LUNES, día 7
Hechos de los Apóstoles 14, 5-18
“...
Había en Listra un hombre lisiado y cojo de nacimiento, que nunca había podido
andar y estaba siempre sentado. Escuchaba las palabras de Pablo; y Pablo,
viendo que tenía una fe capaz de curarlo, le gritó, mirándolo: Levántate, ponte
derecho. El hombre dio un salto y echó a andar...”
CLAVES
para la LECTURA
- Estamos de nuevo ante un episodio de curación que
continúa el paralelismo entre los hechos de Pedro y los de Pablo (la referencia
a la curación del paralítico en la puerta «Hermosa» es evidente); Lucas usa
aquí, como en otros lugares, el verbo «salvar»
en el sentido de «curar», tal como recoge la traducción que presentamos.
- La reacción del público,
en cambio, es nueva. Mientras la reacción normal a un milagro entre
los judíos era la de dar gloria a Dios (4, 21), aquí, entre los paganos, se da
gloria a los hombres. Había una antigua leyenda, ambientada en un pueblo no
alejado de Listra, referente a Filemón y Baucis, dos agricultores que dieron
hospitalidad a Zeus y a Hermes. Esta leyenda, recogida por Ovidio, debía de ser
muy conocida por los habitantes de la región. Los honores tributados a los dos
personajes estaban dictados también por la preocupación de no caer en el duro
castigo que propinaron los dioses a los que no los acogieron. Hermes era
venerado además como dios de la salud, y Pablo había curado al paralítico.
Había, por tanto, más de un motivo para honrar como es debido a los dos
extraordinarios personajes.
- El discurso que sigue a
continuación refleja una situación de emergencia y desconcierto. Pero es
importante, porque se trata del primer discurso dirigido a los paganos. No se
citan las Escrituras, pero sí aparece una invitación explícita a que abandonen
los ídolos y se conviertan al Dios vivo y verdadero, creador de todas las
cosas. Es probable que se trate de la argumentación típica empleada por los
evangelizadores respecto a los paganos, una argumentación que ya había hecho
muchos prosélitos entre ellos. Estamos ante un ejemplo de inculturación y de
adaptación a la situación.
CLAVES
para la VIDA
- Seguimos las huellas de
estos protagonistas de la joven Iglesia y realmente es muy sugerente seguir ese
camino por cuanto es posible descubrir: las dificultades y las persecuciones no
son obstáculo para estos intrépidos testigos. Y de nuevo, descubrimos
la capacidad de adaptarse que presenta Pablo, quien es muy consciente del
público al que se dirige, ya que argumenta desde una base desde la que le
puedan entender y aceptar el mensaje que les dirige. Un desafío real para todas
las generaciones que se planteen la evangelización de nuestro mundo.
- Pablo y Bernabé se sienten
obligados a escapar del endiosamiento al que quieren llevarles aquellas gentes:
peligro constante del apóstol, el buscarse a sí mismo, en lugar de ser
claramente un “camino hacia” Cristo, lógicamente. Aquí vemos cómo afrontan
esa situación, si bien “no les fue fácil”
(v. 18) nos dice el relato. ¡Interesante su actitud, sin dejarse llevar por el
momento y por lo fácil!
- Es hermoso “aprender” a
través de estos modelos que nos ofrece la Palabra de Dios, aprender su capacidad de
adaptarse a las situaciones más complicadas y, especialmente, a la cultura y a
la capacidad de sus oyentes; aprender a superar la tentación del endiosamiento
que siempre nos acecha en nuestra vida. Ser “indicadores”,
quienes “señalen” y “apunten” hacia Cristo, para que se encuentren con Él....
es la tarea que nos proponen estos testigos y otros. ¿Estoy en “buena línea”?
O...
Evangelio:
Juan 14, 21-26
“... El que sabe mis mandamientos y
los guarda, ése me ama: y al que me ama lo amará mi Padre y lo amaré yo, y me
mostraré a él... El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y
vendremos a él y haremos morada en él...”
CLAVES
para la LECTURA
- El centro de interés del fragmento es la auto
revelación de Jesús, solicitada por una pregunta ulterior del apóstol Judas de
Santiago. El Maestro había anunciado precedentemente a los
discípulos que ya se había manifestado a ellos, aunque de un modo espiritual.
Sin embargo, esas palabras no habían sido comprendidas por los suyos, que
pensaban en una manifestación gloriosa y mesiánica delante de todos.
- Jesús se sirve de la pregunta del apóstol (v. 22) para
plantear de nuevo el tema de la presencia de Dios en la vida del creyente (v.
23). Sólo quien ama está en condiciones de observar la Palabra de Jesús y de
acoger su manifestación espiritual e interior. Y quien observa esta Palabra (=
los mandamientos) será amado por él y por el Padre. Más aún, quien muestre amor
a Jesús recibirá en su propia intimidad la presencia del mismo: Jesús habitará
en su corazón junto con el Padre y el Espíritu. La inhabitación de la Trinidad en el creyente
está, pues, condicionada no tanto por Dios como por nosotros mismos: amar a
Jesús y observar su Palabra. En cambio, quien no ama ni practica los
mandamientos no puede formar parte de esta vida de Dios (v. 24).
- En este punto del coloquio, Jesús, lanzando una mirada
retrospectiva a toda su misión de revelador, establece una distinción entre su
enseñanza y la del Espíritu (vv. 25s): el tiempo de Cristo lleva en sí la
verdad, porque Jesús es «la verdad» (14, 6); el tiempo del Espíritu la
ilumina y la hace penetrar en el corazón de los creyentes, porque «el Espíritu es la verdad» (1 Jn 5, 6).
CLAVES
para la VIDA
- Seguimos escuchando y
meditando las reflexiones de la Última Cena. En ocasiones, se nos
invita a creer en Jesús. En esta ocasión se nos propone amarle y seguir sus
caminos. Cuando él se vaya, ¿cómo se podrá decir que permanecemos en él, que
creemos en él y le amamos? “El que me ama
guardará mi palabra” (v. 23), aquí está el test que detecta
nuestra capacidad de unión y comunión con Él.
- Y es que las consecuencias
son inesperadas, pero admirables, porque crean una intercomunión con Cristo y
con el Padre: “el que me ama lo amará mi Padre y yo lo amaré”
(v. 23). Hemos llegado al núcleo de toda la intimidad de Dios con nosotros y de
nosotros con Dios, por medio de Jesús. Porque no es posible olvidar que Jesús
es el CAMINO al Padre.
- Si cabe, aún más: Jesús
nos anuncia al Espíritu como el protagonista de nuestra vida de fe. Lo llama el
“Paráclito”, abogado y Defensor; le llama el Maestro (“él os
enseñará todo”) y también “Memoria” (“os irá
recordando todo lo que os he dicho”). Así, ya nos ha manifestado
todo el entramado interno, todo el hermoso misterio de la intimidad de Jesús
con su seguidor, con cada uno de nosotros. ¿Cómo cuido esta intimidad, cómo la
valoro? ¿Qué protagonismo tiene, de hecho, el Espíritu en mi vida, en mi
caminar?
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