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sábado, 26 de octubre de 2013


DOMINGO, día 27 d Octubre
                                                                                 
 

Eclesiástico 35, 12-14. 16-18

 
“… El Señor es un Dios justo que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus penas consiguen su favor y su grito alcanza las nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansa; no ceja hasta que Dios le atiende y el juez justo le hace justicia…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- El autor de este fragmento sapiencial -que se remonta al siglo II a. de C.- propone una enseñanza que tiene que ver, al mismo tiempo, con Dios y con el orante.

 - Presenta al Señor como juez sumamente justo que no hace acepción de personas y se inclina benévolo hacia los pobres, como atestigua de manera repetida el Antiguo Testamento en las llamadas leyes humanitarias. Dios mismo es vengador del huérfano y de la viuda (Ex 22, 21ss). Afirma también, por boca del profeta Isaías, que se inclina hacia quien teme su nombre y se confía a él con humildad: «El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies. Yo me fijo en el humilde y abatido que tiembla ante mi palabra» (Is 66, 1. 2b).

 - Si Dios se pliega hacia el humilde, la Escritura muestra que la oración del pobre sube hasta él. Y así, a través de este movimiento de búsqueda recíproca entre Dios y el hombre, nos parece vislumbrar -entre el cielo y la tierra- la cruz en la que Jesús, el verdadero humilde y pequeño, se eleva, como oración perfecta, hacia el rostro del Padre, que espera hacer uso de su misericordia.

 
CLAVES para la VIDA

 
- El sabio recoge la experiencia de la espiritualidad de su pueblo a través de la historia. En primer lugar, que Dios es justo y no puede ser de otra forma. Y si en algún caso pudiera parecer que no es justo, es porque se pone a favor de los débiles y de los más pobres. Así es la justicia de Dios; así es el Dios de Israel. También los profetas profundizarán en esta dimensión especial y significativa y que marca toda la historia de Israel, y cómo no, toda su espiritualidad.

 - Y, en segundo lugar, “no desoye los gritos del huérfano o de la viuda…”; esto es, la súplica y la oración del pobre y desvalido siempre tienen una acogida plena y total por parte de Dios. Cuando esa oración va acompañada por la humildad y la perseverancia, entonces la acogida, por parte de Dios, está garantizada, según la experiencia del sabio. De ahí su invitación a mantenerse en esa doble actitud de humildad y perseverancia.

 - Sencilla reflexión la del Sabio, válida también para nosotros; pero profunda por cuanto conlleva. Es la invitación a la experiencia original (que supone un encuentro) y originante (en cuanto se convierte en fuente de otras experiencias). Cuando se unen las dos actitudes, la de la humildad y la perseverancia, todo es posible. Porque Dios, en su justicia, no puede menos de acoger la súplica incesante. Esta reflexión del Antiguo Testamento nos prepara para acoger el mensaje convencido de Jesús en el evangelio; Él que lo vivió tan intensamente y de forma tan singular. Hermano/a, a esto somos invitados.

 
2 Timoteo 4, 6-8. 16-18

 
“… Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día… El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su Reino del cielo…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- Este fragmento de la segunda carta de Pablo a Timoteo se muestra rico y denso de inspiración. El apóstol expresa el presentimiento de su muerte inminente con dos imágenes. Una de ellas está tomada del culto; la otra, de la navegación. La primera es la «libación», es decir, el acto de verter aceite, vino o agua sobre la víctima antes de ser inmolada (Ex 29, 40; Nm 28, 7), a fin de conferirle un claro valor sacrificial. La segunda es el acto de «desplegar las velas»: la nave, por fin dispuesta para zarpar, se abandona al mar abierto. Las imágenes que vienen a continuación, tomadas de los usos deportivos y militares, acentúan la vida cristiana como lucha.

 - Pablo repasa en particular su propia experiencia apostólica como un combate «bueno» (literalmente, kalós, «bello»): noble, victorioso, desarrollado correctamente. «He concluido mi carrera, he guardado la fe», dice aún el texto, ofreciendo a través del paralelismo una asociación en la que vibra una nota de poesía en el texto griego. Por último, el Señor le dará a él, que ha guardado con fidelidad la «tradición» que le había sido confiada, la «corona de salvación» reservada «a todos los que han amado (así debe traducirse al pie de la letra egapekosi) con amor su venida gloriosa» (v. 8).

 - Por último, en los vv. 16-18 Pablo se refiere a la primera audiencia del proceso en el que, compareciendo como un «malhechor», fue abandonado por todos. El apóstol revive la experiencia de Jesús y, como él, perdona sin tener en cuenta el mal recibido. Sin embargo, el Señor no ha abandonado a su fiel ministro, pues todo ha concurrido al anuncio del Evangelio y al bien de los elegidos.

 
CLAVES para la VIDA

 
- El gran testigo, que es el apóstol Pablo, abre su corazón y muestra su experiencia de vida, la que ha llevado a cabo como un “buen combate”. Tras su encuentro con el Señor Jesús, él se ha puesto a su servicio con todas sus fuerzas y ha “corrido hasta la meta”. Está tan seguro de su Señor, que ahora mismo está convencido de recibir de Él la corona de gloria de los que han sido fieles. Ésta es la “lectura” que realiza de su propia vida.

 - “El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje”: aquí están las dos claves de la vida del apóstol. Por un parte, ha sido el Señor el “motor” y la fuerza de Pablo en la tarea del anuncio; no han sido sus fuerzas, sino que tienen su origen en el mismo Señor Jesús. Y, en segundo lugar, el objetivo ha sido, no cualquier cosa, sino anunciar “íntegro el mensaje”, la Buena Noticia de la que se siente portador. Desde aquí se entiende plenamente la vida de este inmenso testigo.

 - Una vez más, este enorme testigo nos vuelve a recordar lo que es esencial, también en nuestra vida. Antes que nada, el ENCUENTRO con el Señor Jesús, que todo lo transforma desde la misma raíz, desde dentro. A partir de ahí, se entiende el combate hasta la extenuación y la entrega total. Eso sí, apoyado totalmente no en las propias fuerzas, sino en las que provienen del mismo Señor resucitado. Y, todo ello, con vistas a anunciar incansablemente la Buena Nueva. ¡Todo un PROGRAMA de VIDA, si quiero asumir cuanto se me propone! Hermano/a, ¿cómo andamos de EXPERIENCIA, la vital, la que mueve todas nuestras capacidades…? ¡Es la tarea!

 
Evangelio: Lucas 18, 9-14

 
“… Subieron al templo a orar: Un fariseo y un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano; ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo. El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho diciendo: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- Este fragmento del evangelio de Lucas es conocido como la parábola del fariseo y el publicano, aunque sería mejor hablar, en este caso, más que de «parábola» de un «relato ejemplar». En él se nos ofrece una enseñanza sobre las condiciones interiores de la oración.

 - El fariseo pertenece a la secta de los «separados», de los «puros», de aquellos que se habían arrogado la tarea de representar, con la observancia estricta de los mandamientos y la multiplicación de las obras, al verdadero Israel, a la comunidad del tiempo de la salvación. Todo lo que dice el fariseo de sí mismo es verdadero, pero precisamente esta «justicia» es lo que le vuelve impuro ante Dios, porque se considera autorizado a juzgar a los otros y a sentirse superior a ellos.

 - El publicano -el odiado recaudador de los impuestos para el Imperio romano- se encuentra verdaderamente en una situación de pecado. Lo manifiesta asimismo en su actitud exterior. No se atreve a avanzar en el templo ni a levantar los ojos al cielo. Se golpea, en cambio, el pecho en un gesto que manifiesta su conciencia del mal que se esconde en el corazón humano.

 - La oración de cada uno de los dos hombres expresa su vida: la autosuficiencia de una pretendida justicia que hace al que así reza superior a los otros y se expresa a través de un extenso elenco de méritos; el pecado que nos hace pequeños ante Dios y los hermanos y que no tiene más palabras que la invocación: «Piedad». Sabemos quién fue grato a Dios y quién es entrañable a su corazón...

 
CLAVES para la VIDA

 
- Con qué claridad nos presenta esta parábola los dos estilos de plantearse todo: la vida, la relación con Dios, la salvación, la relación con los demás... Dos estilos muy diversos y que conllevan dos planteamientos completamente diferentes: cumplidor intachable el uno, que además se erige en juez implacable de los demás; pecador y pobre el otro, que lo que hace es llamar a la puerta del Reino golpeándose humildemente el pecho. Y curiosamente se le abre la puerta. ¡Vamos...!

 - La gran diferencia está en que el primero, aunque cumple, no ama, está lleno de su propia bondad; no necesita de nada ni de nadie: tampoco de Dios. El otro, el pecador, se abre al perdón y a la salvación que le viene de fuera, de lo alto, del mismo Dios; se humilla, pero con confianza, sabe que lo mejor está por acontecer en su vida, y que “eso mejor” viene de Dios.

 - ¡Qué gran lección para hoy, para mí, para nosotros, para siempre! Dos formas de plantear la vida y cuanto en ella se nos ofrece: o dejarle actuar a Dios, para que la redima y la salve desde la raíz; o arrinconarle como “trasto inservible”, porque me basto a mí mismo. Y aunque suena fuerte, ese actuar no está tan ausente de nuestras vidas. ¿Seré capaz de examinar a fondo mi vida y dejar que Él cure mis males? ¡Buen ánimo, hermano/a!

 

sábado, 19 de octubre de 2013


DOMINGO, día 20 de Octubre     

 

Éxodo 17, 8-13

 

“… Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía bajada, vencía Amalec… Aarón y Jur le sostenían los brazos uno a cada lado. Así sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a Amalec y a su tropa, a filo de espada…”

 
 CLAVES para la LECTURA

 
- Lances de guerra son también tema típico de la etapa de Israel por el desierto. Son una nota más de la dureza de ese camino, carente de todo bien natural, lleno de necesidades y peligros. Es el lugar de la prueba de Israel y también de la prueba de Dios. El encuentro con enemigos da lugar, en este contexto, a la proclamación de la guerra santa. En ella aparece Dios como guerrero que lucha por su pueblo. Los episodios bélicos en esta etapa de la historia se orientan ya hacia la siguiente, la etapa de la conquista. Según la versión que leemos, los amalecitas toman la iniciativa de atacar; Moisés ordena a Josué una acción de represalia, con un puñado de hombres de guerra, mientras él suplica desde lo alto de una colina, con el bastón taumatúrgico en la mano; la suerte de la batalla se ve depender de su gesto; mientras Aarón y Jur mantienen en alto el brazo de Moisés, Josué remata la victoria.

 - Josué es introducido por vez primera aquí, en su faceta de hombre valiente y guerrero. Se le verá aparecer de nuevo en otros episodios relacionados con intentos de entrada en la tierra, como la hazaña de los exploradores (Núm 13s). Son rasgos que anuncian al que ha de ser la gran figura de la conquista según el libro de su nombre. El que será sucesor de Moisés para la obra de la conquista aparece aquí como su servidor en acciones que preludian la conquista.

 - Moisés no es pintado con rasgos de guerrero, ni siquiera en estos episodios bélicos en que él está presente. No es un caudillo militar, sino un intercesor y un taumaturgo. Lleva en la mano el bastón de los prodigios, que tantas veces da la impresión de ser una vara mágica. Los historiadores no cayeron en la cuenta de que podrían ser malentendidos, al acudir a ese recurso para hablar de la acción salvadora de Dios. Pero una lectura mágica del gesto está fuera de lugar. La victoria no se atribuye ni a la vara, ni al gesto, ni siquiera al Moisés orante, sino a Dios, de cuya obra sólo se puede hablar por esos signos u otros semejantes. La actitud de Moisés orante no es la del mago que controla el poder divino, sino la del que súplica al Dios indisponible, que responde libremente a la súplica. Por la relación que se atribuye a la victoria con el gesto suplicante, la contienda tiene carácter de guerra santa.

 - El artífice de una victoria es, en el plano histórico, un caudillo militar. Aquí no se dice que sea Josué el autor de la victoria, aunque sea él quien empuña la espada. El resultado no es visto exactamente como una victoria militar, sino como un acontecimiento de salvación, pues es Dios quien da la victoria. Tiene más parte en ella el Moisés suplicante que el Josué guerrero. En el relato se lee una intención deliberada de afirmar la obra salvadora del éxodo; pone a Dios en el primer plano sin rodeos. Es un testimonio de la fe de Israel sobre Dios y sobre su autocompresión como pueblo de Dios.

 
CLAVES para la VIDA

- El autor sagrado sigue mostrándonos el caminar de Israel, con momentos de dificultad, pero, al mismo tiempo, sintiendo la presencia salvadora de Dios en los acontecimientos de la vida. Y destaca, de manera singular, el papel de intercesión de su gran animador que es Moisés, implicado hasta el fondo con la causa de Dios y con la causa de este pueblo. De ahí su inmenso papel de intercesor y de mediador en beneficio de dicha causa.

 - En este caminar de Israel, con todo, el gran artífice es Dios, aquel que ha escogido a este pueblo como su preferido, que le ha liberado de la esclavitud de Egipto y que ahora le acompaña en su marcha hasta la instalación en la tierra prometida. Por lo tanto, las victorias que se dan en ese caminar son obra de la voluntad salvífica de Dios. El mismo relato de hoy no es más que el testimonio de la fe de Israel acerca de Dios, que sirviéndose de las mediaciones humanas, le ayuda en esa misión, lenta y difícil, de la posesión y de la instalación en la tierra prometida.

 - Estos relatos nos recuerdan el caminar del pueblo de Israel y la percepción de esa historia como historia salvífica. Y esto nos viene bien a todos nosotros, que tenemos las raíces de nuestra fe en esa historia concreta. Descubrir ahí, una vez más, el proyecto salvador de Dios para con la humanidad y para con nosotros; gustar de la fuerza y del valor de la intercesión de Moisés y descubrir su significación también para nuestra vida… son las grandes “lecciones” que se nos sugieren y proponen en este día. Hermano/a, no podemos dejar de lado estas enseñanzas; son vitales para nosotros.

 

2 Timoteo 3, 14 – 4, 2

 
“… Toda Escritura inspirada por Dios es también útil para enseñar, para reprender para corregir, para educar en la virtud: así el hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena. Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda comprensión y pedagogía…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- En las cartas dirigidas a Timoteo, la custodia y la transmisión del depósito de la fe -es decir, de la tradición recibida de los apóstoles- es una especie de contraseña. Ese testimonio de fe debe ser mantenido intacto para ser restituido y transmitido después a través de la predicación y la vida de la Iglesia.

 - El fundamento de esta tradición lo proporcionan las Sagradas Escrituras, de cuyo papel salvífíco y eficaz se habla en los vv. 14-16: afirmación fundamental, junto con 2 Pe 1, 19-21, sobre el carácter inspirado de la Escritura. «Toda Escritura, por el hecho de haber sido inspirada por Dios...», otra posible traducción del v. 16a, es sumamente útil para la vida del creyente, mientras que las charlatanerías de los «falsos doctores» son inútiles (Tit 3, 9); más aún, perjudiciales.

 - El capítulo 4 se abre con una exhortación acongojada e intensa («Ante Dios y ante Jesucristo, que manifestándose como rey ha de venir a juzgar a vivos y muertos, te ruego encarecidamente») que llega a convertirse en un auténtico testamento espiritual en los vv. 6-8, en los que Pablo se siente cercano al martirio. El apóstol invita a su amado Timoteo a anunciar la Palabra de manera incansable (la fórmula usada tiene sabor proverbial y equivale a «siempre»). De su escucha y de su obediencia, en efecto, procede la salvación (Rom 10, 17).

 
CLAVES para la VIDA

 
- El infatigable apóstol, a pesar de su situación límite de cautiverio y de prisión, con todo lo que ello supone, sigue animando a su fiel discípulo a mantener el “depósito de la fe” que ha recibido. Y es que las dificultades se van a presentar y los enemigos están al acecho. De ahí la necesidad de un empeño especial en estos momentos de dificultad. El testimonio recibido de los apóstoles es elemento esencial de esa transmisión de la fe.

 - “Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, exhorta…” (4, 2): éste es el programa de vida que le presenta a Timoteo. Empeñándose en esa tarea, será fiel a la misión que ha recibido. Y la misión requiere esfuerzo y constancia. La Escritura será la base de ese trabajo, porque ahí se encuentra el núcleo del mensaje ofrecido por Dios mismo a través de los tiempos y que es necesario conocerlo. Y esto, en todo momento, “a tiempo y destiempo”.

 - El cansado apóstol no desiste en su quehacer de animación y es que la tarea sigue siendo necesaria. Y en este su “testamento espiritual”, nos deja las claves para la instrucción a realizar. Proclamar la Palabra de manera incansable, “a tiempo y a destiempo”... forma parte de esa misión. Por lo tanto, el “deseo de instruir” es un elemento de la tarea recibida. Hermano/a, también para nosotros están dichas estas palabras; también nosotros somos animados a ser instruidos y a instruir, a tiempo y a destiempo; no es posible desistir en el empeño. ¿De acuerdo?

 
Evangelio: Lucas 18, 1-8

 
“… En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: Hazme justicia frente a mi adversario; por algún tiempo se negó, pero después se dijo: Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara. Y el Señor respondió… Pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?, ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- El evangelista Lucas se muestra muy atento a subrayar en su evangelio los aspectos referentes a la oración, sus modalidades, sus características. Y lo hace mostrando antes que nada a Jesús como el gran orante, pero revelándonos también a aquel a quien se dirige la oración de Cristo. La parábola que nos propone revela, en efecto, las disposiciones del corazón de Dios hacia «sus elegidos, que claman a él día y noche». La enseñanza de Jesús -expresada por medio de una parábola- es una invitación a perseverar en la oración sin detenerse, advertencia recogida también por Pablo y propuesta por él repetidamente (Rom 12, 12; 2 Tes 1, 11; Col 1, 3).

 - Dos son los personajes del relato. Un juez que no respeta a nadie y una viuda pobre e indefensa, figura típica de los marginados e indigentes en el mundo bíblico. El que debería administrar justicia es un ser inicuo, y es posible que espere obtener, demorando el asunto, algún regalo de la mujer. Si al final cede es sólo para alejar a una importuna que se le vuelve insoportable. Paradójica enseñanza de Jesús: él, como los rabinos de su tiempo, usa adrede argumentos capaces de llamar la atención de sus oyentes. Esta vez se trata de un razonamiento a fortiori. Si este juez inicuo atiende la causa de la viuda, mucho más escuchará Dios las oraciones de los fieles que se encuentran en necesidad. ¿Acaso no dice de él la Escritura que «las lágrimas de la viuda caen por sus mejillas»? ¿No dice también que el Altísimo dará «satisfacción a los justos» restableciendo la equidad? (Eclo 35, 15. 8).

 - A diferencia del juez, que demora los asuntos, Dios interviene a buen seguro y de inmediato respecto a los que claman a él día y noche. Lo importante es que cada creyente esté preparado: nadie debe ser encontrado sin esa fe obstinada, que se convierte en oración e invocación incesante, cuando vuelva el Hijo del hombre.

 
CLAVES para la VIDA

 
- En ese “caminar hacia Jerusalén”, el evangelista vuelve a insistirnos en otra de las grandes enseñanzas de Jesús, tanto con su vida como con su palabra: la necesidad de “orar siempre” (v. 1). Y lo ilustra con una parábola gráfica y de la vida: la viuda (alguien que no cuenta en aquella sociedad y cultura) con su insistencia y perseverancia es capaz de lograr que se le escuche y se le haga justicia. Jesús la propone como modelo de oración: “para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse” (v. 1).

 - La convicción que el evangelista nos presenta es que, según Jesús, Dios siempre escucha nuestra oración. Él quiere nuestro bien y nuestra salvación más que nosotros mismos. De ahí que nuestra oración es una respuesta, no es la primera palabra; nuestra oración se encuentra con la voluntad de Dios, que deseaba lo mejor para nosotros. Desde esta convicción, tiene sentido el “orar siempre” para encontrarse con ese querer de Dios que quiere nuestro bien, y así vivir la comunión plena.

 - Hasta aquí nos ha traído la Palabra de Dios: ORAR incesantemente para encontrarme con su voluntad salvífica, que es firme y sin condiciones. Adecuar mi vida, dejarme iluminar, experimentar su fuerza en mí y en mi caminar, compartirla con otros hermanos/as, y… desde ahí, ser TESTIGOS de ese proyecto de vida y salvación en medio de nuestra humanidad es la MISIÓN, la TAREA que se me plantea. ¿Nos animaremos, hermano/a?

jueves, 31 de mayo de 2012


Viernes, día 1:  San Justino, mártir

Primera lectura: 1 Pedro 4,7-13
Queridos: Se aproxima el fin de todas las cosas. Sed, pues, moderados y vivid sobriamente para dedicaron a la oración.  Ante todo, amaos intensamente unos a otros, pues el amor alcanza el perdón de muchos pecados. Practicad de buen grado unos con otros la hospitalidad. Cada uno ha recibido su don; ponedlo al servicio de los demás como buenos admi­nistradores de la multiforme gracia de Dios…
Alegraos, más bien, porque compartís los padecimientos de Cristo, para que también os regocijéis alborozados cuando se manifieste su gloria.

Dando un salto notable, se nos envía a la sección conclusiva de la carta. La acreditación de la verdadera gracia de Dios, en la que el apóstol pide que permanezcamos firmes (5,12), culmina en la petición de permanecer en Cristo. Con su resurrección ha entrado la historia en su fase última, está encaminada a su cum­plimiento. Esta condición desemboca en un nuevo modo de existir que se refleja en todas las expresiones de la exis­tencia. Moderación, oración, caridad, hospitalidad recí­proca, valoración de los carismas para la construcción del pueblo, glorificación del Padre en Jesús: constituyen expresiones armónicas de esta vida regenerada. Ésta es, al mismo tiempo, filial, fraterna, partícipe de los su­frimientos de Cristo, y está entretejida con la esperanza de la revelación de su gloria. El fundamento de todo es la moderación (1,13; 4,7; 5,8) de los deseos (1,14; 2,11; 4,2ss), marco de la rectitud del vivir y del obrar. Los de­seos, abandonados a sí mismos, obstaculizan la oración (3,7; 4,7) y nos impiden dedicarnos a la misma.
La oración, a su vez, alimenta la caridad, y cuando ésta es entendida como recíproca, sincera y cordial, constituye el antídoto contra la malicia, el fraude, la hi­pocresía, la envidia, la maledicencia, esto es, contra los pecados que acechan la paz comunitaria. El amor a los hermanos (1,2; 3,8) y la fraternidad (2,17; 5,9) son, por lo demás, centrales en la visión del apóstol.
La caridad se manifiesta en el estilo de la acogida recíproca; cuando ésta reina, disipa el clima de chismo­rreo y de murmuración, de sospecha, de juicio y de fal­ta de confianza que corroe como la carcoma las rela­ciones comunitarias. La solicitud por los débiles en la fe es una clara prerrogativa ulterior de comunidades vivas, potenciadas por estilos de vida en los que las personas se abren unas a otras y valoran la multiforme gracia de Dios de la que están dotadas.
Aparecen mencionadas de manera concreta dos expresiones de la misma por el vínculo particular que tienen con el crecimiento de la comunidad: el servicio de la Palabra de Dios, para la transmisión y la defensa del evangelio, y las diferentes modalidades de la parti­cipación en las responsabilidades comunes (el servicio litúrgico, la ayuda a los pobres, etc.).
La doxología final, caso único en el Nuevo Testamento, está dirigida al Padre por medio de Jesús y a Jesús mismo, «a fin de que en todo Dios sea glorificado por Jesucristo, a quien corresponden la gloria y el poder por siempre. Amén» (v. 11).

Evangelio: Marcos 11,11-26
Cuando llegaron a Jerusalén, Jesús entró en el templo y comenzó a echar a los que vendían y compraban en el templo. Volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían las palomas, y no consentía que nadie pasase por el templo llevando cosas. Luego se puso a enseñar diciéndoles:
- ¿No está escrito: Mi casa será casa de oración para todos los pueblos? Vosotros, sin embargo, la habéis convertido en una cueva de ladrones.
Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley se enteraron y buscaban el modo de acabar con Jesús, porque le temían, ya que toda la gente estaba asombrada de su enseñanza.
Cuando se hizo de noche, salieron de la ciudad.

El acercamiento practicado por la liturgia, que lee de manera seguida los tres hechos -la higuera (w. 12-14), los profanadores expulsados del templo (vv. 15-19), la exhortación a la fe (vv. 22-25)-, nos invita a captar su conexión. Jesús tiene hambre y busca algún fruto en la higuera, pero no lo encuentra. Marcos, para subrayar el hecho, señala que «no era tiempo de higos».
El acon­tecimiento tiene que ser encuadrado en el marco de la revelación que está llevando a cabo Jesús. El tiempo de la fe es salvífico, no cronológico. Jesús revela que el Padre, en él, tiene hambre, tiene sed (cf_ la sed de la cruz), no de alimento o de bebida, sino de amor, de justicia, de rectitud, de respeto a su morada, de que se deje de profanar ese templo santo que somos nosotros.
Para saciar esta hambre y esta sed, es bueno todo tiempo y todo lugar. Dios tiene sed de nuestra fe, de nuestra confianza sincera, no calculadora, de nuestra misericordia que perdona y cultiva la esperanza. Estas prerrogativas de los corazones libres insensibilizan cuando no se entregan, cuando lo más profundo de nosotros mismos no es va casa de oración, sino sede de tráficos ilícitos, de trueques, de compromisos. No podemos decir que una cosa es imposible si Jesús la pide: él conoce nuestros recursos, esos mismos que nosotros ignoramos o preferimos desatender para le­gitimar el hecho de que no los usemos. Su demanda nos revela nuestro propio ser a nosotros mismos.
  MEDITATIO
Tu petición, Señor, es palabra de vida. Tú no pides cosas imposibles. Tú revelas las posibilidades que tu Palabra suscita, la vitalidad que se desarrolla cuando te correspondemos. Resulta arduo entrar en esta lógica de la Palabra que hace nueva la creación e inserta en ella la posibilidad de la docilidad y del consenso. Cada vez que siento a mi alrededor la petición de saciar el ham­bre física y moral y me eximo de escucharla porque me considero separado de ti, no me doy cuenta de que la petición que me llega del que tiene hambre procede de ti, de que tienes hambre y sed de aquello que tú mismo pones en mí como germen y cuyo fruto quieres recoger.
También Pedro había pescado en vano toda una noche. Pero tuvo el coraje de no desobedecerte y su red recogió un número misterioso de peces. Cada vez que me aíslo de ti me empobrezco, experimento una pobre­za que me perjudica  a mí más y antes que a los otros. El único efecto seguro es que yo no concurro al bien de los otros. En ocasiones, éstos obtienen por otros caminos lo que piden: no lo reciben de mí, que, estéril, seco, árido, intento recoger bienes sirviéndome de prerrogativas y posibilidades que me han sido dadas para ser tu templo santo, alabanza de tu gloria.

lunes, 23 de enero de 2012


Desde es este gran marco de espiritualidad queremos ser fieles y ofreceros espacios de oración en consonancia de Angosto parábola de encuentro, parábola del silencio - isiltasunaren ohiartzuna.
Os presento una bella oración que me han enviado que la podemos hacer nuestra.





HOMBRE Y MUJER
RELIGIOS@ Y LAICO
EN COMUNIDAD Y EN FAMILIA
EN LA MISIÓN Y EN LA CONTEMPLACIÓN
EN LA MEMORIA DEL CRUCIFICADO Y EN LA OPCIÓN POR LOS CRUCIFICADOS
EN LA CRUZ DE LA ENTREGA Y EN LA PASIÓN DEL AMOR
EN EL SEGUIMIENTO Y EN LA FRATERNIDAD
EN EL EVANGELIO DE LA VIDA
EN LA LIBERTAD Y EN EL COMPROMISO
EN LA VOCACIÓN Y EN EL CORAZÓN
EN LA IDENTIDAD Y EN EL CARISMA
EN LA FE Y EN EL PERDÓN
EN LA ALEGRÍA DE LA RESURRECCIÓN

SEÑOR, HAZME VIVIR PASIONISTA


SEÑOR, HAZME SENTIR PASIÓN POR LA VIDA