domingo, 24 de junio de 2012


LUNES, día 25

2 Reyes 17, 5-8. 13-15a. 18

“... El Señor había advertido a Israel y Judá por medio de los profetas: Volveos de vuestro mal camino, guardad mis mandatos y preceptos, siguiendo la Ley que di a vuestros padres, que les comuniqué por medio de mis siervos los profetas... Rechazaron sus mandatos y el pacto que había hecho el Señor con sus padres, y las advertencias que les hizo. El Señor se irritó tanto contra Israel, que los arrojó de su presencia. Sólo quedó la tribu de Judá...”
  
CLAVES para la LECTURA

- «Mira, yo pongo hoy ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia. Si escuchas los mandamientos de Yahvé tu Dios que yo te prescribo hoy, si amas a Yahvé tu Dios, si sigues sus caminos y guardas sus mandamientos, sus preceptos y sus normas, vivirás y te multiplicarás; Yahvé tu Dios te bendecirá en la tierra que vas a entrar a poseer. Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar y te postras ante otros dioses para darles culto, yo os declaro hoy que pereceréis sin remedio y que no viviréis muchos días... » (Dt 30, 15-19). La caída de Samaría no era más que la conclusión lógica de estas premisas puestas por el Deuteronomio. Los autores deuteronomistas han sometido a examen la historia y han constatado, sobre todo a partir del establecimiento de la monarquía, que el pueblo, con los reyes a la cabeza, se precipitaba hacia la ruina.
- Los profetas no lograron detener la marcha del pueblo que se precipitaba hacia la ruina. Lo único que lograron fue retardar algo el desenlace final. A primera vista, la explicación que la teología deuteronomista da de la caída de Samaria aparece demasiado simplista. Parece basarse en el principio de rígida retribución, según el cual el cumplimiento de las cláusulas de la alianza lleva al éxito, mientras la infracción de las mismas lleva a la ruina.
- En el fondo, lo que propiamente han querido decir los deuteronomistas es que a Dios no se le puede acusar de injusto ni de infiel. Es cierto que Dios había hecho unas promesas a los patriarcas, entre las cuales se encontraba la promesa de la tierra. Pero las promesas de Dios no se cumplen de manera mecánica y automática. Exigen la misteriosa colaboración del hombre, que en el caso presente ha fallado. De ahí que la infidelidad no ha sido de Dios sino del pueblo. «Dios es justo cuando habla y sin reproche cuando juzga» (Sal 51, 6).
  
CLAVES para la VIDA
 - La “lectura” del autor sagrado sigue insistiendo en el mismo elemento histórico: la alianza es un hecho bilateral; por eso, a la infidelidad del pueblo sucede el rechazo de Dios. Y eso, a pesar de que Él ha puesto todos los medios a su alcance: les ha enviado profetas y hombres significativos, pero el reino de Samaría, cada vez más deteriorado en su vida social y religiosa, ha caminado hacia la ruina, a pesar de los cuidados de Yahvé.
- Abandonar la religión verdadera, adorar a dioses falsos, no hacer caso a los profetas que el mismo Dios les envía y proceder según las costumbres de los paganos... es el motivo del cataclismo. Por eso, según el autor sagrado el Señor se irritó con Israel (v. 18); es la lectura más humana de la historia, pero es un intento de “explicar” cuanto le sucede al pueblo elegido.
- Para nosotros, tiene validez esta reflexión sapiencial del autor sagrado. La infidelidad a la Alianza, esto es, el pecado y la flojera, nos siguen llevando a desastres, más o menos calamitosos y que tienen una repercusión social y comunitaria bien clara. Tantas opciones y caminos fáciles, nos siguen conduciendo a la esterilidad y al fracaso; y esto en tantos ámbitos de la vida. O... ¿no? Es cuestión de penetrar un poco en nuestra historia personal. ¿Te animas, hermano/a?

Evangelio: Mateo 7, 1-5

“... No juzguéis y no os juzgarán. Porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: Déjame que te saque la mota del ojo, teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita: sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano...”
  
CLAVES para la LECTURA
 - El pasaje del evangelio de hoy empieza también con una orden: «No juzguéis», o dicho de una manera más literal: «Cesad de juzgar». Jesús, que sabe «muy bien lo que hay en el hombre» (Jn 2, 25), nos ordena esto, si queremos vivir en relación con los hermanos la experiencia de la paternidad divina, en la que Él mismo nos introduce al enseñarnos la oración filial por excelencia: el Padrenuestro.
- La perícopa propuesta hoy a nuestra consideración nos sitúa, efectivamente, en el corazón del mensaje evangélico, que, revelándonos a Dios, nos invita a abandonarnos de una manera confiada en su paternal providencia. En apariencia, no existe nexo alguno entre el «no juzgar» y tal actitud, pero, en realidad, no podemos pedirle nada a Dios si no nos mostramos nosotros mismos generosos a la hora de dar a los otros. Por lo demás, la petición de la oración dominical, «perdona nuestras ofensas», nos compromete precisamente a esta reciprocidad.
- El desarrollo del discurso, al considerar la actitud de quien ve la mota en el ojo del prójimo pero no ve la viga que hay en el suyo, va también en la misma línea. No podemos comprender a los otros si estamos llenos de prejuicios y de impedimentos. La comparación entre la viga y la mota es evidente. Nos mostramos hipócritas y falsos cuando, cegados por nuestros vicios, pretendemos ver bien para corregir un defecto leve de nuestro hermano. Ser hijos del Padre de la luz nos pone al descubierto, pues no queda espacio para ninguna tiniebla.
  
CLAVES para la VIDA
 - Continuamos en el marco del Sermón de la Montaña. El Maestro, Jesús, quiere sacar las conclusiones del tipo de oración que ha enseñado a los suyos, donde se proclamaba la paternidad de Dios Padre. El no juzguéis está en esta línea y un “tono” de exigencia que no es posible “negociar”, según la visión y propuesta de Jesús. Aquí hay un planteamiento radical, y mucho más en comparación con las tesis del Antiguo Testamento.
- Pero la originalidad de la propuesta de Jesús está en su misma raíz: en Dios mismo y en su estilo de ser y de actuar. ¡Ésta es la gran revelación! Y es que Dios se nos presenta y ofrece como Padre, como luz capaz de disipar toda tiniebla y de iluminar toda situación hasta la más terrible. Ésta es la hermosa e inmensa visión que Jesús nos presenta. Desde ahí, especialmente, nace una exigencia radical; también el no juzguéis (v. 1).
- ¡Merece la pena abrirme (y abrirnos) a la propuesta de Jesús! Tiene mucho de liberación, de romper estructuras que condenan y encadenan, dejándonos encerrados en nosotros mismos y en nuestros pequeños (o grandes) infiernos personales. Estilo nuevo de ser y de vivir, desde la clave de la fraternidad, porque tenemos un Padre común. Es lo que da un nuevo TALANTE al creyente.

sábado, 23 de junio de 2012


DOMINGO, día 24:
NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA


Isaías 49, 1-6

“Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre...”

 CLAVES para la LECTURA
 - El Siervo de Yahvé alza la voz pidiendo que se le escuche atentamente, incluso los más lejanos (v. 1a): su misión deberá llegar hasta el confín de la tierra (v. 6b). Nos cuenta su historia, sintetizándola en ciertos momentos capitales: la vocación en los orígenes de su vida, poniendo de manifiesto el designio de Dios; es él quien forma a su elegido como instrumento adecuado, al que le reserva un encargo concreto: proclamar con eficacia la palabra (vv 1s); a continuación, el oráculo con el que el Señor le confirma en su identidad (v. 3a) y su misión (v. 3b).
- En un primer momento, la misión acaba en un fracaso, y la inutilidad de la fatiga pesa en el corazón del Siervo. Formado desde el seno materno para reunir y convertir su pueblo al Señor (v. 5), experimenta el cansancio pero sabe reconocer que Dios lleva su causa, estima y recompensa a su obrero (v. 4). La estima que el Señor le manifiesta es la fuerza que le infunde (v. 5b), fortaleciendo al Siervo, que acoge y pronuncia un nuevo oráculo de Dios: la hora de la prueba y el fracaso no acaba con su actividad profética, sino que es instrumento para dilatar sin límites la irradiación de su mensaje.
- La misión del Siervo será universal: por medio de él, convertido en luz de las naciones, Dios quiere llegar con el don de su salvación a los últimos confines de la tierra (v. 6).

 CLAVES para la VIDA
 - Nos encontramos en el segundo “canto del Siervo” en el libro de Isaías. Aquí se nos describe la historia personal que vive el profeta: él se siente llamado y escogido por Dios y convertido por él en instrumento adecuado para realizar y llevar a cabo la misión; la misión consiste en ser luz de las naciones y llevar la salvación de Dios hasta los confines. Ésta es su garantía: que el mismo Dios le ha enviado y Él será su recompensa.
- Pero esta misión no va a ser nada fácil: en este segundo canto aparece el contrapunto de la oposición (que en el primero no aparecía). El Siervo, pues, no tendrá éxitos fáciles, sino que tendrá cansancios y desánimos. Solo lo salvará la confianza en Dios: “Mi salario lo tenía mi Dios”.
- Con esta “presentación”, no nos resulta difícil acercarnos a la figura de Jesús y a cuanto vivió de cerca y en su propia vida, como también lo han vivido otros testigos, a través de los tiempos. Hoy se nos recuerda a Juan el Bautista, en la fiesta de su nacimiento. Participar en esta “ESCUELA”, es una manera ideal de aprender, en vivo, a ser discípulo y, como tal, también enviado (como el Siervo) a anunciar la Buena Nueva de Dios. También, hoy, la experiencia de frustración y de fracaso puede estar presente; no lo podemos olvidar.

 Hechos de los Apóstoles 13, 22-26

“... De su descendencia, según lo prometido, sacó Dios un Salvador para Israel: Jesús. Juan, antes de que él llegara, predicó a todo el pueblo de Israel un bautismo de conversión; y cuando estaba para acabar su vida, decía... Yo no soy quien pensáis, sino que viene detrás de mí uno a quien no merezco desatarle las sandalias... Hermanos, descendientes de Abrahán y todos los que teméis a Dios: a vosotros se os ha enviado este mensaje de salvación...”


CLAVES para la LECTURA
 - Nos encontramos en un contexto concreto: el grupo misionero se dirige a los judíos. Es éste un discurso programático de Pablo y contiene las líneas maestras de la predicación de Pablo en la sinagoga. Los responsables de la sinagoga, una vez finalizadas las lecturas de costumbre, invitan a los misioneros a dirigir a Israel una exhortación homilética. En lugar de tomar la palabra Bernabé, el Exhortador por excelencia es Pablo quien pronuncia la alocución a Israel y a los simpatizantes.
- La primera parte del discurso (17-25) discurre por la historia de Israel y desemboca en la figura del rey David. En conformidad con la tradición judía (2 Samuel 7, 12) presenta a Jesús como Mesías liberador, sucesor de David. Para darlo a conocer a sus oyentes, apela a la figura del Bautista y a su papel de precursor del Mesías (v. 24s).
- Una importancia singular concede al Bautista, tanto a su actividad como a su testamento. Enviado a “todo el pueblo de Israel” (éste es un nuevo acento) como precursor y heraldo de un bautismo de “arrepentimiento”. Y de su testamento cita una frase que se lee con leves variantes aquí y en los cuatro evangelios: “no soy yo quien pensáis, sino que viene detrás de mí uno a quien no merezco desatarle las sandalias” (v. 25).
- Y desde esta introducción, Pablo pasa al tema cristológico: a los judíos presentes, les llama “linaje de Abrahán”, pero ahora el mensaje de salvación se ofrece a todos, aunque se ofrezca en el marco de la sinagoga, lugar de encuentro y que posibilita el escuchar un nuevo mensaje.
  
CLAVES para la VIDA
 - Una vez más y como lo hemos podido comprobar en el tiempo pascual, la joven Iglesia se abre a otros campos y aún sirviéndose de marcos procedentes del judaísmo, Pablo y Bernabé, con valentía y valor, ofrecen el nuevo mensaje de salvación que se nos da por medio de Jesús. Las promesas y las esperanzas de Israel se han cumplido en Jesús de Nazaret, a quien Dios ha resucitado de entre los muertos. Mensaje NUEVO y que hace nuevas todas las cosas.
- Impresiona, también en esta ocasión, cómo Pablo y los misioneros se sirven de las “viejas” instituciones, como la sinagoga, para anunciar la Buena Nueva que nos llega por medio de Jesús. El apóstol, arrancando de las raíces de la fe judía, presenta la novedad que nos brinda el Mesías Salvador. La figura de Juan, como precursor y preparando el camino del Salvador, se nos propone como modelo en esta su fiesta.
- Juan cierra la puerta de las esperanzas para presentar la cercanía del que ofrece la novedad plena y total. Esta fiesta del Bautista es una buena oportunidad para volver a ASUMIR nuestra condición de ser quienes “apuntan” hacia aquél, al único que puede salvar: JESÚS de NAZARET.
  
Evangelio: Lucas 1, 57-66. 80

“... A Isabel se le cumplió el tiempo y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como su padre. La madre intervino diciendo: ¡No! Se va a llamar Juan...”
  
CLAVES para la LECTURA
 - El evangelio de Lucas, realizando la profecía de Malaquías en la figura del Bautista, nos describe dos episodios de su nacimiento: la participación de los parientes y vecinos que se alegran con Isabel por su parto (vv. 57-58) y la circuncisión del niño al octavo día con la imposición del nombre (vv. 59-66).
- El evangelista subrayando algunos elementos, advierte en este acontecimiento y en la imposición del nombre, la intervención prodigiosa y misericordiosa de Dios actuando en la vida del pequeño: la alegría de todos por el acontecimiento inesperado (v. 58); el significado del nombre “Juan” = “Dios favorece y actúa con misericordia”, nombre rico en promesas futuras; el asombro mezclado por un temor respetuoso y la divulgación de la noticia (v. 65); Zacarías que recobra el habla; la reacción misma de la gente: “¿Qué va a ser de este niño?”, y el evangelista que concluye: “El Señor estaba con él” (v. 66).
- Esta narración del nacimiento del Bautista anuncia ya maduros los tiempos nuevos de la venida del Mesías. Lo importante será acogerlo como hizo él y descubrir la novedad radical que supone este acontecimiento.

CLAVES para la VIDA
 - La lectura de estos relatos para nosotros es que ha llegado ya la plenitud de los tiempos y Dios empieza a actuar de forma directa y concreta. Toda la historia de salvación, ha alcanzado ya la cumbre: Dios va a realizar ya el plan trazado desde antiguo y anunciado por los mejores mensajeros. Juan es el precursor inmediato.
- Aceptar a este Dios-amor, como el mismo Jesús nos enseñó, significa entrar en los caminos de Dios, fiarnos de su paternidad divina, que nos hace libres y nos restituye la dignidad de auténticos hijos; significa dejarnos conducir por su Espíritu, sin poner obstáculos a la acción interior y gratuita del mismo Dios. Ésta es la plenitud de los tiempos que se nos anuncia y a la que se nos convoca.
- Estar vigilante en nuestro caminar para reconocer a los mensajeros que invitan a esa acogida al Dios-amor, es una ACTITUD a cuidar y a vivir. Y tener un corazón libre y sensible al Espíritu para encontrar al Dios cercano que se hace compañero de camino, es una necesidad para nuestro ser de creyentes. ¿De acuerdo, hermano/a?

viernes, 22 de junio de 2012


SÁBADO, día 23

Primera lectura: 2 Crónicas 24,17-25
Muerto Yoyadá, los jefes de Judá vinieron a rendir homenaje al rey, que esta vez siguió sus consejos.  Abando­naron el templo del Señor, Dios de sus antepasados, y se pa­saron al culto idolátrico. Esto provocó la ira divina sobre Judá y Jerusalén. El Señor les envió profetas para ver si se volvían a él, pero no hicieron caso a sus advertencias. Zacarías, hijo de Yoyadá, sacerdote, movido por el espíritu de Dios, se presentó al pueblo y le dijo:
Esto dice Dios: ¿Por qué transgredís los mandamientos del Señor? Nada conseguiréis. Habéis abandonado al Señor, y el os abandonará a vosotros. Pero ellos se conjuraron contra Zacarías y, por orden del rey, le apedrearon en el atrio del templo del Señor.  Así pues, el rey Joás olvidó la lealtad de Yoyadá, padre de Zacarías, y mandó matar a su hijo, que dijo al morir: Que el Señor lo vea y te pida cuentas…

Las vicisitudes de los dos reinos hasta la caída de Samaria (721), preludio de la caída de Jerusalén, narra­da en 2Re 12-16, son recuperadas y completadas en clave teológica llegando a las páginas paralelas de 2 Cr (se trata de la única lectura de este libro en la liturgia ferial). Muerto el sumo sacerdote Yoyadá, vengador del yahvismo, el rey Joás, consagrado por él, cede a las ten­dencias sincretistas de los «jefes de Judá», de suerte que recae en la idolatría. La requisitoria del profeta Zacarías fue en vano, y lo mataron para vengarse. Esto trajo con­sigo el castigo divino, siempre siguiendo el riguroso principio de la retribución, que se expresa en la inva­sión siria y en la muerte del rey.

Evangelio: Mateo 6,24-34
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Nadie pue­de servir a dos amos, porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y al otro no le hará caso. No podéis servir a Dios y al dinero.
 Por eso os digo: No andéis preocupados pensando qué vais a comer o a beber para sustentaron o con qué vestido vais a cubrir vuestro cuerpo. ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido? Fijaos en las aves del cielo; ni siembran ni siegan ni recogen en graneros, y sin embargo vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mu­cho más que ellas? ¿Quién de vosotros, por más que se preocupe, puede añadir una sola hora a su vida? Y del ves­tido, ¿por qué os preocupáis? Fijaos cómo crecen los lirios del campo; no se afanan ni hilan, y sin embargo os digo que ni Salomón en todo su esplendor se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba que hoy está en el campo .v mañana se echa al horno Dios la viste así, ¿qué no hará con vosotros, hombres de poca fe? Así que no os inquietéis diciendo: ¿Qué comere­mos? ¿Qué beberemos? ¿Con qué nos vestiremos? Ésas son las cosas por las que se preocupan los paganos. Ya sabe vuestro Padre celestial que las necesitáis. Buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia, y Dios os dará lo demás. No an­déis preocupados por el día de mañana, que el mañana trae­rá su propia preocupación. A cada día le basta su propio afán.
La última sección del capítulo 6 pone de relieve la alternativa frente a la que se encuentra el cristiano, una alternativa que implica la elección de su propio «amo»: Dios o el dinero (el original cita la palabra aramea mammona). La palabra mammona incluye la idea de ganancia, dinero y, por consiguiente, los bienes del hombre, aunque también «la codicia» con la que el hombre los busca y los posee (Ireneo de Lyon). Afanarse o andar preocupado (término que se repite seis veces en el original griego) por los bienes materiales es señal de «poca fe», una denuncia que se repite con frecuencia en la pluma de Mateo (8,26; 14,31; 16,8; 17,20), para in­dicar la escasa confianza en el poder y en la providencia divinos. La martilleante invitación a que no andemos preocupados es justificada con una serie de alusiones a las criaturas animales y vegetales. «Debemos entender estas palabras en su sentido más sencillo», observa Je­rónimo, «a saber: que si las aves del cielo, que hoy son y mañana dejan de existir, son alimentadas por la pro­videncia de Dios, sin que deban preocuparse por ello, con mayor razón los hombres, a quienes ha sido prometida la eternidad, deben dejarse guiar por la voluntad de Dios».
La expresión «Reino y su justicia» constituye un en­díadis; ambos términos están al servicio del cumplimien­to de la voluntad divina, que constituye el fundamento del Reino. El «buscad ante todo» parece sugerir el principio de la jerarquización de las necesidades y, por con­siguiente, de los bienes: en el primer puesto deben estar tus espirituales, que dan el sentido y su justo valor a los materiales. Estos últimos nos serán dados por añadidura. «Esta promesa se cumple en la comunidad de los hermanos, que multiplica los bienes (milagro moral bosquejado en la multiplicación de los panes), puesto que todos renuncian a todo y no les falta nada; más aún, buscando ante todo el Reino y la justicia de Dios, se dan cuenta de que están puestos en una condición de vida que, por ser conforme a la voluntad del Padre, incluye también las promesas; y todos juntos anticipan e1 tiempo en el que se extenderá el Reino de Dios sobre toda la tierra renovada y el hombre gozará de la paz sobre el monte del Eterno.
 Para nuestra Vida
El principio ético que, de entrada, plantea aquí Jesús es tajante: "No podéis vivir como esclavos de dos amos". El texto, en efecto, establece la relación entre el "amo" (kyrios) y el "esclavo" (doulos) (Mt 6, 24 a). Y afir­ma, sin restricción alguna, que no es posible que un mismo esclavo esté al servicio de dos amos. Conviene recordar que, en el judaísmo del tiem­po de Jesús, existía la esclavitud. Era más mitigada que en otros pueblos, concretamente era obligatoria sólo durante seis años (Ex 21, 2; Deut 15, 12; cf. Jn 8, 35) (J. Jeremías). Y el trato que se daba a los esclavos judíos debía ser humanitario (Cf. Mt 10, 24-25; Jn 13, 16; 15, 20).
           En todo caso, el esclavo se compraba en el mercado y era propiedad del amo. De ahí la fuerza de la frase de Jesús: "No podéis ser esclavos (douleúein) de Dios y del dinero". El texto no se refiere a que la relación con Dios pueda ser una relación de esclavitud, ya que el Dios de Jesús es siempre "Padre". La fuerza de esta sentencia evangélica está en que quien centra su vida en el dinero, lo que hace es constituir al dinero en amo, al tiempo que él mismo se vende como esclavo a semejante dueño. Así, el codicioso, creyendo que es libre, en realidad es un hombre que ha perdido su libertad. Y vive a merced de lo que mande el mercado y sus turbias maniobras.
            La larga exhortación de Jesús a no vivir angustiados por la comida y el vestido debe interpretarse como una liberación del "agobio", pero jamás como un abandono de la propia "responsabilidad". Ahora, más que nunca, hay que urgir esa responsabilidad, no para atesorar, sino para produ­cir. La "productividad" es la mejor puesta en práctica de la "caridad". La profesión implica "la idea de una misión impuesta por Dios" (M. Weber

jueves, 21 de junio de 2012


VIERNES, día 22:


2 Reyes 11,1-4.9-18.20ª
Yoyadá selló un pacto entre el Señor y el rey y el pueblo por el cual éste se comprometía a ser el pueblo del Señor. Inmediatamente, todo el pueblo irrumpió en el templo de Baal y lo demolió. Hicieron astillas sus altares e imágenes y degollaron a Matán, sacerdote de Baal, delante de los altares.
Después, el sacerdote Yoyadá dejó guardias en el templo del Señor. Todo el pueblo se llenó de júbilo y la ciudad recobró la calma.

La liturgia, omitiendo una amplia sección (2 Re 3-10) donde se habla de los reinados de Jorán (852-841) y de Jehú (841-814), que desarraigó el culto a Baal de Israel y cuya unción real ya había sido anunciada por Elías (1 Re 19,16), y donde se ilustra la actividad de Eliseo, la liturgia, decíamos, nos propone algunos pasajes adecuados para llevar a cabo una lectura teológica de la historia de Israel.
Desde el reino del Norte nos trasladamos al reino del Sur. Aquí Atalía, descendiente de Jezabel y mujer del rey Jorán (muertos ambos por Jehú a causa de sus perversiones), muerto su hijo Ocozías (841), heredero legítimo al trono, se apodera del Reino de Judá y elimina a la dinastía real superviviente. Ahora bien, Josebá, hija del rey Jorán y esposa del sumo sacerdote Yoyadá (2 Cr 22,1 1 ) cogió furtivamente a Joás, hijo de Ocozías, y lo escondió en el templo, de suerte que siete años después, y gracias a una estudiada conjura (w. 5-8, omitidos por la liturgia), éste fue proclamado rey (835-796) e instalado en el trono (v. 19, omitido por la liturgia).
La oposición a Atalía se debió a la línea baalista man­tenida por la reina, en flagrante contradicción con la alianza yahvista, mientras que la iniciativa de la casta sacerdotal desbarata el peligro, destruye el templo de Baal levantando en el corazón de Jerusalén, elimina de la escena a Atalía y permite la renovación de la alian­za. Se trata de un acontecimiento que se repetirá en los momentos cruciales de la historia de Israel (cf: 2 Re 23).

Evangelio: Mateo 6,19-23
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No acumu­léis tesoros en esta tierra, donde la polilla y la carcoma echan a perder las cosas y donde los ladrones socavan y roban. Acumulad mejor tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la carcoma echan a perder las cosas y donde los ladrones no socavan ni roban. Porque donde está tu tesoro, allí está también tu corazón.
El ojo es la lámpara del cuerpo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo está iluminado; pero si tu ojo está enfermo, todo tu cuerpo está en tinieblas. Y si la luz que hay en ti es tiniebla, ¡qué grande será la oscuridad!
“La totalidad de la enseñanza [de Cristo]”, afirma el místico alemán Jakob Böhme, “no es otra cosa que la explicación del modo en que el hombre podría encender en él el divino mundo luminoso. Dado que éste se en­ciende de modo que la luz de Dios brille en el espíritu de las almas, todo el cuerpo posee la luz”.
El principio de la recompensa evoca el «tesoro en el cielo» (cf. Tob 4,9; Eclo 29,11), «la mejor parte» que se asegura María (Lc 10,42), «las cosas de arriba» (Col 3,1) y las «riquezas mejores y más duraderas» (Heb 10,34) de que hablan los escritos paulinos, y brinda una regla infalible para el discernimiento: pregunta a tu corazón para saber cuál es tu tesoro. La continuidad del discurso es interrumpida por el dicho del Señor sobre la lámpara (cf. Lc 11,34-36).
La lámpara es el símbolo del ojo interior o espiritual, del que se transparenta la luz de la fe que esclarece la mente y suscita el impulso del amor en la voluntad. De modo más general, la lámpara es el símbolo del alma que irradia su luz a través del cuerpo. La antítesis se produce entre el ojo sano (Prov 22,9) y el enfermo -al pie de la letra entre el ojo «sencillo» y el «malo». El Nuevo Tetamento (2 Cor 1,2; 11,3; Ef 6,5; Col 3,22; Sant 1,5) vuelve con frecuencia sobre la sencillez (que es falta de duplicidad, según el significado literal del término). También condena con frecuencia al «ojo malo» (Mc 7,22; cf. Mt 20,15). Por último, para la antítesis luz-tinieblas, véase Jn 1,9; 3,19-21; 8,12; 12,46; Rom 13,12; 2 Cor 6,14 . Ef 5,8ss; 1 Tes 5,5. La contraposición entre «hijos de la luz, e «hijos de las tinieblas» era uno de los aspectos cualificados de la enseñanza en la comunidad de Qumrán.

Para nuestra Vida
Como es bien sabido, la economía de las sociedades mediterráneas del siglo primero era enteramente distinta de la economía actual. Sin embargo, la relación del hombre con los bienes materiales, en el fondo, era la misma entonces que ahora. La diferencia está en las consecuencias que se siguen de esa relación. Ahora, la codicia por atesorar (o por rete­ner lo atesorado) provoca tales desastres, que en eso radica la causa fun­damental de la enorme crisis económica que tanto sufrimiento está pro­duciendo, sobre todo a los más pobres. En una economía global, los des­trozos de la codicia son globales, es decir, incalculables.
En tiempo de Jesús, tener un tesoro era un peligro. Porque entonces era más fácil el robo que ahora, si pensamos en el robo de objetos (monedas, joyas...). Pero la codicia por acumular bienes dañaba (y sigue dañando) de forma brutal al codicioso. Porque el "tesoro" (los bienes acumulados) indican dónde tiene la persona su "centro" (el "corazón) y qué es lo que de verdad le importa a cada cual.
La metáfora del ojo y la luz, colocada por Mateo inmediatamente des­pués de la dura sentencia sobre la codicia, establece una relación directa entre la codicia y el conocimiento: el que tiene centrada su vida en el propio dinero y en el propio capital pervierte su visión de la vida, del mundo, de todo. Y llega a cegar a la persona. De forma que, de una persona así, se puede afirmar que vive en la oscuridad total. No ve lo más evidente: la injusticia espantosa en que vivimos, el destrozo que estamos haciendo de nuestra madre tierra, el cúmulo de violencia, dolor y muerte que todo esto lleva con­sigo. No puede enterarse de nada de eso porque existe una relación directa entre el "conocimiento" y el "interés": los "intereses rectores del conocimien­to" (J. Habermas) determinan decisivamente lo que conocemos y cómo lo conocemos. Aquí radica el destrozo más grande que causa la codicia.

Señor, dame un corazón sencillo que sepa discernir   el verdadero bien y no se deje sugestionar por los bienes aparentes, ilusorios y pasajeros.
Hazme comprender que Tú eres el tesoro de mi corazón. 

miércoles, 20 de junio de 2012


JUEVES, día 21


Eclesiástico 48, 1-15
“... Surgió Elías, un profeta como un fuego, cuyas palabras eran horno encendido... Escuchaste en Sinaí amenazas y sentencias vengadoras en Horeb. Un torbellino te arrebató a la altura, tropeles de fuego hacia el cielo... Elías fue arrebatado en el torbellino y Eliseo recibió dos tercios de su espíritu. En vida hizo múltiples milagros y prodigios con sólo decirlo; en vida no temió a ninguno, nadie pudo sujetar su espíritu; no hubo milagro que lo excediera: bajo él revivió la carne; en vida hizo maravillas y en muerte, obras asombrosas...”

CLAVES para la LECTURA
- Relacionados estrechamente entre sí, Elías y Eliseo son las dos figuras religiosas que se destacan con más relieve en el s. IV a. J. C. Uno después de otro, los dos ejercen el ministerio en el reino del norte en un momento crítico para el yahvismo.
- Elías podría ser calificado como el profeta del fuego. Por lo menos una media docena de veces aparece esta palabra o algún sinónimo equivalente en nuestra lectura. Y en realidad toda la persona y la actividad de Elías se queman en un celo ardiente por la causa del yahvismo. La figura de Elías es una de las que el Eclesiástico evoca con más cariño, según se refleja incluso en la forma literaria. La situación religiosa que vivía Ben Sirá era muy similar a la del s. IX a. C.; de ahí que el recuerdo de Elías y su vida al servicio de la ortodoxia yahvista era un llamamiento implícito a los acontecimientos contemporáneos.
- El Eclesiástico recuerda brevemente una docena de episodios de la vida de Elías: el hambre, la célebre sequía; su estancia en el monte Carmelo; fue arrebatado al cielo en carro de fuego... El elogio de Elías se termina con un llamamiento a la esperanza mesiánica. La versión griega parece pensar también en la esperanza en la bienaventuranza futura. Pero esta esperanza no se armoniza con el resto del libro, que desconoce todavía los dogmas de ultratumba.
- El espíritu de Elías fue heredado por su discípulo Eliseo, célebre por su actividad taumatúrgica. Firme e intrépido, Eliseo no se dejó intimidar ni dominar por nadie ni siquiera por los príncipes. En este aspecto también Eliseo, no sólo Elías, presagia la figura del Bautista, que no se amilana ante las amenazas de Herodes. Esta alusión a los príncipes subraya, asimismo, la intervención de Eliseo en los asuntos políticos del reino. En esto se distingue de Elías, que se centró más en lo moral y religioso. Nada había imposible para Eliseo. Su eficacia profética y taumatúrgica continuó activa, incluso después de su muerte (2 Re 13, 20-21). Para encuadrar en su contexto lo que el Eclesiástico dice de Eliseo es necesario leer 2 Re 2-13.
 CLAVES para la VIDA
- La sabiduría popular en Israel (en ocasiones) viene a iluminar hechos históricos, e incluso personajes. Es el caso de hoy, al concluir el “ciclo de Elías”: el libro del Sirácida (el Eclesiástico) muestra su admiración por este gran personaje, que no escribió ningún libro, pero fue un recio profeta de acción. En esa alabanza, incluye también a Eliseo, su sucesor: ambos vivieron en períodos de crisis profunda y supieron hacer frente a la pérdida de la fe del pueblo elegido.
- Sus mismos nombres indican lo que pretendieron ser y por ello son alabados. “Elías”, cuyo nombre significa, “el Señor es mi Dios”: todas sus fuerzas al servicio de ese Dios y de sus derechos, en unos momentos muy concretos y difíciles; el mismo Dios cuidará de él y, a pesar de los desánimos del profeta, Dios sigue contando con él. “Eliseo”, que significa “Dios salva”, y él, su profeta, será presencia eficaz de esa salvación de Dios, obrando signos prodigiosos por la fuerza del mismo Dios.
- Contemplar estos personajes, lo que el sentir y la sabiduría del pueblo ha captado de ellos y proclamado a través de los tiempos, es una forma de acercarnos a su estilo de vida y a su mensaje, y así descubrir la constante fidelidad de Dios, y su respuesta -con su actuación profética- a ese proceder de Dios. Nosotros compartimos la misión profética. ¿Soy consciente de ello? ¿Lo cuido y lo alimento con esmero?

Evangelio: Mateo 6, 7-15
“... Cuando recéis no uséis muchas palabras como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se lo pidáis. Vosotros rezad así: Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno...”

CLAVES para la LECTURA
- En el marco del evangelio de Mateo, el pasaje evangélico de hoy se encuentra insertado entre las perícopas presentadas en el leccionario para el día de ayer y precisamente como continuación y ejemplificación de la oración secreta. La oración peculiar de los discípulos de Jesús es el Padre nuestro.
- Mateo recoge la fórmula más larga, acogida en la liturgia y ofrecida espontáneamente por el Maestro. Lucas (11, 1-4) transmite una fórmula más reducida, entregada por Jesús a petición de alguno de los discípulos, probablemente seducido por el ejemplo del Maestro, que se había retirado a orar. Esta ubicación configura una interpretación del hecho: la oración del Padre nuestro es un don de Jesús y una necesidad de los discípulos.
- La visión sinóptica de ambas fórmulas mueve a reflexiones y comentarios inmediatos:

Mateo                                                                      Lucas

Padre nuestro, que estás en el cielo,                       Padre
santificado sea tu nombre;                             santificado sea tu nombre
venga tu Reino;                                                   venga tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo;
danos hoy el pan que necesitamos;            danos cada día el pan que                                                                                          necesitamos
perdónanos nuestras ofensas,                      perdónanos nuestros pecados,
como también nosotros perdonamos        porque también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;                                      a todo el que nos ofende,
no nos dejes caer en la tentación                  no nos dejes caer en la tentación.
y líbranos del mal.
- El Padre nuestro se presenta, antes que nada, como la fórmula de alianza en la que están recogidos todos los compromisos que el hombre está llamado a asumir (santificación del nombre, edificación del Reino y cumplimiento de la voluntad divina) y los dones que recibe (pan de vida, remisión de los pecados, liberación del maligno). En segundo lugar, los modos verbales típicos, intraducibles a las lenguas modernas, indican que los designios divinos ensalzan su cumplimiento absoluto e incondicional, aunque su traducción a la vida real de los hombres a lo largo de la historia puede sufrir desmentidos y retrasos.
 CLAVES para la VIDA
- En el mismo marco del Sermón de la Montaña y como una concreción de la ORACIÓN, hoy nos ofrece el PADRE NUESTRO, que podemos considerar como un resumen de la espiritualidad, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento: Dios es Padre, y su reino y voluntad es el objetivo máximo; mostrar nuestro deseo de sintonizar con Él es la actitud más profunda y filial. Y es a partir de ahí cuando adquiere toda su validez el mostrarle las necesidades: el pan de cada día, el perdón de las faltas, la fuerza para no caer y vencer el mal.
- Y es que el núcleo de toda esta espiritualidad la encontramos en el mismo Jesús: abierto siempre a su Padre y a su voluntad como lo más grande que se puede vivir. Y, a partir de ahí, hacer realidad su Reino en todo lo que supone y a favor de los hermanos. Esta oración expresa, pues, el compromiso vital y radical del mismo Jesús: a esa misma espiritualidad invita y “fuerza” a sus seguidores.
- Y aquí nos encontramos nosotros, hoy, volviendo a escuchar la inmensa propuesta de Jesús, recogida en esta plegaria: todo un estilo de ser y de vivir; toda una forma de plantear las cosas y de relacionarnos. Porque ahí mismo se dice: Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas (v. 14): ¡Está claro! ¡Casi suena a “amenaza”! Al menos, sí a “condición”. ¿Qué eco tiene en ti, en mí? ¿Acaso nos habremos “acostumbrado” a su rezo y por ello no supone una fuerte llamada para mí, para nosotros?