VIERNES,
día 4
Hechos
de los Apóstoles 13, 26-33
“... Aunque no
encontraron nada que mereciera la muerte, le pidieron a Pilato que lo mandara
ejecutar. Y cuando cumplieron todo lo que estaba escrito de él, lo bajaron del
madero y lo enterraron. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos...”
CLAVES para la
LECTURA
- En
este discurso, -su primer discurso programático-, Pablo desarrolla los mismos
argumentos de fondo del primer discurso de Pedro en Pentecostés. Debía ser un esquema habitual en los que anunciaban la Buena Noticia en los
ambientes judíos: las antiguas promesas se han cumplido ahora, a pesar del
rechazo por parte de los habitantes de Jerusalén, que entregaron a Pilato a un
inocente, al que Dios despertó de los muertos. Los matices del discurso son
distintos, pero la sustancia es la misma: Jesús, injustamente condenado, ha
sido reconocido justo por Dios mediante la resurrección.
- Y
ésta es «la palabra de salvación», ésta
es la «Buena Nueva», ésta es la realización de «la
promesa hecha a nuestros antepasados»: Dios es lo
suficientemente fuerte para vencer el mal, incluso el más horrible. Dios dará la salvación a los que crean en su poder, el mismo poder que se
manifestó en el acontecimiento pascual de Jesús.
-
Hemos de señalar que Pablo fundamenta el anuncio de la resurrección en
declaraciones de «testigos». Pablo tiene mucho cuidado en no introducirse en el número de éstos, con
lo que reconoce su papel insustituible. Él es sólo un portavoz de «lo que ha recibido». Con todo, se apresura a añadir: «Y
nosotros os anunciamos la
Buena Noticia », introduciéndose en el grupo de los evangelizadores. Nos anuncia la Palabra de salvación a
nosotros, que somos los verdaderos hijos de Abrahán (Mt 3, 9), los herederos de
las promesas (Gal 3, 16-29), el verdadero Israel de Dios (Gal 6, 16), hoy, en
este contexto concreto que es el nuestro.
CLAVES
para la VIDA
- Con un esquema muy similar
en los diversos discursos y en la proclamación del Kerigma, en este caso, Pablo
afronta directamente el problema: ese Jesús, a quien Dios ha enviado como el
Mesías esperado, el pueblo judío no le ha sabido reconocer. Más aún, las autoridades de Jerusalén le han llevado a la muerte. Pero no
ha terminado ahí su camino: Dios le ha resucitado. Así de claro anuncia Pablo
el mensaje nuclear en torno a la persona de Jesús. Las promesas, que Dios hizo
a los padres, se han cumplido en los hijos.
- De
nuevo, se destaca el hecho de “ser testigos”,
aquellos que han experimentado la presencia nueva del resucitado. Ahí están los doce; ahí está Pablo, que aunque haya sido a última hora,
también se ha encontrado con el Señor Jesús. Sólo desde ese encuentro, se
siente capaz el apóstol de anunciar con tanta fuerza ese acontecimiento, esa
Buena Noticia, esa Palabra de salvación.
-
Meditando los pasos de la joven Iglesia y de sus testigos más señalados,
volvemos a encontrarnos con su testimonio doble: es Jesús quien nos salva y en
quien recibimos, ya realizadas, las promesas de Dios; y para ser testigos de
esa realidad nueva del resucitado, es necesario ENCONTRARNOS con Él, ya sea
personalmente o a través del testimonio de los testigos directos. ¿Cómo es mi proceso Pascual? ¿Y el encuentro...?
Juan
14, 1-6
“... Que no
tiemble vuestro corazón: creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi
Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio... Tomás le dice:
Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? Jesús le responde:
Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí...”
CLAVES PARA LA
LECTURA
- Los
apóstoles, reunidos en torno a Jesús en el cenáculo, después del anuncio de la
traición de Judas, de las negaciones de Pedro y de la inminente partida del
Maestro, han quedado profundamente afectados. El
desconcierto y el miedo han inundado la comunidad. Jesús lee en el rostro de
sus discípulos una fuerte turbación, un peligro para la fe, y por eso les anima
a que tengan fe en el Padre y en él (v. 1).
- Si
el Maestro exhorta a sus discípulos a la confianza es porque él está a punto de
irse a la casa del Padre a prepararles un lugar. No deben entristecerse
por su partida, porque no los abandona; más aún, volverá para llevarlos con él
(vv. 3s). Los apóstoles no comprenden las
palabras de Jesús. Tomás manifiesta su absoluta incomprensión: no sabe la meta
hacia la que se dirige Jesús ni el camino para llegar a ella; y es que entiende
las cosas en un sentido material. Jesús, en cambio, va al Padre y precisa el
medio para entrar en contacto personal con Dios: «Yo soy
el camino, la verdad y la vida» (v. 6).
- Esta
fórmula de revelación es una de las cumbres más elevadas del misterio de Cristo
y de la vida trinitaria: el hombre-Jesús es el camino porque es la verdad y la
vida. En consecuencia, la meta no es Jesús-verdad,
sino el Padre, y Jesús es el mediador hacia el Padre. La función mediadora del
hombre-Jesús hacia el Padre está explicitada por la verdad y por la vida. El
Señor se vuelve así, para todos los discípulos, en camino al Padre, por ser la
verdad y la vida. Él es el revelador del Padre y conduce a Dios, porque el
Padre está presente en él y habla en verdad. Él es el «lugar» donde se vuelve
disponible la salvación para los hombres y éstos entran en comunión con Dios.
CLAVES para la
VIDA
- La
auto revelación (desde la perspectiva del “discípulo amado”) sigue su ritmo. De hecho,
estas semanas le hemos oído decir que es el pan, la puerta, el pastor, la luz;
hoy, nos sorprende con ese símil tan dinámico como expresivo: “CAMINO”. Ante su comunidad desconcertada,
ante sus amigos, apesadumbrados por el anuncio de los acontecimientos que se
avecinan, Jesús se proclama como “el camino que
conduce al Padre”. Por eso, no deben tener miedo ni perder la
calma ante las nuevas situaciones que se presenten.
- Y es
que Jesús es camino porque es la verdad y la vida, dos dimensiones esenciales
al caminar de toda criatura humana y que las busca con ansiedad con el objeto
de iluminar su vida de cada día. Pero Jesús no se convierte
en meta (pues la meta es el Padre), sino en el Mediador hacia el Padre y lo es
siendo, precisamente, verdad y vida para sus seguidores. Estamos llegando al
corazón mismo de la revelación de Jesús.
- Y,
aquí, nos encontramos los nuevos seguidores de Jesús, quienes compartimos todo
el DON que Jesús supone para quienes le buscan y le acogen. Y al encontrarse con él, con Jesús, nos encontramos con el Padre, que
está presente en él. El “lugar”, pues, de encuentro con Dios y de comunión
plena con Él, es Jesús, el Señor. Hermano/a, a esto somos invitados, de forma
personal: a vivir esta experiencia única e intransferible. ¿Vale?
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