DOMINGO, día 24:
NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA
Isaías 49, 1-6
“Escuchadme,
islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó
en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre...”
CLAVES para la LECTURA
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El Siervo de Yahvé alza la voz pidiendo que se le escuche atentamente, incluso
los más lejanos (v. 1a): su misión deberá llegar hasta el confín de la tierra
(v. 6b). Nos cuenta su historia, sintetizándola en ciertos momentos capitales:
la vocación en los orígenes de su vida, poniendo de manifiesto el designio de
Dios; es él quien forma a su elegido como instrumento adecuado, al que le
reserva un encargo concreto: proclamar con eficacia la palabra (vv 1s); a
continuación, el oráculo con el que el Señor le confirma en su identidad (v.
3a) y su misión (v. 3b).
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En un primer momento, la misión acaba en un fracaso, y la inutilidad de la
fatiga pesa en el corazón del Siervo. Formado desde el seno materno para reunir
y convertir su pueblo al Señor (v. 5), experimenta el cansancio pero sabe reconocer
que Dios lleva su causa, estima y recompensa a su obrero (v. 4). La estima que
el Señor le manifiesta es la fuerza que le infunde (v. 5b), fortaleciendo al
Siervo, que acoge y pronuncia un nuevo oráculo de Dios: la hora de la prueba y
el fracaso no acaba con su actividad profética, sino que es instrumento para
dilatar sin límites la irradiación de su mensaje.
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La misión del Siervo será universal: por medio de él, convertido en luz de las
naciones, Dios quiere llegar con el don de su salvación a los últimos confines
de la tierra (v. 6).
CLAVES para la VIDA
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Nos encontramos en el segundo “canto del Siervo” en el libro de Isaías. Aquí se
nos describe la historia personal que vive el profeta: él se siente llamado y
escogido por Dios y convertido por él en instrumento adecuado para realizar y
llevar a cabo la misión; la misión consiste en ser luz de las naciones y llevar
la salvación de Dios hasta los confines. Ésta es su garantía: que el mismo Dios
le ha enviado y Él será su recompensa.
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Pero esta misión no va a ser nada fácil: en este segundo canto aparece el
contrapunto de la oposición (que en el primero no aparecía). El Siervo, pues,
no tendrá éxitos fáciles, sino que tendrá cansancios y desánimos. Solo lo
salvará la confianza en Dios: “Mi salario lo
tenía mi Dios”.
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Con esta “presentación”, no nos resulta difícil acercarnos a la figura de Jesús
y a cuanto vivió de cerca y en su propia vida, como también lo han vivido otros
testigos, a través de los tiempos. Hoy se nos recuerda a Juan el Bautista, en
la fiesta de su nacimiento. Participar en esta “ESCUELA”, es una manera ideal
de aprender, en vivo, a ser discípulo y, como tal, también enviado (como el
Siervo) a anunciar la
Buena Nueva de Dios. También, hoy, la experiencia de
frustración y de fracaso puede estar presente; no lo podemos olvidar.
Hechos de los Apóstoles
13, 22-26
“... De
su descendencia, según lo prometido, sacó Dios un Salvador para Israel: Jesús.
Juan, antes de que él llegara, predicó a todo el pueblo de Israel un bautismo
de conversión; y cuando estaba para acabar su vida, decía... Yo no soy quien
pensáis, sino que viene detrás de mí uno a quien no merezco desatarle las
sandalias... Hermanos, descendientes de Abrahán y todos los que teméis a Dios:
a vosotros se os ha enviado este mensaje de salvación...”
CLAVES para la LECTURA
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Nos encontramos en un contexto concreto: el grupo misionero se dirige a los
judíos. Es éste un discurso programático de Pablo y contiene las líneas
maestras de la predicación de Pablo en la sinagoga. Los
responsables de la sinagoga, una vez finalizadas las lecturas de costumbre,
invitan a los misioneros a dirigir a Israel una exhortación homilética. En
lugar de tomar la
palabra Bernabé , el Exhortador por excelencia es Pablo quien
pronuncia la alocución a Israel y a los simpatizantes.
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La primera parte del discurso (17-25) discurre por la historia de Israel y
desemboca en la figura del rey David. En conformidad con la tradición judía (2
Samuel 7, 12) presenta a Jesús como Mesías liberador, sucesor de David. Para
darlo a conocer a sus oyentes, apela a la figura del Bautista y a su papel de
precursor del Mesías (v. 24s).
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Una importancia singular concede al Bautista, tanto a su actividad como a su
testamento. Enviado a “todo el pueblo de
Israel” (éste es un nuevo acento) como precursor y heraldo de un
bautismo de “arrepentimiento”. Y de su testamento cita una frase que se lee con
leves variantes aquí y en los cuatro evangelios: “no soy
yo quien pensáis, sino que viene detrás de mí uno a quien no merezco desatarle
las sandalias” (v.
25).
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Y desde esta introducción, Pablo pasa al tema cristológico: a los judíos
presentes, les llama “linaje de Abrahán”, pero ahora el mensaje de salvación se
ofrece a todos, aunque se ofrezca en el marco de la sinagoga, lugar de
encuentro y que posibilita el escuchar un nuevo mensaje.
CLAVES para la VIDA
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Una vez más y como lo hemos podido comprobar en el tiempo pascual, la joven Iglesia se
abre a otros campos y aún sirviéndose de
marcos procedentes del judaísmo, Pablo y Bernabé, con valentía y valor, ofrecen
el nuevo mensaje de salvación que se nos da por medio de Jesús. Las promesas y
las esperanzas de Israel se han cumplido en Jesús de Nazaret, a quien Dios ha
resucitado de entre los muertos. Mensaje NUEVO y que hace nuevas todas las
cosas.
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Impresiona, también en esta ocasión, cómo Pablo y los misioneros se sirven de
las “viejas” instituciones, como la sinagoga, para anunciar la Buena Nueva que nos
llega por medio de Jesús. El apóstol, arrancando de las raíces de la fe judía,
presenta la novedad que nos brinda el Mesías Salvador. La figura de Juan, como
precursor y preparando el camino del Salvador, se nos propone como modelo en
esta su fiesta.
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Juan cierra la puerta de las esperanzas para presentar la cercanía del que ofrece
la novedad plena y total. Esta fiesta del Bautista es una buena oportunidad
para volver a ASUMIR nuestra condición de ser quienes “apuntan” hacia aquél, al
único que puede salvar: JESÚS de NAZARET.
Evangelio: Lucas 1,
57-66. 80
“... A
Isabel se le cumplió el tiempo y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y
parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia y la felicitaban. A los
ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como su padre.
La madre intervino diciendo: ¡No! Se va a llamar Juan...”
CLAVES para la LECTURA
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El evangelio de Lucas, realizando la profecía de Malaquías en la figura del
Bautista, nos describe dos episodios de su nacimiento: la participación de los
parientes y vecinos que se alegran con Isabel por su parto (vv. 57-58) y la
circuncisión del niño al octavo día con la imposición del nombre (vv. 59-66).
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El evangelista subrayando algunos elementos, advierte en este acontecimiento y
en la imposición del nombre, la intervención prodigiosa y misericordiosa de
Dios actuando en la vida del pequeño: la alegría de todos por el acontecimiento
inesperado (v. 58); el significado del nombre “Juan” = “Dios favorece y actúa
con misericordia”, nombre rico en promesas futuras; el asombro mezclado por un temor
respetuoso y la divulgación de la noticia (v. 65); Zacarías que recobra el
habla; la reacción misma de la gente: “¿Qué va a ser de
este niño?”, y el evangelista que concluye: “El
Señor estaba con él” (v. 66).
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Esta narración del nacimiento del Bautista anuncia ya maduros los tiempos
nuevos de la venida del Mesías. Lo importante será acogerlo como hizo él y
descubrir la novedad radical que supone este acontecimiento.
CLAVES para la VIDA
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La lectura de estos relatos para nosotros es que ha llegado ya la plenitud de
los tiempos y Dios empieza a actuar de forma directa y concreta. Toda la
historia de salvación, ha alcanzado ya la cumbre: Dios va a realizar ya el plan
trazado desde antiguo y anunciado por los mejores mensajeros. Juan es el
precursor inmediato.
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Aceptar a este Dios-amor, como el mismo Jesús nos enseñó, significa entrar en
los caminos de Dios, fiarnos de su paternidad divina, que nos hace libres y nos
restituye la dignidad de auténticos hijos; significa dejarnos conducir por su
Espíritu, sin poner obstáculos a la acción interior y gratuita del mismo Dios.
Ésta es la plenitud de los tiempos que se nos anuncia y a la que se nos
convoca.
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Estar vigilante en nuestro caminar para reconocer a los mensajeros que invitan
a esa acogida al Dios-amor, es una ACTITUD a cuidar y a vivir. Y tener un
corazón libre y sensible al Espíritu para encontrar al Dios cercano que se hace
compañero de camino, es una necesidad para nuestro ser de creyentes. ¿De
acuerdo, hermano/a?
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