jueves, 17 de mayo de 2012


VIERNES, día 18


Hechos de los Apóstoles 18, 9-18
“... Estando Pablo en Corinto, durante la noche le dijo el Señor en una visión: No temas, sigue hablando y no te calles, que yo estoy contigo y nadie se atreverá a hacerte daño, muchos de esta ciudad son pueblo mío. Pablo se quedó allí un año y medio, explicándoles la Palabra de Dios...”
 CLAVES para la LECTURA
- Otras informaciones de utilidad: los hechos se desarrollan hacia el año 51-52, que es cuando el procónsul Galión se encontraba en Corinto. Éste actúa de manera inteligente como «laico»: no quiere entrometerse en cuestiones religiosas. A su modo de ver, las cuestiones que le someten son discusiones internas al judaísmo, cuestiones que no tienen nada que ver con su función. Lucas lo subraya adrede, y da muestras de apreciar tanto la neutralidad de Roma como el hecho de que las autoridades romanas en general no se mostraran hostiles, en los comienzos, a los cristianos. Hasta salvaron a Pablo en más de una ocasión del fanatismo de sus adversarios.
- Los judíos no se dan por vencidos y caldean en exceso la atmósfera; Pablo continúa llevando una vida difícil. Pero queda confortado y confirmado en su misión: está haciendo lo que quiere el Señor. Es el Señor quien quiere que se dedique también a los paganos. Estos continuos subrayados expresan -una vez más- la seriedad del problema del paso a los paganos para las primeras generaciones cristianas. Es casi una idea fija: ¿cómo explicar el hecho de que el pueblo de la promesa hubiera rechazado a Jesús, mientras que éste era acogido por los gentiles, esto es, por los tan depreciados paganos? Pero es el Señor -nos asegura Lucas- quien dice: «En esta ciudad hay muchos que llegarán a formar parte de mi pueblo», como en otras muchas ciudades, un pueblo constituido por algunos judíos y por muchos paganos. Y en Corinto, donde se encontraba lo mejor y lo peor de la cultura griega, la confrontación con el paganismo no iba a ser una broma: dieciocho meses en Corinto representan una verdadera iniciación en la evangelización de los gentiles.
- Finalmente, concluye Pablo, casi a hurtadillas, su viaje misionero, embarcándose con sus patronos de trabajo, Priscila y Aquila, primero con destino a Jerusalén y después hacia Antioquía. A un misionero como Pablo, quedarse durante dieciocho meses en un solo lugar, aunque fuera con provecho, pudo parecerle excesivo.
 CLAVES para la VIDA
- Una vez más, descubrimos que el camino del apóstol no fue nada fácil. Más bien, necesita de esas experiencias del mismo Dios, que se hace cercano en los momentos de dificultad. El no temas de parte de Dios, no es de simple relleno, sino la expresión cercana de un Dios que vuelve a apostar por la dedicación y generosidad del apóstol. Pero es que, además, Dios mismo está empeñado en esa labor evangelizadora: muchos en esta ciudad son pueblo mío (v. 10) y es que el don de Dios, el don de la vida y de la salvación, no es excluyente sino que se ofrece a todos, también a las gentes de Corinto, a pesar de su mala fama y de sus costumbres.
- También hoy puede Dios decirnos: muchos de esta ciudad son pueblo mío, refiriéndose -claro está- a este nuestro mundo, nuestra cultura. Y, por desgracia, en más de dos ocasiones, nuestra Iglesia, nosotros mismos, podemos sentirnos enfrentados, en conflicto frontal con esa realidad a la que somos enviados a proclamar, con palabras y con gestos, la Buena Noticia del Evangelio. Y eso, a pesar de los fracasos y de los cansancios. ¡Qué fácil es decirlo!...
- Dios sigue empeñado en ofrecer a “esta ciudad” el don de la salvación, a pesar de la apatía y de la poca respuesta que parece ofrecer. Su paciencia es mucho más constante que nuestros deseos de efectos automáticos e inmediatos. ¿Cómo ando de ánimo en mi compromiso creyente y pastoral? ¿Comparto el interés de Dios y estoy dispuesto a ofrecer la vida a “esta ciudad”, a este nuestro mundo?

Evangelio: Juan 16, 20-23a
“... Dijo Jesús a sus discípulos: Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre y vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría... También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada...”
 CLAVES para la LECTURA
- Jesús, cuando apenas ha terminado de señalar una de las constantes de la experiencia cristiana (la dura espera del encuentro gozoso y definitivo con él: v. 20), se vale de la imagen eficaz y delicada de la mujer que va a dar a luz un hijo (v. 21) para expresar el paso de la aflicción a la alegría sobreabundante.
- La alegría de la mujer es doble: han terminado sus propios sufrimientos y ha dado al mundo un nuevo ser. La alegría cristiana va unida al dolor, pero desemboca en la vida nueva que es la pascua del Señor. A continuación, sigue Jesús explicando la comparación en sentido espiritual (v. 22). El dolor por la muerte oprobiosa del Hijo de Dios se mudará en gozo el día de la pascua, en una alegría sin fin que «nadie podrá quitar» a los discípulos, porque está arraigada en la fe en Aquel que vive glorioso a la diestra de Dios.
- Jesús ha hablado del tiempo inaugurado con su resurrección; en la continuación, añade: «Cuando llegue ese día, ya no tendréis necesidad de preguntarme nada» (v. 23b). La expresión «ese día» no se refiere sólo al día de la resurrección, sino a todo el tiempo que comenzará con ese acontecimiento. Desde ese día en adelante, la comunidad cristiana, iluminada plenamente por el Espíritu Santo, tendrá una nueva visión de las cosas y de la vida, y el Espíritu Santo iluminará interiormente a sus miembros y les hará conocer todo lo que sea necesario.
 CLAVES para la VIDA
- La tristeza de los discípulos ante la marcha de Jesús está destinada a convertirse en alegría, aunque ellos todavía no entiendan el cómo. Nosotros, leyéndolo desde la Pascua, sí que conocemos que la Resurrección de Jesús llenará de alegría a la primera comunidad. Así lo estamos descubriendo en la lectura de los Hechos: es una historia invadida de dinámica y de energía. La alegría profunda es fruto de esa Pascua. Si bien a veces pasa por el dolor y la renuncia, la alegría de la Pascua de Cristo pasa a través de la muerte para alumbrar un mundo nuevo y salvar a la humanidad.
- La imagen de la mujer que va a dar a luz un hijo se convierte así en todo un símbolo de la nueva realidad que va a surgir de ese momento de dolor y de sufrimiento. Desde ese momento, la comunidad estará iluminada plenamente por el Espíritu de Jesús, quien hará descubrir una nueva visión de las cosas y de la vida, animará a los seguidores y les ayudará a entender todas las cosas: es la tarea de Maestro que Él ejercerá.
- Aquí nos encontramos los seguidores de Jesús: hoy, somos iluminados y animados por ese Espíritu de vida de manera que Él es el motor de toda nuestra vida, de nuestra acción y de nuestro compromiso: Él hace posible que la causa del Reino esté viva y con tantas expresiones diferentes. ¿Cómo te sientes tú, hermano/a?

No hay comentarios:

Publicar un comentario