sábado, 4 de enero de 2014


DOMINGO, día 5 de Enero

 

 

 

 

 

 


 

Eclesiástico 24, 1-2. 8-12


 

“... La sabiduría hace su propio elogio, se gloría en medio de su pueblo. Abre la boca en la asamblea del Altísimo y se gloría delante de sus Potestades... Entonces el Creador del Universo me ordenó, el Creador estableció mi morada: habita en Jacob, sea Israel tu heredad...”

 

CLAVES para la LECTURA

 
- El texto del Eclesiástico es una de las muestras más bellas de la literatura sapiencial y narra un gran elogio a la Sabiduría divina, fuente viva que renueva toda cosa en la vida que Dios comparte con los hombres. La sabiduría en persona canta sus propias alabanzas en la presencia del Dios altísimo.

 - Se presenta unida a Dios, pero, al mismo tiempo, distinta de él. Se identifica como persona con la Palabra de Dios (con la Torá) y como símbolo con la niebla que cubre la tierra, seme-jante al Espíritu de Dios que se cernía sobre el caos primordial de la creación (vv. 2-3; Gn 1, 2). Preexistía junto a Dios, teniendo su morada junto a su trono, y es eterna (vv. 4-9). Recorrió el mundo y recibió la orden de establecerse en Israel: «Pon tu tienda en Jacob, y fija tu heredad en Israel» (v. 8), ejerce su ministerio en Sión, tomando a Jerusalén, la ciudad santa, por morada, y haciendo de Israel un pueblo glorioso, porción del Señor, su heredad (vv. 10-11).

 - En el Nuevo Testamento tal sabiduría es Jesús. El evangelista Juan, cuando nos habla del “Verbo”, tiene como trasfondo este texto y lo utiliza refiriéndose a la teología de la Palabra y de la Sabiduría, en el sentido de fuerza que crea, revelación que ilumina, persona que vivifica. Juan, además, lo aplica a Cristo en su relación con el Padre (Prov 8; Sab 6-9). Jesús, en efecto, es la Palabra última y definitiva de Dios, la auténtica Sabiduría hecha visible, la persona enviada por Dios como Hijo unigénito del Padre.

 

CLAVES para la VIDA

 
- El autor sagrado recoge, en este bello fragmento, cuanto la reflexión y la espiritualidad ha vivido y experimentado, a través de los tiempos, del don de la Sabiduría divina, presente en medio de su pueblo, y que ha iluminado y guiado su caminar. Sabiduría que tiene su origen y su fuente en Dios mismo, porque junto a Él ha surgido y crecido. Dios, pues, ha estado presente en la vida de los hombres a través de los tiempos por medio de su sabiduría.

 - Y es que -y ésta es la gran lección-, Dios ha estado SIEMPRE cerca de los hombres, sea con su Espíritu, con su Palabra, sea en los acontecimientos liberadores... Dios ha estado con su pueblo: ha sellado una Alianza de amor y de fidelidad y la ha mantenido, a pesar de los abandonos por parte del pueblo. Y es que Israel es el pueblo escogido, es heredad del mismo Dios, que ha puesto su mirada y su amor en la insignificancia de este pueblo, convirtiéndolo en un pueblo glorioso y por medio del cual Dios se hace presente en medio de la humanidad y de su historia.

 - Toda esa vivencia ha culminado en la persona de Jesús de Nazaret, la PRESENCIA DEFI-NITIVA de Dios en medio de los hombres. De este Jesús, de su don, participo y disfruto, hoy y aquí, y Él ilumina, de forma plena y total, el camino a recorrer hasta el encuentro con el Dios Creador y Padre. Estos días de Navidad lo estamos “contemplando” de forma especial y significativa. “Contemplación” y “adoración” son las actitudes adecuadas que llevan a la ACOGIDA incondicional de su don. Aquí me (nos) encuentro. ¿Qué tal va, hermano/a, esta experiencia contemplativa y de acogida en estos días tan singulares? ¡Buen ánimo!

 

Efesios 1, 3-6. 15-18

 

“... Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya...”

 

CLAVES para la LECTURA

 
- Esta lectura consta de dos partes distintas. La primera (vv. 3-6) contiene los primeros versículos del himno cristológico: el tema hace referencia a la historia de la salvación, cuyos protagonistas son el Padre, Cristo y el Espíritu, y cuya ley es el amor gratuito de Dios.

 - El Padre es la fuente, el iniciador y el término de toda cosa. El Espíritu Santo es la garantía y la prenda de la heredad ofrecida al hombre. El Hijo, único mediador de la obra divina, es el que todo lo cumple y lleva a cabo con la entrega de sí hasta el don de la vida. El Padre, pues, que tiene la iniciativa de regalar la salvación, fruto de su obra, se sirve de «su Hijo querido» (v. 6) para actuarla. Así, la actividad de las tres personas divinas aspira a llevar la salvación al hombre, que está en el centro del designio de Dios, aunque el objetivo último de la historia de la salvación no sea el hombre, sino la gloria misma de Dios.

 - Es para alegrarse y para permanecer sin aliento ante este designio que ocupaba en la mente de Dios un puesto anterior a la creación misma: estamos insertos en el amor que Dios siente por su Hijo querido. También nosotros estamos en el circuito trinitario de un amor desbor-dante y sin fin, envueltos por el abrazo de Dios. Y todo esto a través de la Iglesia en la que «en Cristo» llegamos a ser hijos adoptivos de Dios (Rom 9, 4; Gal 3, 1-7). Todo es don gratuito emanado del corazón de Dios que ama a la humanidad apasionadamente.

 - La segunda parte (vv. 15-18) refleja los sentimientos de gratitud de Pablo hacia Dios por sus hermanos en la fe, sobre quienes invoca la sabiduría divina y los dones de la santidad plena y del amor verdadero.

 

CLAVES para la VIDA

 
- ¡Toda una confesión de fe la que nos ofrece el himno del apóstol! Y si algo destaca es el proyecto salvador, desde siempre y para siempre, de este Dios que ama apasionadamente a la humanidad. Éste es su proyecto y lo lleva a cabo por los medios más inverosímiles; no renuncia nunca a ese proyecto, a pesar de los rechazos por parte del ser humano, cuando Él ha cuidado con mimo ese amor. Si algo destaca en toda esta historia de salvación es la GRATUIDAD por parte de Dios; por eso, la INICIATIVA siempre es de Él.

 - Pero el culmen de toda esa historia se alcanza en CRISTO JESÚS, en quien “nos ha bendecido... con toda clase de bendiciones” (v. 3); el corazón de Dios ha sido un derroche, primero dándonos a su “Hijo querido” y, luego, haciendo realidad, por medio de Él, algo impensable: la vida en plenitud y el ser hijos adoptivos con todos los derechos y con todo lo que supone y significa. Hasta ahí ha llegado el amor de este Dios “por pura iniciativa suya...” y sin que medie ningún mérito por parte del hombre que posibilitara tal derroche. Y todo ello redunda en alabanza suya; esto es, hace feliz a Dios, le glorifica.

 - ¡Hermosa, muy hermosa esta declaración y estas convicciones que nos ha ofrecido el apóstol! Realmente, impresiona el proceder de Dios, hasta dónde es capaz de llegar para realizar plenamente su iniciativa de amor. Y... ¡yo (nosotros) participando, sin mérito alguno de mi parte, de todo este regalo! Como para quedarse ofuscado y maravillado, si lo acogiera de forma incondicional. Sólo desde la “lógica del amor”, más puro y desinteresado, es posible “entender” todo lo que se me ofrece y se me da. La Navidad es una oportunidad única para “aproximarme” a este misterio de amor. Hermano/a, es necesario felicitarnos y... como respuesta, pobre pero también amorosa, ofrecerla a otros hermanos/as, que no lo saben ni lo conocen. ¡Es nuestro COMPROMISO!

 

Evangelio: Juan 1, 1-18

 

“... En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho y por él todos vinieran a la fe... La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios... Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad...”

 

CLAVES para la LECTURA

 

- El prólogo de Juan es una síntesis meditativa de todo el misterio de Navidad, porque el Niño de Belén es la revelación de Dios, la verdad de Dios y del hombre, y reflexionando sobre este evento nos ponemos en tesitura de comprender quién es el que ha nacido y quiénes somos nosotros.

 - El núcleo del prólogo está en el v 14: «Y la Palabra se hizo carne», que contiene el hecho de la encarnación y, por tanto, de Navidad: el Hijo de Dios se ha hecho hombre con la fragilidad e impotencia de toda criatura. Para comprenderlo Juan se remonta al misterio trinitario y luego vuelve a descender hasta el hombre.

 - El inicio, pues, es la afirmación que nos sitúa fuera del tiempo en el misterio de Dios: «En el principio era la Palabra» (v. 1a) y nos habla de una existencia sin comienzo ni devenir. Después en la frase: «La Palabra estaba junto al Padre» (v. 1b), el evangelista precisa la situación del Logos (= la Palabra), que existe desde siempre, en parangón con Dios: el Verbo, en su ser más profundo, está en actitud de escucha y obediencia, completamente vuelto hacia el Padre.

 - Jesús, la Palabra encarnada, hace a Dios visible y cercano al hombre, siendo su reflejo. Así pues, toda la historia y la realidad humana tienen vida por la Palabra: «En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres» (v. 4), porque en Jesús todo encuentra consistencia, significado, fin y especialmente la salvación de todo hombre. Todas estas afirmaciones de Juan son importantes para comprender el papel de Jesús como revelador y testigo veraz de Dios. Por esto «de su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia» (v. 16), es decir, de su vida filial todos podemos recibir abundantemente.

 
CLAVES para la VIDA

 - Es realmente interesante iniciar un nuevo camino, como supone un nuevo año, con esta profunda confesión de nuestra fe, porque este texto evangélico lo es en forma hermosa y poética. Y es que la Navidad es luz y gracia para quienes como don, puro don, hemos aceptado y acogido este inmenso regalo de Dios, que es su Hijo encarnado, hecho cercano y caminando en mi propia historia.

 - La gran oferta que siento y descubro en el “discípulo amado” y en esta profesión de cuanto él mismo ha descubierto y experimentado, es que toda la historia y el camino entero queda iluminado por la luz de la PALABRA, del Verbo del Padre. Y que cuantos le acogen están llamados a vivir y participar de la luz de Dios, y jamás estarán dominados por la oscuridad.

 - Una oportunidad especial para pararme y contemplar su “tienda” plantada junto a la mía; y Él, con un interés especial por cuanto me afecta y me “puede”; Él que me ofrece su gloria y la posibilidad de compartir la condición de ser de la familia misma de Dios. ¡Todo es nuevo! ¡Todo es ADMIRABLE! Así lo siente el “discípulo amado”, así me lo ofrece, para que también yo lo pueda seguir ofreciendo. ¡Feliz caminar, hermano/a!

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