DOMINGO, día 11 de Agosto
Sabiduría 18, 6-9
“… La noche de la liberación se les anunció de antemano a nuestros
padres, para que tuvieran ánimo al conocer con certeza la promesa de que se
fiaban. Tu pueblo esperaba ya la salvación de los inocentes y la perdición de
los culpables…”
CLAVES para la LECTURA
- La última sección del libro de la Sabiduría (capítulos
10-19) presenta una «relectura teológica» de la historia de la salvación a
partir del primer hombre, plasmado por Dios, hasta el paso del mar Rojo. La
primera lectura de esta liturgia de la Palabra presenta exactamente algunos momentos de
la magna epopeya que fue el Éxodo, que se llevó a cabo sobre todo en la noche
de la liberación.
- Es bastante probable que el autor del libro de la Sabiduría, que vive en
Egipto, esté pasando por la experiencia de la celebración pascual con el rito
de las hierbas amargas, del pan partido y de la cintura ceñida. Lo que escribe
para consuelo de sus hermanos en la fe tiene valor de «memoria» y, al mismo
tiempo, de «actualización». Con estos dos registros pone de relieve el primado
de la acción del Dios revelador y liberador, con plena conciencia de que cada
intervención de Dios en la historia del hombre tiene como fin primero poner en
el centro de la vida del hombre la persona y la acción de Dios. De este modo
pretende alimentar y sostener la fe de sus contemporáneos, incluso en la
difícil situación histórica de quien debe preservar de las múltiples
tentaciones del momento el precioso tesoro de la fe.
- Para el autor de este libro bíblico, el Éxodo
puede y debe ser releído también como «juicio» de Dios sobre toda la humanidad.
Ese juicio está descrito plásticamente por medio de una clara contraposición:
por un lado, están «los tuyos», «tu pueblo» -los justos, glorificados por
Dios, los hijos de los justos y los santos, a los que Dios les da la luz de su
ley y a sí mismo como dulce compañía- y, por otro, están los adversarios que el
Señor se ve obligado a castigar porque se resisten a su invitación. Al juzgar,
Dios no necesariamente condena, aunque no puede dejar de sustraerse al amor de
quien le ha excluido del horizonte de su vida.
CLAVES para la VIDA
- El autor sagrado, -que posiblemente escribe para
su pueblo en una situación complicada para mantenerse en fidelidad-, insiste en
la experiencia original de su fe y de su espiritualidad: recuerda y actualiza
la acción salvadora y liberadora de Dios en favor de su pueblo. Es la clave:
Dios nunca olvida su compromiso y lleva adelante su plan de vida y de
salvación. Israel lo debe recordar de generación en generación y ser fiel al
compromiso mutuo asumido.
- “Pues con una misma acción castigabas a los enemigos y nos
honrabas, llamándonos a ti” (v. 8): ese recuerdo siempre tiene
el objetivo de acercarse de nuevo a Dios y a sus promesas de vida. Ese recuerdo
y memoria tienen esa fuerza de LLAMADA, porque ahí es donde Israel encontrará
la plenitud. “Llamándonos
a ti”, es la
invitación constante; el pueblo ha constatado que cuando ha olvidado este
hecho, le han ido mal las cosas; cuando ha revivido esas experiencias
fundantes, entonces la plenitud de vida y de salvación ha sido un hecho en su
caminar.
- Es bueno que se nos recuerden con fuerza los
acontecimientos fundantes (eso es, que fundan) de la fe y de la espiritualidad.
Es bueno recordar y hacer memoria viva de los momentos significativos, de esa
presencia salvadora de Dios en nuestras vidas. Es necesario que todo esto
ocurra hasta llegar a la plenitud en la persona de Jesús de Nazaret, presencia
definitiva de Dios en medio de nuestra historia. Hermano/a, es necesario
“despertar” y revivir las raíces de nuestra espiritualidad, aquella que da
“espíritu” a nuestro ser y caminar ¿De acuerdo?
Hebreos 11, 1-2. 8-19
“… La fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se
ve. Por su fe son recordados los antiguos: por fe obedeció Abrahán a la llamada
y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber a dónde
iba. Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas
-y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa-…”
CLAVES para la LECTURA
- Como el libro de la Sabiduría, también el
capítulo 11 de la Carta
a los Hebreos no es otra cosa que una «relectura teológica» de la historia de
la salvación desde Abrahán hasta los profetas. La segunda lectura de esta
liturgia de la Palabra
se concentra en el acontecer de Abrahán, nuestro padre en la fe, destacando en
él, sobre todo, su actitud de fe.
- «Por la fe Abrahán, obediente a la llamada divina, salió...
Por la fe vivió como extranjero en la tierra que se le había prometido... Por
la fe Abrahán, sometido a prueba, estuvo dispuesto a sacrificar a Isaac...»:
este estribillo basta para comprender que no sólo la historia de Abrahán, sino
la de todos los hombres tiene que ser leída e interpretada a la luz de la fe,
entendida como fuente de nueva luz, como viático para nuestro camino. «Por la fe, a pesar
de que Sara era estéril y de que él mismo ya no tenía la edad apropiada,
recibió fuerza para fundar un linaje...»: junto a la historia
del patriarca Abrahán, el autor de la
Carta a los Hebreos se preocupa de narrar asimismo la
historia de la «matriarca» Sara. Ambos son destinatarios de la misma promesa;
ambos reciben de Dios un don extraordinario; ambos asumen ante Dios una actitud
de fe; por eso, ambos son herederos de la promesa.
- Lo que significa ser hombres y mujeres de fe lo
obtenemos claramente en las dos historias trenzadas de Abrahán y de Sara: su
obediencia se convierte en una disponibilidad total a la acción de Aquel que
los ha elegido para una historia de salvación universal, una historia que
supera a sus personas y su destino. Su pobreza personal se convierte, de una
manera sorprendente, en riqueza-don de Dios; su soledad, todavía más triste por
la falta de un heredero, se resuelve en una indeterminada multitud de
herederos; por último, el sacrificio de su hijo único se convierte en símbolo
de ese sacrificio que, en la plenitud de los tiempos, Jesús, el Hijo de Dios,
ofrecerá por la salvación de toda la humanidad.
CLAVES para la VIDA
- Nuevamente, esa mirada a la historia y a sus
personajes más significativos, le sirve al autor sagrado para ayudar a los
creyentes a quienes se dirige y estimular una respuesta en fidelidad. Abrahán
es todo un símbolo en esa historia de la salvación; como también Sara. Su
actitud de fe, asumida ante las promesas de Dios, es todo un estilo de ser y de
vivir. Así las promesas encuentran la acogida que requieren. Lo que Dios ha
prometido se hará realidad.
- Eso sí: creer en las promesas de Dios, le supuso a
Abrahán caminar hacia lo desconocido, sin saber adónde iba (v. 8), sólo fiado de
la palabra de la promesa. Le supuso perder la “seguridad” de lo conocido, de su
patria y ponerse a caminar hacia… donde Dios le llamaba. Por eso se convierte
en MODELO de la fe, que mueve la esperanza y que le lleva a aceptar plenamente
la propuesta de Dios.
- De nuevo, esa invitación abierta a aceptar a esos
modelos de fe, de aquellos que creyeron contra toda esperanza humana. Aquí las
“evidencias” no valen; aquí es la
PALABRA o la
PROMESA de Dios el soporte único y válido para el camino.
¡Qué fácil resulta decirlo y proclamarlo y cuan complicado el vivirlo en el día
a día! Hermano/a, ésta es la invitación que el autor de la carta a los Hebreos
nos propone, también a los creyentes de hoy. ¿Nos servirá? ¿Asumiremos la
propuesta…?
Evangelio: Lucas 12, 32-48
“… Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar, los
encuentre en vela… Y sí llega entrada la noche o de madrugada, y los encuentra
así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora
viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad
preparados, porque a la hora que menos penséis, viene el Hijo del Hombre…”
CLAVES para la LECTURA
- La página evangélica de esta liturgia de la Palabra comienza con una
de las más bellas declaraciones de Jesús (vv. 32-34). De ella podemos obtener
luz para nuestro camino de fe y consuelo para nuestra esperanza de peregrinos.
La invitación a no temer y el hecho de tratarnos de «pequeño rebaño», además de la
idea del «tesoro» que atrae nuestro
corazón, nos las ofrece Jesús como otras tantas verdades capaces de garantizar
nuestra fidelidad a la alianza.
- Después de habernos tratado por lo que somos,
pero, sobre todo, después de habernos indicado lo que complace a Dios, nuestro
Padre (su complacencia consiste en hacernos participar en su Reino), Jesús nos
confía algunas recomendaciones, que podemos resumir en la actitud de
vigilancia. Vigilar, en la
jerga bíblica, es una actitud que corresponde a los siervos frente a su señor,
e implica expectativa del retorno del Señor, prontitud para recibirle cuando
llegue, disponibilidad total en el servicio, plena docilidad a sus mandamientos
y, por último, alegría de participar, aunque sea como siervo, en la alegría de
las bodas del Señor.
- «Tened ceñida la cintura, y las lámparas encendidas»
(v. 35); si la consideramos bien, no se trata de una invitación genérica a una
fidelidad igualmente genérica, sino de un deseo vigoroso por parte del Señor de
tener a su lado y en su séquito «siervos buenos y fieles», que no se cansen
inútilmente ni se instalen en cómodas posiciones ni, mucho menos, se distraigan
del objeto de su espera. Al contrario, sabiendo que el Señor viene cuando menos
se le espera, viven el tiempo de la vigilancia y de la espera con ansia extrema
y santo temor de Dios. En efecto, aunque los siervos no conocen la hora del
regreso, sí conocen la voluntad del señor y saben que es una persona buena e
indulgente, pero, al mismo tiempo, justa y exigente.
CLAVES para la VIDA
-
Mensaje lleno de vitalidad y de fuerza el que nos propone Jesús, el Maestro. Y
una inmensa revelación, que jamás podríamos ni siquiera imaginar: la voluntad
del padre es ofrecernos el don del Reino, con todo lo que de plenitud conlleva.
Merece la pena apostar todo por ese TESORO que se nos da, porque iluminará toda
la vida y todo en nosotros se centrará en su búsqueda: “donde está tu tesoro allí estará vuestro
corazón” (v. 34).
-
Esta revelación está requiriendo una actitud determinada de vida y un estilo de
ser y de vivir: la actitud de la
VIGILANCIA, como aquellos que esperan a que vuelva su señor y
poderle acoger y atender. Por lo tanto, el don del Reino no es para quedarse
estancados y atontados, sino para vivir en esa tensión de espera y de respuesta
al retorno del Señor de la casa, como “siervos buenos y fieles”. Mientras llega, es
necesario vivir según agrada a ese Señor; sólo así se podrá participar del gozo
de la fiesta que brindará en honor de tales siervos.
-
Es hermoso escuchar y sentir como para nosotros las palabras cargadas de
ternura del Maestro: “No temas, pequeño rebaño…”. Y es que el
proyecto del Padre es hermoso a todas luces para nuestra situación. Saber que
estamos llamados a vivir desde la dinámica del Reino que se nos ofrece como don;
vivir desde una actitud despierta porque merece la pena… es la gran invitación,
una inmensa invitación, cargada de las mejores sensaciones. En vez de tanto
negativismo en tantas propuestas creyentes, Él, Jesús, nos ofrece algo hermoso
y para disfrutar. Hermano/a, a esto somos llamados. ¡No lo podemos olvidar…!
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