lunes, 23 de abril de 2012

Pan de vida


MARTES, día 24 abril

Hechos de los Apóstoles 7, 51 – 8, 1a
“... Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo: Veo el cielo abierto y al Hijo del Hombre de pie a la derecha de Dios... Los testigos dejando sus capas a los pies de un joven llamado Saulo, se pusieron también a apedrear a Esteban que repetía esta invocación: Señor Jesús recibe mi espíritu. Luego... no les tengas en cuenta este pecado...”
  
CLAVES para la LECTURA
- Primer cuadro: recoge la parte conclusiva del discurso de Esteban, un discurso durísimo. En él lee la historia de Israel como la historia de un pueblo de dura cerviz, de corazón y de oídos incircuncisos, siempre opuestos al Espíritu Santo. Mientras Pedro intenta excusar de algún modo en sus discursos a sus interlocutores, casi maravillándose del error fatal de la condena a muerte de Jesús, Esteban afirma, en sustancia, que no podían dejar de condenar a Jesús, dado que siempre han perseguido a los profetas enviados por Dios. Se trata de una lectura extremadamente negativa de toda la historia de Israel. Una lectura que no podía dejar de suscitar una reacción violenta.
- Segundo cuadro: el martirio de Esteban. Éste, frente al furor de la asamblea, que está fuera de sí, aparece ahora situado mucho más allá y muy por encima de todo y de todos, en un lugar donde contempla la gloria de Dios y a Jesús, resucitado, de pie a la derecha del Padre. El primer mártir se dirige sereno al encuentro con la muerte, gozando del fruto de la muerte solitaria de Jesús. Éste, ahora Señor glorioso, anima a sus testigos mostrando los cielos abiertos, que se ofrecen como la meta gloriosa, ahora próxima.
- Muere sereno y tranquilo, confiando su espíritu al Señor Jesús, del mismo modo que éste lo había confiado al Padre. La lapidación, que tenía lugar fuera de la ciudad, era la suerte reservada a los blasfemos: Esteban no tiene miedo de proclamar la divinidad de Jesús y, en este clima enardecido, debe morir. Saulo, el que habría de proseguir la obra innovadora de Esteban, extendiéndola a los paganos, resulta que está de acuerdo con este asesinato.
  
CLAVES para la VIDA
- Impresiona la lectura, clara y dura, que Esteban realiza de toda la historia de Israel como pueblo: su actitud de rechazo a los planes de vida que Dios tiene; de ahí que persiga a los enviados de Dios, que han sido los profetas; y, por lo mismo, han rechazado y condenado al mismo Jesús, no reconociendo en Él la presencia definitiva de Dios. La ceguera de Israel es todo un símbolo ante la oferta que en Jesús se sigue dando, también hoy.
- La semejanza entre la muerte del Maestro y del testigo Esteban es grande; las claves son prácticamente idénticas: serenidad y confianza en el Padre; el perdón a sus verdugos en el momento crucial de la muerte; incluso, la acusación de “blasfemo” y la ejecución “fuera de la ciudad”... Está claro que el testigo Esteban se ha forjado en la misma Escuela que Jesús y se produce una fuerte identidad con todo el planteamiento del Maestro.
- Una inmensa invitación para mí, para nosotros, hoy y aquí: participar vivamente de la ESCUELA de Jesús; irme identificando con cuanto él mismo vive y propone; llevarlo a la vida y testimoniarlo con todas las consecuencias... ¡he ahí el CAMINO a seguir! Sólo desde la experiencia PASCUAL será posible.
  
Evangelio: Juan 6, 30-35
“... Jesús les replicó: Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo. Entonces le dijeron: Señor danos siempre de este pan. Jesús les contestó: Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre y el que cree en mí no pasará sed...”
  
CLAVES para la LECTURA
- La muchedumbre, a pesar de las variadas pruebas dadas por Jesús en el fragmento anterior, no se muestra satisfecha aún ni con sus signos ni con sus palabras, y pide más garantías para poder creerle (v. 30). El milagro de los panes no es suficiente; quieren un signo particular y más estrepitoso que todos los que ha hecho ya. La muchedumbre y Jesús tienen una concepción diferente del “signo”. El Maestro exige una fe sin condiciones en su obra; la muchedumbre, en cambio, fundamenta su fe en milagros extraordinarios que ha de ver con sus propios ojos.
- Nos encontramos aquí frente a un texto que manifiesta una viva controversia, surgida en tiempos del evangelista, entre la sinagoga y la Iglesia en torno a la misión de Jesús. Éste no se dejó llevar por sueños humanos ni se hizo fuerte en los milagros, sino que buscó sólo la voluntad del Padre. La muchedumbre quiere el nuevo milagro del maná (Sal 78, 24) para reconocer al verdadero profeta escatológico de los tiempos mesiánicos. Pero Jesús, en realidad, les da el verdadero maná, porque su alimento es muy superior al que comieron los padres en el desierto: él da a todos la vida eterna. Ahora bien, sólo quien tiene fe puede recibirla como don. El verdadero alimento no está en el don de Moisés ni en la Ley, como pensaban los interlocutores de Jesús, sino en el don del Hijo que el Padre regala a los hombres, porque él es el verdadero pan de Dios que viene del cielo (v. 33).
- En un determinado momento, la muchedumbre da la impresión de haber comprendido: Señor, danos siempre de ese pan (v. 34). Pero la verdad es que la gente no comprende el valor de lo que piden y anda lejos de la verdadera fe. Entonces Jesús, excluyendo cualquier equívoco, precisa: Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no volverá a tener hambre (v. 35). Él es el don del amor, hecho por el Padre a cada hombre. Él es la Palabra que debemos creer. Quien se adhiere a él da sentido a su propia vida y alcanza su propia felicidad.

CLAVES para la VIDA
- El carácter mágico vuelve a aparecer en escena; eso es lo que el pueblo quiere de Jesús: que realice un “signo” que lleve, de forma automática, a la aceptación plena del Profeta. En la catequesis, el evangelista presenta a Jesús como aquel que, en continuidad pero superando el signo del maná, ofrece ahora el Pan definitivo, aquel que puede saciar su hambre más vital y profunda. Llegar a ese encuentro en fe, es necesario para superar otras pretensiones cuasi mágicas.
- La insistencia de Jesús es volver a lo original: la voluntad y el querer del Padre. Ahí radica todo el secreto y ahí se encuentra la plenitud. Y Él, Jesús, lo vive de manera única, plena y total; su identidad con ese proyecto del Padre es tal, que hacer su voluntad es verdadero alimento, aquello que le da fuerzas para seguir “haciendo el bien”. Llegar a ese punto y a esa situación es el objetivo de todo proceso de fe, la que conlleva una madurez que supera estadios anteriores.
- También al creyente y al hombre de hoy, Jesús se ofrece como aquel que puede saciar su hambre más profunda y vital; e incluso brinda un camino para poderlo vivir: conocer y experimentar el proyecto del Padre-Dios. En Jesús “toma cuerpo” y se hace visible ese plan de vida. Gustarlo y disfrutarlo, es el objetivo de esta Pascua. ¡Ánimo, hermano/a!

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