JUEVES,
día 19
Isaías 26, 7-9. 12. 16-19
“... Tú allanas el sendero del justo; en la senda de tus juicios,
Señor, te esperamos, ansiando tu nombre y tu recuerdo. Mi alma te ansia de
noche, mi espíritu en mi interior madruga por ti, porque tus juicios son luz de
la tierra, y aprenden justicia los habitantes del orbe. Señor, tú nos darás la
paz, porque todas nuestras empresas nos las realizas tú. Señor, en el peligro
acudíamos a ti, cuando apretaba la fuerza de tu escarmiento...”
CLAVES para la LECTURA
- La plegaria de Is
26,7-19, de la que están tomados los versículos que constituyen el texto
litúrgico de hoy, forma parte del así llamado «Apocalipsis de Isaías»,
considerado como posterior a la profecía del Isaías histórico. Se trata de un
bloque de capítulos (24-27) formado por liturgias proféticas, anuncios
apocalípticos, cantos y plegarias de lamento y de acción de gracias.
- El centro de
atención está constituido por la ruina de la ciudad excelsa, cuya
identificación resulta problemática, y por el juicio que pronuncia Dios sobre
ella y sobre toda la tierra, un juicio en el que están implicadas asimismo
todas las fuerzas de la naturaleza. Entre los trastornos cósmicos y las
perspectivas de la paz definitiva, se invita al pueblo a que confíe en el
Señor, que mantiene su promesa y cuida de los pobres y de los oprimidos. Del
mismo modo que devasta las ciudades paganas, haciendo impracticables sus
caminos, allana la senda de quien conforma la vida a sus preceptos (vv. 7ss).
Dios realiza sus grandes obras entre las naciones, a fin de que todos puedan
conocerle y vivir según su voluntad.
- La esperanza que
el orante pone en Yahvé alimenta el deseo de estar en comunión con aquel que le
concederá -está seguro de ello- la plenitud de todos los bienes y llevará a
buen puerto las iniciativas emprendidas (vv. 9. 12). Eso mostrará, no obstante,
la débil fe del pueblo, cuya oración está exenta de contenido y de fuerza vital
(vv. 16-18). La intervención de Dios volverá a dar energía vivificadora a un
pueblo de «muertos», para una nueva existencia
jubilosa (v. 19). La que proclama el orante es una esperanza cierta, expresión
de la fe en aquél a quien sabe pertenecer.
CLAVES para la VIDA
-
El profeta pone una hermosa oración en boca del pueblo en un momento de
profunda lucidez. Es como un salmo o una profecía hecha oración: “te esperamos Señor... mi
alma te ansía de noche...” (vv. 8-9). Y es que a pesar de tantos
esfuerzos e intentos, el pueblo es consciente de que no ha sido capaz de
aportar la salvación que ansiaban y buscaban: “concebimos,
nos retorcimos y dimos a luz... viento” (v. 18). Es la toma de
conciencia de que la ruina está próxima dada la situación a la que han llegado.
-
Por eso, “tú nos darás la paz, porque todas nuestras
empresas nos las realizas tú” (v. 12): llegar a esa plegaria es
lo que el profeta desea de su pueblo, ya que entonces será posible rehacer la Alianza y mantenerse fiel
a ese mutuo compromiso. Así, todo será diferente (según la lectura profética).
Sólo la intervención de Dios, nueva y vivificadora, será capaz de crear una
existencia jubilosa (v. 19) para ese pueblo y su historia.
-
Repetidos mensajes de esperanza los que se me (nos) siguen ofreciendo día tras
día. Y es que “con Dios” toda la realidad es diferente. ¡Inmensa lección de
Israel para nosotros y para todos los tiempos! También para mí, tantas veces
caminante solitario y vacilante... “Tú nos darás la
paz...” (v. 12) es la oración y la confesión hermosa del corazón
creyente. ¿Lo deseo? ¿Lo busco? ¿Lo pido y lo acojo?..
Evangelio: Mateo 11, 28-30
“... En aquel tiempo, Jesús exclamó: Venid a mí todos los que
estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de
mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque
mi yugo es llevadero y mi carga ligera...”
CLAVES para la LECTURA
- La brevísima
perícopa evangélica de hoy es una alhaja que se encuentra sólo en Mateo. Se
trata de uno de los fragmentos más consoladores, más alentadores y más
esperanzadores del mensaje de Jesús y del ejemplo de su vida. Se trata de una
invitación que está dirigida a todos los que se encuentran «fatigados
y agobiados», una
condición humana, material o espiritual, en la que se puede hallar cualquier
hombre, hasta aquel que se considera más libre y más perfecto. La fatiga
acompaña al hombre a lo largo de toda su vida, y la opresión, en sus mil formas
diferentes -moral, psicológica, social, familiar-, no permite que el hombre
goce plenamente de la perenne libertad a la que ha sido llamado. Por eso, la
invitación de Jesús va dirigida a todos los hombres de todos los tiempos: se
trata de una invitación maravillosa, la más necesaria de todas. Jesús nos
facilita el motivo de su invitación: él mismo nos aliviará, nos consolará, nos
reanimará.
- Viene, a
continuación, una orden: la de imitarle en aquello que constituye el fondo de
su corazón, la expresión de su persona: su sencillez y su humildad. Jesús no dice que le imitemos en su caridad o en su
entrega, cosa que nos haría ver la absoluta desproporción que media entre su
generosidad y nuestra mezquindad. Habla de una actitud interior más fácil, más
factible cuando nos sentimos ayudados por la gracia del Espíritu; nos pide que
le sigamos en su sencillez y en su humildad, sin pretender grandes cosas o
metas excelsas, sin considerarnos demasiado perfectos o santos.
- Se trata, por
consiguiente, de la otra cara de una segunda invitación: la de que carguemos
con su yugo (v. 29). El yugo une a dos bueyes para el trabajo. En esta
comparación, el yugo de Jesús nos une a él con cada uno de nosotros. Esta
asociación en la misma suerte de Jesús hace al alma feliz, porque «mi yugo es suave y mi carga ligera» (v. 30) y el alma es capaz de caminar y
trabajar con Jesús, que le abre el camino de la paz y del alivio.
CLAVES para la VIDA
-
¡Consoladoras realmente las palabras de Jesús para todo aquel que quiere
escucharle desde el fondo de su ser, de su corazón! Porque la fatiga y el
agobio forman parte del entramado del caminar humano. Cualquier propuesta de
aliento, de alivio en esa situación, es un don y algo que nos anima y estimula.
Jesús en persona se propone reanimarnos, aliviarnos, consolarnos. Es su
invitación y oferta.
-
Pero... ¡qué curioso! Sólo los sencillos y humildes lo podrán captar y
entender, y por lo mismo, aceptar su invitación. Y es que la raíz del orgullo,
de la autosuficiencia o de la “tontera” del hombre está plenamente presente
y... ¡con qué fuerza!.. Estar unidos a Él, en el mismo yugo, corriendo la misma
suerte que Él, sintiendo su cercanía, su “aliento”... en el esfuerzo común, es
la invitación grandiosa que nos está proponiendo este evangelio.
-
Aquí me encuentro; aquí nos encontramos, tú y yo. ¿Qué tal te sientes ante
estas propuestas e invitaciones? ¿No crees que merecen la pena? Bajar de
nuestros pedestales, de nuestras pequeñas o grandes idioteces, y sentirnos
acompañados, animados, estimulados... ¡He aquí la propuesta!
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