DOMINGO,
día 15
Amós 7, 12-15“… En aquellos días dijo Amasías, sacerdote de Casa-de-Dios, a Amós: Vidente, vete y refúgiate en tierra de Judá: come allí tu pan y profetiza allí. No vuelvas a profetizar en Casa-de-Dios porque es el santuario real, el templo del país. Respondió Amós: No soy profeta ni hijo del profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo de Israel…”
CLAVES para
- El fragmento litúrgico, tomado del libro de Amós, proyecta un rayo de
luz sobre la vocación del profeta, en el contexto de su conflicto con Amasías,
sacerdote del Reino del Norte. Amós, pequeño propietario de tierras y de ganado
en un pueblo cercano a Jerusalén (v. 14; 1, 1), dejó su propio trabajo y su
propia tierra para irse a anunciar la Palabra de Yahvé en el norte, en el Reino de
Israel, precisamente junto al santuario cismático de Betel (7, 10).
- La palabra que Dios le confía denuncia las graves injusticias que se
estaban perpetrando durante el reinado de Jeroboán en perjuicio de los más
pobres: la riqueza y el bienestar de los que gozaban algunos eran fruto de la
explotación de muchos.
- La amenaza de la destrucción de la casa real anunciada por Amós (7,
9. 11) provoca que sea deferido ante el rey por parte del profeta oficial
Amasías, que invita firmemente al profeta a que vuelva a su territorio. En
Betel, Amós es un extranjero indeseado porque su palabra pone en peligro las
instituciones del Reino. Ésa es la razón de que sea expulsado (v. 13).
- El profeta se marcha de allí, pero no antes de haber afirmado con
vigor el origen divino de su propia actividad profética: él no es profeta ni
por descendencia ni por necesidad económica, sino sólo a causa de la llamada
recibida de Dios (v. 15), cuyo mandato sigue fielmente con fuerza y claridad.
-
La conciencia de haber sido llamado personalmente por Dios es la que da fuerza
al profeta Amós. Él, pues, no es profeta por interés, ni como un medio de vida.
Es Dios quien le ha llamado y él no puede menos que obedecer. Y así, con
valentía, sin dejarse acobardar por las amenazas, sigue anunciando cómo será el
proceder de Dios para con los dirigentes del pueblo, debido a su corrupción y
su materialismo. El profeta no se vende a los poderosos.
CLAVES para la VIDA
- “Ve a profetizar a mi pueblo Israel” (v. 15):
en esta experiencia arranca la nueva realidad que vive el profeta, a quien se
le exige abandonar su forma de vida, la que ha ejercido hasta este momento.
LLAMADA, pues, de Dios y respuesta incondicional, a pesar de los miedos y
temores por parte del profeta, forman un binomio inseparable. El caso de Amós
es un caso patente de fidelidad a la vocación profética. Esa fidelidad le
llevará a situaciones límite. Pero es igual.
-
¡Inmensas lecciones, y no fáciles de aprender, las que nos siguen ofreciendo
estos relatos bíblicos! La experiencia viva de llamada para una MISIÓN-TAREA
determinada, es algo vital y necesaria, también en nuestra vida. Si esa
conciencia se debilita, muy probablemente la presión del entorno podrá más en
nuestra vida, en la de todo creyente. Ésta es la cuestión de fondo y que en
momentos de fuerte crisis, como los actuales, aflora de forma singular. ¿Cómo
es tu conciencia profética, hermano/a? ¿Cómo te sientes en la tarea...?
Efesios 1, 3-14
“… Bendito sea Dios, Padre de
Nuestro Señor Jesucristo. Él nos eligió en la persona de Cristo -antes de crear
el mundo- para que fuésemos consagrados e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la
Persona de Cristo -por pura iniciativa suya- a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su
querido hijo, redunde en alabanza suya. Por este Hijo, por su sangre, hemos
recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia,
sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer
el Misterio de su Voluntad. Éste es el plan que había proyectado realizar por
Cristo, cuando llegase el momento culminante; recapitular en Cristo todas las
cosas del cielo y de la tierra…”
CLAVES para la LECTURA
- La
Carta a los Efesios, que nos presenta la liturgia de hoy,
nació probablemente como carta circular dirigida a las diferentes Iglesias de
la provincia de Asia por el apóstol Pablo durante el período de su primera
prisión en Roma (61-63 d. C.), o bien por alguno de sus discípulos.
- El grandioso himno de bendición que abre la carta a los Efesios
celebra el misterio que Dios Padre ha manifestado en Jesucristo: el proyecto
salvífico del que todos los hombres están llamados a beneficiarse. La alabanza
de la gloria de Dios, que, como un estribillo, marca el ritmo de la celebración
(vv. 6b. l2a. l4c), es el objetivo al que tiende toda la obra. Jesucristo es el
arquetipo y el artífice del plan eterno de Dios. Todo tiene lugar en él y por
medio de él: el don gratuito de la elección y de la adopción filial (vv. 4-6),
la redención llevada a cabo a través del perdón de los pecados (v. 7), la
revelación de la sabia voluntad de Dios y su actuación en la plenitud de los
tiempos (vv. 8-10).
- Este proyecto, impensable para la antigua alianza, implica a todos
los hombres: tanto a los cristianos procedentes del judaísmo como a los
cristianos procedentes del paganismo. Ambos grupos se han convertido, por libre
decisión divina, en propiedad de Dios, y están llamados a compartir su vida
eterna en los cielos. Pablo, imitando la práctica litúrgica bautismal, recuerda
los pasos por los que se accede a esa riqueza de vida: escucha del anuncio del
Evangelio, adhesión de fe, recepción del Espíritu Santo, que, a modo de
«sello», garantiza y acredita la pertenencia a Cristo (vv. 11-13).
- De este modo, los creyentes se encuentran insertados en una realidad
dinámica, no estática: Dios tomará la plena posesión del cristiano sólo cuando
llegue el momento de su plena manifestación. La vida del creyente en Cristo
está ahora en continuo devenir: en ella se va realizando de una manera
progresiva la liberación llevada a cabo por Jesús, a quien ya pertenece el
cristiano en virtud de los sacramentos.
CLAVES para la VIDA
- Sin quedarnos en
la discusión sobre la autoría de la carta (Pablo o alguien posterior), la misma
nos ofrece esa síntesis fenomenal del plan salvador de Dios, quien nos ha
bendecido con toda clase de bendiciones en Cristo Jesús. Eso sí: todo es iniciativa
del mismo Dios, que desde siempre nos ha querido como hijos y lo lleva a cabo
por medio de Cristo Jesús. Todo sucede, pues, por iniciativa suya y lo realiza
en Cristo Jesús. ¡Hermosa expresión de lo nuclear de la fe, para nosotros, para
todos!
- La convicción de
que todo lo hace nuevo y lo lleva a plenitud es, pues, ésta: la bondad de Dios
no tiene límites (“antes de la creación del mundo”
y “con toda clase de bienes”: vv. 3- 4); aquí se
compendia todo el misterio de esa historia de la salvación. Todas las promesas
antiguas alcanzan su realización, pero de forma absolutamente plena, hasta el
punto de que el corazón humano no había soñado; sólo el corazón de Dios lo
alcanzaba y lo planificaba. Y, todo ello, se realiza en Cristo Jesús, en su
entrega, realizando así plenamente la redención.
- ¡Toda una inmensa
confesión de fe la que se nos ofrece en este himno litúrgico de la Carta a los Efesios! Una
confesión de fe que tantas veces resulta mucho más asequible que los utilizados
por nuestra liturgia actual. Saber que yo, cada uno, hemos sido “soñados” por
el amor y el corazón de Dios y que esto lo ha llevado a cabo, en plenitud, por
medio de Cristo Jesús... ¡algo que no puedo olvidar ningún instante de mi vida!
Si lo olvidara, perdería el sueño original sobre mi vida, perdería mis raíces y
con ello el sentido que puede dar “color y sabor” a toda mi existencia y
caminar como persona y como creyente. ¿Estás de acuerdo, hermano/a?
Evangelio: Marcos 6, 7-13
“... Llamó Jesús a los Doce y los
fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos.
Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más... Ellos salieron
a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos
enfermos y los curaban...”
CLAVES para la LECTURA
-
Jesús había elegido a los Doce para que “estuvieran con él”
(3, 14), pero también para enviarles a predicar. Marcos nos muestra ahora que
ha llegado el momento de la misión. Jesús les da indicaciones concretas al
respecto. Irán juntos, como testigos del amor que les ha llamado, para vencer,
con el poder que les ha sido conferido, a los espíritus inmundos.
- “Les ordenó...”: es la primera vez que Jesús
manda explícitamente algo, y está relacionado con la pobreza. Quiere que los
suyos evangelicen dando testimonio del rostro de quien les envía, el cual “de rico como era se hizo pobre por nosotros”
(2 Cor 8, 9) y demuestra que el Padre escoge siempre lo pequeño y lo impotente
para obrar sus grandes maravillas. Por eso, no deben tomar nada consigo y
tienen que apoyarse únicamente en la confianza en aquel que les envía. Aceptarán
la hospitalidad y aceptarán también que los rechacen.
-
Los discípulos, por consiguiente, van a dar testimonio de que el Reino de Dios
ha llegado y es la hora de convertirse; su anuncio va acompañado de la victoria
sobre el antiguo adversario y de las curaciones que prosiguen la obra de Jesús,
que pasó haciendo el bien. Con la humildad y la predicación queda abierto el
acceso a la Jerusalén
de arriba, que es nuestra madre.
CLAVES para la VIDA
-
Jesús ha trabajado a su grupo, han estado con Él, han convivido, le han
escuchado, han aprendido. Ahora les envía con la autoridad que Él mismo tiene,
la de expulsar los espíritus inmundos, como el gran signo de que el Reino de
Dios ha llegado. Por lo tanto, aquel grupo comparte la misma MISIÓN que Jesús;
ése será su quehacer. Eso sí, quiere que esa tarea la realicen con los medios
que el Padre mismo ama y por los que ha optado: con los medios más pobres,
incluso aceptando la posibilidad de ser rechazados. ¡Qué escalofrío, Dios mío!
- “Estar con Él” es el secreto, ésa es la ESCUELA donde se puede
aprender en toda su profundidad el contenido y la esencia de la Misión. Ahí se podrá
palpar la urgencia de ir “ligeros de equipaje” como el mejor medio, y como el estilo que debe caracterizar a sus
enviados. Jesús prefiere a los suyos más peregrinos que instalados (=
bloqueados).
-
Estamos en la Escuela
de la Misión :
necesito participar en esta escuela y en sus actividades. Será la única forma
de experimentar la fuerza de la confianza puesta en el Padre, en la presencia
singular y única del mismo Jesús. Sólo así aprenderé a despojarme de tanto
equipaje que impide “ser enviado” y caminar, como Él, hasta el fin. ¿Deseas
participar de esta Escuela, hermano/a?
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