miércoles, 20 de junio de 2012


JUEVES, día 21


Eclesiástico 48, 1-15
“... Surgió Elías, un profeta como un fuego, cuyas palabras eran horno encendido... Escuchaste en Sinaí amenazas y sentencias vengadoras en Horeb. Un torbellino te arrebató a la altura, tropeles de fuego hacia el cielo... Elías fue arrebatado en el torbellino y Eliseo recibió dos tercios de su espíritu. En vida hizo múltiples milagros y prodigios con sólo decirlo; en vida no temió a ninguno, nadie pudo sujetar su espíritu; no hubo milagro que lo excediera: bajo él revivió la carne; en vida hizo maravillas y en muerte, obras asombrosas...”

CLAVES para la LECTURA
- Relacionados estrechamente entre sí, Elías y Eliseo son las dos figuras religiosas que se destacan con más relieve en el s. IV a. J. C. Uno después de otro, los dos ejercen el ministerio en el reino del norte en un momento crítico para el yahvismo.
- Elías podría ser calificado como el profeta del fuego. Por lo menos una media docena de veces aparece esta palabra o algún sinónimo equivalente en nuestra lectura. Y en realidad toda la persona y la actividad de Elías se queman en un celo ardiente por la causa del yahvismo. La figura de Elías es una de las que el Eclesiástico evoca con más cariño, según se refleja incluso en la forma literaria. La situación religiosa que vivía Ben Sirá era muy similar a la del s. IX a. C.; de ahí que el recuerdo de Elías y su vida al servicio de la ortodoxia yahvista era un llamamiento implícito a los acontecimientos contemporáneos.
- El Eclesiástico recuerda brevemente una docena de episodios de la vida de Elías: el hambre, la célebre sequía; su estancia en el monte Carmelo; fue arrebatado al cielo en carro de fuego... El elogio de Elías se termina con un llamamiento a la esperanza mesiánica. La versión griega parece pensar también en la esperanza en la bienaventuranza futura. Pero esta esperanza no se armoniza con el resto del libro, que desconoce todavía los dogmas de ultratumba.
- El espíritu de Elías fue heredado por su discípulo Eliseo, célebre por su actividad taumatúrgica. Firme e intrépido, Eliseo no se dejó intimidar ni dominar por nadie ni siquiera por los príncipes. En este aspecto también Eliseo, no sólo Elías, presagia la figura del Bautista, que no se amilana ante las amenazas de Herodes. Esta alusión a los príncipes subraya, asimismo, la intervención de Eliseo en los asuntos políticos del reino. En esto se distingue de Elías, que se centró más en lo moral y religioso. Nada había imposible para Eliseo. Su eficacia profética y taumatúrgica continuó activa, incluso después de su muerte (2 Re 13, 20-21). Para encuadrar en su contexto lo que el Eclesiástico dice de Eliseo es necesario leer 2 Re 2-13.
 CLAVES para la VIDA
- La sabiduría popular en Israel (en ocasiones) viene a iluminar hechos históricos, e incluso personajes. Es el caso de hoy, al concluir el “ciclo de Elías”: el libro del Sirácida (el Eclesiástico) muestra su admiración por este gran personaje, que no escribió ningún libro, pero fue un recio profeta de acción. En esa alabanza, incluye también a Eliseo, su sucesor: ambos vivieron en períodos de crisis profunda y supieron hacer frente a la pérdida de la fe del pueblo elegido.
- Sus mismos nombres indican lo que pretendieron ser y por ello son alabados. “Elías”, cuyo nombre significa, “el Señor es mi Dios”: todas sus fuerzas al servicio de ese Dios y de sus derechos, en unos momentos muy concretos y difíciles; el mismo Dios cuidará de él y, a pesar de los desánimos del profeta, Dios sigue contando con él. “Eliseo”, que significa “Dios salva”, y él, su profeta, será presencia eficaz de esa salvación de Dios, obrando signos prodigiosos por la fuerza del mismo Dios.
- Contemplar estos personajes, lo que el sentir y la sabiduría del pueblo ha captado de ellos y proclamado a través de los tiempos, es una forma de acercarnos a su estilo de vida y a su mensaje, y así descubrir la constante fidelidad de Dios, y su respuesta -con su actuación profética- a ese proceder de Dios. Nosotros compartimos la misión profética. ¿Soy consciente de ello? ¿Lo cuido y lo alimento con esmero?

Evangelio: Mateo 6, 7-15
“... Cuando recéis no uséis muchas palabras como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se lo pidáis. Vosotros rezad así: Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno...”

CLAVES para la LECTURA
- En el marco del evangelio de Mateo, el pasaje evangélico de hoy se encuentra insertado entre las perícopas presentadas en el leccionario para el día de ayer y precisamente como continuación y ejemplificación de la oración secreta. La oración peculiar de los discípulos de Jesús es el Padre nuestro.
- Mateo recoge la fórmula más larga, acogida en la liturgia y ofrecida espontáneamente por el Maestro. Lucas (11, 1-4) transmite una fórmula más reducida, entregada por Jesús a petición de alguno de los discípulos, probablemente seducido por el ejemplo del Maestro, que se había retirado a orar. Esta ubicación configura una interpretación del hecho: la oración del Padre nuestro es un don de Jesús y una necesidad de los discípulos.
- La visión sinóptica de ambas fórmulas mueve a reflexiones y comentarios inmediatos:

Mateo                                                                      Lucas

Padre nuestro, que estás en el cielo,                       Padre
santificado sea tu nombre;                             santificado sea tu nombre
venga tu Reino;                                                   venga tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo;
danos hoy el pan que necesitamos;            danos cada día el pan que                                                                                          necesitamos
perdónanos nuestras ofensas,                      perdónanos nuestros pecados,
como también nosotros perdonamos        porque también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;                                      a todo el que nos ofende,
no nos dejes caer en la tentación                  no nos dejes caer en la tentación.
y líbranos del mal.
- El Padre nuestro se presenta, antes que nada, como la fórmula de alianza en la que están recogidos todos los compromisos que el hombre está llamado a asumir (santificación del nombre, edificación del Reino y cumplimiento de la voluntad divina) y los dones que recibe (pan de vida, remisión de los pecados, liberación del maligno). En segundo lugar, los modos verbales típicos, intraducibles a las lenguas modernas, indican que los designios divinos ensalzan su cumplimiento absoluto e incondicional, aunque su traducción a la vida real de los hombres a lo largo de la historia puede sufrir desmentidos y retrasos.
 CLAVES para la VIDA
- En el mismo marco del Sermón de la Montaña y como una concreción de la ORACIÓN, hoy nos ofrece el PADRE NUESTRO, que podemos considerar como un resumen de la espiritualidad, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento: Dios es Padre, y su reino y voluntad es el objetivo máximo; mostrar nuestro deseo de sintonizar con Él es la actitud más profunda y filial. Y es a partir de ahí cuando adquiere toda su validez el mostrarle las necesidades: el pan de cada día, el perdón de las faltas, la fuerza para no caer y vencer el mal.
- Y es que el núcleo de toda esta espiritualidad la encontramos en el mismo Jesús: abierto siempre a su Padre y a su voluntad como lo más grande que se puede vivir. Y, a partir de ahí, hacer realidad su Reino en todo lo que supone y a favor de los hermanos. Esta oración expresa, pues, el compromiso vital y radical del mismo Jesús: a esa misma espiritualidad invita y “fuerza” a sus seguidores.
- Y aquí nos encontramos nosotros, hoy, volviendo a escuchar la inmensa propuesta de Jesús, recogida en esta plegaria: todo un estilo de ser y de vivir; toda una forma de plantear las cosas y de relacionarnos. Porque ahí mismo se dice: Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas (v. 14): ¡Está claro! ¡Casi suena a “amenaza”! Al menos, sí a “condición”. ¿Qué eco tiene en ti, en mí? ¿Acaso nos habremos “acostumbrado” a su rezo y por ello no supone una fuerte llamada para mí, para nosotros?

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