MIERCOLES, día 30
Primera lectura: 1
Pedro 1,18-25
Queridos: Sabed que no
habéis sido liberados de la conducta idolátrica heredada de vuestros mayores con bienes caducos -el oro o la plata-, y sino con la sangre preciosa
de Cristo, cordero sin mancha y sin tacha. Cristo estaba presente en la
mente de Dios antes de que el mundo fuese creado, y se ha manifestado al final de los tiempos para vuestro bien, para que por medio de él creáis en el Dios que lo
resucitó de entre los muertos y lo colmó de gloria. De esta forma, vuestra fe y vuestra esperanza descansan en Dios…
Algunas
verdades sobre la relación de Jesucristo con nosotros y de nosotros con él
llaman hoy la atención. El Padre, en su
presciencia (v 1) y en su gran misericordia (v. 3), ya
antes de la fundación del mundo lo eligió, cordero sin mancha, para que con su
sangre preciosa liberara a la humanidad «de la conducta idolátrica heredada de vuestros mayores» (v 18).
Jesús
se ha manifestado en nuestra era de salvación, que,
por esto mismo, es central en toda la historia; Pablo
la califica de «plenitud de los tiempos» (cf. Gal
4,4):
a él converge todo y en él todo llega a su
plenitud. Gracias a su misión, a su
resurrección y glorificación, creemos
nosotros en Dios, creemos que lo resucitó de entre los muertos, y nos ha dado la posibilidad de anclar nuestra fe y nuestra esperanza en el Padre.
Entramos en relación con Jesús a través de la obediencia a la predicación del Evangelio. Esta predicación es fuente
de novedad de vida, de existencia
vivida en la caridad, o sea, no de
impulsos emotivos transitorios, sino de relaciones que estructuran el dinamismo y la misión de la comunidad.
La
cristología de la primera Carta de Pedro es rica y profunda.
Esta carta constituye un himno de bendición a
la obra que el Padre, en el Espíritu, realiza en Cristo (cf., por ejemplo, 1,18b-21; 2,21-25: un himno sublime; 3,18-22 y 4,5ss, elementos de una antigua
profesión de fe). Jesús «padeció una sola vez por los pecados, el inocente por los culpables, para conduciros a Dios. En
cuanto hombre sufrió la muerte, pero
fue devuelto a la vida por el Espíritu»
(3,1.8). Sus llagas curadoras hacen que quienes gozamos de ellas, «muertos al pecado, vivamos por la salvación» (cf.
2,24).
La
historia ha sido invadida en él por la sed ardiente de la
alianza nueva y eterna con el Padre, y
los que le obedecen han sido injertados en este movimiento
de conversión que califica a todo dinamismo humano
recto y lo convierte en expresión de nostalgia y de
inventiva de salvación universal. La exhortación petrina está
penetrada por este deseo que es fuente y cima de las
iniciativas del pueblo de Dios. La vida en Cristo es vida
en misión de comunión en el Misterio.
Evangelio:
Marcos 10,32b-45
En aquel tiempo, tomó Jesús consigo una vez más a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a pasar: Mirad, estamos subiendo a Jerusalén y el Hijo del hombre va a ser entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la Ley; lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos; se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán, pero a los tres días resucitará…
La extensa lectura evangélica de hoy nos refiere diferentes
episodios acaecidos en el recorrido hacia Jerusalén.
Jesús va delante. Le siguen unos discípulos asombrados
y personas atemorizadas. Habla a los Doce por
tercera vez de su próxima pasión y lo hace con muchos
detalles (w. 33ss). Sin embargo, parece que la incomprensión
de los discípulos es total. Esto es algo que resalta en Marcos,
que atribuye a los mismos hijos de Zebedeo
(y no a su madre, como hace, en cambio, Mateo 20,20) la petición correspondiente a su ubicación en el Reino: uno a la derecha y el otro a la
izquierda de Jesús (v. 37). Su
reacción a la respuesta de Jesús y la de los otros respecto a los hermanos manifiestan que el círculo de los discípulos estaba inmerso en
preocupaciones completamente
diferentes a las del Señor.
Jesús, en este momento
culminante de su presencia entre nosotros, nos revela
aspectos centrales relacionados con el seguimiento. Éste se
desarrolla por completo en el marco de la complacencia del
Padre. Jesús vive inmerso en él, no es el árbitro del
mismo. El Padre nos atrae hacia Jesús, en él nos admite a
la participación en el Reino y decide la posición que
va a ocupar cada uno en el mismo. Mateo 20,23 nombra
al Padre, mientras que Marcos alude a él como
Alguien que establece las condiciones para conseguirlo.
Vivir
en Jesús es crecer en docilidad al Padre, compartir
la misión para la que el Padre le ha enviado: beber
su mismo cáliz, ser sumergidos con él en su mismo bautismo. Seguir a Jesús es
recorrer con él el camino del Siervo de Yahvé (Is 52,13-53,12),
convertir a través de él nuestra propia vida en un
servicio, entregarla en él por la salvación para rescate de
muchos, de la humanidad. Sólo Marcos, con estas palabras -y con las que dice en 14,24 sobre el cáliz-, nos refiere el
motivo de la muerte violenta del
Señor y nos abre los horizontes del
misterio del seguimiento.
MEDITATIO
En el centro de la
Palabra de hoy figura la revelación del lenguaje vigoroso que emplea la divina
pedagogía de la salvación para empujarnos a
la conversión y a lo que es central
en ella: seguir el ejemplo que nos ha dejado Jesús, caminar tras sus huellas (1 Pe 2,21). Dado que Jesús ha sido enviado por el Padre para revelar su
misericordia y las vías por las que
se abre camino hacia los corazones de
los hombres, su Palabra nos remite al misterio escondido del Padre. Éste busca
a la humanidad y hace que éste le
busque, pero lo hace a través del ejemplo
de Cristo y de los que viven en él, obra a través del consenso del amor antes que venciendo por la constricción; influye a través del servicio y no por
medio del poder.
El
camino de Jesús no es débil, pero su fuerza es la
del amor que vence a la muerte, la fuerza de la resurrección
y no la de la huida de la muerte y la cruz. El Reino
del Padre es un Reino de personas cuya creatividad
y carácter inventivo están inspirados por la misericordia
que no se deja vencer por el mal, sino que lo vence
con la humildad y la docilidad, que implora, se muestra
activa y desenmascara con su lógica la ignorancia de la necedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario