todo esto y más sugiere esta visión profética en esta fiesta del Bautismo de Jesús... ¡Buen ánimo, hermano/a y ten el coraje de asumir este don y regalo!

 

Hechos de los Apóstoles 10, 34-38

“... Pedro tomó la palabra y dijo: Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió sus palabras a los israelitas anunciando la paz que traería Jesucristo, Señor de todos... Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él...”

 

CLAVES para la LECTURA

- Es la introducción del discurso de Pedro en Cesárea, en casa de Cornelio, que prepara el bautismo del Centurión, ejemplo del universalismo del Evangelio. Pedro ha sido enviado por el Espíritu a Cesárea para dar inicio a la conversión de los paganos, comenzando por el hombre romano, piadoso y temeroso de Dios.

- La palabra de Pedro es introducida por una idea clara: «Dios no hace acepción de personas» (v. 34); ante Dios no existen preferencias de razas ni de posición social: todos son igualmente hijos amados e iguales en la dignidad, sean judíos que paganos, porque Jesús los ha unificado a todos en un solo pueblo de Dios, sin exclusión alguna (Hch 15, 7-9; Dt 10, 7; Rom 2, 11). Cristo ha traído la paz a la tierra por medio de su “alegre nueva”. A cuantos se adhieren a su Palabra y lo reconocen Hijo de Dios les son perdonados sus pecados.

- Su predicación, en efecto, desde el bautismo recibido en el Jordán y confirmado por la Palabra del Padre que lo ha reconocido «Hijo predilecto» (Lc 3, 22), hasta el momento de su retorno al Padre con su muerte y resurrección, ha sido un anuncio de salvación para la humanidad entera. Toda la vida de Jesús, marcada por la unción del Espíritu de Dios, ha sido un paso entre los hombres para comunicarles el amor del Padre, hasta el don de su vida, para el perdón de los pecados y para la salvación de todos, incluidos los paganos, sobre los que se manifiesta el Espíritu con poder, como en la casa del centurión Cornelio.

 
CLAVES para la VIDA

- Anuncio realmente gozoso el que -desde los primeros momentos- en la Comunidad de Jesús se ofrece: Dios no hace acepción de personas y su don de vida no depende, ni siquiera, de la pertenencia al pueblo escogido. Y si es verdad que por medio de este pueblo ha ido llevando adelante y realizando su plan de salvación, ahora, al llegar a la plenitud de los tiempos, la oferta es universal y abierta a cuantos se abren a su don con corazón sincero.

- Y es que en el “Hijo predilecto”, Dios ofrece la filiación a cuantos se abren a Él: éste es el gran don-regalo que en Jesús de Nazaret se realiza definitivamente y PARA SIEMPRE. Este “Hijo predilecto” del Padre, que “pasó haciendo el bien y curando...” (v. 38) es el que ha triunfado sobre las fuerzas del mal que arrastran a la humanidad lejos del proyecto de Dios, quebrando la Alianza deseada y pretendida, de forma insistente, por este Dios. Ahora en Jesús se restablece esa Alianza y PARA SIEMPRE.

- Recordemos lo esencial del don que Dios-Padre me (nos) realiza en Jesús, a cuantos le buscan con sincero corazón. Revivir el Bautismo (en esta fiesta del Bautismo de Jesús) es algo que afecta a la raíz de mi condición de hijo, también amado y predilecto, y con posibilidad de caminar por la vida con esta convicción. ¿La consecuencia de esta experiencia...? Como Jesús, el Hijo predilecto, pasar “haciendo el bien”: inmensa definición y descripción de una vida plena. Hermano/a: a esto somos invitados. ¿Ya...?

 

Evangelio: Marcos 1, 7-11

“… Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo. Yo no soy digno ni… desatar la correa de sus sandalias. Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo… Por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio rasgarse los cielos y al Espíritu descender sobre él como una paloma. Se oyó entonces una voz desde los cielos: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco…”

 
CLAVES para la LECTURA

- La figura del Bautista es presentada en este pasaje con algunos de los rasgos típicos del verdadero profeta: hombre pobre y austero, que proclama la Palabra de Dios, pero también independiente de la mentalidad que lo rodea y del mundo. Jesús se presenta al Bautista, mezclado entre las filas de sus penitentes, pero el profeta lo reconoce y lo presenta como superior a sí mismo: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo. Yo no soy digno ni de postrarme ante él para desatar la correa de sus sandalias» (v. 7).

- Jesús, como un hombre cualquiera, se presenta al bautismo de conversión y comparte con humildad la condición del pecador, e incluso «se hace pecado» (2 Cor 5, 21). Pero la voz del Padre, dirigiéndose directamente al Hijo, lo proclama inocente y pone de relieve su naturaleza divina: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco» (v. 11).

- La humanidad y la divinidad de Jesús se armonizan en una síntesis ideal: el Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Por esto el bautismo de Juan se diferencia del practicado por Jesús. El del Precursor es realizado «con agua», mientras que el del Cristo lo es «con Espíritu Santo» (v. 8). Y Jesús recibe el bautismo de Juan, pero, mientras sale del agua, el Espíritu Santo lo inviste con su poder y su fuerza, con vistas a la misión que le espera. Él es el “Siervo” poseído en su intimidad por el Espíritu de Dios (Is 42, 1) que sale, no como Moisés de las aguas del Nilo, sino como nuevo Moisés del agua del Jordán (Is 63, 11). Él guiará a su pueblo hacia pastos fecundos de paz, de salvación y de justicia (Is 63, 14).

 

CLAVES para la VIDA

- Además del testimonio de Juan y su declaración de que no es el Mesías esperado (cortando de raíz toda especulación sobre su persona, pues muchos pensaban que él era el Mesías), el Bautista no presenta al Esperado, que llega al Jordán como un judío más. Pero, al mismo tiempo, con esa fuerza especial que anuncia la llegada de los tiempos nuevos, la etapa final de la historia de la salvación. Y es que Dios mismo se hace presente en Jesús de Nazaret.

- De hecho, la proclamación del Padre (“la voz celeste”) es clara y contundente: “Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto” (V. 11). ¡He aquí la clave de todo! Antes, han sido los sencillos (María, José, Simeón, Ana…), o los marginados (los pastores), o los “buscadores” de Dios (unos Magos de Oriente) quienes se han encontrado y han dado testimonio de éste que es el Esperado. Pero ahora es DIOS MISMO quien presenta a Jesús y lo anuncia para que todos lo tengan en cuenta. Ahora es el tiempo de la plenitud y las promesas se han hecho realidad. Ahora ya se sabe dónde mirar para encontrarse con lo mejor de Dios.

- ¡Qué consecuencias más claras y directas para mi (para nosotros) ofrece este acontecimiento y esta proclamación de Dios mismo en el Jordán! ¡Ahora sé dónde puedo encontrar definitivamente a Dios y cuanto me ofrece! Tengo que MIRAR a Jesús y descubrir en Él el ROSTRO y el CORAZÓN de Dios. Ahora sé cuáles son (por si hubiere alguna duda) los proyectos de Dios: Jesús se presenta curando y salvando a la humanidad. ¡Éste es el plan de Dios! Hermano/a, aquí nos encontramos tú y yo, y somos invitados a participar de esta misma MISIÓN de Jesús, desde el momento mismo que participamos de su Bautismo...

sábado, 4 de enero de 2014


DOMINGO, día 5 de Enero

 

 

 

 

 

 


 

Eclesiástico 24, 1-2. 8-12


 

“... La sabiduría hace su propio elogio, se gloría en medio de su pueblo. Abre la boca en la asamblea del Altísimo y se gloría delante de sus Potestades... Entonces el Creador del Universo me ordenó, el Creador estableció mi morada: habita en Jacob, sea Israel tu heredad...”

 

CLAVES para la LECTURA

 
- El texto del Eclesiástico es una de las muestras más bellas de la literatura sapiencial y narra un gran elogio a la Sabiduría divina, fuente viva que renueva toda cosa en la vida que Dios comparte con los hombres. La sabiduría en persona canta sus propias alabanzas en la presencia del Dios altísimo.

 - Se presenta unida a Dios, pero, al mismo tiempo, distinta de él. Se identifica como persona con la Palabra de Dios (con la Torá) y como símbolo con la niebla que cubre la tierra, seme-jante al Espíritu de Dios que se cernía sobre el caos primordial de la creación (vv. 2-3; Gn 1, 2). Preexistía junto a Dios, teniendo su morada junto a su trono, y es eterna (vv. 4-9). Recorrió el mundo y recibió la orden de establecerse en Israel: «Pon tu tienda en Jacob, y fija tu heredad en Israel» (v. 8), ejerce su ministerio en Sión, tomando a Jerusalén, la ciudad santa, por morada, y haciendo de Israel un pueblo glorioso, porción del Señor, su heredad (vv. 10-11).

 - En el Nuevo Testamento tal sabiduría es Jesús. El evangelista Juan, cuando nos habla del “Verbo”, tiene como trasfondo este texto y lo utiliza refiriéndose a la teología de la Palabra y de la Sabiduría, en el sentido de fuerza que crea, revelación que ilumina, persona que vivifica. Juan, además, lo aplica a Cristo en su relación con el Padre (Prov 8; Sab 6-9). Jesús, en efecto, es la Palabra última y definitiva de Dios, la auténtica Sabiduría hecha visible, la persona enviada por Dios como Hijo unigénito del Padre.

 

CLAVES para la VIDA

 
- El autor sagrado recoge, en este bello fragmento, cuanto la reflexión y la espiritualidad ha vivido y experimentado, a través de los tiempos, del don de la Sabiduría divina, presente en medio de su pueblo, y que ha iluminado y guiado su caminar. Sabiduría que tiene su origen y su fuente en Dios mismo, porque junto a Él ha surgido y crecido. Dios, pues, ha estado presente en la vida de los hombres a través de los tiempos por medio de su sabiduría.

 - Y es que -y ésta es la gran lección-, Dios ha estado SIEMPRE cerca de los hombres, sea con su Espíritu, con su Palabra, sea en los acontecimientos liberadores... Dios ha estado con su pueblo: ha sellado una Alianza de amor y de fidelidad y la ha mantenido, a pesar de los abandonos por parte del pueblo. Y es que Israel es el pueblo escogido, es heredad del mismo Dios, que ha puesto su mirada y su amor en la insignificancia de este pueblo, convirtiéndolo en un pueblo glorioso y por medio del cual Dios se hace presente en medio de la humanidad y de su historia.

 - Toda esa vivencia ha culminado en la persona de Jesús de Nazaret, la PRESENCIA DEFI-NITIVA de Dios en medio de los hombres. De este Jesús, de su don, participo y disfruto, hoy y aquí, y Él ilumina, de forma plena y total, el camino a recorrer hasta el encuentro con el Dios Creador y Padre. Estos días de Navidad lo estamos “contemplando” de forma especial y significativa. “Contemplación” y “adoración” son las actitudes adecuadas que llevan a la ACOGIDA incondicional de su don. Aquí me (nos) encuentro. ¿Qué tal va, hermano/a, esta experiencia contemplativa y de acogida en estos días tan singulares? ¡Buen ánimo!

 

Efesios 1, 3-6. 15-18

 

“... Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya...”

 

CLAVES para la LECTURA

 
- Esta lectura consta de dos partes distintas. La primera (vv. 3-6) contiene los primeros versículos del himno cristológico: el tema hace referencia a la historia de la salvación, cuyos protagonistas son el Padre, Cristo y el Espíritu, y cuya ley es el amor gratuito de Dios.

 - El Padre es la fuente, el iniciador y el término de toda cosa. El Espíritu Santo es la garantía y la prenda de la heredad ofrecida al hombre. El Hijo, único mediador de la obra divina, es el que todo lo cumple y lleva a cabo con la entrega de sí hasta el don de la vida. El Padre, pues, que tiene la iniciativa de regalar la salvación, fruto de su obra, se sirve de «su Hijo querido» (v. 6) para actuarla. Así, la actividad de las tres personas divinas aspira a llevar la salvación al hombre, que está en el centro del designio de Dios, aunque el objetivo último de la historia de la salvación no sea el hombre, sino la gloria misma de Dios.

 - Es para alegrarse y para permanecer sin aliento ante este designio que ocupaba en la mente de Dios un puesto anterior a la creación misma: estamos insertos en el amor que Dios siente por su Hijo querido. También nosotros estamos en el circuito trinitario de un amor desbor-dante y sin fin, envueltos por el abrazo de Dios. Y todo esto a través de la Iglesia en la que «en Cristo» llegamos a ser hijos adoptivos de Dios (Rom 9, 4; Gal 3, 1-7). Todo es don gratuito emanado del corazón de Dios que ama a la humanidad apasionadamente.

 - La segunda parte (vv. 15-18) refleja los sentimientos de gratitud de Pablo hacia Dios por sus hermanos en la fe, sobre quienes invoca la sabiduría divina y los dones de la santidad plena y del amor verdadero.

 

CLAVES para la VIDA

 
- ¡Toda una confesión de fe la que nos ofrece el himno del apóstol! Y si algo destaca es el proyecto salvador, desde siempre y para siempre, de este Dios que ama apasionadamente a la humanidad. Éste es su proyecto y lo lleva a cabo por los medios más inverosímiles; no renuncia nunca a ese proyecto, a pesar de los rechazos por parte del ser humano, cuando Él ha cuidado con mimo ese amor. Si algo destaca en toda esta historia de salvación es la GRATUIDAD por parte de Dios; por eso, la INICIATIVA siempre es de Él.

 - Pero el culmen de toda esa historia se alcanza en CRISTO JESÚS, en quien “nos ha bendecido... con toda clase de bendiciones” (v. 3); el corazón de Dios ha sido un derroche, primero dándonos a su “Hijo querido” y, luego, haciendo realidad, por medio de Él, algo impensable: la vida en plenitud y el ser hijos adoptivos con todos los derechos y con todo lo que supone y significa. Hasta ahí ha llegado el amor de este Dios “por pura iniciativa suya...” y sin que medie ningún mérito por parte del hombre que posibilitara tal derroche. Y todo ello redunda en alabanza suya; esto es, hace feliz a Dios, le glorifica.

 - ¡Hermosa, muy hermosa esta declaración y estas convicciones que nos ha ofrecido el apóstol! Realmente, impresiona el proceder de Dios, hasta dónde es capaz de llegar para realizar plenamente su iniciativa de amor. Y... ¡yo (nosotros) participando, sin mérito alguno de mi parte, de todo este regalo! Como para quedarse ofuscado y maravillado, si lo acogiera de forma incondicional. Sólo desde la “lógica del amor”, más puro y desinteresado, es posible “entender” todo lo que se me ofrece y se me da. La Navidad es una oportunidad única para “aproximarme” a este misterio de amor. Hermano/a, es necesario felicitarnos y... como respuesta, pobre pero también amorosa, ofrecerla a otros hermanos/as, que no lo saben ni lo conocen. ¡Es nuestro COMPROMISO!

 

Evangelio: Juan 1, 1-18

 

“... En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho y por él todos vinieran a la fe... La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios... Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad...”

 

CLAVES para la LECTURA

 

- El prólogo de Juan es una síntesis meditativa de todo el misterio de Navidad, porque el Niño de Belén es la revelación de Dios, la verdad de Dios y del hombre, y reflexionando sobre este evento nos ponemos en tesitura de comprender quién es el que ha nacido y quiénes somos nosotros.

 - El núcleo del prólogo está en el v 14: «Y la Palabra se hizo carne», que contiene el hecho de la encarnación y, por tanto, de Navidad: el Hijo de Dios se ha hecho hombre con la fragilidad e impotencia de toda criatura. Para comprenderlo Juan se remonta al misterio trinitario y luego vuelve a descender hasta el hombre.

 - El inicio, pues, es la afirmación que nos sitúa fuera del tiempo en el misterio de Dios: «En el principio era la Palabra» (v. 1a) y nos habla de una existencia sin comienzo ni devenir. Después en la frase: «La Palabra estaba junto al Padre» (v. 1b), el evangelista precisa la situación del Logos (= la Palabra), que existe desde siempre, en parangón con Dios: el Verbo, en su ser más profundo, está en actitud de escucha y obediencia, completamente vuelto hacia el Padre.

 - Jesús, la Palabra encarnada, hace a Dios visible y cercano al hombre, siendo su reflejo. Así pues, toda la historia y la realidad humana tienen vida por la Palabra: «En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres» (v. 4), porque en Jesús todo encuentra consistencia, significado, fin y especialmente la salvación de todo hombre. Todas estas afirmaciones de Juan son importantes para comprender el papel de Jesús como revelador y testigo veraz de Dios. Por esto «de su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia» (v. 16), es decir, de su vida filial todos podemos recibir abundantemente.

 
CLAVES para la VIDA

 - Es realmente interesante iniciar un nuevo camino, como supone un nuevo año, con esta profunda confesión de nuestra fe, porque este texto evangélico lo es en forma hermosa y poética. Y es que la Navidad es luz y gracia para quienes como don, puro don, hemos aceptado y acogido este inmenso regalo de Dios, que es su Hijo encarnado, hecho cercano y caminando en mi propia historia.

 - La gran oferta que siento y descubro en el “discípulo amado” y en esta profesión de cuanto él mismo ha descubierto y experimentado, es que toda la historia y el camino entero queda iluminado por la luz de la PALABRA, del Verbo del Padre. Y que cuantos le acogen están llamados a vivir y participar de la luz de Dios, y jamás estarán dominados por la oscuridad.

 - Una oportunidad especial para pararme y contemplar su “tienda” plantada junto a la mía; y Él, con un interés especial por cuanto me afecta y me “puede”; Él que me ofrece su gloria y la posibilidad de compartir la condición de ser de la familia misma de Dios. ¡Todo es nuevo! ¡Todo es ADMIRABLE! Así lo siente el “discípulo amado”, así me lo ofrece, para que también yo lo pueda seguir ofreciendo. ¡Feliz caminar, hermano/a!