viernes, 6 de julio de 2012



SÁBADO, día 7

Amós 9, 11-15

“… Aquel día levantaré la choza caída de David, taparé sus brechas, levantaré sus ruinas como en otros tiempos. Para que posean las primicias de Edom y de todas las naciones donde se invocó mi nombre…”

 CLAVES para la LECTURA
 - Después de tanta denuncia, de tantos oráculos conminatorios, de tan duras y amargas predicciones, no podía terminar el libro de Amós sin unas palabras de aliento y esperanza, sin una ilusión con perspectivas de futuro. Es la esperanza mesiánica de un Israel ideal en «aquel día» prefijado en los eternos designios de Dios. Resulta imposible a los exegetas precisar si este oráculo esperanzador y mesiánico es de Amós o de alguno de sus discípulos, que conocieron la ruina de Jerusalén en el 587. Las mismas razones de contenido, estilo y vocabulario conducen a una y otra conclusión. En tanto no poseamos nuevos elementos de juicio, bástenos, como creyentes, saber que estamos ante un oráculo profético inspirado, sea quien fuere su autor y la época de su escritura.
- Como previsión similar a la de Israel o como acontecimiento ya pasado, el profeta contempla la Casa de David convertida en choza agrietada y caída, en un montón de ruinas. Pero Dios la «levantará», en perfecta armonía con tantos oráculos de restauración davídica. Y este resurgimiento está expresado con las plásticas imágenes del dominio de la Casa de David sobre todas las naciones, entre las que se encuentra Edom, por su proverbial enemistad con David (Edom era la Idumea de tiempos de Jesús, la zona nórdica de la península del Sinaí, con Berseba por capital).
- La última parte de la lectura y del libro de Amós representa la clásica imagen de la época mesiánica pintada con todos los caracteres de felicidad idílica paradisíaca. Era el lenguaje más apropiado, el único que podían comprender aquellas mentes judías acostumbradas a mirar a la tierra. Son un conjunto de bendiciones en contrapunto con las maldiciones de 5, 11. Una enseñanza implícita de cómo el trabajo del hombre se vuelve fecundo bajo la bendición de Dios. Un eslabón más en la cadena de profecías de restauración mesiánica, con su doble elemento de instauración de la dinastía davídica y la proverbial sobreabundancia de bienes temporales.

CLAVES para la VIDA
- Aquel profeta “pillado” por dentro por Dios y su mensaje, no puede menos que ofrecer lo que “lee” en el corazón mismo de ese Dios: el “castigo” no es la última palabra ni mucho menos. Ése no es el proceder ni el estilo de ese Dios; su proyecto no camina por esos derroteros. Más bien espera cualquier gesto por parte de Israel para poner en marcha de nuevo todo el proceso salvador y benefactor a favor de su pueblo. Así es Dios. A lo mejor… ¡por esto es Dios!
- Por lo tanto, el “sueño” mesiánico vuelve a despertar el corazón del profeta y lo anuncia a gritos a su pueblo. La nueva realidad será hermosa y llena de bendiciones y de felicidad, y es que Dios (dice el profeta) no desea otra cosa que esa plenitud para su pueblo amado y querido. Es Dios mismo quien llevará a cabo esta obra de vida y de salvación: levantará la choza caída…”: he ahí el proyecto definitivo que mueve a Dios.
- Es hermoso y sugerente escuchar, en lo más profundo del corazón, estos anuncios que pueden llenarme de nueva vida, la que proviene del Él, la que puede restaurar y rehacer todo en mí (como se nos narraba en el evangelio de ayer con Mateo, el recaudador). Gustar este regalo; dejar que impregne toda mi vida, en todos sus extractos, en cada una de sus capas; y una vez digerido, ofrecerlo GRATUITAMENTE, sin condiciones a los demás… es la gran enseñanza que ya se adelanta en el Antiguo Testamento y que en Jesús de Nazaret adquiere una fuerza extraordinaria, hasta el punto de llegar a ser el objetivo de su vida (¿y de la mía?). ¿Animado/a, hermano/a?

Evangelio: Mateo 9, 14-17

“... ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan? Jesús les dijo... Llegará un día en que se lleven al novio y entonces ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor...”

CLAVES para la LECTURA
- En casa de Mateo, el publicano, además de otros colegas suyos, hay también fariseos. Estos últimos -como hemos visto en el fragmento de ayer- se muestran escandalizados por el comportamiento de Jesús porque come -índice de comunión de vida- con los publicanos y los pecadores. La polémica vuelve a encenderse ahora con un grupo de discípulos del Bautista. Éstos, como su maestro, llevaban una vida de austeridad y penitencia, y se muestran sorprendidos de que los discípulos de Jesús no practiquen el ayuno.
- Jesús toma entonces la defensa de los suyos, que, en este momento, son «los hijos de las bodas», es decir, los invitados a estar junto al Esposo, a gozar de su voz (Jn 3, 29), porque Jesús está con ellos. Ya llegará el momento en que el Esposo será «arrebatado de la tierra de los vivos» (Is 53, 8), y entonces vendrá el tiempo del ayuno.
- Vienen, a continuación, dos ejemplos en los que se subraya que la alegría de las bodas, de la festiva novedad traída por Jesús, no puede mezclarse con las antiguas prácticas ascéticas. Se trata de realidades irreductibles: la venida de Cristo contiene una novedad absoluta. Los tiempos se han cumplido, las cosas de antes han pasado para dejar sitio a unos cielos nuevos y a una tierra nueva, mientras que los de antes se han enrollado como un vestido viejo e inservible sobre el que no se puede poner ningún remiendo. Con todo, lo antiguo no ha sido abolido, sino recuperado, porque los odres nuevos están hechos para contener vino nuevo, pero el vino envejecido también es bueno. La realidad nueva, significada por la presencia de Jesús, el Emmanuel, el Dios con su pueblo, es el tesoro que lo hace todo precioso.

CLAVES para la VIDA
- El ayuno, además de tener un carácter penitencial y de austeridad, era un signo de la espera mesiánica. Por lo tanto, en este relato de hoy, hay una controversia acerca de si se acepta a Jesús como el enviado de Dios o no. Éste es el telón de fondo del asunto. (Como en tantas ocasiones, la intencionalidad del evangelista va mucho más allá de lo que a primera vista parece; necesario tenerlo en cuenta para no falsear el mensaje).
- Y es que Jesús es la novedad plena y absoluta. Éste es el mensaje que se nos ofrece. Por eso, sus amigos están de boda, de fiesta. Y ante este acontecimiento no sirven los apaños, los arreglillos. Es una situación nueva y requiere actitudes y formas nuevas; esto es, son necesarios “odres” nuevos para este vino nuevo, que es Jesús.
- Si la gratuidad de Dios es tal (como veíamos ayer), hoy se nos recuerda que aceptarlo requiere en mí, en nosotros, un estilo nuevo, diferente, como Él mismo nos invita. ¡No hay vuelta de hoja! Vivir en Cristo es una novedad radical, supone cambio de mentalidad, tener un corazón nuevo. Seguir a Cristo afecta a toda nuestra vida, y no es sólo cuestión de unas prácticas. ¿Me habré enterado? ¿Te has enterado, hermano/a? Ahí nos encontramos.

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