MIÉRCOLES, día
20
2
Reyes, 2, 1. 6-14
“... Cuando el Señor iba a arrebatar a
Elías al cielo en el torbellino, Elías y Eliseo se marcharon de Guigal... Los
dos se detuvieron frente al Jordán; Elías cogió su manto, lo enrolló, golpeó el
agua, el agua se dividió por medio, y así pasaron ambos a pie enjuto...
Mientras ellos seguían conversando por el camino, los separó un carro de fuego
con caballos de fuego, y Elías subió al cielo en el torbellino... Eliseo
recogió el manto que se le había caído a Elías, se volvió y se detuvo a la
orilla del Jordán; y, agarrando el manto de Elías, golpeó el agua, diciendo:
¿Dónde está el Dios de Elías, dónde? Golpeó el agua, el agua se dividió por
medio y Eliseo cruzó...”
CLAVES para la
LECTURA
- Después de haber hablado de los sucesores inmediatos de Ajab y de los
últimos acontecimientos de Elías, el Libro segundo de los Reyes pasa a ilustrar
el «ciclo de Eliseo», cuya vocación fue anticipada en 1 Re 19, 19-21. Eliseo, en un sentido no diferente al de Elías, estará
revestido de un considerable papel político (2 Re 3, 11ss; 6, 8ss; 8, 7ss; 9,
1ss; 13, 14ss) y se revelará como el mayor taumaturgo del Antiguo Testamento (2
Re 2, 14 – 7, 20 y 13, 20ss recogen una decena de acciones milagrosas, incluso
después de muerto). Eso explica la importancia de una investidura profética que
Eliseo parece pagar al precio de una obstinada fidelidad al maestro. Eso le
sitúa en primera línea entre los «hijos de profetas» (léanse también los vv.
3-5, omitidos por la liturgia) . Según la ley de la primogenitura (Dt 21, 17),
Eliseo reivindica dos tercios del espíritu de Elías, que le son concedidos al
precio de su clarividencia («Si me ves cuando
sea arrebatado, te será concedido»; v. 10).
- El cambio de sus propios vestidos por el manto de Elías expresa la
investidura que ha tenido lugar y la adquisición de las facultades a ella
ligadas. Por eso peregrina Eliseo
hasta el Jordán, dejando detrás a todos los otros «hijos de profetas». El
recuerdo del Jordán, cuyas aguas había dividido Elías con el manto plegado a
modo de bastón, remite a la experiencia del Éxodo, ligada a las figuras de
Moisés (Ex 14, 21) y de Josué (Jos 3, 13).
- En cuanto al rapto de Elías, no diferente al de Enoc (Gn 5, 24),
expresa el beneplácito divino hacia su persona, pero sobre todo la referencia a
una misión futura. En todo caso, Elías
desapareció de la vista de Eliseo en cuanto una llama de fuego («un carro de fuego con caballos de fuego») se
interpuso entre ambos profetas. Relato que dio lugar a múltiples
especulaciones, de los que se hacen eco muchos libros apócrifos, incluso el
libro bíblico de Malaquías. Será Jesús (en Mateo 17, 12) quien aclara este
hecho, “Elías ya ha venido”, referida
a la persona del Bautista como su nueva presencia.
CLAVES para la VIDA
- Eliseo se convierte en el sucesor legítimo del gran
profeta Elías. En una serie de gestos simbólicos (el río
Jordán con su recuerdo de Josué y el pueblo que entran en la tierra prometida, el
manto sobre el agua), Eliseo queda consagrado como profeta de Dios, entre los
discípulos que había formado como el grupo de los fieles a la alianza de Dios,
que no adoraban a Baal. Dios mismo transfiere a Eliseo el carisma profético de
Elías porque éste es un don del mismo Dios, que llama a quien quiere para su
misión.
- Y esa misión sigue siendo algo a lo que Dios no quiere
renunciar y que el profeta llevará en sus entrañas: denunciar cuanto dificulta
el proyecto de salvación y anunciarlo, por todos los medios, a favor de la
humanidad, haciéndolo presente como Dios lo desea. Así,
Eliseo compartirá la tarea de su “padre” y antecesor Elías, de quien desea
poseer “dos tercios de su espíritu”
(v. 9), esto es, la porción que toca al primogénito. Así se pone al servicio de
su Dios.
- Aquí estamos nosotros, como profetas de Jesús y de su
Buena Noticia en el mundo de hoy, para que podamos ayudar a este nuestro mundo
a liberarse de Baal y sus propuestas idolátricas y planteando un seguimiento
pleno de Jesús, acogiéndole como el Salvador que necesita nuestra cultura. ¡Toda
una tarea profética la que se nos presenta y a la que no podemos renunciar! ¿De
acuerdo, hermano/a?
Evangelio:
Mateo 6, 1-6. 16-18
“... Cuidad de no practicar vuestra
justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no
tendréis recompensa de vuestro Padre celestial... Tú, en cambio, cuando hagas
limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha… Cuando tú vayas
a rezar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre... Cando
ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la
gente, sino tu Padre, que está en lo escondido...”
CLAVES para la
LECTURA
- El primero de los cuatro dichos de Jesús indica el parámetro evangélico
para las motivaciones de comportamiento en las obras buenas como la limosna, la
oración y el ayuno. Por desgracia, la
búsqueda de la admiración humana impide la recompensa del Padre celestial.
Jesús se muestra drástico: o el hombre o Dios. A la impugnación de la
hipocresía (rebatida en confrontaciones con otros, como los maestros de la Ley y los fariseos en Mt 23,
5), añade Jesús su propia propuesta positiva y alternativa.
- Primera
alternativa: la discreción. La limosna debe ir acompañada de la discreción. La limosna es con frecuencia un gesto
público (Mc 12, 41-44: en el templo; Mc 10, 46: a lo largo del camino). Jesús
ejemplifica la discreción denunciando dos actitudes negativas: la publicidad
(no tocar las trompetas) y el narcisismo («que no sepa tu
mano izquierda lo que hace la derecha»: se trata de una especie de autopublicidad, de un remirar en el
espejo nuestra propia silueta de hombres generosos). La discreción redunda
también en beneficio de quien recibe la limosna, una persona que ya está
atribulada y no tiene ninguna necesidad de ulteriores sufrimientos, como la
publicidad de su estado precario y la humillación de proteccionismos solapados
o de miradas desdeñosas. La discreción es el espacio en el que Dios recompensa: es el secreto de la conciencia.
- Segunda
alternativa: la soledad. A la
oración le conviene la soledad. Jesús conoce y nos anima a la oración en común, como en la
liturgia, las peregrinaciones, los sacrificios. Pero es necesario colocar en su
posición correcta: la centralidad no ha de recaer en el orante, sino en Dios.
El diálogo personal con Dios en la oración encuentra su espacio óptimo en el
secreto de la intimidad, significada también en el retiro. El mismo Jesús se
retirará a menudo para orar al Padre en la soledad, que es intimidad (Mc 1, 35;
Mt 14, 23; Lc 5, 16). La soledad no es aislamiento, ni exclusión, rechazo de
los otros o del que vive con nosotros, hacia los cuales ha de volver el orante
recompensado por el Padre; o sea, con la gracia potenciada de la filiación y
con un madurado sentido de la fraternidad.
- Tercera
alternativa: la normalidad.
El ayuno como signo penitencial debe ir acompañado de la normalidad exterior, que
debe conservar una singularidad existencial (el ayuno no es una práctica
habitual y ferial, por lo general). El ayuno es, sobre todo, un signo
penitencial y un entrenamiento ascético en el que la austeridad, el control
autocrítico, los proyectos de un futuro reestructurado se verían disturbados
por el exhibicionismo, el simbolismo exasperado, la sorpresa y la compasión o
conmiseración de los otros, por una finalidad egoísta y egocéntrica. Jesús
mismo ayunó en soledad (Mt 4, 2), aun cuando tanto él como sus discípulos se
sentían libres respecto a la fórmula envejecida por las tradiciones (Mt 9, 15),
si bien estaba convencido de que cierto tipo de demonios no pueden ser
expulsados más que con la oración y el ayuno (Mc 9, 29).
CLAVES para la
VIDA
- El Maestro va formando a sus discípulos y hoy les pide
autenticidad. Esto es, que no practiquen el bien “delante de los hombres para ser vistos por ellos”
(v. 1), sino como una expresión y reconocimiento de cuanto han recibido en la NUEVA condición que se les
ofrece como DON. Y esta nueva situación en la que están, abarca toda la vida:
la relación con Dios (la oración), la relación con los demás (la caridad) y la
relación con nosotros mismos (el ayuno). Por lo tanto, TODO adquiere una nueva
luz, una nueva perspectiva.
- Es, pues, un programa serio de vida. Con
este mismo pasaje evangélico inicia la Comunidad cristiana, cada año, el camino
cuaresmal, el Miércoles de Ceniza. Y se nos está presentando el ESTILO de
seguimiento que Jesús propone: agradar a Dios con sencillez y humildad, quien
nos premiará; también los demás nos apreciarán porque no nos damos importancia
y nosotros mismos gozamos de mayor armonía y paz interior. Y es que... “tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará”
(v. 6): he aquí la clave.
- Es la propuesta de Jesús a sus
seguidores, a nosotros, en ese camino de seguimiento. Todo un
estilo de ser y de vivir. Nada menos. Y es que, está claro: a este nuestro Dios
le importa más el corazón, el interior, que todas las apariencias. De ahí que
trabajar nuestras MOTIVACIONES (en la dimensión que queramos) es muy necesario.
¿Qué tal siento mi vida a nivel de motivaciones? ¿Qué “retrato” podría hacer de
mí mismo?
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