LUNES,
día 9
Oseas 2, 16. 17b-18. 21-22
“... Yo la cortejaré, me la llevaré al desierto, le hablaré al
corazón. Y me responderá allí como en los días de su juventud, como el día en
que la saqué de Egipto...”
CLAVES para la LECTURA
-
El profeta Oseas escribió en tiempos de Jeroboán III (713-743 a . de C. ), en un período
bastante florido, desde el punto de vista social, para Israel, aunque amenazado
por la prostitución del pueblo a los baales, ídolos cananeos de la sexualidad,
de la fecundidad, de la vegetación. La misma mujer del profeta abandona a su
marido y se convierte en prostituta sagrada en un templo de Baal. Oseas, con la
pena del corazón traicionado, es introducido en un significado más amplio de
ese adulterio: no sólo su mujer, sino todo Israel es adúltero respecto a Dios.
- Y en el hecho de
que el profeta, por voluntad del Señor, vuelva a tomar consigo a la mujer
infiel, comprende el autor sagrado que debe expresar, con su propia vida y con
su escrito, el drama de un Dios hasta tal punto fiel a Israel que lo atrae de
nuevo hacia sí para renovarlo en un encuentro de profunda intimidad. Los
«viñedos», los bienes perdidos por Israel cuando abandonó al Señor, él mismo
-el esposo- los devolverá otra vez a la amada que se convierte a él.
- Israel, yendo aún
más al fondo en la alianza nupcial con Dios, experimentará la transfiguración
de las mismas experiencias más dolorosas. Precisamente como el «valle
de Acor», un estrecho y oscuro desfiladero que evocaba atroces
recuerdos de estragos (Jos 7, 24ss), se convertirá en «puerta de esperanza». Y
será muy bello -dice Oseas-, como en los tiempos de la liberación de Egipto,
dirigir cantos de amor a un Dios que desea cada vez más apasionadamente unir a
la creación consigo, renovándola con sus dones nupciales. Éstos son la
justicia, fuente de toda la acción de Dios que une consigo a la esposa
fiel; el derecho, que es defenderla del mal; la ternura y ese amor
intenso y tiernísimo -rahamîm- que caracteriza las nuevas
relaciones del Dios-Esposo con Israel-Esposa, convertida en lo más profundo de
su ser. De este modo es como la esposa «conocerá»
a su Dios: no de modo formal, exterior, sino en lo hondo del corazón.
Evangelio: Mateo 9, 18-26
-
El profeta Oseas y su historia personal se convierte en todo un símbolo para
Israel. Y es que en medio de las infidelidades profundas de su caminar como
pueblo, Dios -como esposo fiel y amante-, intenta por todos los medios mantener
una relación estrecha y amorosa, cuidarle y mimarle como en los mejores
tiempos, en los días de la liberación de la esclavitud de Egipto y del caminar
por el desierto. ¡Bella historia de un enamorado!- Y
es que Dios la quiere como esposa, PARA SIEMPRE. Este es el proyecto de Dios
que el profeta no se cansa de recordarnos. No le importa tener que recomenzar
de nuevo y vivir así una nueva etapa de amor y de fidelidad. Las claves que
ofrece y propone este Dios son derecho, justicia, misericordia, compasión,
ternura, fidelidad. ¡Qué belleza de mensaje!-
Realmente sugerente cuanto se nos ofrece en esta reflexión profética. También
para mí, para nosotros, hoy invitados a vivir esa misma relación amorosa con
Dios. Ni siquiera le importan los devaneos vividos en mi historia particular y peculiar.
Aceptar con enorme gozo esta propuesta siempre NUEVA... ¡he aquí el dilema para
mi (nuestro) pobre corazón! ¿Terminaré aceptando este regalo...? ¡Buen ánimo!
“... Mientras Jesús hablaba, se
acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo: Mi hija acaba de morir.
Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá. Jesús lo siguió con sus
discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce
años, se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que con
sólo tocarle el manto se curaría. Jesús se volvió, y al verla le dijo: ¡Ánimo,
hija! Tu fe te ha curado. Y en aquel momento quedó curada la mujer. Jesús llegó
a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente,
dijo: ¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida. Se reían de él. Cuando
echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se puso en
pie...”
CLAVES para la LECTURA - La perícopa de
Mateo sitúa el relato de la curación de la hemorroísa dentro del de la
resurrección de la hija de Jairo, jefe de la sinagoga de Cafarnaún. Dos relatos
que, según la intención del evangelista, han de ser leídos de una manera
complementaria para que se comprenda el significado de los milagros realizados
por Jesús. En efecto, la sección en que está situada la perícopa es la
delimitada por los capítulos 8-9, en los que el evangelista presenta diez
milagros.
- En el centro
sobresale el relato de la hemorroísa, en el que se indica que la fe consiste en
«tocar» al Señor de la vida. Tocar es una
forma de conocer, la posibilidad dada al hombre de encontrar al Señor y de
entrar en comunión con él a través de la humanidad de una presencia en la que
habita la «plenitud» de la divinidad (Col 1, 19). Frente a la dramática situación de
«perder la vida» a que está sometido todo ser vivo (también la hemorroísa), la
única salvación de la que dispone es este Señor de la vida: «Con sólo tocar su vestido quedaré curada-salvada... Ánimo,
hija, tu fe te ha salvado»
(vv. 21ss). A esa mujer que ha tocado su túnica «por
detrás», le habla Jesús «cara a cara» «Jesús
se volvió y, al verla, dijo»:
v. 22), y en su rostro y en su palabra revela la presencia poderosa y
misericordiosa del Padre, Dios de vivos.
- La fe en Jesús,
por tanto, hace pasar de la muerte a la vida, como atestigua el relato de la
hija de Jairo. En la niña que yace muerta se manifiesta la imagen de una vida
joven, una vida proyectada naturalmente hacia un futuro de vida, y, sin
embargo, ya inerte, marcada por la trágica inmovilidad de la muerte. La actitud
de fe del padre de la joven, atestiguada por la petición de la presencia de
Jesús (v. 18), motiva la solicitud de que el Señor «toque» la vida de su fiel y
la muerte deje de ser una experiencia hacia la nada, un camino sin retorno. La
presencia de Dios Padre, que, en la persona de su Hijo, se inclina sobre la
historia humana marcada por el límite, libera del miedo y de la angustia de la
muerte y abre a la esperanza de la resurrección.
- Con una profunda
sobriedad en los dos breves relatos, Mateo, al mismo tiempo que señala la
proximidad de Dios a su pueblo, nos explica que, en el diálogo con el Señor
Jesús, podemos experimentar ya la salvación, porque creemos en su Palabra antes
de que el signo le confiera la evidencia. En consecuencia, el don de su
presencia sólo puede ser recibido en la fe, porque no se puede otorgar ningún
don a quien no lo acoge.
CLAVES para la VIDA
-
Nos encontramos en un contexto en que el evangelista nos ofrece distintos
milagros o signos de vida que Jesús realiza a favor de las personas. Siempre
tienen una finalidad clara: mostrar que el Reino de Dios está presente y Él,
Jesús, es esa presencia nueva que aporta curación y Resurrección. La historia
de salvación alcanza su plenitud a través de la presencia humana de Dios en
Jesús.
-
Pero, nada es “mágico” y de forma “automática”. En los dos relatos media la FE , fe en la persona de Jesús,
en la convicción de que su palabra es portadora de vida. De ahí que sea
necesario “tocar” al Señor; esto es, “encontrarse” con Él, con su palabra
liberadora capaz de crear un futuro liberador y de vida. Éste es el camino que
es necesario realizar y vivir, para así poder alcanzar la “plenitud”.
-
También, hoy, para mí, para nosotros es necesario “tocar” a Jesús, y sentir
toda su fuerza en mí. Y esa fuerza produce VIDA, la que es don de Dios y hace
posible que todo se ilumine y adquiera plenitud. Yo estoy llamado a este
encuentro; a mí se me invita a participar de esta plenitud, don gratuito, pero
que requiere ser deseado y suplicado. ¿Cómo me siento ante esta propuesta?
¿Bien...? ¿Regular...? Alguien espera mi respuesta.
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