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miércoles, 9 de mayo de 2012


JUEVES, día 10:   San Juan de Ávila


Hechos de los Apóstoles 15, 7-21
“... Después de una fuerte discusión, se levantó Pedro y dijo a los apóstoles y a los ancianos: Hermanos, desde los primeros días, como sabéis, Dios me escogió para que los gentiles oyeran de mi boca el mensaje del evangelio y creyeran. Y Dios que penetra los corazones, mostró su aprobación dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros ...”
 CLAVES para la LECTURA
- En la asamblea de Jerusalén están presentes dos preocupaciones: salvaguardar la universalidad del Evangelio y, al mismo tiempo, mantener la unidad de la Iglesia. La apertura al mundo pagano, es decir, la toma de conciencia de la universalidad del Evangelio, no da origen a dos Iglesias, sino a una única Iglesia con connotaciones pluralistas. Corresponde a Pedro la tarea de defender la opción de Antioquía. Y lo hace partiendo de su propia experiencia, apoyando plenamente la línea de Pablo, usando incluso su típico lenguaje teológico: «Creemos que nos salvamos por la gracia» (v. 11). En consecuencia, no se habla de imponer el peso de la circuncisión o cualquier otro fardo insoportable.
- El problema de la convivencia de las dos culturas, formas, mentalidades, tradiciones, fue planteado por Santiago, portador de las instancias de la tradición. No se opone a Pedro, pero sugiere algunas observancias rituales importantes para los judíos, que permitirán una convivencia que no ofenda la sensibilidad de los que proceden del judaísmo. Se trata de normas de pureza legal tomadas del Levítico. Para Santiago, las comunidades de los cristianos judíos y paganos son diferentes, pero deben vivir sin altercados: por eso es preciso dar normas prudentes.
- Entre el discurso de Pedro, el último en Hechos de los Apóstoles, y el de Santiago se ha intercalado el testimonio de los hechos por parte de Bernabé y Pablo, y todo el conjunto viene después de «una larga discusión» (v. 7). Ambos discursos podrían ser considerados como conclusión y resumen de un paciente «proceso de discernimiento comunitario» en el que han sido expuestos, escuchados y discutidos a fondo todos los hechos y todos los argumentos. De este modo, queda salvada la libertad del Evangelio y, también, la unidad de la Iglesia. Es un método que se considera cada vez más como ejemplar y que se presagia como el normal en las distintas decisiones eclesiales.
 CLAVES para la VIDA
- Descubrimos cómo la primera comunidad camina en medio de dificultades, de búsquedas y de discernimiento ante las situaciones que se presentan. Posturas aperturistas que acogen al mundo de la gentilidad, con quien Dios ha obrado maravillas; actitudes de concordia y de profundo respeto mutuo; y desautorización de las tesis radicales que habían creado un peligro real de división y de enfrentamiento. Todo ello animado por ese Espíritu que está inspirando la búsqueda y el discernimiento.
- Impresiona que aquella gente sencilla y sin gran cultura, como era el grupo de los apóstoles, tenga ese talante dialogador y de discernimiento. Está claro que el Espíritu está poniendo en marcha toda aquella experiencia vital que habían compartido con el mismo Jesús; y es que ellos han participado activamente en esa ESCUELA, tan sugerente y vital. ¡Han tenido un gran maestro!
- Hoy, nosotros, la comunidad de Jesús, también con limitaciones humanas y de otras índoles, somos animados a seguir el mismo estilo de actuación, de búsqueda, de discernimiento en base al diálogo, a la acogida, al acuerdo. ¡Cuánto nos queda por aprender de aquella sencilla historia de la primera comunidad! ¿Cómo me siento yo? ¿Con talante dialogador y de búsqueda? O... ¿atascado?, ¿sin ilusión?

Evangelio: Juan 15, 9-11
“... Como el Padre me ha amado, así os he amado yo: permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud..."
 CLAVES para la LECTURA
- ¿Cuál es el fundamento del amor de Jesús por los suyos? El texto responde a esta pregunta. Todo tiene su origen en el amor que media entre el Padre y el Hijo. A esta comunión hemos de reconducir todas las iniciativas que Dios ha realizado en su designio de salvación para la humanidad: «Como el Padre me ama a mí, así os amo yo a vosotros. Permaneced en mi amor» (v. 9).
- Ahora bien, el amor que Jesús alimenta por los suyos requiere una pronta y generosa respuesta. Ésta se verifica en la observación de los mandamientos de Jesús, en la permanencia en su amor, y tiene como modelo su ejemplo de vida en la obediencia radical al Padre hasta el sacrificio supremo de la misma.
- Las palabras de Jesús siguen una lógica sencilla: el Padre ha amado al Hijo, y éste, al venir a los hombres, ha permanecido unido con él en el amor por medio de la actitud constante de un «sí» generoso y obediente al Padre. Lo mismo ha de tener lugar en la relación entre Jesús y los discípulos. Éstos han sido llamados a practicar, con fidelidad, lo que Jesús ha realizado a lo largo de su vida. Su respuesta debe ser el testimonio sincero del amor de Jesús por los suyos, permaneciendo profundamente unidos en su amor. El Señor pide a los suyos no tanto que le amen como que se dejen amar y acepten el amor que desde el Padre, a través de Jesús, desciende sobre ellos. Les pide que le amen dejándole a él la iniciativa, sin poner obstáculos a su venida. Les pide que acojan su don, que es plenitud de vida. Para permanecer en su amor es preciso cumplir una condición: observar los mandamientos según el modelo que tienen en Jesús.
 CLAVES para la VIDA
- Con la metáfora de la vid y los sarmientos, Jesús invitaba a “permanecer en él” para poder dar fruto. Hoy continúa el mismo tema, pero avanzando y concretando en qué consiste ese “permanecer” en Cristo: se trata de “permanecer en su amor guardando sus mandamientos” (v. 10). Así se restablece una misteriosa y admirable relación triple: la fuente de todo es el Padre; el Padre ama a Jesús y Jesús al Padre; Jesús, a su vez, ama a los discípulos, y éstos deben amar a Jesús y permanecer en su amor, guardando sus mandamientos, lo mismo que Jesús permanece en el amor al Padre, cumpliendo su voluntad.
- Aquí, en esa profunda relación, está la causa de la plena alegría: “que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud”. Es uno de los frutos de la Pascua, esa misma alegría que llena el mismo corazón de Jesús, porque se siente amado por el Padre, cuya voluntad está cumpliendo, aunque no sea nada fácil.
- Y aquí estamos nosotros, siguiendo las huellas de este Jesús, quien se siente fundamentado en el amor del Padre y donde encuentra la alegría para la entrega hasta el final y en favor de sus hermanos. La “paz” y la “alegría” son frutos pascuales, son dones que plenifican, serenan. ¿Cómo me encuentro de PAZ y de ALEGRÍA? ¿Son “notas” reales en mi vida, hoy y aquí?

martes, 8 de mayo de 2012


MIÉRCOLES, día 9


Hechos de los Apóstoles 15, 1-6
“... En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban como manda la tradición de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé, y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia...”
 CLAVES para la LECTURA
- En el comienzo del fragmento aparece planteada la cuestión que tanto interesó y turbó a los primeros discípulos: ¿hace falta la circuncisión para salvarse? Pablo y Bernabé responden decididamente que no. Pero ¿y si los que dicen lo contrario contaran con el aval de las columnas de la Iglesia de Jerusalén? De ahí viene la solución: ir directamente a Jerusalén.
- Allí, tras un viaje en el que cuentan sus éxitos apostólicos, suscitando una «gran alegría a todos los hermanos», fueron recibidos por «la iglesia, los apóstoles y demás responsables» y encuentran la misma oposición que hallaron en Antioquía por parte de los fariseos convertidos. Su tesis es la típica de los judaizantes, contra los que Pablo tendrá que luchar durante mucho tiempo (Gal 5, 6-12). Para éstos, la ley de Moisés tenía una validez perenne y, por consiguiente, también tenía que ser impuesta a los convertidos del paganismo.
- La cuestión es seria: de ahí que se convoque una reunión a la que asisten los apóstoles y los demás responsables. Según una variante occidental del texto original, asistieron también «el conjunto de los hermanos». Son las premisas del celebérrimo «Concilio de Jerusalén», la primera reunión oficial de la Iglesia para resolver una cuestión grave, de la que podía depender la difusión de la Palabra en el mundo pagano. Sobre esta reunión se han derramado ríos de tinta (en parte por la dificultad de armonizar los datos de Lucas con los de Pablo). Con todo, la importancia de la reunión es indudable y sus resultados serán altamente positivos.
 CLAVES para la VIDA
- Tampoco en la joven Iglesia de Jesús las cosas fueron tan sencillas y fáciles como a veces podamos pensar. En esa actividad evangelizadora se presentaron dificultades, y alguna de calado y profundidad. ¿Era necesario abrazar la fe judía, con sus leyes y normas, para alcanzar la plenitud y la salvación? Es una cuestión de fondo y al apóstol Pablo le costó más de un rato el convencer a sus hermanos en religión y hacerles entender que era la persona de Jesús la CLAVE de la nueva situación.
- Es hermoso ver cómo los hermanos se unen para dialogar y encontrar una solución compartida, después de un discernimiento en común con vistas a ser fieles a la voluntad de Dios. ¡Cuánto nos queda por aprender de aquella primera Comunidad! Las tensiones están presentes y volverán a estar. Las primeras comunidades nos muestran el camino para plantearlas y solucionarlas.
- En la andadura de la Iglesia, el hecho de descubrir que se han sabido afrontar las situaciones más complicadas, la verdad es que ilusiona. Y así ha sido. ¡Cuán fácilmente olvidamos estas lecciones magistrales de la historia! Y mi actitud... ¿cuál es? ¿Busco el diálogo y el compartir como ESTILO para afrontar y solucionar las situaciones de la vida, de la pastoral, de...?

Evangelio: Juan 15, 1-8
“... Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto, lo arranca; y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto... permaneced en mí y yo en vosotros...”
 CLAVES para la LECTURA
- La frecuente repetición, en pocos versículos, del verbo «permanecer» hace comprender de inmediato que es la palabra clave del fragmento. Si en el capítulo 14, comienzo del «discurso de despedida», se pone el acento en la partida de Jesús y en la inquietud de los apóstoles, ahora se hace hincapié en la comunión profunda, real, indestructible que hay entre él y aquellos que creen en él.
- Aunque va a enfrentarse con la muerte, Jesús sigue siendo para los suyos la fuente de la vida y de la santidad («producir fruto»: 15, 6). Más aún, precisamente yendo al Padre pone la condición para poder «permanecer» para siempre en los suyos. Jesús, sirviéndose de una comparación, habla de sí mismo como de la vid verdadera: una imagen que ya habían usado a menudo los profetas para describir a Israel, la vid infecunda, esquiva a los amorosos cuidados de Yahvé (Is 5). Jesús se presenta como el verdadero pueblo elegido que corresponde plenamente a las atenciones de Dios. Por otra parte, se identifica con la Sabiduría, de la que se había escrito que como vid ha producido brotes, flores y frutos (Eclo 24, 17).
- Con esa imagen quiere explicar, por consiguiente, cómo es la extraordinaria realidad de la comunión vital con él que ofrece a los creyentes, qué compromiso incluye ésta y cuáles son las expectativas de Dios. Jesús es el primogénito de una humanidad nueva en virtud del sacrificio redentor en la cruz. Él es la cepa santa de la que corre a los sarmientos su misma linfa vital. Quien permanece unido a él puede dar al Padre el fruto del amor y dar gloria a su nombre (vv. 5. 8).
- A continuación, para que este fruto sea copioso, el Padre-viñador realiza todos los cuidados: corta los sarmientos no fecundos y poda los fecundos. Esta obra de purificación se va realizando cuando la Palabra de Jesús es acogida en un corazón bueno (v. 3): entonces esta Palabra guía las acciones del hombre y lo hace amigo de Dios, cooperador en su designio de salvación, colaborador de su gloria (v. 7).
 CLAVES para la VIDA
- ¡Hermosa de veras la comparación con la que hoy se describe la unión de Jesús con sus discípulos! ¡Qué vivacidad tiene el símil que utiliza! Él, Jesús, es la cepa; sus seguidores, son los sarmientos. De la vid pasa la savia, o sea la vida, a los sarmientos, si permanecen unidos a la vid. Si no, quedan secos, no dan fruto y se mueren. La fuerza del símil está expresada por la palabra PERMANECER, repetida 15 veces en este capítulo. Además, Dios Padre es el viñador, el que quiere que los sarmientos no pierdan esta unión con Cristo. Ésta es la alegría mayor del Padre: que deis fruto abundante (v. 8).
- De entre las varias comparaciones que tienen como clave la vid y la viña, -el pueblo de Israel como una viña plantada por Dios, que se queja amargamente de que la viña en la que había puesto su ilusión no le da frutos; los viñadores malos que no pagan al dueño-, ésta de la cepa y los sarmientos es la que más íntimamente describe la unión vital de Cristo con sus seguidores.
- Las conclusiones de este texto-reflexión no son complicadas: Cristo ha querido que exista una unión íntima y vital entre nosotros y Él. De hecho, ese “trasvase” íntimo de vida desde la cepa a los sarmientos, tiene consecuencias importantes para nuestra vida de seguidores de Jesús. Si no recibo (recibimos) vida y savia de él, estamos abocados a secarnos y ser pasto de las llamas (en el mejor de los casos). Esta unión es vital. ¿Qué tal me siento? ¿Cómo cuido y trabajo esta unión?