sábado, 24 de agosto de 2013


DOMINGO, día 25 de Agosto

 

Isaías 66, 18-21

 
“… Así dice el Señor: Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones… De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas -dice el Señor-…”

 

CLAVES para la LECTURA

 
- El último capítulo del libro de Isaías pertenece a una unidad literaria que tiene características absolutamente propias. Una de ellas es la gran apertura universalista que caracteriza al proyecto de Dios respecto a la humanidad. De proyecto se trata aquí, en efecto, y, para demostrarlo, en esta página profética todos los verbos están en tiempo futuro: «Inspiraré, vendré, vendrán, contemplarán, pondré, mandaré, anunciarán, traerán, elegiré...».

 - El autor de esta parte del libro profético se pone, por consiguiente, no sólo al servicio de una historia de la salvación que pertenece al pasado, sino que, precisamente a partir de ella, hunde su mirada en un futuro que pertenece únicamente a Dios, pero que, no obstante, irrumpe ya en el presente. Ésta es la actitud que como verdaderos creyentes estamos llamados a asumir cuando leemos y meditamos las profecías del Viejo Testamento.

 - Empleando términos más modernos, se diría que con esta profecía el Señor quiere abrir nuestra mente a las dimensiones de la convivencia interétnica, intercultural e interreligiosa que nos interpela hoy a todos como un auténtico desafío. Ahora bien, lo que importa subrayar, al considerar el problema con los ojos de la fe, es que tal situación no es absolutamente nueva ni debe ser considerada como algo inédito en la historia de la humanidad. Al contrario, corresponde exactamente al proyecto del Dios creador y libertador, que quiere hacer de todos los pueblos un solo pueblo, de todos los hombres una sola familia, de todos los grupos una sola comunidad. Eso únicamente será posible si todos reconocemos que el Señor es el único Dios, que a él se remonta cualquier iniciativa de salvación, que sólo él puede llevar a buen fin los proyectos humanos, haciéndolos converger hacia una única meta.

 

CLAVES para la VIDA

 
- También en esta ocasión, el profeta, con esa mirada y perspectiva de futuro, nos recuerda y ofrece el PROYECTO de Dios, ahora más que nunca abierto a toda la humanidad, y que conlleva una promesa de vida y de plenitud. Así, la historia de la salvación, que tiene sus orígenes en el pasado de este pueblo, ahora recobra todo su vigor y fuerza. Eso sí: ese futuro que presagia y anuncia pertenece únicamente a Dios. Éste es el cuadro que nos propone.

 - Y es que el PROYECTO de Dios es de liberación para Israel y para todos los pueblos de la humanidad, y todos los pueblos son llamados a formar una FAMILIA en torno a ese Dios, que sigue actuando, de forma clara y explícita, en favor de los hombres. La iniciativa siempre es de Dios mismo. “Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a vuestros hermanos” (v. 20), es la conclusión que el profeta anuncia a su pueblo. Y es que Dios sigue amando con pasión a este pueblo y eso a pesar de las infidelidades que tantas veces ha sufrido como respuesta a su amor.

 - Meditar estas profecías del viejo libro; acoger como un regalo y con plena validez para nosotros, hoy y aquí, es la propuesta de este texto profético. Y es que el PROYECTO de Dios sigue en pleno vigor. Y si Dios ha dado su palabra en el pasado, saber que también el futuro está en sus manos… es una garantía para nosotros. Desde ahí caminamos. Hermano/a, no estamos abocados al absurdo; nuestra mirada de fe tiene raíces profundas y nos pone mirando al futuro, como algo que depende de Dios mismo. Esta profecía adquiere toda su madurez y plenitud en la persona de Jesús de Nazaret; aquí descansa y radica nuestra garantía.

 
Hebreos 12, 5-7. 11-13

 
“… Porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos. Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues ¿qué padre no corrige a sus hijos? Ningún castigo nos gusta cuando lo recibimos, sino que nos duele; pero da como fruto una vida honrada y en paz…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- Remitiéndose a una exhortación contenida en el libro de los Proverbios (3, 11ss), el autor de la Carta a los Hebreos formula algunos pensamientos que dejan ver un fin declaradamente pedagógico. No es difícil captar esa pedagogía divina que brota de toda la Biblia, aunque de modo especial de los libros sapienciales. Es ésta una clave de lectura muy importante: con ella podemos comprender que la Escritura no contiene sólo la memoria de la historia de la salvación, sino también un código de comportamiento que procede de esa historia y que le da cumplimiento.

 
- La exhortación apostólica se desarrolla en dos direcciones: en primer lugar, hacia el sentido del sufrimiento humano, en todas sus expresiones. Para quien cree, nada acaece en la vida por casualidad o por necesidad, sino en virtud de una providencia, la cual, aunque en ocasiones resulte difícil identificarla, está, no obstante, siempre presente y activa en la historia de los hombres. Y por «sentido» se entiende aquí tanto significado como orientación. En efecto, todo hombre tiene necesidad de comprender para saber a dónde ir; la orientación de su vida no puede dejar de depender de las convicciones que consigue elaborarse. Dios respeta plenamente esta exigencia nuestra y, también con la Biblia, sale al encuentro de nuestra necesidad de luz y de claridad.

 - En segundo lugar, la exhortación apostólica tiende a dar fuerza y valor a cuantos se encuentran comprometidos todavía en una lucha sin fronteras contra las fuerzas del mal. Nosotros, en efecto, no encontramos sólo momentos de debilidad y de enervamiento, sino que también estamos expuestos al peligro de tomar caminos torcidos, alternativos y que nos desvían. La corrección tiene, en esos casos, un fin altamente terapéutico, como cualquier corrección paterna; y es que, según una ley de la naturaleza, todo hijo tiene la obligación de caminar por el mismo camino, con las mismas intenciones y por los mismos motivos que inspiraron la vida del Padre.

 - Según la enseñanza de la carta, el Señor emplea con cada uno de nosotros una corrección que puede provocarnos, en ese momento, tristeza y dolor, pero que todavía es más capaz de provocar reacciones fuertes y animosas, de dar alegría y de producir frutos de paz y de justicia. Es como decir que la corrección de Dios, cuando es acogida con un corazón filial, sincero y dócil, abre el horizonte a ulteriores etapas en la historia de cada hombre, en vistas a metas cada vez más apetecibles y satisfactorias.

 
CLAVES para la VIDA

 
- El autor sagrado no pretende cargar las tintas y destacar que Dios es un caprichoso, que reprende y castiga de forma indiscriminada. Al contrario, como el padre corrige a su hijo, a fin de que se haga un hombre con convicciones (y esto es algo natural), asimismo Dios pretende siempre buscar que sus hijos se sientan más plenamente hijos. De ahí que en momentos determinados corrija y reprenda a fin de ir creciendo como personas. Es la pedagogía divina, en ocasiones no fácil de aceptar, pero que tiene una perspectiva más amplia que nuestras miras.

 - Además, el autor sagrado exhorta a tomar en serio la responsabilidad por los más débiles de la comunidad: “fortaleced…, robusteced…, caminad…” (vv. 12-13). Esta preocupación por los demás, en orden a la edificación mutua, y el apoyarse y sostenerse mutuamente, es una de las características de esta carta a los Hebreos. Y es que el seguimiento de Jesús y de su estilo requiere de la ayuda de otros hermanos en la fe. No es posible descuidarlo ni dejarlo de lado.

 - Participar en la misma vida de Dios y alcanzar la herencia reservada a los hijos son los objetivos que sugiere y propone el autor de la carta a los Hebreos. Y esto tiene validez, hoy y aquí, para nosotros. Aunque ello suponga ser corregido en determinados momentos y el sufrimiento que conlleva. Hermano/a, el seguir “creciendo” en nuestra vida es una necesidad, aunque suponga esfuerzo. Por eso, caminar convencido de que nada sucede por pura casualidad, sino como fruto de una providencia amorosa… ¡es toda una lección a aprender! Ahí es nada.

 

Evangelio: Lucas 13, 22-30

 

“… Jesús les dijo: Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: Señor, ábrenos; y él os replicará: No sé quiénes sois. Entonces comenzaréis a decir: Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas. Pero él os replicará: No sé quiénes sois. Alejaos…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- La página evangélica de hoy nos presenta dos grandes imágenes que sólo esperan ser interpretadas a la luz del contexto que las envuelve. Por una parte, está la imagen de la puerta estrecha, por la que hemos de esforzarnos en pasar, si queremos entrar; por otra, está la imagen del gran cortejo que se forma desde todas las partes de la tierra hacia aquella ciudad bendita en la que tiene lugar el banquete del Reino de Dios.

 - Con la primera imagen, Jesús no intenta ofrecernos una respuesta directa a los que le han preguntado si «son pocos los que se salvan»; se limita a invitarnos a la lucha, al compromiso, a la resistencia. Y es bastante significativo que, en este contexto, Lucas no pase, como Mateo, de la «puerta estrecha» a la «puerta ancha», sino de la «puerta estrecha» a la «puerta cerrada», con lo que acentúa el carácter dramático de un desenlace que podría revelarse absolutamente negativo. Jesús afirma una vez más con claridad que seguirle por el camino del Evangelio es una cosa muy seria, algo que requiere una opción fundamental y, sobre todo, un esfuerzo continuado. El verbo griego correspondiente a «esforzaos», en modo imperativo además, expresa la idea de lucha, de prontitud y de urgencia. No sólo es menester hacer acopio de todas las energías posibles, sino que no podemos perder ni un segundo de tiempo.

 - La segunda imagen le sirve al evangelista para desarrollar un segundo pensamiento, el que contrapone las pretensiones de unos pocos a la sorpresa de muchos. También aquí detectamos un tono polémico en las palabras de Jesús: ya tuvo que reaccionar otras veces contra la jactancia de los judíos, que se enorgullecían de sus tradiciones y, sobre todo, de su identidad nacional. Y es que para Jesús ya no existe ahora ninguna situación de vida que pueda poner a alguien por encima de otro. Dios mismo no hace acepción de personas (Hch 10, 34; véase también Lc 20, 21). Ni siquiera tiene importancia el conocimiento personal del Jesús terreno; lo único que vale es seguirle con todo el esfuerzo, con plena libertad y con una disponibilidad total. La escena final, tan bien dibujada por esta página evangélica, nos pone ante una gran peregrinación en la que pueden participar todos los que, aunque no tengan vínculos de sangre con Abrahán, han heredado el don de la fe.

 

CLAVES para la VIDA

 
 
- A través de unas imágenes bien plásticas, el Maestro afirma con claridad lo que es importante, lo único importante, al margen de las meras “curiosidades” por las que le preguntan. Lo importante es seguirle por el camino del Evangelio; ésta sí que es una opción seria y fundamental y que afecta a toda la persona, en sus diversas dimensiones. La “puerta estrecha” de la que habla es ésta; y la situación requiere prontitud y urgencia, porque es fundamental para todo seguidor que se tache de tal.

 - Por lo tanto, no es posible conformarse con una especie de “derechos adquiridos” por pertenecer al pueblo elegido y demás (enorme tentación dentro del pueblo de Israel). No basta. Ni siquiera conocer a Jesús; lo único que vale es seguirle con todas las consecuencias, con esfuerzo y plena libertad. Aquí se fundamenta la nueva condición del seguidor y se abre a la pertenencia plena del Reino.

 
 
- No es posible conformarse con interpretaciones sesgadas del relato evangélico. La propuesta de Jesús, el Maestro, es clara y definitiva: es necesario que yo apueste por el Evangelio, haciendo de él el camino de mi vida. Ésta es la puerta estrecha y es necesario no confundirse con “otras cosas”. Hermano/a, ésta es la TAREA para nuestra vida; tarea constante y esforzada, a fin de no quedar fuera del banquete del Reino. “Hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos” (v. 30): no lo podemos olvidar. ¡Buen ánimo!

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