MARTES,
día 3: SANTO TOMÁS
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Fiesta - Lecturas propias
Efesios 2, 19-22
“...Ya
no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos del pueblo de Dios
y miembros de la familia de Dios... Estáis edificados sobre el cimiento de los
apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular... Por él
todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo
consagrado al Señor...”
CLAVES para la LECTURA
- El hecho de que
los efesios fueran de origen pagano proporciona a Pablo la ocasión para
subrayar su situación precedente de gran pobreza por la falta de Cristo. En
efecto, no tenerle a él significa «estar lejos» de Dios; tenerle significa estar «cerca» gracias
a la sangre que ha derramado por nosotros. Históricamente, pues, los paganos
vivían una situación desfavorable respecto a los israelitas: como no
pertenecían al pueblo de Dios, no podían participar, en consecuencia, de las
promesas (v. 12).
- El punto focal de
la perícopa es la afirmación de que «Cristo es nuestra
paz» (v. 13). Es
preciso captar el doble sentido de la palabra paz. Por una parte, se trata de la
abolición de aquello que, en lo tocante a la Ley , separaba a judíos y paganos. Por otra, es la
paz de todo hombre con Dios, entendida como una reconciliación que tiene lugar
por el hecho de que ha sido eliminado el pecado. Es Cristo -él solo- quien ha
llevado a cabo tanto una como otra paz. Verdaderamente, la separación era una
enemistad tan profunda que formaba como un «muro» que separaba al hombre de Dios y a los
hombres entre ellos. La observancia de la Ley , caída en un ciego legalismo formalista,
impedía la obediencia a Dios de una manera sustancial; esa obediencia es ahora
posible por la pacificación que tiene lugar con la encarnación del Verbo y el
rescate de su muerte en la cruz. En virtud de esta paz nuestra nace el «hombre nuevo» (v. 16). El camino, tanto para los que proceden del paganismo como
para los que fueron israelitas, es ahora un sereno ir al Padre con la fuerza
unificadora del Espíritu.
- Pablo coloca, a
continuación, la premisa de nuestra identidad como Iglesia. Ahora somos «conciudadanos dentro del pueblo de Dios; «familia de Dios» (v. 19), sólidamente «edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas» (v. 20). Nuestra piedra angular es
Jesús. De él nos viene la posibilidad de evolucionar espiritualmente hasta
llegar a ser, caminando con los hermanos, verdaderos templos de Dios, su morada
por intervención del Espíritu.
CLAVES para la VIDA
- Está claro: ahora la salvación y sus dones no son sólo para Israel, sino que en ese proyecto entra toda la humanidad (versículos anteriores al texto de la fiesta de hoy). También los paganos son herederos de ese Reino inaugurado por Cristo Jesús. En virtud de la paz que aporta Cristo, nace el “hombre nuevo” que puede caminar, animado por el Espíritu, hacia el encuentro con el Padre. Mensaje central para hoy.
- Aquí nace, según Pablo, la “familia de Dios” (v. 19) y es que ésta es la consecuencia de la salvación aportada por Cristo Jesús: reconciliados ya con Dios, TODOS aportamos en la edificación del templo de Dios, donde Jesús es la piedra angular. Edificación que está animada y al que da vida el Espíritu, que es el vínculo de unión entre los hombres, y entre éstos y el Padre. La realidad actual es completamente nueva y está cimentada en los apóstoles, testigos directos del acontecimiento Jesús.
- ¡Hermosas y sugerentes reflexiones del apóstol para que captemos la nueva condición a la que somos invitados! Experimentar esa nueva situación, disfrutar del Padre y de la familia a la que me llama, construir con otros hermanos ese nuevo templo donde la piedra angular es Cristo Jesús, es toda una PROPUESTA en esta fiesta del apóstol Tomás. Aquí nace un nuevo hombre/mujer, con una espiritualidad (= espíritu) propio y lleno de vida. ¡Todo un desafío para mí, hoy y aquí!
Evangelio: Juan 20, 24-29
“...
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino
Jesús... Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en
el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo... A los
ocho días, estaban otra vez, estando cerradas las puertas, se puso en medio y
dijo: Paz a vosotros... Luego dijo a Tomás: Trae tu dedo, aquí tienes mis
manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino
creyente... ¡Señor mío y Dios mío!... ¿Porque me has visto has creído? Dichosos
los que crean sin haber visto...”
CLAVES para la LECTURA
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Estos dos episodios, próximos y relacionados con un mismo tema -el de la fe-,
son el eco fiel de cuanto ha sucedido en los corazones de los apóstoles tras la
muerte de Jesús.
- El segundo cuadro
(vv. 24-29) personaliza en Tomás las dudas y el escepticismo que atribuyen los
sinópticos, de manera genérica, a «algunos» de los Doce, y que pueden surgir en
cualquiera. Tomás ha visto la agonía de su Maestro y se niega a creer ahora en
una realidad que no sea concreta, tangible, en cuanto al sufrimiento del que ha
sido testigo (v. 25). Jesús condesciende a la obstinada pretensión del
discípulo (v. 27), pues es necesario que el grupo de los apóstoles se muestre
firme y fuerte en la fe para poder anunciar la resurrección al mundo.
Precisamente a Tomás se le atribuye la confesión de fe más elevada y completa: «¡Señor mío y Dios mío!» (v. 28). Aplica al Resucitado los nombres bíblicos de Dios, Yahvé
y Elohím, y el posesivo «mío» indica su plena adhesión de amor, más que de fe,
a Jesús.
- La visión conduce
a Tomás a la fe, pero el Señor declara, de manera abierta, para todos los
tiempos: bienaventurados aquellos que crean por la palabra de los testigos, sin
pretender ver. Éstos experimentarán la gracia de una fe pura y desnuda que, sin
embargo, es confirmada por el corazón y lo hace exultar con una alegría inefable
y radiante (1 Pe 1, 8).
CLAVES para la VIDA
-
Tomás es alguien que no había entendido el sentido de la muerte de Jesús; la
concebía como un final y no como un encuentro con el Padre. Y ahora, separado
de la comunidad (“no estaba con ellos”, v. 24),
no ha participado de la experiencia común, no ha recibido el Espíritu ni la
misión. Su referencia todavía es el pasado. Por eso, le cuesta aceptar que
Jesús está vivo; exige una prueba individual y extraordinaria. Todo un símbolo
el de Tomás, símbolo de tantas historias personales.
-
Ahora, estando en la comunidad, Jesús “llega”,
se hace presente ofreciendo la paz. Ahora sí, Él será el “Señor”
y será “mío”: la nueva condición de
Jesús, la toma Tomás como modelo, porque Jesús es Señor entregando la vida,
toda entera, como servicio a los suyos. Hasta ahí es necesario llegar. Por eso,
“dichosos los que crean sin haber visto” (v.
29): aquí se llega al final de ese proceso y camino de la fe, llegando a
entregar todo en favor de los demás, como Jesús mismo.
-
Está claro que el proceso de la fe no es algo teórico, sino llegar al encuentro
con el Señor Jesús como aquel que lo entrega todo como servicio a los hermanos.
Llegar ahí y vivir así, es la cumbre: “Dichosos lo que
crean...”. El apóstol, una vez más, me invita al ENCUENTRO,
hasta convertirle a Él en el “Señor mío y Dios
mío”. ¡Me queda camino por recorrer! Siempre es más fácil y
sencillo quedar en el plano teórico y no bajar a la vida, a las consecuencias.
¿Te animas, hermano/a?
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