martes, 8 de mayo de 2012


MIÉRCOLES, día 9


Hechos de los Apóstoles 15, 1-6
“... En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban como manda la tradición de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé, y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia...”
 CLAVES para la LECTURA
- En el comienzo del fragmento aparece planteada la cuestión que tanto interesó y turbó a los primeros discípulos: ¿hace falta la circuncisión para salvarse? Pablo y Bernabé responden decididamente que no. Pero ¿y si los que dicen lo contrario contaran con el aval de las columnas de la Iglesia de Jerusalén? De ahí viene la solución: ir directamente a Jerusalén.
- Allí, tras un viaje en el que cuentan sus éxitos apostólicos, suscitando una «gran alegría a todos los hermanos», fueron recibidos por «la iglesia, los apóstoles y demás responsables» y encuentran la misma oposición que hallaron en Antioquía por parte de los fariseos convertidos. Su tesis es la típica de los judaizantes, contra los que Pablo tendrá que luchar durante mucho tiempo (Gal 5, 6-12). Para éstos, la ley de Moisés tenía una validez perenne y, por consiguiente, también tenía que ser impuesta a los convertidos del paganismo.
- La cuestión es seria: de ahí que se convoque una reunión a la que asisten los apóstoles y los demás responsables. Según una variante occidental del texto original, asistieron también «el conjunto de los hermanos». Son las premisas del celebérrimo «Concilio de Jerusalén», la primera reunión oficial de la Iglesia para resolver una cuestión grave, de la que podía depender la difusión de la Palabra en el mundo pagano. Sobre esta reunión se han derramado ríos de tinta (en parte por la dificultad de armonizar los datos de Lucas con los de Pablo). Con todo, la importancia de la reunión es indudable y sus resultados serán altamente positivos.
 CLAVES para la VIDA
- Tampoco en la joven Iglesia de Jesús las cosas fueron tan sencillas y fáciles como a veces podamos pensar. En esa actividad evangelizadora se presentaron dificultades, y alguna de calado y profundidad. ¿Era necesario abrazar la fe judía, con sus leyes y normas, para alcanzar la plenitud y la salvación? Es una cuestión de fondo y al apóstol Pablo le costó más de un rato el convencer a sus hermanos en religión y hacerles entender que era la persona de Jesús la CLAVE de la nueva situación.
- Es hermoso ver cómo los hermanos se unen para dialogar y encontrar una solución compartida, después de un discernimiento en común con vistas a ser fieles a la voluntad de Dios. ¡Cuánto nos queda por aprender de aquella primera Comunidad! Las tensiones están presentes y volverán a estar. Las primeras comunidades nos muestran el camino para plantearlas y solucionarlas.
- En la andadura de la Iglesia, el hecho de descubrir que se han sabido afrontar las situaciones más complicadas, la verdad es que ilusiona. Y así ha sido. ¡Cuán fácilmente olvidamos estas lecciones magistrales de la historia! Y mi actitud... ¿cuál es? ¿Busco el diálogo y el compartir como ESTILO para afrontar y solucionar las situaciones de la vida, de la pastoral, de...?

Evangelio: Juan 15, 1-8
“... Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto, lo arranca; y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto... permaneced en mí y yo en vosotros...”
 CLAVES para la LECTURA
- La frecuente repetición, en pocos versículos, del verbo «permanecer» hace comprender de inmediato que es la palabra clave del fragmento. Si en el capítulo 14, comienzo del «discurso de despedida», se pone el acento en la partida de Jesús y en la inquietud de los apóstoles, ahora se hace hincapié en la comunión profunda, real, indestructible que hay entre él y aquellos que creen en él.
- Aunque va a enfrentarse con la muerte, Jesús sigue siendo para los suyos la fuente de la vida y de la santidad («producir fruto»: 15, 6). Más aún, precisamente yendo al Padre pone la condición para poder «permanecer» para siempre en los suyos. Jesús, sirviéndose de una comparación, habla de sí mismo como de la vid verdadera: una imagen que ya habían usado a menudo los profetas para describir a Israel, la vid infecunda, esquiva a los amorosos cuidados de Yahvé (Is 5). Jesús se presenta como el verdadero pueblo elegido que corresponde plenamente a las atenciones de Dios. Por otra parte, se identifica con la Sabiduría, de la que se había escrito que como vid ha producido brotes, flores y frutos (Eclo 24, 17).
- Con esa imagen quiere explicar, por consiguiente, cómo es la extraordinaria realidad de la comunión vital con él que ofrece a los creyentes, qué compromiso incluye ésta y cuáles son las expectativas de Dios. Jesús es el primogénito de una humanidad nueva en virtud del sacrificio redentor en la cruz. Él es la cepa santa de la que corre a los sarmientos su misma linfa vital. Quien permanece unido a él puede dar al Padre el fruto del amor y dar gloria a su nombre (vv. 5. 8).
- A continuación, para que este fruto sea copioso, el Padre-viñador realiza todos los cuidados: corta los sarmientos no fecundos y poda los fecundos. Esta obra de purificación se va realizando cuando la Palabra de Jesús es acogida en un corazón bueno (v. 3): entonces esta Palabra guía las acciones del hombre y lo hace amigo de Dios, cooperador en su designio de salvación, colaborador de su gloria (v. 7).
 CLAVES para la VIDA
- ¡Hermosa de veras la comparación con la que hoy se describe la unión de Jesús con sus discípulos! ¡Qué vivacidad tiene el símil que utiliza! Él, Jesús, es la cepa; sus seguidores, son los sarmientos. De la vid pasa la savia, o sea la vida, a los sarmientos, si permanecen unidos a la vid. Si no, quedan secos, no dan fruto y se mueren. La fuerza del símil está expresada por la palabra PERMANECER, repetida 15 veces en este capítulo. Además, Dios Padre es el viñador, el que quiere que los sarmientos no pierdan esta unión con Cristo. Ésta es la alegría mayor del Padre: que deis fruto abundante (v. 8).
- De entre las varias comparaciones que tienen como clave la vid y la viña, -el pueblo de Israel como una viña plantada por Dios, que se queja amargamente de que la viña en la que había puesto su ilusión no le da frutos; los viñadores malos que no pagan al dueño-, ésta de la cepa y los sarmientos es la que más íntimamente describe la unión vital de Cristo con sus seguidores.
- Las conclusiones de este texto-reflexión no son complicadas: Cristo ha querido que exista una unión íntima y vital entre nosotros y Él. De hecho, ese “trasvase” íntimo de vida desde la cepa a los sarmientos, tiene consecuencias importantes para nuestra vida de seguidores de Jesús. Si no recibo (recibimos) vida y savia de él, estamos abocados a secarnos y ser pasto de las llamas (en el mejor de los casos). Esta unión es vital. ¿Qué tal me siento? ¿Cómo cuido y trabajo esta unión?

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