miércoles, 2 de mayo de 2012


JUEVES, día 3:  San Felipe y Santiago, apóstoles



1 Corintios 15, 1-8
“... Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié, que recibisteis y en el que habéis perseverado. Es el Evangelio que os está salvando, si lo retenéis tal y como os lo anuncié; de no ser así, habríais creído en vano. Porque yo os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; que fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras; que se apareció a Pedro y luego a los Doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos...”

CLAVES para la LECTURA
- Parece ser que entre los cristianos de Corinto se propagaba la duda sobre la verdad de la resurrección de Cristo, con perjuicio no sólo para la integridad de la fe cristiana, sino también para la unidad de la Iglesia de Corinto. Pablo no puede eludir la cuestión e interviene más o menos así.
- El acontecimiento de la resurrección de Cristo es objeto del testimonio apostólico: son muchos, y todos ellos dignos de fe, los que vieron el sepulcro vacío y vieron resucitado al Señor. Entre ellos estoy también yo -afirma Pablo-, que por la gracia de Dios soy lo que soy (v. 10). El acontecimiento de la resurrección de Jesús ha entrado también en la predicación apostólica. A partir de ella los apóstoles no sólo se adhirieron a la novedad de Cristo con todas sus fuerzas, sino que fueron investidos también para su tarea misionera. Si Cristo no hubiera resucitado, nuestra predicación sería vana -afirma Pablo- y nosotros habríamos trabajado en vano.
- El mismo acontecimiento de la resurrección de Cristo es objeto directo e inmediato de la fe de los primeros cristianos: si Cristo no hubiera resucitado, vana sería también vuestra fe -remacha el apóstol-, y nosotros seríamos las personas más infelices del mundo: infelices porque habríamos vivido engañados y nos sentiríamos decepcionados. Está claro, por tanto, que al servicio de este acontecimiento fundador del cristianismo está no sólo la tradición apostólica, sino también el testimonio de la comunidad creyente y de todo auténtico discípulo de Jesús.

CLAVES para la VIDA
- Nos encontramos con una de las formulaciones más antiguas del Kerigma de la primera comunidad cristiana y de la predicación apostólica. Pero está claro que esta formulación se lleva a cabo porque en las distintas comunidades no se aceptaba fácilmente la novedad que suponía la resurrección de Jesús. Pero, de hecho, sin ese acontecimiento no tendría ningún sentido la fe, según la declaración del apóstol Pablo.
- Que en la fiesta litúrgica de dos Apóstoles, Felipe y Santiago, se nos recuerde y se proclame la primera predicación apostólica, es también todo un signo y una propuesta de acudir al núcleo sobre el que luego se basa toda fe cristiana. Es importante, significativa y especial esta referencia: ésta es la tarea misionera que recibieron del mismo Señor Resucitado y la siguen proclamando en las más diversas situaciones, porque es el núcleo.
- Nosotros, hoy, participamos de este mismo Kerigma, de este anuncio. Y esto ha cambiado no sólo la historia, sino nuestra realidad, la de cada uno: Jesús vive y su estilo de ver y de vivir se nos ofrece como el mejor de los caminos para alcanzar la plenitud, a la que desde siempre aspiramos, y por la que el ser humano es capaz de cualquier sacrificio. ¿Es verdad en mí, en mi vida? ¡Ojala lo sea!

Evangelio: Juan 14, 6-14
“... Dijo Jesús a sus discípulos. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Desde ahora lo conocéis, pues ya lo habéis visto. Entonces Felipe le dijo: muéstranos al Padre; eso nos basta... El que me ve a mí, ve al Padre. ¿Cómo me pides que os muestre al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Lo que os digo no son palabras mías. Es el Padre, que vive en mí, el que está realizando su obra. Debéis creerme cuando afirmo que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí...”

CLAVES para la LECTURA
- El tema fundamental del pasaje es la relación entre Jesús y el Padre. El evangelista, a la pregunta de por qué Jesús es el único mediador para llegar al Padre, responde que sólo Cristo puede conducir a los hombres a la comunión con Dios. Jesús es el camino al Padre porque conduce a él a través de su persona: Él está en el Padre y el Padre en Él. A partir de esta mutua inmanencia entre Jesús y el Padre se hace comprensible que el conocimiento de Jesús lleve al conocimiento del Padre (v. 7).
- El lenguaje del Maestro resulta oscuro para los discípulos, y por eso, Felipe pide ver la gloria del Padre. No ha comprendido que se trata de ir al Padre a través de la persona de Jesús. Los discípulos no han sabido reconocer en la presencia visible de su rabí las palabras y las obras del Padre (v. 9). Para ver al Padre en el Hijo es preciso creer en la unión recíproca entre el Padre y el Hijo.
- Sólo mediante la fe es posible comprender la copresencia entre Jesús y el Padre. De ahí que lo único que pueda pedir el hombre sea la fe y esperar con confianza ese don. El Señor, en su llamada a la fe, fundamenta la verdad de su enseñanza en una doble razón: su autoridad personal, que los discípulos han experimentado en otras ocasiones al vivir con Jesús, y el testimonio de las obras que hago (v. 11).
- La obra que Jesús ha inaugurado con su misión de revelador es sólo un comienzo. Los discípulos proseguirán su misión de salvación. Más aún: harán obras semejantes a las suyas e incluso mayores. Por último, el Maestro se ocupa de animar a los suyos y a todos los que crean en Él a participar en la obra de la evangelización y en su misma misión.

CLAVES para la VIDA
- Una vez más, como en tantas, el “discípulo amado” vuelve a destacarnos ese mundo de relación entre el Padre y el Hijo como la fuente de donde mana una situación NUEVA y DISTINTA: desde Jesús y por Jesús es posible la comunión plena con Dios-Padre y es que Jesús es el rostro y el espejo del Padre. De ahí que “conocer” (algo experiencial) a Jesús es conocer al Padre, sus proyectos, su vida en plenitud. Es la insistencia del evangelista, éste que constantemente nos empuja hacia esa experiencia, tan vital como profunda.
- Es el Padre, que vive en mí, el que está realizando su obra: es el núcleo; es lo que permanece; es lo que da consistencia. Desde ahora ya no es posible decir que no sabemos nada de Dios; sería falso. Todo cuanto Jesús dice y hace nos muestra al Padre. Los mismos discípulos proseguirán esta misión de vida y de salvación, compartiendo con Jesús el proyecto del Padre.
- Ésta es también mi/nuestra tarea, hoy y aquí: compartir con el mismo Jesús el proyecto del Padre. Aquí nace el APÓSTOL; y sin esto no hay ENVÍO que valga, ni MISIÓN que cumplir. Si me falta este encuentro y experiencia, no me distingo del charlatán que vende “productos de higiene”, o algo parecido. ESTAR con Jesús; ENAMORARME de su misión; COMPARTIR, desde la amistad, su quehacer... he ahí la razón de ser del testimonio. ¿Dispuesto/a, hermano/a?

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