JUEVES, día 26
Hechos de los
Apóstoles 8, 26-40
“...
El ángel del Señor le dijo a Felipe: Ponte en camino hacia el sur... Se puso en
camino y de pronto vio venir a un etíope; era un eunuco... sentado en su
carroza, leyendo al profeta Isaías... Felipe se acercó, le oyó leer al profeta
Isaías, y le preguntó: ¿Entiendes lo que estás leyendo? Contestó: ¿Y cómo voy a
entenderlo, si nadie me guía? Invitó a Felipe a subir y a sentarse con él...
¿Qué dificultad hay en que me bautice? Felipe le contestó: Si crees de todo
corazón, se puede. Respondió el eunuco: Creo que Jesús es el Hijo de Dios...”
CLAVES
para la LECTURA
- Lucas prosigue su esmerada presentación de la difusión del Evangelio a
grupos cada vez más alejados del judaísmo oficial. Tras los samaritanos nos
encontramos con un representante de la diáspora, probablemente alguien que no
era judío desde el punto de vista étnico y que, sin embargo, formaba parte de
la comunidad judía en calidad de “prosélito”. Se trata de un etíope; por
consiguiente, viene de lejos y llevará lejos el Evangelio. Es un eunuco,
alguien que, para el Deuteronomio, no puede ser admitido en la comunidad del
Señor, aunque para Isaías ya no será excluido. Es un personaje influyente y
rico, puesto que dispone de medios para realizar un largo viaje con todo su
equipamiento y cuenta con la posibilidad de disponer de un costoso rollo
manuscrito de la Biblia.
- Dios, a través de su ángel, le envía a este personaje a Felipe, y por
medio del Espíritu le guía hacia la obra que debe llevar a cabo. La ocasión se
la brinda la Sagrada Escritura, mientras que la mediación es apostólica. A partir de
la profecía de Isaías sobre el Siervo de Yahvé lleva a cabo Felipe su misión
salvífica de predicador del Evangelio, abriendo los ojos a la inteligencia
plena de la Escritura.
- El eunuco plantea con claridad la gran pregunta de siempre desde los
orígenes: “Te ruego que me digas de quién
dice esto el profeta, ¿de sí mismo o de algún otro?”. Con la mediación eclesial y la gracia de Dios es
posible disipar la duda de quien, pensativa aunque sinceramente, va buscando la
verdad. Al don de la fe le sigue el bautismo, y de ambos brota la salvación.
CLAVES
para la VIDA
- Muy probablemente nos encontramos ante una catequesis de iniciación
cristiana: el anuncio de Jesús, la fe, la celebración sacramental y la vida
cristiana; esto es, evangelización, conversión, Sacramento, vida. Ahí está
descrito el proceso, que en este caso lo lleva a cabo el diácono Felipe:
partiendo de un texto del Antiguo Testamento en torno al Siervo de Jahvé, le da
a conocer a Jesús como el Mesías, el Siervo y Salvador. El eunuco recibe el
bautismo y sigue su camino.
- Sin duda, es una buena muestra del proceso evangelizador que se llevaba a
cabo y que, también hoy, puede tener validez: desde una simple curiosidad (en
el personaje del relato), ayudarle a que se encuentre en plenitud con Cristo
Jesús y a que le acepte en su vida. Eso es lo que hace que cambie profundamente
todo en él, y “continuó alegre su camino” (v. 39): ésa es la consecuencia.
- Este relato de la primera comunidad cristiana nos interroga sobre el
talante evangelizador, hoy, desde mi vida, desde mi estilo, desde mis
actitudes. ¿Cómo ayudar a las personas a ese “encuentro” con el Señor Jesús,
aunque el punto de partida sea simplemente una “curiosidad”? O... ¿simplemente
vivo “a la defensiva”, encerrado en mis “trincheras”?
Evangelio: Juan 6,
44-51
“...
Nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre que me ha enviado. Y yo lo
resucitaré el último día... Os lo aseguro: el que cree, tiene vida eterna... Yo
soy el pan de la vida... Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que
coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para
vida del mundo...”
CLAVES
para la LECTURA
- Las anteriores revelaciones de Jesús sobre su origen divino -“Yo
soy el pan de vida” (v. 35) y “Yo
he bajado del cielo” (v. 38)- habían
provocado el disentimiento y la protesta entre la muchedumbre, que murmura y se
vuelve hostil. Resulta demasiado duro superar el obstáculo del origen humano en
Cristo y reconocerlo como Dios (v. 42). Jesús evita entonces una inútil
discusión con los judíos y les ayuda a reflexionar sobre la dureza de su
corazón, enunciando las condiciones necesarias para creer en él.
- La primera es ser atraídos por el Padre (v. 44), don y manifestación del
amor de Dios por la humanidad. Nadie puede ir a Jesús si no es atraído por el
Padre. La segunda condición es la docilidad a Dios (v. 45a). Los hombres deben
darse cuenta de la acción salvífica de Dios respecto al mundo. La tercera
condición es escuchar al Padre (v. 45b). De la enseñanza interior del Padre y
de la vida de Jesús es de donde brota la fe obediente del creyente en la Palabra del Padre y del
Hijo.
- Escuchar a Jesús significa ser enseñados por el Padre mismo. Con la
venida de Jesús queda abierta la salvación a todo el mundo; ahora bien, la
condición esencial que se requiere es dejarse atraer por él, escuchando con
docilidad la Palabra de vida. Aquí es donde el evangelista precisa la relación entre la fe y la
vida eterna, principio que resume toda regla para acceder a Jesús. Sólo el
hombre que vive en comunión con Jesús se realiza y se abre a una vida duradera
y feliz. Sólo “quien come” de Jesús-pan no muere. Jesús, pan de vida, dará la
inmortalidad a quien se alimenta de él, a quien, en la fe, interioriza su
Palabra y asimila su vida.
CLAVES
para la VIDA
- Este discurso en la sinagoga de Cafarnaún continúa progresando hacia su
plenitud: la fe en Jesús es como condición para la vida: “os
lo aseguro, el que cree tiene vida eterna” (v. 47). Pero hoy se le añade un nuevo elemento que tiene una importancia
singular: “nadie puede venir a mí si el
Padre que me ha enviado no le atrae” (v. 44). Por lo tanto, el amor de Dios como don en favor de la humanidad
está presente: una vez más se pone de manifiesto cuál es el proyecto de Dios;
no entenderlo, es no aceptar la “clave de entrada” al misterio de la salvación.
- La respuesta, por parte del hombre, a ese don de Dios es la docilidad,
desde la decisión personal y desde la libertad. De aquí nace el deseo de
“escuchar” al Padre como la forma de modelar la propia vida a sus planes y
proyectos, que siempre son de vida y, además, en plenitud. Todo esto se nos da
en Jesús.
- De nuevo, el desear ser atraídos por él y escuchar con docilidad su
palabra, es el camino para alcanzar la comunión plena con Jesús y con ello la
felicidad duradera. El que se alimenta de Jesús-pan, tiene vida y la tiene en
abundancia. Es la gran propuesta que sigo recibiendo en este tiempo pascual. Desear,
escuchar, y así entrar en comunión. ¡No lo olvidemos, por favor!
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