MARTES, día 15. San Isidro Labrador
Hechos de los Apóstoles 16, 22-34
“... En
aquellos días, la plebe de Filipos se amotinó contra Pablo y Silas... A eso de
medianoche, Pablo y Silas oraban cantando himnos a Dios... De repente las
puertas se abrieron de golpe y a todos se les soltaron las cadenas... El
carcelero temblando les dijo: Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme? Le
contestaron: Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia...”
CLAVES
para la LECTURA
- Pablo y Silas están en la cárcel por haber expulsado
el espíritu de adivinación de una esclava: «El espíritu salió
de ella en aquel mismo instante, pero sus amos, al ver que habían
desaparecido sus expectativas de lucro, echaron mano a Pablo y a Silas y los
llevaron a la plaza pública ante las autoridades» (vv. 18b-19)
acusándoles de turbar el orden público.
- Los «estrategas» de
Filipos, sin hacer demasiadas averiguaciones, ordenan que azoten con varas a
los acusados y encargan al carcelero que los vigile con cuidado. Por eso, al
día siguiente, cuando los magistrados querían liberar a los prisioneros, Pablo
protesta de manera vivaz y, haciéndose fuerte en su ciudadanía romana, les
exige explicaciones por su acción ilegal. Lucas se muestra solícito también en
esta ocasión en sacar a la luz el derecho romano, que favorece la libre
circulación de la
Palabra. Las persecuciones todavía están lejos.
- Entre ambos episodios «policíacos» se inserta la
clamorosa conversión narrada en nuestro pasaje: el testimonio sereno de los
prisioneros, su lealtad, la serie de acontecimientos extraordinarios, conmueven
al carcelero y le hacen plantear la pregunta: “¿Qué
debo hacer para salvarme?”.
La respuesta no consiste en una serie de preceptos, sino
en la presentación de una persona: «Si crees en el
Señor Jesús, os salvaréis tú y tu familia». Así, a la «prosélito judía» se añade un «funcionario romano»: dos
conversiones que entran a formar parte de una comunidad muy querida por Pablo.
En efecto, los cristianos de Filipos le habían «robado» a Pablo el corazón.
CLAVES para la VIDA
- Continúa la acción
evangelizadora de Pablo y sus compañeros; ni siquiera la cárcel es un
impedimento para esta labor; ellos aprovechan cualquier oportunidad para ofrecer
a Cristo Jesús como la solución a las situaciones, incluso límites. Aquí les
encontramos, apaleados, encarcelados y torturados, pero ofreciendo la fe en
Jesús como camino de salvación y de vida, y logrando que así sea, como en este
caso, con el carcelero y su familia.
- Impresiona (y cómo) la
fuerza que tienen Pablo y Silas en su empeño evangelizador. Un día los
acogen en su casa, pero al día siguiente son torturados y encarcelados. Por
ello, arrebatados por ese Espíritu del Señor Resucitado, continúan con su
labor, sin que ningún condicionante les frene. ¡Cuántos interrogantes surgen
espontáneamente de ese estilo de vida, de esas sus actitudes!...
- ¡Qué invitación para
nosotros, anunciadores y evangelizadores de hoy en día! Nosotros que
en más de dos ocasiones nos sentimos “achicados” y acomplejados ante la
dificultad y la hostilidad que presenta nuestro mundo y nuestra cultura... La
valentía y la decisión de Pablo nos interroga, nos debe interrogar y provocar.
¿Por dónde empezamos?
Evangelio: Juan 16, 5-11
“... Me voy al
que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: ¿adónde vas? Sino que, por
haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que
os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no
vendrá a vosotros el Paráclito..."
CLAVES
para la LECTURA
- El tema fundamental que
nos propone el evangelista es el Espíritu Santo, testigo de Jesús y acusador
del mundo. Los versículos introductorios recogen el tema de la tristeza de los
discípulos. Jesús ha hablado de las persecuciones que deberán padecer los
suyos, y éstos se sienten turbados frente a esos acontecimientos. Las palabras
dirigidas por Jesús a los discípulos, recogidas en los vv. 5-7, sacan a la luz
su cierre. Los discípulos, atemorizados por el inminente futuro de sufrimiento
que les espera, son incapaces de confiarse al que es el único que puede
hacerles superar toda tristeza y angustia.
- Por eso les reprocha Jesús
el hecho de que ninguno le pregunte qué significa su partida al Padre y su próxima
pasión y muerte, de las que ya les ha hablado otras veces (7, 33; 13, 33; 14,
2-5. 12).
Si hubieran comprendido el sentido de su misión de sufrimiento redentor, se
habrían tranquilizado con el pensamiento de que su «ascenso» al Padre tendría
como consecuencia la venida del Espíritu, quien reforzará su convicción en
torno a la victoria de su fe y les dará la comprensión plena de la verdad del
Evangelio.
- ¿Cuál será, entonces, la tarea del Espíritu? Dar testimonio contra el mundo, que está en pecado por haber rechazado a
Cristo. Él, como abogado en un proceso, revelará a los creyentes, a lo largo
del desarrollo de la historia, el error del mundo. Lo pondrá en situación de
acusado por su pecado de incredulidad. Probará al mundo la justicia de Cristo.
Demostrará que el juicio de condena contra Jesús es inconsistente; más aún: que
se ha resuelto con la condena para siempre del «que
tiraniza a este mundo», sobre
el que ha triunfado Cristo con su muerte-exaltación (v. 11).
CLAVES
para la VIDA
- Jesús se dispone a “pasar de este mundo al Padre” y es que eso es
lo que da sentido y plenitud a su vida, a su misión, a su Persona. Ha llevado a
cabo la obra, el proyecto del Padre, que ahora va a sellar con la entrega hasta
el final, y “volver al Padre” es haber realizado
su voluntad con todas las consecuencias. La tristeza de los suyos no tiene
cabida, aunque él lo comprenda en razón de las persecuciones y dificultades que
van a tener que sufrir para dar testimonio como Él, como Jesús.
-
Además, así entrará a actuar el Espíritu, el Abogado y Defensor, el mejor don
del Resucitado a los suyos. Esa actuación va a ser muy dinámica, porque
además de revisar el proceso de condena de Jesús, acusando al mundo y a sus
enemigos, Jesús será glorificado y hará posible que el proyecto de vida alcance
a todas la naciones y culturas por la acción de ese mismo Espíritu y de sus
seguidores.
- Y aquí nos encontramos
nosotros, animados por este mismo Espíritu y empeñados en mantener vivo el
proyecto de Jesús, que es el del Padre. ¡Cuántas veces podemos
descuidar y olvidar que el Espíritu actúa en nosotros y por nuestro medio!
Abrirnos constantemente a él, dejarnos “arrastrar” por él (como Pablo y Silas),
ofrecer a nuestro mundo la gran novedad de Jesús... ¡he ahí nuestra tarea y la
razón de ser de nuestro empeño! ¿Te animas, hermano/a?
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