MIÉRCOLES, día 23
Hechos de los Apóstoles 20,
28-38
“... Decía
Pablo a los principales de la Iglesia de Éfeso: Tened cuidado de vosotros y del
rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la
Iglesia de Dios, que él adquirió con la sangre de su Hijo... Siempre os he
enseñado que es nuestro deber trabajar para socorrer a los necesitados,
acordándonos de las palabras del Señor Jesús: Hay más dicha en dar que en
recibir...”
CLAVES para la LECTURA
- Pablo se dirige a los
responsables -presbíteros y obispos- de la Iglesia, es decir, a los «pastores» encargados de «apacentar la Iglesia de Dios». En vez
de especificar el contenido de estas funciones, insiste en el deber de la vigilancia.
Se perfilan muchos peligros en el horizonte, peligros
desde el exterior y peligros desde el interior. Peligros, sobre todo, de
difusión de falsas doctrinas, obra de «lobos
crueles». La Iglesia de Dios es una realidad preciosa porque ha sido
adquirida «con la sangre de su propio
Hijo», de ahí la gran responsabilidad de los que la presiden. El pastor
debe vigilar «noche y día», «con lágrimas»,
primero a sí mismo y después a los otros, para preservar su propio rebaño
de los enemigos. Pablo esboza aquí, en pocas palabras, las grandes
responsabilidades de la vida del pastor.
- Consciente de que está pidiendo mucho, y casi para
tranquilizarlos, los confía «a Dios y a
su Palabra de gracia, que tiene fuerza para que crezcáis en la fe y para haceros
partícipes de la herencia reservada a los consagrados». Parecería más lógico que confiara la Palabra a los responsables; sin
embargo, confía los responsables a la Palabra, porque es ella la que tiene
fuerza para que crezcan en la fe y para hacerles partícipes de la herencia
reservada a los santos. Y, para terminar, otro recuerdo de su desinterés
personal destinado a los pastores, para que se esmeren también en el
desinterés en su ministerio. Cita una máxima que no se encuentra en los
evangelios, pero que Pablo pudo haber recogido de viva voz en boca de los
testigos: “Hay más felicidad en dar que
en recibir” (v. 35).
-
Concluye aquí el ciclo de la evangelización dirigida al mundo griego. Nuevas fatigas y pruebas esperan ahora a Pablo, quien siente que entra en
una fase diferente de su apasionada vida de apóstol.
CLAVES para
la VIDA
- ¡Emotiva y sugerente esta nueva reflexión del gran apóstol a los
dirigentes de aquella comunidad y a la comunidad misma en este momento de
despedida! Y es que el apóstol está convencido (posiblemente porque lo ha
experimentado en su acción misionera) de que no les va a ser fácil la fidelidad
en la fe recibida, esto es, en el seguimiento al Evangelio anunciado y aceptado
como portador de vida. Aquí está la gran tarea de los buenos pastores, a los
que el apóstol les indica las actitudes a vivir.
- Y, con todo, el apóstol lo tiene claro: los peligros se
darán y les acecharán. De ahí que “os
dejo en manos de Dios” (v. 32) y es que esta obra sigue siendo de Dios, si
bien los buenos pastores tienen su misión que cumplir. Toda la comunidad,
basada en la Palabra y la gracia de Dios, sintiéndose animada por el Espíritu
de Jesús, debe tender a construirse, a vivir en sentido de pertenencia mutua y
de corresponsabilidad. Por lo tanto, acción de Dios y de su gracia, el cuidado
de los pastores y el empeño comunitario serán los ingredientes de cara al
futuro. Todo un programa de vida el que ofrece el apóstol en su despedida.
- Elementos que tienen actualidad y validez, hoy y aquí,
para nosotros, comunidad de Jesús en camino. Tarea común, empeño
comunitario, actitud vigilante y, todo ello, iluminado y animado por la gracia
de Dios y la Palabra. ¿Cómo me “siento” ahí? ¿Cómo te sientes tú, hermano/a, animador,
también hoy, de la Comunidad?
Evangelio: Juan 17, 11b-19
“...
Levantando los ojos al cielo, oró diciendo: Padre santo, guárdalos en tu nombre
a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros... Yo les he dado tu
palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy
del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal...”
CLAVES para la LECTURA
- El
fragmento incluye la segunda parte de la «oración sacerdotal» de intercesión
que Jesús, como Hijo, dirige al Padre. Tiene
como objeto la custodia de la comunidad de los discípulos, que permanecen en
el mundo. El texto se divide en dos partes: al comienzo se desarrolla el tema
del contraste entre los discípulos y el mundo (vv. 11b-16); a continuación se
habla de la santificación de éstos en la verdad (vv. 17-19). Si, por una parte,
emerge la oposición entre los creyentes y el mundo, por otra se manifiesta con
vigor el amor del Padre en Jesús, que ora para que los suyos sean custodiados
en la fe.
- En
el primer fragmento pasa revista Jesús a varios temas de manera sucesiva: la
unidad de los suyos (v. 11b), su custodia a excepción «del que tenía que perderse» (v. 12), la preservación del maligno y del
odio del mundo (vv. 14s). En el segundo fragmento,
Jesús, después de haber pedido al Padre que defienda a los suyos del maligno
(v. 15) y después de haber subrayado en negativo su no pertenencia al mundo
(vv. 14. 16), pide en positivo la santificación de los discípulos: «Haz que ellos sean completamente tuyos por
medio de la verdad; tu palabra es la verdad» (v. 17). Le ruega así al
Padre, al que ha llamado «santo» (v.
11b), que haga también santos en la verdad a los que le pertenecen.
- Los discípulos tienen la tarea de prolongar en el
mundo la misma misión de Jesús. Ahora bien, éstos,
expuestos al poder del maligno, necesitan para cumplir su misión, no sólo la
protección del Padre, sino también la obra santificadora de Jesús.
CLAVES para
la VIDA
- También en esta oración de Jesús (como en la exhortación
del apóstol) hay una súplica profunda y hermosa a favor de los suyos, de su
comunidad. Y es que esa comunidad hará crisis ante el escándalo de lo que va a
vivir el Maestro. Por eso, Jesús pide al Padre que sea él mismo quien los cuide
y les ayude a superar la crisis que van a vivir. Porque el mundo les va a ser
hostil, y no precisamente porque estén contaminados, sino porque piensan como
Él, con criterios evangélicos y... esto no lo puede aceptar el estilo del
mundo.
- Y es que los
discípulos, sin participar del estilo y la mentalidad del mundo, tienen que
anunciar a ese mundo la
Buena Nueva del Reino, esto es, el proyecto de Dios-Padre. De ahí que
Jesús pide al Padre algo realmente impresionante: “Haz que ellos sean completamente
tuyos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad” (v. 17). Sigue
siendo tarea empeñada del mismo Padre, aunque sea a través de su Espíritu, que
el mismo Jesús les ofrecerá y enviará.
- Y, una vez más, aquí estamos nosotros, continuadores de
la obra del Padre y de Jesús; “sacados
del mundo” y enviados por él mismo al mundo. Una inmensa tarea está
por delante y apoyados no en nuestras fuerzas sino en su palabra. “Yo los he enviado al mundo, como tú me enviaste a mí” (v.
19). No puedo perder en absoluto esta perspectiva. ¿Cómo la cultivo? ¿Cómo lo
vives tú, hermano/a?
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