V DOMINGO de PASCUA, día 6 de mayo
Hechos de los Apóstoles 9, 26-31
“… Llegado Pablo
a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos… Bernabé
se lo presentó a los apóstoles. Saulo les contó cómo había visto al Señor en el
camino, lo que le había dicho y cómo en Damasco había predicado públicamente el
nombre de Jesús…”
CLAVES para la LECTURA
- Ha tenido lugar un
acontecimiento estrepitoso: Saulo, el celoso judío que perseguía con saña a la
comunidad cristiana, vencido de improviso por el Espíritu, se ha adherido a
Cristo. Pero nadie sabe nada todavía de su repentina y total conversión. Todos
le temen e intentan evitarle. Un hermano se hace cargo de él. Bernabé, atento a
la voz del Espíritu y dócil a su guía, toma consigo a Pablo, sale garante por
él, crea un clima de estima y de favor en torno a su persona, para insertarlo
del mejor modo posible en la comunidad de Jerusalén (vv. 27s). Y de inmediato
se inflama Pablo por la predicación.
- Sin embargo, precisamente
la franqueza con que habla en el nombre del Señor le acarrea, como había
sucedido en Damasco (vv. 22-25), un complot por parte de los judíos de lengua
griega: la comunidad cristiana de Jerusalén decide entonces alejarlo (vv. 29s)
para preservarle la vida, que la tenía seriamente amenazada (v. 26).
- La atención al designio
que el Espíritu va trazando en la historia de cada persona y el compromiso
activo en favor de su desarrollo -en este caso la premura de Bernabé- consiguen
éxitos de un alcance incalculable en la historia de la Iglesia: la distensión
de los ánimos en medio de la recíproca benevolencia da frutos de paz,
incrementa y hace progresar la comunidad, que, «impulsada
por el Espíritu Santo», va ampliando cada vez más el círculo de
su irradiación (v. 31).
CLAVES para la VIDA
- El cambio se ha producido en Pablo, desde la fuerza del Espíritu de
Jesús; pero el entorno no se fía en absoluto de su nueva situación. Por lo
tanto, la conversión, en este caso, no supone ningún privilegio para el que se
convierte; tampoco comodidades ni facilidades en la vida. Al contrario, el
perseguidor se convierte en perseguido y tendrá que asumir que vaya a ser así
en la vida, en la de cada día.
- Eso sí: sólo la fuerza del Espíritu irá abriendo nuevos caminos en
medio de estos enredos. Por lo tanto, también el apóstol Pablo tendrá que tomar
medidas adecuadas con vistas a evitar males mayores. La primera comunidad de
Jesús irá avanzando en medio de dificultades reales e irá progresando en la
fidelidad, pero, sin duda alguna, inmersa en situaciones conflictivas y en
medio de enredos que suponen un discernimiento constante.
- No todo es idílico en el caminar de los primeros tiempos de la
comunidad cristiana, ni mucho menos. Ni siquiera la de sus figuras más
significativas. El conflicto existió en todo momento. Esto nos muestra que la
condición, ya vivida por el mismo Maestro, se producirá siempre que se dé la
fidelidad al mensaje evangélico. También, hoy y aquí. Por lo tanto, no estamos
exentos del sufrimiento que conlleva el testimonio: lo que vivió el Señor Jesús
es condición de su seguidor. ¿De acuerdo, hermano/a?
1 Juan 3, 18-24
“… Hijos míos, no
amemos de palabra ni de boca sino con obras y según la verdad… Si la conciencia
no nos condena tenemos plena confianza ante Dios; y cuanto pidamos lo
recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le
agrada…”
CLAVES para la LECTURA
- El apóstol Juan, que ha «visto» y «tocado»
al Verbo de la vida, parece que sólo tiene una palabra para comunicar a los
hombres: el amor. La repite sin cansarse con mil matices diferentes, con acentos cada
vez más fuertes, con una pasión que le viene de la experiencia del misterio
pascual. En consecuencia, su exhortación es, antes que nada, una invitación a
vivir en comunión con Cristo para pasar con él de la muerte a la vida (v. 16).
- Frente a la pascua del
Señor -su muerte y resurrección- no podemos contentarnos con discursos sobre el
amor: es preciso emprender acciones concretas inspiradas en la verdad
manifestada por Cristo (v. 18). «Cada árbol se conoce
por sus frutos», había enseñado Jesús (Lc 6, 44): de este modo,
todo el mundo puede evaluarse exactamente sobre la base de sus propias obras,
poniéndose bajo la mirada de Dios con una conciencia límpida, con la confianza
de los hijos (1 Jn 3, 19-21) en los que mora un germen divino (v. 9).
- Juan no ignora que el
mandamiento del amor es verdaderamente «divino», o sea, imposible para el
hombre, sólo posible con la ayuda del Espíritu. De ahí procede el
reconocimiento de la absoluta impotencia del hombre: «Sin mí,
no podéis hacer nada». De ahí también -y en consecuencia- la
total desesperación o la auténtica humildad sin límites: «Dios es
más grande que nuestra conciencia» (v. 20). Y él, el
Omnipotente, obedece a los que le obedecen y «guardan
sus mandamientos» (v. 22). Quien ama así tiene una sola voluntad
con Dios, y ama de verdad conforme a Cristo: ha restaurado plenamente en él la
imagen divina a cuyo modelo fue creado.
- En el v. 23 los «mandamientos» se resumen en uno solo: el de la
fe en Jesucristo y el del amor recíproco. De este modo, la
conclusión del fragmento nos devuelve al inicio: se cierra un círculo que tiene
como centro la vida en plenitud: el que, amando, «guarda
sus mandamientos», conoce ya desde ahora la alegría inefable de
la inhabitación divina.
CLAVES para la VIDA
- También esta carta está dirigida a algunas comunidades que
atraviesan una crisis porque algunos miembros habían abandonado el grupo,
produciendo una ruptura en el seno de la comunidad; eso crea inseguridad,
incluso cierta culpabilidad en sus miembros. Por eso, se propone el criterio:
si amamos de verdad, con las obras, esto es, si estamos con Dios, podemos estar
tranquilos y confiados, y tener paz, porque nada ni nadie nos puede condenar.
- Y el discípulo amado (esto es, “aquel que ama”) nos vuelve a ofrecer
el motivo para ello: Dios no viene a condenar, sino, al contrario, ama
profundamente a cada persona, y aquí radica el motivo de la confianza. Tanto es
así que sabe comprender las debilidades de su hijo, como un padre humano sabe
comprenderlas, y aunque no las apruebe, las asume y sigue queriendo a su hijo.
Así es la paternidad de Dios, vuelve a insistir el apóstol. De ahí que “quien guarda sus mandamientos, permanece en Dios y Dios en
él” (v. 24). Es la conclusión. ¡Hermoso mensaje!
- En momentos de confusión, en tantos momentos de nuestro caminar
creyente, es bueno que los testigos cualificados nos (me) recuerden lo esencial
y eso esencial consiste en que Dios no viene a condenar sino a dar vida. El discípulo
amado sabe (por experiencia) que estar unido a Él, da vida y vida en abundancia
(como se nos va recordar, de forma muy viva, en el Evangelio de hoy). Esto es
cumplir los mandamientos y esto lleva a optar por el amor recíproco para con
los hermanos. La Pascua
nos sigue recordando LO MEJOR. ¿Nos enteraremos, hermano/a?
Evangelio: Juan 15, 1-8
“... Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo
sarmiento mío que no da fruto, lo arranca; y a todo el que da fruto lo poda,
para que dé más fruto... permaneced en mí y yo en vosotros...”
CLAVES para la LECTURA
- La frecuente repetición, en pocos versículos, del
verbo «permanecer» hace comprender de
inmediato que es la palabra clave del fragmento. Si
en el capítulo 14, comienzo del «discurso de despedida», se pone el acento en
la partida de Jesús y en la inquietud de los apóstoles, ahora se hace hincapié
en la comunión profunda, real, indestructible que hay entre él y aquellos que
creen en él.
- Aunque va a enfrentarse con la muerte, Jesús sigue siendo
para los suyos la fuente de la vida y de la santidad («producir
fruto»: 15, 6). Más aún, precisamente yendo al Padre pone la condición para poder «permanecer» para siempre en los suyos. Jesús,
sirviéndose de una comparación, habla de sí mismo como de la vid verdadera: una
imagen que ya habían usado a menudo los profetas para describir a Israel, la
vid infecunda, esquiva a los amorosos cuidados de Yahvé (Is 5). Jesús se
presenta como el verdadero pueblo elegido que corresponde plenamente a las
atenciones de Dios. Por otra parte, se identifica con la Sabiduría , de la que se
había escrito que como vid ha producido brotes, flores y frutos (Eclo 24, 17).
- Con esa imagen quiere explicar, por consiguiente, cómo
es la extraordinaria realidad de la comunión vital con él que ofrece a los
creyentes, qué compromiso incluye ésta y cuáles son las expectativas de Dios. Jesús es el primogénito de una humanidad nueva en virtud del sacrificio
redentor en la cruz. Él es la cepa santa de la que corre a los sarmientos su
misma linfa vital. Quien permanece unido a él puede dar al Padre el fruto del
amor y dar gloria a su nombre (vv. 5. 8).
- A continuación, para que este fruto sea copioso, el
Padre-viñador realiza todos los cuidados, corta los sarmientos no fecundos y
poda los fecundos. Esta obra de purificación se va realizando
cuando la Palabra
de Jesús es acogida en un corazón bueno (v. 3): entonces esta Palabra guía las
acciones del hombre y lo hace amigo de Dios, cooperador en su designio de
salvación, colaborador de su gloria (v. 7).
CLAVES para la VIDA
- ¡Hermosa de veras la
comparación con la que hoy se describe la unión de Jesús con sus discípulos! ¡Qué vivacidad
tiene el símil que utiliza! Él, Jesús, es la cepa; sus seguidores, son los
sarmientos. De la vid pasa la savia, o sea la vida, a los sarmientos, si “permanecen” unidos a la vid. Si no, quedan
secos, no dan frutos y se mueren. La fuerza del símil está expresada por la
palabra “PERMANECER”, repetida 15 veces
en este capítulo. Además, Dios Padre es el viñador, el que quiere que los
sarmientos no pierdan esta unión con Cristo. Ésta es la alegría mayor del
Padre: “que deis fruto abundante” (v.
8).
- De entre las varias
comparaciones que tienen como clave la vid y la viña, -el pueblo de Israel como
una viña plantada por Dios, que se queja amargamente de que la viña en la que
había puesto su ilusión no le da frutos; los viñadores malos que no pagan al
dueño-, ésta de la cepa y los sarmientos es la que más íntimamente describe la
unión vital de Cristo con sus seguidores.
- Las conclusiones de este
texto-reflexión no son complicadas: Cristo ha querido que exista una unión
íntima y vital entre nosotros y Él. De hecho, ese “trasvase” íntimo de vida
desde la cepa a los sarmientos, tiene consecuencias importantes para nuestra vida
de seguidores de Jesús. Si no recibo (recibimos) vida y savia de él, estamos
abocados a secarnos y ser pasto de las llamas (en el mejor de los casos). Esta
unión es vital. ¿Qué tal me siento? ¿Cómo cuido y trabajo esta unión?
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