sábado, 22 de marzo de 2014


DOMINGO, día 23 de Marzo


 
 
 
 



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Éxodo 17, 3-7


 
“... ¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados? Clamó Moisés al Señor... Respondió el Señor a Moisés: Preséntate al pueblo... lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo...”

 
CLAVES para la LECTURA

 - En su camino hacia la tierra prometida, el pueblo sufre repetidamente hambre y sed. Hambre y sed son dos constantes del camino por el desierto, tierra de prueba y purificación, donde sólo se puede avanzar por medio de la fe. El episodio de Masá y Meribá es emblemá-tico. En primer lugar los nombres tienen un significado elocuente: Masá (tentación, prueba) y Meribá (murmuración, protesta).

 - Después del primer trecho de camino, el pueblo ya se encuentra extenuado por la sed. ¿Cuál fue su actitud? Notemos los verbos: “protesta”, “murmura”, “pone a prueba”. Desconfía de Dios y duda de que Moisés sea el hombre enviado para salvarle; de ahí la pregunta que manifiesta su escepticismo: “¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?” (v. 7).

 - Se abre así la segunda parte de la narración: Moisés, como intercesor, invoca la ayuda del Señor, que responde en seguida ordenándole golpear la roca con el mismo bastón con el que había golpeado las aguas del Nilo. Y esto evidencia, al pueblo incrédulo, la presencia conti-nua de Dios, que, en la plenitud de los tiempos, se manifestará precisamente como el Emmanuel, el Dios-con-no-sotros. Moisés obedeció y brotó una fuente de agua. El episodio parece concluido. Sin embargo, este acontecimiento, como otros, por insignificantes que parezcan, tendrá una gran resonancia tanto en el pueblo elegido (Sal 77, 15s; 94, 8; 104, 41; Sab 11, 4) como en la vida de Moisés, que llevará el peso de la falta de fe del pueblo y, solidario, deberá morir sin entrar en la tierra prometida, contemplándola sólo de lejos (Dt 34), y convirtiéndose así en figura de Cristo, que cargó con el pecado de la humanidad.

 
CLAVES para la VIDA

 - El camino de la libertad no le resulta fácil a Israel, al pueblo elegido, y eso a pesar de las manifestaciones y prodigios por parte de Dios. De ahí que las “tentaciones” y las murmura-ciones forman parte de ese caminar. ¡Es fácil recordar “los ajos y las cebollas” de Egipto, aunque fuera en un estado de esclavitud! El caminar del pueblo elegido se convierte, una vez más, en algo simbólico para nosotros.

 - Pero la voluntad de Dios y su proyecto de salvación y de vida no tiene límites, de ahí que tome la iniciativa y se hace presente: lógicamente, salvando. Éste es el proceder de Dios, aunque a Israel le cueste tanto entenderlo y asumirlo. También aquí se nos ofrece la otra actitud, la de Moisés, intercediendo en favor de su pueblo, a quien lleva en su corazón, a pesar del rechazo de este pueblo, que en tantos momentos, muestra contra su persona, poniendo en tela de juicio su liderazgo para la misión recibida. Y es que Moisés lo ha aprendido del mismo Dios. ¡Ahí está el secreto!

 - ¡Es bueno mirarnos en estas páginas de la historia bíblica! Seguro que siempre podemos aprender y... ¡aprender mucho! De la actitud del pueblo y de sus desconfianzas (que reflejan nuestras mismas actitudes); de Dios, siempre fiel y salvando a su pueblo (y que hará mucho más todavía con nosotros); y, cómo no, también de Moisés, en su tarea de intercesión en favor de su pueblo, a quien ama con ternura entrañable (a destacar la significación de la intercesión a favor de los demás en nuestro caminar peregrino). Aquí nos encontramos, pues, contemplando nuestra misma historia. ¡Buen ánimo, hermano/a!

 
Romanos 5, 1-2. 5-8

 
“... Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo... Mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros...”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- Resumiendo en un solo versículo (5, 1) la exposición de los cc. 1-4 de la carta a los Romanos, Pablo describe la condición del cristiano en el tiempo presente: es restituido conforme al proyecto de Dios gracias a la confianza en el contenido del “anuncio de salvación” (kerygma). Lo cual le concede experimentar la paz con Dios, porque está seguro del amor de Cristo. Sólo él, que con su muerte es mediador de nuestra salvación-reconciliación (v. 10), puede concedernos desde ahora acceder a la gracia, a la comunión de vida con Dios (v. 2a). Esta realidad suscita una alegría nueva, prenda de la gloria futura (v. 2b).

 - Las tribulaciones contribuirán a arraigar con mayor profundidad nuestra esperanza (vv. 3s). Pues la esperanza no defrauda, porque el Espíritu de Dios ha sido derramado en nuestros corazones como poder divino de vida nueva (v. 5) y arras generosas de nuestra herencia (Ef 1, 14).

 - El Espíritu da testimonio a nuestro espíritu del loco amor de Dios por nosotros en Cristo: él nos ha conseguido la salvación que nos hace justos viniendo a nuestro encuentro cuando estábamos en la remota lejanía del pecado y la enemistad (vv. 8-10). ¿Quién podrá separarnos, en el tiempo y en la eternidad, de su amor (Rom 8, 38s)?

 
CLAVES para la VIDA

 
- Lo que se nos presentaba en la historia del caminar del pueblo elegido como un proyecto de salvación y de vida por parte de Dios, ahora se ha hecho realidad en el don pleno que se nos ofrece en Cristo Jesús, en quien Dios nos regala la vida nueva, algo insospechado y ni siquiera soñado por el corazón humano. Es la fe en Jesús la que hace posible esta nueva situación y condición y es que... “el amor de Dios ha sido derramado en nosotros con el Espíritu que se nos ha dado” (v. 5).

 - La nueva presencia de Dios en nuestra vida se produce por medio del ESPÍRITU. Ése que ha sido derramado en abundancia en nuestros corazones y que viene en ayuda nuestra. Ese Espíritu es el que testimonia constantemente en nosotros cómo es el “amor loco” de Dios; ese mismo Espíritu es quien hace realidad y presente la nueva condición de comunión con Dios, haciendo posible una alegría nueva y perenne. Y todo ello conseguido y alcanzado en Cristo Jesús; de su muerte y resurrección participamos YA.

 - Reflexionar y acoger todo este mensaje, tan cargado de contenido y, además, liberador, es una necesidad, hoy y aquí, en mi vida de creyente, de peregrino caminante. Y es que nada ni nadie me puede apartar de ese amor de Dios. ¡Hermoso mensaje donde los haya! De ahí que el evangelio de hoy nos pueda decir con toda su fuerza: “si conocieras el don de Dios...” (Jn 4, 10). ¡Hermano/a, estamos llamados a vivir ese regalo de Dios en Cristo Jesús! ¡No podemos desaprovechar esta oportunidad...!

 
Evangelio: Juan 4, 5-42

 
“... Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial... Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: Dame de beber. La samaritana le dice: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? Jesús le contestó: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva... El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna... La mujer le dice: Sé que va a venir el Mesías el Cristo; cuando venga él nos lo dirá todo. Jesús le dice: Yo soy: el que habla contigo...”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- El evangelista lee la revelación del misterio profundo de la persona de Jesús en las vicisitudes cotidianas. Es mediodía y junto al pozo de Sicar (v. 5; Gn 48, 22) tiene lugar el encuentro y el diálogo insólito (v. 8) entre una mujer samaritana y un judío (v. 9), un “profeta” (v. 19) mayor que Jacob (v. 12), “el Cristo” (v. 29). Sucesivamente van llegando los discípulos (vv. 27-38), finalmente otros samaritanos paisanos de la mujer (vv. 40-42): los estrechos horizontes tradicionales se abren a la universalidad.

 - ¿Quién es, pues, aquel rabbí que se atreve a conversar con una mujer (v. 27), y encima samaritana, es decir, considerada herética, idólatra (vv. 17-24; 2 Re 17, 29-32) y pecadora (v. 18)? Las personas que salieron a su encuentro lo declaran “Salvador del mundo” (v. 42): estamos en la cumbre de la narración y de su contenido teológico. Y, sin embargo, Jesús se presentó como un sencillo caminante que no duda en pedir un poco de agua. Incluso este dato no carece de significado: su sed -sed de salvar a la humanidad- remite a numerosos pasajes del Antiguo Testamento. Junto a la zarza ardiente, Moisés, destinado a ser guía del pueblo elegido en el Éxodo, había pedido a Dios revelarle su nombre; finalmente aquella pregunta encuentra ahora respuesta: “Yo soy, el que habla contigo” (v. 26; Ex 3, 14). Sobre la sombra del pecado, el Mesías proyecta la luz de la esperanza: la conversión abre el camino para adorar al Padre “en espíritu y en verdad” (v. 23; Os 1, 2; 4, 1).

 - Ahora va a cumplirse una larga historia de deseo y fatiga, de fe y de incredulidad. La plenitud está en el encuentro con Cristo, cuyas palabras son hechos: en el Calvario brotará la fuente de agua viva, en la pasión se saciará totalmente su hambre y su sed de hacer la voluntad del Padre (v. 28; Jn 19, 28). De su muerte nace la vida para todos -ahora cualquier hombre puede considerarse "elegido", amado-; de su fatiga en el sembrar (vv. 6. 36-38) se abre para los discípulos el gozo de la siega (v. 38) y del testimonio, como la mujer samaritana deja entrever en su ímpetu de auténtica misionera (v. 28).

 
CLAVES para la VIDA

 - ¡Hermosa escena, cargada de insinuaciones y de sugerencias! Aquí se “rompen las barreras” de todo tipo (condición, religión, culto...) y se abre una nueva realidad, absoluta-mente distinta: éste es el caso de la pobre “samaritana”, que no ha encontrado paz y sosiego en su vida, pero que ahora se encuentra -porque lo desea y se abre-, con el don de Cristo Jesús, fuente de agua viva, que sacia la sed de cuantos se encuentran con Él, aunque sea una mujer y samaritana, y con todo lo que esto supone en aquella cultura.

 - Y es que, ahora, para encontrarse en plenitud con Dios, el CAMINO ya no son los “tem-plos”; el lugar de encuentro es Jesús mismo, y en Él se puede ofrecer al Padre ese culto en “espíritu y verdad”, el auténtico culto. Este Jesús, que se hace caminante, profundamente humano y que, al mismo tiempo, es el Ungido, “el que habla contigo” (v. 26), además de ser portador de agua viva, es una fuente de vida, de la vida y comunión con el Dios salvador. Toda la historia de la salvación ha alcanzado su plenitud y... ¡para siempre!

 - ¡Ya está todo dicho! Ahora es cuestión de abrirse, como la misma samaritana, al encuentro con este Jesús, caminante y cansado, pero portador del DON  (con mayúsculas) de Dios. En Él podré encontrar, SIEMPRE, cuanto el corazón de Dios ha soñado para la humanidad; y mucho más que lo que el pobre corazón humano ha deseado y soñado. ¡Es cuestión de abrirse al encuentro con Cristo Jesús! Hermano/a, ¿cómo te sientes tú? ¿Se ha realizado en tu vida ese encuentro que todo lo ilumina y transforma desde dentro? ¡Es nuestro desafío!

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