jueves, 3 de mayo de 2012


VIERNES, día 4


Hechos de los Apóstoles 13, 26-33
“... Aunque no encontraron nada que mereciera la muerte, le pidieron a Pilato que lo mandara ejecutar. Y cuando cumplieron todo lo que estaba escrito de él, lo bajaron del madero y lo enterraron. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos...”

CLAVES para la LECTURA
- En este discurso, -su primer discurso programático-, Pablo desarrolla los mismos argumentos de fondo del primer discurso de Pedro en Pentecostés. Debía ser un esquema habitual en los que anunciaban la Buena Noticia en los ambientes judíos: las antiguas promesas se han cumplido ahora, a pesar del rechazo por parte de los habitantes de Jerusalén, que entregaron a Pilato a un inocente, al que Dios despertó de los muertos. Los matices del discurso son distintos, pero la sustancia es la misma: Jesús, injustamente condenado, ha sido reconocido justo por Dios mediante la resurrección.
- Y ésta es «la palabra de salvación», ésta es la «Buena Nueva», ésta es la realización de «la promesa hecha a nuestros antepasados»: Dios es lo suficientemente fuerte para vencer el mal, incluso el más horrible. Dios dará la salvación a los que crean en su poder, el mismo poder que se manifestó en el acontecimiento pascual de Jesús.
- Hemos de señalar que Pablo fundamenta el anuncio de la resurrección en declaraciones de «testigos». Pablo tiene mucho cuidado en no introducirse en el número de éstos, con lo que reconoce su papel insustituible. Él es sólo un portavoz de «lo que ha recibido». Con todo, se apresura a añadir: «Y nosotros os anunciamos la Buena Noticia», introduciéndose en el grupo de los evangelizadores. Nos anuncia la Palabra de salvación a nosotros, que somos los verdaderos hijos de Abrahán (Mt 3, 9), los herederos de las promesas (Gal 3, 16-29), el verdadero Israel de Dios (Gal 6, 16), hoy, en este contexto concreto que es el nuestro.

CLAVES para la VIDA
- Con un esquema muy similar en los diversos discursos y en la proclamación del Kerigma, en este caso, Pablo afronta directamente el problema: ese Jesús, a quien Dios ha enviado como el Mesías esperado, el pueblo judío no le ha sabido reconocer. Más aún, las autoridades de Jerusalén le han llevado a la muerte. Pero no ha terminado ahí su camino: Dios le ha resucitado. Así de claro anuncia Pablo el mensaje nuclear en torno a la persona de Jesús. Las promesas, que Dios hizo a los padres, se han cumplido en los hijos.
- De nuevo, se destaca el hecho de ser testigos, aquellos que han experimentado la presencia nueva del resucitado. Ahí están los doce; ahí está Pablo, que aunque haya sido a última hora, también se ha encontrado con el Señor Jesús. Sólo desde ese encuentro, se siente capaz el apóstol de anunciar con tanta fuerza ese acontecimiento, esa Buena Noticia, esa Palabra de salvación.
- Meditando los pasos de la joven Iglesia y de sus testigos más señalados, volvemos a encontrarnos con su testimonio doble: es Jesús quien nos salva y en quien recibimos, ya realizadas, las promesas de Dios; y para ser testigos de esa realidad nueva del resucitado, es necesario ENCONTRARNOS con Él, ya sea personalmente o a través del testimonio de los testigos directos. ¿Cómo es mi proceso Pascual? ¿Y el encuentro...?

Juan 14, 1-6
“... Que no tiemble vuestro corazón: creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio... Tomás le dice: Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? Jesús le responde: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí...”

CLAVES PARA LA LECTURA
- Los apóstoles, reunidos en torno a Jesús en el cenáculo, después del anuncio de la traición de Judas, de las negaciones de Pedro y de la inminente partida del Maestro, han quedado profundamente afectados. El desconcierto y el miedo han inundado la comunidad. Jesús lee en el rostro de sus discípulos una fuerte turbación, un peligro para la fe, y por eso les anima a que tengan fe en el Padre y en él (v. 1).
- Si el Maestro exhorta a sus discípulos a la confianza es porque él está a punto de irse a la casa del Padre a prepararles un lugar. No deben entristecerse por su partida, porque no los abandona; más aún, volverá para llevarlos con él (vv. 3s). Los apóstoles no comprenden las palabras de Jesús. Tomás manifiesta su absoluta incomprensión: no sabe la meta hacia la que se dirige Jesús ni el camino para llegar a ella; y es que entiende las cosas en un sentido material. Jesús, en cambio, va al Padre y precisa el medio para entrar en contacto personal con Dios: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (v. 6).
- Esta fórmula de revelación es una de las cumbres más elevadas del misterio de Cristo y de la vida trinitaria: el hombre-Jesús es el camino porque es la verdad y la vida. En consecuencia, la meta no es Jesús-verdad, sino el Padre, y Jesús es el mediador hacia el Padre. La función mediadora del hombre-Jesús hacia el Padre está explicitada por la verdad y por la vida. El Señor se vuelve así, para todos los discípulos, en camino al Padre, por ser la verdad y la vida. Él es el revelador del Padre y conduce a Dios, porque el Padre está presente en él y habla en verdad. Él es el «lugar» donde se vuelve disponible la salvación para los hombres y éstos entran en comunión con Dios.

CLAVES para la VIDA
- La auto revelación (desde la perspectiva del “discípulo amado”) sigue su ritmo. De hecho, estas semanas le hemos oído decir que es el pan, la puerta, el pastor, la luz; hoy, nos sorprende con ese símil tan dinámico como expresivo: CAMINO. Ante su comunidad desconcertada, ante sus amigos, apesadumbrados por el anuncio de los acontecimientos que se avecinan, Jesús se proclama como el camino que conduce al Padre. Por eso, no deben tener miedo ni perder la calma ante las nuevas situaciones que se presenten.
- Y es que Jesús es camino porque es la verdad y la vida, dos dimensiones esenciales al caminar de toda criatura humana y que las busca con ansiedad con el objeto de iluminar su vida de cada día. Pero Jesús no se convierte en meta (pues la meta es el Padre), sino en el Mediador hacia el Padre y lo es siendo, precisamente, verdad y vida para sus seguidores. Estamos llegando al corazón mismo de la revelación de Jesús.
- Y, aquí, nos encontramos los nuevos seguidores de Jesús, quienes compartimos todo el DON que Jesús supone para quienes le buscan y le acogen. Y al encontrarse con él, con Jesús, nos encontramos con el Padre, que está presente en él. El “lugar”, pues, de encuentro con Dios y de comunión plena con Él, es Jesús, el Señor. Hermano/a, a esto somos invitados, de forma personal: a vivir esta experiencia única e intransferible. ¿Vale?

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