sábado, 28 de septiembre de 2013


DOMINGO, día 29 de Septiembre      


 
Amós 6, 1a. 4-7

“… Ay de los que se fían de Sión… Bebéis vinos generosos, os ungís con los mejores perfumes, y no os doléis de los desastres de José. Por eso irán al destierro, a la cabeza de los cautivos. Se acabó la orgía de los disolutos…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- También este domingo nos presenta la liturgia el gran riesgo que supone la riqueza, un riesgo que no es puramente imaginario, sino real, porque la riqueza puede secar el corazón.

 - La invectiva de Amós va dirigida contra «los que se sienten seguros en Sión» (v. 1). Se trata de una denuncia histórica y ética de un valor incomparable, a propósito de dos montañas (el monte Sión, situado en Jerusalén, y el monte Garizín, situado en Samaría) que se disputan, de una manera casi mágica, una promesa segura de salvación. Ocho siglos más tarde encontramos aún la misma contienda. La samaritana preguntará a Jesús dónde se debe adorar a Dios, si en Jerusalén o en el monte Garizín (Jn 4, 20ss). Amós condena con vehemencia la confianza mágica en un lugar -sea éste Jerusalén o Samaría- considerado como talismán o fetiche para encubrir los desórdenes y las injusticias de cada día.

 - El lujo desconsiderado y desvergonzado vivido delante de todo un pueblo es una ofensa vergonzosa a los pobres y una provocación mortal para los hermanos. Cuando la riqueza llega a tales desórdenes no es difícil pensar que pueden estallar de un momento a otro la ruina y la destrucción. Ningún lugar o ningún templo les podrán salvar de la ruina: «Se acabará la orgía de los disolutos» (Am 6, 16).

 
CLAVES para la VIDA

- La denuncia del profeta, en nombre del mismo Dios, vuelve a resonar en enorme fuerza. Y es que nos son los “fetiches” los que salvan, aunque tengan figura de templo (Jerusalén o Garizín), sino la justicia y la solidaridad que hace más digna la vida de las personas y de los pueblos. Y eso, en Israel y en estos momentos, brilla por su ausencia. De ahí la denuncia sin tapujos del profeta. Dios no está de acuerdo con esa realidad social y tampoco acepta que el culto del templo lo intente tapar y disimular.

 - La razón es muy sencilla: Dios ha optado, clara y abiertamente, en favor de los pobres y de los más débiles. De ahí que el culto que justifica la separación y las más vergonzosas diferencias y abuso para con los débiles, no sólo no tienen ningún sentido, sino que es falso y falaz. Dios no se mantiene en silencio ni acepta mínimamente tal situación; de ahí que alza su voz por medio del profeta.

 - ¡Cuánta fuerza y actualidad sigue teniendo la denuncia del profeta Amós, también en nuestra cultura y en nuestro estilo de vida y de espiritualidad! Cuando el comer, beber y pasarlo bien se convierte en norma y estilo de vida, esa situación es un insulto para tantos hombres y mujeres de nuestro mundo y cultura. Aquí se alza la denuncia de Dios mismo en contra de tantas formas de culto que sirven (¡por desgracia!) de tapadera de tantas situaciones de injusticia y de inmoralidad. Hermano/a, aquí se nos brinda esta voz; es también para nosotros, para nuestras comunidades cristianas. ¿De acuerdo?

 
1 Timoteo 6, 11-16

 
“… Hombre de Dios, practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Combate el buen combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos… Te insisto en que guardes el Mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la venida de Nuestro Señor Jesucristo…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- Timoteo, discípulo de Pablo, ya ha tomado su decisión, y lo ha hecho públicamente, «delante de muchos testigos» (v. 12), precisamente como el mismo Jesús tomó su decisión y dio su testimonio ante Pilato y todo el pueblo. De ahora en adelante se trata sólo de perseverar en la decisión implícita tomada en el bautismo y, de este modo, conquistar «la vida eterna» (v. 12), aunque esta perseverancia exige una larga lucha o -como escribe Pablo- «el noble combate de la fe» (v. 12).

 - Pablo recomienda una vez más a Timoteo la fidelidad al precepto del Señor. ¿Fidelidad a qué precepto? Es seguro que se refiere a la «fidelidad» al bello testimonio de Cristo ante Poncio Pilato; hasta su manifestación escatológica, que ya es visible en su obra redentora en el tiempo.

 - Ante el pensamiento de la manifestación gloriosa de Cristo, brota espontánea del corazón de Pablo la doxología de los vv. 15ss. La insistencia de Pablo en dar a Dios Padre los títulos reales y de «inmortalidad» parece una nota voluntariamente polémica contra los monarcas orientales y los emperadores romanos, que se atribuían tales títulos.

 - Para designar la segunda venida de Cristo, en vez del término común de parusía o «revelación», Pablo prefiere emplear, en las cartas pastorales, la palabra «manifestación», que se utiliza también para expresar la obra redentora (2 Tim 1, 10; Tit 2, 11; 3, 4).

 
CLAVES para la VIDA

 
- El apóstol se despide de su discípulo expresando una vez más su convicción acerca de Jesucristo y de su testimonio, e invitándole a la FIDELIDAD, como el mismo Cristo Jesús. Casi reiterativo e insistente en esa invitación y de cara a la tarea que el joven discípulo ha asumido y lleva adelante “hasta la venida del Señor” (v. 15). Es la voz autorizada del apóstol que ha tenido la experiencia singular del Maestro y que le invita a su discípulo a vivir otro tanto.

 - El “precepto” que Timoteo debe guardar, muy posiblemente se refiere al TESORO de la fe cristiana que debe conservar y hacer fructificar. Y es que ese tesoro lo llevamos en frágiles vasijas de barro. De ahí la insistencia en la Fidelidad, porque es necesario ser consciente de ello y cuidarlo con auténtico mimo. De ahí que tener los ojos fijos en Cristo, como el mismo Pablo lo hace, es una garantía para mantenerse en ese camino.

 - Válido también para nosotros cuanto propone el apóstol. Necesitamos tener nuestros ojos fijos en Él para saber cómo proceder, con qué estilo y talante vivir y trabajar. Y sólo desde esa actitud atenta y vigilante será posible la FIDELIDAD en la que tanto insiste Pablo. ¡Toda una tarea para mi caminar de cada día y de mi acción pastoral y evangelizadora! ¿Lo deseo y lo busco? ¿Lo voy a trabajar con cuidado?

 
Evangelio: Lucas 16, 19-31

 
“… Había un hombre rico que vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas… Murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Murió el rico y lo enterraron. Estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno, y gritó: Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas. Pero Abrahán le contestó: Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida y Lázaro a su vez males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- La parábola es altamente emotiva y, en ciertos momentos, también profundamente dramática. Los personajes principales son dos. Por una parte, aparece un rico que goza opíparamente de su fortuna. No importa que ésta sea material, intelectual o religiosa. Probablemente, se trate de las tres. Por otra, aparece un pobre -hambriento, enfermo, abandonado- que está «tendido en el portal» (v. 20).

 - Toda la escena se encuentra aquí. Lucas subraya de modo violento la fractura que existe entre la vida despreocupada del rico y la miseria del pobre «cubierto de úlceras» (v. 20), tendido en el portal. Entre ambos existe un fuerte contraste, manifestado de manera clara por el mandamiento del amor fraterno y por las vigorosas palabras de Jesús: «Bienaventurados vosotros, los pobres», «Ay de vosotros, los ricos» (6, 20-24). En el fondo, el verdadero pobre es el rico, pues no ha llegado a comprender el misterio profundo del corazón de Jesús. Su vida no puede acabar más que en la profunda oscuridad del sepulcro, o sea, en el infierno del fracaso y de la impotencia total. El mendigo también muere. Pero, a través de la muerte, su persona queda liberada de los sufrimientos y privaciones y es «llevada por los ángeles al seno de Abrahán» (v. 22), cumplimiento y realización de todas las promesas de Dios.

 - En este contexto se sitúa Abrahán y su coloquio con el hombre rico. La fractura practicada por nuestro egoísmo entre la pobreza y la riqueza subsiste también en el más allá. Se convierte en un abismo insuperable. Ni siquiera Abrahán consigue superarlo. Por otra parte, la oración del hombre rico dirigida a Abrahán, a fin de que Lázaro pueda ir a casa de sus hermanos y advertirles, carece de sentido: «Ya tienen a Moisés y a los profetas, ¡que los escuchen!» (v. 29). Quien ha elegido un tipo de vida contrario al amor se queda privado para siempre de la gracia del amor y, en consecuencia, imposibilitado para el encuentro de amor con los hermanos.

 
CLAVES para la VIDA

- “¡Qué escalofrío, Dios mío”! Eso es lo que me produce este cuento-parábola de Jesús. Siento que Jesús no nos lo ofrece para “pasar el rato”; algo mucho más profundo se está analizando y señalando con el rico Epulón. Y no es que robara, ni fuera injusto; sencillamente, lleno de sus bienes y riquezas, ignoraba al pobre; era insolidario. Sólo eso. Nada menos que eso. Y ahí, como nos insinuaba el profeta en la primera lectura, el rico se vuelve “ciego”, no ve; solo banquetea (esto quiere decir “Epulón” = “el que banquetea”).

 - Según Jesús, la finalidad de la vida no son las riquezas y los bienes. Su escala de valores es diferente, y muy diversa de lo que el mundo propone. Él proclama “dichosos” a quienes, en tantas ocasiones, el mundo declara (si lo hace) desgraciados y dejados de la mano de Dios. De ahí, la actitud profundamente crítica que Jesús presenta de cara a las riquezas. Y no porque las sienta malas, sino porque produce personas sin entrañas, sin valores que merezcan la pena. ¡Será cuestión de seguir los pasos de sus enseñanzas para saber si es verdad o no!

- También yo, nosotros, nos encontramos metidos en ese ambiente y en esa realidad. La llamada de atención nos afecta y... ¡de qué manera! Es cuestión de estar al tanto, sin descuidarnos, hermano/a. ¿Vale?

sábado, 21 de septiembre de 2013


DOMINGO, día 22 de Septiembre   
 


 








Amós 8, 4-7

 

“... Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo. Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones...”

  

CLAVES para la LECTURA

 
- La lectura profética de la liturgia de hoy nos proporciona un triste cuadro de la sociedad israelita del tiempo del profeta Amós, durante el reinado de Jeroboán II en Samaría. El oráculo constituye una violenta denuncia de la explotación de los pobres, muy particularizada en sus mínimos detalles, con el fin de describir ampliamente la situación de injusticia social de la época. Una época que, en buena parte, podría reflejar también la nuestra, que tal vez sea incluso más grave.

 - La mayor preocupación de estos traficantes es aumentar su comercio, vaciar sus sacos de trigo y de grano. Vender, vender siempre a toda costa o -mejor- defraudar y engañar cada vez más. Amós denuncia algunas de sus prácticas: los comerciantes hacen trampas en las cantidades de las ventas, disminuyen las medidas, aumentan el precio y usan balanzas amañadas. El deseo de beneficio es tan fuerte que ya no celebran las fiestas del Señor; es más: no ven la hora de que éstas pasen de prisa para volver a sus comercios.

 - En esta situación, son los pobres y los menesterosos los que salen perdiendo. Son transformados en mercancía y quedan reducidos a sobrevivir en un nivel menos que humano. De ahí la cólera de Amós contra estas injusticias y contra los que las practican. Lo dice con severidad: “El Señor lo ha jurado, por el honor de Jacob: nunca olvidaré lo que han hecho” (v. 7).

 - En esta lectura del texto de Amós comienza el tema del dinero injusto, que tendrá su continuación en el evangelio. Con todo, la injusticia no está en el dinero, sino en el modo como se trata al hermano, al que Dios pide que amemos como nos amamos a nosotros mismos.

  

CLAVES para la VIDA

 
- El profeta es aquel que habla en nombre del mismo Dios, “leyendo” su corazón. Aquí Amós denuncia, de parte de Dios, la situación de injusticia que se está dando en el pueblo de Israel. Y… ¡Dios toma partido por los más débiles y abandonados!, y nos los va a dejar a su suerte ni mucho menos. Y es que el corazón de Dios tiene sus preferencias; así lo ha demostrado a través de los tiempos y de la historia. Israel lo ha podido comprobar de forma reiterada y en las ocasiones más complicadas.

 - “Jura el Señor… que no olvidará vuestras acciones” (v. 7): así de rotundo se muestra Dios por medio de las palabras del profeta. No olvidará las injusticias que se cometan contra los pobres y desheredados de aquella sociedad, dividida en clases pudientes y en personas necesitadas de lo mínimo para vivir. Aquí, en esta situación, el culto no tiene ninguna validez ni valor, porque sólo sirve de tapadera. Dios no acepta este soborno. El profeta denuncia con energía y sin miedo a las represalias que pueda acarrearle.

 - Las palabras y denuncias del profeta siguen manteniendo todo su valor y están en vigor. Las injusticias siguen; las situaciones en nuestra cultura, poco han variado. De ahí que es necesario escuchar atentamente el profeta Amós. Y, además, es necesario no despistarse: la vida y el culto están en estrecha relación; no es posible disociarlos sin engañarse uno mismo. El culto a Dios tiene una dimensión social y de compromiso con los más débiles y marginados; “lo otro” es jugar al despiste; pero Dios no se deja engañar. Hermano/a, no lo podemos olvidar. ¿De acuerdo?

  

1 Timoteo 2, 1-8

 
“... Te ruego, pues, lo primero de todo, que hagáis oraciones, plegarias, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres... Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Pues Dios es uno y uno sólo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos...”

 

CLAVES para la LECTURA

 
- Pablo (bueno será recordarlo) había dejado a Timoteo a la cabeza de la comunidad de Éfeso, donde había trabajado en la evangelización desde el año 54 a1 57, y a continuación había predicho la insurrección de hombres que enseñarían “para arrastrar a los discípulos detrás de ellos” (Hch 20, 30). Ahora, en esta primera carta a Timoteo, tras haberle animado a participar “en este hermoso combate, conservando la fe y la buena conciencia” (1, 18ss) contra los herejes, le recomienda “ante todo” la oración “por todos los hombres: por los reyes y todos los que tienen autoridad”, porque Dios no excluye a nadie de la salvación. En el texto se manifiesta además el ansia del apóstol por el futuro cuando expresa el deseo de “que podamos gozar de una vida tranquila y sosegada plenamente religiosa y digna”.

 - El carácter universal de la oración, cuya necesidad presenta Pablo de manera insistente, está motivado, pues, por la voluntad salvífica universal de Dios, único creador del universo, como único es el mediador que reconcilia a todos los seres humanos entre sí y con Dios, redimiéndolos con su sangre. Ahora bien, la voluntad de Dios ni es absoluta ni está predeterminada. Está, en cierto sentido, “condicionada” a la libre determinación humana, que puede acoger o rechazar el don de Dios. Y en virtud de ese riesgo en la libertad humana es necesaria, por consiguiente, la oración.

 - Por otra parte, la oración litúrgica tiene, en la comunidad cristiana, junto a un valor esencial, una importancia unificadora, expresada en el v. 8, antes incluso de tratar sobre los ministerios y su valor en la Iglesia.

 

CLAVES para la VIDA

- Sencilla comunicación del apóstol a su fiel discípulo, mostrándole el modo de comportarse al frente de la comunidad que se le ha encomendado: mantener el combate de la fe, trabajarla y vivir un estilo acorde con la nueva condición, a la que hemos sido llamados todos los seguidores de Jesús. También Timoteo debe trabajar estas claves de vida.

 - El motivo central de su reflexión es que la salvación de Dios es para todos los hombres; ésa es su voluntad, clara y explícita. Y en ese plan, un Mediador que es Cristo, que se entregó en rescate por todos. De ahí que los cristianos tienen que desear y pedir que ese don de Dios llegue a todos los hombres, sin excluir a nadie. Ésa, pues, debe ser la actitud de vida y el compromiso de los creyentes; luego cada persona ya optará ante la oferta que le llega de Dios.

 - Algo conocido para nosotros, pero importante la recomendación del apóstol: el don de la salvación es para todos y la debemos ofrecer a todos. Ésa es la tarea, también hoy y aquí. En medio de tantas actitudes de carácter excluyente, está bien escuchar una voz que llame al encuentro, a compartir el inmenso don del que somos portadores. Pero... sin olvidar a nadie, abriéndonos a nuevos caminos. ¿Es ésta mi actitud habitual?

 
Evangelio: Lucas 16, 1-13

 
“... El administrador se puso a echar sus cálculos: ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo?... El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado... Ningún siervo puede servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo...”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- Lucas narra la parábola que llamamos del “administrado infiel”, pero que tal vez sería mejor llamar del “administrador astuto”. Jesús nos señala precisamente la habilidad con la que ha sido capaz de salir del enredo. “Y el amo alabó a aquel administrador inicuo, porque había obrado sagazmente. Y es que los que pertenecen a este mundo son más sagaces con su propia gente que los que pertenecen a la luz” (v. 8). El cálculo sagaz del administrador consiste en el hecho de que, cuando tenga lugar el despido, será recibido en casa de aquellos a quienes ha disminuido la deuda. Ha usado la riqueza que su señor le había confiado para hacerse amigos. El señor, que a buen seguro es Cristo (Lc 16, 6 y 11, 39), no alaba en absoluto el engaño, sino la astucia con la que “los que pertenecen a este mundo” se muestran más hábiles que los cristianos.

 - La enseñanza de Jesús es muy clara: los bienes son un obstáculo insuperable para el Reino; los ricos, que no invierten sus bienes en el gran río del Amor, no entrarán en el Reino. Dios y el dinero se oponen de manera frontal, como dos señores entre los que es preciso elegir: “Ningún criado puede servir a dos amos” (v. 13). O sea, no podemos servir a Dios y a este dinero, que Jesús llama “deshonesto” y que personifica en un poder absoluto opuesto al suyo -un poder que forma parte del reino de las tinieblas-.

- Jesús invita, en cambio, a sus discípulos a prevenir el posible despido dando su dinero en limosnas para ser recibidos “en las moradas eternas” (7, 9). Este dinero tan peligroso puede ser convertido. Puede llegar a ser un tesoro para el Reino si es invertido por pura caridad en los hermanos. De este modo, el dinero puede convertirse también en una llave capaz de abrir el Reino. Ahora bien, con una condición: que sea gastado en obras de caridad.

 
CLAVES para la VIDA

 
- Jesús pretende enseñar -y... ¡de qué manera!- la actitud a vivir ante el dinero, al que llama “dinero injusto”, “lo menudo”, “el vil dinero”... No quiere que nos dejemos esclavizar por él: “nadie puede servir a dos señores...” (v. 13). Y este mensaje no encaja bien en algunos que le escuchaban, porque -según el evangelista- “eran amigos del dinero” (v. 14).

 - Nos encontramos, sin duda alguna, ante una de las claves de la propia vida de Jesús: “no podéis servir a Dios y al dinero” (v. 13). Para Jesús, aquello que merece la pena que oriente la vida del creyente está claro; y a partir de esa opción, todo lo demás queda supeditado y en segundo plano. Sólo puede servirnos para “ganarse amigos” (según Lucas, siendo solidarios y compartiendo con los pobres), con vistas a que os “reciban en las moradas eternas” (v. 9); esto es, con vistas a lo definitivo de la vida y de la existencia: el final de nuestros días.

 - Está claro que Jesús no le tenía mucha simpatía al dinero; y habrá que concluir que... ¡por algo será! Acaso descubría la peligrosidad que suponía... A mí me vuelve a recordar que “servir a dos amos” es muy complicado, y no me gusta demasiado tener que escucharlo, porque me escuece y me remueve por dentro. Y a ti, hermano/a... ¿te molesta la actitud de Jesús?

 

sábado, 14 de septiembre de 2013


DOMINGO, día 15 de Septiembre                  



 
Éxodo 32, 7-11. 13-14

 
“... El Señor añadió a Moisés: Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo. Entonces Moisés suplicó al Señor su Dios: ¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto con gran poder y mano robusta?...”

 

CLAVES para la LECTURA

 
- El pasaje del Éxodo que hemos leído parece, a primera vista, que quiere describirnos la cólera de Dios contra Israel después de que éste hubiera violado las leyes de la alianza con la adoración del becerro de oro: «Me estoy dando cuenta de que ese pueblo es un pueblo obcecado. Déjame; voy a desahogar mi furor contra ellos y los aniquilaré» (Ex 32, 9ss). Parece ser que Moisés consiguió hacer cambiar de opinión a Dios. Ahora bien, leído con mayor profundidad, no es así. Moisés está en la cima del monte, solo ante Dios. Ha permanecido fiel a la alianza de Dios con su pueblo.

 - Moisés siente toda la confianza y el amor de Dios, pero siente también todo lo que le une al pueblo de Israel. No acepta que Dios le quiera elegir a cambio de la destrucción de Israel. Parte entonces de esta ira de Dios, ampliamente justificada a causa del pecado de su pueblo, para apelar a la intención más profunda y más divina de Dios, a su fidelidad a los padres y, por ello, también al pueblo.

 - Moisés apela a la fidelidad de Dios, a su promesa de amor. Dios y el hombre están frente a frente. Nunca se ha mostrado Dios tan condescendiente con el hombre. Moisés consigue hacer salir lo más divino que hay en Dios, el corazón de Dios, que no cesa de latir de amor incluso frente a la miseria de su pueblo. Tiene, en efecto, razón san Pablo: «Si nosotros somos infieles, Dios permanece fiel, porque no puede renegar de sí mismo» (2 Tim 2, 13).

  

CLAVES para la VIDA

 
- Profunda y bella página, en cuanto a su contenido, la que nos ofrece este texto bíblico. La historia de la salvación continúa por los derroteros de siempre: por una parte, la fidelidad de Dios; por otra, la infidelidad del pueblo escogido. Pero esa infidelidad llega a tales extremos, que Dios se ha “cansado” y se propone crear un NUEVO pueblo que sea fiel a los compromisos de la Alianza. Para ello le plantea a Moisés que se preste a este nuevo proyecto.

- Y aquí aparece el GRAN INTERCESOR que es Moisés. Aquel hombre y caudillo, que tanto ha aprendido en su contacto y relación con Dios, ahora apela a lo más profundo de Dios mismo, a su mismo corazón y a su palabra dada a lo largo de los tiempos pasados. Moisés “no se presta” a ser el padre de otro pueblo, porque Dios mismo le ha enseñado a amar a ese pueblo. Y lo seguirá haciendo, poniéndose de su parte. Dios desiste de su proyecto ante la resistencia de su elegido y que le ha recordado todo lo vivido a través de la historia.

 - ¡Impresionante cuanto nos recuerda esta página bíblica. Y si es verdad que el pueblo infiel no se merece gran consideración, su guía e intercesor, Moisés, se merece todo, absolutamente todo. Y de hecho logra que Dios cambie de actitud porque el Mediador ha despertado lo más profundo del corazón del mismo Dios. ¡He aquí la gran “lección” para nosotros, hoy continuadores de la historia de ese pueblo, de esa Alianza! Y en medio de esta realidad que nos toca vivir, la pregunta sobre nuestro quehacer de INTERCESORES. Hermano/a, ¿cómo nos sentimos en ese “papel”? ¿Lo ejercemos o… hemos desistido? Una pregunta muy sugerente, sin duda alguna.

  

1 Timoteo 1, 12-17

 
“... Pero Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía, Dios derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor cristiano. Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os digo: Que Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero...”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- También el segundo texto de las lecturas de hoy habla de la misericordia de Dios. La misericordia es el rostro más expresivo y original de Dios, el rasgo que mejor le caracteriza. Pablo intenta además ocultar su personalidad para que pueda manifestarse en él con mayor claridad el don de la misericordia divina. No quiere retener nada para sí que no remita únicamente a la condescendencia sin límites del amor de Dios al hombre. Desea presentarse sólo como un puro producto de la misericordia divina. Dice dos veces que ha encontrado misericordia, y ello «de modo que yo sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él» (v. 16).

 - Y, para poner aún más de relieve la misericordia de Dios, Pablo se pone en el último lugar, entre los pecadores. Se considera a sí mismo «el primero» (v. 15) de los pecadores, a fin de que pueda aparecer en él la expresión más clara de la misericordia infinita de Dios. Pablo se siente cogido por Dios; desvestido, desnudo, libre al fin, para ser sumergido hasta el fondo en el océano del amor.

 - Cuanto más se somete Pablo a la acción de Dios, tanto más apretado a sí lo mantiene éste, y no le suelta antes de haberle transformado, deificado, hasta que no se haya convertido él mismo en misericordia.

 

CLAVES para la VIDA

 
- Este enorme testigo de Jesús y del Evangelio se nos presenta, una vez más, como modelo de fe y de vida. Ha experimentado en su propia carne la acción de la gracia divina y ahora no puede menos de confesarlo pública y abiertamente. Y es que la misericordia de Dios ha sido generosa en aquel “blasfemo, perseguidor e insolente”, como ha sido Pablo. Reconoce y asume esa su historia, y la nueva realidad es consecuencia de la acción gratuita de la gracia divina.

 - “El Señor derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor en Cristo Jesús” (v. 14): aquí está, pues, la clave de la nueva existencia y que ahora mismo vive el apóstol. El mérito no está en la aceptación y en el cumplimiento de la Ley; eso era antes. Ahora, el origen de su nuevo status es la gracia (esto es, la vida nueva) que aporta Cristo Jesús, a quien Pablo sigue y sirve con todas sus fuerzas. El que quiera encontrar otra justificación, según Pablo, puede despedirse porque el punto central de todo está en el don que es Jesús.

 - ¡Qué sugerente resulta encontrarse con la experiencia de este apóstol, y que además lo expresa con esa claridad y lucidez! Él es una criatura nueva: “me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio” (v. 12), y ahora sólo vive para ello y, además, con todas sus capacidades. Hermano/a, a esta experiencia somos llamados; vivirla, alimentarla y cuidarla es una necesidad, también para nosotros. ¿Cómo vivo todo esto? Sólo desde esa vivencia profunda y personal será posible llevar a delante la Misión. ¿De acuerdo?

 

Evangelio: Lucas 15, 1-32                        

 
“... Solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos: Ése acoge a los pecadores y come con ellos. Jesús les dijo esta parábola: Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: ¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido. Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse...”

 

CLAVES para la LECTURA

 
- El evangelio presenta tres bellísimas parábolas sobre la misericordia de Dios. Éste no sólo es bueno y perdona al pecador que vuelve a él, sino alguien que, de manera afanosa, busca «al que estaba perdido hasta que lo encuentra». Así sucede en la parábola de la oveja perdida y de la moneda extraviada. En la tercera parábola, Dios es aún el padre que va hacia el hijo. Mira a lo lejos más allá del horizonte. Escruta los caminos por los que el hijo puede encontrar la vía del retorno. Apenas le divisa, cuando todavía se confunde con el horizonte lejano, siente un sobresalto de alegría. No se queda en casa esperándole, sino que corre a su encuentro, le abraza y le besa. Oye las palabras que el hijo le repite, pero su corazón está en otra parte. Ordena que le vistan con el mejor traje y hace preparar una gran fiesta para celebrar el regreso.

 - Jesús, que se junta con pecadores y come con ellos (v. 2), se atrae las críticas y las murmuraciones de los fariseos y de los maestros de la Ley. Por tanto, las tres parábolas que forman el capítulo 15 del evangelio de Lucas van dirigidas a ellos: son las llamadas «parábolas de la misericordia», porque ilustran la misericordia de Dios, que acoge a cuantos se acercan para escuchar su Palabra (v. 1) y, además, es el primero en salir en busca del hombre.

 - La primera (vv. 4-7) narra la recuperación de una «oveja» por parte de un pastor; la segunda (vv. 8-10), la recuperación de una moneda, concretamente un «dracma» (moneda griega que corresponde al denario romano y equivale al salario de una jornada de trabajo de un jornalero agrícola). La estructura de ambas es análoga. De «cien» ovejas se pierde «una»; de diez «dracmas» se pierde «uno». Es digno de señalar el cuidado con el que se lleva a cabo la búsqueda del bien perdido, olvidando todo lo demás; el evangelista lo subraya describiendo las acciones del que se pone a buscar: el pastor «deja» las otras ovejas (por otra parte, el lugar donde pastan normalmente los rebaños en Palestina es el desierto) y «va a buscar» a la descarriada; la mujer «enciende» la lámpara, «barre» la casa y «busca con cuidado». La reacción ante la recuperación es idéntica: el pastor vuelve a casa «alegre» con la oveja sobre los hombros (Is 49, 22 describe de la misma forma el regreso de los hijos de Israel del exilio), y la mujer llama a sus amigas y vecinas para invitarlas a compartir la alegría del feliz desenlace de la búsqueda.

 - Algunos breves rasgos, de una buena eficacia plástica, expresan el cuidado amoroso y la preocupación sincera de Dios, que va en busca del hombre que se ha perdido, así como la alegría porque uno -uno sólo- se haya convertido y haya vuelto a dirigir su mirada al Padre. Está también la alegría del que escucha, de quien ya tiene experiencia de este Dios que no sabe quedarse esperando, sino que sale al encuentro, se conmueve, corre (Lc 15, 20) «a buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19, 10).

 

CLAVES para la VIDA

 
- Nos encontramos en este capítulo 15 de Lucas, llamado el “corazón del Evangelio”, con unas enseñanzas inolvidables y llenas de contenido y de vida: la de la MISERICORDIA y la forma de actuar del mismo Jesús. Porque nos presenta a Jesús acercándose a los pecadores y acogiéndoles, hasta el punto de comer con ellos. Por lo tanto, la lección de hoy va dirigida a las personas que no tienen misericordia y no aceptan el proceder “poco serio” que vive Jesús respecto de los pecadores.

 - La gran clave es que Dios es rico en misericordia; su corazón está lleno de comprensión y clemencia, hasta el punto de “salir el encuentro”, a la búsqueda, y de alegrarse cuando ha encontrado aquello que se había perdido. Éste es el proceder de Dios, según Jesús, aunque parezca no adecuada esa su actuación, visto desde nuestras miras cortas y mezquinas.

 - ¡Impresionante todo el frescor y la fuerza de este mensaje que contienen las parábolas de la misericordia! Con toda la validez, hoy y aquí, para mí y para nosotros. Acoger desde dentro ese inmenso don... ¡toda una tarea para mi vida y estilo de creyente! Vivir con esa misma actitud que Dios vive... ¡todo un desafío para mi pobre corazón! Pero ahí está; no es posible “escaparse” de su exigencia y de su don, porque lo es. ¡Buen ánimo, hermano/a!

sábado, 7 de septiembre de 2013


DOMINGO, día 8 de Septiembre


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Sabiduría 9, 13-18

 
“... ¿Qué hombre conoce el designio de Dios, quién comprende lo que Dios quiere?... ¿Pues quién rastreará las cosas del cielo, quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría enviando tu santo espíritu desde el cielo? Sólo así fueron rectos los caminos de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada; y la sabiduría los salvó...”

  

CLAVES para la LECTURA

 
- La liturgia nos ofrece hoy la última parte de la oración que Salomón dirigió a Dios para obtener la sabiduría (Sab 9). Se trata de una oración de un valor incomparable, que figura entre las más elevadas de la Escritura tanto por su contenido espiritual como por su forma estilística, aunque en una primera lectura pueda dar la impresión de ser más bien seca. Es una oración que nos sitúa, de una manera inexpresable, en el haz de luz de la misericordia de Dios que desciende sobre nosotros.

 - La enseñanza última del libro de la Sabiduría es, precisamente, la oración. Del mismo modo que la sabiduría ha asistido a Dios desde la aurora de la creación, así asiste también al hombre para que continúe «gobernando el mundo con santidad y justicia» (9, 3). La vida del hombre es, en esencia, una relación límpida y transparente con la sabiduría para alcanzar de ella la luz necesaria para gobernar el mundo. En este sentido, la vida del hombre no puede ser nada más que oración. La vida del hombre es considerada por el libro sagrado como una maravillosa relación con la sabiduría, y esta relación es oración: «Concédeme la sabiduría» (9, 4). Ahora bien, se trata de una relación misteriosa, que se basa en la experiencia de nuestra propia fragilidad y de nuestro propio pecado y que, por eso, sólo puede ser vivida en el clima de la acogida de un amor y de una luz irresistibles y respetuosos con nuestra humanidad. Ninguna perfección, por muy rica que sea, puede ser suficiente para la obra a la que Dios llama al hombre: «Sin tu sabiduría, sería estimado en nada» (9, 6). Sólo el don de la sabiduría nos hace contemplar el esplendor de la creación.

 - A buen seguro, el hombre se siente débil y frágil para llevar a cabo los planes de Dios (vv. 13-19). ¿Cómo puede conocer y llevar a cabo el deseo de Dios? «¿Quién conocería tu designio si tú no le dieras la sabiduría y enviaras tu santo espíritu desde los cielos?» (v. 17), dice el libro de la sabiduría. Sin embargo, el hombre sabe asimismo que Dios le asistirá también esta vez con su gracia. El hombre sabe que Dios le ha iluminado y guiado siempre con su sabiduría. Sabe que «aprendieron los hombres qué es lo que te agrada, y se salvaron por la sabiduría» (v. 18). Dios también nos puede asistir hoy. Por eso pedimos continuamente a Dios el don de la divina sabiduría: «Envíala de los cielos santos» (9, 10).

  

CLAVES para la VIDA

 
- Hermosa plegaria la del autor sagrado que sabe mucho de la vida y del corazón humano. De ahí que desea ardientemente ese don que tiene su origen en el corazón del mismo Dios, y es que, sin esa sabiduría, el hombre se siente perdido e incapaz de llevar adelante los planes que Dios desea, tanto en lo referente a la creación como en lo referente a la vida. Por lo tanto, la sabiduría no consiste tanto en una acumulación de conocimientos, sino en la capacidad de “ver” y de sentir a Dios en la vida y en la creación.

 - “¿Quién conocerá tus designios, si tú no le das sabiduría…?”: he aquí la clave. La fuente de ese conocimiento es Dios mismo y el don de su sabiduría. Sólo desde esa concesión gratuita, el hombre podrá corresponder dignamente a todo el proyecto que, con amor inmenso, Dios ha trazado para la humanidad, para todas las criaturas. Desde ahí que la súplica insistente es precisamente aquella de “envíala de sus santos cielos” (v. 10). Así, el hombre estará disponible a los deseos de Dios y podrá ser la imagen presente del estilo mismo de Dios.

 - Hermosa y sugerente súplica que nace del corazón del hombre creyente y que se siente necesitado de la ayuda de lo alto y que lo expresa en la palabra “SABIDURÍA”. Y es que no basta la vida y la creación. Además, es necesario saber “leer” y descubrir en todo ello la mano del creador. Y eso sólo es posible gracias al don de la sabiduría; sólo desde ella, el hombre es capaz de ver y descubrir la realidad en toda su profundidad y en todo su ser. Para nosotros, hombres/mujeres racionales y llenos de conocimientos, no está nada mal esta oferta y don. Hermano/a, insistamos con la plegaría: “envíala de los cielos santos”.

  

Filemón 9b-10. 12-17

 
“... Yo, Pablo, anciano y prisionero por Cristo Jesús, te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien he engendrado en la prisión. Te lo envío como algo de mis entrañas. Me hubiera gustado retenerlo junto a mí, para que me sirviera en tu lugar en esta prisión que sufro por el Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo: así me harás este favor no a la fuerza, sino con toda libertad...”

  

CLAVES para la LECTURA


- En la carta que le dirige, Pablo quiere educar a su hermano Filemón en esta renuncia sapiencial. Lo hace con una discreción y un tacto verdaderamente admirables, repletos de una profunda y delicada sabiduría cristiana. Podría «mandarle» que le dejara a su esclavo Onésimo, que había huido de su patrón después de haberle robado. Sin embargo, dado que conoce su generosidad, estima más conveniente aducir motivos de caridad.

 - Pablo, «anciano ya, y al presente además prisionero por Cristo Jesús» (v. 9), podría retener muy bien al esclavo Onésimo junto a él. No, a buen seguro, como esclavo, sino «para que me sirviera en tu lugar ahora que estoy encadenado por causa del Evangelio» (v. 13), o sea, como esclavo y servidor de Cristo. Sin embargo, le envía de nuevo a Filemón. Deja que sea éste quien decida retenerle o enviarle de nuevo a Pablo. De este modo, Pablo no sólo libera a Onésimo de la esclavitud, sino que pide además a Filemón algo mucho más costoso, le invita a una expropiación todavía más fuerte: que reciba a Onésimo no ya como esclavo, sino «como un hermano muy querido» (v. 16) al que debe amar ante el Señor.

 - En efecto, mediante el amor de Pablo, Onésimo se ha vuelto para Filemón un hombre como él, auténticamente vivo, en posesión de un tesoro que no perecerá nunca. Se trata de que vuelva a tener a Onésimo no ya para un simple beneficio temporal, para un «momento», sino «precisamente para que ahora lo recuperes de forma definitiva» (v. 15).

  

CLAVES para la VIDA

 
- El apóstol Pablo ha entendido perfectamente cuál es la nueva situación de la criatura que ha “nacido” de la fe en Cristo: ya no importa de dónde proviene, aunque sea de la condición de la esclavitud; ahora la realidad ha cambiado desde la misma raíz. Ahora, el amor mutuo es el fundamento de la nueva comunidad, liberado desde el don de Cristo, el Señor. Ya no vale la lógica del poder o de la esclavitud, sino la acogida del otro como hermano por amor. La caridad es la suprema norma de la convivencia entre los hombres.

 - Lógicamente este cambio de situación tiene, pues, unas connotaciones propias y determinadas. Al apóstol, prisionero por el Evangelio y necesitado de ayuda, le vendría bien la ayuda del que fuera esclavo, pero la libertad y la fraternidad son las notas dominantes de esa nueva realidad. Y eso está por encima de todo. Ahora, el que viviera en otros tiempos en la esclavitud, está en posesión de un tesoro y no puede renunciar a ello.

 - Hasta de las situaciones más especiales, el gran apóstol Pablo es capaz de sacar a flote el ANUNCIO de la Buena Nueva. Así, proclamar la libertad y la fraternidad como las nuevas claves de la vida es una realidad y no desaprovecha la oportunidad. Hermano/a, todo tiempo, lugar y situación es bueno para anunciar y comunicar lo esencial de nuestra fe, del TESORO que se nos ha dado de forma plena y gratuita. ¡No nos achiquemos anta la vida! Anunciémoslo con todas nuestras fuerzas.

 

Evangelio: Lucas 14, 25-33

 
“... Si algún o se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío... el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío...”

 

CLAVES para la LECTURA

 
- Este fragmento del evangelio de Lucas contiene dos parábolas (vv. 28-30 y 31ss) y tres máximas fundamentales de la sabiduría cristiana (vv. 26. 27. 33). La verdadera sabiduría, la que nos enseña Jesús en el evangelio, consiste en abandonarlo todo, en prescindir de todo, en despojarnos de todo, en llegar a ser por fin libres, para seguir a Jesús y sumergirnos en el océano del Amor. El don de la sabiduría consiste precisamente en seguir a Jesús, a nadie más que a él. Las parábolas nos enseñan, en efecto, que la sabiduría del cristiano consiste en ir a Jesús «renunciando a todo lo que tiene», como sugiere Lucas: «Si alguno quiere venir conmigo y no está dispuesto a renunciar a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío» (v. 25). Esto es lo que se exige para seguir a Jesús.

 - Jesús exige para él, por ser el Hijo de Dios, «todo el corazón, todas las fuerzas». Nada puede oponerse a este amor. Jesús quiere ser amado como el único amor, como la única riqueza y el único proyecto que llena el corazón. Quien no «renuncia a todo lo que tiene» (v. 33) no puede pretender ser discípulo suyo. Está incluido aquí todo lo que podamos poseer: no sólo los bienes materiales, sino también las relaciones con otras personas, como los parientes más próximos. En el fondo, la sabiduría cristiana está toda aquí: desvinculamos de todo lo que nos aleja o nos separa de Dios, para llegar a vivir nuestra vocación de discípulos.

 - Las parábolas nos enseñan en última instancia que, para seguir a Jesús, es menester tener la sagacidad de los hombres de este mundo. El que construye una casa se pregunta antes de empezar las obras si le van a salir las cuentas. Igualmente, el rey que se compromete en una batalla calcula bien si podrá hacer frente al enemigo con los medios de que dispone. Jesús extrae de estos ejemplos la siguiente conclusión: «Del mismo modo, aquel de vosotros que no renuncia a todo lo que tiene no puede ser discípulo mío» (v. 33). Seguir a Jesús es una empresa dura. Es menester reflexionar antes, con seriedad, si estamos dispuestos a renunciar a todos los bienes para construir el edificio cristiano, y a combatir únicamente con la sabiduría divina y no con nuestra propia astucia. Por otra parte, Jesús nos pide que realicemos esta reflexión en silencio.

 

CLAVES para la VIDA

 
- Página exigente y radical la que nos propone Jesús, el Maestro. Así lo entiende él: toda la vida está fundamentalmente llamada a construir el proyecto del Reino, que es la voluntad del Padre del cielo. Todo está, pues, supeditado a este objetivo central y primordial. Ante esto, ni los valores tradicionales ni familiares pueden ser freno, ni mucho menos impedimento. Y eso simplemente para “ser discípulo”.

 - Aquí se nos presenta no sólo una enseñanza del Maestro, sino -sobre todo- una forma de ver la vida, de entenderla y de vivirla. Los bienes, la familia… son dones de Dios mismo. Pues ahora hay un bien superior que es la causa del Reino y por la que, según Jesús, merece la pena dejarlo todo en segundo plano. Él así lo vive; ésa es la propuesta a los suyos; es también la invitación a todo aquel que quiera convertirse en su seguidor. Aunque parezca y sea duro, así es.

 - Claro que “creer en Jesús” es mucho más tararear unas fórmulas o enunciados doctrinales. Si tomamos en serio la página evangélica, seguirle es todo un estilo de vida, de ver y de entenderla; de afrontar con un estilo y talante determinados. Si todo queda en “segundo término” ante la opción de su seguimiento, claro que es exigente y radical la propuesta. Hermano/a, no podemos eludir su planteamiento. No podemos mirar hacia el otro para que asuma el desafío; la propuesta es para mí, para cada uno. ¿De acuerdo?