Hechos de los Apóstoles 1,
1-11
“... Una vez que comían juntos, les
recomendó: No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi
Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua; dentro de pocos días
vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo... Dicho esto, lo vieron
levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista... El mismo
Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto
marcharse...”
CLAVES para la LECTURA
- Este
breve prólogo une el libro de los Hechos de los Apóstoles al evangelio según
san Lucas, como la segunda parte («discurso»,
v. 1 al pie de la letra) de un mismo escrito y ofrece una síntesis del cuadro
del ministerio terreno de Jesús (vv. 1-3). Se
trata de un resumen que contiene preciosas indicaciones: Lucas quiere subrayar,
en efecto, que los apóstoles, elegidos en el Espíritu, son testigos de toda la
obra, enseñanza, pasión y resurrección de Jesús, y depositarios de las
instrucciones particulares dadas por el Resucitado antes de su ascensión al
cielo. Su autoridad, por consiguiente, ha sido querida por el Señor, que los ha
puesto como fundamento de la
Iglesia de todos los tiempos (Ef 2, 20; Ap 12, 14). Jesús
muestra tener un designio que escapa a los suyos (vv. 6s). El Reino de Dios del
que habla (v. 3b) no coincide con el reino mesiánico de Israel; los tiempos o
momentos de su cumplimiento sólo el Padre los conoce. Sus fronteras son «los confines de la tierra» (vv. 7s).
- Los
apóstoles reciben, por tanto, una misión, pero no les corresponde a ellos
«programarla». Sólo deben estar completamente disponibles al
Espíritu prometido por el Padre (vv. 4-8). Como hizo en un tiempo Abrahán,
también los apóstoles deben salir de su tierra -de su seguridad, de sus
expectativas- y llevar el Evangelio a tierras lejanas, sin tener miedo de las
persecuciones, fatigas, rechazos. La encomienda de la misión concluye la obra
salvífica de Cristo en la tierra. Cumpliendo las profecías ligadas a la figura
del Hijo del hombre apocalíptico, se eleva a lo alto, al cielo (esto es, a
Dios), ante los ojos de los apóstoles -testigos asimismo, por consiguiente, de
su glorificación- hasta que una nube lo quitó de su vista (Dn 7, 13).
-
Lucas presenta todo el ministerio de Jesús como una ascensión (desde Galilea a
Jerusalén, y desde Jerusalén al cielo) y como un éxodo, que ahora llega a su
cumplimiento definitivo: en la ascensión se realiza plenamente el «paso»
(pascua) al Padre. Como anuncian dos hombres «con
vestidos blancos» -es decir, dos enviados celestiales-, vendrá
un día, glorioso, sobre las nubes (v. 11). No es preciso escrutar ahora con
ansiedad los signos de los tiempos, puesto que se tratará de un acontecimiento tan
manifiesto como su partida. Tendrá lugar en el tiempo elegido por el Padre (v.
7) para el último éxodo, el paso de la historia a la eternidad, la pascua desde
el orden creado a Dios, la ascensión de la humanidad al abrazo trinitario.
CLAVES para la VIDA
- Jesús ha concluido ya su “primera” misión, su ministerio terreno. De ahí que ofrece y abre a los
apóstoles la tarea de seguir anunciando lo que Él mismo ha iniciado. Y esa
misión alcanza hasta “los confines de la
tierra” (v. 7): ya no hay límites que valgan; a toda la
humanidad se le ofrece el don salvador de Dios. Sus seguidores tendrán que
empeñarse, si bien recibirán la ayuda del don del Espíritu. Se abre así el
tiempo del Espíritu y de la
Iglesia o Comunidad de Jesús.
- Por lo tanto, no es cuestión de quedarse “plantados mirando al cielo...” (v. 11),
aunque sea en actitud contemplativa. Al contrario, poseídos de la fuerza del
Espíritu, serán testigos hasta los mismos confines de la tierra. Es la hora de
los TESTIGOS: Jesús los considera ya adultos y el RELEVO se produce de
inmediato. Sólo necesitarán la PRESENCIA NUEVA de Jesús en el ESPÍRITU, y
entonces sí que se producirá la transformación necesaria para llevar a cabo la Misión encomendada.
- Y aquí nos encontramos nosotros, como frutos de aquel
envío y de aquella tarea. También, hoy, necesitamos del Espíritu y de su
fuerza para asumir de nuevo la
MISIÓN y no conformarnos con quedar mirando al cielo, por muy
“sagrado” que pueda parecer. Se vuelve a repetir el cuadro: Él, el Maestro y
Señor, nos envía “hasta los confines de la tierra”,
y, además, con la misma Misión que recibieron los primeros seguidores. Y es
que... ¡la verdad es que queda tarea para rato! A veces, sin duda, la gran
tentación es quedarnos mirando al cielo, como “disfrutando” del don recibido,
pero sin expandirlo, sin darlo abiertamente. ¿Cuál es tu actitud HABITUAL,
hermano/a? La fiesta de la
Ascensión nos interroga seriamente.
Efesios 1, 17-23
“... Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el
Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo...
Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia , como cabeza, sobre todo. Ella es su
cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos...”
CLAVES para la LECTURA
- Tras haber contemplado el
gran misterio de la voluntad redentora del Padre, Pablo se alegra porque,
informado de la fe de los destinatarios de su carta, los ve como partícipes de
la magnífica herencia adquirida por Cristo, una herencia que se hace visible ya
ahora en la caridad activa de estas Iglesias.
- Para
que sigan firmes en la vida nueva pide Pablo incesantemente al Padre el don del
«espíritu de sabiduría y una revelación» que
les permita penetrar cada vez más en su misterio. «El Espíritu, en efecto, lo escudriña todo, incluso las
profundidades de Dios... Del mismo modo, sólo el Espíritu de Dios conoce las
cosas de Dios» (1 Cor 2, 10b. 11b). Ahora
bien, el Espíritu Santo es amor: el amor engendra, por consiguiente, el
conocimiento, y el conocimiento engendra el amor.
- La
cima de este conocimiento amoroso es el saberse amado: la experiencia de este
amor hace que podamos percibir qué grandes son los bienes que esperamos («la esperanza a la que habéis sido llamados»:
v. 18a), qué espléndida es la dignidad de la que Dios nos hace partícipes («la inmensa gloria otorgada en herencia a su pueblo»: v. 18b), qué poderosamente eficaz es
la acción salvífica de Dios, que obra en nosotros lo que ya ha realizado en
Cristo al resucitarlo y poner todo ser bajo su dominio (vv. 20ss).
-
Sometida a Cristo, la cabeza, está la Iglesia , que recibe de su Señor la vida y todos
los bienes y que, en cuanto cuerpo, aunque esté sometida a los límites de sus
miembros, debe crecer para alcanzar «en plenitud la
talla de Cristo» (4, 13b).
CLAVES para la VIDA
- A
Pablo le llena de satisfacción la fe y el amor a todos que caracteriza a la
comunidad de Éfeso. Pero en su oración, pide que progresen más: que
Dios les conceda sabiduría para conocerle mejor, ilumine sus ojos, que les
llene de esperanza con vistas a gustar plenamente de la riqueza que Dios mismo
concederá en herencia a los suyos. Así expresa el apóstol toda la grandeza que
supone la NUEVA
SITUACIÓN de la que participa su comunidad.
- “La esperanza a la que habéis sido llamados”
(v. 18): todo ello como fruto del amor original del mismo Dios y desplegado
para nosotros en Cristo Jesús. Aquí está la síntesis de
toda esa historia de amor y de salvación, llevada a cabo a través de los
tiempos, y como don de la fidelidad del mismo Dios. Ahora, pues, podemos vivir
en él y como él, como Cristo, el Señor. Con ello ya está todo dicho y somos
llamados a vivir profundamente esta situación completamente nueva e
insospechada.
- Todo
esto es algo así como demasiado hermoso y que posiblemente no lo disfruto en
toda su intensidad, porque casi no me lo creo. ¡Cuán
diferente es conocerlo (de memoria), a ser una convicción que transforma toda
la realidad de mi existencia, mi visión de la vida y de la historia, de mis
motivaciones para amar y vivir al estilo del mismo Jesús! Pero a esto soy
invitado: ésta es la gracia que se me otorga y que hoy mismo se me vuelve a
recordar y ofrecer. ¿Qué tal hermano/a? ¿Es tu espiritualidad de este estilo,
como la de esta propuesta...?
Evangelio: Marcos 16, 15-20
“... Se
apareció Jesús a los Once y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el
Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará... A los que
crean, les acompañarán estos signos... Después de hablarles, el Señor Jesús
subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el
Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las
señales que los acompañaban...”
CLAVES para la LECTURA
- En
esta fiesta, la liturgia nos propone para nuestra reflexión la última página
del evangelio de Marcos, el llamado «final canónico» del segundo evangelio,
donde es fácil descubrir unos elementos claves.
-
Encontramos, en primer lugar, el mandato misionero: Jesús envía a sus
discípulos a llevar el Evangelio a todas las criaturas (vv. 15ss). El misionero del Padre tiene necesidad de otros misioneros; aquel que es la Palabra tiene necesidad de
otros portavoces que divulguen su conocimiento; aquel que es el Evangelio hecho
persona confía ahora el Evangelio a sus apóstoles: «Id...
Proclamad».
- El
segundo elemento que encontramos en esta página evangélica describe, también en
términos telegráficos, el hecho prodigioso de la ascensión de Jesús al cielo: «Y se sentó a la diestra de Dios» (v. 19). Una vez subido al cielo, Jesús entra en plena posesión de sus poderes de
Mesías, Salvador, Dios.
- He
aquí, por último, la respuesta de los apóstoles a los mandatos que les ha dado
Jesús: «Ellos salieron a predicar por todas partes»
(v. 20). Se trata de una reacción no verbal, sino
práctica; no abstracta, sino concreta, que se traduce en una decisión tan
fuerte que da la vuelta por completo a la vida de los apóstoles e implica a
muchas de las personas que les escuchan.
CLAVES para la VIDA
- Ha
concluido la tarea de Jesús y ahora es el tiempo de su comunidad. De ahí que se
le presente a esa su comunidad el mandato de “Id al
mundo entero...”: es la tarea misionera que formará parte del
ser de los seguidores del mismo Señor Jesús. Así como el Padre ha echado mano
de Jesús, quien se ha puesto a plena disposición de su proyecto, así Jesús pide
a sus amigos que sigan anunciando la Buena Nueva y la ofrezcan a todos los hombres. Es
una oferta gratuita y universal.
- Y ellos... “salieron a predicar por todas partes” (v.
20): así han asumido y comparten con el mismo Señor Jesús la tarea y la misión,
quien por cierto los acompaña con esa nueva presencia, no visible pero
profundamente real y cercana. Los “signos que los
acompañan” serán la muestra clara y patente de que participan
plenamente de la fuerza y el poder del mismo Señor Jesús. No estarán, pues,
solos, sino que todos ellos se empeñarán en la causa del Reino, de modo que
llegue hasta los confines de la tierra.
-
También nosotros participamos de ese mandato misionero, al mismo tiempo que
somos fruto del quehacer de aquellos primeros enviados por el mismo Jesús. Pero...
¡todavía queda tarea! Tantos hombres y mujeres no han tenido la suerte de poder
gustar -en plenitud- el gozo de la Buena Noticia. El Evangelio no produce en ellos y
ellas ningún estímulo especial. De ahí que necesitemos volver a experimentar el
envío de Jesús en cada una de nuestras vidas y en cada una de nuestras
comunidades. ¿Estaremos, también hoy, dispuestos a aceptar su envío y sentir su
nueva presencia como compañera de camino? ¡Ojalá!
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