martes, 5 de junio de 2012


MIÉRCOLES, día 6


2 Timoteo 1, 1-3. 6-12
“... No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor y por mí, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé. Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque antes de la creación, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado por medio del Evangelio, al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal...”

            CLAVES para la LECTURA
- La segunda Carta a Timoteo parece ser que fue la última que escribió Pablo antes de morir. En consecuencia, tiene todo el sabor de un auténtico «testamento espiritual» en el que se respira una trémula, aunque también serenísima, espera del final inminente. Pablo está en la cárcel y escribe en unos términos apesadumbrados a Timoteo, su discípulo predilecto, por el que ora noche y día, y le aconseja que «reavive» (literalmente, «atice») el don de Dios.
- En el pasaje de hoy, tras el saludo (vv. 1-3), viene una primera parte (vv. 6-12, aunque continúa hasta 2, 13), en la que Pablo exhorta a Timoteo a luchar y a sufrir por el Evangelio. Para Pablo, la «Buena Noticia» es «la promesa de la vida que está en Jesucristo» (v. 1), «que ha destruido la muerte y ha hecho irradiar la vida y la inmortalidad» (v. 10). El apóstol es un hombre elegido por Dios para llevar al mundo este evangelio de la vida no con «un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de ponderación».
- A causa de este anuncio, debe esperarse la hostilidad del mundo, hasta el punto de verse privado de la misma libertad. Pablo no se avergüenza de ello e invita a Timoteo a no avergonzarse de sus cadenas; éstas son el precio del testimonio fiel, de la vocación santa, de la gracia otorgada en Cristo Jesús y revelada ahora en el misterio de su encarnación. Constituyen el signo paradójico de una libertad nueva, la que nace de la fe en él y de la certeza de su fidelidad hasta el último día, el día en el que la vida destruirá a la muerte para siempre.
             CLAVES para la VIDA
- Durante cuatro días, se nos ofrece este testimonio lleno de energía del gran apóstol, que abandonado de todos y casi a las puertas ya del sacrificio supremo de su vida, no desaprovecha -a pesar del cansancio- la oportunidad de anunciar lo que él siente como lo primordial y esencial: la promesa de vida que está en Jesucristo (v. 10). Es la profunda convicción de este testigo cualificado.
- Desde lo que él ha vivido y siente, invita a su discípulo querido, a que avive el fuego de la gracia (v. 6) para que no se acobarde ante las situaciones que le van a tocar vivir. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio (v. 8): toda una actitud a vivir, como el mismo Pablo ha vivido, incluso en esta situación de prisión y de limitación. Sé de quién me he fiado será la conclusión de este inmenso apóstol y luchador hasta el final.
- ¡Todo un cuadro y un espejo donde poderme mirar el de este apóstol, grande donde los haya!.. A lo largo de su vida, ha entregado todo y ahora, en el momento cumbre, también. ¡Vaya lección!.. Ante esas actitudes de abandono, productos del cansancio y de la dificultad... ahí está el apóstol, “provocándome” a lo mejor, hasta la entrega final. ¡Casi nada!..

Evangelio: Marcos 12, 18-27
“... Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero no hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano... Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección y vuelvan a la vida, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella. Jesús les respondió: Estáis equivocados, porque no entendéis la Escritura ni el poder de Dios. Cuando resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán: serán como ángeles del cielo...”
             CLAVES para la LECTURA
- Los saduceos -que tenían la mayoría de sus seguidores en las filas de la aristocracia sacerdotal- se distinguían de los fariseos, desde el punto de vista religioso, en dos temas: en primer lugar, negaban todo valor a las tradiciones -a las que los fariseos, en cambio, estaban muy apegados- y afirmaban que sólo era vinculante la Ley escrita; y, en segundo lugar, negaban la resurrección de los muertos, citando a este respecto algunos textos bíblicos, como por ejemplo Gn 3, 19 («eres polvo y al polvo volverás»). En este último punto echaban mano también de la ironía (vv. 19-23): si una mujer se ha casado con siete maridos, ¿de quién será la esposa en la resurrección? Los fariseos, sin embargo, afirmaban la resurrección, citando también ellos textos bíblicos muy conocidos, como por ejemplo Ez 37, 8 y Job 10, 11.
- Arrastrado a la discusión, Jesús -como de costumbre- no se deja encerrar en los términos en que se planteaba el debate: los rompe, los hace estallar desde dentro. La resurrección está afirmada en la Escritura -y de ahí que los saduceos cometan un grave error al negarla-, pero no es cuestión de citar un texto u otro. Para Jesús, hemos de captar la Escritura en su centro, allí donde atestigua que Dios es el Dios de los vivos, el Dios de la vida y no de la muerte (Ex 3, 6).
- Ésta es la razón que autoriza la fe en la resurrección: Dios es fiel y ama la vida, y no se puede pensar que haya creado al hombre con sed de vida para abandonarlo, después, a la muerte. Hasta aquí, la respuesta de Jesús va contra los saduceos. Pero -en parte- va también contra los fariseos, porque algunos de ellos concebían la resurrección en unos términos supersticiosos, materiales, prestándose así a la ironía de los saduceos. La vida de los resucitados -declara Jesús- no tiene que ser pensada según los esquemas de este mundo presente. Se trata de una vida diferente: «Ni ellos ni ellas se casarán».
             CLAVES para la VIDA
- En ese nuevo intento de atrapar en sus “redes” al joven rabí, sus enemigos se encuentran con un mensaje nuevo y que supera de forma absoluta sus miras pobres e interesadas. El anuncio fundante de la nueva situación es que Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos (v. 27), y desde la opción definitiva de ese Dios, nuestro destino es la vida. Es la convicción de Jesús y su anuncio para cada una de las criaturas.
- Ante ese misterio de la muerte, la luz que la ilumina es Jesús mismo: Yo soy la resurrección y la vida: el que crea en mí no morirá para siempre (Jn 11, 26). Aún sin saber el “cómo” concreto, el “modo” de esa nueva realidad y situación, el destino es la VIDA, es vivir con Dios, participando de la vida pascual de Cristo, nuestro Hermano. Ésta es la gran revelación de Jesús y, por eso, es Buena Noticia para nosotros.
- En mi caminar por la vida y en mi seguimiento de Jesús, es importante poder ESCUCHAR mensajes como éste de hoy: mi destino definitivo es la VIDA (como también nos expresaba el apóstol, Pablo, en la primera lectura). Abrirme a la vida, hacerla crecer y más plena... ¡todo un RETO, también, hoy, para mí! Y... ¿para ti, hermano/a?

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