sábado, 23 de junio de 2012


DOMINGO, día 24:
NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA


Isaías 49, 1-6

“Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre...”

 CLAVES para la LECTURA
 - El Siervo de Yahvé alza la voz pidiendo que se le escuche atentamente, incluso los más lejanos (v. 1a): su misión deberá llegar hasta el confín de la tierra (v. 6b). Nos cuenta su historia, sintetizándola en ciertos momentos capitales: la vocación en los orígenes de su vida, poniendo de manifiesto el designio de Dios; es él quien forma a su elegido como instrumento adecuado, al que le reserva un encargo concreto: proclamar con eficacia la palabra (vv 1s); a continuación, el oráculo con el que el Señor le confirma en su identidad (v. 3a) y su misión (v. 3b).
- En un primer momento, la misión acaba en un fracaso, y la inutilidad de la fatiga pesa en el corazón del Siervo. Formado desde el seno materno para reunir y convertir su pueblo al Señor (v. 5), experimenta el cansancio pero sabe reconocer que Dios lleva su causa, estima y recompensa a su obrero (v. 4). La estima que el Señor le manifiesta es la fuerza que le infunde (v. 5b), fortaleciendo al Siervo, que acoge y pronuncia un nuevo oráculo de Dios: la hora de la prueba y el fracaso no acaba con su actividad profética, sino que es instrumento para dilatar sin límites la irradiación de su mensaje.
- La misión del Siervo será universal: por medio de él, convertido en luz de las naciones, Dios quiere llegar con el don de su salvación a los últimos confines de la tierra (v. 6).

 CLAVES para la VIDA
 - Nos encontramos en el segundo “canto del Siervo” en el libro de Isaías. Aquí se nos describe la historia personal que vive el profeta: él se siente llamado y escogido por Dios y convertido por él en instrumento adecuado para realizar y llevar a cabo la misión; la misión consiste en ser luz de las naciones y llevar la salvación de Dios hasta los confines. Ésta es su garantía: que el mismo Dios le ha enviado y Él será su recompensa.
- Pero esta misión no va a ser nada fácil: en este segundo canto aparece el contrapunto de la oposición (que en el primero no aparecía). El Siervo, pues, no tendrá éxitos fáciles, sino que tendrá cansancios y desánimos. Solo lo salvará la confianza en Dios: “Mi salario lo tenía mi Dios”.
- Con esta “presentación”, no nos resulta difícil acercarnos a la figura de Jesús y a cuanto vivió de cerca y en su propia vida, como también lo han vivido otros testigos, a través de los tiempos. Hoy se nos recuerda a Juan el Bautista, en la fiesta de su nacimiento. Participar en esta “ESCUELA”, es una manera ideal de aprender, en vivo, a ser discípulo y, como tal, también enviado (como el Siervo) a anunciar la Buena Nueva de Dios. También, hoy, la experiencia de frustración y de fracaso puede estar presente; no lo podemos olvidar.

 Hechos de los Apóstoles 13, 22-26

“... De su descendencia, según lo prometido, sacó Dios un Salvador para Israel: Jesús. Juan, antes de que él llegara, predicó a todo el pueblo de Israel un bautismo de conversión; y cuando estaba para acabar su vida, decía... Yo no soy quien pensáis, sino que viene detrás de mí uno a quien no merezco desatarle las sandalias... Hermanos, descendientes de Abrahán y todos los que teméis a Dios: a vosotros se os ha enviado este mensaje de salvación...”


CLAVES para la LECTURA
 - Nos encontramos en un contexto concreto: el grupo misionero se dirige a los judíos. Es éste un discurso programático de Pablo y contiene las líneas maestras de la predicación de Pablo en la sinagoga. Los responsables de la sinagoga, una vez finalizadas las lecturas de costumbre, invitan a los misioneros a dirigir a Israel una exhortación homilética. En lugar de tomar la palabra Bernabé, el Exhortador por excelencia es Pablo quien pronuncia la alocución a Israel y a los simpatizantes.
- La primera parte del discurso (17-25) discurre por la historia de Israel y desemboca en la figura del rey David. En conformidad con la tradición judía (2 Samuel 7, 12) presenta a Jesús como Mesías liberador, sucesor de David. Para darlo a conocer a sus oyentes, apela a la figura del Bautista y a su papel de precursor del Mesías (v. 24s).
- Una importancia singular concede al Bautista, tanto a su actividad como a su testamento. Enviado a “todo el pueblo de Israel” (éste es un nuevo acento) como precursor y heraldo de un bautismo de “arrepentimiento”. Y de su testamento cita una frase que se lee con leves variantes aquí y en los cuatro evangelios: “no soy yo quien pensáis, sino que viene detrás de mí uno a quien no merezco desatarle las sandalias” (v. 25).
- Y desde esta introducción, Pablo pasa al tema cristológico: a los judíos presentes, les llama “linaje de Abrahán”, pero ahora el mensaje de salvación se ofrece a todos, aunque se ofrezca en el marco de la sinagoga, lugar de encuentro y que posibilita el escuchar un nuevo mensaje.
  
CLAVES para la VIDA
 - Una vez más y como lo hemos podido comprobar en el tiempo pascual, la joven Iglesia se abre a otros campos y aún sirviéndose de marcos procedentes del judaísmo, Pablo y Bernabé, con valentía y valor, ofrecen el nuevo mensaje de salvación que se nos da por medio de Jesús. Las promesas y las esperanzas de Israel se han cumplido en Jesús de Nazaret, a quien Dios ha resucitado de entre los muertos. Mensaje NUEVO y que hace nuevas todas las cosas.
- Impresiona, también en esta ocasión, cómo Pablo y los misioneros se sirven de las “viejas” instituciones, como la sinagoga, para anunciar la Buena Nueva que nos llega por medio de Jesús. El apóstol, arrancando de las raíces de la fe judía, presenta la novedad que nos brinda el Mesías Salvador. La figura de Juan, como precursor y preparando el camino del Salvador, se nos propone como modelo en esta su fiesta.
- Juan cierra la puerta de las esperanzas para presentar la cercanía del que ofrece la novedad plena y total. Esta fiesta del Bautista es una buena oportunidad para volver a ASUMIR nuestra condición de ser quienes “apuntan” hacia aquél, al único que puede salvar: JESÚS de NAZARET.
  
Evangelio: Lucas 1, 57-66. 80

“... A Isabel se le cumplió el tiempo y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como su padre. La madre intervino diciendo: ¡No! Se va a llamar Juan...”
  
CLAVES para la LECTURA
 - El evangelio de Lucas, realizando la profecía de Malaquías en la figura del Bautista, nos describe dos episodios de su nacimiento: la participación de los parientes y vecinos que se alegran con Isabel por su parto (vv. 57-58) y la circuncisión del niño al octavo día con la imposición del nombre (vv. 59-66).
- El evangelista subrayando algunos elementos, advierte en este acontecimiento y en la imposición del nombre, la intervención prodigiosa y misericordiosa de Dios actuando en la vida del pequeño: la alegría de todos por el acontecimiento inesperado (v. 58); el significado del nombre “Juan” = “Dios favorece y actúa con misericordia”, nombre rico en promesas futuras; el asombro mezclado por un temor respetuoso y la divulgación de la noticia (v. 65); Zacarías que recobra el habla; la reacción misma de la gente: “¿Qué va a ser de este niño?”, y el evangelista que concluye: “El Señor estaba con él” (v. 66).
- Esta narración del nacimiento del Bautista anuncia ya maduros los tiempos nuevos de la venida del Mesías. Lo importante será acogerlo como hizo él y descubrir la novedad radical que supone este acontecimiento.

CLAVES para la VIDA
 - La lectura de estos relatos para nosotros es que ha llegado ya la plenitud de los tiempos y Dios empieza a actuar de forma directa y concreta. Toda la historia de salvación, ha alcanzado ya la cumbre: Dios va a realizar ya el plan trazado desde antiguo y anunciado por los mejores mensajeros. Juan es el precursor inmediato.
- Aceptar a este Dios-amor, como el mismo Jesús nos enseñó, significa entrar en los caminos de Dios, fiarnos de su paternidad divina, que nos hace libres y nos restituye la dignidad de auténticos hijos; significa dejarnos conducir por su Espíritu, sin poner obstáculos a la acción interior y gratuita del mismo Dios. Ésta es la plenitud de los tiempos que se nos anuncia y a la que se nos convoca.
- Estar vigilante en nuestro caminar para reconocer a los mensajeros que invitan a esa acogida al Dios-amor, es una ACTITUD a cuidar y a vivir. Y tener un corazón libre y sensible al Espíritu para encontrar al Dios cercano que se hace compañero de camino, es una necesidad para nuestro ser de creyentes. ¿De acuerdo, hermano/a?

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