miércoles, 25 de abril de 2012

Pan vivo


JUEVES, día 26
 Hechos de los Apóstoles 8, 26-40

“... El ángel del Señor le dijo a Felipe: Ponte en camino hacia el sur... Se puso en camino y de pronto vio venir a un etíope; era un eunuco... sentado en su carroza, leyendo al profeta Isaías... Felipe se acercó, le oyó leer al profeta Isaías, y le preguntó: ¿Entiendes lo que estás leyendo? Contestó: ¿Y cómo voy a entenderlo, si nadie me guía? Invitó a Felipe a subir y a sentarse con él... ¿Qué dificultad hay en que me bautice? Felipe le contestó: Si crees de todo corazón, se puede. Respondió el eunuco: Creo que Jesús es el Hijo de Dios...”
  
CLAVES para la LECTURA
 - Lucas prosigue su esmerada presentación de la difusión del Evangelio a grupos cada vez más alejados del judaísmo oficial. Tras los samaritanos nos encontramos con un representante de la diáspora, probablemente alguien que no era judío desde el punto de vista étnico y que, sin embargo, formaba parte de la comunidad judía en calidad de “prosélito”. Se trata de un etíope; por consiguiente, viene de lejos y llevará lejos el Evangelio. Es un eunuco, alguien que, para el Deuteronomio, no puede ser admitido en la comunidad del Señor, aunque para Isaías ya no será excluido. Es un personaje influyente y rico, puesto que dispone de medios para realizar un largo viaje con todo su equipamiento y cuenta con la posibilidad de disponer de un costoso rollo manuscrito de la Biblia.

- Dios, a través de su ángel, le envía a este personaje a Felipe, y por medio del Espíritu le guía hacia la obra que debe llevar a cabo. La ocasión se la brinda la Sagrada Escritura, mientras que la mediación es apostólica. A partir de la profecía de Isaías sobre el Siervo de Yahvé lleva a cabo Felipe su misión salvífica de predicador del Evangelio, abriendo los ojos a la inteligencia plena de la Escritura.

- El eunuco plantea con claridad la gran pregunta de siempre desde los orígenes: Te ruego que me digas de quién dice esto el profeta, ¿de sí mismo o de algún otro?. Con la mediación eclesial y la gracia de Dios es posible disipar la duda de quien, pensativa aunque sinceramente, va buscando la verdad. Al don de la fe le sigue el bautismo, y de ambos brota la salvación.
  
CLAVES para la VIDA
 - Muy probablemente nos encontramos ante una catequesis de iniciación cristiana: el anuncio de Jesús, la fe, la celebración sacramental y la vida cristiana; esto es, evangelización, conversión, Sacramento, vida. Ahí está descrito el proceso, que en este caso lo lleva a cabo el diácono Felipe: partiendo de un texto del Antiguo Testamento en torno al Siervo de Jahvé, le da a conocer a Jesús como el Mesías, el Siervo y Salvador. El eunuco recibe el bautismo y sigue su camino.

- Sin duda, es una buena muestra del proceso evangelizador que se llevaba a cabo y que, también hoy, puede tener validez: desde una simple curiosidad (en el personaje del relato), ayudarle a que se encuentre en plenitud con Cristo Jesús y a que le acepte en su vida. Eso es lo que hace que cambie profundamente todo en él, y continuó alegre su camino (v. 39): ésa es la consecuencia.

- Este relato de la primera comunidad cristiana nos interroga sobre el talante evangelizador, hoy, desde mi vida, desde mi estilo, desde mis actitudes. ¿Cómo ayudar a las personas a ese “encuentro” con el Señor Jesús, aunque el punto de partida sea simplemente una “curiosidad”? O... ¿simplemente vivo “a la defensiva”, encerrado en mis “trincheras”?
  
Evangelio: Juan 6, 44-51
 “... Nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día... Os lo aseguro: el que cree, tiene vida eterna... Yo soy el pan de la vida... Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para vida del mundo...”
  
CLAVES para la LECTURA
 - Las anteriores revelaciones de Jesús sobre su origen divino -Yo soy el pan de vida (v. 35) y Yo he bajado del cielo (v. 38)- habían provocado el disentimiento y la protesta entre la muchedumbre, que murmura y se vuelve hostil. Resulta demasiado duro superar el obstáculo del origen humano en Cristo y reconocerlo como Dios (v. 42). Jesús evita entonces una inútil discusión con los judíos y les ayuda a reflexionar sobre la dureza de su corazón, enunciando las condiciones necesarias para creer en él.
 - La primera es ser atraídos por el Padre (v. 44), don y manifestación del amor de Dios por la humanidad. Nadie puede ir a Jesús si no es atraído por el Padre. La segunda condición es la docilidad a Dios (v. 45a). Los hombres deben darse cuenta de la acción salvífica de Dios respecto al mundo. La tercera condición es escuchar al Padre (v. 45b). De la enseñanza interior del Padre y de la vida de Jesús es de donde brota la fe obediente del creyente en la Palabra del Padre y del Hijo.

- Escuchar a Jesús significa ser enseñados por el Padre mismo. Con la venida de Jesús queda abierta la salvación a todo el mundo; ahora bien, la condición esencial que se requiere es dejarse atraer por él, escuchando con docilidad la Palabra de vida. Aquí es donde el evangelista precisa la relación entre la fe y la vida eterna, principio que resume toda regla para acceder a Jesús. Sólo el hombre que vive en comunión con Jesús se realiza y se abre a una vida duradera y feliz. Sólo “quien come” de Jesús-pan no muere. Jesús, pan de vida, dará la inmortalidad a quien se alimenta de él, a quien, en la fe, interioriza su Palabra y asimila su vida.
  
CLAVES para la VIDA
 - Este discurso en la sinagoga de Cafarnaún continúa progresando hacia su plenitud: la fe en Jesús es como condición para la vida: os lo aseguro, el que cree tiene vida eterna (v. 47). Pero hoy se le añade un nuevo elemento que tiene una importancia singular: nadie puede venir a mí si el Padre que me ha enviado no le atrae (v. 44). Por lo tanto, el amor de Dios como don en favor de la humanidad está presente: una vez más se pone de manifiesto cuál es el proyecto de Dios; no entenderlo, es no aceptar la “clave de entrada” al misterio de la salvación.

- La respuesta, por parte del hombre, a ese don de Dios es la docilidad, desde la decisión personal y desde la libertad. De aquí nace el deseo de “escuchar” al Padre como la forma de modelar la propia vida a sus planes y proyectos, que siempre son de vida y, además, en plenitud. Todo esto se nos da en Jesús.

- De nuevo, el desear ser atraídos por él y escuchar con docilidad su palabra, es el camino para alcanzar la comunión plena con Jesús y con ello la felicidad duradera. El que se alimenta de Jesús-pan, tiene vida y la tiene en abundancia. Es la gran propuesta que sigo recibiendo en este tiempo pascual. Desear, escuchar, y así entrar en comunión. ¡No lo olvidemos, por favor!

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