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sábado, 26 de octubre de 2013


DOMINGO, día 27 d Octubre
                                                                                 
 

Eclesiástico 35, 12-14. 16-18

 
“… El Señor es un Dios justo que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus penas consiguen su favor y su grito alcanza las nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansa; no ceja hasta que Dios le atiende y el juez justo le hace justicia…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- El autor de este fragmento sapiencial -que se remonta al siglo II a. de C.- propone una enseñanza que tiene que ver, al mismo tiempo, con Dios y con el orante.

 - Presenta al Señor como juez sumamente justo que no hace acepción de personas y se inclina benévolo hacia los pobres, como atestigua de manera repetida el Antiguo Testamento en las llamadas leyes humanitarias. Dios mismo es vengador del huérfano y de la viuda (Ex 22, 21ss). Afirma también, por boca del profeta Isaías, que se inclina hacia quien teme su nombre y se confía a él con humildad: «El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies. Yo me fijo en el humilde y abatido que tiembla ante mi palabra» (Is 66, 1. 2b).

 - Si Dios se pliega hacia el humilde, la Escritura muestra que la oración del pobre sube hasta él. Y así, a través de este movimiento de búsqueda recíproca entre Dios y el hombre, nos parece vislumbrar -entre el cielo y la tierra- la cruz en la que Jesús, el verdadero humilde y pequeño, se eleva, como oración perfecta, hacia el rostro del Padre, que espera hacer uso de su misericordia.

 
CLAVES para la VIDA

 
- El sabio recoge la experiencia de la espiritualidad de su pueblo a través de la historia. En primer lugar, que Dios es justo y no puede ser de otra forma. Y si en algún caso pudiera parecer que no es justo, es porque se pone a favor de los débiles y de los más pobres. Así es la justicia de Dios; así es el Dios de Israel. También los profetas profundizarán en esta dimensión especial y significativa y que marca toda la historia de Israel, y cómo no, toda su espiritualidad.

 - Y, en segundo lugar, “no desoye los gritos del huérfano o de la viuda…”; esto es, la súplica y la oración del pobre y desvalido siempre tienen una acogida plena y total por parte de Dios. Cuando esa oración va acompañada por la humildad y la perseverancia, entonces la acogida, por parte de Dios, está garantizada, según la experiencia del sabio. De ahí su invitación a mantenerse en esa doble actitud de humildad y perseverancia.

 - Sencilla reflexión la del Sabio, válida también para nosotros; pero profunda por cuanto conlleva. Es la invitación a la experiencia original (que supone un encuentro) y originante (en cuanto se convierte en fuente de otras experiencias). Cuando se unen las dos actitudes, la de la humildad y la perseverancia, todo es posible. Porque Dios, en su justicia, no puede menos de acoger la súplica incesante. Esta reflexión del Antiguo Testamento nos prepara para acoger el mensaje convencido de Jesús en el evangelio; Él que lo vivió tan intensamente y de forma tan singular. Hermano/a, a esto somos invitados.

 
2 Timoteo 4, 6-8. 16-18

 
“… Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día… El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su Reino del cielo…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- Este fragmento de la segunda carta de Pablo a Timoteo se muestra rico y denso de inspiración. El apóstol expresa el presentimiento de su muerte inminente con dos imágenes. Una de ellas está tomada del culto; la otra, de la navegación. La primera es la «libación», es decir, el acto de verter aceite, vino o agua sobre la víctima antes de ser inmolada (Ex 29, 40; Nm 28, 7), a fin de conferirle un claro valor sacrificial. La segunda es el acto de «desplegar las velas»: la nave, por fin dispuesta para zarpar, se abandona al mar abierto. Las imágenes que vienen a continuación, tomadas de los usos deportivos y militares, acentúan la vida cristiana como lucha.

 - Pablo repasa en particular su propia experiencia apostólica como un combate «bueno» (literalmente, kalós, «bello»): noble, victorioso, desarrollado correctamente. «He concluido mi carrera, he guardado la fe», dice aún el texto, ofreciendo a través del paralelismo una asociación en la que vibra una nota de poesía en el texto griego. Por último, el Señor le dará a él, que ha guardado con fidelidad la «tradición» que le había sido confiada, la «corona de salvación» reservada «a todos los que han amado (así debe traducirse al pie de la letra egapekosi) con amor su venida gloriosa» (v. 8).

 - Por último, en los vv. 16-18 Pablo se refiere a la primera audiencia del proceso en el que, compareciendo como un «malhechor», fue abandonado por todos. El apóstol revive la experiencia de Jesús y, como él, perdona sin tener en cuenta el mal recibido. Sin embargo, el Señor no ha abandonado a su fiel ministro, pues todo ha concurrido al anuncio del Evangelio y al bien de los elegidos.

 
CLAVES para la VIDA

 
- El gran testigo, que es el apóstol Pablo, abre su corazón y muestra su experiencia de vida, la que ha llevado a cabo como un “buen combate”. Tras su encuentro con el Señor Jesús, él se ha puesto a su servicio con todas sus fuerzas y ha “corrido hasta la meta”. Está tan seguro de su Señor, que ahora mismo está convencido de recibir de Él la corona de gloria de los que han sido fieles. Ésta es la “lectura” que realiza de su propia vida.

 - “El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje”: aquí están las dos claves de la vida del apóstol. Por un parte, ha sido el Señor el “motor” y la fuerza de Pablo en la tarea del anuncio; no han sido sus fuerzas, sino que tienen su origen en el mismo Señor Jesús. Y, en segundo lugar, el objetivo ha sido, no cualquier cosa, sino anunciar “íntegro el mensaje”, la Buena Noticia de la que se siente portador. Desde aquí se entiende plenamente la vida de este inmenso testigo.

 - Una vez más, este enorme testigo nos vuelve a recordar lo que es esencial, también en nuestra vida. Antes que nada, el ENCUENTRO con el Señor Jesús, que todo lo transforma desde la misma raíz, desde dentro. A partir de ahí, se entiende el combate hasta la extenuación y la entrega total. Eso sí, apoyado totalmente no en las propias fuerzas, sino en las que provienen del mismo Señor resucitado. Y, todo ello, con vistas a anunciar incansablemente la Buena Nueva. ¡Todo un PROGRAMA de VIDA, si quiero asumir cuanto se me propone! Hermano/a, ¿cómo andamos de EXPERIENCIA, la vital, la que mueve todas nuestras capacidades…? ¡Es la tarea!

 
Evangelio: Lucas 18, 9-14

 
“… Subieron al templo a orar: Un fariseo y un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano; ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo. El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho diciendo: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido…”

 
CLAVES para la LECTURA

 
- Este fragmento del evangelio de Lucas es conocido como la parábola del fariseo y el publicano, aunque sería mejor hablar, en este caso, más que de «parábola» de un «relato ejemplar». En él se nos ofrece una enseñanza sobre las condiciones interiores de la oración.

 - El fariseo pertenece a la secta de los «separados», de los «puros», de aquellos que se habían arrogado la tarea de representar, con la observancia estricta de los mandamientos y la multiplicación de las obras, al verdadero Israel, a la comunidad del tiempo de la salvación. Todo lo que dice el fariseo de sí mismo es verdadero, pero precisamente esta «justicia» es lo que le vuelve impuro ante Dios, porque se considera autorizado a juzgar a los otros y a sentirse superior a ellos.

 - El publicano -el odiado recaudador de los impuestos para el Imperio romano- se encuentra verdaderamente en una situación de pecado. Lo manifiesta asimismo en su actitud exterior. No se atreve a avanzar en el templo ni a levantar los ojos al cielo. Se golpea, en cambio, el pecho en un gesto que manifiesta su conciencia del mal que se esconde en el corazón humano.

 - La oración de cada uno de los dos hombres expresa su vida: la autosuficiencia de una pretendida justicia que hace al que así reza superior a los otros y se expresa a través de un extenso elenco de méritos; el pecado que nos hace pequeños ante Dios y los hermanos y que no tiene más palabras que la invocación: «Piedad». Sabemos quién fue grato a Dios y quién es entrañable a su corazón...

 
CLAVES para la VIDA

 
- Con qué claridad nos presenta esta parábola los dos estilos de plantearse todo: la vida, la relación con Dios, la salvación, la relación con los demás... Dos estilos muy diversos y que conllevan dos planteamientos completamente diferentes: cumplidor intachable el uno, que además se erige en juez implacable de los demás; pecador y pobre el otro, que lo que hace es llamar a la puerta del Reino golpeándose humildemente el pecho. Y curiosamente se le abre la puerta. ¡Vamos...!

 - La gran diferencia está en que el primero, aunque cumple, no ama, está lleno de su propia bondad; no necesita de nada ni de nadie: tampoco de Dios. El otro, el pecador, se abre al perdón y a la salvación que le viene de fuera, de lo alto, del mismo Dios; se humilla, pero con confianza, sabe que lo mejor está por acontecer en su vida, y que “eso mejor” viene de Dios.

 - ¡Qué gran lección para hoy, para mí, para nosotros, para siempre! Dos formas de plantear la vida y cuanto en ella se nos ofrece: o dejarle actuar a Dios, para que la redima y la salve desde la raíz; o arrinconarle como “trasto inservible”, porque me basto a mí mismo. Y aunque suena fuerte, ese actuar no está tan ausente de nuestras vidas. ¿Seré capaz de examinar a fondo mi vida y dejar que Él cure mis males? ¡Buen ánimo, hermano/a!

 

lunes, 23 de abril de 2012

Pan de vida


MARTES, día 24 abril

Hechos de los Apóstoles 7, 51 – 8, 1a
“... Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo: Veo el cielo abierto y al Hijo del Hombre de pie a la derecha de Dios... Los testigos dejando sus capas a los pies de un joven llamado Saulo, se pusieron también a apedrear a Esteban que repetía esta invocación: Señor Jesús recibe mi espíritu. Luego... no les tengas en cuenta este pecado...”
  
CLAVES para la LECTURA
- Primer cuadro: recoge la parte conclusiva del discurso de Esteban, un discurso durísimo. En él lee la historia de Israel como la historia de un pueblo de dura cerviz, de corazón y de oídos incircuncisos, siempre opuestos al Espíritu Santo. Mientras Pedro intenta excusar de algún modo en sus discursos a sus interlocutores, casi maravillándose del error fatal de la condena a muerte de Jesús, Esteban afirma, en sustancia, que no podían dejar de condenar a Jesús, dado que siempre han perseguido a los profetas enviados por Dios. Se trata de una lectura extremadamente negativa de toda la historia de Israel. Una lectura que no podía dejar de suscitar una reacción violenta.
- Segundo cuadro: el martirio de Esteban. Éste, frente al furor de la asamblea, que está fuera de sí, aparece ahora situado mucho más allá y muy por encima de todo y de todos, en un lugar donde contempla la gloria de Dios y a Jesús, resucitado, de pie a la derecha del Padre. El primer mártir se dirige sereno al encuentro con la muerte, gozando del fruto de la muerte solitaria de Jesús. Éste, ahora Señor glorioso, anima a sus testigos mostrando los cielos abiertos, que se ofrecen como la meta gloriosa, ahora próxima.
- Muere sereno y tranquilo, confiando su espíritu al Señor Jesús, del mismo modo que éste lo había confiado al Padre. La lapidación, que tenía lugar fuera de la ciudad, era la suerte reservada a los blasfemos: Esteban no tiene miedo de proclamar la divinidad de Jesús y, en este clima enardecido, debe morir. Saulo, el que habría de proseguir la obra innovadora de Esteban, extendiéndola a los paganos, resulta que está de acuerdo con este asesinato.
  
CLAVES para la VIDA
- Impresiona la lectura, clara y dura, que Esteban realiza de toda la historia de Israel como pueblo: su actitud de rechazo a los planes de vida que Dios tiene; de ahí que persiga a los enviados de Dios, que han sido los profetas; y, por lo mismo, han rechazado y condenado al mismo Jesús, no reconociendo en Él la presencia definitiva de Dios. La ceguera de Israel es todo un símbolo ante la oferta que en Jesús se sigue dando, también hoy.
- La semejanza entre la muerte del Maestro y del testigo Esteban es grande; las claves son prácticamente idénticas: serenidad y confianza en el Padre; el perdón a sus verdugos en el momento crucial de la muerte; incluso, la acusación de “blasfemo” y la ejecución “fuera de la ciudad”... Está claro que el testigo Esteban se ha forjado en la misma Escuela que Jesús y se produce una fuerte identidad con todo el planteamiento del Maestro.
- Una inmensa invitación para mí, para nosotros, hoy y aquí: participar vivamente de la ESCUELA de Jesús; irme identificando con cuanto él mismo vive y propone; llevarlo a la vida y testimoniarlo con todas las consecuencias... ¡he ahí el CAMINO a seguir! Sólo desde la experiencia PASCUAL será posible.
  
Evangelio: Juan 6, 30-35
“... Jesús les replicó: Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo. Entonces le dijeron: Señor danos siempre de este pan. Jesús les contestó: Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre y el que cree en mí no pasará sed...”
  
CLAVES para la LECTURA
- La muchedumbre, a pesar de las variadas pruebas dadas por Jesús en el fragmento anterior, no se muestra satisfecha aún ni con sus signos ni con sus palabras, y pide más garantías para poder creerle (v. 30). El milagro de los panes no es suficiente; quieren un signo particular y más estrepitoso que todos los que ha hecho ya. La muchedumbre y Jesús tienen una concepción diferente del “signo”. El Maestro exige una fe sin condiciones en su obra; la muchedumbre, en cambio, fundamenta su fe en milagros extraordinarios que ha de ver con sus propios ojos.
- Nos encontramos aquí frente a un texto que manifiesta una viva controversia, surgida en tiempos del evangelista, entre la sinagoga y la Iglesia en torno a la misión de Jesús. Éste no se dejó llevar por sueños humanos ni se hizo fuerte en los milagros, sino que buscó sólo la voluntad del Padre. La muchedumbre quiere el nuevo milagro del maná (Sal 78, 24) para reconocer al verdadero profeta escatológico de los tiempos mesiánicos. Pero Jesús, en realidad, les da el verdadero maná, porque su alimento es muy superior al que comieron los padres en el desierto: él da a todos la vida eterna. Ahora bien, sólo quien tiene fe puede recibirla como don. El verdadero alimento no está en el don de Moisés ni en la Ley, como pensaban los interlocutores de Jesús, sino en el don del Hijo que el Padre regala a los hombres, porque él es el verdadero pan de Dios que viene del cielo (v. 33).
- En un determinado momento, la muchedumbre da la impresión de haber comprendido: Señor, danos siempre de ese pan (v. 34). Pero la verdad es que la gente no comprende el valor de lo que piden y anda lejos de la verdadera fe. Entonces Jesús, excluyendo cualquier equívoco, precisa: Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no volverá a tener hambre (v. 35). Él es el don del amor, hecho por el Padre a cada hombre. Él es la Palabra que debemos creer. Quien se adhiere a él da sentido a su propia vida y alcanza su propia felicidad.

CLAVES para la VIDA
- El carácter mágico vuelve a aparecer en escena; eso es lo que el pueblo quiere de Jesús: que realice un “signo” que lleve, de forma automática, a la aceptación plena del Profeta. En la catequesis, el evangelista presenta a Jesús como aquel que, en continuidad pero superando el signo del maná, ofrece ahora el Pan definitivo, aquel que puede saciar su hambre más vital y profunda. Llegar a ese encuentro en fe, es necesario para superar otras pretensiones cuasi mágicas.
- La insistencia de Jesús es volver a lo original: la voluntad y el querer del Padre. Ahí radica todo el secreto y ahí se encuentra la plenitud. Y Él, Jesús, lo vive de manera única, plena y total; su identidad con ese proyecto del Padre es tal, que hacer su voluntad es verdadero alimento, aquello que le da fuerzas para seguir “haciendo el bien”. Llegar a ese punto y a esa situación es el objetivo de todo proceso de fe, la que conlleva una madurez que supera estadios anteriores.
- También al creyente y al hombre de hoy, Jesús se ofrece como aquel que puede saciar su hambre más profunda y vital; e incluso brinda un camino para poderlo vivir: conocer y experimentar el proyecto del Padre-Dios. En Jesús “toma cuerpo” y se hace visible ese plan de vida. Gustarlo y disfrutarlo, es el objetivo de esta Pascua. ¡Ánimo, hermano/a!