lunes, 14 de mayo de 2012


MARTES, día 15.  San Isidro Labrador


Hechos de los Apóstoles 16, 22-34
“... En aquellos días, la plebe de Filipos se amotinó contra Pablo y Silas... A eso de medianoche, Pablo y Silas oraban cantando himnos a Dios... De repente las puertas se abrieron de golpe y a todos se les soltaron las cadenas... El carcelero temblando les dijo: Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme? Le contestaron: Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia...”
 CLAVES para la LECTURA
- Pablo y Silas están en la cárcel por haber expulsado el espíritu de adivinación de una esclava: «El espíritu salió de ella en aquel mismo instante, pero sus amos, al ver que habían desaparecido sus expectativas de lucro, echaron mano a Pablo y a Silas y los llevaron a la plaza pública ante las autoridades» (vv. 18b-19) acusándoles de turbar el orden público.
- Los «estrategas» de Filipos, sin hacer demasiadas averiguaciones, ordenan que azoten con varas a los acusados y encargan al carcelero que los vigile con cuidado. Por eso, al día siguiente, cuando los magistrados querían liberar a los prisioneros, Pablo protesta de manera vivaz y, haciéndose fuerte en su ciudadanía romana, les exige explicaciones por su acción ilegal. Lucas se muestra solícito también en esta ocasión en sacar a la luz el derecho romano, que favorece la libre circulación de la Palabra. Las persecuciones todavía están lejos.
- Entre ambos episodios «policíacos» se inserta la clamorosa conversión narrada en nuestro pasaje: el testimonio sereno de los prisioneros, su lealtad, la serie de acontecimientos extraordinarios, conmueven al carcelero y le hacen plantear la pregunta: ¿Qué debo hacer para salvarme?. La respuesta no consiste en una serie de preceptos, sino en la presentación de una persona: «Si crees en el Señor Jesús, os salvaréis tú y tu familia». Así, a la «prosélito judía» se añade un «funcionario romano»: dos conversiones que entran a formar parte de una comunidad muy querida por Pablo. En efecto, los cristianos de Filipos le habían «robado» a Pablo el corazón.

CLAVES para la VIDA
- Continúa la acción evangelizadora de Pablo y sus compañeros; ni siquiera la cárcel es un impedimento para esta labor; ellos aprovechan cualquier oportunidad para ofrecer a Cristo Jesús como la solución a las situaciones, incluso límites. Aquí les encontramos, apaleados, encarcelados y torturados, pero ofreciendo la fe en Jesús como camino de salvación y de vida, y logrando que así sea, como en este caso, con el carcelero y su familia.
- Impresiona (y cómo) la fuerza que tienen Pablo y Silas en su empeño evangelizador. Un día los acogen en su casa, pero al día siguiente son torturados y encarcelados. Por ello, arrebatados por ese Espíritu del Señor Resucitado, continúan con su labor, sin que ningún condicionante les frene. ¡Cuántos interrogantes surgen espontáneamente de ese estilo de vida, de esas sus actitudes!...
- ¡Qué invitación para nosotros, anunciadores y evangelizadores de hoy en día! Nosotros que en más de dos ocasiones nos sentimos “achicados” y acomplejados ante la dificultad y la hostilidad que presenta nuestro mundo y nuestra cultura... La valentía y la decisión de Pablo nos interroga, nos debe interrogar y provocar. ¿Por dónde empezamos?

Evangelio: Juan 16, 5-11
“... Me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: ¿adónde vas? Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito..."
 CLAVES para la LECTURA
- El tema fundamental que nos propone el evangelista es el Espíritu Santo, testigo de Jesús y acusador del mundo. Los versículos introductorios recogen el tema de la tristeza de los discípulos. Jesús ha hablado de las persecuciones que deberán padecer los suyos, y éstos se sienten turbados frente a esos acontecimientos. Las palabras dirigidas por Jesús a los discípulos, recogidas en los vv. 5-7, sacan a la luz su cierre. Los discípulos, atemorizados por el inminente futuro de sufrimiento que les espera, son incapaces de confiarse al que es el único que puede hacerles superar toda tristeza y angustia.
- Por eso les reprocha Jesús el hecho de que ninguno le pregunte qué significa su partida al Padre y su próxima pasión y muerte, de las que ya les ha hablado otras veces (7, 33; 13, 33; 14, 2-5. 12). Si hubieran comprendido el sentido de su misión de sufrimiento redentor, se habrían tranquilizado con el pensamiento de que su «ascenso» al Padre tendría como consecuencia la venida del Espíritu, quien reforzará su convicción en torno a la victoria de su fe y les dará la comprensión plena de la verdad del Evangelio.
- ¿Cuál será, entonces, la tarea del Espíritu? Dar testimonio contra el mundo, que está en pecado por haber rechazado a Cristo. Él, como abogado en un proceso, revelará a los creyentes, a lo largo del desarrollo de la historia, el error del mundo. Lo pondrá en situación de acusado por su pecado de incredulidad. Probará al mundo la justicia de Cristo. Demostrará que el juicio de condena contra Jesús es inconsistente; más aún: que se ha resuelto con la condena para siempre del «que tiraniza a este mundo», sobre el que ha triunfado Cristo con su muerte-exaltación (v. 11).
CLAVES para la VIDA
- Jesús se dispone a pasar de este mundo al Padre y es que eso es lo que da sentido y plenitud a su vida, a su misión, a su Persona. Ha llevado a cabo la obra, el proyecto del Padre, que ahora va a sellar con la entrega hasta el final, y volver al Padre es haber realizado su voluntad con todas las consecuencias. La tristeza de los suyos no tiene cabida, aunque él lo comprenda en razón de las persecuciones y dificultades que van a tener que sufrir para dar testimonio como Él, como Jesús.
- Además, así entrará a actuar el Espíritu, el Abogado y Defensor, el mejor don del Resucitado a los suyos. Esa actuación va a ser muy dinámica, porque además de revisar el proceso de condena de Jesús, acusando al mundo y a sus enemigos, Jesús será glorificado y hará posible que el proyecto de vida alcance a todas la naciones y culturas por la acción de ese mismo Espíritu y de sus seguidores.
- Y aquí nos encontramos nosotros, animados por este mismo Espíritu y empeñados en mantener vivo el proyecto de Jesús, que es el del Padre. ¡Cuántas veces podemos descuidar y olvidar que el Espíritu actúa en nosotros y por nuestro medio! Abrirnos constantemente a él, dejarnos “arrastrar” por él (como Pablo y Silas), ofrecer a nuestro mundo la gran novedad de Jesús... ¡he ahí nuestra tarea y la razón de ser de nuestro empeño! ¿Te animas, hermano/a?

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