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sábado, 4 de mayo de 2013


DOMINGO, día 5 de Mayo

 
Hechos de los Apóstoles 15, 1-2. 22-29

 
“… Unos que bajaban de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban como manda la ley de Moisés, no podían salvarse… Hemos decidido, por unanimidad, elegir algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han dedicado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo…”

 

CLAVES para la LECTURA
 
- La difusión del Evangelio entre los paganos pone, casi de inmediato, a la Iglesia naciente frente al grave problema de su relación con la ley de Moisés: ¿qué valor sigue teniendo la Torá, con todas sus prescripciones cultuales, después de Cristo? Esto lleva a la Iglesia a sentir la necesidad de hacer frente a algunas cuestiones fundamentales para su misma vida y para su misión evangelizadora.

 - Con la asamblea de Jerusalén tiene lugar el primer concilio «ecuménico»: una acontecimiento de importancia central, paradigmático para la Iglesia de todos los tiempos. De su éxito dependían la comunión interna y su difusión. Es, en efecto, el deseo de comunión interna en la verdad lo que impulsa a la comunidad de Antioquía, que era donde surgió el problema, a enviar a Bernabé y Pablo a Jerusalén para consultar a «los apóstoles y demás responsables» (v. 2). La Iglesia-madre los recibe y discute animadamente el problema (vv. 4-7a). La intervención de Pedro, el informe de Bernabé y Pablo, que atestiguan las maravillas realizadas por Dios entre los paganos, y, por último, la palabra autorizada de Santiago, responsable de la Iglesia de Jerusalén, ayudan a discernir los caminos del Espíritu (v. 28). Bajo su guía, llegan a un acuerdo pleno («los apóstoles y demás responsables, de acuerdo con el resto de la comunidad, decidieron...»: vv. 22-25), dado a conocer en un documento oficial donde afirman que no se puede imponer las «observancias judías» a los pueblos paganos.

 - En cierto sentido, como Jesús recogió todos los preceptos en el único mandamiento del amor, ahora las distintas prescripciones de orden cultual han sido «superadas» en lo que corresponde a la letra, para hacer emerger lo esencial, o sea, la necesidad del camino de conversión, la muerte al pecado. Si aún subsisten algunas normas no es tanto por su valor en sí mismas, cuanto por favorecer la serena convivencia eclesial entre judeocristianos y paganos convertidos. La historia no procede sólo por principios abstractos, sino que requiere discernimiento, que es la sabiduría de esperar el momento oportuno para proponer cambios, de modo que sirvan para el crecimiento y no sean causa de divisiones más graves.
 

CLAVES para la VIDA

- Seguimos aprendiendo de aquella primera Comunidad Cristiana: tras el discernimiento profundo, intenso y, muy probablemente, tenso, han llegado a una conclusión y la comparten con otras comunidades. Se abre una nueva vía de evangelización y, así, Antioquía, será la nueva plataforma de irradiación del Evangelio; desde ahí partirá Pablo en sus caminatas, tanto para el anuncio como para la implantación de nuevas comunidades y su organización.

 - Detrás de este discernimiento y decisión hay una convicción profunda y teológica: la salvación viene de Jesús y no es necesario pasar por el judaísmo para participar en esa plenitud; es la tesis de Pablo y Bernabé; ha triunfado la tesis de la tolerancia; ha quedado claro en dónde radica el núcleo de todo, y éste no es otro que Jesús. ¡Enorme lección, básica pero muy interesante! Si bien muy olvidada a través de la historia.

 - Esta afirmación “el Espíritu Santo y nosotros hemos decidido...” se convierte en todo un estilo y forma de hacer las cosas. ¡Vaya desafío! Lo malo es que creamos que tenemos “más Espíritu” que los demás. En cualquier campo de mi vida... ¿cómo trabajo la corresponsabilidad? ¿cómo busco el discernimiento y el consenso compartido? ¿soy tolerante y acogedor...?

 

Apocalipsis 21, 10-14. 22-23

 
“… El ángel me transportó en éxtasis a un monte altísimo y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios trayendo la gloria de Dios… La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero…”

 

CLAVES para la LECTURA

- Con la visión de la Jerusalén celestial concluye el libro del Apocalipsis y llega a su final toda la revelación bíblica. En claro contraste con la visión precedente de la ciudad del mal, Babilonia la prostituta, y con el castigo a que es sometida (capítulos 17s), describe Juan ahora la espléndida realidad que «bajaba del cielo», es decir, como don divino: Jerusalén, la esposa del Cordero, la ciudad santa. En ella se manifiesta la misma belleza de Dios, y el fulgor iridiscente que emana de ella es semejante al suyo (v. 11;  4, 3).

 - La perfección de la ciudad está descrita con imágenes tomadas de los profetas (Ez 40, 2; Is 54, 11s; 60, 1-22; Zac 14; etc.) e incrustadas en una síntesis nueva y más elevada. Tres elementos simbólicos recuerdan su edificación: la muralla, las puertas y los pilares. La muralla indica delimitación, carácter compacto, seguridad, pero no clausura. En efecto, a cada lado, hacia cada uno de los cuatro puntos cardinales, se abren tres puertas (Ez 48, 30-35), por las que entran en la ciudad todos los pueblos de la tierra, llegando a constituir el único pueblo de Dios, al que se entrega la revelación. Por otra parte, en las puertas están escritos los nombres de las doce tribus de Israel y son custodiadas por doce ángeles, mediadores de la ley antigua (vv. 12s). Los pilares de las murallas son los apóstoles de Cristo crucificado y resucitado, sobre cuyo testimonio se edifica la Iglesia (Ef 2, 19s).

 - Ahora bien, en la ciudad falta el lugar santo por excelencia, el templo, que hacía de la Jerusalén terrena «la ciudad santa». Esta aparente falta constituye su mayor «plenitud»: el Todopoderoso y el Cordero son el Templo. El encuentro con Dios no se realiza ya en un lugar particular con exclusión de todos los demás. El encuentro con Dios en la Jerusalén celestial es una realidad nupcial, una comunión de vida: Dios y el Cordero serán todo en todos (1 Cor 15, 28), la Presencia gloriosa de Dios (shekhînah) y del Cristo resucitado es la luz que lo envuelve todo y en la que todos se sumergen (vv. 22-24; Is 60, 19s).
 

CLAVES para la VIDA

- Aquí el profeta-poeta describe algo grande y espectacular,  con un lenguaje propio de su cultura, pero con un MENSAJE lleno de vida. Y es que habla de una renovación total que afecta tanto al cielo como a la tierra. Esto es, queda modificado por completo la relación entre el mundo de Dios y el mundo de los hombres, y esto se lleva a cabo por medio del Cordero. La “nueva ciudad” no es nada de lo viejo, sino algo totalmente diferente y que se apoya única y exclusivamente en la entrega sin condiciones del Cordero.

 - En esta nueva realidad se dan unos elementos a tener en cuenta. Así, ya no existe el templo concreto, como lugar sagrado (algo inconcebible para un judío), ya que el Cordero es el lugar de encuentro con Dios. Asimismo, en medio de la simbología utilizada, hay una llamada al universalismo; esto es, el trato con Dios no está vinculado a una determinada cultura, a un determinado pueblo, a unas determinadas personas, o a unos determinados lugares sagrados. Al contrario, todo el universo se convierte en ese templo y lugar de encuentro don el Dios salvador.

 - Con estas reflexiones del profeta-poeta va a terminar el libro del Apocalipsis y, con ello, concluirá la revelación del proyecto de Dios para con la humanidad; todo termina con ese “sueño” final de plenitud y abierto a todas las criaturas, ya sin ningún tipo de exclusivismo. Esa nueva realidad que tienen su origen y fundamento en el mismo Cordero, en quien Dios lleva a plenitud toda su historia de amor. Recordarnos esta verdad final y en este clima pascual es el objetivo que busca la liturgia en este día. Estamos llamados a la plenitud; éste es el proyecto definitivo. Hermano/a, éste es el plan y a él estamos convocados y llamados. ¡Buen ánimo!
 

EVANGELIO: Juan 14, 23-29

 
“… El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él… Os he hablado ahora que estoy a vuestro lado pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho… La Paz os dejo, mi Paz os doy…”

  

CLAVES para la LECTURA
 

- Jesús, en la víspera de su partida, consuela a sus discípulos con la promesa de que volverá y se manifestará aún a los que le aman (v. 21b), esto es, a los que guardan sus palabras. El amor a Jesús es caridad activa, arraigada en la fe de que él es el Enviado del Padre, venido a la tierra para revelarlo y anunciar todo lo que le ha oído (v. 24b; 15, 15). El que, creyendo, dispone sus días en la obediencia a la Palabra, se vuelve morada de Dios (v. 23) y conoce por gracia -o sea, en el Espíritu- la comunión con el Padre y con el Hijo.

- La hora para los discípulos es grave, pero no deben temer quedarse huérfanos. El Padre les enviará al Espíritu Santo como guía para el camino del último tiempo. En efecto, la obra de la salvación está totalmente realizada con la pasión-muerte-resurrección de Cristo. Sin embargo, es preciso que cada uno de nosotros entre en ella y se deje salvar. Ésa es la tarea del Espíritu: abrir los corazones de los hombres a la comprensión del misterio divino y moverlos a la conversión. Por obra del Espíritu es como Cristo sigue siendo contemporáneo de cada hombre que nace. Por obra del Espíritu son las Escrituras Palabra viva, dirigida al corazón de cada uno.

 - El Espíritu tiene la misión de «recordar» y «explicar» todo cuanto Jesús ha dicho y hecho en su vida terrena. Ese recuerdo y esa explicación no llevan, sin embargo, muy lejos en el tiempo y en el espacio, pero proporcionan una visión profunda sobre el presente, porque es en el presente donde Jesús, el Emmanuel, está-con-nosotros. Él mismo lo afirmó cuando añadió un don a la promesa del Espíritu: «Os dejo la paz, os doy mi propia paz». Ahora bien, la paz es él mismo. Por eso es diferente de la que el mundo puede ofrecer: es una persona, es vida eterna, es amor. Volvemos así al principio: Jesús habita en el corazón del hombre para hacerle capaz de amar; el hombre, amando, se abre cada vez más a Dios y se vuelve cooperador de la salvación, irradiación de paz y profecía del cielo con él.
 

CLAVES para la VIDA

- De todo esto es fácil deducir que el creyente no está solo, no es un huérfano. Primero, porque el PADRE no es Alguien lejano y distante; más bien, somos santuario y morada de Dios mismo: “vendremos a él y haremos morada en él” (v. 23). Esto lógicamente supone unas relaciones NUEVAS con Dios-Padre: no es posible vivir como si todo fuera como antes; desde Jesús, todo ha cambiado. ¡Cuánto nos cuesta entender a los creyentes esta novedad! ¡Cuán lejos está nuestra espiritualidad de cada día de esta inusitada novedad que se propone y a la que se nos convida! ¡No nos enteramos!

 - Pero es que, además, la muerte y la resurrección de Jesús ha sido ocasión para ser llenados por la presencia viva del ESPÍRITU, quien vive en nosotros, está en nosotros y nos enseña el arte de vivir en verdad. Por eso, el creyente vive animado por el Espíritu creador que hace nacer el gozo de la fe y vive desde esa convicción. ¡Quién sabe si la presencia del Espíritu forma parte o no de nuestro estilo de creyente! Posiblemente, el mejor regalo de Jesús, que es el Espíritu, sea el “Gran Desconocido” en la espiritualidad cristiana. Es una simple constatación con visos de realidad. ¡Qué pena! ¡Hemos rechazado el gran regalo de Jesús!

 - Pero... sin ese Espíritu, estamos abocados al fracaso, achicados y encerrados en nuestros “castillos” de seguridad, pero perdiendo nuestra actitud de testigos “locos”, porque nos sentimos empujados por esa fuerza. De ahí que en momentos de crisis y de dificultad, nuestra tentación es aferrarnos a normas, a “defensas de la verdad” a toda costa y así aguantar el temporal. La consecuencia: perder prácticamente la NOVEDAD del Espíritu, de Jesús mismo. ¡Atentos  al tema!

lunes, 7 de mayo de 2012


MARTES, día 8


Hechos de los Apóstoles 14, 19-28
“... Apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad dejándolo por muerto. Entonces lo rodearon los discípulos: él se levantó y volvió a la ciudad. Al día siguiente salió con Bernabé para Derbe... Animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe...”
 CLAVES para la LECTURA
- Tras otro peligrosísimo episodio de intolerancia, resuelto sin llegar al drama gracias a que «sus discípulos lo rodearon», Pablo -ahora protagonista, junto con Bernabé- toma el camino de vuelta y visita las comunidades recién fundadas. Se trata de una verdadera «visita pastoral», en la que ambos confortan a los fieles y ponen las bases de una organización eclesiástica, es decir, ponen las bases para la continuidad de las comunidades.
- Una continuidad garantizada por la conciencia del elevado coste del Reino de Dios: para entrar en el Reino de Dios «tenemos» que pasar por muchas tribulaciones. Una continuidad garantizada por la presencia de responsables que creen en el Señor y que han sido confiados a él. Los evangelizadores pasan; el Evangelio tiene que ser llevado continuamente adelante por nuevos evangelizadores y pastores.
- El viaje de vuelta está trazado a grandes rasgos, con rápidas pinceladas. Llegados a la Iglesia de donde habían partido, contaron los abundantes frutos de la misión, sobre todo la confirmación de que Dios «había abierto a los paganos la puerta de la fe» (v. 27). El camino hacia los paganos parece ahora irreversible, y en Antioquía, ciudad abierta a la misión universal, es algo que parece obvio y pacífico. Pero no sucede así en todos los sitios. La parte menos dinámica de la Iglesia madre no piensa del mismo modo. Este dato será precursor de nuevos nubarrones, aunque también de clarificaciones decisivas.
 CLAVES para la VIDA
- Nos encontramos ante una auténtica “visita pastoral” de Pablo y Bernabé a través de las Comunidades que han formado y que ahora organizan con vistas a crear una continuidad, de forma que el Evangelio sea anunciado. Y en este viaje, los apóstoles sienten en su propia carne el gozo por la acogida que ha tenido el Evangelio, pero también experimentan la violencia que provoca. Ellos no se dejan atemorizar; son incansables, y es que la Palabra de Dios no queda baldía ni es muda. Al menos en ellos.
- El “afianzamiento” de las Comunidades es otro de los datos que nos aporta este viaje. Tras la primera implantación, ahora es el momento de nombrar animadores y responsables de esas comunidades para que la fidelidad a Cristo y a su Evangelio pueda ser una realidad. También ellos “dan cuenta” del viaje que acaban de realizar: surge el sentido de comunidad, aquella comunidad que les había enviado y que ahora les vuelve a acoger con gozo. Elementos interesantes, sin duda alguna, de una acción evangelizadora, y también para nosotros.
- La gran lección que nos ofrecen estos relatos y estos personajes es su recia perseverancia, su fidelidad a Cristo y su decisión de seguir dando testimonio de Él en medio de las situaciones más variadas. En su vida se producen días de éxito y días de fracaso; pero ahí están, generosos y entregados hasta el límite. ¡Inmensa lección de generosidad y de celo por el anuncio del Evangelio! ¿Qué tal me siento en la tarea? ¿Qué me sugiere, hoy y aquí, el testimonio de Pablo y Bernabé?

Evangelio: Juan 14, 27-31a
“... La paz os dejo, mi paz os doy: no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde... Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo...”
 CLAVES para la LECTURA
- Este pasaje, con el que concluye el primer coloquio de Jesús con los suyos, es un fragmento compuesto, y contiene palabras de despedida y de consuelo por parte del Maestro, que deja su comunidad y vuelve al Padre. Jesús, al despedirse de los suyos, les desea la «paz», el shalôm, que es el conjunto de los bienes mesiánicos, un don que viene de Dios y que Jesús posee. El motivo del consuelo debe prevalecer sobre el temor y la inquietud: él, Jesús, es la paz.
- Por eso añade Jesús una exhortación a la alegría. Aunque estén tristes por el alejamiento y el temor de quedarse solos, la separación de los discípulos respecto a Jesús es el paso hacia un bien mejor. Jesús va al Padre «porque el Padre es mayor» que él, es la plenitud de su gloria (v. 28). Ahora bien, la vuelta del Hijo al Padre está unida de manera inseparable al escándalo de la cruz. Jesús, con las predicciones que les ha hecho sobre su próxima muerte, no sólo pretende sostener la fe de los discípulos en el momento de la pasión, sino que quiere mostrar que los hechos que van a tener lugar forman parte del proyecto de Dios. En consecuencia, los suyos no deberán desanimarse: la fe será su fuerza y su único consuelo.
- El tiempo terreno del Maestro está ahora a punto de concluir, le quedan pocos momentos para conversar aún con sus discípulos, «porque se acerca el príncipe de este mundo» (v. 30). Aunque se acerca Satanás, no tiene ningún poder sobre Jesús. Éste no tiene pecado y Satanás no tiene posibilidad de atacarle. La vida de Jesús está bajo el signo de la voluntad del Padre y se entrega libremente a la muerte en la cruz para que el hombre conozca la verdad.
 CLAVES para la VIDA
- En este contexto de despedida de Jesús con los suyos, él les ofrece ese don mesiánico que es la PAZ, la que nace de él mismo, la que hunde sus raíces en la unión íntima que tiene con su Padre. Una vez más se nos recuerda que toda la vida de Jesús está bajo el signo y la sombra de la voluntad del Padre, e incluso se entrega voluntariamente por fidelidad a los planes de salvación del Padre. Aquí está la razón por la que no es posible la cobardía, ya que la voluntad del Padre es la misión que ilumina todas las sombras.
- Incluso, se nos ofrece una invitación a la alegría, puesto que todo adquiere plenitud en esa vuelta de Jesús al Padre, al Encuentro total. Y eso, aunque el camino suponga cruz y entrega, el escándalo de la Cruz. Pero Jesús asume que esa realización del proyecto del Padre es lo mejor que puede acontecer. De ahí que previene a los suyos para que no se dejen dominar por las apariencias y vayan hasta el fondo donde podrán descubrir toda la fuerza de su identificación con el Padre.
- Siguen siendo sugerentes estos caminos que se nos proponen en esta reflexión de despedida de Jesús: lo primero, es el Padre; cumplir su misión es lo más grande que puede suceder; y eso aunque suponga entrega y donación; ahí está la fuente de la alegría. Aquí nace la PAZ que Jesús ofrece, la que en él mismo surge como consecuencia de vivir plenamente identificado con el querer del Padre. ¡Nos quedan “lecciones” que aprender!…

viernes, 27 de abril de 2012

Levantate


SÁBADO, día 28

Hechos de los Apóstoles 9, 31-42
“... Pedro recorría el país. Encontró un paralítico que desde hacía ocho años no se levantaba de la camilla. Pedro le dijo: Eneas, Jesucristo te da la salud: levántate. Se levantó inmediatamente... Al llegar a Jafa, lo llevaron a la sala de arriba... Pedro mandó salir fuera a todos. Se arrodilló, se puso a rezar y dirigiéndose a la muerta dijo: Tabita, levántate. Ella abrió los ojos y al ver a Pedro se incorporó. Él la cogió de la mano, la levantó y llamando a los fieles, se la presentó viva...”

CLAVES para la LECTURA
- El fragmento empieza con una consideración sintética de la situación interna de la Iglesia. La comunidad cristiana “gozaba de paz”, se mantenía en el santo temor de Dios y se extendía con el impulso del Espíritu Santo. Saulo ha sido llevado a Tarso, probablemente porque su presencia -discutida- creaba problemas a causa de su temperamento combativo, semejante al de Esteban.
- A continuación, se presenta a Pedro no tanto como evangelizador, sino como jefe religioso que -durante sus visitas pastorales- sostiene, ayuda y anima a los discípulos: visita algunas comunidades ya evangelizadas (probablemente por Felipe) y, a su paso, se reproduce el clima primaveral, sorprendente, milagroso, del paso de Jesús.
- Pedro contribuye con dos prodigios a la difusión del Evangelio. El apóstol se ha convertido ahora en el pastor taumaturgo que representa en la joven Iglesia no sólo la Palabra, sino el poder de curación de Jesús. Lucas no pierde la ocasión de recordar que Jesús vive y continúa obrando en la Iglesia apostólica como cuando estaba vivo en medio de los suyos.

CLAVES para la VIDA
- ¡Hermosa página de la historia de la primera Comunidad! Ahora, en una época de paz, se nos ofrece esa imagen donde la fuerza curativa de Jesús se ha comunicado a su Iglesia, concretamente a Pedro. Jesús, su Espíritu y la comunidad misma, con sus ministros, son los protagonistas de esta historia que Lucas describe en tono profundamente optimista: la comunidad se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor, y se multiplicaba animada por el Espíritu Santo (v. 31): toda una síntesis para nuestra fe creyente.
- La joven Iglesia, en este caso por medio de Pedro, sigue obrando los mismos signos de Jesús. Así, la palabra (el anuncio) va avalada por las acciones de vida que se siguen produciendo. Y es que, según Lucas, es el mismo Jesús el que vive y continúa obrando en medio de los suyos como cuando estaba entre ellos; es su nueva presencia, tan real y efectiva como la primera.
- Aquí nos encontramos NOSOTROS, seguidores de Jesús, con su causa en nuestras manos y con tarea pendiente. Sanar y dar vida es el objetivo final; anunciar y hacer realidad su Buena Noticia es el quehacer y el empeño de su comunidad, hoy y aquí. Pero sólo cuando estemos llenos de su Espíritu y de su fuerza, la podremos ofrecer y transmitir a los demás. Es fruto de la Pascua LLENARNOS de Él, para así poderlo ANUNCIAR vivamente. ¿Lo intentamos, hermano/a?
  
Evangelio: Juan 6, 60-69
“... Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen... Y dijo: Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede... Entonces Jesús les dijo a los Doce: ¿También vosotros queréis marcharos? Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes Palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios...”

CLAVES para la LECTURA
- Tras la extensa revelación de Jesús sobre el pan de vida en la sinagoga de Cafarnaún, sus discípulos le comunican su malestar por las afirmaciones que resultan difíciles de aceptar desde el punto de vista humano. Frente al escándalo y la murmuración de los discípulos, Jesús precisa que no se debe creer en él sólo después de la visión de una subida de él al cielo, como en Elías y Henoc, porque eso significaría la no aceptación de su origen divino. Es algo que no tendría sentido, dado que él, el “Preexistente”, viene precisamente del cielo (Jn 3, 13-15).
- La incredulidad de los discípulos con respecto a Jesús, sin embargo, se pone de manifiesto por el hecho de que el Espíritu es quien da la vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida (v. 63). Juan afirma que tan real como la carne de Jesús es la verdad eucarística. Ambas son un don con el mismo efecto: dar la vida al hombre. Con todo, muchos discípulos no quisieron creer y no dieron un paso adelante hacia una confianza en el Espíritu, con lo que no consiguieron liberarse de la esclavitud de la carne.
- A Jesús no le coge por sorpresa esta actitud de abandono por parte de los que le siguen. Conoce a cada hombre y sus opciones secretas. Adherirse a su persona y a su mensaje en la fe es un don que nadie puede darse a sí mismo. Sólo el Padre lo da. El hombre, que tiene en sus manos su propio destino, es siempre libre de rechazar el don de Dios y la comunión de vida con Jesús. Sólo quien ha nacido y ha sido vivificado por el Espíritu, y no obra según la carne, comprende la revelación de Jesús y es introducido en la vida de Dios. A través de la fe es como el discípulo debe acoger al Espíritu y al mismo Jesús, pan eucarístico, sacramento que comunica el Espíritu y transforma la carne.

CLAVES para la VIDA
- Toda esta reflexión-catequesis termina con una serie de reacciones ante la propuesta de Jesús. Para algunos es “duro”, imposible de admitir; no se sabe qué les escandaliza más, el que Jesús, -en definitiva, para ellos, un obrero del pueblo de al lado, aunque haya mostrado ser buen predicador y haga milagros-, afirme con decisión que él es el enviado de Dios y que hay que creer en él para tener vida; o bien que hay que comer su carne y beber su sangre, en clara alusión a la Eucaristía y que ellos no entienden. De hecho, constata el evangelista que desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él (v. 66).
- Y es que aceptar a Jesús y admitirlo en la propia vida, con todo lo que comporta, no es fácil. Acoge, da vida y consuelo, pero su estilo también supone exigencia que, -en más de una ocasión-, entrará en conflicto y contradicción con los gustos que llegan desde el entorno. Y es que adherirse a su persona y a sus propuestas es un DON que viene del mismo Padre, si bien, el hombre puede rechazar ese don y la comunión de vida con Jesús, o aceptarlo y ser vivificado por su espíritu.
- En este tiempo Pascual, aquí nos encontramos sus seguidores, invitados a creer en Él, a acogerle, a adherirnos a su visión de Dios, de la vida, de la historia, de los acontecimientos. Esto es “entrar en comunión” con Él, expresado en la Eucaristía y celebrado. ¿Cómo va mi CAMINO Pascual? ¿Qué pasos he dado y asumido?