martes, 17 de julio de 2012


MIÉRCOLES, día 18

Isaías 10, 5-7. 13-16

“... ¡Ay Asur, vara de mi ira, bastón de mi furor! Contra una nación impía lo envié, lo mandé contra el pueblo de mi cólera, para entrarlo a saco y despojarlo, para hollarlo como barro de las calles. Pero él no pensaba así, no eran éstos los planes de su corazón; su propósito era aniquilar, exterminar naciones numerosas... Por eso, el Señor de los Ejércitos meterá enfermedad en su gordura; y debajo del hígado le encenderá una fiebre, como incendio de fuego...”

CLAVES para la LECTURA
 - El oráculo contra Asiria que nos presenta este fragmento debe ser colocado en el contexto de la inminente amenaza de la invasión asiria, que marca la época de la profecía de Isaías. Los reyes de Judá, primero Ajaz y después, su hijo Ezequías, adoptan una política diferente respecto a la potencia extranjera: de alianza-vasallaje el primero, de oposición el segundo. Sin embargo ninguno de los dos sigue los consejos del profeta que exhorta a buscar en la fe en Dios y no en las alianzas políticas la estabilidad y la seguridad del Reino. De este modo, Isaías considera a Asiria unas veces como enemiga que ha de ser castigada, y otras, como instrumento del que se sirve Dios para amonestar a su pueblo e incitarle al arrepentimiento.
- En este oráculo se llama a Asiria «vara» y «bastón» de la cólera de Dios (v. 5), instrumento eficaz destinado a que el pueblo tome conciencia de la impiedad en que vive. Sin embargo, Asiria trueca en ventaja suya la tarea que le ha sido confiada: el castigo que debe infligir a Israel y a Judá se está transformando en su propia destrucción. Se ha puesto a sí misma como árbitro de sus propias opciones. De este modo, el «bastón del furor» de Yahvé (v. 5b) pretende «mover a quien lo lleva» (v. 15c). El destino que le está reservado, siguiendo la lógica de la retribución temporal, será un castigo ejemplar (v. 16).
- Con esta sencillez, Isaías asentará uno de los pilares básicos de la teología bíblica: todo está en manos de Yahvé. Creación e historia no escapan a los designios de su providencia. Así, Yahvé ha querido hacer justicia con su pueblo y Asur ha sido el instrumento purificatorio, el bastión de su furor. Así, el profeta Isaías, teólogo de la historia, nos ofrece su visión de cuanto acontece a su pueblo.

CLAVES para la VIDA
 - Una idea recorre las páginas del Antiguo Testamento y los mensajes de los profetas: Dios conduce la historia y no son “los que se creen protagonistas” los que la dominan. Dios se sirve de personajes extranjeros para purificar y hacer madurar a su pueblo. Así, Asiria y sus ejércitos son la vara de mi ira (v. 5) para hacer recapacitar el hijo díscolo; pero más tarde, ese mismo Dios se servirá de Ciro para facilitar la vuelta del destierro. Es la lectura de la historia que el profeta realiza en nombre de Dios.
- Pero especialmente el profeta, con mirada profunda, descubre que el proyecto de Dios no es castigar, sino hacer siempre una relación estrecha y profunda. Para mantener esa relación, Dios se servirá de los medios más inverosímiles, a veces, hasta contradictorios. Es la gran lección que los profetas ayudan a leer y descubrir: Dios está presente en la historia de los hombres, en medio de su pueblo, y su proyecto es realizar plenamente la salvación a favor de la humanidad.
- En medio de estas “historias”, se me ofrecen las claves del actuar de Dios: descubrirlas, aplicarlas a mi propia vida, aceptarlas... es todo un objetivo de mi caminar creyente y de esta “lectura continuada” de la Palabra de Dios. Dios sigue actuando en mi vida y está empeñado en mi historia personal y en mis “historias”. Es la “lectura” de fe. Tú, hermano/a, ¿cómo te sientes ante todo esto?

 Evangelio: Mateo 11, 25-27

“.... Jesús exclamó: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar...”

 CLAVES para la LECTURA
 - El fragmento evangélico de hoy nos transmite una de las pocas oraciones explícitas de Jesús recogidas en los evangelios. Esta oración es una breve berakhah, o sea, «bendición» dirigida a Dios (del mismo modo que tantos salmos del Antiguo Testamento). El motivo, si nos fijamos bien en la traducción del texto original, es éste: haber revelado las cosas del Reino de Dios a los pequeños antes que a los sabios del mundo. Jesús no bendice al Padre, en primer lugar, por haber escondido estas cosas a los sabios del mundo, sino antes que nada porque las ha «dado a conocer a los sencillos» (v. 25). Eso es lo que ha complacido al Padre, tal como lo ve el amor filial de Jesús.
- A continuación, fuera ya de la oración, Jesús hace unas afirmaciones impresionantes sobre sí mismo: dice, en primer lugar, que todo le ha sido entregado por su Padre (v. 27a), palabras que veremos ratificadas y completadas por aquel solemne «Dios me ha dado autoridad plena sobre cielo y tierra» (Mt 28, 18). Jesús era consciente del gran poder que tenía, que era un don del Padre. En segundo lugar, Jesús afirma que «nadie conoce al Hijo, sino el Padre» (v. 27b), indicando de este modo su realidad divina y mesiánica, cosas que escapaban absolutamente a cualquier observación o deducción humana privada de la luz de la revelación.
- Por último, dice Jesús de manera semejante que «al Padre no lo conoce más que el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (v. 27c). Aquí tenemos una explicación clara de la imposibilidad en la que se encuentra el hombre de conocer verdaderamente a Dios como Padre. Y precisamente Jesús se presenta como el revelador del Padre: que el hombre pueda llegar al conocimiento del Padre del cielo depende enteramente de él, de Jesús.

 CLAVES para la VIDA
 - Al Dios que actúa en la historia (1ª lectura), ahora se dirige Jesús, llamándole “Padre” y mostrándole su admiración y expresando su alabanza por la opción que ha hecho: revelar el don y los misterios de su Reino a los “PEQUEÑOS” del mundo, a los que parece que no cuentan en las “lógicas” humanas. Y ésta es la preferencia del Padre; y no lo disimula en absoluto. ¡Ésta es la grandeza de nuestro Dios, guste o no a los poderosos y sabios!
- Y esto nos lo revela no cualquiera, sino el “Hijo”; y éste sabe mucho de su Padre. Éste es el gran don y regalo que Jesús nos ofrece. Por lo tanto, sabemos cuál es el camino para llegar a este Dios “... y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar (v. 27c), es Jesús el camino que nos conduce al encuentro con el Dios que salva y libera. Ya no podemos caminar a oscuras. Lo sé; lo sabemos... Ésta es la suerte que tenemos.
- Ésta es la clave para mí (nuestra) vida y para nuestro caminar. Cada vez que olvido esto, me convierto en un insensato; esto es, en alguien que ha perdido el “sentido” vital, lo que puede iluminar toda su vida. Y... ¡cuántas veces, en mi pobre caminar, pierde fuerza esta experiencia y con ello se tambalea todo en mí!..

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