DOMINGO, día 29 de Septiembre
Amós 6, 1a. 4-7
CLAVES para la LECTURA
- La invectiva de Amós va dirigida contra «los que
se sienten seguros en Sión» (v. 1). Se trata de una denuncia
histórica y ética de un valor incomparable, a propósito de dos montañas (el
monte Sión, situado en Jerusalén, y el monte Garizín, situado en Samaría) que
se disputan, de una manera casi mágica, una promesa segura de salvación. Ocho
siglos más tarde encontramos aún la misma contienda. La samaritana preguntará a
Jesús dónde se debe adorar a Dios, si en Jerusalén o en el monte Garizín (Jn 4,
20ss). Amós condena con vehemencia la confianza mágica en un lugar -sea éste
Jerusalén o Samaría- considerado como talismán o fetiche para encubrir los
desórdenes y las injusticias de cada día.
- El lujo desconsiderado y desvergonzado vivido delante de todo un
pueblo es una ofensa vergonzosa a los pobres y una provocación mortal para los
hermanos. Cuando la riqueza llega a tales desórdenes no es difícil pensar que
pueden estallar de un momento a otro la ruina y la destrucción. Ningún lugar o
ningún templo les podrán salvar de la ruina: «Se
acabará la orgía de los disolutos» (Am 6, 16).
CLAVES para la VIDA
- La razón es muy
sencilla: Dios ha optado, clara y abiertamente, en favor de los pobres y de los
más débiles. De ahí que el culto que justifica la separación y las más
vergonzosas diferencias y abuso para con los débiles, no sólo no tienen ningún
sentido, sino que es falso y falaz. Dios no se mantiene en silencio ni acepta
mínimamente tal situación; de ahí que alza su voz por medio del profeta.
- ¡Cuánta fuerza y
actualidad sigue teniendo la denuncia del profeta Amós, también en nuestra
cultura y en nuestro estilo de vida y de espiritualidad! Cuando el comer, beber
y pasarlo bien se convierte en norma y estilo de vida, esa situación es un insulto
para tantos hombres y mujeres de nuestro mundo y cultura. Aquí se alza la
denuncia de Dios mismo en contra de tantas formas de culto que sirven (¡por
desgracia!) de tapadera de tantas situaciones de injusticia y de inmoralidad.
Hermano/a, aquí se nos brinda esta voz; es también para nosotros, para nuestras
comunidades cristianas. ¿De acuerdo?
- Pablo recomienda
una vez más a Timoteo la fidelidad al precepto del Señor. ¿Fidelidad a qué
precepto? Es seguro que se refiere a la «fidelidad» al bello testimonio de
Cristo ante Poncio Pilato; hasta su manifestación escatológica, que ya es
visible en su obra redentora en el tiempo.
- Ante el pensamiento
de la manifestación gloriosa de Cristo, brota espontánea del corazón de Pablo
la doxología de los vv. 15ss. La insistencia de Pablo en dar a Dios Padre los
títulos reales y de «inmortalidad» parece una nota
voluntariamente polémica contra los monarcas orientales y los emperadores
romanos, que se atribuían tales títulos.
- Para designar la
segunda venida de Cristo, en vez del término común de parusía o «revelación»,
Pablo prefiere emplear, en las cartas pastorales, la palabra «manifestación»,
que se utiliza también para expresar la obra redentora (2 Tim 1, 10; Tit 2, 11;
3, 4).
CLAVES para la VIDA
-
El “precepto” que Timoteo debe guardar, muy posiblemente se refiere al TESORO
de la fe cristiana que debe conservar y hacer fructificar. Y es que ese tesoro
lo llevamos en frágiles vasijas de barro. De ahí la insistencia en la Fidelidad , porque es
necesario ser consciente de ello y cuidarlo con auténtico mimo. De ahí que
tener los ojos fijos en Cristo, como el mismo Pablo lo hace, es una garantía
para mantenerse en ese camino.
-
Válido también para nosotros cuanto propone el apóstol. Necesitamos tener
nuestros ojos fijos en Él para saber cómo proceder, con qué estilo y talante
vivir y trabajar. Y sólo desde esa actitud atenta y vigilante será posible la FIDELIDAD en la que
tanto insiste Pablo. ¡Toda una tarea para mi caminar de cada día y de mi acción
pastoral y evangelizadora! ¿Lo deseo y lo busco? ¿Lo voy a trabajar con
cuidado?
Evangelio: Lucas 16,
19-31
CLAVES para la LECTURA
- Toda la escena se encuentra aquí. Lucas subraya de modo violento la
fractura que existe entre la vida despreocupada del rico y la miseria del pobre
«cubierto de úlceras» (v. 20), tendido en el
portal. Entre ambos existe un fuerte contraste, manifestado de manera clara por
el mandamiento del amor fraterno y por las vigorosas palabras de Jesús: «Bienaventurados vosotros, los pobres», «Ay de vosotros, los ricos» (6, 20-24). En el
fondo, el verdadero pobre es el rico, pues no ha llegado a comprender el
misterio profundo del corazón de Jesús. Su vida no puede acabar más que en la
profunda oscuridad del sepulcro, o sea, en el infierno del fracaso y de la
impotencia total. El mendigo también muere. Pero, a través de la muerte, su
persona queda liberada de los sufrimientos y privaciones y es «llevada por los ángeles al seno de Abrahán»
(v. 22), cumplimiento y realización de todas las promesas de Dios.
- En este contexto se sitúa Abrahán y su coloquio con el hombre rico.
La fractura practicada por nuestro egoísmo entre la pobreza y la riqueza
subsiste también en el más allá. Se convierte en un abismo insuperable. Ni
siquiera Abrahán consigue superarlo. Por otra parte, la oración del hombre rico
dirigida a Abrahán, a fin de que Lázaro pueda ir a casa de sus hermanos y advertirles,
carece de sentido: «Ya tienen a Moisés y a los profetas, ¡que los
escuchen!» (v. 29). Quien ha elegido un tipo de vida contrario
al amor se queda privado para siempre de la gracia del amor y, en consecuencia,
imposibilitado para el encuentro de amor con los hermanos.
-
Según Jesús, la finalidad de la vida no son las riquezas y los bienes. Su
escala de valores es diferente, y muy diversa de lo que el mundo propone. Él
proclama “dichosos” a quienes, en tantas ocasiones, el mundo declara (si lo
hace) desgraciados y dejados de la mano de Dios. De ahí, la actitud
profundamente crítica que Jesús presenta de cara a las riquezas. Y no porque
las sienta malas, sino porque produce personas sin entrañas, sin valores que
merezcan la pena. ¡Será cuestión de seguir los pasos de sus enseñanzas para
saber si es verdad o no!
“… Ay de los que se fían de Sión…
Bebéis vinos generosos, os ungís con los mejores perfumes, y no os doléis de
los desastres de José. Por eso irán al destierro, a la cabeza de los cautivos.
Se acabó la orgía de los disolutos…”
- También este domingo nos presenta la liturgia el gran riesgo que
supone la riqueza, un riesgo que no es puramente imaginario, sino real, porque
la riqueza puede secar el corazón.
- La denuncia del
profeta, en nombre del mismo Dios, vuelve a resonar en enorme fuerza. Y es que
nos son los “fetiches” los que salvan, aunque tengan figura de templo
(Jerusalén o Garizín), sino la justicia y la solidaridad que hace más digna la
vida de las personas y de los pueblos. Y eso, en Israel y en estos momentos,
brilla por su ausencia. De ahí la denuncia sin tapujos del profeta. Dios no
está de acuerdo con esa realidad social y tampoco acepta que el culto del
templo lo intente tapar y disimular.
1 Timoteo 6, 11-16
“… Hombre de Dios, practica la
justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Combate el
buen combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de
la que hiciste noble profesión ante muchos testigos… Te insisto en que guardes
el Mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la venida de Nuestro Señor
Jesucristo…”
CLAVES para la LECTURA
- Timoteo, discípulo de Pablo, ya ha tomado su decisión, y lo ha hecho
públicamente, «delante de muchos testigos»
(v. 12), precisamente como el mismo Jesús tomó su decisión y dio su testimonio
ante Pilato y todo el pueblo. De ahora en adelante se trata sólo de perseverar
en la decisión implícita tomada en el bautismo y, de este modo, conquistar «la vida eterna» (v. 12), aunque esta
perseverancia exige una larga lucha o -como escribe Pablo- «el
noble combate de la fe» (v. 12).
-
El apóstol se despide de su discípulo expresando una vez más su convicción
acerca de Jesucristo y de su testimonio, e invitándole a la FIDELIDAD , como el mismo
Cristo Jesús. Casi reiterativo e insistente en esa invitación y de cara a la
tarea que el joven discípulo ha asumido y lleva adelante “hasta
la venida del Señor” (v. 15). Es la voz autorizada del apóstol
que ha tenido la experiencia singular del Maestro y que le invita a su
discípulo a vivir otro tanto.
“… Había un hombre rico que vestía
de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo
llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas… Murió el mendigo
y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Murió el rico y lo enterraron.
Estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de
lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno, y gritó: Abrahán, ten piedad de mí y
manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua,
porque me torturan estas llamas. Pero Abrahán le contestó: Hijo, recuerda que
recibiste tus bienes en vida y Lázaro a su vez males: por eso encuentra aquí
consuelo, mientras que tú padeces…”
- La parábola es altamente emotiva y, en ciertos momentos, también
profundamente dramática. Los personajes principales son dos. Por una parte, aparece
un rico que goza opíparamente de su fortuna. No importa que ésta sea material,
intelectual o religiosa. Probablemente, se trate de las tres. Por otra, aparece
un pobre -hambriento, enfermo, abandonado- que está «tendido
en el portal» (v. 20).
CLAVES para la VIDA
-
“¡Qué
escalofrío, Dios mío”! Eso es lo que me produce este cuento-parábola de
Jesús. Siento que Jesús no nos lo ofrece para “pasar el rato”; algo mucho más
profundo se está analizando y señalando con el rico Epulón. Y no es que robara,
ni fuera injusto; sencillamente, lleno de sus bienes y riquezas, ignoraba al
pobre; era insolidario. Sólo eso. Nada menos que eso. Y ahí, como nos insinuaba
el profeta en la primera lectura, el rico se vuelve “ciego”, no ve; solo
banquetea (esto quiere decir “Epulón” = “el que banquetea”).
-
También yo, nosotros, nos encontramos metidos en ese ambiente y en esa
realidad. La llamada de atención nos afecta y... ¡de qué manera! Es cuestión de
estar al tanto, sin descuidarnos, hermano/a. ¿Vale?