martes, 22 de mayo de 2012


MIÉRCOLES, día 23


Hechos de los Apóstoles 20, 28-38
“... Decía Pablo a los principales de la Iglesia de Éfeso: Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Es­píritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con la sangre de su Hijo... Siempre os he enseñado que es nuestro deber traba­jar para socorrer a los necesitados, acordándonos de las palabras del Señor Jesús: Hay más dicha en dar que en recibir...”
 CLAVES para la LECTURA
- Pablo se dirige a los responsables -presbíteros y obispos- de la Iglesia, es decir, a los «pastores» encar­gados de «apacentar la Iglesia de Dios». En vez de espe­cificar el contenido de estas funciones, insiste en el de­ber de la vigilancia. Se perfilan muchos peligros en el horizonte, peligros desde el exterior y peligros desde el interior. Peligros, sobre todo, de difusión de falsas doctrinas, obra de «lo­bos crueles». La Iglesia de Dios es una realidad preciosa porque ha sido adquirida «con la sangre de su propio Hijo», de ahí la gran responsabilidad de los que la pre­siden. El pastor debe vigilar «noche y día», «con lágri­mas», primero a sí mismo y después a los otros, para preservar su propio rebaño de los enemigos. Pablo es­boza aquí, en pocas palabras, las grandes responsabili­dades de la vida del pastor.
- Consciente de que está pidiendo mucho, y casi para tranquilizarlos, los confía «a Dios y a su Palabra de gra­cia, que tiene fuerza para que crezcáis en la fe y para ha­ceros partícipes de la herencia reservada a los consagra­dos». Parecería más lógico que confiara la Palabra a los responsables; sin embargo, confía los responsables a la Palabra, porque es ella la que tiene fuerza para que crezcan en la fe y para hacerles partícipes de la heren­cia reservada a los santos. Y, para terminar, otro recuerdo de su desinterés per­sonal destinado a los pastores, para que se esmeren también en el desinterés en su ministerio. Cita una má­xima que no se encuentra en los evangelios, pero que Pablo pudo haber recogido de viva voz en boca de los testigos: “Hay más felicidad en dar que en recibir” (v. 35).
- Concluye aquí el ciclo de la evangelización dirigida al mundo griego. Nuevas fatigas y pruebas esperan ahora a Pablo, quien siente que entra en una fase diferente de su apasionada vida de apóstol.
 CLAVES para la VIDA
- ¡Emotiva y sugerente esta nueva reflexión del gran apóstol a los dirigentes de aquella comunidad y a la comunidad misma en este momento de despedida! Y es que el apóstol está convencido (posiblemente porque lo ha experimentado en su acción misionera) de que no les va a ser fácil la fidelidad en la fe recibida, esto es, en el seguimiento al Evangelio anunciado y aceptado como portador de vida. Aquí está la gran tarea de los buenos pastores, a los que el apóstol les indica las actitudes a vivir.
- Y, con todo, el apóstol lo tiene claro: los peligros se darán y les acecharán. De ahí que “os dejo en manos de Dios” (v. 32) y es que esta obra sigue siendo de Dios, si bien los buenos pastores tienen su misión que cumplir. Toda la comunidad, basada en la Palabra y la gracia de Dios, sintiéndose animada por el Espíritu de Jesús, debe tender a construirse, a vivir en sentido de pertenencia mutua y de corresponsabilidad. Por lo tanto, acción de Dios y de su gracia, el cuidado de los pastores y el empeño comunitario serán los ingredientes de cara al futuro. Todo un programa de vida el que ofrece el apóstol en su despedida.
- Elementos que tienen actualidad y validez, hoy y aquí, para nosotros, comunidad de Jesús en camino. Tarea común, empeño comunitario, actitud vigilante y, todo ello, iluminado y animado por la gracia de Dios y la Palabra. ¿Cómo me “siento” ahí? ¿Cómo te sientes tú, hermano/a, animador, también hoy, de la Comunidad?

Evangelio: Juan 17, 11b-19
“... Levantando los ojos al cielo, oró diciendo: Padre santo, guárdalos en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros... Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal...”
 CLAVES para la LECTURA
- El fragmento incluye la segunda parte de la «ora­ción sacerdotal» de intercesión que Jesús, como Hijo, di­rige al Padre. Tiene como objeto la custodia de la comu­nidad de los discípulos, que permanecen en el mundo. El texto se divide en dos partes: al comienzo se desarro­lla el tema del contraste entre los discípulos y el mundo (vv. 11b-16); a continuación se habla de la santificación de éstos en la verdad (vv. 17-19). Si, por una parte, emer­ge la oposición entre los creyentes y el mundo, por otra se manifiesta con vigor el amor del Padre en Jesús, que ora para que los suyos sean custodiados en la fe.
- En el primer fragmento pasa revista Jesús a varios te­mas de manera sucesiva: la unidad de los suyos (v. 11b), su custodia a excepción «del que tenía que perderse»  (v. 12), la preservación del maligno y del odio del mundo (vv. 14s). En el segundo fragmento, Jesús, después de ha­ber pedido al Padre que defienda a los suyos del malig­no (v. 15) y después de haber subrayado en negativo su no pertenencia al mundo (vv. 14. 16), pide en positivo la santificación de los discípulos: «Haz que ellos sean com­pletamente tuyos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad» (v. 17). Le ruega así al Padre, al que ha llamado «santo» (v. 11b), que haga también santos en la verdad a los que le pertenecen.
- Los discípulos tienen la tarea de prolongar en el mundo la misma misión de Jesús. Ahora bien, éstos, expuestos al poder del maligno, necesi­tan para cumplir su misión, no sólo la protección del Padre, sino también la obra santificadora de Jesús.
 CLAVES para la VIDA
- También en esta oración de Jesús (como en la exhortación del apóstol) hay una súplica profunda y hermosa a favor de los suyos, de su comunidad. Y es que esa comunidad hará crisis ante el escándalo de lo que va a vivir el Maestro. Por eso, Jesús pide al Padre que sea él mismo quien los cuide y les ayude a superar la crisis que van a vivir. Porque el mundo les va a ser hostil, y no precisamente porque estén contaminados, sino porque piensan como Él, con criterios evangélicos y... esto no lo puede aceptar el estilo del mundo.
 - Y es que los discípulos, sin participar del estilo y la mentalidad del mundo, tienen que anunciar a ese mundo la Buena Nueva del Reino, esto es, el proyecto de Dios-Padre. De ahí que Jesús pide al Padre algo realmente impresionante: “Haz que ellos sean completamente tuyos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad” (v. 17). Sigue siendo tarea empeñada del mismo Padre, aunque sea a través de su Espíritu, que el mismo Jesús les ofrecerá y enviará.
- Y, una vez más, aquí estamos nosotros, continuadores de la obra del Padre y de Jesús; “sacados del mundo” y enviados por él mismo al mundo. Una inmensa tarea está por delante y apoyados no en nuestras fuerzas sino en su palabra. “Yo los he enviado al mundo, como tú me enviaste a mí” (v. 19). No puedo perder en absoluto esta perspectiva. ¿Cómo la cultivo? ¿Cómo lo vives tú, hermano/a?

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