sábado, 10 de agosto de 2013


DOMINGO, día 11 de Agosto

 
Sabiduría 18, 6-9

 
“… La noche de la liberación se les anunció de antemano a nuestros padres, para que tuvieran ánimo al conocer con certeza la promesa de que se fiaban. Tu pueblo esperaba ya la salvación de los inocentes y la perdición de los culpables…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- La última sección del libro de la Sabiduría (capítulos 10-19) presenta una «relectura teológica» de la historia de la salvación a partir del primer hombre, plasmado por Dios, hasta el paso del mar Rojo. La primera lectura de esta liturgia de la Palabra presenta exactamente algunos momentos de la magna epopeya que fue el Éxodo, que se llevó a cabo sobre todo en la noche de la liberación.

 - Es bastante probable que el autor del libro de la Sabiduría, que vive en Egipto, esté pasando por la experiencia de la celebración pascual con el rito de las hierbas amargas, del pan partido y de la cintura ceñida. Lo que escribe para consuelo de sus hermanos en la fe tiene valor de «memoria» y, al mismo tiempo, de «actualización». Con estos dos registros pone de relieve el primado de la acción del Dios revelador y liberador, con plena conciencia de que cada intervención de Dios en la historia del hombre tiene como fin primero poner en el centro de la vida del hombre la persona y la acción de Dios. De este modo pretende alimentar y sostener la fe de sus contemporáneos, incluso en la difícil situación histórica de quien debe preservar de las múltiples tentaciones del momento el precioso tesoro de la fe.

 - Para el autor de este libro bíblico, el Éxodo puede y debe ser releído también como «juicio» de Dios sobre toda la humanidad. Ese juicio está descrito plásticamente por medio de una clara contraposición: por un lado, están «los tuyos», «tu pueblo» -los justos, glorificados por Dios, los hijos de los justos y los santos, a los que Dios les da la luz de su ley y a sí mismo como dulce compañía- y, por otro, están los adversarios que el Señor se ve obligado a castigar porque se resisten a su invitación. Al juzgar, Dios no necesariamente condena, aunque no puede dejar de sustraerse al amor de quien le ha excluido del horizonte de su vida.

 
CLAVES para la VIDA

 
- El autor sagrado, -que posiblemente escribe para su pueblo en una situación complicada para mantenerse en fidelidad-, insiste en la experiencia original de su fe y de su espiritualidad: recuerda y actualiza la acción salvadora y liberadora de Dios en favor de su pueblo. Es la clave: Dios nunca olvida su compromiso y lleva adelante su plan de vida y de salvación. Israel lo debe recordar de generación en generación y ser fiel al compromiso mutuo asumido.

 - “Pues con una misma acción castigabas a los enemigos y nos honrabas, llamándonos a ti” (v. 8): ese recuerdo siempre tiene el objetivo de acercarse de nuevo a Dios y a sus promesas de vida. Ese recuerdo y memoria tienen esa fuerza de LLAMADA, porque ahí es donde Israel encontrará la plenitud. “Llamándonos a ti”, es la invitación constante; el pueblo ha constatado que cuando ha olvidado este hecho, le han ido mal las cosas; cuando ha revivido esas experiencias fundantes, entonces la plenitud de vida y de salvación ha sido un hecho en su caminar.

 - Es bueno que se nos recuerden con fuerza los acontecimientos fundantes (eso es, que fundan) de la fe y de la espiritualidad. Es bueno recordar y hacer memoria viva de los momentos significativos, de esa presencia salvadora de Dios en nuestras vidas. Es necesario que todo esto ocurra hasta llegar a la plenitud en la persona de Jesús de Nazaret, presencia definitiva de Dios en medio de nuestra historia. Hermano/a, es necesario “despertar” y revivir las raíces de nuestra espiritualidad, aquella que da “espíritu” a nuestro ser y caminar ¿De acuerdo?

 
Hebreos 11, 1-2. 8-19

 
“… La fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve. Por su fe son recordados los antiguos: por fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber a dónde iba. Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas -y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa-…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- Como el libro de la Sabiduría, también el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos no es otra cosa que una «relectura teológica» de la historia de la salvación desde Abrahán hasta los profetas. La segunda lectura de esta liturgia de la Palabra se concentra en el acontecer de Abrahán, nuestro padre en la fe, destacando en él, sobre todo, su actitud de fe.

 - «Por la fe Abrahán, obediente a la llamada divina, salió... Por la fe vivió como extranjero en la tierra que se le había prometido... Por la fe Abrahán, sometido a prueba, estuvo dispuesto a sacrificar a Isaac...»: este estribillo basta para comprender que no sólo la historia de Abrahán, sino la de todos los hombres tiene que ser leída e interpretada a la luz de la fe, entendida como fuente de nueva luz, como viático para nuestro camino. «Por la fe, a pesar de que Sara era estéril y de que él mismo ya no tenía la edad apropiada, recibió fuerza para fundar un linaje...»: junto a la historia del patriarca Abrahán, el autor de la Carta a los Hebreos se preocupa de narrar asimismo la historia de la «matriarca» Sara. Ambos son destinatarios de la misma promesa; ambos reciben de Dios un don extraordinario; ambos asumen ante Dios una actitud de fe; por eso, ambos son herederos de la promesa.

 - Lo que significa ser hombres y mujeres de fe lo obtenemos claramente en las dos historias trenzadas de Abrahán y de Sara: su obediencia se convierte en una disponibilidad total a la acción de Aquel que los ha elegido para una historia de salvación universal, una historia que supera a sus personas y su destino. Su pobreza personal se convierte, de una manera sorprendente, en riqueza-don de Dios; su soledad, todavía más triste por la falta de un heredero, se resuelve en una indeterminada multitud de herederos; por último, el sacrificio de su hijo único se convierte en símbolo de ese sacrificio que, en la plenitud de los tiempos, Jesús, el Hijo de Dios, ofrecerá por la salvación de toda la humanidad.

 

CLAVES para la VIDA

 
- Nuevamente, esa mirada a la historia y a sus personajes más significativos, le sirve al autor sagrado para ayudar a los creyentes a quienes se dirige y estimular una respuesta en fidelidad. Abrahán es todo un símbolo en esa historia de la salvación; como también Sara. Su actitud de fe, asumida ante las promesas de Dios, es todo un estilo de ser y de vivir. Así las promesas encuentran la acogida que requieren. Lo que Dios ha prometido se hará realidad.

 - Eso sí: creer en las promesas de Dios, le supuso a Abrahán caminar hacia lo desconocido, sin saber adónde iba (v. 8), sólo fiado de la palabra de la promesa. Le supuso perder la “seguridad” de lo conocido, de su patria y ponerse a caminar hacia… donde Dios le llamaba. Por eso se convierte en MODELO de la fe, que mueve la esperanza y que le lleva a aceptar plenamente la propuesta de Dios.

 - De nuevo, esa invitación abierta a aceptar a esos modelos de fe, de aquellos que creyeron contra toda esperanza humana. Aquí las “evidencias” no valen; aquí es la PALABRA o la PROMESA de Dios el soporte único y válido para el camino. ¡Qué fácil resulta decirlo y proclamarlo y cuan complicado el vivirlo en el día a día! Hermano/a, ésta es la invitación que el autor de la carta a los Hebreos nos propone, también a los creyentes de hoy. ¿Nos servirá? ¿Asumiremos la propuesta…?

 
Evangelio: Lucas 12, 32-48

 
“… Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela… Y sí llega entrada la noche o de madrugada, y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis, viene el Hijo del Hombre…”

 

CLAVES para la LECTURA

 
- La página evangélica de esta liturgia de la Palabra comienza con una de las más bellas declaraciones de Jesús (vv. 32-34). De ella podemos obtener luz para nuestro camino de fe y consuelo para nuestra esperanza de peregrinos. La invitación a no temer y el hecho de tratarnos de «pequeño rebaño», además de la idea del «tesoro» que atrae nuestro corazón, nos las ofrece Jesús como otras tantas verdades capaces de garantizar nuestra fidelidad a la alianza.

 - Después de habernos tratado por lo que somos, pero, sobre todo, después de habernos indicado lo que complace a Dios, nuestro Padre (su complacencia consiste en hacernos participar en su Reino), Jesús nos confía algunas recomendaciones, que podemos resumir en la actitud de vigilancia. Vigilar, en la jerga bíblica, es una actitud que corresponde a los siervos frente a su señor, e implica expectativa del retorno del Señor, prontitud para recibirle cuando llegue, disponibilidad total en el servicio, plena docilidad a sus mandamientos y, por último, alegría de participar, aunque sea como siervo, en la alegría de las bodas del Señor.

 - «Tened ceñida la cintura, y las lámparas encendidas» (v. 35); si la consideramos bien, no se trata de una invitación genérica a una fidelidad igualmente genérica, sino de un deseo vigoroso por parte del Señor de tener a su lado y en su séquito «siervos buenos y fieles», que no se cansen inútilmente ni se instalen en cómodas posiciones ni, mucho menos, se distraigan del objeto de su espera. Al contrario, sabiendo que el Señor viene cuando menos se le espera, viven el tiempo de la vigilancia y de la espera con ansia extrema y santo temor de Dios. En efecto, aunque los siervos no conocen la hora del regreso, sí conocen la voluntad del señor y saben que es una persona buena e indulgente, pero, al mismo tiempo, justa y exigente.

 

CLAVES para la VIDA

 
- Mensaje lleno de vitalidad y de fuerza el que nos propone Jesús, el Maestro. Y una inmensa revelación, que jamás podríamos ni siquiera imaginar: la voluntad del padre es ofrecernos el don del Reino, con todo lo que de plenitud conlleva. Merece la pena apostar todo por ese TESORO que se nos da, porque iluminará toda la vida y todo en nosotros se centrará en su búsqueda: “donde está tu tesoro allí estará vuestro corazón” (v. 34).

 - Esta revelación está requiriendo una actitud determinada de vida y un estilo de ser y de vivir: la actitud de la VIGILANCIA, como aquellos que esperan a que vuelva su señor y poderle acoger y atender. Por lo tanto, el don del Reino no es para quedarse estancados y atontados, sino para vivir en esa tensión de espera y de respuesta al retorno del Señor de la casa, como “siervos buenos y fieles”. Mientras llega, es necesario vivir según agrada a ese Señor; sólo así se podrá participar del gozo de la fiesta que brindará en honor de tales siervos.

 
 
- Es hermoso escuchar y sentir como para nosotros las palabras cargadas de ternura del Maestro: “No temas, pequeño rebaño…”. Y es que el proyecto del Padre es hermoso a todas luces para nuestra situación. Saber que estamos llamados a vivir desde la dinámica del Reino que se nos ofrece como don; vivir desde una actitud despierta porque merece la pena… es la gran invitación, una inmensa invitación, cargada de las mejores sensaciones. En vez de tanto negativismo en tantas propuestas creyentes, Él, Jesús, nos ofrece algo hermoso y para disfrutar. Hermano/a, a esto somos llamados. ¡No lo podemos olvidar…!

 

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