DOMINGO, día 1 de Septiembre
Eclesiástico 3, 17-18.
20. 28-29
“...
Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre
generoso. Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de
Dios; porque es grande la misericordia de Dios, y revela sus secretos a los
humildes...”
CLAVES para la LECTURA
- La reflexión sapiencial del
pueblo de Israel ha alcanzado cimas de espiritualidad válidas en sí mismas y,
al mismo tiempo, premonitorias de la espiritualidad evangélica. Estos pocos
versos lo atestiguan de un modo más que evidente. En cierto modo, se entrevé en
ellos, efectivamente, el mensaje de las bienaventuranzas y el estilo humilde y
sencillo de Jesús de Nazaret. Observamos, en primer lugar, que a cada consejo o
recomendación le está asociada también una promesa: «Serás amado, obtendrás el
favor del Señor». Este rasgo de la divina pedagogía se merece también que
lo recojamos y lo pongamos de relieve. En efecto, Dios pretende educar también
-más aún, sobre todo- a su pueblo con las promesas asociadas a sus mandamientos
y a sus invitaciones.
-
Las actitudes recomendadas en esta página son especialmente dos: la humildad y la generosidad. La primera hace
grande al hombre, aunque siga siendo pequeño en sí mismo, a los ojos de Dios.
Grande significa aquí querido, amado, digno de ser colmado de gracia. Sin
embargo, lo que más impresiona es la motivación que Ben Sirá explicita y que
nosotros estamos invitados a hacer nuestra: el Señor concede gracia a los
humildes porque «acepta que lo honren los humildes».
- Uno de los modos más seguros de dar gloria al Señor es renunciar a
nuestra gloria en la tierra. ¿Y por qué? A la luz de la historia de la
salvación, sobre todo a la luz de la historia de Jesús de Nazaret, podemos
formular una respuesta segura a esta pregunta: porque el camino de la humildad,
adquirida mediante la humillación, es el camino escogido por Dios para
revelarse a su pueblo, es el camino escogido por Jesús para salvar a la humanidad.
CLAVES para la VIDA
-
Aquí se nos ofrece ya un buen resumen de la espiritualidad bíblica y un
anticipo de lo se nos propondrá en la Buena
Nueva del Evangelio. Un estilo de ser y de vivir que está ya
sugiriendo algo profundamente novedoso y con perspectiva de futuro. Y es que
ante Dios, el hombre sigue siendo una criatura; eso sí, muy querida, pero
criatura. De ahí que el estilo HUMILDE es la postura más adecuada en esa
relación para con Dios. Eso le gusta a Dios, según el sabio. El Maestro de
Nazaret nos dirá enseguida que son los SENCILLOS quienes mejor entienden estas
cosas.
-
“Porque es grande la misericordia de Dios y revela sus
secretos a los sencillos” (v. 20): aquí se encuentra el origen
de todo. Esta experiencia, vivida de forma tan intensa por Israel, hace
proclamar al sabio que éste es el motivo fundamental para vivir la humildad
como estilo de vida. Desde la vivencia de esta actitud humilde, Dios se revela
con creces a su criatura y ésta entiende esa propuesta de Dios y no quedará
defraudado ni será menospreciado. Y es que es demasiado querido por Dios.
-
Es bueno acoger con paz estas reflexiones del sabio porque recogen una
intuición muy hermosa de la mejor espiritualidad bíblica: la SENCILLEZ y la HUMILDAD como estilo de
ser y de vivir. ¡Cuan complicado resulta tantas veces en la vida asumir este
estilo como algo característico y específico! Hermano/a, es la propuesta del
autor sagrado. Y, además, pretende así prepararnos a aceptar y acoger la
propuesta del Maestro de Nazaret. ¡Cuánto tenemos que aprender! ¡Cuánto nos
queda por caminar!
Hebreos 12, 18-19.
22-24a
“... Vosotros os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios
vivo, Jerusalén del cielo, a la asamblea de innumerables ángeles, a la
congregación de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos,
a las almas de los justos que han llegado a su destino y al Mediador de la
nueva alianza, Jesús...”
CLAVES para la LECTURA
- Para el autor de la
Carta a los Hebreos, la salvación adquirida mediante la
«nueva alianza» consiste en obtener una gran familiaridad con Dios. Dios se ha
hecho cercano al hombre (Dt 4, 7. 34) para que éste se pudiera acercar cada vez
más a Dios. Ahora bien, para llevar a cabo este «atraque espacial», siempre
según este autor, hace falta la fe: «Sin fe es imposible agradarle, porque para acercarse a Dios
es preciso creer que existe y que no deja sin recompensa a los que lo buscan»
(Heb 11, 6).
- Dios es el monte hacia el que nos encaminamos; él es la ciudad que
anhelamos alcanzar y en la que deseamos habitar; es la luz cuya necesidad
sentimos como más fuerte que el pan de cada día. Creer significa, precisamente,
acercarnos a él como al esposo más amado, como al amigo más deseado, como al
único Salvador. No es ya una cosa tangible, para seguir la huella indicada por
nuestro autor, aquello que anhelamos; tampoco es el sonido de una trompeta lo
que escuchamos; tampoco es el miedo a oír o a ver a Dios lo que nos caracteriza
hoy, en la plenitud de los tiempos. Al contrario, el Dios de Jesucristo, Padre
suyo y Padre nuestro, nos atrae hacia él con toda la fuerza imantada de su
amor: sólo así podemos esperar acercarnos a él para obtener de él un juicio de
misericordia y de paz.
- El «Mediador» único
e insustituible de este camino de Dios hacia nosotros y de nuestro camino hacia
Dios (1 Tim 2, 5) es Jesucristo, puesto que en la unidad de su persona se han
encontrado de una vez para siempre el cielo y la tierra, Dios y el hombre. Con
él se ha inaugurado la nueva era de la historia, que ha contemplado la más
inédita de las novedades: los de lejos y los de cerca han recibido el mismo
mensaje de paz (Hch 2, 39 y Ef 2, 14-18) y se han convertido en un solo pueblo
en Aquel que es nuestra paz.
CLAVES para la VIDA
-
Y es que el plan de Dios ha sido y sigue siendo el mismo: ama profundamente al
hombre y desea lo mejor para la humanidad, y lo quiere llevar a cabo por todos
los medios. Esto es lo que quiere destacar el autor de esta carta a los
Hebreos. De ahí que este Dios se ha hecho cercano a la criatura; ha caminado
con su pueblo; le ha librado de innumerables situaciones complicadas… y eso a
pesar de las infidelidades, que han sido constantes por parte del pueblo
escogido.
-
Ahora mismo, esa “cercanía” de Dios tiene un rostro concreto: es Jesucristo,
quien se ha convertido en el único MEDIADOR. Esto es: el único camino que nos
lleva a Dios es él. Y con él todo se hace nuevo, se ha inaugurado una nueva era
de la historia, la definitiva. Desde él, la humanidad puede aspirar a ser la NUEVA FAMILIA, la que Dios ha soñado
en su corazón desde siempre. Por su medio, Dios ejerce una fuerza de atracción
hacia Él porque ama al hombre.
-
Reflexiones muy sugerentes las que se nos brindan y ofrecen en este texto
bíblico. Una vez más, el hecho de que se nos recuerde cuál es el proyecto de
Dios y que es un proyecto de vida y plenitud… es una hermosa noticia para
nosotros. Además, saber que tenemos al gran Mediador, que es Jesucristo mismo,
nos posibilita una visión de la existencia diferente y mucho más luminosa; en
él podemos mirarnos y descubrir cuanto le agrada a Dios y así poder complacerle
plenamente. ¡Toda una suerte, hermano/a! ¡Es cuestión de seguir su camino!
Evangelio: Lucas 14, 1.
7-14
“... Cuando te conviden a una boda, no te sientes
en el puesto principal... Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el
último puesto, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube
más arriba. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo
el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido...”
CLAVES para la LECTURA
- En el marco de un banquete (v. 1), Lucas recoge un par de enseñanzas
de Jesús relacionadas con la elección de los primeros puestos (vv. 7-11) y la
selección de los invitados (vv. 12-14). La página evangélica que estamos
meditando está incluida toda ella dentro de estos límites. Una óptima clave de
lectura para las parábolas contenidas en el capítulo 14 de Lucas y, en
consecuencia, también para las dos que componen el texto evangélico de este
domingo consiste en señalar que ambas tienen como tema la invitación de Dios al
banquete escatológico y, por consiguiente, podemos caracterizarlas como «las
parábolas de la invitación divina». Las dos parábolas que nos interesan hoy
mantienen una relación muy estrecha con nuestra experiencia cotidiana: parecen
dos escenas tomadas de la vida diaria, dos escenas que, al final, han sido
recompuestas en una unidad dinámica, capaz de revelar, por un lado, la mente de
quien invita y, por otro, las instancias éticas requeridas a quien acepta la
invitación.
- En la primera parábola lo que le importa a Lucas es poner de
manifiesto que, con frecuencia, en las relaciones humanas, el anfitrión y los
invitados están repletos de prejuicios egoístas, de triviales arribismos, de
preocupaciones jerárquicas. Jesús desmantela con sus claras afirmaciones las
intenciones de éstos y pone al desnudo, allí en torno a la mesa, sus
sentimientos. Hay materia para reflexionar y para preocuparse, vistas las
modalidades con las que frecuentemente se trenzan nuestras relaciones
interpersonales. También en la segunda parábola pone Jesús en claro que bajo de
un gesto aparentemente magnánimo se esconde en ocasiones un sentimiento
egoísta, a saber: cuando la selección de los invitados está sugerida únicamente
por motivos de obligación, de simpatía, de interés. No es fácil captar la
fuerte carga de contestación que caracteriza a estas parábolas de Jesús, que,
una vez más, se manifiesta como el Mesías de los pobres, el defensor de los
pequeños y de los oprimidos, alguien que se pone siempre del lado de los
últimos.
- Se comprende así la bienaventuranza del final: «¡Dichoso tú si no pueden pagarte!
Recibirás tu recompensa cuando los justos resuciten» (v. 14).
Jesús propone aquí, de una manera implícita, el ejemplo del mismo Dios, que no
hace acepción de personas a la hora de distribuir sus bienes: así debería
proceder también el perfecto discípulo de Jesús, superando la lógica humana,
frecuentemente egoísta, y esperar la recompensa, a lo sumo, sólo de Dios.
CLAVES para la VIDA
-
Si las reflexiones del sabio de la primera lectura invitaban a vivir desde la
humildad y sencillez, ahora es el Maestro de Nazaret el que sigue en la misma
línea y propone vivir ese estilo de vida y de actuación, además como algo que
va a crear una dinámica positiva, incluso ante los demás. No es posible olvidar
la conclusión a la que llega: “Porque todo el que
se enaltece será humillado, y todo el que se humilla será enaltecido”.
-
Incluso a la hora de obrar con los demás, la apuesta del Maestro es que sean
los últimos, como los que no cuentan, porque éste es el modo de actuar de Dios
mismo y que en él, en Jesús, el Maestro, adquiere un estilo tan propio como
singular. Sólo ellos, los últimos, los que no cuentan, son los que mejor entienden
esta propuesta y este estilo de ser y de vivir. Él mismo, Jesús, se hará el
último para ser servidor de todos, esperando la recompensa del Padre que es el
mejor de los regalos. Así de clarito; así de exigente.
-
Está claro que la propuesta evangélica es un CAMINO concreto y específico de
ser y de vivir para cuantos le aceptan a él en sus vidas. Este Maestro sabe de
la vida y quiere darle un estilo propio y peculiar. Y no podemos olvidar que su
estilo es el del mismo Dios, que ha actuado y que quiere actuar de esta manera
tan especial. Hermano/a, aquí los “cuentos” no sirven de nada; aquí se nos está
invitando a algo mucho más grande. ¡No lo podemos olvidar!
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