DOMINGO, día 26 de Enero
Isaías 8, 23b – 9, 3
“... El pueblo que caminaba en
tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les
brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo...”
CLAVES para la LECTURA
- El presente anuncio de liberación se lee en el contexto histórico de la
victoriosa campaña militar de Teglatfalasar, rey asirio. El texto proyecta una
luz esperanzadora. Se abre con un llamativo contraste entre un pasado
humillante y un futuro glorioso. «Zabulón
y Neftalí» (8, 23) son dos tribus del norte con una frontera común, el
monte Tabor. Su territorio fue conquistado por Teglatfalasar en el año 732. Y
su élite, deportada, «humillada» (Sal
136, 23, donde «humillación» se corresponde con «exilio»), ahora es rescatada
mediante un anuncio triunfal. La gloria viene representada con dos imágenes: la
luz que ilumina el camino del pueblo en marcha y el gozo que se experimenta,
como durante la siega o al repartirse un botín (9, 2).
- Al final se da el verdadero motivo de la gloria futura: una experiencia
liberadora, la raíz concreta de dicha alegría. Se alude a la liberación del
pesado yugo de los asirios, aún más insoportable debido a una actitud
persecutoria («el bastón opresor», 9,
3). La victoria se remonta directamente a Dios («tú has roto»), que ha intervenido de modo inesperado y espléndido,
igual que en otras ocasiones; como en el caso de Gedeón, que con la ayuda de
Dios venció a los Madianitas (Jue 7, 15-25). Un acontecimiento que hizo historia
(Sal 83, 10; Is 10, 26) y simboliza los prodigios realizados por Dios en favor
de su pueblo. La gloria de Dios se revela, convirtiéndose en gloria para su
pueblo. El profeta es el gozoso heraldo de una primavera de vida que tiene su
origen en Dios.
- El texto prepara la comprensión del Evangelio, donde Jesús anuncia la
irrupción de la soberanía de Dios (su Reino) en la historia de los hombres.
CLAVES para la VIDA
- Como en distintas ocasiones, el profeta levanta su voz para convertirse
en el heraldo de una nueva primavera de vida para su pueblo, que también ahora
se encuentra en una situación complicada y de dominación, bajo el yugo opresor.
Pero es aquí, en esta situación, donde se hace presente la fuerza liberadora de
Dios, como ya se ha repetido en la historia de Israel, del pueblo elegido. Aquí
es donde resuena el grito del profeta: “el
pueblo que caminaba en las tinieblas vio una luz grande” (9, 1); todo
vuelve a ser distinto.
- Con todo, el “origen” de esta nueva primavera de vida está en Dios mismo:
éste es el anuncio del profeta. Como “confesión de fe” se repite una vez más:
Dios tiene la iniciativa, y no precisamente por los méritos de su pueblo, sino
por el amor eterno con el que ha jurado su fidelidad en favor de su elegido.
Él, Dios, es el que rompe “el yugo que
pesaba sobre ellos” (9, 3) para volver a comprometerse a favor de la
humanidad. Ahí es donde Israel puede experimentar el gozo de la salvación.
- Se me (nos) vuelve a recordar este filón de la historia y de la
espiritualidad del Antiguo Testamento y que tiene plena validez en mi caminar
peregrino. Descubrir en cada situación de mi vida (por complicada que sea) que
Dios tiene un proyecto de vida; que la iniciativa siempre está en Él; que se ha
juramentado con ese amor eterno y fiel... ¡ahí está el secreto de mi vida!
Olvidarlo significará el “adorar otros dioses”, dejando de lado algo nuclear e
imperecedero. ¿Lo vas a olvidar, hermano/a? ¡No vayamos a descuidarnos...!
1 Corintios 1, 10-13. 17
“... Os ruego en nombre de
nuestro Señor Jesucristo: poneos de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien
unidos con un mismo pensar y sentir... ¿Está dividido Cristo? ¿Ha muerto Pablo
en la cruz por vosotros? ¿Habéis sido bautizados en nombre de Pablo? No me
envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de
palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo...”
CLAVES para la LECTURA
- Pablo exhorta a la unidad porque la ve amenazada (v. 10). Después pasa
a exponer la situación, tal como la conoce por algunos empleados de la familia
de Cloe: en la comunidad han surgido varios grupos religiosos que están minando
la comunión (vv. 11ss). Y a continuación expone el pensamiento teológico
dominante: Cristo es el único que congrega, en cuanto que sólo él ha dado la
vida por los hombres (v. 13). El discurso se enlaza con el v. 17, donde Pablo
refiere que su ministerio es principalmente el de la Palabra, y no un anuncio
cualquiera, sino esencial: presentar a Cristo crucificado.
- El tono de Pablo es pesaroso («os
ruego»: v. 10) porque la comunión está seriamente amenazada por una
comunidad pendenciera, lacerada por cuatro grupos: el de Pablo, el de Apolo, el
de Pedro y el de Cristo (v. 12). No es que estas personas hayan creado la
división; se trata de la utilización instrumental de su nombre por parte de
algunos cristianos de Corinto. La intervención del apóstol es seria, sin llegar
a ser áspera. Se dirige a los «hermanos» y los exhorta «en el nombre de nuestro Señor Jesucristo» (v. 10).
- Pablo reivindica su misión de apóstol del Evangelio. Lo dice con
fuerza, refiriéndose al mismo Cristo: «Cristo
no me ha enviado a bautizar, sino a evangelizar [= anunciar el Evangelio]».
Pablo apunta directamente a Cristo: de él procede totalmente la nueva realidad.
En él convergen todos los hombres, porque con su muerte ha reunido a quienes
estaban dispersos. Embrollos seudoteológicos y reclamos de pertenencia que
dañan la unidad son un atentado contra Cristo, antes que contra la concordia de
la comunidad.
CLAVES para la VIDA
- Está claro que la comunidad de Corinto (y toda comunidad cristiana)
está en un proceso de acogida y de crecimiento, donde se presentan los
personalismos y las luchas internas. Aquí es donde el apóstol levanta su voz
para poner las cosas en su sitio: y es que sólo Cristo, su persona y su
mensaje, puede ser el centro y el signo de unidad por excelencia, y la comunión
sólo es posible desde este punto de partida. De ahí la llamada a este encuentro
en Cristo que congrega.
- Él, Pablo, se siente enviado a ser anuncio, precisamente del hecho
central de Cristo, en toda esta nueva realidad: desde la entrega total, Cristo
reúne a todos cuantos acogen el don de Dios que se nos da en su persona. Sólo
desde ahí podrá ser posible la comunión a la que están llamados todos sus
seguidores. Por lo tanto, todas las “otras lecturas” son exageradas o falsas. Y
esto, -repetirá el apóstol-, para que “conservéis
la armonía en el pensar y en el sentir” (v. 10).
- ¡Qué claridad posee el apóstol Pablo
a la hora de entender su misión y su vocación de servicio a la causa de Jesús!
Él se siente el “heraldo” que anuncia a Cristo y... ¡de qué manera! Por eso, me
resulta siempre sugerente su persona y sus mensajes de vida, válidos también
para mi vida de creyente y seguidor de este Jesús. Él no se deja arrastrar por
“palabras elocuentes”, sino que su testimonio es “limpio”, sin adherencias que
distraigan. Por lo tanto, hacer que mi (nuestra) vida sea un testimonio claro
de Cristo y, éste, entregado hasta el extremo, es el mensaje a anunciar. ¡Ahí
es nada! Y esto, en este cultura nuestra, tiene “tela”... ¿no te parece,
hermano/a?
Mateo 4, 12-23
“... Al enterarse Jesús de que
habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en
Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí... El pueblo
que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y
sombras de muerte, una luz les brilló. Entonces comenzó Jesús a predicar
diciendo: Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos...”
CLAVES para la LECTURA
- El texto litúrgico está tejido con cuatro unidades pequeñas: el sentido
teológico del regreso de Jesús a Galilea (vv. 12-16); el comienzo y el
contenido esencial de su predicación (v. 17); la llamada de los primeros cuatro
discípulos (vv. 18-22); y el resumen de la predicación, que está acompañado de
signos prodigiosos (v. 23).
- Texto común con Marcos y Lucas, la indicación geográfica -estamos en
Galilea (v. 12)- encuentra amplia resonancia en Mateo: la asocia con una
preciosa cita y le otorga una orientación particular (vv. 15ss). Con la cita de
Isaías, algo adaptada (primera lectura), el evangelista apunta que Jesús fija
su residencia en Cafarnaún. La luz brilla en «Galilea de los paganos» (v. 15), es decir, entre los gentiles,
superando un mezquino nacionalismo que pretendía confinar los beneficios de
Dios a los estrechos límites de Israel.
- El primer anuncio de Jesús es parco, pero esencial: «Arrepentíos, porque está llegando el Reino
de los Cielos» (v. 17). La conversión, entendida como una adaptación
continua a la voluntad de Dios, es condición y requisito para divisar el Reino
de los Cielos. Antes de enunciar el programa detallado de la predicación (5,
lss) y antes de hacer milagros, Jesús elige a algunas personas para que lo
sigan. La prioridad de tal acción se comprende: es necesaria la presencia de
testigos que experimenten cuanto Jesús ha dicho y ha hecho, para que un día
puedan comunicárselo a otros y entren ellos también en comunión con Jesús.
Galilea, territorio de paganos, es terreno fértil de vocaciones.
- El v. 23 cierra el presente texto litúrgico y recoge de modo sintético
la actividad de Jesús: las palabras y hechos milagrosos. Palabras y hechos
portentosos, en efecto, son el armazón del evangelio. La predicación se desarrolla
en las sinagogas. Está dirigida a los judíos, quienes necesitan ayuda para
comprender la situación de absoluta novedad que están viviendo: Jesús se
presenta no sólo como el enviado de Dios anunciado por los profetas, sino aún
más: como el propio Dios. Todo el evangelio se volcará en desvelar la identidad
de Jesús.
CLAVES para la VIDA
- Comienza la actividad directa
de Jesús, que según el evangelista fija su residencia “en Cafarnaún”. Esto es, abandona ya su silencio de Nazaret y fija
su estancia “en la periferia”, en Cafarnaún, y no precisamente en el centro, en
Jerusalén, donde parecía lógico que fuera. Y a esta nueva etapa, le empuja un
hecho concreto: “al oír que Juan había
sido encarcela-do...” (v. 12): aquel testigo y precursor, con su voz y su mensaje,
le ayuda a Jesús a entender que “ha
llegado su hora”. De modo que pasa a la acción.
- El mensaje que asume y anuncia
es claro y nítido: “Convertíos porque
está cerca...” (v. 17). Es necesario crear una nueva actitud de acogida
ante la novedad que se presenta. En el fondo, es abrirse y adaptar la vida a la
voluntad de Dios, como el mismo Jesús lo ha realizado en su propio caminar. Y,
por eso mismo, quiere y busca a otros que quieran vivir esa misma experiencia
en sus vidas, de manera que se conviertan en testigos del anuncio liberador del
que es portador el mismo Jesús: “Venid y
seguidme y os haré...” (v.19). ¡Ya está en marcha la NUEVA realidad!
- Vamos descubriendo el modo de
proceder de Dios, en Jesús, en esta nueva situación: partiendo siempre desde la
periferia (Nazaret, Cafarnaún...), ofrece el don de la Buena Nueva a cuantos se
abren a su don. Ahora no hay tiempo que perder... ¡ha llegado la hora del
anuncio! Es el mensaje de Jesús y para esta tarea llama a otros; también, hoy,
a nosotros, nos sigue llamando: “os haré
pescadores de hombres...” y es que queda mucha labor por realizar. Aquí nos
encontramos. Por lo tanto, seguir sus huellas es volver a escuchar la lla-mada
y asumir su invitación. ¿Cómo te encuentras, hermano/a?
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